En 1856 se efectuó el matrimonio de don José del Carmen Castro, hijo de Melecio Contreras y Bernarda Castro y fallecido en 1915 y doña Pelagia Ruíz Becerra, ambos campesinos de Capacho Viejo, estado Táchira, residentes en Las Lomas o Lomas Altas, frente a Capacho, valle estrecho por medio. Las dos únicas fotos que se conocen de don Carmelito y que datan de principios del siglo XX presentan a un hombre corpulento, de enmarañada y larga barba bíblica.
De la unión Castro-Ruíz nacieron:
I)
Celestino
Castro Ruíz, nació en Capacho el 9 de abril de 1856
y murió exiliado en Cúcuta el 30 de agosto de 1924, meses antes de su hermano
Cipriano; casó con doña Teresa Cárdenas Zambrano. Fue su hija doña Ana María
Castro Cárdenas. En enero de 1922 doña Ana María estaba residenciada en
Santurce, Puerto Rico mientras los padres se hallaban en Cúcuta exiliados. Don
Celestino era enemigo personal irreconciliable del general Gómez desde que
debió entregarle bajo protesta ante su hermano don Cipriano, la presidencia del
estado Táchira en 1900.
II)
Nieves
Castro Ruíz, que tomó estado con el general
Evaristo Parra. Doña Nieves tenía cierta instrucción a juzgar por la letra y la
buena ortografía en su correspondencia. Aprendió inglés mientras vivió en
Puerto Rico. Con descendencia: Numa Pompilio Parra Castro, nacido en 1886;
Caracciolo, Enriqueta, Vicente, Nicolás y otro varón Parra Castro.
III)
Laurencia
(llamada
Laura), casada con don Hilario Lázaro, con sucesión varias hijas
IV)
José
Cipriano (Cipriano) Castro
Ruíz, nació en Las Lomas el 12 de octubre de 1858, fue su padrino de
bautizo don Antonio Depablos. Murió en Santurce, Puerto Rico, donde se hallaba
residenciado, el 5 de diciembre de 1924. Sus restos fueron trasladados en la década del setenta del siglo XX a un
panteón que le fue construido en Capacho
y el 14 de febrero de 2003 al Panteón Nacional. El periodista español
Eduardo Zamacois tuvo la oportunidad de entrevistarlo en Puerto Rico en 1920, y
de lo que vio fijó la figura del defenestrado presidente venezolano: “… de color cobrizo (…) las piernas descarnadas, menudos los
pies, el tórax angosto, las manos nerviosas, amarillas y extraordinariamente
locuaces. El cuello demasiado ancho, quizás, de su camisa, exagera la delgadez
avellanada del pescuezo. Lo más
interesante de su figura es la cabeza macrocéfala y calva, en la que el rostro,
de mejillas flacas y alargado por una barbilla rucia, parece aplastado,
devorado por el frontal alto, imperioso y enorme. Lleva los escasos cabellos,
casi blancos, cortados al rape. Las orejas son grandes, los ojos, negros y
terriblemente vivaces; la boca, de labios gruesos , dura, amarga, despreciativa
y sensual”. (cit.p.Amado, Anselmo. Gente
del Táchira (II): 44-45) El general Castro tomó estado con doña Zoila Rosa
Martínez, nacida en San José de Cúcuta el 24 de mayo de 1868, y fueron sus
padrinos Narciso del Prado y Rosa Navarro (Libro
15 de bautismos. Cúcuta, folio 74) Falleció en Caracas en octubre de 1952. Supuestamente
hija del general Juan MacPherson en doña Dolores Martínez. Casaron en Capacho
Nuevo (hoy Independencia), el 11 de octubre de 1886; ofició la ceremonia el
presbítero Fernando Contreras (tío del Gral. Eleazar López Contreras) y fueron
testigos Francisco Pérez y doña Nieves Castro Ruíz, hermana del novio. Sin
sucesión en el matrimonio. Fueron hijos naturales de don Cipriano Castro, que
se conozca, el ingeniero Cipriano Domínguez, de Caracas, autor del Centro Simón
Bolívar y el ingeniero Cipriano Jiménez Macías, de Valencia. (1)
V)
Clotilde, casada con el Dr. Antonio
Quintero Rojas. Con descendencia
VI)
Josefa
(llamada
Josefita y Chepita). Casada con el general Simón Bello, tachirense. Vivía en Puerto Rico mientras el esposo
estuvo preso durante ocho años y cinco meses. (2) A él lo liberaron
y ella continuó en Borinquen. El general Bello debió pedir autorización al
general Gómez el 2 de febrero de 1925 (ya él tenía cinco años libre, desde
diciembre de 1921) para que regresara
doña Josefita: “Después de saludarlo mui
atentamente, vengo de nuevo a exigirle me conceda el permiso de traer a
Josefita al país; como Ud. comprenderá , ya ella i yo estamos viejos i
enfermos, i es nuestro deseo mui natural de reunirnos en nuestros últimos años;
espero de su bondad este favor i me conteste favorablemente por lo que le
quedaré eternamente agradecido”. (Archivo
O. Botello) Doña Josefita solo pudo venir al país mucho después. En junio
de 1922 parecía que todo estaba listo para el regreso y Bello pedía permiso al
general para traer sus muebles y su ropa, pero no se concretó nada a juzgar por
esta carta de 1925.
