Por: Carlos Alarico Gómez
Los sucesos ocurridos el 19 de abril de 1810 en Caracas originaron una
Junta de Gobierno que se autocalificó de “Defensora de los Derechos de Fernando
VII”, descalificando de paso al capitán general Vicente de Emparan y Orbe de
quien se decía que simpatizaba con las autoridades francesas que habían
usurpado el trono español. Lo que ocurrió fue sin duda el primer golpe de
Estado que sufrió el país. Nunca antes se había vivido una situación como esa.
Para consolidarse en el poder la Junta buscó el respaldo de las provincias que
integraban la Capitanía General, así como el de algunos gobiernos de países
amigos. En lo primero logró el apoyo de siete provincias, pero sufrió el
rechazo de Coro, Maracaibo y Guayana, que permanecieron fieles a las
autoridades derrocadas. En lo segundo enviaron misiones diplomáticas a buscar
el reconocimiento de Londres y Washington, con lo que buscaban evitar que
España intentara alguna represalia militar. Esa previsión era lógica. La brusca remoción del capitán general se efectuó sin el
consentimiento del Consejo de Regencia, el cual había sido instalado en Cádiz
el 31 de enero de 1810, presidido por el general Francisco Xavier de Castaños, duque de Bailén,
quien comenzó a gobernar desde la Isla de León en Cádiz.
Los
antecedentes del 19 de abril
Lo ocurrido en Caracas tuvo su origen en los
sucesos que se iniciaron en España desde que su territorio fue ocupado por un
ejército francés integrado por cien mil hombres, bajo el mando del mariscal
Joaquín Murat, el cual fue enviado por Napoleón Bonaparte, que para entonces era
el dueño de Europa. Los franceses entraron en España como consecuencia del
Tratado de Fontainebleau, firmado por el rey en 1807 y refrendado por Manuel
Godoy, primer ministro del Reino, lo que no fue del agrado del pueblo español,
que se amotinó en Aranjuez el 17 de marzo de 1808, con la participación de
líderes provenientes de la alta nobleza y del sector radical del partido
Liberal, quienes coincidieron en la protesta contra el Príncipe de la Paz, como
era llamado el ministro Godoy. El Consejo de Castilla validó el acto y la gente
comenzó a darle vivas a Fernando VII como nuevo monarca, provocando la prisión
de Godoy y la abdicación de Carlos IV, lo que fue celebrado por el pueblo, que
veía con desagrado el progresivo deterioro que sufría España bajo la pésima
administración de Carlos IV (1788-1808) y su ministro Godoy, quienes condujeron
a España a la pérdida de parte de sus territorios, al empobrecimiento de la
población y, sobre todo, al desprestigio de la Casa Real.
La alegría duró muy poco. Fernando
VII pasó a ser un títere del Emperador francés hasta el punto de que el 10 de
abril de de 1808 recibió la orden de asistir a una reunión en Bayona, dejando
encargado del trono a una Junta de Gobierno presidida por el infante don
Antonio Pascual de Borbón y Wettin, hermano menor de Carlos IV. También
asistieron a la reunión Carlos IV y su esposa, los infantes y el Príncipe de la
Paz, quien fue sacado de la prisión donde se hallaba. El resultado estaba
previamente señalado por Napoleón: Fernando le restituyó el trono a su padre y
éste a su vez abdicó en favor de José, hermano del emperador francés, en tanto
los infantes fueron obligados a renunciar a sus derechos de sucesión. A partir
de ese momento Fernando VII permaneció detenido en Bayona, en el castillo de
Valencay, Carlos IV fue enviado al exilio en Roma, la Junta de Gobierno fue disuelta y el mariscal Joaquín
de Murat asumió el poder mientras se producía la llegada de José Bonaparte, el
nuevo monarca.
