PÁEZ Y LA FORMACIÓN DEL ESTADO VENEZOLANO
Profesor Carlos Alarico Gómez *
El 24 de mayo de 1850 Páez fue
expulsado del país desde Cumaná, donde se embarcó en el buque Libertador que lo
condujo a Nueva York. Durante su exilio, en Venezuela se produjo el período de
dominación de José Tadeo Monagas, que abarcó un lapso de 11 años, que va desde
1847 hasta 1858. Esa etapa se caracterizó por un marcado nepotismo, lo que creó
una especie de dinastía entre los hermanos Monagas, apoyados por sus cuñados,
hijos y amigos de su círculo más cercano.
Su derrocamiento es el producto de
una alianza entre liberales y conservadores, que no aceptan el cambio de la
Constitución debido a que representaba tan solo un medio para mantenerse en el
poder de manera indefinida. Sin embargo las contradicciones entre ambos
partidos y la falta de liderazgo de Julián Castro –el nuevo hombre fuerte- provocan una crisis internacional debido a la
interpretación del Protocolo Urrutia, lo cual se soluciona gracias a la
intervención efectiva de Carlos Soublette, que había regresado del exilio. Un
aspecto positivo de ese cambio fue la convocatoria para una constituyente, lo
que dio origen a la Convención de Valencia, la cual decretó la vigencia de la
Constitución de 1830, mientras sancionaba una nueva y designó a Julián Castro
presidente de la República. Otro aspecto importante lo constituyó la política
de “olvido del pasado”, que buscaba la unión del país. En consecuencia, volvieron
los exiliados y fueron liberados la mayoría de los presos políticos.
El 31 de diciembre de 1858 quedó
sancionada la nueva Constitución y ese mismo día el presidente Castro le puso
el ejecútese. La nueva Carta Magna instauró el voto universal y directo
(varones alfabetos) y fortaleció el poder municipal, pero mantuvo la pena de
muerte y la restricción de la libertad de prensa. Castro estuvo frente a los
destinos del país entre el 15 de marzo de 1858 y el 1 de agosto de 1859.
Guerra Federal
El 20 de febrero de 1859 Tirso
Salaverría dio su famoso grito de Federación en Coro, mientras Juan Crisóstomo Falcón
en Saint Thomas y Ezequiel Zamora en Curazao coordinaban las actividades
revolucionarias. Tan pronto se produjo el alzamiento, Zamora descendió en La
Vela de Coro el 23 de febrero, asumiendo la dirección de la guerra con el cargo
de jefe de operaciones de occidente y proclamando a Falcón como jefe supremo de
la Revolución Federal. A partir de entonces, se desplaza victorioso por el
área, aun cuando León de Febres Cordero es enviado a hacerle frente obligándolo
a huir hacia el sur, a pesar de lo cual vence en El Palito, San Felipe y
Araure. En Caracas, el Gobierno se tambalea y el gabinete renuncia en pleno,
siendo designados Rafael Arvelo, Pedro Casas y Carlos Soublette, para dirigir
los despachos de Interiores, Exteriores y Guerra y Marina, respectivamente. Los
liberales se mueven con toda rapidez en la capital, organizando una
manifestación en la que se daban vivas a la Federación. En ese estado de cosas,
la guarnición de Caracas repelió la manifestación con particular ensañamiento,
produciendo bajas entre la población civil.
El general en jefe José Antonio Páez
había regresado al país el 18 de diciembre de 1858 y asumió la jefatura del
ejército, aunque casi en seguida entró
en conflicto con Castro y renunció al cargo. No había cohesión en el alto Gobierno.
Los rebeldes, en cambio, día tras día aumentaban sus simpatías entre los
venezolanos. Por oriente, Juan Sotillo asume la dirección de las tropas
federales, hasta el regreso al país del general José Tadeo Monagas.
Mientras tanto, Julián Castro toma la
extraña decisión de simularse enfermo y entrega el poder al vicepresidente Manuel
Felipe de Tovar, en una táctica que aparentemente llevaba la meta de averiguar
quiénes eran sus verdaderos amigos en el Gobierno. Tovar intenta que Castro
retome sus responsabilidades y en vista de su negativa decide nombrar gabinete,
pues cree que la decisión del presidente es definitiva. Existe una situación de
caos extremo. Se necesita que alguien gobierne y Castro, aparentemente, no lo
quiere hacer. Sin embargo, una vez que Tovar comienza a actuar, se encuentra
con la sorpresa de que Castro regresa una noche, en ropa militar, reasumiendo el
Poder Ejecutivo sin previo aviso. La decisión causa una grave crisis en su
propio régimen. Tovar había formado un Gobierno de tipo conservador, que al
regresar Castro es destituido constituyéndose otro de corte
liberal-federalista.
