miércoles, 18 de diciembre de 2013

LAS GUACAMAYAS DE CARACAS

JESUS  ALFARO GARANTÓN

Las mañanas caraqueñas tienen su propio canto, al ruido del tráfico mañanero se unen los cánticos de las guacharacas y las guacamayas, dos especies de aves que se han “civilizado” y se adaptaron al trajín de la gran ciudad. Una incorporación de la vida salvaje a la metrópoli. Es un comportamiento animal digno de estudio por la zoología. Así como hay un “encantador de perros”, ¿habrá un encantador de guacharacas y guacamayas?
A las guacamayas o papagayos, se les califica como pertenecientes a la familia de los loros, son aves grandes y poseen hermoso plumaje multicolor. Son sociables como pocas y fácilmente domesticables, inclusive aprenden a decir palabras si les dedicamos mucha paciencia. Son aves longevas y monógamas.
De guacamayas famosas siempre sale a colación una que tenía Arturo Uslar Pietri y que fue declarada vecina non grata por la comunidad de la Florida, por lo escandaloso de sus graznidos y la otra guacamaya famosa fue Lorena, un ejemplar  de hermoso color rojiazulada que perteneció a mi familia. Lorena fue un ejemplar que la vi por primera vez en manos de un indio warao a orillas de una carretera del sur de Monagas, la ofrecía en venta a los conductores que transitaban la vía, me encantó ese plumaje hermoso e intenté comprarla, después de un regateo de minutos el indio me pedía 200 bolívares y yo ofertaba 150,  suma bastante grande para ese entonces, cuando ya me marchaba sin la guacamaya el indio algo agresivo se paró al lado de la ventana de mi camioneta y lanzó el animal adentro y me dijo “para ti 50 bolívares no es nada, para mí 50 bolívares es mucho”, que decir que no hubo palabras más contundentes que las oídas, fue una frase que me enseñó mucho fue una clase de igualdad social, fue la mejor expresión del necesitado y no tuve otra alternativa que pagar los 200 bolos y callar. Narrar el viaje hasta Caracas, en una camioneta con tres niños y dos adultos y una agresiva guacamaya suelta, daría para llenar  un  próximo artículo, dada toda la clase de percances que pasamos en ese viaje inolvidable.
Al llegar a casa, pronto nos dimos cuenta que mantener una ave de ese tamaño en un apartamento era casi imposible y Lorena fue a parar a la casa de mi hermano mayor quien tenía una gran jaula en su jardín. La guacamaya pronto se hizo dueña del patio y luego de toda la casa entera y paseaba oronda por los diferentes cuartos, aprendió a hablar y a silbar imitando a mi cuñada y cuando mi hermano regresaba del trabajo y preguntaba por su esposa, Lorena respondía AQUÍ y desplegaba sus alas como para recibir un abrazo. Lorena terminó sus días pelona porque se arrancaba las plumas con el pico y el veterinario nos dijo que era por estrés, lo que nos confirmó tardíamente que esas aves son domesticables, pero no deben perder su libertad.
Nos hemos acostumbrado a ver lindas guacamayas volando sobre los cielos caraqueños y este es un fenómeno relativamente nuevo, se han dado muchas versiones del nuevo hábitat de estas lindas aves, pero yo tengo mi propia opinión, dado que los hechos se desarrollaron muy cerca de mi casa.
 En la parte más alta de Colinas de Bello Monte se construyó el primer edificio de la zona y que alojaba al supermercado Diana, hoy Unicasa, es un edificio de tres pisos y en el pent house vive Vittorio, un italiano de esos más criollos que nosotros mismos y que tiene un raro don de amistad con los animales. Yo lo asocio a Francisco de Asís. No hay animal que le pase al lado y que no se le pegue, siempre está rodeado de perros,  gatos,  pájaros y todo tipo de bichos raros que conviven en increíble solidaridad. No hay peleas. Le he preguntado cuál es su secreto y responde: simplemente los quiero.
Entre los animales de Vittorio se distinguía un bellísimo ejemplar de ARA ARARAUNA, el guacamayo amarillo y azul y lo llamaban PANCHO. Famoso por su sociabilidad, volaba por nuestra zona y se paraba en nuestros balcones exigiendo comida, siempre volvía a su casa y se posaba en la cabeza o en los hombros de Vittorio y lo seguía a todas partes, recuerdo que cuando este salía en moto Pancho volaba a una altura de un metro por encima del dueño. Era un espectáculo increíble. Si el ave se espantaba por el ruido y se perdía, Vittorio buscaba un sitio despejado para que la guacamaya lo divisara y rápidamente volaba hasta sus hombros, imagínense este show en la Plaza Venezuela donde causó más de un accidente. A Vittorio y Pancho le fue dedicado un programa de la RAI Italiana, donde describían toda esa extraña amistad, la Televisora Nacional cuando era buena, también le dedicó un programa.
Además de lo sociable Pancho resultó un gran reproductor y todos esos guacamayos amarillos y azules del cielo de Caracas son su descendencia. Hoy vemos volar hermosas sombras azules y amarillas en las cercanías de Bello Monte, Los Caobos, el Jardín Botánico y el Parque del Este.
La gente se siente identificada con ellos y los acepta y protege, fui testigo presencial de un incidente en que una persona intentó cazar uno de estos animales con un rifle de aire y casi lo linchan, hasta motorizados intervinieron en el improvisado tribunal de la condena. Fue una bonita lección de protección y amor a los animales.
Según Wikipedia, los guacamayos pueden vivir hasta 70 años y conviven con una sola pareja toda su vida, si pierden a la compañera es adoptado por otra pareja. Una enseñanza para la sociedad actual, que después de la primera discusión andan buscando abogados para que los divorcie.
Cuando estén en una cola de tráfico, vean hacia el cielo y seguro que divisarán alguna guacamaya, sentirán paz y la felicidad de la naturaleza. Desconozco si Pancho aún vive, pero estoy seguro que nos dejó un bello recuerdo de su paso por la vida.

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