Tales hechos provocaron un profundo
malestar en el pueblo español, lo que se tradujo en protestas violentas que terminaron
en la masacre de Madrid ordenada por Murat el
2 de mayo de 1808, lo
que dio inicio a una guerra que se extendió por Oviedo, Gerona y Zaragoza. A
pesar del conflicto, el 25 de julio siguiente el Consejo de Castilla le tomó el juramento a José
Bonaparte con el nombre de José I, rey de España. No obstante, la insurrección siguió. En Sevilla se designó una Junta Suprema destinada
a gobernar el territorio español sin tomar en cuenta al rey José, pero se originó una verdadera
anarquía con la creación de juntas paralelas en Asturias, Cataluña, Murcia y
León, que no acataban los lineamientos
emanados de Sevilla, optando cada una en representar el territorio en que le
correspondía actuar. Las consecuencias fueron catastróficas para la causa de
España y ante la hecatombe que se vivía convinieron en designar una Junta
Central Suprema y Gubernativa del Reino, la cual presidió José Moñino y
Redondo, conde de Floridablanca, quien tuvo la responsabilidad de custodiar la
soberanía del reino, pero sin disolver las juntas provinciales. Esa Junta
procedió a crear un Consejo de Gobierno y un Tribunal Supremo de España e
Indias, con lo que se intentó evitar el caos, pero la guerra continuaba y los
franceses se anotaban constantes victorias, por cuyo motivo los insurrectos se
refugiaron en Cádiz.
Emparan
y Orbe (1809-1810)
Mientras
esas cosas ocurrían, la Junta Central Suprema y
Gubernativa del Reino procedió a designar capitán general de Venezuela al
mariscal de campo Vicente de Emparan y Orbe en sustitución de Juan de
Casas, quien estuvo en el cargo hasta mayo de 1809. La selección se efectuó
debido al conocimiento que tenía Emparan del territorio venezolano, ya que
había sido gobernador de Cumaná entre 1792 y 1804.
Al
iniciar su gobierno Emparan pudo notar que la situación en Venezuela era de
sumo desagrado, especialmente por la presencia del neogranadino Joaquín de Mosquera y Figueroa, que
había sido enviado por la Corona desde 1805 para efectuar una auditoría en la
Real Audiencia, actividad en la que determinó la responsabilidad administrativa
de tres altos funcionarios que fueron destituidos. También ordenó la prisión
de Manuel Matos, Diego Melo e Ignacio
Manrique el 27 de julio de 1808, a los que acusó de subvertir el orden público por
haber expresado en alta voz que “... ha llegado el momento de que los
americanos gocen de libertad. Es necesario ahorcar a todos los jefes y matar a
los españoles…” (Briceño Iragorry: Casa
León y su tiempo, 1954, p. 127). Tres meses más tarde fueron puestos en
libertad, después de negar las afirmaciones de los testigos y de formular votos
de fidelidad a Fernando VII. Estaba claro que la tranquilidad de la antigua
Capitanía había comenzado a resquebrajarse.
La
prisión de ese grupo coincidió con la noticia de que la Capitanía General
estaba estudiando la posibilidad de establecer una junta similar a la de
Sevilla (Blanco y Azpúrua: Documentos
para la vida pública del Libertador, p. 170), para lo cual había procedido a la designación de una
Comisión encargada de preparar el proyecto, integrada por Isidoro López Méndez
y Manuel de Echezuría, altos funcionarios del gobierno en Caracas. El documento
fue presentado para su consideración el 29 de julio de 1808. La posición de
todos era favorable, pero la llegada de una Comisión de la Junta Suprema
procedente de Sevilla cambió la situación y se acordó prestarle obediencia a la
misma, de acuerdo al fallo emitido por la Real Audiencia el 5 de agosto.
Los
mantuanos no quedaron conformes y así lo expresaron en la reunión conspirativa
que efectuaron el 13 de noviembre de 1808 en la casa del intendente Juan
Vicente de Arce, noticia que llegó rápidamente a conocimiento de Joaquín de Mosquera y Figueroa, quien
inició una investigación destinada a informar los hechos a la Capitanía General
y a la Real Audiencia. Una vez sopesados los elementos probatorios, ordenó la
prisión en sus respectivos hogares del Marqués del Toro, del Marqués de Casa
León y del Conde de San Javier. Así mismo,
dispuso la prisión en cuarteles de José Félix Ribas, Nicolás Anzola, Vicente
Tejera, Mariano Montilla, Francisco Navas, Juan Sojo y los hermanos Martín y Jose
Tovar. Más grave aún fue el confinamiento de Pedro Palacios (Curiepe), Ignacio
y Antonio Nicolás Briceño (Ocumare del Tuy), Francisco Paúl y José de
Aristeguieta (Aragüita), Juan Nepomuceno Ribas (Guatire), José Uribe (Ocumare
de la Costa), Isidoro Quintero, Domingo Galindo y Narciso Blanco (Puerto
Cabello) Antonio Estévez (Tacarigua), Tomás Montilla (Baruta), Vicente Ibarra
(Charallave) y Francisco de la Cámara (La Guaira). La decisión fue sumamente
delicada y muy pronto traerá sus consecuencias. (Briceño Iragorry: Ibidem, p. 127).
