PÁEZ Y LA FORMACIÓN DEL ESTADO VENEZOLANO
Este ensayo es obra del profesor Carlos Alarico Gómez, Ph. D en historia
y magister en periodismo. Para facilitar su lectura y comprensión, será
presentada en cuatro entregas. NOTA: El autor regalará su biografía “Páez” a
las 20 primeras personas que envíen su opinión sobre este ensayo.
Correo del profesor Carlos Alarico Gómez: diplarca43@gmail.com
Parte I: PÁEZ: EL ORIGEN DE UN MITO
José Antonio Páez nació el 13 de
junio de 1790 en Curpa, una pequeña aldea llanera adyacente al riachuelo del
mismo nombre, en el hoy estado Portuguesa. Fue el séptimo hijo de Juan Victorio
Páez y de María Violante Herrera, antecedido por José Francisco, José de los
Santos, Ramón, Ubalda, María del Rosario (Mayota) y Ana María. Cerró el ciclo
su hermana Luisa. Han pasado 222 años y ya no quedan vestigios de la hermosa
locación de Curpa, que hoy es un suburbio urbano de Acarigua, pero el nombre
del niño José Antonio siempre lo recuerdan con orgullo.
Allí vivió sus primeros años, hasta
que en 1798 don Juan Victorio fue designado funcionario del estanco de tabaco
en Guanare por cuyo motivo se mudó a esa ciudad, aunque pronto se dio cuenta de
que sus ocupaciones lo obligaban a viajar con mucha frecuencia. Por lo tanto
dejó a su familia bajo la protección de su cuñado Bernardo Fernández, que
poseía una bodega en Guama, muy cerca de San Felipe -lugar de donde era nativo-
en donde José Antonio comenzó a trabajar a los ocho años de edad. Su educación
no fue descuidada. Su madre lo inscribió en la escuela dirigida por la maestra
Gregoria Díaz, aunque en 1805 interrumpió sus estudios para irse a trabajar a
San Felipe en el almacén de su tío Domingo Páez.
Su vida transcurría tranquila, hasta que un
día su madre le pidió que fuera a Cabudare –cerca de Barquisimeto- a entregar
unos documentos y buscar un dinero que le enviaría el abogado Domingo Perera.
Era el año 1807. Después de cumplir con la encomienda regresó a Guama, pero se
detuvo en Yaritagua a comer algo y cuando fue a pagar la cuenta se hizo visible
la gruesa cantidad de dinero que llevaba consigo. Al marcharse fue seguido por
cuatro bandoleros que intentaron despojarlo de su dinero en el sitio denominado
Sabana de Piedra –en la falda de la montaña de Mayurupí- donde el joven
Páez demostró rapidez y valentía,
venciendo a sus asaltantes y matando a uno de ellos (Gómez: José Antonio Páez, pp. 6-7).
Al regresar a su casa en Guama varios
familiares le aconsejaron que se escondiera por un tiempo, ya que la banda a la
que se enfrentó era muy poderosa y seguramente lo buscarían para matarlo. Por
lo tanto, el joven Páez abandonó el hogar y tomó camino hacia Barinas donde
consiguió trabajo como peón en el hato “La Calzada”, propiedad de Manuel
Antonio Pulido. La faena era dura y le pagaban tres pesos al mes. Su capataz
era Manuelote, un esclavo de confianza de don
Manuel que trataba con mucha rudeza al personal que tenía asignado.
Aquel ambiente requería empezar la faena a las cuatro de la mañana y luego de
un café salían a efectuar el trabajo de ordeñar, herrar y apacentar el ganado,
para luego tomar un frugal desayuno. El resto del día lo dedicaban a sembrar
yuca o recoger la cosecha. Fue un duro aprendizaje para Páez, que asimiló la
vida del campo con todo su rigor. Solo disponía de un pequeño catre y de la
comida. Carecía de todo tipo de comodidades. Para sobrevivir en aquel ambiente hostil se requería de
mucha disciplina, destreza y coraje, que
Páez fue adquiriendo. Día a día tenía que enfrentarse a situaciones inesperadas
y a veces desconocidas. Tormentas, animales salvajes, garrapatas, bandoleros,
el mal humor de Manuelote. El enfrentar tantos peligros e incomodidades lo fue
dotando de una voluntad férrea, de un carácter indómito, de una fortaleza
física poco común y, sobre todo, de una gran habilidad para tomar decisiones en
situaciones de extrema incertidumbre.
