David R. Chacón Rodríguez*
Bernardo
O'Higgins Riquelme
Desilusionado
Miranda de los acontecimientos ocurridos en la República Francesa, continúa con
su antiguo y amado proyecto de vida: la
independencia de las colonias americanas.
El
22 de diciembre de 1797 firma en París, con el peruano José del Pozo y Sucre, y
el chileno, Manuel José de Salas, delegados de las junta de diputados de los
pueblos y provincias de la América Meridional, la famosa instrucción o Convenio
de París, mediante el cual el Precursor fue investido con el carácter de
Plenipotenciario ante Inglaterra y Estados Unidos para pactar la emancipación
absoluta de las colonias hispanoamericanas. Esta instrucción consta de 18
artículos y en ella figura Dupérou como secretario. Con este documento se da origen al derecho
internacional americano. Hay quienes opinan que ese día debía ser declarado el Día de la América Latina.
Ya
de regreso, a finales de 1797 Miranda
organiza en su casa de Londres La Gran Reunión Americana. Una sociedad política
y secreta, que basada en el dogma republicano, tenía como fin lograr la
independencia de América. Ella funcionaba como Junta Central Directiva, matriz encargada de dirigir sus sucursales o
núcleos que muchos le han confundido con Logias Masónicas, cuando en honor a la
verdad hasta los actuales momentos no se ha podido encontrar ningún dato
concreto, ni prueba documental alguna que nos sirva de base referencial para
certificar que el Generalísimo fuera masón, por lo tanto a nuestro modesto
entender, su pertenencia a esta organización no queda ni afirmada ni refutada.
Allí
comienza el magisterio continental de
Miranda el cual se extiende a un sinnúmero de patriotas, entre los cuales vale
la pena mencionar: el argentino Mariano Moreno, los chilenos Bernardo O’Higgins y José Miguel
Carrera; los ecuatorianos Bejarano, Medrano, Carlos Montufar y Vicente
Rocafuerte; el guatemalteco Del Valle; el mejicano Servando Teresa de Mier; los
peruanos Bernardo Monteagudo y Baquijano; el popayanejo Ortis.
Bernardo O’Higgins
Riquelme nació en Chillán el 20 de agosto de 1776 y partió a la inmortalidad en
Lima, de una afección cardíaca el 24 de octubre de 1842, a los 64 años de edad.
Sus restos fueron enterrados en la ciudad de Lima y repatriados en 1868 por una
comitiva encabezada por Manuel Blanco Encalada, para luego ser enterrados en el
Cementerio General. Después, en 1978 fueron trasladados al Altar de la Patria,
ubicado en plena Alameda, en Santiago.
Era
hijo natural del irlandés Ambrosio O’Higgins, Conde de Osorno y Virrey del
Perú, y de Isabel Riquelme.
El
23 de enero de 1783 fue bautizado en la iglesia parroquial de Talca, constando
en el acta el reconocimiento de su paternidad por parte de Ambrosio Higgins.
Aunque en la partida aparece como «Bernardo
Higins», fue conocido hasta la edad de 24 años como «Bernardo Riquelme».
Por
ser hijo “ilegítimo” su padre tomó la decisión de
entregárselo a una familia talquina de su confianza, para que el niño tuviera
la mejor educación y crianza posibles. Como bien se evidencia en su partida de
bautismo:
“El cual niño
Bernardo O’Higgins[1] está
a cargo de don Juan Albano Pereira, vecino de esta villa de Talca, quien me
expresa habérselo remitido su padre, el referido don Ambrosio O’Higgins, para
que cuide de su crianza, educación y doctrina correspondiente, como consta de
su carta, que para este fin le tiene escrita, y existe en su poder, bajo de su
firma; encargándole asimismo que ordene estos asuntos de modo que en cualquier
tiempo pueda constar su hijo”.
Otro
aspecto importante que se destacar que para cuidar la reputación de la madre
soltera su nombre fue ocultado. “… y de
una señora principal de aquel Obispado, también soltera que por su crédito no
ha expresado aquí su nombre”.
A
los quince años fue enviado a Londres para completar su educación. En esa
ciudad estudió inglés, matemáticas, literatura francesa, dibujo, historia,
geografía, música y manejo de las armas.
