Julián Viso Rodríguez (Recopilador)
En la segunda mitad del 1400, hubo un
renovado interés por la Anatomía y patología. Los médicos de antaño habían
aprendido a basar sus diagnósticos en pruebas menos aleatorias y más objetivas
que antes, como el examen (macroscópico) de la sangre, orina y de otros
líquidos del organismo. La terapia dominante era la sangría. También se
recurría a los baños y dietas, una miríada de medicamentos que en la mayoría de
los casos procedían de las plantas.
De las pantas medicinales se pasó, después
de la llegada a Europa de la Medicina árabe a los “fármacos compuestos”,
constituidos por la combinación de más ingredientes, siguiendo la máxima según
la cual la eficacia de un medicamento es mucho mayor cuanto más complejo es su
composición y noble o misterioso el origen de sus elementos.
En esta época hay algunos ejemplos de
medicamentos multicompuestos que se remonta a tiempos muy anteriores, entre los
que sobre sale especialmente la
Teriaca, o Triaca. Conocida
también por los profanos y “saqueada” por la literatura.
Su nombre procede del griego Theriaké,
que significa remedio contra las
mordeduras de animales venenosas (Theiron=
animal venenoso, serpiente venenosa).
Se supone que la Teriaca la inventó
Andrómaco, el viejo, médico de Nerón (en el siglo I d.C.), quien describió su
receta (de Theriaca), en ciento setenta y cinco versos elegíacos, para que con
la ayuda de la métrica y de las rimas, las proporciones y las medidas de las
dosis quedaran mejor impresas en la mente. Su hijo, Andrómaco el joven, las
reescribió en cambio en prosa.
Temiendo ser envenenado, Nerón se hizo
preparar por su médico cretense un pharmakon contra el veneno con fines preventivos.
Andrómaco añadió carne de víbora a un ya
existente poli fármaco inventado alrededor de un siglo antes nada menos que por
Mitríades VI Eupator, Rey del Ponto. Su antídoto fue denominado Mitripato.
Antes de Andrómaco, Nicandro de Colofón, (segunda mitad del siglo II a.C.) compuso
dos célebres poemas
dedicados a los remedios contra la mordedura de animales venenosos y
contra la “debilidad de los riñones y
también para alargar la vida”.
Dioscórides, (siglo I d.C.) ya aconsejó la
carne de víbora que se debía cocer con aceite, vino y vinagre. El principio
químico sobre el que se basaba el empleo del veneno de víbora era
sustancialmente el Hipocrático de Similia Similibus, por lo que es posible curar una enfermedad
suministrando dosis mínimas de la misma sustancia, que, en cantidades elevadas,
la provoca.
En épocas de Roma antigua, las víboras eran
importadas, para la preparación de la Teriaca, desde Egipto Plenis
navibus. Galeno, (siglo II
d.C.) tenía mucha confianza en la Teriaca hasta el punto de definirla domina medicinarum.
De la receta original fueron ideadas con el tiempo varias
combinaciones, siempre diferentes, en cada Teriaca, digna de ese nombre, no
podía faltar el ingrediente esencial: la carne de víbora, considerada remedio infalible contra todo
veneno.
Racionalidad
de su empleo:
Las víboras viven en
cuevas, en el otoño mudan la piel y se renuevan. Viven en la profundidad de la
tierra por largo tiempo sin alimentarse con ningún tipo de comida, atraen hacia
sí “los espíritus sulfúricos y vegetales, los cuales comparten el alma y la
vida con todos sus cosas, cargándose de un bálsamo preciso y radical encerrado
en el grandísimo seno de la naturaleza”.
Se supone que la acción medicinal de las
víboras, por todos aceptada, se intensificaba en parte por su misma imagen,
misteriosa y oscura. Si la víbora no muere por su propio veneno, significa que
éste la protege de ella misma ergo, también la persona que la consume queda
protegida, tanto del suyo como de otros venenos.
En tiempos del médico – literato Francesco Redú (siglo XVII), para
curarse de la malaria se aconsejaba alimentarse de capones mordidos y muertos por
víboras. Preparar los alimentos “viperinos”, (además de la Teriaca existían la
sal de víbora, la esencia de víbora, el electuario de víbora simple, se deben
seguir normas bien precisas:
1.- Las víboras deben ser
capturadas hacia el término de la primavera o durante el verano.
2.- Descartar víboras
preñadas.
3.- Capturada la víbora se
le corta la cabeza y la cola en medida de cuatro dedos.
4.- Luego se destripa. Se
desuella.
5.- Se lava repetidamente.
6.- Se pone a cocer en
agua clara.
7.- Se le quitan las
espinas (vértebras).