Ante tal realidad, se produce una
reacción y se concreta un golpe de Estado el 1 de agosto de 1859, con el
consiguiente arresto y juicio político de Castro (abril-julio de 1860). Pedro
Gual asume la Presidencia interinamente, mientras Tovar regresa a Caracas, lo
que ocurre días después, pero el suceso genera una terrible situación de
violencia y confusión que va a ser conocido en la historia como “La san pablera”,
debido a que en las cuatro horas que duró la lucha, entre El Calvario y la
Plaza de San Pablo, la gente no sabía quién defendía a quién. El golpe contra
Castro lo dirigió el comandante de Armas de Caracas Manuel Vicente de Las
Casas, en tanto que el general Pedro Vicente Aguado intentaba reponerlo en el
poder y eso produjo una violencia de tal magnitud en la capital, que nadie
sabía a quién estaba defendiendo. Fue un hecho de confusión extrema.
El nuevo presidente es Manuel Felipe
de Tovar, el cual ejerce como encargado en el lapso agosto 1859-abril de 1860 y
el 12 de abril de ese año asume como presidente constitucional, electo en la
primera votación universal que hubo en el país, aun cuando era solo de varones.
Sin embargo, su Gobierno se desarrolla en el medio de grandes contradicciones y
de una violencia casi imposible de ser detenida, que culmina en un proceso
contra Castro, que fue juzgado y sentenciado como traidor a la patria, aunque
Tovar lo perdona y lo expulsa del país.
Tercera Presidencia
No obstante, dada la crisis
política, Manuel Felipe Tovar decide renunciar el 18 de mayo de 1861, después
de haber ejercido la Presidencia durante un lapso de 13 meses. Lo sustituye
Gual, quien tampoco puede hacer mucho ante la conspiración interna del coronel
José Echezuría, quien logra darle un golpe de Estado el 29 de agosto de 1861,
imponiendo a Páez en la Presidencia. “El Catire” reasumió el poder por tercera
y última vez, con el fin de buscar una solución que le permitiera ayudar a su
país a salir de la violencia.
Su llegada a la jefatura del Estado
trajo nuevas esperanzas a un país ensangrentado, empobrecido y deseoso de
recuperar la alegría de vivir, pero una vez más sus esperanzas se vieron
frustradas, ya que la situación era prácticamente irreversible.
En
efecto, el movimiento que se presentó en Coro el 20 de febrero de 1859 dio
origen a la Guerra Federal. Cuando Páez aceptó la dictadura Venezuela estaba en un profundo caos, que le costó la vida a unas 200
mil personas, de acuerdo al investigador Landaeta Rosales en su obra Anuario
Estadístico (1891), citado en el Diccionario de Historia de Venezuela
(2000). Para comprender el inmenso drama ocurrido en ese período, es necesario
recordar que para la época en que comenzó la guerra había un total de 1.800.000
habitantes. Es decir, un 10% de la población perdió la vida y la gran mayoría
vivió en un tiempo de angustias, de necesidades básicas, de indignidad.
Landaeta (Ibid) estima que durante el período de la Guerra Federal (1859-1863)
se produjeron 327 batallas y unas 2.467 acciones guerrilleras. Sin duda, cabe
preguntarse: ¿Por qué la caída de Monagas, en lugar de traer la paz y la
armonía que se estaba buscando, provoca en cambio una guerra civil de tan
graves proporciones? La respuesta a esta pregunta no es fácil.
Páez
trató de buscar una solución y en ese sentido se reunió con Falcón el 8 de diciembre de
1861 en el Campo de Carabobo, apenas tres meses después de haber asumido el
mando. A la reunión asistió el joven Eduardo Blanco, en calidad de asistente
del mariscal Falcón. Mientras los dos líderes hablaban Falcón le pidió a Páez
que le comentara la batalla de Carabobo, a lo que Páez accedió gustoso, pero en
la medida en que fue narrando los hechos ocurridos el 24 de junio de 1821 los
presentes se emocionaron, especialmente los más jóvenes, lo que motivó a Falcón
a volverse hacia donde estaba Blanco al que le dijo:
-Oye, hijo, oye, al
propio Aquiles contando sus proezas.
La
causa principal que llevó a Páez a establecer ese diálogo con el líder de la
Federación fue la precaria situación política, militar y económica que estaba
viviendo el país. En lo político el partido Conservador estaba seriamente
dividido y sus principales líderes encabezaban fracciones antagónicas. En lo
económico existía una gran inestabilidad y no había recursos económicos
suficientes para el mantenimiento de un presupuesto equilibrado. En lo militar
la situación era aún más grave, debido a la inexistencia de unidad de criterio.
Páez
trataba de hacer lo humanamente posible para mantener al país con dignidad,
pero cada vez era más difícil lograrlo. No era posible el sostenimiento de un
ejército medianamente eficaz. Páez buscó un empréstito en Inglaterra, pero esa
acción en lugar de ayudarlo terminó desacreditando al régimen, pues sus
enemigos fueron muy hábiles haciendo circular rumores insanos. Por tanto,
decidió negociar. El 23 de abril de 1863 los miembros del Gobierno del general
José Antonio Páez, encabezados por el periodista Pedro José Rojas; y los
federalistas del general Juan Crisóstomo Falcón, representados por Antonio
Guzmán Blanco se reunieron en una hacienda de Coche propiedad de Juan Bautista
Madrid para negociar un Tratado. Ambos bandos buscaban darle término a la
Guerra Federal. El Tratado de Coche fue firmado y Páez resignó el mando ante la
Asamblea reunida en La Victoria el 15 de junio de 1863 y abandonó el país el 13
de agosto siguiente.
