1527-circa 75 Governor-in-absentia Aldonza de Villalobos Manrique, Isla de Margarita (Venezuela/Spanish Possession)
Curucuteando en libros de historia sobre la importancia de
Margarita en la conformación del territorio nacional, me encontré con la
preminencia de la mujer en llevar las riendas de decisiones cruciales que
conformaron la Venezuela actual. La primera señal del poderío femenino está
representada por la Cacica Isabel, dueña y señora del pueblo guaiquerí y madre
del primer héroe mestizo Francisco Fajardo, quien en el devenir histórico se
constituyó en el fundador del hato San Francisco, la primera población de
conquistadores en el valle del Guaire, adelantándose por varios años a Diego de
Lozada. La primera gobernación de Margarita fue asignada a Marcelo de
Villalobos y por su repentina muerte
dejó como heredera a su hija Aldonza Manrique y ella fue única gobernadora nombrada durante el imperio
español y manejó con mano de hierro todo el territorio insular por casi 100
años, se distinguió por su decidido apoyo a la mujer margariteña.
No es de extrañar que la familia margariteña de hoy gire
alrededor del fogón de las “maítas” y sean ellas, entre empanadas y pescado
frito las ductoras de la vida familiar. El matriarcado margariteño siempre ha
sido intenso y no hay indicios de cambios inmediatos.
Los párrafos anteriores pueden definir el matriarcado, pero
esta crónica se titula Ginecocracia y ya veremos el por qué. Matriarcado se define como el gobierno
maternal y Ginecocracia correspondería al ejercicio del poder basado en el
encanto femenino.
En la misma historia de Margarita hay un capítulo llamado
“las Rojas” y no es en referencia a un color sino a la importancia de un
apellido que llevaban unas margariteñas que se distinguieron por su belleza e
inteligencia y que dieron pie a la ginecocracia nacional.
Ana Rojas, fue el pilar fundamental de esta zaga, vivió en
Margarita en los tiempos de las bellaquerías del tirano Aguirre y se distinguía
por tener “el más dulce y bello rostro de mujer alguna”, según crónicas de la
época y otro piropo fue “la hembra más grañida y hermosa que pariera La
Margarita”. Estaba casada con un viejo VALETUDINARIO, así aparece escrito en
todos los documentos, para mi suena como oxidado, lagañoso y hediondo a formol.
Ana Rojas, fue muerta junto con su esposo por Lope de Aguirre al descubrirse
que trataba de envenenarlo en medio de lisonjas. La sobrevivieron tres hijas,
herederas de la belleza y encanto de su madre. A tanto llegó la importancia de
su belleza que un vate enloquecido por el amor y por demás monje llamado Juan
de Castellanos, escribió: “Ana, portento
de gracia y donaire, Francisca, como
una Diana: resplandor y lumbre clara, Beatriz,
tenía cuanto bueno se junte”
Estas niñas no se quedaron exhibiendo sus adornos, sino como
premonitorias Miss Venezuela, decidieron sacar provecho de sus atributos y se
casaron con la flor y nata de la naciente Caracas. Ana casó con Alonso Diaz
Moreno, uno de los hombres más rico de la provincia, Beatriz con Francisco
Infante futuro alcalde de la ciudad y Beatriz con Garci Gonzales de Silva, jefe
militar y el verdadero conquistador de Caracas. Las bellas Rojas, le pusieron
así la mano al coroto, manejaban la banca, la política y el ejército, el sueño
de cualquier gobernante. Hicieron sentir su poder y todo pasaba por sus manos
antes de la toma de cualquier decisión. La prole de la Rojas fue extensa y
poderosa, dieron pie a los llamados por Herrera Luque “veinte somos los Amos
del Valle” y en referente genealógico en linea directa y séptima generación,
después de muchos años nació un caraqueño bautizado con el nombre de Simón
Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios. Según estudios
genealógicos esta prole de las Rojas a través de los tiempos sigue teniendo
preminencia en la banca, la política y el poder en la Venezuela de hoy. Esta es
la REAL GINECOCRACIA, la verdadera influencia del encanto femenino en el
ejercicio del poder.
La historia universal está llena de ejemplos del poder de
mujeres y se han perdido hasta imperios por la fuerza del amor. En nuestra
historia republicana son conocidas
algunas cuitas de alcobas presidenciales. Al precursor Don Francisco de Miranda
se le ha achacado la posesión de un pequeño cofre donde guardaba algunos pelos
como recuerdos de un amor ausente. José Antonio Páez, exhibió a su amante en
saraos oficiales y esta Barbarita Nieves, no dejó pasar la oportunidad de hacer
sentir su poder en las erogaciones monetarias del momento. Guzmán Blanco, quien
otorgó a su mujer Doña Ana Teresa Ibarra, el manejo de la economía y ella en retribución,
ni corta ni perezosa lo convirtió en poco tiempo en uno de los hombres más
ricos del mundo, haciéndole tener más de 300 casas de su propiedad. Joaquín
Crespo, siguió el ejemplo de su predecesor y delegó la economía en Doña
Jacinta Parejo, su esposa, quien sin ningún escrúpulo lo convirtió en multimillonario,
como sería la cosa que cuentan que el
mismo Guzmán sorprendido ante el nuevo riquismo de Crespo exclamó:
“carajo compadre, yo le dije que podía hacer unos cuantos realitos, pero no
tantos”. Otra presidencia donde se ejerció la ginecocracia fue en el periodo de
Raimundo Andueza Palacios quien intentó aumentar su periodo presidencial a
requerimientos de su esposa Isabel González, la cual deseaba terminar su casita familiar con ayuda
de la economía nacional, esta mansión es la sede actual del colegio San José de
Tárbes en El Paraiso. Cipriano Castro, un maníaco sexual que llevó al país al
colapso económico. Juan Vicente Gómez, quien se salvó de estas tragedias por su
convicción de no amanecer con ninguna mujer porque a su buen decir y entender “oler
las ventosidades mañaneras de las mujeres es lo que debilita a los hombres”.
En la historia contemporánea los casos de Blanca Ibañez y
Cecilia Matos son de conocimiento público y hasta uniformes del ejército
sirvieron de vestimenta para el fraude. De la Venezuela del desastre es difícil
opinar por aquello que hasta lo que escribes en twitter te incrimina, pero
basta recordar que alguien por estar más ocupado en la destrucción de un país,
se le olvidaron las mujeres y la
compañera de su sucesor dejó impresa en la memoria de la Asamblea Nacional que
el apellido Flores era el más común en la nómina de empleados.
La vieja conseja dice “más hala un vello pubiano que una
yunta de bueyes” y este gallito inquisidor así lo ratifica. ¡¡Que viva la
Ginecocracia, caracha!
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