El joven peón fue superando la dura
prueba a que lo sometía el destino y en forma progresiva se fue destacando en
su trabajo, lo que fue observado por don Manuel, quien decidió destinarlo al
hato “El Pagüey” para aprovechar los conocimientos que Páez adquirió en la
bodega de San Felipe. En su nuevo destino fue entrenado en el negocio de ganado
y a llevar las cuentas, lo que le permitió un salario mejor y la posibilidad de
ahorrar. Es en esa época cuando conoce a una bella joven de nombre Dominga
Ortiz, natural de Canaguá, a quien le ofrece matrimonio. La boda se lleva a
efecto en Barinas el 1 de junio de 1809. Un año más tarde tiene su primer hijo
legítimo, al que le da el nombre de Manuel Antonio, en agradecimiento a su
patrón. El año anterior había tenido amores con María Ricaurte, una joven
vecina del Casanare, con quien tuvo un hijo en Achaguas al que bautizó con el
nombre Ramón, que fue criado por su esposa Dominga como si fuera su hijo.
Páez –de apenas veinte años de edad-
se sentía realizado. Tenía esposa, hijos, casa, un trabajo edificante y una
vida por delante, pero de pronto se presentaron los sucesos del 19 de abril de
1810 en Caracas, lo que cambiaría su vida por completo. En sus conversaciones
con don Manuel se enteró de los sucesos acaecidos desde finales del siglo
anterior, tales como la libertad alcanzada por Estados Unidos en 1776, la
revolución Francesa en 1789, la invasión de Miranda en 1806, la invasión de
Napoleón a España en 1808 y la conspiración de los mantuanos venezolanos en
1808, que configuraron una situación de gran complejidad que trajo como
consecuencia el golpe de Estado ocurrido en Caracas el 19 de abril de 1810.
Primera República
Como consecuencia se creó una Junta
de Gobierno a la que se dio el nombre de “Junta defensora de los derechos de
Fernando VII”, la cual tuvo que buscar voluntarios para reforzar la tropa y Páez
actuó bajo las órdenes de Manuel Antonio Pulido. Es la misma época en la que Francisco
Rodríguez del Toro trata de efectuar la toma de Coro, provincia que se mantenía
leal al Consejo de Regencia, al igual que Maracaibo y Guayana. Para someterla reunió un
ejército de cuatro mil hombres, pero fue derrotado en Coro por el brigadier
José de Ceballos el 28 de noviembre de
1810 (Gómez, ibídem, p. 8).
Mientras esas cosas ocurrían en el norte de Venezuela, Páez permanecía
atento a las instrucciones de Pulido, quien se incorporó a la lucha por la República
de Venezuela, cuya acta de independencia se firmó el 5 de julio de 1811, lo que
provocó la reacción de Ceballos, que dio órdenes a Domingo de Monteverde para
que reconquistara la antigua Capitanía General y los venezolanos, como es
lógico, toman medidas para defenderse y designan a Francisco de Miranda jefe
del ejército, con poderes dictatoriales, dada la emergencia. Entretanto, Páez es
mandado a llamar por el general español Antonio Tíscar para ofrecerle el grado
de capitán, pero como no quería servirle al rey decidió huir hacia Pedraza,
donde se encontró con Pulido que lo ascendió al grado de sargento primero en
1812.
Lamentablemente el coronel Simón
Bolívar perdió el castillo de Puerto Cabello, que estaba bajo su
responsabilidad, lo que causó un grave problema a Miranda que se vio obligado a
capitular en San Mateo, con lo cual se concreta la pérdida de la Primera República.