Las personas arrestadas y
confinadas fueron recuperando su libertad de manera progresiva, especialmente
después de la partida de Mosquera y Figueroa en 1809 con destino a España,
donde obtuvo una diputación a la Corte de Cádiz (1810) y la Presidencia del
Consejo de Regencia, en cuyo cargo le correspondió sancionar la Constitución
liberal de Cádiz.
Como es de suponer, el
encargado de redactar los documentos para emitir las órdenes pertinentes fue
Andrés Bello, en su condición de segundo oficial de la Secretaría del capitán
general. El joven funcionario no tuvo opción. Tenía que obedecer las
instrucciones de su jefe, a pesar del sufrimiento moral que le causó escuchar
la sentencia de los altos funcionarios, consciente como estaba de la gravedad
de las órdenes de arresto y de confinamiento de los acusados, que eran personas
de la mayor relevancia en la sociedad de la época. Este es uno de los elementos
que usaron los enemigos de Bello contra él, a lo que hay que agregar el soneto que escribió cuando se enteró de la victoria del
general Francisco Xavier de Castaños sobre las tropas francesas comandadas por
el general Dupont (19 de julio de 1808) en Bailén, que tituló A la
victoria de Bailén, en el cual expresa: “Rompe
el león soberbio la cadena/con que atarle pensó la felonía,/y sacude con noble
bizarría/sobre el robusto cuello la melena.//
Cualquiera que conozca lo
acontecido en Madrid el 2 de mayo de 1808,
no puede sino sentir la misma alegría que inspiró a Bello cuando escribió su
soneto sobre el triunfo de Bailén.
Olvidan sus detractores que Venezuela tuvo tres siglos de vida común con España
y que de ella se heredaron sus instituciones, su religión y su lengua.
El 19 de abril de 1810
En
el mes de abril había un ambiente tan peligroso en Caracas que Vicente Basadre,
intendente del Ejército y de la Real Hacienda, escribió en sus memorias que “el primero de abril habíamos escapado
milagrosamente Emparan, su asesor, el
subinspector de Artillería y yo, respecto a que tenían pensado asesinarnos
aquella noche…” (Vaamonde: Diario de
una rebelión., p. 69). Emparan actuó con toda diligencia y expulsó de
Caracas a varios jóvenes militares que estaban complicados en el intento de
magnicidio, enviando una relación al rey en la que le decía que “seis o siete días antes de la insurrección
pretendí aprehender a don Tomás Montilla para expulsarle del distrito de la
Capitanía General, por haber sido advertido que la noche anterior se había
juntado en el cuartel de la Misericordia con tres hijos del teniente coronel
Francisco Carabaño, con los hermanos Ayala, con Juan del Castillo y con Diego
Jalón, oficiales del Cuerpo de Veteranos de la Reina…” (Vaamonde, Ibidem,
p. 71).
La
documentación revisada indica que había una conspiración en marcha para
derrocar a Emparan con el fin de establecer una Junta al estilo de la que
existía en España. La rebelión se vio reforzada con la noticia recibida de Madrid el 7 de abril, en la que se decía
que la Junta Central había dejado de existir en enero y que en su lugar se
había instalado un Consejo de Regencia. Como el ente que designó a Emparan
fue la Junta, los insurrectos argumentaron que su autoridad había cesado, a lo
que se sumaba que los franceses ocupaban casi todo el territorio ibérico,
incluyendo la capital de reino. En ese estado de cosas, los miembros del
Consejo de Regencia decidieron refugiarse en la isla de León, frente a Cádiz,
hoy isla de San Fernando.