VII)
Florinda
Castro Ruiz (nombrada Flora y Flor), nació en
Capacho en 1854; tomó estado con Alberto Cárdenas y fueron padres de Elenita
Cárdenas Castro, que residía en Cúcuta en 1921.
VIII) Consuelo Castro Ruíz,
fue casada con el general Jesús Velasco Bustamante, emparentado con el general
Juan Vicente Gómez y hermano del general Rafael María Velasco Bustamante, que fue
gobernador de Caracas y ministro; hijo de don Ángel Ignacio Velasco Casique y
María de la Cruz Bustamante. Ambos eran originalmente educadores en el Táchira
antes de ingresar a la Revolución Liberal Restauradora en 1899. Hijas: Delia,
Amanda y Elba Velasco Castro. Las hijas vivían en 1921 en San Cristóbal. En
1922 permanecían solteras. Delia era pianista y muy díscola; su hermana Amanda
sufría la ausencia de Puerto Rico, donde se acostumbró a vivir; padecía de
episodios de depresión y llanto. Creemos que de una de estas damas desciende el
destacado diplomático y ex-Canciller, ya fallecido, José Alberto Zambrano
Velasco, de tendencia socialcristiana.
Don Carmelito Castro, al enviudar de doña
Pelagia Ruíz en 1873 casó con doña Gumersinda Moros, de Capacho, hija adoptiva
de don Jesús Moros, quien la registró con su apellido. Su padre biológico fue
Nicolás González, capachero también, quien no le quiso dar su apellido. Los
Moros eran posiblemente colombianos de ancestros barineses, que huyeron al vecino país durante
la guerra federal. El matrimonio Castro-Moros se efectuó el 11 de febrero de
1874 y dejaron a Capacho para residenciarse
en el vecindario La Victoria, al pie de la montaña de Los Indios. Fueron
testigos del segundo matrimonio don Segundo Ramón Sayago y doña Julia Pacheco.
(Libro de Matr. 1874, folio ilegible;
Moros Manzo, 2009: 37). La novia era hermana del general Eulogio Moros, que
fue uno de los sesenta hombres que cruzó el río Táchira el 23 de mayo de 1899
al comienzo de la Revolución Liberal Restauradora. Tuvo
cargos militares en el castrismo y en el gomecismo. Después pasó a encargado
del hato La Candelaria, que
perteneció al general Castro, su cuñado y luego, desde 1914 al general Gómez
por una transacción entre este y la Nación, representada por el Procurador
General. (Botello, 2013) Fue su
larga sucesión:
IX)
Trino Castro Moros
X)
Román Castro Moros
XI)
Carmelo Castro Moros (1875-1957). Con
rango de general. Casó con doña María Cristina Pellicer y fueron sus hijos:
Cipriano y Carmelo Castro Pellicer, casado este último con doña Lourdes Acosta,
con sucesión Carmelo Castro Acosta, que nació en 1954
XII)
Hortensia Castro Moros, casada y con
sucesión
XIII) Benjamín
Castro Moros
XIV) José
Antonio Castro Moros
XV) María
Mercedes (nombrada Mercedes) Castro Moros
XVI) Miguel
Ángel Castro Moros. Tenía jerarquía de general
XVII) Ramón
Castro Moros
XVIII)
Rafael Castro Moros
XIX) José
Manuel Castro Moros
XX) Víctor
Manuel Castro Moros
XXI) Judith
Castro Moros
Veintiún hijos en los
dos matrimonios engendró don Carmelito Castro. Fueron hermanos de don Carmelito, don José Antonio Castro y
don Florentino Pernía.