Cono consecuencia, Domingo Monteverde entra victorioso en Caracas, Miranda es
apresado y Bolívar sale al exilio.
A pesar de la derrota Páez prosigue
la lucha bajo el mando de Pulido, mientras Bolívar organiza la campaña con la
que retomará el control de Venezuela, la cual inicia en mayo de 1813. En el
largo camino hacia Caracas José Félix Ribas libera a Barinas como consecuencia
de la batalla de Niquitao contra Antonio Tíscar, efectuada el 2 de julio de
1813. Para celebrar el suceso Ribas se reúne con Pulido y Páez en la ciudad
llanera.
Segunda República
Después de muchos triunfos y algunos
reveses Bolívar entra victorioso en la capital el 6 de agosto de 1813, dando
nacimiento a la Segunda República, la cual dirigió con el título de Jefe
Supremo. El 14 de octubre la Municipalidad de Caracas le confirió el título de
Libertador en la Iglesia de San Francisco y, al recibirlo, expresó emocionado:
“El título de Libertador es más glorioso y satisfactorio para mí que el cetro
de todos los imperios de la tierra”.
Un mes más tarde Páez derrota al
comandante Miguel Marcelino en la batalla de Matas Guerrereñas el 27 de
noviembre de 1813, lo que le vale el ascenso al grado de capitán. En la campaña
lo acompaña su mujer, que actúa como enfermera ocupándose de atender a los
soldados heridos. Sin embargo, no todo es victoria. Páez es hecho prisionero en
Barinas y sometido a un juicio sumario por un tribunal de guerra que preside el
comandante Antonio Puig, quien lo condena a muerte. El tribunal fijó el día 6 de
diciembre de 1813 para la ejecución, pero hubo la feliz coincidencia que el día
anterior Bolívar había vencido a los realistas en Araure -población muy cercana
a Barinas- y por esa razón la noticia llegó muy rápido al campamento de Puig. Esa
misma noche se escuchó un disparo, lo que motivo que el oficial de guardia
expresara en alta voz:
-¡Alto!, ¿quién vive?
Y desde el fondo del patio, en una
noche particularmente sombría, alguien respondió:
-La América libre. Somos soldados de la muerte
La misteriosa respuesta fue seguida
de un disparo y de un fuerte movimiento de tropa al otro lado del río Santo
Domingo, que se percibió con toda claridad en el campamento español y ese hecho
causó honda preocupación en Puig, quien pensó que las tropas de Bolívar habían
llegado antes de lo previsto y como no estaba preparado para enfrentarlo dio órdenes
a su ejército para partir de inmediato hacia San Fernando de Apure (Polanco, p.
43).
Puig nunca sabría la verdad. Lo que aconteció
fue que Dominga Ortiz había organizado una estratagema con el comandante Ramón
García de Sena para liberar a su marido y fue este oficial el que disparó el
fusil que hizo alborotar a las garzas, formando una algarabía tan grande que
parecían caballos galopando. Esa fue la razón de que cuando el oficial español
formuló su pregunta uno de los hombres que la acompañaba respondió de la manera
convenida para crear temor en las tropas españolas, en lo que tuvieron éxito,
salvando de este modo la vida de Páez.
La feliz coincidencia del triunfo de
Bolívar en Araure y el atrevimiento de doña Dominga influyeron en la rápida
retirada de Puig, dando origen a la leyenda de que fueron las ánimas del
purgatorio las que vinieron en su protección. El mismo Páez contribuyó a
popularizarla usando siempre en su pecho un escapulario con la imagen de la
Virgen del Carmen que, según la tradición, va todos los sábados a conducir las almas en pena al Paraíso. La
leyenda dio nacimiento a una copla llanera que reza así:
“CANTE, CANTE COMPAÑERO,
NO LE TENGA MIEDO A NAIDEN,
QUE EN LA COPA DEL SOMBRERO
LLEVO A LA VIRGEN DEL CARMEN.