Allí
conoce a Miranda, quien inculcó en su joven espíritu las ideas de independencia
y emancipación, de las que, con el tiempo sería uno de los más decididos
campeones. Llegó a alcanzar los grados de Capitán General del Ejército de
Chile, Brigadier de las Provincias Unidas del Río de La Plata, Gran Mariscal del Perú, general de la Gran
Colombia y se incorpora al Gran Consejo de Generales del Ejército Unido
Libertador (20 de agosto de 1824), y uno
de los principales organizadores de la Expedición Libertadora del Perú. Gobernó
a Chile desde 1817 a 1823.
El inicio de las relaciones de Miranda
con O’Higgins nos las narra el historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna en
su obra Vida de O’Higgins. La Corona del
Héroe.
Él
las describe diciendo:
En el curso de su estudios el
joven O’Higgins necesitó los servicios de un profesor de matemáticas, y
sabiendo que un General Americano, ilustre ya en Europa, se ocupaba de hacer un
curso particular a varios de sus compatriotas y españoles, se incorporó entre
éstos bajo el nombre convencional que usaba entonces de Mr. Riquelme[2].
Y
luego, a continuación, da a conocer cómo nace esa incondicional lealtad:
Miranda, sin embargo, no tardó en descubrir
que aquel joven, al parecer oscuro, era el hijo de un hombre eminente, y que
además desempeñaba el empleo más alto en el sistema colonial de España. La activa mente del patriota venezolano
comprendió lo que aquel encuentro podía valer para sus planes y como su
adolescente discípulo fuera de una índole afable y de un modesto comporte,
tomólo en afección y le prestó desde
luego toda su deferencia y casi su amistad[3].
En
enero de 1801, por chismes infundados por el traidor cubano Pedro José Caro,
quien lo denunció ante la corte española por ser cómplice con Miranda del plan
de insurrección de las Indias Occidentales, su padre se molesta con él y en
carta que le envía ese mismo año le pide que perdone las faltas que hubiere
podido cometer diciéndole:
Yo, señor, no sé qué delito
haya cometido para semejante castigo, ni sé en qué haya sido ingrato (uno de
los delitos que más aborrezco) pues en toda mi vida he procurado con todo
ahinco el dar gusto a V.E. y al ver ahora frustrada esta mi sola pretensión, e
irritado a mi padre y protector, he quedado confuso. ¡Una puñalada no me fuera
tan dolorosa! ¡No sé como no me caí muerto de vergüenza al oír semejantes
razones! Jamás he temido, ni a la muerte, ni a la pobreza; pero en este
instante he quedado acobardado, considerándome el último de los hombres y el
más desgraciado. ¡No sé quién haya sido el que tuvo tan mal corazón para tratar
de arruinarme en la opinión de V.E., mi padre y protector. Lo cito para ante la
presencia de Dios, ya que en este mundo no lo conozco, para pedirle la
satisfacción requerida.
Sin
embargo, Bernardo siente una especial admiración por su maestro y éste mientras
imparte sus horas de clase, mira con especial interés el desarrollo de su
discípulo. Después de observarlo detenidamente, durante año y medio, éste
decide contarle sus planes para conseguir la independencia de las tierras
americanas trasmitiéndole así un ideal que nunca traicionará.
Después del fallecimiento de su padre, Bernardo
recibe una cuantiosa herencia y su situación cambia radicalmente y puede
regresar a su patria, embarcándose el 14 abril de 1802 en la fragata Aurora[4],
antes
de irse se despide de su maestro, y Miranda, preocupado
por su futuro como una prueba de su afecto le ofrece un decálogo secreto
de sus creencias, en el que resumía toda la experiencia de su vida
revolucionaria y su sublime doctrina de amor y libertad para la América y que
debían guiar la conducta de O’Higgins, en el que Miranda había encontrado una
precoz madurez.
Consistía
en una serie de indicaciones, dedicadas al fortalecimiento de su espíritu con
la convicción de que a pesar de los obstáculos nunca descanse en sostener el más ardiente amor a su Patria ni escatime esfuerzos y
energías por el mantenimiento de su felicidad.