NOTAS:
(1)
A
don Cipriano lo perdió su vida disoluta. Un ejemplo de ello es una carta que
envía el 29 de noviembre de 1905 desde un lugar denominado La Montaña,
seguramente en el Táchira, una persona que dice llamarse Natalio Hernández,
amigo de juventud, quien se duele de una fallida visita del general Castro a su
tierra natal y que habría dejado a su amigo y a todos “con los ojos claros y
sin vista” cuando esperaba […] la presencia de mi querido Cabito en
Pedernales” y le pregunta a don Cipriano con toda confianza: “¿Qué haremos ahora? Sobre todo con las diez hermosas
damas, conquistadas para el parrandeo en El Roble y Los Guayos, entre ellas
una……de chupe y déjeme el cabo.
¿Ya
no danzaremos con ellas?
El Gral.
Castro era objeto de un seguimiento por los cónsules venezolanos en las
ciudades por donde pasaba. Y no solo los cónsules, había espontáneos que metían
baza para recibir después su paga. El 25 de noviembre de 1916 escribe desde San
Juan de Puerto Rico el supuesto abogado y notario Cay Coll Cuchi al general
Gómez, informándole: “Como usted sabe,
desde hace algún tiempo llegó a San Juan Cipriano Castro. Hizo ostentación de
que venía a pasar unos cuantos meses de descanso en nuestro excelente clima;
pero la festinación que puso en llevar a su lado a casi todos los reporters de
San Juan para que dijeran en los periódicos que por ahora no pensaba en la
política de Venezuela, era lo suficiente para desconfiar de sus propósitos
anunciados, aun cuando no supiéramos ninguno de sus antecedentes”. Le
comunica que hasta ahora había invertido 1.200 dólares en su trabajo de
investigación con la ayuda de un grupo de espías a su servicio. Si el general
Gómez seguía interesado en la pesquisa le solicitaba 1.000 dólares mensuales
que pedían los espías. El 9 de noviembre de 1916, el cónsul en Puerto España,
Luis Felipe Calvani informa al general Gómez: “Alguien que es amigo de Carmelo Castro me dijo que éste le había
informado confidencialmente que se hacen
gestiones en el sentido de que a don Cipriano le cedan un parque que hay en
Haití oculto, el cual fue introducido clandestinamente por ciertos jefes
haitianos cuando sus dificultades con los Estados Unidos y con el propósito de
resistir a los americanos. No sé qué hay de cierto en esto. Trataré de indagar
[…] Dicho Carmelo continúa enemistado con
don Cipriano y hablando horrores de él, y hace poco me mandó a decir que como
su hermano no quiere pagarle el dinero que él gastó en Barbados para salvar el
parque y pagar los dos primeros años de depósito, está dispuesto a vendérselo a
Ud. barato. Él está en Cúcuta”. (AOB) El 16 de octubre de 1917, el mismo cónsul
Calvani escribe al general Gómez manifestándole que el gobierno trinitario
notificó al general Castro que debía salir de esa isla y él estaba haciendo
esfuerzos para conseguir que lo dejaran viviendo en Trinidad. Escribió al
gobernador asegurando que su actitud era
pacífica y prometía no mezclarse en los asuntos políticos de Venezuela; antes
había estado cerca de tres años residiendo en la isla sin haber dado el más
leve motivo para que se le juzgase como
conspirador. El gobernador respondió que esperaba instrucciones del ministerio
de Colonias inglés para proceder en consecuencia, pero que procediera a
preparar su equipaje con calma. Castro aseguró se iría a Tenerife que era “la
tierra donde mejor lo habían tratado”. En conversaciones con algunos amigos
informó privadamente que era partidario de los aliados en la I Guerra Mundial y
que al terminar ésta “vendrá la guerra
civil en Venezuela, y que nuestro pueblo lo aclamará a él, porque ya se ha dado
cuenta de lo que él vale y significa y lo que ha perdido con su separación del
poder”. (AOB) El general Castro
siempre tuvo esos arranques de megalomanía. Siendo Presidente, conversando con
el general Gómez y don Antonio Pimentel en las escaleras de Miraflores, dijo “¡los ojos del mundo están fijados en mí!”
y el indiscreto de don Antonio Pimentel lo atajó y replicó: “No, general. No esté creyendo eso. A usted
le dan una patada por el culo y lo bajan de estas escaleras”, de lo cual se
rieron todos y antes de que el general Castro dijera algo contra Pimentel, el
general Gómez se lo llevó del brazo al interior del Palacio, recordando a un
personaje del Táchira que mucho los hacía reír con sus salidas. La anécdota fue relatada por el propio
Pimentel a don Florencio Gómez quien la contó al autor de esta genealogía.
