El
general Isaías Medina Angarita ordenó la demolición del viejo Silencio.
Fue en aquella época un verdadero impacto. Es bueno que se recuerde que
nosotros teníamos a seis cuadras de la Plaza Bolívar la zona más
horrible que existía en América Latina, que era un barrio horrible en
donde nadie podía entrar de noche; donde se cruzaban gánsters, bandidos,
ladrones, es decir, algo terrible. Bueno, Medina derrumbó todo aquel
viejo Silencio y apareció entonces esa urbanización que hizo el
arquitecto Carlos Raúl Villanueva y que llamamos hoy El Silencio, como
entonces.
Cuando el presidente llegó a la Plaza Miranda, el pueblo comenzó a gritar:
¡Viva Medina! ¡Viva Medina!-. El General se quitó el sombrero para saludar a la multitud y le dijo a Diego Nucete Sardi, Director del Banco Obrero:
-La gente está contenta- Medina iba vestido de gris y caminó hacia la casita número 23, de la calle oeste de la Plaza Miranda. Nucete Sardi le entregó un pico, nuevecito, y cuando el Presidente lo levantó para descargar el primer picazo que anunciaba la demolición de El Silencio, Carreñito Delgado, gritó:
-¡Un momentico, General! - Medina, sonriendo, sostuvo el pico, mientras Luis Noguera, el viejo Avilan, el gordo Pérez y Jaime Albánez tomaban las fotos.
Caracas estaba celebrando el 374 aniversario de su fundación, el 25 de julio de 1942, con la primera gran obra, que iba a transformar a la capital.
-Yo no lo creo hasta que no lo vea con estos ojos que se han de comer la tierra... -decían las señoritas viejas que vivían en las parroquias vecinas.
-¡Matilde! ¡quítate de la ventana! ¡Recuerda que El Silencio está muy cerca! - recomendaban madres, tías, cuñadas. Las prostitutas que salían a la calle, con una mano en la cintura y en la otra una botella de cerveza, para partírsela en la cabeza a un cliente que quería "tirarles un carro", tomaban las calles de El Silencio; los ladrones y asesinos más buscados se ocultaban en El Silencio.
-Por fin vamos a terminar con este foco de pecado-, dijo Monseñor Pellín en voz alta, para que lo escuchara el propio General Medina, y cuando el Presidente se quedó viendo con sonrisa de satisfacción al cura-periodista, Monseñor agregó:
-Presidente Medina, la familia caraqueña no tendrá con qué pagarle lo que usted está haciendo hoy y lo abrazó, mientras Arrieti y otros dirigentes comunistas gritaban:
-¡Viva Medina! ¡Con Medina contra la reacción! ¡Viva Medina!- los periodistas rodearon al Presidente. -Pasado mañana lunes -dijo el General a los reporteros-, 400 obreros comienzan a demoler todo esto. Aquí se alzará una de las urbanizaciones más espectaculares de América Latina, con hermosos apartamentos, parques y todo lo que se necesita dentro de una comunidad moderna. De este viejo Silencio no quedará ni el recuerdo, se los aseguro a ustedes...
Muchas personas no creían lo que decía el Presidente. Pero así fue; tal como él lo anunció.
| EL UNIVERSAL viernes 12 de octubre de 2012
Cuando el presidente llegó a la Plaza Miranda, el pueblo comenzó a gritar:
¡Viva Medina! ¡Viva Medina!-. El General se quitó el sombrero para saludar a la multitud y le dijo a Diego Nucete Sardi, Director del Banco Obrero:
-La gente está contenta- Medina iba vestido de gris y caminó hacia la casita número 23, de la calle oeste de la Plaza Miranda. Nucete Sardi le entregó un pico, nuevecito, y cuando el Presidente lo levantó para descargar el primer picazo que anunciaba la demolición de El Silencio, Carreñito Delgado, gritó:
-¡Un momentico, General! - Medina, sonriendo, sostuvo el pico, mientras Luis Noguera, el viejo Avilan, el gordo Pérez y Jaime Albánez tomaban las fotos.
Caracas estaba celebrando el 374 aniversario de su fundación, el 25 de julio de 1942, con la primera gran obra, que iba a transformar a la capital.
-Yo no lo creo hasta que no lo vea con estos ojos que se han de comer la tierra... -decían las señoritas viejas que vivían en las parroquias vecinas.
-¡Matilde! ¡quítate de la ventana! ¡Recuerda que El Silencio está muy cerca! - recomendaban madres, tías, cuñadas. Las prostitutas que salían a la calle, con una mano en la cintura y en la otra una botella de cerveza, para partírsela en la cabeza a un cliente que quería "tirarles un carro", tomaban las calles de El Silencio; los ladrones y asesinos más buscados se ocultaban en El Silencio.
-Por fin vamos a terminar con este foco de pecado-, dijo Monseñor Pellín en voz alta, para que lo escuchara el propio General Medina, y cuando el Presidente se quedó viendo con sonrisa de satisfacción al cura-periodista, Monseñor agregó:
-Presidente Medina, la familia caraqueña no tendrá con qué pagarle lo que usted está haciendo hoy y lo abrazó, mientras Arrieti y otros dirigentes comunistas gritaban:
-¡Viva Medina! ¡Con Medina contra la reacción! ¡Viva Medina!- los periodistas rodearon al Presidente. -Pasado mañana lunes -dijo el General a los reporteros-, 400 obreros comienzan a demoler todo esto. Aquí se alzará una de las urbanizaciones más espectaculares de América Latina, con hermosos apartamentos, parques y todo lo que se necesita dentro de una comunidad moderna. De este viejo Silencio no quedará ni el recuerdo, se los aseguro a ustedes...
Muchas personas no creían lo que decía el Presidente. Pero así fue; tal como él lo anunció.
| EL UNIVERSAL viernes 12 de octubre de 2012
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