Eumenes Fuguet Borregales (*)
El 6 de febrero de 1914 se efectuó en la Plaza
del Cristo también conocida como Jerusalén, frente a la Plaza Lourdes de
Maiquetía, la inauguración y bendición del milagroso Cristo de los Cuatro
Clavos, uno de los pocos con esta característica que se encuentran en el mundo.
El símbolo de la cruz existe desde aproximadamente ocho mil años, lo evidencian
las investigaciones arqueológicas; la máxima pena en la antigüedad la
constituía la crucifixión, utilizada en pueblos tales como: Babilonia, Persia, Asiria, Egipto y Cartagena o Nueva Cartago. El
condenado es atado o clavado en una cruz de madera o entre árboles, es dejado
allí horas o días hasta su muerte. Los griegos adoptaron esta forma de castigo,
tomada por los romanos. Después de
conquistar Tiro, Alejandro de Macedonia ordena que crucifiquen a dos mil personas. El emperador Publio Licinio
Valeriano (200-260), crucificó a seis mil soldados prisioneros. Los romanos
preferían utilizar los clavos de hierro de aproximadamente 13 a 18 centímetros
de longitud y de 1 centímetro de ancho, ante que las sogas. Los artistas y
conocedores de arte han mantenido por
muchos años, diferentes puntos de vista en relación a la crucifixión de Nuestro Señor
Jesucristo con tres o cuatro clavos. El pintor Francisco Pacheco, maestro y
suegro del famoso pintor sevillano Diego Velázquez (1599-1660), de los máximos
exponentes de la pintura española y universal,
en una carta fechada en 1620 defendió la pintura del Crucificado con cuatro
clavos. Pacheco se basaba en
argumentaciones suministradas por Francisco de Rioja y el italiano Ángelo Rocca, obispo de Tagasta, quien en 1609 había
publicado un breve tratado sobre este aspecto, según las revelaciones que
recibió Santa Brígida de Suecia (1302-1373) Patrona de Europa, su festividad es
el 23 de julio. La Santa tuvo varias visiones, en ellas predecía hechos futuros
y apariciones de santos. En una de esas visiones
pudo ver la muerte y torturas que sufrió Cristo. Francisco Pacheco
sostenía la idea de la crucifixión con
cuatro clavos, frente a la más extendida representación del Crucificado sujeto
al madero con solo tres clavos, cruzado un pie sobre el otro. En el Museo del
Prado de Madrid se encuentra un lienzo de un Cristo con cuatro clavos pintado
por Velázquez en 1632, con dos clavos para las manos y dos para los pies. Los
artistas de estilo gótico representan a Cristo con tres clavos, haciendo que un
pie esté sobre otro, lo que obliga a una pierna a doblarse en forma diferente a
la otra. El pintor español Francisco de
Zurbarán (1598-1664), realizó en 1627 su Cristo en la cruz con cuatro clavos,
en la creencia de que era imposible que los pies fueran atravesados únicamente
por un clavo. Los pintores seguidores del
clasicismo eran partidarios de tres
clavos, mientras que los del realismo de
Velázquez son partidarios de cuatro. San Ambrosio, San Agustín y otros
mencionan expresamente los cuatro clavos que se emplearon para crucificar a
Jesús. La Iglesia consideraba que la discusión entre los 3 ó 4 clavos carecía
de sentido. Son escasos los cristos de
cuatro clavos, entre ellos tenemos: el
Cristo de la Clemencia en la
Catedral de Sevilla elaborado en
1603; basado en las revelaciones de Santa Brígida. El Cristo de cuatro clavos de Nuestra Señora Guadalupe en Reynosa- México; la
cruz mide entre 1.90 metros de ancho por 3.10 metros de alto, elaborado en una
sola pieza de mármol de Carrara, es decir, el mismo material utilizado por
Miguel Ángel Buonarroti en las obras que adornan la ciudad del Vaticano. El
milagroso Cristo de cuatro clavos en la iglesia de Shapaja, departamento
de San Martín, al este del Perú. En Venezuela son conocidos: el de la Iglesia
San José en Caripito, que presenta a Cristo con cuatro clavos, uno en cada mano
y pies, estos últimos están separados, y el de la iglesia Cristo de Maiquetía;
El Padre Santiago Machado tuvo la feliz
idea de comprar un terreno frente a la Plaza Lourdes y mandar a fundir en
Francia un Cristo crucificado en metal resistente a la
intemperie y al salitre; la cruz fue hecha en Venezuela en tres piezas: la más
larga se fijó sobre la gruta base, donde iba a ir el Santo Sepulcro, y los
otros dos trozos, que eran los brazos de la Cruz, con el Cristo ya fijo. Muchos
caraqueños bajaron el 6 de febrero de 1914 a La Guaira al acto de bendición de
la sagrada imagen de nuestro redentor, utilizando el ferrocarril Caracas - La Guaira; como invitados
especiales asistieron: el Delegado Apostólico, Monseñor Carlos Pietrapaoli
quien bendijo la obra, el Arzobispo de Caracas, Monseñor Juan Bautista Castro,
autoridades civiles y religiosas, cofradías colaboradoras y numerosos fieles.
(*) Gral.deBgda.
churuguarero77@gmai.com
@eumenesfuguet
Historia y Tradición
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