De Obras incompletas, Caracas: Monte Ávila, 1969
¿Qué
podremos decir acerca del poema hermético? Prácticamente nada; si
pudiéramos decir algo, entonces ya no sería poema hermético. Nada más
por «hacerle la lucha», diremos que constituye una fórmula magnífica
para escribir y escribir sin dar jamás a nadie la oportunidad de saber
si se es un genio o un burro pero haciendo sospechar que se es lo
primero, de manera que no haya crítico capaz de opinar que el Rey está
desnudo como en el famoso ejemplo del
Conde Lucanor. Ante un poema hermético, el lector puede a lo sumo
colocarse en una posición ecléctica diciendo: «Este tipo está loco». Su
truco, muy parecido al de las diversas formas del abstraccionismo
pictórico, consiste en hacer correr insistentemente la bola de que quien
no lo entienda es un ignorante, inculto, insensible, salvaje y peludo.
Ejercicio
muy apropiado para poetas-diplomáticos y becados que fueron a París a
estudiar medicina pero se sintieron obligados por la Musa a abandonar
los estudios, la poesía hermética ha venido a ser la salvación de muchos
literatos que poseen un rico vocabulario pero pocas ideas que expresar
con él. Es como una especie de «puerta franca» a la poesía como la que
se solía dar para el sexto toro en las corridas de los tiempos del
general Gómez,
del mismo modo que la aparición del verso libre lo fue para aquellos
que tenían muchas ideas pero no podían expresarlas sin caerse a
tequichazos con la preceptiva.
El
poema hermético «amateur» puede ser rimado o no, aunque modernamente se
prefiere evitar en lo posible el metro, la rima, el ritmo y hasta el
verso. Su única regla consiste en no descender en ningún momento a la
vulgaridad de hacerse inteligible, en ser absolutamente imposible de
comprender aun para los mejores expertos en criptografía de los
ejércitos soviético y norteamericano, pero salpicado de pequeños
destellos de claridad que obliguen al lector a lanzarse a una inútil
búsqueda de las ideas filosóficas del poeta. En cuanto a este, ha de ser
un hombre parco, reconcentrado, capaz de llegar con sus amigos a un bar
y pedir un té de manzanilla cuando todo el mundo ha pedido ron o
cerveza. Sus lecturas se limitarán a la Biblia, el Ulises de
Joyce y una que otra novela de Faulkner o Miller, aunque en poesía le
está permitido todo lo que esté en francés, amén de Dylan Thomas.
Saint-John Perse es absolutamente indispensable. En música, la
electrónica o nada. En cine, quemará incienso ante Ingmar Bergman y El
Llanero Solitario. En pintura, Op y Pop todo el tiempo. En teatro,
Ionesco y Beckett pa’ los que salgan. Su erudición no le permitirá de
ninguna manera citar a un poeta o filósofo a quien conozcan más de cinco
personas en el país, aunque será conveniente que de vez en cuando
sorprenda a todo el mundo emborrachándose para celebrar el cumpleaños de
Vargas Vila o dedicándole un poema a Curro Girón. Declaraciones como
«El Gato Félix es la cumbre del arte y la literatura actuales» y «yo
inventé la bomba atómica» se recomiendan ampliamente.
Aquí está nuestro ejemplo:
Canis familiaris
Poema hermético de Hermenegildo Bonjour
Me duele aquí, Gengis Khan devuélveme mis melocotones de azufre cochero, pare, cochero
para admirar la perfecta indecencia del percherón inglés con cara de
[pocillo o del pocillo con cara de mirabilis xalapa
[oscilando en el naranja muertifangoso cortado en rodajas de silencio chévere
hasta el fin de este almojarifazgo bonitamente cruel consigo mismo.
Yo frío, tú fríes, vosotros freís mientras los Orioles de Baltimore se besuquean con el ferrocarril de mermelada indecisa porque yo soy el coelacantho pero tú, falso como cierto rombo de Euclides, me habías negado una licencia de importación para cauchos cuadrados de seis lonas.
Inmerso en feroces empanadas que huelen como a cacao en concha con
[kerosén
no caí en el ardid;
son, me dije, cosas del nuevo estilacho
Fragonard!
en la techumbre del Museo del Hombre
había en otro tiempo
unas cucarachas
tamañas así
las había de todos los colores
hasta unas marrones y blancas como zapatitos de dos tonos.
Hoy no queda nada, solo bella gerunt allia y por si fortis incurritis pero
[sin el calaverin coquin
Señores del Jurado, yo no escondí el cuchíbido del zapatébido en el bombín de Charlot
Interrogad si no a esta cachucha recién nacida o a esa bicicleta de
[alfeñique forrada en cuero de arenque noruego o a aquel injerto de cangrejo
[con brocha gorda y el candado que se pasó quince años en el exilio porque
[no se quiso casar con la peineta de Imperio Argentina
Maromero y contabilista, anti-lector de Flaubert
he descubierto que el hombre de la Emulsión de Scott odiaba al viejito
del linimento Sloan
y que ya no tiene bacalao (el bacalao era solo un pretexto para no
[hacerse la radioscopia)
Pronto pronto una taza de leche con trementina
Con un palillo de cobalto pincho silicones a la plancha
He vencido
Bienvenidos al país de lo-que-ustedes-quieran
Hoy es San Perico de los Palotes.
para admirar la perfecta indecencia del percherón inglés con cara de
[pocillo o del pocillo con cara de mirabilis xalapa
[oscilando en el naranja muertifangoso cortado en rodajas de silencio chévere
hasta el fin de este almojarifazgo bonitamente cruel consigo mismo.
Yo frío, tú fríes, vosotros freís mientras los Orioles de Baltimore se besuquean con el ferrocarril de mermelada indecisa porque yo soy el coelacantho pero tú, falso como cierto rombo de Euclides, me habías negado una licencia de importación para cauchos cuadrados de seis lonas.
Inmerso en feroces empanadas que huelen como a cacao en concha con
[kerosén
no caí en el ardid;
son, me dije, cosas del nuevo estilacho
Fragonard!
en la techumbre del Museo del Hombre
había en otro tiempo
unas cucarachas
tamañas así
las había de todos los colores
hasta unas marrones y blancas como zapatitos de dos tonos.
Hoy no queda nada, solo bella gerunt allia y por si fortis incurritis pero
[sin el calaverin coquin
Señores del Jurado, yo no escondí el cuchíbido del zapatébido en el bombín de Charlot
Interrogad si no a esta cachucha recién nacida o a esa bicicleta de
[alfeñique forrada en cuero de arenque noruego o a aquel injerto de cangrejo
[con brocha gorda y el candado que se pasó quince años en el exilio porque
[no se quiso casar con la peineta de Imperio Argentina
Maromero y contabilista, anti-lector de Flaubert
he descubierto que el hombre de la Emulsión de Scott odiaba al viejito
del linimento Sloan
y que ya no tiene bacalao (el bacalao era solo un pretexto para no
[hacerse la radioscopia)
Pronto pronto una taza de leche con trementina
Con un palillo de cobalto pincho silicones a la plancha
He vencido
Bienvenidos al país de lo-que-ustedes-quieran
Hoy es San Perico de los Palotes.
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