Roberto J. Lovera de Sola
Publicación original el día lunes, 6 de julio de 2009*.
“Pueblo que ignora su historia se extravía,
y pueblo que no honra su historia
y pueblo que no honra su historia
descubre su
flaqueza moral,
no menos que
su desnudez espiritual”.
Germán
Carrera Damas:
Aviso a los historiadores críticos.
Caracas:
Ediciones GE,1995,p.425
Muy bien nos viene esta segunda edición del libro
del profesor, académico, antiguo rector de la Universidad de Los Llanos, Adolfo
Rodríguez Rodríguez (1939): La llamada del fuego.(Prólogo: Simón Alberto
Consalvi. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 2005. 377 p.), reedición
ampliada de su Ezequiel Zamora.(Caracas: Ministerio de Educación,
1977.352 p.) que es la verdadera biografía, la certera, la bien documentada, de
aquel caudillo.
Y ello es importante por la grave ideologización que por parte
de la historiografía marxista venezolana ha venido sufriendo la personalidad
del general Ezequiel Zamora, sobre todo desde la publicación del libro de
Federico Brito Figueroa(1922-2000): Tiempo de Ezequiel Zamora.(Caracas:
Ediciones Centauro, 1975. 520 p.) quien para nada comprendió la vieja lección
historiográfica dada sobre aquel personaje, a fines del siglo XIX, por Laureano
Villanueva(1840-1912) en su Vida del valiente ciudadano general Ezequiel
Zamora.(Caracas: Imprenta Federación, 1898. VI, 455, CX p.), la vigencia
de su obra se ha mantenido por su veracidad precisamente. En cambio Brito
Figueroa, lo que hizo fue desfigurar la personalidad, acción e ideas de Zamora.
Brito Figueroa, hay que decirlo para los lectores de historia, a todo lo largo
de su Tiempo de Ezequiel Zamora alteró, cambió datos en favor de una
tesis preconcebida, la suya(p.108, nota 19), siempre investigo mal, dio incluso
detalles falsos(p.191, nota 21), inventó una falacia sobre el color
rojo(p.307-308) y sobre todo sobre el nombre del hombre que ultimó al caudillo
en San Carlos. Sabemos hoy que ese G.Morón que Brito dijo no existió. Fue una
“boutade” suya para herir a un amigo con quien se había peleado. Quizá parezca
increíble hacer semejante cosa, pero eso hizo Brito Figueroa, hombre equivocado
siempre y mal historiador. Es por ello que Rodríguez, tras analizar todos los
testimonios sobre el posible Morón como asesino de Zamora indica “Ninguno de
los autores que sindican a un tal Morón de matar a Zamora, suministran el
nombre, excepto Brito, quien se atreve a colocarle de inicial una “G”, al
parecer con fines fabuladores y no históricos”(p.347. Subrayado nuestro).
Pero además hoy con Ezequiel Zamora sucede una
reideologización más grave al haberlo convertido el presidente Hugo Chávez en
uno de los santones de su gobierno, la llamada Revolución de estos días. En
esto Chávez ha contribuido en este caso, al falsear al verdadero Zamora, otra
vez, a abolir la historia, a contar una historia de un Ezequiel Zamora que no
existió, que ahora ha sido revestido de una casaca socialista que nunca tuvo.
Nunca fue el agrarista del talante de Emiliano Zapata(c1873-1919) que de alguna
manera insinúa Brito Figueroa y menos el revolucionario leninista que quiso
pintar. Eso lo veremos a lo largo de este artículo.
Todo lo expuesto por el doctor Laureano Villanueva
quedó siempre claro y ha sido desarrollado hasta su últimas consecuencias, dada
la inmensa cantidad de documentación manuscrita e impresa consultada, por
Adolfo Rodríguez Rodríguez.
Así La llamada del fuego constituye el
relato de la transfiguración del protagonista del libro “desde una recatada
compostura tras un mostrador a emblema inquietante para borrascas que de tiempo
en tiempo nublan el cielo de su país, sin saberse por qué fatum”(p.29.
Subrayado nuestro). La palabra latina Fatum aquí es usada en una de sus
acepciones: destino, fatalidad, suerte.
Y para hacerlo Rodríguez no tergiversa, no
desfigura la historia, deja que hablen los documentos, lo que se lee en la
prensa de su época, lo que escribieron testigos y contemporáneos. Muestra los
hechos tal cual fueron, que son los únicos con los cuales puede escribirse la
historia, con su exposición desnuda los sucesos que hablan siempre por si
mismos.
Y haciéndolo es que se dio cuenta, pese a un
todavía controvertido pasaje de Villanueva al cual aludiremos más adelante, que
son “Son mínimas las evidencias acerca del contenido social de una gesta
demasiado contamina por la ambición y los resentimientos”(p.27).
Rodríguez se ha propuesto realizar un “parsimonioso
tránsito por el tejido de la vida de este jefe y su impronta en la historia
venezolana”(p.27), “Veámoslo, pues, de carne y hueso, sentado a la diestra, no
de Marx, sino de este cúmulo de testimonios que dan cuenta de los días de
gallera, cuitas amorosas, cuentas de casabe, apresuradas y no bien digeridas
lecturas, esclavos por cobrar a una Junta de Abolición, requiebros a la
superioridad en procura de ascensos, desprecio visceral contra el sabio José
María Vargas(1786-1854) o el prócer José Antonio Páez(1790-1873), ínfulas y
padeceres porque le pagan tarde y mal sus servicios militares”(p.29). Eso fue.
COMO ERA
Y para que lo comprendamos Rodríguez traza la
silueta de Zamora al mostrarnos su origen mantuano, hasta un realista
venezolano hubo en su familia, quien se pasó a la república tras Carabobo(junio
24,1821) como lo hicieron la mayoría de aquellos.
Fue Zamora canastillero,
prestamista, dueño de esclavos, escrupuloso bodeguero, defensor del orden
paecista, ferviente devoto de la buena vida, ser apegado a la tranquilidad
doméstica, “insurge como una de las carnedecañon más efectivas de toda
la historia nacional”(p.28. Subrayado del autor) en un momento dado, no antes,
muestra siempre “cierta impulsividad en las decisiones”(p.105). Se le llamó
“General del Pueblo Soberano”. Pero Rodríguez escudriñando la prensa de la
época, una de las más ricas fuentes utilizadas para componer su libro, halló
que sólo utilizó el cognomento en 1846 en dos únicas ocasiones(p.108-109,nota
20), “Pero antes de que finalice su aventura guerrillera de 1846 y 1847,
prescinde de tal autocalificativo… Zamora no volvió a recurrir al título, ni
siquiera en los momentos más significativos de su carrera militar”(p.109 y 124
nota 88).
Indica Rodríguez: “Se observa el comportamiento probo
de Zamora, su frugalidad en cuanto a costumbres”(p.223) a la vez que su
“revulicio mental”(p.329), el “oleaje sintáctico”(p.329) de lo poco que
escribió, bien escaso por cierto.
