Jesús Alfaro Garantón
En 1948 de Tejar a Rosario 105, en la parroquia Santa
Rosalía vivía el profesor J.M. Alfaro Zamora*, yo era el tercero de sus hijos, allí tuve la oportunidad de vivir las bellas experiencias que a continuación les narraré.
Descripcion de las casas de Santa Rosalia
Las casas de toda la parroquia guardaban similitud, de
estrecho ancho, lo compensaba una extensa longitud. Las casas tenían un porton
,zaguán, recibidor, sala, patio con las habitaciones alrededor, comedor,
cocina, patio de fondo, traspatio y el cuarto de los trastos. En los patios
crecían frondosos árboles frutales como nísperos, mangos y granadas. Las casas
se distinguían por los números, aunque todo el mundo sabía los apellidos de sus
ocupantes. La casa de las Arreazas, la casa de los Febres, la casa del coronel
Palacios.
Personajes: escobilleros, el ponchero, sopa de chicle
Las calles eran estrechas y permitía el paso de automóviles
y una vía para estacionamiento. Aceras estrechas que permitían el tránsito
peatonal y la vida de personajes tales como el escobillero, quien cargaba sobre
sus hombros un enorme atado de escobas y larguísimos escobillones, que servían
para limpiar de telas de arañas las esquinas del techo de los salones, el
vendedor de ponche quien montado en una bicicleta y ayudado por un gran embudo
que hacía las veces de megáfono soltaba su estruendoso grito de POOOONNCCHE.
Había también conocidos indigentes que vivían de la caridad pública. Uno de
ellos era Sopa de Chicle quien simulaba un pesado andar que lo hacía arrastrar
un pierna, mientras gritaba con voz lastimera
¡¡no llego!! Alguna alma caritativa le daba alguna moneda y el doliente
personaje se curaba de inmediato y daba una veloz carrera hasta el barcito de
la esquina para echarse un palito de ron.
Los policías no tenían que hacer y se entretenían
fastidiando a los muchachos del barrio, esa era una guerra personal. Los
muchachos y los policías eran enemigos irreconciliables. En una ocasión me
pusieron preso por patinar en la acera y fui llevado a la jefatura por el mismo
Pablote, el más temido de los policías. Los demás muchachos que escaparon a la
persecución corrieron a mi casa a avisarle a mi abuela, quien tomó un paraguas
y fue a rescatarme a la jefatura de policía. Al entrar fue directo contra
Pablote y le asestó dos paraguazos por la cabeza, mientras preguntaba ¿Dónde
está mi muchacho? Inmediatamente me asió
de la mano y nos marchamos, no sin antes detenerse en la puerta y soltar una
última advertencia: “Si vuelves a tocarlo, te mato a palos”. Desde ese día
Pablote comenzó a respetarme, evitaba encontrarse conmigo y si me veía a
distancia, discretamente cruzaba a la acera de enfrente. La jerarquía que tenía
entre mi grupo de amigos sufrió un cambio repentino, ya no era el más chiquito
sino que era guapo y apoyado.
Radio Cultura, esquina del Tejar
En la esquina de Tejar había un edificio moderno de tres
pisos y quien tuviera la suerte de subir allí podía disfrutar de una vista
panorámica de la Caracas de los techos rojos. En el primer piso estaba Radio
Cultura y allí se presentaban los artistas del momento: Pedro Vargas, Pedro
Infante, Benny Moré. En las tardes a las 5, tocaba la orquesta de Rafael Minaya
con sus cantantes Nano León y un jovencísimo Rafa Galindo, la VOZ QUE ACARICIA.
El Nuevo Circo. Mercaditos martes y jueves. Eventos.
Corridas de toros. Diamante Negro y Cesar Girón
A una cuadra de mi casa quedaba el Nuevo Circo, donde
funcionaba un mercado los martes y jueves y los domingos se lidiaban corridas
de toros. Ese ambiente taurino impregnaba toda la zona y muchos novilleros
noveles buscaban trabajo en la vecindad. Mi hermano mayor montó un pequeño
circo en el traspatio de nuestra casa y
allí simulaban tientas de vaquillas como entrenamiento. La “vaquilla” era un
manubrio de bicicleta al cual le habían montado unos cachos y la muleta se
paseaba por delante en maravillosos pases toreros. Todos mis amigos se las
dieron de toreros y no tienen necesidad de preguntarse quién manejaba la
vaquilla, pues el más chiquito del grupo. Por ese improvisado coso taurino pasó
un muchacho flaco y orejón que era el repartidor de la Panadería de Curamichate
y quien llevaba por nombre Cesar Girón. Tuve la oportunidad más de una vez de
llevármelo entre los cachos.
La placita de Nuestra Señora de la Paz. Pablote
Hotel Majestic y la bola de acero 12 de marzo de 1948
Había en Caracas un famoso hotel de lujo, donde llegaban los
gringos que manejaban el petróleo y donde se respiraba el lujo por doquier, el
Hotel Majestic, un imponente edificio de 8 pisos. Un buen día dieron la noticia
que iba a ser derribado y el 12 de Marzo de 1948, nos encontrábamos en primera
fila para ver una maravilla de la tecnología moderna en pleno funcionamiento.
Se trataba de una grúa muy alta de donde pendía una pesadísima bola de acero,
que comenzó a balancearse hasta que la pesada bola alcanzara una gran altura y
en un rápido viraje, este proyectil se estrelló contra la torre del hotel que
cayó como un castillo de naipes, esparciendo una gran nube de polvo que cayó
sobre las cabezas de miles de mirones. Regresé a mi casa sucio y asustado sin
pensar que ese día había sido testigo del principio del fin de la vieja
Caracas.
Blietzkrieg y Guernica
Estaba muy cercano el recuerdo de la segunda guerra mundial
y las fotos del Blietzkrieg, la guerra relámpago de los alemanes y las de
Guernica, donde se entrenaron los de la división Condor de la Luftwafe, en
arrasar pueblos enteros se repitieron en imágenes de Caracas, pero esto sin
pólvora ni guerra y en nombre de la modernización. En pocos meses fueron arrasadas más de 20 manzanas de la ciudad con la ayuda
de tractores de cuchilla (payloaders), esta fue una cuchillada en la yugular de
la vieja Caracas, para dar paso a la Avenida Bolívar que se extendía desde El
Silencio hasta el Parque Carabobo (unas cuatro cuadras) y que fue inaugurada el
xxx por la Junta Militar de Gobierno.
Poco después se inició el mismo procedimiento de arrase en
trazado perpendicular a esta nueva vía, en sentido norte sur, para dar cabida a
la avenida Fuerzas Armadas, completándose así la crucifixión de la ciudad. Allí
cayó mi casa de Tejar a Rosario número 105.
Jamás imaginé que en el sitio donde yo tejía mis sueños de
niño, hoy transitan miles de automóviles al día.
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