Rafael Arteaga Romero*
Que pena sentí como nativo de este país cuando hace pocos días caminaba alrededor de la plaza El Venezolano, en pleno centro caraqueño y pude observar como en una suerte de galería pictórica pública y adornando una de las aceras que circundan la plaza, estaban pintados en la pared a todo color, los rostros de los mas conocidos héroes de nuestra guerra de Independencia. Eran 15 en total comenzando por nuestro Libertador tal como debe ser. Vi a Sucre, Ribas, Urdaneta, grandes guerreros y a otros quizás menos llenos de pólvora española como O’ Leary, los hermanos Monagas, culpables estos de una dictadura a la cual se acusa de asaltar al venerable Congreso de la República, etc.
Todos estaban allí por orden de alguien cuyos “estudios” de historia no fueron lo suficientemente completos como para recordar que faltó colocar el retrato de alguien que solo en la guerra de Independencia protagonizó 47 acciones miliares, de las cuales y para beneficio patrio fue triunfador en 43. En una de ellas el Libertador exclamó “es la más grande de las proezas militares que mis ojos han visto” refiriéndose a las Queseras del Medio. Ese alguien también “olvidó” Mucuritas, Mata de la Miel, El Yagual y por si fuera poco la magna epopeya del 24 de Junio de 1821 cuando en pleno campo de Carabobo es ascendido a General en Jefe por el mismísimo Bolívar por ser “el que mas se distinguió” tal como lo escribió en su Parte de Guerra al soberano Congreso.
Ese retrato, esa pintura que allí falta es la de ese General en Jefe llamado José Antonio Páez, cuya ausencia generó el sentimiento de pesar al cual aludí ante tan oprobioso olvido. No tengo dudas sobre el origen de la orden de omitir la pintura de Páez. Alguien con un enfermizo y malentendido bolivarianismo, pues no encuentro contradicción entre ser bolivariano fervoroso, decidido y ser paecista sincero y convencido de que a Páez hay que juzgarlo sin amor y sin odio, con severa imparcialidad, porque todo juicio sobre él debe ser consecuente a sus procederes y situándose en el contexto histórico de la época.
El historiador y profesor Adolfo Blonval López en su trabajo de ascenso a profesor titular de la Universidad de Carabobo (publicaciones de la Dirección de Cultura, U.C.) escribe ¿Somos Consecuentes? Y de seguidas transcribe dos Decretos y una Resolución referentes al prócer llanero:
El primero del 14 de Mayo de 1836 lo proclama CIUDADANO ESCLARECIDO.
El segundo del 25 de Marzo de 1850 lo declara traidor y lo expulsa perpetuamente del territorio patrio
Y la tercera del 15 de Julio de 1858 “abroga y condena como inicuos todos los actos públicos que desde el año 1848 han tenido por objeto despojar al General de sus grados, títulos y condecoraciones y mancillar su merecida fama”.
Ya todos conocemos los momentos históricos de los tres actos del mismo pueblo, representado por su misma gente: el Congreso Nacional y la Convención Nacional termina diciendo Blonval. Y yo en lo personal contestaría al distinguido historiador: NO; no hemos sido todos los venezolanos consecuentes con quien nos dio la nacionalidad y un país llamado Venezuela. Hoy más que nunca debemos enseñar, educar y reclamar cada vez que un funcionario de mayor o menor jerarquía empiece a lanzar denuestos contra la egregia figura del león llanero.
Estudiemos todos la verdadera historia venezolana entendiendo las obligantes circunstancias en que procedieron aquellos próceres y no pretendamos sembrar odio exaltando solo lo negativo, olvidando que el fiel de la balanza, en el caso del Centauro de los Llanos se inclina en mucho hacia lo positivo.
*Médico Pediatra,tataranieto del Ciudadano Esclarecido, fundador de la Nacionalidad Venezolana,propulsor y defensor del Gobierno Civil en Venezuela el cual fue cercenado por la dictadura de los Monagas.
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