Existen otros descripciones que Rodríguez cita:”El
pelo rubio…,catire pelo pasudo…ojos verdes…Poca frente, nariz de águila, labios
finos, la boca breve y sumida. Una cara amarrada, de zorro con peste…La
estatura regular, flaco, juntos los muslos y maneto…Unos ojos azules en
encandilan…Las manos largas, sin carne, con cerdas en lugar de vellos…Pies
largos”(p.53), reconstrucción está hecha por Rodríguez de fuentes de 1848,
sobre todo de la Gaceta de Venezuela, el periódico oficial de la época.
También recurre a observaciones Ildefonso Riera Aguinagalde(1834-1882), quien
conoció y trató personalmente a Zamora, impresas en El Federalista(agosto
30,1867) y otros, posteriores, de Delfín Aurelio Aguilera(1865-1937), sobre
todo de sus Memorias de un prócer de la federación boba(Caracas:
Ediciones Centauro, 1979. XVI, 253 p.), impresas en libro décadas después de
haber sido insertas en El Universal de Caracas(septiembre 13,1927-enero
29,1937), en donde las leyó Rodríguez.
Otros registros pintan a Zamora, tal se lee en El
Liberal(n/ 666) como “flaco, blanco y barbicolorada”(p.116).
Y sobre su modo de ser, que puede explicar la gran
eclosión de violencia que propició, aunque sólo se le adjudica la orden de
fusilar a Martín Espinoza(c1820-1859). Pero:”Zamora perdonada, es verdad, pero
nunca jamás podía levantarse hasta la magnanimidad del olvido”(p.299), según
Riera Aguinalde, hombre de la Federación, quien lo conoció bien en el vivac de
los campamentos federales. Fue el noble Riera Aguinagalde también el
segundo socialcristiano de la historia de Venezuela. El primero fue Rafael
María Baralt(1810-1860). El tercero, el introductor contemporáneo de la
democracia cristiana, fue el historiador Caracciolo Parra Léon(1901-1939), lo
siguió su discípulo Rafael Caldera.
Se esmeró Zamora “más por intuición que por
lecturas, a la forja de una imagen que conviniera a sus planes”(p.236. El
subrayado es nuestro). Todo indica que pensaba que “La opinión es lo único
omnipotente en la vida civil de los pueblos”(p.326).
LA PERIPECIA VITAL
El 1 de febrero de 1817 nació Ezequiel Zamora en
Cúa, estado Miranda, en plena guerra de Independencia. Hijo de José Alejandro
Zamora y Paula Correa. Fue “nieto de godos e hijo de patriota”(p.45).
En 1825 la familia se trasladó a Caracas con los
seis hijos. En 1838 Ezequiel tiene veinte y un años, se instaló en Villa
de Cura. “Tenía 21 o 23 años y la resolución de hacer carrera en los negocios.
No escogió Villa de Cura. El destino lo llevó allí. O mejor: lo devolvió a los
lares que sus padres habitaban antes de la guerra que había disipado el empeño
familiar de sentar reales en ese lugar”(p.49).
De 1839, tenía veinte y dos años, es el documento
más antiguo encontrado por su biógrafo con su firma(junio 7): una transacción
comercial(p.56).
En 1840, momento del inicio de la crisis del
llamado “gobierno deliberativo”(Augusto Mijares: La evolución política de
Venezuela. 4ª.ed. Caracas: Academia Nacional de la Historia,2004,p.103-124)
pudo ver ”Mundo que no era macizo, este de los señores”(p.61). Pero en el
universo de aquellos caballeros es en el que aspira estar, lo que aspire a ser.
Es por ello que Zamora ha sido considerado por algunos estudiosos, tal Ruth
Capriles Méndez, como un resentido social(El libro rojo del resentimiento.
Caracas: Mondadori/Debate, 2008,p.35). Lo veremos.
También en aquel año de 1840 comienzan a divulgarse
las ideas liberales, ideas del partido que se forma entonces al pie de las
ideas de Tomás Lander(1787-1845), el ideólogo, y de Antonio Leocadio
Guzmán(1801-1884), el líder que las vocea en la calle.
Las ideas de Lander se
conocieron a través de la serie de folletos, titulados Fragmentos, que
hizo conocer durante un lustro (1833-1838). Guzmán habló al país a través de
las columnas del semanario El Venezolano, fundado en 1840, que fue el
periódico del partido Liberal.
Es necesario hacer aquí una observación general: si
bien Guzmán llamó liberal a su partido y se opuso, a lo que llamó, los
conservadores, oligarcas o godos, en verdad este fue una consigna política,
producto de la controversia, porque ambos bandos eran liberales e incluso, los
llamados por Guzmán conservadores, fueron más liberales que los liberales por
sus grandes realizaciones. Y de hecho el proyecto político venezolano es aun
hoy el liberal. Y liberales han sido todos nuestros gobiernos. Este es un hecho
que hay que estudiar con atención al asomarnos al panorama de los días de
Zamora y de la época en que vivió y actuó. El establecimiento en Venezuela de
un gobierno liberal y democrático viene desde los días de la Independencia. Y
se ha mantenido a lo largo del tiempo. El régimen actual es sólo
caricaturescamente socialista.
El 12 de octubre de 1845 se presentó la Memoria
de la Sociedad Liberal de Caracas(Caracas: Imprenta de El Venezolano,1845).
Allí es posible que Zamora haya encontrado esta idea: “No puede concebirse
felicidad sin la libertad sin el sistema representativo”, “no basta querer ser
libre sino saber serlo”.
1846 es un año clave de la historia de Venezuela. Y
es fecha crucial para Ezequiel Zamora. El 1 de enero en el número 42 de El
patriota de Felipe Larrazábal(1816-1873) se publica una lista de
“ciudadanos que han suscrito el compromiso de consagrar sus esfuerzos legales,
a fijar el voto de los pueblos a favor del señor Antonio Leocadio
Guzmán”(p.78). Pero, dice Rodríguez, “No figura Ezequiel, quien persiste en la
anonimia, concentrado en los ajetreos del mostrador”(p.79).
El 11 de abril se fundó la Sociedad Liberal de
Villa de Cura, pueblo donde vivía Zamora. Tres meses después está ya él en
acción, ha abandonado la pulpería. El 8 de julio ya se sabe que el gobierno lo
persigue. Es quizá la fecha en que entra en la vida pública(p.86). Todavía
soñaba con el orden, “había alimentado su corazón con los dulces afectos que
nuestra constitución le había hecho concebir”(p.88). Esa Constitución era la de
1830, la vigente entonces.
El 23 de agosto pasó hacia Caracas. Es hora grave
aquella: prefirió esperar a la reunión entre Guzmán y Paéz que se celebraría en
la casa del general Santiago Mariño(1788-1854) en La Victoria. El 19 de agosto
Páez estaba decidido a llevarla a cabo. Sería el 1 de septiembre. Pero todo
cambia: Guzmán llega a La Victoria el 2 de septiembre para el encuentro.