Sin
más preámbulo veamos ahora su contenido:
CONSEJOS
DE UN VIEJO SUD-AMERICANO A UN JOVEN COMPATRIOTA AL REGRESAR DE LA INGLATERRA A
SU PAÍS[5]
Mi
joven amigo:
“El ardiente interés que tomo en vuestra
felicidad, me induce a ofreceros algunas Palabras de advertencia al entrar
en ese gran mundo en cuyas olas yo he
sido arrastrado por tantos años. Conocéis la historia de mi vida, y podéis
juzgar mis consejos merecen o no ser oídos.
"Al
manifestaros una confianza hasta aquí ilimitada, os he dado pruebas de que
aprecio altamente vuestro honor y vuestra discreción, y al trasmitiros estas
reflexiones os demuestro la convicción que abrigo de vuestro buen sentido,
porque nada puede ser más insano, y a veces más peligroso, que hacer
advertencias a un necio.
"Al
dejar la Inglaterra, no olvidéis por un solo instante que fuera de este país no
hay en toda la tierra sino otra nación en la que se puede hablar una palabra de
política, fuera del corazón probado de un amigo, y que esa nación son los
Estados Unidos.
“Elegid,
pues, un amigo, pero elegidle con el mayor cuidado, porque si os equivocáis
sois perdido. Varias veces os he indicado
los nombres de varios sud-americanos en quienes podríais reposar vuestra
confianza, si llegarais a encontrarlos en vuestro camino, lo que dudo porque
habitáis una zona diferente.
"No
teniendo sino muy imperfectas ideas del país que habitáis, no puedo daros mi
opinión sobre la educación, conocimientos y carácter de vuestros compatriotas,
pero a juzgar por su mayor distancia del viejo mundo, los creería los más
ignorantes y los más preocupados. En mí larga conexión con Sud-América, sois el
único chileno que he tratado, y por consiguiente no conozco más de aquel país
que lo que dice su historia[6]
poco ha publicada, y que lo presenta bajo luces tan favorables.
"Por
los hechos referidos en esa historia esperaría mucho de vuestros campesinos,
particularmente del sur, donde, si no me engaño, intentáis establecer vuestra
residencia. Sus guerras con sus vecinos deben hacerlos aptos para las armas,
mientras que la carencia de un pueblo libre debe traer a sus espíritus la idea
de la libertad y de la independencia[7]
.
"Volviendo
al punto de vuestros futuros confidentes, desconfiad de todo hombre que haya
pasado de la edad de cuarenta años, a menos que os conste el que sea amigo de
la lectura y particularmente de, aquellos libros que hayan sido prohibidos por
la Inquisición. En los otros, las preocupaciones están demasiado arraigadas
para que pueda haber esperanza de que cambien y para que el remedio no sea peligroso.
“La
juventud es la edad de los ardientes y generosos sentimientos. Entre los
jóvenes de vuestra edad encontraréis fácilmente muchos prontos a escuchar y
fáciles de convencerse. Pero por otra parte, la juventud es también la época de
la indiscreción y de los actos temerarios; así es que debéis temer estos
defectos en los jóvenes, tanto como la timidez y las preocupaciones en los
viejos.
"Es
también un error el creer que todo hombre, porque tiene una corona en la cabeza
o se sienta en la poltrona de un canónigo, es un fanático intolerante y un
enemigo decidido de los derechos de los hombres. Conozco por experiencia que en
esta clase existen los hombres más ilustrados y liberales de Sud-América, pero
la dificultad está en descubriros. Ellos saben lo que es la Inquisición y que
las menores palabras y hechos son pesados en su balanza, en la que, así como se
concede fácilmente indulgencia por los pecados de una conducta irregular, nunca
se otorga al liberalismo en las opiniones.
"El
orgullo y fanatismo de los españoles son invencibles. Ellos os despreciaran por
haber nacido en América y os aborrecerán por ser educado en Inglaterra.
Manteneos, pues, siempre a larga distancia de ellos
“Los
americanos, impacientes y comunicativos, os exigirán con avidez la relación de
vuestros viajes y aventuras, y de la naturaleza de sus preguntas podéis
formaros una regla, a fin de descubrir el carácter de las personas que os
interpelen. Concediendo la debida indulgencia a su profunda ignorancia, debéis
valorizar su carácter por el grado de atención que os presten y la mayor o
menor inteligencia que manifiesten en comprenderos, concediéndoles o no vuestra
confianza en consecuencia.