A pesar de todo, no sería fácil
conquistar la Independencia. Bolívar y sus hombres comenzaron a sufrir reveses
que muy pronto los colocarían en una situación peligrosa. La “Guerra a Muerte” estaba
en su apogeo desde junio de 1813. Páez seguía la lucha en los llanos bajo las
órdenes de García de Sena y a principios de 1814 se enfrentó a las tropas españolas en Guasdualito y Canaguá. Sin embargo, el adversario seguía
firme en sus propósitos y el 12 de enero fue sitiada Barinas nuevamente por
Remigio Ramos y Antonio Puig, por cuyo motivo García de Sena decidió abandonar
la plaza a pesar de la firme oposición de Páez, pero al llegar a Las Piedras
dejó en libertad de acción a su caballería. Ante esta situación Páez tomó rumbo
a Mérida en compañía de Luciano Blasco, José María Olivera y Andrés Elorza,
pero al llegar a esa ciudad se encontró
con el hecho de que Juan Antonio Paredes -gobernador de Mérida- estaba siendo
atacado por los españoles, que ya habían tomado Bailadores y Lagunillas.
La situación era tan compleja que el
gobernador le pidió a Páez que se sumara al ejército a su mando como agregado
del capitán Antonio Rangel y sin dudarlo Páez marchó junto con él hasta Estanques,
donde obligó a los realistas a emprender la retirada, pero a pesar de esa
victoria Rangel abandonó el lugar desatendiendo los consejos de Páez, lo que es
aprovechado por el enemigo para encaminarse de nuevo hacia Bailadores por una
cuesta que obligaba a los soldados a cabalgar en fila y al observar esa
situación Páez les gritó:
-¡Viva la patria!
La fuerte voz de Páez causó
confusión entre los realistas, lo que aprovechó para atacarlos por la
retaguardia sembrando el terror entre ellos. Sin embargo, un fornido gigante
llamado José María Sánchez se enfrentó a Páez y ambos lucharon a muerte cuerpo
a cuerpo hasta que “El Catire” logró vencerlo, permitiendo que las tropas
patriotas pudieran entrar a Bailadores, donde tuvo la satisfacción de recibir el
respaldo de una división al mando de Gregory Mac Gregor, que venía proveniente
de la Nueva Granada.
Páez permaneció en esa región hasta mediados
de 1814, cuando se produjo la pérdida de la Segunda República, de lo que se
enteró a través del general Rafael Urdaneta
que iba en retirada hacia el Casanare. Por él supo que Boves derrotó a Bolívar,
quien se vio obligado a huir hacia el oriente del país en compañía de la mayor
parte del pueblo de Caracas.
Luego de la marcha de Urdaneta hacia
la Nueva Granada Páez puso en práctica un plan para apoderarse de los llanos de
Apure, territorio que estaba controlado por los hombres de Boves. En
consecuencia reunió a su familia y con sus hombres de confianza tomó el camino
hacia San Fernando. En poco tiempo armó un ejército de más de mil hombres y
emprendió la conquista de Apure el 10 de octubre de 1814, al lado de Francisco
Olmedilla. A mediados de diciembre recibió información de que Bolívar había
salido del país y al poco tiempo le llegó la noticia de la muerte de Boves en
los campos de Urica el 5 de diciembre.
Su guerra particular por el control
del Apure se vio favorecida por la muerte del caudillo asturiano y el 29 de
enero de 1815 se enfrentó en Guasdualito
con el comandante Manuel Pacheco Briceño, cuyo resultado dejó ver claramente
quién sería el sustituto de Boves en los llanos. Su dominio fue progresivo y
estaba claro que su victoria sería total. Los realistas fueron aniquilados y su
comandante hecho prisionero. Tan pronto “El Catire” se apoderó del Apure intensificó
su labor de reclutamiento, sin preguntarle a sus nuevos soldados a quién habían
servido antes. Esa actitud le permitió adquirir la confianza y el afecto de sus
hombres, quienes al verlo actuar en los campos de batalla le cobraron
admiración por su valor y por el ejemplo que les daba, especialmente por la
forma cordial como los trataba.