Entonces comienzan los saqueos del populacho que lo sigue en Guigue y en la
hacienda Yuma, de Ángel Quintero(1802-1866), el siempre odiado ministro de
Páez, figura oscura si las hay en la historia venezolana de aquel período,
llamado el “Ángel Malo”, incluso por personas del círculo paecista. El
levantamiento liberal se inicia en ese momento. Zamora dice entonces “me afirmo
en la creencia de que tenemos que apelar en el acto a las armas, para salvarnos
y salvar a nación de las garras de la oligarquía”(p.99), esta será la idea que
lo moverá hasta las últimas horas de su vida como lo veremos. “Ha optado por la
violencia”(p.99) dice su biógrafo. Es “la prueba de fuego”(p.26): ¿lo
transforma de pacífico a agresivo?. Deja ser “El pundoroso comerciante de Villa
de Cura, meses antes celoso defensor del orden”(p.110).
La verdad es que el 7 septiembre, cinco días
después de la llegada de Guzmán a La Victoria, Zamora está levantado en armas.
Sus cercanos lo consideran entonces de “cerrado entendimiento”, sufriendo
“de los desvíos de su entendimiento”, con “error de entendimiento”(p.105)
porque no entienden por qué el pacífico ciudadano y tendero se ha transformado.
¿Qué había, que hubo, en su interior para que optara por la violencia?. No lo
sabemos. Solo conocemos los hechos. Ni siquiera tenemos escritos suyos que
podamos escrutarlos con los ojos de la psiquiatría para penetrar en las razones
últimas de este hombre.
Aunque el deseo de los liberales era entonces
“elevar a Guzmán a la Presidencia por las armas, puesto que se obstruye la vía
legal”(p.131). Esto era verdad, la conciliación política había fallado, la
controversia política se había desviado. Y, además, creemos, que Guzmán ni se
atrevió a conducir las fuerzas políticas que había despertado con su prédica
liberal a través de las columnas de El Venezolano. Más: se asustó y huyó
de La Victoria. En verdad lo que Guzmán deseó era establecer una alternativa
republicana de alternancia en la presidencia, por medios legales y
democráticos, crear una corriente opositora democrática. Pero quienes estaban
en el poder no estuvieron entonces dispuestos a la alternativa, ni a escuchar a
quien era el vocero de la legítima oposición. Por ello persiguieron al líder
Guzmán: lo hicieron preso. El 5 de octubre estaba tras las rejas donde fue
interrogado.
El 21 de marzo de 1847 Guzmán fue condenado a
muerte. Pero ya en ese momento se había iniciado, desde el 1 de marzo, otro
gobierno: el primero de José Tadeo Monagas(1784-1868). Y fue gracias a Monagas
que Guzmán salvó la vida y fue expulsado del país. Pero muy pronto comenzó a
colaborar con el gobierno desde Curazao, siguiendo los pasos del general Páez,
quien estaba exilado allí y estaba conspirando. Y a poco volvió Guzmán a
Venezuela, retornó del “destierro a perpetuidad”, pasó al gabinete(1849) y más
tarde fue Vicepresidente de la República. Tuvo razón el maquiavélico político
cuando le dijo a su hijo Antonio Guzmán Blanco(1829-1899) quien lo acompañó al
puerto antes de salir al destierro: “ya veremos, hijo, cuando dura la
perpetuidad en Venezuela”.
Así fue. La sagacidad de aquel caraqueño, nacido
hijo natural, vástago de un realista, fue clarísima. Así es Venezuela.
También Zamora fue detenido y condenado a muerte
por insurrección. La pena le fue conmutada por el presidente Monagas, quien ya
se había unido a los liberales. Zamora había huido y estaba escondido en El
Hatillo.
Pero a poco, apunta Rodríguez, “Una circunstancia
crucial en la vida del país y que determinó aun más el distanciamiento entre el
presidente Monagas y el orden jurídico conservador, permitió a Zamora dejar la
clandestinidad y asumir las armas en defensa de su salvador”(p.155). Ello fue
gracias a los sucesos a los sucesos del 24 de enero de 1848, “un posible delito
colectivo bien dirigido por el Presidente de la República” como muy bien lo
calificó Guillermo Morón(Los Presidentes de Venezuela. Caracas: Meneven,
1981,p.98).
Pero para Ezequiel Zamora después de aquella hora
su existencia va a transformarse completamente. No hay que olvidar que la vida
de Zamora tuvo tres períodos: el pulpero hasta 1846, el insurgente en 1846, que
Monagas salva en 1847, el devoto monaguero(1848-1858), siempre fiel al
mandatario, y a partir de 1859, el jefe del movimiento federal, en cuyas
acciones rindió la vida.
Así la década 1848-1858 constituyeron los años de
servicio fiel de Zamora a los dos Monagas. Fue “vasallo leal y
fervoroso”(p.163). Fue reincorporado al ejército, fue nombrado comandante de
armas de Coro(1851) y más tarde en Cumaná(1856), se pensó en él como posible
Gobernador de Barinas, fue jefe militar en Ciudad Bolívar(1853). Fue
ascendido a General de Brigada en 1854.
Pero no era para nada un revolucionario: en 1853,
en Ciudad Bolívar, tenía esclavos(p.203,204,205-206). Y al decretarse la
abolición pidió a la Junta de Abolición, en Ciudad Bolívar, se le pagaran “los
valores que me corresponden como propietario que fui de los esclavas”(p.206).
Habían pasado en ese momento (noviembre 24,1854) ocho meses del decreto de
abolición de la esclavitud (marzo 24,1854): esto nos hace ver que no fue para
nada un revolucionario que cierta historiografía distorsionadora ha querido ver
en él.
En 1855 “Es, pues, el gran señor que un tiempo
quiso ser…Instante feliz de su ascenso sociales que prosigue o reanuda sus
operaciones como prestamista al 2% mensual”, así se lee (febrero 13,1855) en el
Diario de Avisos (p.197).
El 4 de Julio de 1855 casó con Stefana Falcón,
hermana del general Juan Crisóstomo Falcón(1820-1870). Casó a Zamora el
arzobispo Silvestre Guevara y Lira(1814-1882) en la iglesia de Macuto, esto nos
hace ver claramente que Zamora estaba situado entonces en la cúspide social del
monaguismo.
En 1856 actuó en Cumaná como ya lo hemos señalado.
Se ha ido convenciendo, ya en esos años “que por medio de las armas es como se
legisla” (p.217), su “contrición a las armas en pro del gobierno” (p.223) fue
siempre lo usual en él.
En 1857 volvió a Coro con su familia. En 1858 su
situación económica mejora: “En la revuelta de 1846 perdió su pequeño capital
adquirido tras escrupulosos ocho años de trabajo en el comercio. Casi accede al
rango de los ‘acomodados’ de Venezuela…Pero ahora en 1858, ¿Cuánto alcanza a
acumular? No ha empleado sistemas bochornosos para obtener dinero. Repudia
tales procedimientos. Pero ahorraba. Junto a hábitos morigerados, es
ahorrativo, para no llamarlo avaro. Fue prestamista. Aunque solo sepamos que lo
hizo en 1855 a la administración de la Aduana de Ciudad Bolívar al 2% mensual.