Pero
en Venezuela la suerte estaba echada y el 19 de abril, durante la Semana Santa,
los miembros del Cabildo llevaron adelante su plan conspirativo para desconocer
la autoridad de Emparan obligándolo a dimitir, aduciendo que actuaban en nombre de Fernando VII y en desobediencia de José
I. En consecuencia, se creó una Junta Suprema
Defensora de los Derechos de Fernando VII, dirigida por José de Las Llamosas y Martín Tovar Ponte, la cual
estableció organizaciones similares en las provincias de Cumaná, Margarita,
Barinas, Barcelona, Trujillo y Mérida. Muy pronto se sabrían las verdaderas
intenciones de los defensores del monarca español, pues el 11 de junio de ese
mismo año convocaron comicios para elegir diputados de una nueva institución
que se llamaría Congreso, la cual instalaron el 2 de marzo de 1811 en la casa
del conde de San Javier. La convocatoria señalaba específicamente que era
necesario “… convocaros para consultar vuestros votos, ya para que escogieseis
inmediatamente las personas que por su probidad, luces y patriotismo os
parecieran dignas de vuestra confianza… (Convocatoria
a elecciones de Diputados, en la obra
Documentos de la Suprema Junta de Caracas, pp. 150 ejusdem), pero las
provincias de Coro, Maracaibo y Guayana
se mantuvieron fieles al Consejo de Regencia y no acataron la convocatoria.
Bolívar
La Junta Suprema inició su acción de
gobierno desde el mismo instante en que tomaron el control del Ayuntamiento de Caracas. Entre las
primeras medidas se acordó buscar apoyo en Inglaterra, para lo cual designó una
Misión integrada por Simón Bolívar y Luis López Méndez, quienes se dirigieron a
la Junta para solicitar se nombrara a Andrés Bello como Secretario de la
Comisión para cumplir cabalmente con el encargo que les había sido encomendado.
La respuesta la recibieron el 4 de junio, con el siguiente mensaje: “La Suprema Junta, teniendo en consideración
los motivos que VSS alegan en su oficio de ayer para pretender que las acompañe
en la comisión Londres el Comisario de Guerra don Andrés Bello, Oficial Primero
de la Secretaría de Relaciones Exteriores, ha condescendido con su instancia, y
lo comunico a VSS para su inteligencia” (Grases, ibidem, p. 39). La
selección de Bello estuvo sustentada en su demostrada capacidad, en su carácter
disuasivo y en su dominio de la lengua inglesa.
La noticia del viaje de la comisión
apareció publicada en la Gazeta de
Caracas Nº 102 el viernes 8 de junio de 1810, con el siguiente texto: “… ha llegado (a La Guaira) con escala en
Cumaná la Corveta de S.M.B. Gener. Wellington, y su Comandante Capit. George ha
presentado a la Suprema Junta el siguiente pliego del Exc.mo Sr. Almirante
Cochrane, Comandante en Gefe de las fuerzas navales británicas de Barlovento
con copia inclusa de lo que contextó S. E. a la Junta Provincial de Cumaná
cuando tuvo noticia de su instalación. Este buque saldrá de un momento a otro
para cumplir en el amistoso destino con que lo embió S. E. de conducir pliegos
o comisiones á Inglaterra, y en el deben ir los comisionados de este Gobierno cerca
de S. M. B. que lo son los Sres. Don Simón de Bolívar Coronel Graduado de
Milicias, Don Luis López Méndez Comisario Ordenador Graduado, y en calidad de
agregado Don Andrés Bello Comisario de Guerra honorario y oficial de la
Secretaría de Estado de la Suprema Junta”.
Estos tres
personajes debían lograr respaldo para el proyecto libertario que se había
comenzado a perfilar desde que se inició la crisis española en 1808. Los comisionados salieron optimistas
y contentos hacia Londres a bordo de la corbeta Wellington y el 10 de julio desembarcaron en Portsmouth, tomando de
inmediato una carreta que los condujo a Londres. Los primeros días de
permanencia fueron muy bien recibidos por Francisco de Miranda en su casa de
Grafton Streeet, en la que vivía con su esposa Sarah Andrews y con sus hijos
Francisco y Leandro. Mientras estuvo residenciado allí, Bello recibió varias
cartas de Juan Germán Roscio, pero quizá la más significativa fue la del 24 de
septiembre, en la que le dice que “Supimos
que ustedes habían llegado el 10 de julio. Por Curazao han ido dos
correspondencias mías. Es muy importante la de Santa Fe y Buenos Aires,
nuestros imitadores; y es necesario que toda la América siga el mismo partido,
si no quiere ser presa de la Francia, o de otra nueva tiranía gaditana. Tenga
usted muy en cuenta lo que contestó la Junta Central… los españoles,
abandonados de sus autoridades a favor del gobierno francés, se rescataron y reconquistaron por sí mimos;
por consiguiente, quedaron libres e independientes de todos los lazos políticos
que los ataban a su anterior sistema…”. (Roscio: Carta a Bello del 24 de septiembre de 1810, en Escritos Representativos, 1971, p. 41). La actitud de Inglaterra no
era cónsona con las aspiraciones de los venezolanos, debidoa a que la situación en Europa se había
complicado como consecuencia de la ocupación francesa en casi todo el
territorio del viejo continente, lo que hacía obvio que su próximo objetivo
sería atacar el territorio inglés. Por lo tanto, el Foreign Office, para entonces dirigido por el diplomático Richard
Wellesley, estaba trabajando intensamente en el establecimiento de una alianza
con España y, como consecuencia, no podían darle sustento político a una Junta
que no tenía apoyo del Consejo de Regencia establecido en Cádiz.