"No
permitáis que jamás, se, apodere de vuestro ánimo ni el disgusto ni la
desesperación, pues si alguna vez dais, entrada a estos sentimientos, os
pondréis en la impotencia de servir a vuestra patria.
"Al
contrario, fortaleced vuestro espíritu con la convicción de que no pasará ni un
solo día, desde que volvais a vuestro país sin que ocurran sucesos que os
llenen de, desconsolantes ideas sobre la dignidad y el juicio de los hombres,
aumentándose el abatimiento con la dificultad aparente de poner remedio a
aquellos males.
"He
tratado siempre de imbuiros principalmente este principio en nuestras conversaciones, y es uno de aquellos objetos
que yo desearía recordaros, no solo todos los días sino en cada una de sus
horas.
“¡Amais
a vuestra patria! Acariciad ese sentimiento constantemente, fortificadlo por
todos los medios posibles, porque sólo a su duración y a su energía debereis el hacer el bien.
"Los
obstáculos para servir a vuestro país son tan numerosos, tan formidables, tan
invencibles, llegaré a decir, que sólo el más ardiente amor por vuestra patria
podrá sosteneros en vuestros esfuerzos por su felicidad.
“¿Respecto
del probable destino de vuestro país, ya conocéis mis ideas, y aun en el caso
de que las ignoraseis, no sería este el lugar a propósito para discutirlas.
Leed
este papel todos los días, durante vuestra navegación, y destruidlo enseguida.
-No olvidéis ni la Inquisición ni sus espías, ni sus sótanos, ni sus Suplicios.
(Firmado)
Francisco
Miranda”
Con
estos consejos Miranda perpetúa el ingreso de O’Higgins al movimiento
libertador, y en la que él, por espacio de 40 años fue el Precursor
indiscutible de la emancipación de las Colonias Americanas.
Bolívar y O'Higgins
Bolívar
y O'Higgins establecieron las más cordiales relaciones que culminaron en la
oferta de O'Higgins, reiterada muchas veces, de participar en las campañas y en
las batallas de la independencia peruana. "Jamás, decía O'Higgins, he perdido la oportunidad de manifestar la
honra que recibiría de hallarme peleando a las órdenes de S. E; el día de la
batalla en que deba decidirse la suerte del Perú en el carácter de simple
voluntario, pues, habiendo venido a estos países, en mi carácter de particular,
creo muy natural que S. E. no supiese el rango militar que tengo en el Ejército
del Perú. Nada podrá sustraerme-agregaba-del retiro en que me he propuesto
mantener me en el Perú, sino una batalla en cuyo día, todo americano que pueda
ceñir una espada, está obligado a emplearla en defensa de la causa de la
libertad de América; sí ese día la fortuna coronase esta obra como lo espero,
volvería entonces a mi vida privada, satisfecho de la única recompensa que
ambiciono en este mundo".
El
Libertador, el 14 de Junio le contestaba con las siguientes frases : "Ya antes había manifestado a Heres mi deseo
de verla en las filas del Ejército Libertador; un bravo General como Ud. temido
de sus enemigos y experimentado entre nuestros Jefes y Oficiales no puede menos
de dar un nuevo grado de aprecio a nuestro ejército. Por mi parte, ofrezco a
usted un mando en él, si no correspondiente al mérito y situación de usted a lo
menos propio para distinguir a cualquier Jefe que quiera señalarse en un campo
de gloria, porque un cuerpo del Ejército de Colombia a las órdenes de Ud. Debe
contar con la victoria. Así pues, mi querido General y amigo, yo insisto a Ud.
para que acepte mi convite, siempre que su situación física permita a Ud. este
sacrificio.-BOLIVAR
Aceptando
la invitación del Libertador, el 18 de
agosto de 1824, se reúne con él en Huancayo.