¿A quién más?¿Cuántas veces? ¿Por cuánto tiempo?...Lo cierto es que llevó a
Coro un capital a fines de 1857…Y fundó también, a nueve leguas de Coro, la
hacienda Caridad, en Hueque, que mejora dotándola de un ingenio estimado en
40.000 pesos…Cuando huya a Curazao, en 1858, lleva ‘plata en
bruto’”(p.223-224).
En 1858 José Tadeo Monagas, entonces presidente por
segunda vez, cayó del poder como consecuencia de la Revolución del 5 de Marzo.
Entre junio 1858-febrero 1859 Zamora vivió en Curazao. “Pensando más en la paz
que en ideales y guerras”(p.225), dice su biógrafo.
El 15 de marzo José Tadeo Monagas renunció a la
presidencia y se asiló en la Legación Francesa. Zamora fue fiel al caído
presidente.
Pero el 30 de marzo Zamora está de vuelta, llegó a
Puerto Cabello desde Curazao. Estuvo en Valencia. Pasó a Caracas. El 3 de abril
el gobierno lo expulsó del país mediante decreto. Se fue a Curazao otra vez.
Pero los sucesos federalistas comienzan a andar: el
18 de abril se instaló en Caracas la Gran Sociedad Federal de Caracas. Dos días
después fueron divulgadas sus Bases Orgánicas. El 28 se fundó el periódico El
Federalista. “Los guían los principios doctrinarios de 1810 y 1811”(p.247),
anota Rodríguez. Estos eran federalistas, a ellos el Libertador, siempre centralista,
se opuso en todo momento.
1859 es el año cenital: el 20 de febrero fue el
grito y proclamación de la Federación en Coro. El llamado lo firmó por Tirso
Salaverría(1821-1901). Apunta Rodríguez: “La chispa incendia la pradera. Amén
de la Revolución, prometen reorganizar federalmente a Venezuela y establecer la
soberanía del pueblo y un recordatorio para el olvidadizo gobernante: falseó
los principios de la revolución de marzo, fundamentalmente el ‘olvido de lo
pasado’”(p.252). El 23 de febrero Zamora retornó en Coro. Será el primer
jefe del movimiento. Es ascendido a General de División. Sus principios en ese
momento son: ”excitando a la moral, el orden, el respeto a la propiedad, amor a
la libertad, valor denodado, generosidad, clemencia con el vencido,
subordinación, y, sobre todo, santidad de la federación, que fue sagrada para
los patriotas en 1811”(p.255).
Pese a lo proclamado por Zamora, que hemos citado
antes, como base de sus ideales, la verdad es que lo que se proponían era:
“exterminar a los oligarcas donde quieran que osen combatir…acabar con el
traidor Julián
Castro(c1805-1875)…Guerra de retaliación”(p.259). Le quedaban
entonces a Zamora once meses de vida. Esos trescientos treinta días serán los
únicos de su acción en la Guerra Federal(1859-1863), en cuyos tres últimos
años, hasta la toma del poder por los federalistas(junio 17,1863), no
participó.
Inmediatamente se divulgó que era desde entonces
“Obligatorio es anteponer el mote de ‘ciudadano’ en los tratamientos oficiales
e indistintamente el de ‘usted’”(p.256), es una tradición que se inicia allí y
que todavía en el congreso de 1959 rescató como costumbre republicana Arturo
Uslar Pietri(1906-2001) al oponerse que se llamara honorables a los
congresantes. Eso está en un discurso en el senado(La palabra compartida.
Caracas: Pensamiento Vivo, 1964,p.11).
A poco Zamora y sus tropas marcharon al llano. Allí
iba a ser la guerra y los combates por venir.
Llegó a Barinas, que será el terreno de lo más
destacado de su acción militar. Estuvo en Sabaneta en donde se detuvo en la
hacienda La Marqueseña, propiedad del marqués de Pumar.
El 20 de mayo la ciudad de Barinas se pronunció por
la Federación. El 1 de agosto Julián Castro fue depuesto en Caracas por un
golpe de Estado. El 2 de agosto hubo un contragolpe: don Pedro Gual(1783-1862),
el Designado, cargo que existía entonces, distinto al de Vicepresidente, que
también lo había en aquel momento, fue nombrado presidente encargado mientras
regresada el vicepresidente Manuel Felipe Tovar(1803-1866) que era el que debía
ejercer la presidencia.
Zamora ya en Barinas preparó su estrategia con
cuidado. Esperó al ejército del gobierno en el llano barinés, en el sitio de
Santa Inés(diciembre 10-11,1859) se efectuó la gran batalla. Zamora y los suyos
vencieron. El gobierno fue derrotado. En Caracas cundió el pánico, la ciudad se
sintió tan amenazada como en 1814, cuando José Tomás Boves(1782-1814) se
acercaba a ella. Pánico llevado al extremo porque los federales deseaban no
sólo exterminar a la oligarquía sino a todos los blancos y a cuantos sabían
leer y escribir. Y el horror era muy grande: las tropas de Zamora no sólo eran
violentas sino que al entrar en cualquier ciudad lo primero que hacían era
quemar los archivos porque consideraban que la historia comenzaba con ellos.
Zamora después de Santa Inés se dirigió a San
Carlos, será el último tramo de su vivir. Se pregunta Rodríguez:”¿qué
está agitando la mente del desasosegado general al fin de su travesía”(p.333).
El 9 de enero de 1860 está en San Carlos. De ese
día, dice su biógrafo, es la posible última carta, a Pedro Vicente
Aguado(c1806-1860), quien había divulgado un especie de nuevo “decreto de
guerra a muerte” en donde decía: ”Los oligarcas conocidos como tales no
encontrarán en nosotros desde hoy en adelante, otra cosa que el
cuchillo”(citado por José Gil Fortoul: Historia constitucional de Venezuela.
Caracas: Ediciones Sales, 1964,t.III,p.149-150). A esto contestó Zamora, en una
misiva que “rezuma olor a testamento”(p.337) según su biógrafo, “mi anhelo es
ver concluida la dominación goda en Venezuela”(p.337): sólo eso, nada más,
sustituir un gobierno por otro, ese era todo su deseo.
Es ahora el día siguiente, 10 de enero de 1860.
Todo indica que lo que vamos a narrar no sucedió en la tarde sino cerca del mediodía.
