Recopilación por Argimiro Torres*
RAFAEL RATTIA
2 de diciembre de 1999
El mismo año de su lamentable deceso, cual macabra coincidencia, salió de la imprenta, bajo el cuidado editorial de las Ediciones Mucuglifo, la Antología venezolana del poema en prosa, libro minuciosamente seleccionado por el poeta, ensayista y crítico literario cubano residenciado en Venezuela, Julio Miranda. La selección acometida por Miranda comprende un total de 26 poetas venezolanos forjadores de un corpus poético que cubre todo el siglo XX de nuestro país y fija sus antecedentes históricos-literarios —puede decirse sus orígenes— en el mítico poema en prosa de Simón Bolívar «Mi delirio sobre el Chimborazo» como el punto de partida de la prosa poética venezolana. No obstante la dificultad teórica metodológica para situar el génesis de nuestra poesía en prosa, nuestro crítico literario ubica el punto de arranque de esta modalidad de escribir poesía en los textos fundacionales del poeta cumanés José Antonio Ramos Sucre. De igual modo, el poeta Miranda señala que el creador de la escritura aforística en Venezuela es el autor de La Torre de Timón, Trizas de Papel, Granizada, Las formas del fuego, entre otros libros de verdadera resonancia universal; afirmación con la cual estoy totalmente de acuerdo. Para demostrar su aserto Julio Miranda extrae una apretada síntesis de los más fulminantes aforismos de Ramos Sucre contenidos de ese fulgurante compendio de sabiduría poética titulada Granizada publicado originalmente en la revista Élite en octubre de 1925. Prácticamente, según Julio Miranda, los poetas Ramos Sucre y Salustio González Rincones son los dos únicos venezolanos que brillan de manera autónoma en el firmamento literario nacional emitiendo una luz temática y formal de nítida raigambre clasicista en uno y neoclásica en otro.
Llama poderosamente la atención la forma cómo Julio Miranda presenta al poeta Luis Fernando Álvarez. De él dice que ...«no sería vano plantear que fundó la poesía urbana entre nosotros». Este poeta, Luis Fernando Álvarez, nació en 1901 y murió en 1952; es decir, con apenas cincuenta años creó una corriente estética con diáfanos rasgos de singular contemporaneidad. La temática urbana en un país donde predominaba el poema costumbrista y rural o bucólico. Así mismo, Miranda cita e incluye en esta Antología que reseño al inmenso poeta Miguel Ramón Utrera quien tuvo el valor de rechazar el Premio Nacional de Literatura en 1981. Desde que se instituyó el más importante galardón literario de las letras oficiales venezolanas nadie había tenido la osadía ni la valentía moral de rechazar el otorgamiento de tan codiciado premio. Celebro el atrevimiento irreverente del poeta Utrera al desdeñar dicha infamia. ¿Qué otra cosa podría haber hecho el poeta? Hay que agradecer el gesto de Julio Miranda al incluir, con sobrada justicia, a Miguel Ramón Utrera en esta Antología de poesía prosada: ninguna antología de la poesía venezolana del siglo XX que tenga pretensión de rigurosa exhaustividad puede prescindir de incluir al bardo de San Sebastián de los Reyes. Rasgo asaz curioso de este poeta venezolano; jamás salió de su pueblo natal y su universalidad está a la altura de nuestros más eximios poetas nacionales.
De los 26 poetas que incluye Miranda en su magnífica Antología tengo el orgullo de conocer personalmente al menos 5 de ellos, a saber: Ramón Palomares, Laura Cracco, Armando Rojas Guardia, María Luisa Lázzaro y al gran poeta, prematuramente desaparecido, Arnaldo Acosta Bello, con quien me emborraché, junto al poeta Angel Eduardo Acevedo, y canté «Oh bella chau» en vísperas de su primer viaje a Grecia. Curiosamente, a todos los poetas antes citados los conocí en tiempos de errancia y nomadismo intelectual, de intensa bohemia irresponsable. Era la época en que acariciaba con fervor la idea del suicidio como una bendición y como una terapia balsámica.
Me parece excelente la idea de Julio Miranda de establecer nexos de parentesco literario entre Ramos Sucre y el autor de Dictado por la jauría, Juan Calzadilla, al tiempo que incluye dentro de la gramínea aforística a esa Voz Mayor que es nuestro Rafael Cadenas. Tal vez si Julio Miranda no se hubiese muerto el año pasado, pues murió en Septiembre de 1998 en la ciudad de Mérida, estaría circulando el Tomo II de esta hermosa Antología con gratas sorpresas e inclusiones generosas y simultáneamente acuciosas, además de lúcidas dilucidaciones teóricas sobre el estado actual de la creación literaria venezolana.
Sabido es que, en Venezuela, desde Andrés Bello pasando por J.A. Pérez Bonalde, los parnasianos y los románticos, a lo largo de todo el siglo XIX y gran parte del XX predominó el poema en verso y el soneto como estructura formal arquitectónica del canto lírico; prueba de ello lo representan Luis Enrique Mármol, Julio César Dominicci, Maitín, Luis Barrios Cruz, Antonio Arráiz, Enriqueta Arvelo Larriva. Que el poema en prosa no sedujo a las sensibilidades literarias del siglo pasado en nuestro país es prueba fahaciente que nos proporciona esta sin par Antología que nos legó Julio Miranda antes de su lamentable desaparición. Altamente recomendable es la lectura de esta amplia y exhaustiva investigación que sin dudas viene a llenar un espacio significativo en los estudios literarios contemporáneos de Venezuela. Lo demás es lectura.
*Médico poeta
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