“Páez, quien con
Bolívar y Carlos III forman el triunvirato esencial de la creación de esta
Patria, sin Páez no nos llamaríamos venezolanos, sino de cualquier modo; el rey
Borbón fijó nuestros límites geográficos (1777), y Simoncito ya sabemos qué
hizo”. LUIS BELTRÁN GUERRERO. Candideces / Undécima Serie.
El General en Jefe José Antonio Páez, Prócer de la Independencia de Sur
América, fue paradigma de superación y debe ser motivo permanente de admiración
y de respeto por los venezolanos. Estuvo en estado de crecimiento y superación
positiva. Tenía inteligencia natural, autenticidad, visión crítica y
autoestima.
Los laureles de la fama y del poder no lo embriagaron y en los malos
momentos no tuvo autocompasión. Páez, según la literatura masónica, talló y
pulió la piedra bruta de espíritu, alcanzando la dorada edad.
El joven que se hará héroe tenía la capacidad de
adaptación a las más variadas y disímiles
circunstancias en las que tuviera que vivir y actuar.
(Manuel
Caballero: Páez al Natural, en La Libertad del Viento).
Su biógrafo magnífico Tomás Polanco Alcántara dice: “Poco hemos aprovechado a Páez como ejemplo
de superación personal. Aquel rústico, ignorante y no educado, llegó por
propios esfuerzos a dominar idiomas extranjeros, de asiduo lector y
distinguirse como buen conocedor de la música asumió la tarea de escribir una
obra importante que supone talento natural y que no deja de mostrar su cierta
erudición y aquel sujeto, que en un tiempo fue ignorante del uso de los
cubiertos en la mesa, supo portarse con dignidad en Cortes Imperiales y en
salones distinguidos de Europa y Norte América. Todo sin perder su autenticidad”.
(Prólogo de la Autobiografía
de José Antonio Páez, 2da. Edición, PDVSA).
Entre 1850 y 1859 Páez viajó
conociendo lugares y personajes en la isla de Saint Thomas y en los EE.UU.
visita Filadelfia, Nueva York, Nueva Jersey, Baltimore y Washington; luego va
al México de López de Santa Anna; y durante el viaje a Europa, en Francia fue
recibido en el salón de los soberanos por el emperador Napoleón III y en Münich por el rey de Baviera.
En medio de aquella agitada vida política Páez se interesó
en cultivarse y fomentar la cultura. Su amante Barbarita Nieves, lo estimula a
apropiarse de la “polis”, la que asimila sin dejar de ser él mismo.
El General se pulió y se movió en un medio culto. “Un excelente amigo de Venezuela” calificó caudillo al artista,
escritor y diplomático británico Sir Robert Ker Porter. Dejó escrita su
vivencia venezolana como testigo de excepción, hombre viajado y culto además de
gran sensibilidad.
Sir Robert pintó y regaló a Páez su primer retrato. Se conserva en la Fundación John
Boulton. Es un dibujo a la acuarela pequeño que será litografiada por Damirón,
en la versión que conocemos.
Otro diplomático recuerda a Páez, John G. A. Williamson, primer representante de los EE.UU., con afecto y admiración destaca su
carácter genuino y personalidad. Mr. John era recibido donde estaba el Jefe del
País: careando gallos, en una caballeriza o en el propio despacho.
Páez fue “amateur” de la música y la declamación. Las organizaciones
musicales de la época eran efímeras y circunstanciales. Páez fue el primero en
apoyar las actividades culturales de la
nueva Sociedad Filarmónica, auspiciada por los Amigos del País, de clara
orientación liberal masónica.
Las veladas musicales eran habituales en distintas casas de Caracas,
asiduo era el general Páez y en ellas tocaba el violoncello de Carlos Werner.
El embajador de Inglaterra, R.T.C. Middleton, se enteró de la faceta musical
del centauro y le trajo un fino instrumento del famoso fabricante Jacobo
Stainer. El centauro dio un recital en el Metropolitan de Nueva York. Un
cenáculo personal y político debió asistir, pero no deja de ser una curiosidad.
Muchos responsables de la nueva música venezolana han tocado con orgullo en el
citado instrumento de Páez.
Exaltado en la
Argentina por el presidente Domingo Faustino Sarmiento,
quedan de la estancia sureña de Páez algunos recuerdos. Cuenta Adolfo Carranza
que el héroe cantaba, bailaba, narraba sus hazañas épicas, componía versos y
música. Entre los tantos documentos está un “Cuaderno de Música de José Antonio Páez”. El arreglista y
transcriptor Charles Lambra dio forma a las ideas musicales que Páez titula: “La flor del retiro”, “El
Pescador”, “Escucha ¡Bella María!” y “Sanctissina”, entre otros. Nuestra Orquesta Sinfónica Venezuela, Patrimonio Cultural
de la Nación,
montó las citadas obras bajo la batuta del Maestro Alfredo Rugeles y como
solista el tenor venezolano Víctor López. Acaba de salir una producción
discográfica con obras de José Ángel Montero, Federico Villena y José Antonio
Páez. Como narrador del singular concierto estuvo el periodista Oscar Yanes.
El hombre convertido en leyenda era creyente de las Ánimas Benditas y
sentía profunda devoción por la
Virgen del Carmen, lo que la determinará como Patrona del
Ejército Venezolano.
En 1867 el ya ilustre prócer de la Independencia de
Hispanoamérica presenta su obra Autobiografía
en el Registro de propiedad intelectual de Nueva York. Dos años más tarde la
publica “Hellet y Breen”, Páez contaba
79 años de edad. Fue el hombre que amó a su país, la dedicatoria de su Autobiografía lo dice: “Con el cariño del más amante de sus hijos”.
Dos
aspectos destaco de Páez: Uno, su inteligencia natural; dos, su sentida
gratitud a una entidad Superior.
El destino que tomó la vida del niño que iba a la escuela de la maestra
Gregoria Díaz en el pueblo de Guama, “los
primeros rudimentos de una enseñanza demasiado circunscrita”. Cuenta con
sinceridad el héroe “la fuerza de
acontecimientos inesperados me sacó de la humilde esfera en que nací, para
darme parte en la gloriosa lucha que en América emprendieron los principios de
la civilización moderna, con las doctrinas transmitidas por los siglos de
oscurantismo y de barbarie. Favorecido siempre de la suerte, y una serie de
acontecimientos en que se advierte palpablemente la intervención de una
potencia superior…” (Conclusión de la Autobiografía del General José Antonio Páez).
Los valores cívicos y políticos de Páez están en la que fue su última
carta, escrita a su hijo Manuel Antonio Páez: “…me informan del progreso que hace el país como consecuencia de la
paz, y estas noticias me tienen bastante complacido, y aún más deseoso de que
se prolongue ese estado que indudablemente levantará a Venezuela del
decaimiento de tantos años”. (¿La última carta de Páez? Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas,
1973).
Como
colofón escribe el propio Páez en su Autobiografía
lo que sigue: Después de haber repasado
los hechos de mi vida, me queda la satisfacción de que puedan presentar como
prueba de la verdad que encierran estas palabras: Nihil Mortalibus Arduum. nada es imposible al
hombre
Caracas,
10 de marzo del 2012.
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