Fue entonces cuando atravesó la calle real, caminó hasta la esquina de la Casa
de la Blanquera, entró a solar de la familia Acuña, allí almorzó, “tomó un
pedazo de patilla y, dirigiéndose por un hueco en la pared, marcha a la parte
del solar de la casa ocupada por el negocio de los hermanos Desiderio y
Federico González, donde las tropas federales, en gran desorden, se detallaban
víveres…fue a la puerta que da a la mediagua del sur donde se atrincheraban
José Manuel Payares Seijas, Pablo Piña, Montenegro, Buenaventura Núñez, Guzmán
Blanco, un oficial y otros. Y Piña dijo: ‘No asome general. Mire las balas como
despedazan ese platanal de enfrente…Guzmán recordó estos jirones de voces
intercambiadas entre Zamora y la guerrilla apostada allí:
-Sí
-Allí…
-Dos…
-Muy bien
-Ahora mismo
Sin descuidar el flanco por donde penetraban los
disparos. Uno de los hombres de Zamora tropezó con Guzmán y éste hizo un
movimiento lateral hacia la derecha pero no estorbarlo. Y fue cuando el cabo
inició una palabra que quedó trunca:
-Ca(rajo)…
Dobló las rodillas(Zamora) y Guzmán lo habría
sostenido para que cayese suavemente de espaldas…Como a las 11 de la mañana, el
soldado Telésforo Santamaría, disparó un tiro desde el solar de la casa de
Manuel Hernández Sierra hacia el solar de la casa que ocupaban Desiderio y
Federico González y que luego sería de Ramón Borjas.
-cayó un jefe de pantalón azul”(p.343-345).
Así “un balazo en la frente le privó la vida en el
acto”(p.344, nota 7). A los pocos minutos fue trasladado a la casa de la señora
Quiteria Acuña, puesto sobre la mesa del comedor, allí expiró. Así murió
Ezequiel Zamora Correa. Fue sepultado en el solar de los Oviedo esa medianoche,
“entre dos árboles de totumo y otro de guanábana”(p.346). Los restos estuvieron
allí hasta 1868, fueron exhumados pero se perdieron camino a Caracas(p.356), en
aquel año lleno de guerra en Venezuela, días de la Revolución Azul. Así
las cenizas de Zamora que hoy están en el Panteón Nacional no son las
verdaderas, esto se sabe desde mucho tiempo atrás. Así allí se le rinde
homenaje a un fantasma.
En Caracas la mano que empuño el arma cuya bala
mató a Zamora fue bendecida. Se llegó a pensar, lo que no es cierto, que “La
muerte de Ezequiel Zamora el día 10 a las 10 y en San Carlos, es el verdadero,
el único y el más grande triunfo de la causa del orden” (p.349), eso se lee en
un documento del Archivo de Manuel Felipe Tovar, exhumando por el historiador
Rodríguez (p.349). Pero ello no fue así. El proceso de la Federación, del cual
nada bueno ni positivo sacó Venezuela, prosiguió. Y llegó al poder.
Se dice que Zamora fue asesinado por Telésfero
Santamaría, “también centralista, a quien el periódico caraqueño El
constitucional señaló como autor del inimaginable disparo”(p.345).
Santamaría disparó “desde el solar de la casa de Manuel Hernández Sierra hacia
el solar de la casa que ocupaban Desiderio y Federico González”(p.345). Lo cual
indica que el disparo provino de un soldado del ejército gubernamental.
La muerte fue divulgada en Caracas a los trece días, el 23 de enero, por
el Diario de Avisos y El Constitucional.
Se ha mencionado a un tal Morón como el autor de la
muerte de Zamora. A su lado estuvieron al caer muerto dos soldados de ese
apellido, eso se dijo mucho después del suceso, llamados Pedro y José María,
“esta especie surgió muchos años después con propósitos nada
esclarecedores”(p.347). Y además ninguno de los dos se llamaba G.Morón como
dijo equivocadamente Brito Figueroa. Los papeles escritos sobre la marcha de
los sucesos dan el nombre de Santamaría y no de ningún Morón, menos del G.Morón
que dijo Brito Figueroa. Tampoco parece ser cierto, aunque es difícil
sostenerlo porque no hay en que basarse, que los herederos políticos de Zamora,
su cuñado Juan Crisóstomo Falcón y el general Antonio Guzmán Blanco, hayan sido
los autores del complot como alguna vez se escribió(p.347). Guzmán Blanco, es
verdad, estaba junto al caudillo al caer este herido de muerte, de hecho lo
sostuvo para que no se precipitara al suelo. Y ambos, el hermano político y el
doctor y militar caraqueño, fueron sus herederos y gozaron las gracias del
poder que Zamora empujó a tomar, aunque para la llegada a la casa de gobierno,
en 1863, al fin de la dictadura de Páez, nada hubiera hecho Zamora por no
existir ya. Las acciones, y sobre todo, las conversaciones de paz las llevó a
cabo Guzmán Blanco con el secretario y ministro de Páez, el político Pedro José
Rojas(1818-1874). La hipótesis de que el disparo que acabó con la vida de
Zamora provino del lado de las tropas federalistas nunca ha podido ser
argumentado y menos probado.
Y desde aquella hora el “general del pueblo
soberano”, es y será un personaje usado por la diatriba política desde el siglo
XIX, la verdad de lo “que fue o quiso ser”(p.359) no se sabe, no han dejado los
partidos en pugna que sea conocida. Las facciones de antes y las de ahora, ni
chavistas ni escuálidos hoy, saben que decir quien fue realmente Zamora porque
lo utilizan como arma política y no como debe ser visto: como un personaje de
la historia. Sin embargo, por los libros de historia, sobre todo por el doctor
Villanueva y el de Rodríguez nos hemos podido aproximar a quien fue aquel
hombre. Hágase lo que se haga por los que estuvieron antes o los que están en
el poder hoy, “La verdad, la áspera verdad” que dijo Georges-Jacques
Danton(1759-1794) se impondrá claramente un día u otro. Hoy, mañana o pasado
mañana. Y la historia de Zamora no será otra vez alterada sino presentada tal
cual fue, dentro de los fueros de la historia, el único lugar al que pertenece
Ezequiel Zamora.
IDEAS
Pero no podemos cerrar esta semblanza sin tratar de
vislumbrar aquello que ha sido objeto de la diatriba que siempre ha rodeado a
Zamora: sus posibles ideas. Y para ello hay que repasar la historia de las
ideas políticas en Venezuela para tratar de llegar a la concepciones que tuvo
Zamora: si es que tuvo alguna, cosa que parece ser lo único cierto.
Dice Rodríguez en La llamada del fuego que
en 1846 fue “donde vorazmente han prendido ‘las anárquicas ideas que
circulan”(p.107). ¿Anárquicas por anarquismo o anárquicas por disolventes?
podemos preguntarnos. Porque las ideas anarquistas fueron expuestas por Mijail
Bakunin(1814-1876) después del levantamiento parisino de 1848, coincidiendo con
el movimiento de La Comuna parisina(marzo 18-mayo 28,1871), sucedido once años
después de la muerte de Zamora.
Explica Rodríguez también que “La idea de ‘pueblo
soberano’, en oposición a la soberanía del rey, esgrimida por los republicanos
durante la Independencia y con antecedentes en la Revolución Francesa, resultó
de mucha utilidad a los liberales venezolanos”(p.109, nota 20).