Las oportunas intervenciones de
Miranda permitieron abrir las puertas de los poderosos en el gobierno británico
y gracias a ello fue posible lograr un apoyo parcial que se concretó en la
calificación de beligerantes que le dio el gobierno de Jorge III a la Junta
Suprema, a través del primer ministro William Pitt, además de la seguridad de
que suscribirían acuerdos comerciales. Los ingleses estaban conscientes de que
los venezolanos podían tratar de acercarse a Francia en su intento de separarse
de España, deseo que habían dejado entrever con bastante sutileza durante el
ciclo de reuniones efectuadas. Al lograr este acuerdo, Bolívar regresó a
Venezuela, no sin antes obtener la promesa de Miranda de que se incorporaría a
la lucha por la libertad que ya había comenzado. Bello y López Méndez
permanecieron en la casa de Miranda en Londres con el propósito de ampliar los
logros alcanzados.
Miranda partió para Venezuela en
octubre de ese año, mientras Bello y López Méndez establecían relación de
amistad con el peruano José María Blanco White, director del periódico El Español; y con Lord Henry Holland,
líder del partido Whig de corte
liberal. Bello fue contratado como periodista por Blanco White, lo que
aprovechó para pregonar la separación de Venezuela de España. A su regreso a
Venezuela en diciembre de 1810 Miranda logró imponer su liderazgo en la
Sociedad Patriótica, ganó un curul de diputado al Congreso por El Pao (1811) y
asumió la jefatura del ejército venezolano (1812), pero el jefe realista
Domingo de Monteverde logró vencerlo y lo envió prisionero a La Carraca, donde
murió el 14 de julio de 1816.
Bolívar asume el liderazgo
Después de la pérdida de la Primera
República, Bolívar salió al exilio incorporándose al ejército de la Nueva
Granada. Muy pronto regresaría a dirigir la Guerra de Independencia y después
de muchas dificultades logró vencer al general Miguel de La Torre en el Campo
de Carabobo el 24 de junio de 1821 y fundó a Colombia en honor a Colón, con los
antiguos territorios de Venezuela, Nueva Granada y Quito. El 19 de abril de
1810 había tardado once años en dar sus resultados.
FUENTES CONSULTADAS:
Blanco, J. F./ y Azpúrua, R.: Documentos
para la vida pública del Libertador de Colombia, Perú y Bolivia. Caracas
(1983, 2da. edic.): Edic. Presid. de la Rep.
Biceño Iragorry, Mario. Casa León y su tiempo. Madrid (1954): Ediciones Edime.
DOCUMENTOS DE LA SUPREMA JUNTA DE CARACAS (1810). Caracas (1980): Cantv.
Garrido Rovira, Juan. La Revolución de 1810. Caracas (1996): Editorial Torino.
GAZETA DE CARACAS (1808-1810). Caracas (MCMLX):
Academia Nacional de la Historia.
Grases, Pedro: Estudios
sobre Andrés Bello. Barcelona, España (1981, tomos I y II): Edit. Seix
Barral.
Roscio, Juan Germán (1810). Carta a Bello en Escritos
Representativos. Caracas: Edic. Presidencia de la Rep., 1971, p. 41.
Vaamonde, Gustavo Adolfo. Diario de una rebelión. Caracas (2008): Fundación Empresas Polar.
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