8.- Se maja la carne en un
mortero reduciéndola a papila.
Con esta pasta se preparaban los Trochisa, precursores de los comprimidos,
expuesto al sol era luego secado a las sombras. A los 15 días se conservaban en
recipientes adecuados, que no sean de plomo, porque este atrae al veneno; serán
de peltre o cobre, oro o plata, mármol, alabastro comúnmente de estaño y
vidrio.
Debía ingerirse durante el invierno y su
ingestión precedida de un régimen estricto durante un par de días. La Receta de
Andrómaco preveía la fusión de cincuenta y cuatro sustancias. Cada ingrediente
era escogido en función de las propiedades
terapéuticas de las que se creía
estaba dotado para prevenir una
determinada enfermedad o un grupo de enfermedades. Ej.; el jugo de Regaliz,
endulza las asperezas del canal del
pulmón. El azafrán “alegra el corazón”. El Lirio “aligera los humores pegajosos
y molestos. El agárico “purga las flemas y todos los mocos ordinarios. El árbol
de la canela “da impulso a los ingredientes más usados”. Las rosas rojas – la
mirra – el incienso - la pimienta negra
– el opio – la genciana – la canela, las semillas de anís, las de hinojo el
jugo de regaliz.
Algunos de estos preparados hicieron
historia por sí mismos y conservaron su propio nombre en el tiempo: Teriaca
diatesseron, de Mesué, Teriaca
de los egipcios, Teriaca del Sultán de Babilonia, Teriaca del serenísimo
Príncipe Anhaldine…
Indicaciones.
En Francia, siglo XVII:
dolor de estómago – Cólico – Indigestiones – dolores internos – Fiebres –
Mordeduras o picaduras de animales venenosos – Peste – Varicela – Malaria –
sarampión – Disentería- Cólera – Parálisis – Epilepsia – Ictus cerebral –
Dolores articulares – Impotencia sexual.
El primero en preparar la Teriaca
públicamente fue Moyse Charas, un farmacéutico que en París tenía una tienda
con un letrero con la víbora de oro. Apoyado por Joseph Daquin, primer médico
de Luís XVI, anunció que prepararía en público trescientas libras de Teriaca e
invitó a la ceremonia al mismo Daquin, a los Magistrados y a todos los
responsables de la Facultades. Lo repitió en Bolonia y Venecia.
En Pisa y Florencia la Teriaca tenía que
se preparada públicamente por los
“farmacéuticos y los médicos así mismo delante de todas las autoridades de
dicho arte. La teriaca de Pisa contenía 59 elementos entre los cuales había
opio y “vino blanco generoso”.
El médico y naturalista boloñés Ulisse
Aldrovandi, en la segunda mitad
del siglo XVI, añadió el amomo (o cardamomo) y el costo (costus spicatus) para
introducir nuevas “virtudes curativos”. La innovación fue tan grave que los
médicos lo degradaron del colegiado y lo suspendieron de sus funciones durante
un quinquenio.
En 1639 concernia a dos farmacéuticos
romanos (Antonio Manfredi y Vincenzo Panuncio) que con grandes costos había conseguido un nuevo ingrediente
el Opobálsamo, (también llamado Bálsamo
del Perú) que se debía emplear en la preparación del
“medicamento”.
Un farmacéutico veneciano en lugar de azafrán usó cártamo y omitió tres
ingredientes, fue condenado a pagar una multa de 420 ducados y encerrado en
prisión de la que logró escapar. Se constituyeron muchas sociedades para la
confección y la venta de la Teriaca, como la Societé de la theriaque,
constituida por boticarios parisinos, persistió hasta 1789.
También hubo quien argumentaba contra la
eficacia de un preparado tan “milagroso”. Plinio en su “Historia Naturalis” la
había definido como “excigitata
compositio Luxuriae” y en 1553 el
médico de la Universidad de Bolonia,
Teodosio de Parma, después de haber
experimentado el preparado durante largo tiempo con palomas, llegó a la
conclusión de que la Teriaca resultaba totalmente ineficaz en los casos de envenenamiento.
En 1600 el célebre médico francés Guy Patin consideró a la Teriaca “sin efecto y sin fundamento;
además es solo obra de los farmacéuticos falsificadores. A medida que se acercaba
el silo XIX fueron conformadas la ineficacia del medicamento.
Sin embargo, en 1904 en el “Bulletin
de Therapeutique” francés todavía
podía leerse que la Teriaca está “dotada” de virtudes antisépticas y diuréticas,
por lo que su fórmula es racional. De ella se habla todavía en la décimo novena
edición del Officine de Dorvauet” de 1955.
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