¿Tuvo Zamora un programa ideológico y de acción?.
”Hasta el 12 de septiembre de 1846 en que se une con Rangel, no ha manifestado
Zamora una sola palabra respecto a reparto de tierras y liberación de los
esclavos. Más bien ha sido partidario del gobierno, celoso de las leyes y de la
preservación de la propiedad”(p.128). Este Rangel se llamó Francisco José
Rangel(c1795-1847), apodado el Indio Rangel.
Lo que hemos referido es lo que encontró el autor
de La llamada del fuego en la amplia documentación que consultó para
elaborar su diestro libro.
¿FUE SOCIALISTA?
Otra pregunta que hay que hacer ante Zamora es si
podemos hablar de él como un socialista, ello es lo que han pregonado los
historiadores marxistas venezolanos a partir de unos pasajes de la Vida del
valiente ciudadano Ezequiel Zamora del doctor Villanueva, su primer
biógrafo serio. Pero vayamos por partes.
Entre nosotros, en Venezuela, las ideas socialistas
ya se divulgaban en 1848 a través de la traducción de un artículo de L.Reybaud
sobre las ideas de los “socialistas utópicos” Charles Fourier(1772-1837),
Robert Owen (1771-1858) y el Conde de Saint Simón, Claude Henri de
Rouvroy(1760-1825), quienes “Aspiran a la reconstrucción completa del orden
social”. Esto estaba inserto en periódico liberal El patriota (octubre
7,1848). A esta gaceta estuvo suscrito en algún momento Ezequiel Zamora como lo
anota Adolfo Rodríguez. En 1853 se imprimió en Caracas, en dos tomos, la
traducción castellana, hecha por “Un venezolano”, del libro de Alphonse de
Lamartine (1790-1869) Historia de la revolución de 1848.(Caracas:
Imprenta de Domingo Salazar, 1853.2 vols). Rodríguez también nos da la noticia
de haber circulado en Caracas en 1850 el libro Barcelona moderna y Barcelona
antigua. El socialismo y la Economía Política. Síntomas del tiempo. Anarquía
intelectual era sin duda una publicación catalana y se vendía en Caracas en
la imprenta de Domingo Salazar, de Pedrera a Gorda(p.175 y 308). En 1852,
señala Germán Carrera Damas, circuló en Caracas el volumen Análisis del
socialismo, impreso en Bogotá(Crítica histórica. Caracas:
Universidad Central de Venezuela, 1960,p.113-114). Además, el mismo Carrera
Damas lo analiza también, fue el caraqueño Ramón Ramírez, nacido en 1824, autor
del libro El cristianismo y la libertad(1855) quien en su obra, a
mediados del siglo XIX, debatía sobre las diversas formas de
socialismo(Capítulo V) lo cual nos indica que el estudio de esta teoría no fue
extraña para los venezolanos de aquel tiempo(Temas de historia social y de
las ideas. Caracas: Universidad Central de Venezuela,1969,p.151-165).
LEER A MARX
LEER A MARX
Muchas de las observaciones que siguen tienen que
ver con Zamora pero muy especialmente con el movimiento ideologizador de su
figura hecho por el gobierno del presidente Chávez. Muchos han creído que
Ezequiel Zamora pudo ser socialista, incluso marxista, que algo de todo lo
sucedido en Francia de 1848, pudo llegar a él en los doce años finales de su vida,
que se cerró con el balazo de San Carlos.
En el corazón del socialismo están Carlos Marx
(1818-1883) y Federico Engels (1820-1895). Por lo cual para examinar estos
asuntos hay que leerlos pero a partir del conocimiento del llamado “socialismo
utópico” que fue uno de los grandes movimientos humanísticos del siglo XIX, del
cual sabemos que sus ideas fueron divulgadas en Caracas como lo hemos anotado
más arriba en base a las trazas encontradas por el profesor Rodríguez.
Socialista utópico fue don Fermín Toro (1806-1865).
Marx y Engels lanzaron en Londres el “Manifiesto
del Partido Comunista” (1848) como una de las primeras expresiones contrarias
al “socialismo utópico” (1834-1848), la expresión es de Engels, para calificar
las expresiones socialistas pre marxistas. En aquel momento ellos, Marx y
Engels, denominaron sus ideas, “Socialismo Científico”, como también se
conoce al marxismo. Sinónimo es la expresión materialismo dialéctico.
Y estas ideas tenemos los venezolanos de hoy que
estudiarlas pero con sentido crítico, basándonos en buenas fuentes como puede
ser el estudio del denso historiador norteamericano Edmund Wilson(1895-1972) en
Hacia la estación de Finlandia(Madrid: Alianza Editorial, 1972. 572 p.),
todavía en plena vigencia pese a haber sido publicado en 1940; el volumen de
Isaiah Berlín(1909-1997) Karl Marx(Madrid: Alianza Editorial, 1963. 283
p.) o las obras de nuestro primer marxólogo Ludovico Silva(1937-1988), libros
los tres iluminadores. Y al hablar hoy de socialismo es imposible no referirnos
al breve y denso ensayo de Silva Teoría del socialismo (Prólogo: Teodoro
Petkoff. Caracas: Editorial Ateneo de Caracas, 1980. 81 p.) En donde expuso el
verdadero sesgo de esta doctrina con claridad y lucidez, nos hizo ver
como en ese momento, en 1980, las sociedades que se llamaban socialistas no lo
eran.
EZEQUIEL ZAMORA
Pero claro lo que no fue cierto es que Ezequiel
Zamora, como nos lo ha querido hacer creer el comandante Chávez a través de “El
árbol de las tres raíces”, fuera socialista. En este punto es vital el análisis
de Manuel Caballero sobre el posible socialismo de Zamora en su exploración de
lo que denominó “Los mitos del 4 de febrero” (Ni Dios Ni Federación.
Caracas: Planeta, 1995, p.213-218). Tampoco fue el introductor del socialismo
entre nosotros como lo inventó la mente calenturienta de Federico Brito
Figueroa, entre otras desfiguraciones de la historia del siglo XIX y de la
personalidad de Zamora que se pueden leer en su obra sobre el tumultuoso
caudillo liberal (Tiempo de Ezequiel Zamora, p.248), libro prevaricador
sobre nuestro pasado como pocos se han publicado en esta tierra. Prevaricador
en el sentido que hoy da a este término Umberto Eco(A paso de cangrejo.