Al verlo, Bolívar le presentó la
oficialidad del ejército, pero no le dio ningún puesto de responsabilidad como
le había ofrecido. Sólo lo incorporó en su comitiva y con él se hallaba en Lima cuando el 18 de diciembre
de 1825 se recibió la noticia del triunfo de Ayacucho obtenido el pasado día 9.
O'Higgins sufrió una gran desilusión.
Después de la Batalla asiste a la
festividad que Bolívar ofreció para celebrar la victoria, O'Higgins concurrió serenamente
de civil con su alma enferma de decepción por no haber asistido, como él lo
deseaba, al triunfo final de la independencia de América y desde entonces,
abandonó su uniforme y cuando Bolívar le preguntó por que asistía a las fiestas
de la América libre sin sus condecoraciones, le contestó tranquilamente “Desde
hoy el general O'Higgins ya no existe, soy sólo el ciudadano particular
Bernardo O'Higgins. Después de Ayacucho mi misión americana está concluida”.
Al oírlo, Bolívar lo estrechó entre sus brazos, lo juntó cerca de su
corazón algunos momentos y vivamente emocionado alzó el elegante bastón con
empuñadura de oro y la inicial de su nombre que tenía en la mano, lo besó y lo entregó a O'Higgins,
diciéndole:
"General, conserve usted este bastón como un obsequio del Libertador Simón
Bolívar, que admira su patriotismo y su corazón".
En
Caracas, para inmortalizar su memoria en la Parroquia San José funciona la Escuela Nacional Bernardo O’Higgins y en la
Parroquia El Paraíso se destaca la Plaza
O`Higgins[8].
También está la Avenida O'Higgins,
que va desde la India del Paraíso hasta el Puente de los Leones (elevado que
cruza la Autopista Francisco Fajardo por arriba) y constituye el límite entre
la Urbanización Montalbán I (del lado oeste) Parroquia La Vega y la
Urbanización La Paz, del lado este en la Parroquia El Paraíso. Igualmente
comunica la India del Paraíso, en sentido sureste-noroeste; con Las Urbanizaciones
de Bella Vista, Vista Alegre, Colinas de Vista Alegre y La Yaguara; que corresponden
a sectores del Paraíso.
Fuera
de Chile, al Libertador General don Bernardo O'Higgins Riquelme se le han
erigido:
.-Estatuas
en la Antártica, en Buenos Aires, en Guatemala, en Lima, en Madrid, y en
Trujillo, Perú.
.-Monumento
en Bogotá, en Managua, en Quebec y en Roma
.-Bustos
en Dublín, en Londres y en Washington.
A
pesar de sus trayectorias personales, cualidades y defectos, O’Higgins, es con San Martín, Bolívar y
Miranda uno de los cuatro Libertadores. La perennidad de su genio, la sublimidad como hombre, su pensamiento,
su sacrificio por la libertad, sus ideales patrióticas, su prodigiosa obra y su
pensamiento filosófico, político y religioso los hacen resaltar como uno de los
grandes próceres de la emancipación americana. En el proceso de la liberación
de América, ellos fueron en conjunción admirable y en fusión íntima, cabeza,
guía, sol, corazón, espada e inspiración
de la libertad y la justicia. Por eso, hoy en día constituyen un ejemplo para
las generaciones futuras de América.
Partida de bautismo de Bernardo
O' Higgins Riquelme, español. Enero 23 de 1783.
Transcripción de la Partida de
bautismo de Bernardo O' Higgins Riquelme, español. Enero 23 de 1783.
Don
Pedro Pablo de la Carrera, cura y vicario de la villa y doctrina de san Agustín
de Talca, certifico, y doy fe, la necesaria en derecho, que el día veinte del
mes de enero de mil setecientos ochenta y tres años, en la iglesia parroquial
de esta villa de Talca, puse óleo y crisma, y bauticé sub conditione, a un niño
llamado Bernardo O’Higgins, que nació en el Obispado de la Concepción, el día
veinte del mes de agosto de mil setecientos setenta y ocho, hijo del Maestre de
campo General de este Reino de Chile y Coronel de los Reales Ejércitos de su
Majestad, don Ambrosio O’Higgins, soltero, y de una señora principal de aquel
Obispado, también soltera que por su crédito no ha expresado aquí su nombre. El
cual niño Bernardo O’Higgins está a cargo de don Juan Albano Pereira, vecino de
esta villa de Talca, quien me expresa habérselo remitido su padre, el referido
don Ambrosio O’Higgins, para que cuide de su crianza, educación y doctrina
correspondiente, como consta de su carta, que para este fin le tiene escrita, y
existe en su poder, bajo de su firma; encargándole asimismo que ordene estos
asuntos de modo que en cualquier tiempo pueda constar su hijo. Y lo bauticé sub
conditione por no haberse podido averiguar si estaría bautizado cuando lo
trajeron; o si sabría bautizar el que lo bautizaría, ni quienes serían sus
padrinos de agua, para poder tomar razón de ellos si estaría bien bautizado.