Muerte y repatriación de sus restos
El
6 de mayo de 1873 murió en Nueva York y antes de ser sepultado en el Marble Cemettery de Manhattan fue embalsamado por el médico cubano Federico Gálvez. Quince años más tarde llegó a Nueva York una comisión enviada por el presidente
de Venezuela Hermógenes López a buscar los restos de Páez, la cual estaba integrada
por Ramón Páez, Jacinto Regino Pachano y Antonio María Soteldo. El presidente
Grover Cleveland aceptó repatriar los restos del héroe venezolano y a tal
efecto designó a los generales Philip Sheridan, William Sherman y Daniel
Sickles para que le rindieran los honores correspondientes. Sikles fue el comandante del III Cuerpo
del ejército de la Unión que luchó en Gettysburg bajo las órdenes del general
George Gordon Meade, vencedor del general sureño Robert Lee. El resultado le dio la victoria definitiva
al Gobierno de Abraham Lincoln en la terrible guerra de secesión norteamericana
(1861-1865). Fue a él a quien le correspondió el honor de dirigir el desfile
militar que se efectuó el 24 de marzo de 1888 por la quinta avenida de Nueva
York, conduciendo marcialmente el féretro hasta el muelle ubicado en la calle
26, donde fue embarcado en el buque de guerra Pensacola, rumbo a La Guaira.
Los restos de Páez llegaron a las
costas venezolanas el 17 de abril y fueron recibidos por una comitiva integrada
por Henrique Boulton, Arístides Rojas y Carlos Yanes, en representación del
presidente de Venezuela. Dos días después se ofició en su honor una misa en la
Catedral de Caracas, que culminó con su traslado al Panteón Nacional donde se
le dio cristiana sepultura.
Centenario de su muerte
En 1973, al cumplirse el primer centenario
de su muerte, el presidente Rafael Caldera ordenó la colocación de un mausoleo
en el lugar donde reposaban los restos del héroe. El monumento era una donación
de Manuel Vicente Rodríguez Llamozas, descendiente directo de María del Rosario
Páez de Llamozas (Mayota), hija del prócer con Dominga Ortiz. El encargado de
dirigir el trabajo fue Marcos París del Gallego, director del Ceremonial de la
Presidencia de la República. Al abrir la fosa se produjo un hecho insólito.
Debajo de la losa estaba el cuerpo intacto del triunfador de Las Queseras. Los
presentes se quedaron atónitos viéndolo tal cual era en vida. El estupor creció
cuando el pelo gris y lacio del llanero se movió ligeramente con la brisa que
penetró por la puerta abierta del Panteón. Un mechón de su cabellera cayó sobre
su frente amplia y generosa. Su mano derecha descansaba sobre su corazón,
mientras que el izquierdo estaba extendido a lo largo de su cuerpo. Su paltó
levita le daba aspecto de gobernante a punto de dictar órdenes trascendentes,
como las miles que emitió durante su vida. Parecía que el tiempo se hubiera
detenido.
Hay seres cuya ejecutoria trasciende
su tránsito vital, que nacen para ser inmortales, seres que suman a su creatividad
y poder de decisión un halo que les permite vencer limitaciones inmensas. Esos
seres nacen para la gloria, para la leyenda, para la historia. José Antonio
Páez, “El Catire”, “El Centauro de los Llanos” fue uno de esos seres.
*Este
ensayo es obra del profesor Carlos Alarico Gómez, Ph. D en historia y magister
en periodismo. Para facilitar su lectura y comprensión, será presentada en cuatro
entregas
FUENTES CONSULTADAS:
Bruni Celli, Blas (1973). Discurso de orden. Centenario de la muerte del
general Páez. Caracas: Boletín de la ANH Nº 221, Tomo LVI.
Castillo, Rafael (1984). José Tadeo Monagas. Auge y consolidación de un
caudillo. Caracas: Monte Ávila Editores.
Díaz Sánchez, Ramón (1969). Guzmán.
Madrid: Editorial Mediterráneo.
Diccionario de Historia de Venezuela (2000).
García Ponce, Antonio (1982). Panorámica
de un Período Crucial en la Historia de Venezuela. Caracas: Ucab.
Gómez, Carlos Alarico (1996). José Antonio Páez. Caracas: Panapo.
Gómez, Carlos Alarico (2006). Monagas. Caracas: Edit. El Nacional.
Landaeta Rosales, Manuel (1890/1963).
Gran Recopilación Geográfica,
Estadística e Histórica. Caracas: BCV (Reed.).
Landaeta Rosales, Manuel
(1891). Anuario Estadístico. Caracas:
BCV.
Páez, José Antonio (1863/1981). Autobiografía. Caracas: Pdvsa
(Reed.)
Polanco, Tomás (2000). Páez. Caracas: Cemex.
Rodríguez, Manuel Alfredo (1973). La
Estadística en la Historia de Venezuela. Caracas:
ANH.
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