Caracas: Debate, 2006, p.54-73). Sobre el volumen Tiempo de Ezequiel Zamora
escribió Guillermo Morón, amigo probado de Brito Figueroa, pese a haber
padecido siempre su “mal carácter, agresivo”, dice que fue “gran historiador y
difícil amigo”, que su libro sobre Zamora sólo fue “un arma política, no un
libro de historia” (Patiquines, pavorreales y notables. Caracas:
Planeta, 2002, p.221, 223 y 225). Y como también lo demuestra Adolfo Rodríguez
al caudillo federal si algunas ideas del socialismo o del comunismo le pudieron
llegar para nada influyeron en él (p.307-310). Y la presencia de aquellos dos
aventureros franceses, Murtón de Veratro(c1830-1872) y Napoleón Abril, que se
dice venían de haber participado en la revuelta que en 1848 conmovió a
Europa(enero-febrero) y en especial a París(junio 24-26), se debe decir que fue
escaso el tiempo en que estuvieron cerca del caudillo y limitada su posible
influencia, la cual no ha podido ser demostrada documentalmente por ningún
autor hasta ahora pese a atribuírsele a Murtón haber concebido el lema “Dios y
Federación” como recuerdan el citado Caballero(Ni Dios ni Federación,p.214)
y Adolfo Rodríguez (La llamada del fuego,p.286,287-288). Rodríguez
explica también que la divisa “Dios y Federación” ya se había pronunciado en el
oriente de Venezuela en 1835 durante la “Revolución de las reformas” (p.288),
según esto, añadimos, pudo ser inventada por Estanislao Rendón (1806-1874),
quien fue reformista y quien era un ideólogo liberal en aquellas costas. Por
reformista Rendón debió irse al exilio después de aquella revuelta contra el
presidente José María Vargas por varios años. Y Morton y Avril no pudieron
convencer a Zamora de ninguna idea, incluso radical, porque como lo anotó José
Gil Fortoul (1861-1943): “Definir el ideal, ponerlo en contacto con la
realidad, hubiera sido esfuerzo superior a su carácter impulsivo e impaciente”
(Historia constitucional de Venezuela, t.III, p.157). O porque como
apunto el maestro Arturo Uslar Pietri (1906-2001), a quien cita Adolfo
Rodríguez, “si uno lee los documentos de la época, es poco lo que se saca en
claro...del lado federal, tanto los de Zamora como en los de Falcón, no se
encuentran sino generalidades y conceptos vagos sobre los objetivos de la
Revolución. Proclamación del régimen de libertades individuales irrestrictas,
desmantelamiento del poder y autonomía absoluta de las provincias” (La
llamada del fuego, p.310). Así fue, ni siquiera el comunismo lo influyó
porque Zamora, pese a su leyenda avivada primero por la izquierda marxista
venezolana, ahora por el chavismo, no pasó de ser, para quien lee la historia a
través de sus papeles, un caudillo más del siglo XIX. Y, claro está, todo lo
que propalan Chávez y su gente alrededor de él es incierto, ni siquiera
verdaderos son sus restos que tanto venera en el Panteón Nacional la actual
llamada revolución, que para nada lo es. Los verdaderos se perdieron en 1868,
año de honda guerra en el país, días de la “Revolución Azul”, en el camino
entre San Carlos, donde habían desenterrado los verdaderos en presencia de uno
de sus sepultureros horas después de su asesinato, y Los Teques. Por esos lares
desaparecieron. Los que trajo Guzmán Blanco al Panteón Nacional fueron los de
algún soldado federal que ya presidente Guzmán Blanco, en uno de sus pasos por
San Carlos, hizo sacar de una fosa allí, dio orden de traerlos a Caracas como
de Zamora y depositarlos en el Panteón Nacional. Y esto nos lleva a una última
consideración: ¡hay del pueblo, de la república, de la nación, que venera
mentiras. La conclusión es obvia: para 1859 ciertas ideas socialistas corrían
en el país a través de la prensa y en algunos libros. Y varias personas y
algunos políticos debieron leerlas. Pero no llegaron a Zamora ni este las
practicó. Por lo tanto no fue el introductor ni del socialismo ni del
comunismo en Venezuela. Y por lo tanto un estado que se considera tal,
como el que preside Hugo Chávez, no puede tener a Ezequiel Zamora como bandera
de su socialismo y de su comunismo tantas veces propalado.
Y en verdad la ideas marxistas penetraron en
Venezuela en el siglo XX, con la generación de 1928 y a través de su verdadero
introductor y vocero el tocuyano Pío Tamayo (1898-1935). Así cuando el doctor
Pedro Manuel Arcaya (1874- 1958), ministro de Gómez, acusó a los jóvenes de ser
comunistas estaba en lo cierto. En verdad el marxismo aclimató en los jóvenes venezolanos,
como Gustavo Machado Morales (1898-1983) o Salvador de la Plaza (1896-1970)
durante sus exilios. En el destierro también los conoció Pío Tamayo, quien fue
su primer divulgador entre nosotros. El Partido Comunista de Venezuela fue
fundado en Caracas, en la clandestinidad, en 1931. Públicamente la primera
persona en proclamarse comunista en Venezuela fue Gustavo Machado en un acto
político en el Teatro Municipal después de la muerte de Gómez cuando Machado
regresó del destierro.
Lo que si no tuvo eco en Venezuela fueron las ideas
de quien fue posiblemente el primer marxista venezolano, de religión judía y
raíces curazoleñas, graduado en Columbia University en Nueva York, el
doctor Daniel de León Jesurum(1852-1914) toda cuya acción se llevó a cabo en
los Estados Unidos. Se le considera padre del sindicalismo norteamericano. De
León en su actividad llegó a conocer a Lenin (1870-1924) y entre sus obras
quizá sea la más singular La reconstrucción socialista de la sociedad
(1905). Todavía se sigue repitiendo que había nacido en Curazao, de donde eran
sus padres, pero sabemos que siempre indicó haber nacido en Venezuela. No se
sabe dónde: ¿en Coro, en Puerto Cabello, en Caracas, que eran las ciudades en
las que vivían entre nosotros las familias Sefarditas curazoleñas?
Todo esto que son elementos históricos hay que
tenerlos en cuenta para el análisis de los asuntos que tratamos, para ver a
Zamora y para observar la divulgación entre nosotros del ideario marxista, de
tan crucial influencia en el siglo XX, al menos hasta los sucesos checos de
1968, donde se inició la caída del socialismo sin duda, en las huelgas de 1980
en Polonia, en la divulgación de la perestroika en 1985, en la vuelta de la
democracia de los países, llamados entonces del este europeo, en verdad eran
del centro de Europa como Polonia, Checoeslovaquia y Hungría, y en la caída del
Muro de Berlín a finales de 1989.
LOS PASAJES DE VILLANUEVA
Ya hemos señalado que se ha pensado en que Zamora
pudo ser un agrarista, o quizá socialista, en base a unos pasajes de la
biografía de Laureano Villanueva. Manuel Caballero los ha estudiado y ha
llegado, como es lógico a la conclusión contraria. Estos dos los fragmentos
citados por Caballero:
En el primero se lee: “Un día se presentó una mujer
llorando, porque un soldado le había robado unas prendas. Las prendas no valían
mayor cosa. Zamora llamó al soldado; y delante de él le hizo pagar lo que ella
decía que valían, que no pasaba de dos o tres pesos. Despidió a la mujer, y
después de que ésta se hubo ido, le dice al soldado, delante de sus edecanes,
del Secretario, Licenciado Iriarte, y otras personas:
-¿Cómo se ha atrevido usted a robar a esta infeliz?