Padrinos de óleo y crisma, y de este bautismo condicionado, fueron el mismo don
Juan Albano Pereira, que lo tiene a su cargo, y de su esposa doña Bartolina de
la Cruz; y para que conste di esta en estos términos, de pedimento verbal del
referido don Juan Albano Pereira, en esta villa de Talca, a veintitrés de enero
de mil setecientos ochenta y tres años, y lo anoté en este libro para que sirva
de partida de que doy fe.- Don Pedro Pablo de la Carrera.
Bernardo
O’Higgins, español.
Isabel
Riquelme Ambrosio O'Higgins
Bernardo O'Higgins Riquelme (1778-1842) Autor Anónimo, Londres,
1798. Obra perteneciente al Historiador Belga Christian
Ghymers
Casa
en Lima donde O'Higgins vivió su exilio y murió (actualmente es conservada por
la Pontificia Universidad Católica del Perú).
Firma
de Bernardo O'Higgins
«Proclamación
y jura de la Independencia de Chile» (12 de febrero 1818)
La
cripta que contiene la Tumba de Bernardo O'Higgins ubicada en la Plaza de la
Ciudadanía, en Santiago de Chile
[2]
Obras completas de ___ publicadas por la Universidad de Chile. Volumen Quinto.
Vida de O’Higgins. La Corona del Héroe. Santiago de Chile: Talleres de la
Dirección General de Prisiones. 1936. p.
58.
[3]
Op. Cit.
[5]
El original de este precioso documento ha desaparecido. Dícese que O'Higgins lo
ocultó varios años, llevándolo consigo, cosido en el forro interior de su
sombrero.
Este texto
está tomado de: Vicuña Mackenna, Benjamín: Obras
completas de ___ publicadas por la Universidad de Chile. Volumen Quinto.
Vida de O’Higgins. La Corona del Héroe. Santiago de chile: Talleres de la
Dirección General de Prisiones. 1936. Capítulo III. p. 61-64.
[6]
La Historia de Molina por ventura
[7]
Es digna de citarse aquí como una curiosa
coincidencia de opiniones que en una carta inédita de 1815 vertía sobre
los destinos de Chile el general Bolívar sucesor de Miranda. Tomamos este
fragmento de una traducción inglesa Chile
ha sido formado por la naturaleza, por las peculiaridades de su topografía y su
situación, por las inocentes y virtuosas costumbres de sus habitantes Y el
ejemplo de sus vecinos, los altivos republicanos de Arauco, para gozar las
bendiciones que emanan de las justas y moderadas leyes de una república. Si
este sistema de gobierno está llamado a mantenerse indefinidamente en algún
País de Sud América, ese país es Chile. Jamás se ha extinguido en sus
habitantes el espíritu de libertad. Los vicios del Asía y de la Europa tardarán
mucho en corromper la moral de que ha disfrutado aquella parte del
universo. Acaso nunca lo consigan, y en
consecuencia ese país preservará su uniformidad de opiniones políticas Y
religiosas. En una palabra, Chile puede ser libre.
[8] Ubicada en una
parcela que hace esquina junto al acceso norte del Puente de Los Leones. Esta
formada por un espejo de agua, rodeado
por caminerías peatonales de este espacio público.
El espejo de
agua contiene una pirámide escalonada de planta
rectangular, de la cual emerge el pedestal de mármol que sirve de soporte a la estatua
pedestre de bronce del patriota chileno Bernardo O´Higgins (1778 – 1842).
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