fotos del archivo personal del cronista Oldman Botello
El
repentino y pasajero ataque de enajenación -o enfermedad de los nervios- de
Pedro Manuel Quero, esposo de Dolores Catalina Bolívar Coronado permitió
felizmente que Rafaelito Bolívar Coronado, periodista, escritor y poeta,
hermano de aquélla, subiera hasta la sierra del sur de Villa de Cura (entonces
era parte de su territorio y hasta 1917; hoy es de Carabobo), hasta la hacienda
Bella Vista, en Santa Rosa, propiedad de don Adolfo Díaz, un hacendado canario
amigo de la familia, donde Quero pasaba unos días buscando la mejoría de su
salud. Corría la semana santa de 1914 cuando Bolívar Coronado llegó a la
montaña villacurana y montó en cólera cuando vio a su hermana en estado -tal
vez de Rafael Alejandro, el séptimo de sus nueve hijos- y debió sortear el
penoso viaje a Santa Rosa, camino de recuas que serpeaba por la falda de la
serranía, a lomo de mula y con muy peligrosos pasos. "¡Pedro Manuel está
loco, pero más loca estás tú!", le reprochó airado a su hermana.
Superado el arranque de ira que conmovió
aquel viernes santo a la comunidad por las insolencias y maldiciones que
expresaba aquella boca del mayor de los hijos de Rafael Bolívar y Emilia
Coronado de Bolívar, todo volvió a la tranquilidad. En la tarde de ese viernes
santo de 1914, por marzo, Rafaelito Bolívar comenzó a escribir allá arriba una
pieza, una zarzuela a la que tituló Alma Llanera, una obra de género chico
español ambientada en el campo venezolano y que incluía varias coplas y un
joropo, letra suya. Cuando cayó la noche, debió solicitar los servicio de la
niña Fulgencia izaguirre Quero, sobrina de Pedro Manuel, quien los acompañaba.
Tenía 13 años y a élla debemos el relato de lo ocurrido ese día. Fulgencia
ayudó a aquel "parto" y coincidencialmente fue partera toda su vida
en Villa de Cura. Tomó una lamparita de carburo y se mantuvo a petición de
Rafaelito -así lo llamaban familiarmente- a su lado mientras escribía. En
cierto momento, ya entrada la noche, exclamó: "¡Ya lo tengo catira;
terminé Alma llanera!". Catira porque Fulgencia era blanca y de ojos
verdes, como todos los Quero (¿no le han gviosto los ojos a la profesora
Mercedes Quero de Dezzio?). Concluida su pasantía en la sierra de Santa Rosa,
donde obtuvo información ambiental y cultural, volvió a Caracas y estableció
contacto con el compositor y director de la Banda Marcial, Pedro
Elías Gutiérrez, le mostró la letra y quedó convenido en componer la música del
joropo.
Si la música no tenía el aire natural de
un joropo, no había duda que sonaba sabroso y el rítmo era muy pegajoso. Poco a
poco se fue hilvanando la presentación. Se programó el sábado 19 de septiembre
de 1914, aprovechando la presencia en Venezuela de la compañía española de
zarzuela de Manolo Puértolas, donde
descollaban las cantantes Matilde Rueda y la cómica Lola Arellano; al elenco
europeo se incorporarían Jesús Izquierdo y Rafael Guinán, grandes humoristas
venezolanos de grata recordación. Pero faltaba alguien que bailara muy bien el
joropo y así recordó Rafael Bolívar Coronado al negrito Mamerto, sirviente en
la casa de la familia villacurana Rojas-Tejada y fue "la guinda del
pastel". Era un negrito faramallero, bebedor de aguardiente y con mucha
chispa, a quien hubo de convencer primero para trasladarlo a Caracas, de
alpargatas y liquiliqui. El sábado,
como estaba previsto se montó la obra en el viejo teatro Caracas, inaugurado en
1854, destruido por un incendio en 1919. Rafael Bolívar Coronado, en mitad del
espectáculo, se escabulló del teatro pensando que sería un fracaso. Calculó
mal. Fue un clamoroso triunfo. Pero cuando el público pidió su presencia,
Rafaelito estaba lejos, en algún botiquín del centro de la capital, esperando
los cuentos de los espectadores y sus amigos los periodistas. El joropo fue el
gran triunfador, en letra y música y Matilde Rueda "se botó"
cantando. Tuvo que hacer un bis de la pieza. A élla dedicó Bolívar Coronado
Alma Llanera cuando se publicó la pieza en libro.
El crítico del diario El Universal dijo:
"es de lo bueno que se ha escrito en el género, con pequeñas salvedades,
muy disculpables en un debut de autor". La obra se repitió en el teatro
Municipal el 28 de diciembre siguiente y luego en Valencia, Puerto Cabello y
Barquisimeto. El jueves 31 de diciembre de 1914 fue la primera ejecución
pública del joropo en la plaza Bolívar de Caracas y así siguió en triunfo hasta
hoy cuando cumple 90 años de su composición literaria y musical. Pedro Elías
Gutiérrez comenzó a cobrar sus derechos de autor al grabarse la pieza a fines
de los treinta; los familiares de Bolívar Coronado sólo en 1967 cuando hubo un
llamado público de la AVAC,
a través de su presidenta María Luisa Escobar, para que se presentaran. Rafael
Bolívar Coronado había muerto en Barcelona, sin descendencia aparentemente, en
Barcelona de España, en el hospital de la Santa Cruz (hoy sede de la Biblioteca Provincial
de Cataluña), el 31 de enero de 1924,
a los 39 años de edad. Sus restos, al no ser reclamados,
se perdieron al finalizar el tiempo específico en la Ciudad Condal.
Orgullo de Villa de Cura y de Aragua.
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