¿Qué va usted a remediarse con esas miserables prendas? ¿No sabe usted que la
gente del pueblo es sagrada? Le haré dar a usted unos palos para castigarlo.
-Lo que debe cogerse son los ganados, bestias y
tiendas de los godos, porque con esas propiedades es con lo que ellos se
imponen, y oprimen al pueblo.
-A los godos se les debe dejar en camisa, pero la
gente del pueblo, igual a usted, se respeta y se protege. Y siguió discurriendo
sobre estas ideas enteramente revolucionarias. Todo con el propósito de
infundir a la tropa amor al pueblo y odio a los ricos, aunque fueran liberales;
pues decía que las mismas haciendas de los Pulidos, aunque éstos eran
liberales, debían destruirse” (Vida del valiente general Ezequiel Zamora.
Caracas: Monte Ávila Editores, 1992, t.I, p.132-133).
El segundo trozo es este: “los liberales se
esparcían por las selvas, dominaban las serranías y los llanos, y sublevaban
las masas populares. Los libertos llevaban clavada en la mente la idea de que
los oligarcas los iban a volver a la esclavitud, y los de Coro creían que
debían exclusivamente su libertad al General Falcón. Indios de acá y de allá
andaban alucinados con los resguardos de tierras de los indígenas, que les
ofrecían leguleyos de las aldeas. Los pobres, en suma, tenían horror de los
centralistas, porque entre otras cosas propalaban que los querían vender a los
ingleses, para con sus carnes hacer jabón, y con sus huesos cachas de
cuchillos, bastones y sombrillas” (Vida del valiente general Ezequiel Zamora,
ed.1992, t.II, p.42).
El LLAMADO SOCIALISMO DE ZAMORA
En la p.103 de La llamada del fuego expresa
Rodríguez: “Cree Laureano Villanueva que ‘la ambición constante’ de Ezequiel
Zamora, era ‘servir al pueblo, a la manera de Tiberio Graco, con ciertas ideas
utópicas de socialismo y de igualdad de bienes” (Vida del valiente ciudadano
Ezequiel Zamora. Caracas: OCI, 1975, p.241). Fue Tiberio Graco (162-133 aC)
tribuno de la plebe, autor de una ley agraria redistributiva. Fue acusado de
conspiración y murió en un motín.
Las otras referencias que logró estudiar y ordenar
fueron: “Se difunde en el país, más o menos, qué cosa es el socialismo. El
periódico liberal El patriota, al que una vez estuvo suscrito Zamora,
publica en su número 12 del 17 de octubre de 1848 una traducción de artículo de
L.Beybaud sobre los ‘socialistas’, en el que se explican ideas de Fourrier,
Owen y Saint Simón” (p.175)
“En la imprenta de Domingo Salazar, Pedrera a
Gorda, se oferta en 1850, el libro ‘Barcelona moderna y Barcelona antigua.
El socialismo y la economía política. Síntomas del Tiempo. Anarquía
intelectual’” (p.175)
¿Era rojo Zamora? se pregunta Rodríguez (p.307): no
lo podía ser porque entonces ese era el color de los conservadores. Lo que dice
Brito Figueroa sobre el color rojo, el propio de los comunistas, y Zamora es
pura invención suya, una traspolación de los tiempos.
En 1853: “Una traducción del libro de Lamartine
sobre la revolución de 1848 en Francia es editada en esos días en Caracas y
dícese allí de los proletarios de Luis Blanqui con estandartes rojos” (p.308).
El general Rafael Urdaneta (1823-1862), llamado Urdaneta en el joven para no
confundirlo con su padre el prócer del mismo nombre y apellido, “había sido, en
París, alumno de Adolfo Blanqui, hermano de aquel socialista francés” (p.308).
“Brito Figueroa sostiene, sin evidencias
documentales, que obreros y artesanos participantes en las barricadas de 1848
son ‘los primeros rojos que llegan a Venezuela” (p.308). No podían ser “rojos”
pues de ese mismo año es el Manifiesto Comunista de Marx. Pese a ello, y de eso
si hay evidencia citada por Rodríguez, tomada de El Constitucional
(diciembre 3,1859) que había entonces en Caracas quien llamaba “liberales
rojos” a varias personas, entre ellos a Zamora, cuyo nombre escribe “Exequiel”
(p.309). Cuando aparece ese número de El constitucional faltaban siete
días para la batalla de Santa Inés (diciembre 10-11,1859), en Barinas, donde
triunfó Zamora sobre la fuerzas del gobierno. Pero el dirigente sólo logró
vivir veinte y nueve días más.
Continua Rodríguez: “A los federales se les
endilgó, también, ideas socialistas” (p.309); hay quien pensó, como Ramón
Ramírez, que “el liberalismo es el nombre que usa el socialismo cuando viaja de
incógnito” (p.309).
Explica Rodríguez: “El verbo federar adquiere
aceptación al respecto, al asociársele con decomiso, confiscación,
comunicación” (p.309).
“Y el escritor marxista Carlos Irazábal (1907-1991)
no duda que el caudillo federal: quería el mejoramiento económico del pueblo
aun cuando no sabía cómo llevarlo a cabo. El comprendió claramente que la
fortaleza del enemigo radicaba en su fuerza económica” (Venezuela: esclava y
feudal. Caracas: José Agustín Catalá Editor, 1974, p.250). Irazábal puede
ser considerado el padre de la historiografía marxista venezolana.
La síntesis de todo esto está en las tres citas que
siguen, están en La llamada del fuego. El doctor José Gil Fortoul en su Historia
constitucional de Venezuela señala: “La luz que penetraba en su cerebro era
el reflejo remiso de un ideal democrático entrevisto en alguna que otra lectura
de libros literarios y periódicos de lucha. Definir el ideal, ponerlo en
contacto con la realidad, hubiera sido esfuerzo superior a su carácter
impulsivo e impaciente” (p.310. Subrayado nuestro)
Arturo Uslar Pietri de quien Rodríguez cita este
significativo fragmento: “Si uno lee los documentos de la época, es poco lo que
se saca en claro…del lado federal, tanto en los de Zamora como en los de
Falcón, no se encuentran sino generalidades y conceptos vagos sobre los
objetivos de la Revolución. Proclamación de un régimen de libertades
individuales irrestrictas, desmantelamiento del poder y autonomía absoluta de
las provincias” (p.310).
Allí está la explicación: casi no tuvo ideas
determinadas. Y “Nada de comunismo” (p.310) como expresa Rodríguez. Y nada de
socialismo tampoco. En su cabeza sólo había un “revulicio mental” (p.329). Fue
la “inteligencia primitiva” que dijo Manuel Caballero (Ni Dios ni Federación,
p.214).
* Publicado con autorización del autor para el blog Venezuela de Antaño
No hay comentarios:
Publicar un comentario