El 31 de diciembre de 1815 dirige la
batalla de Chire contra el ejército del español Sebastián de La Calzada, al que
vence de manera contundente. Pocos días después –el 13 de enero de 1816- derrota
al comandante Miguel Guerrero en el Arauca, el 2 de febrero triunfa de nuevo en
Palmarito y el 16 de ese mismo mes se enfrenta en Mata de La Miel a un ejército
de 1.600 realistas comandados por el coronel Francisco López y vence, a pesar
de que solo disponía de una tropa de 300 hombres. Entre los numerosos prisioneros
que captura se encontraba Manuelote, su antiguo capataz del hato de “La
Calzada”, a quien invita a su mesa y le da la libertad.
No hay poder humano que se le
resista y sus sucesivas victorias comienzan a crearle una leyenda, al punto de
que los hombres que antes peleaban bajo las órdenes de Boves estaban ahora a su
lado y lo llaman “Taita”, al igual que a aquel. Manuelote es uno de ellos, que
regresa por su propia voluntad al campamento de Páez para luchar a su lado en
búsqueda de la libertad para su país. El 2 de mayo participa en el ataque contra
el general Miguel de La Torre en Camoruco, contribuyendo con su esfuerzo a que
le destruya la caballería del jefe español y lo obligue a huir.
El 13 de junio Páez celebra su
cumpleaños derrotando de nuevo a Francisco López en el Paso del Frío y lo vence
de nuevo. Sus triunfos no se detienen. El 8 de octubre vence por tercera vez a
Francisco López en El Yagual donde Páez utiliza 700 hombres y López 2.300. En
esa batalla toma numerosos prisioneros, entre los cuales está Pedro Camejo, el
famoso “Negro Primero”, quien le dice:
-Mi general: fui realista, pero estoy arrepentido. Quiero ponerme a sus
órdenes para servirle a la patria.
Y así fue. El 14 de octubre de 1816 Camejo
acompañó a su nuevo jefe a la toma de Achaguas y después de ocupar esa población
participó en la batalla de Lagunilla de Palital, donde Páez venció a Salvador
Gorrín en diciembre de ese año. Días más tarde venció al general español
Sebastián de La Calzada en Mucuritas el 28 de enero de 1817, en un
enfrentamiento que va a sellar su fama. Fue una batalla importante para la
causa patriota por varias razones. En primer lugar marcó el inicio del fin del
ejército del mariscal de campo Pablo Morillo, un oficial que había luchado en
Europa contra las tropas de Napoleón Bonaparte, quien después de Mucurita le
escribió al rey explicándole las causas de su derrota: “Catorce cargas
consecutivas sobre mis cansados batallones me hicieron ver que aquellos hombres
no eran una gavilla de cobardes poco numerosa, como me habían informado, sino
tropas organizadas que podían competir con las mejores de Su Majestad”.
Los preparativos de la batalla
duraron varios días. Páez formó un ejército de mil hombres en tres columnas
bajo el comando de Ramón Nonato Pérez, Rafael Rosales y José de la Cruz Carrillo.
El caudillo venezolano tomó la previsión de colocar a sus hombres en la misma dirección del viento, en tanto
que el brigadier Miguel de La Torre unió sus fuerzas a las de Sebastián de la
Calzada, con lo que alcanzó un total de
3.000 infantes y 1.700 jinetes, pero aún así perdió ante un ejército mucho más
pequeño.
Sus continuas victorias llegaron a
conocimiento de Bolívar, que se encontraba en Angostura, lo que lo movió a
pasar el río Orinoco para ir a conocerlo y reunirse con él en Cañafístola. Una vez puestos de
acuerdo, el llanero acepta el mando de Bolívar y a su lado se enfrenta a Morillo el 11 de febrero de 1818 en
la batalla de Calabozo, con buenos resultados para las armas patriotas; pero el
16 de marzo la suerte les es adversa y reciben un serio revés en la batalla de
El Semen -cerca de La Puerta-, lo que hace acreedor a Morillo del título de
Marqués de la Puerta, pero no se arredran y diez días después presentan batalla
en Ortiz al general Miguel de La Torre.
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