Doña Zoila Martínez de Castro fue una
honorable mujer que sufrió con estoicismo las faltas de su libidinoso esposo. A
pesar de ello –al igual que doña Dominga Ortiz de Páez- lo defendió. Ella escribió
a Antonio Reyes cuando este publicó su libro sobre “Presidentas” de Venezuela en 1949: “Tengo que decirle que ni yo fui tan buena como Ud. asegura ni Cipriano tan nefasto como
lo describe”. Se cuenta que siendo primera dama del país y el general Gómez
vicepresidente, le escribió una nota a este último donde le decía lacónicamente: “Compadre, venga para que me cape un gato”,
como en los viejos tiempos del campo tachirense o de Bella Vista en Cúcuta.
Años más tarde cuando regresó doña Zoila al país surgió un comentario
quejumbroso de ella y el general Gómez, Presidente de la República, sacó de su
guerrera en un encuentro que tuvieron en Las Delicias, Maracay, el papelito que
tenía guardado tanto tiempo y le replicó mostrándole la nota: “Comadre, yo era el vicepresidente de la
República” y tenía razón. El general Gómez siempre estimó a su comadre
Zoila, madrina de bautismo de José Vicente Gómez Bello. En el país cada vez
que visitaba al Presidente le entregaba
un sobre con dinero y tenía una pensión suficiente, aparte de lo depositado en
bancos por la venta de sus propiedades, la mayoría de las cuales fueron
adquiridas por el general Gómez. No
estaba mal doña Zoila en el exilio. Una carta del 27 de enero de 1922, de Ana
María Castro Cárdenas para don Celestino Castro le informa que doña Zoila
estaba en Nueva York en compañía de Ana Feliza (¿?) y “que se divierten y gozan mucho”. Se habían ido desde agosto de 1921
y no tenían fecha de regreso. En la misma carta le comunica a don Celestino que
su tío Cipriano “está bien de salud, pero
un poco neurasténico, que ese mal es casi general” y le añade que su tío
Simón Bello está en libertad. En una carta anterior, del 4 de enero le dice a
su tío Celestino: “Tengo esperanzas de
verlo pronto, pues parece que Dios va [a] hacernos un gran milagro y según últimas noticias bastante frescas, al
cochinito ese gordo le llegó al fin su sábado”. Se refería indudablemente
al general Gómez. Esa noticia corrió como pólvora porque a mediados de 1921 el
general sufrió un grave ataque de uremia que lo puso a las puertas de la tumba
pero se recuperó y de allí las esperanzas de la joven Ana María. Aún restaban
al mandatario trece años de vida.
Doña Zoila escribió una nota desde Guaynabo, Puerto Rico, el 28 de julio de 1930
donde le recuerda el nombramiento de un cónsul, aparentemente aceptado de
antemano por el general Gómez y que podría ser el de Trinidad, que necesitaba un
cambio. También le recuerda un terreno cuya compra sugirió al general Gómez y
propiedad de don Santiago Ibarra; con el dinero percibido, este último le
cancelaría a doña Zoila unos dólares que le debía. (AOB)
(2)
El general tachirense Simón Bello estaba preso desde 1913 cuando fue
capturado en una invasión antigomecista por tierras falconianas mediante una
trampa que le montó el Gobierno del estado y en la cual participó el ejército.
Entre ellos figuró el periodista y escritor villacurano Rafael Bolívar Coronado
(1884-1924), al servicio del régimen. Escribió en sus Memorias de un semibárbaro que en el camarote del barco donde venía
Simón Bello no encontraron armas sino unas botellas de buen brandy y unas cajas
de condones. Así lo retrata Bolívar Coronado: “Hombrecito como de cincuenta años, obeso, de una vulgarísima obesidad;
estatura bajita, afeitado el bigote, corto el pelo al rape, con blusa y pantalón
amarillo…y tratando de asumir una actitud marcial”. (Botello, 1993: 51) Fue liberado en diciembre de 1921. Su cuñada Florinda
Castro da cuenta el 5 de enero de 1922 a su hermana Consuelo cómo fue la reacción de todos cuando se supo
la libertad de don Simón en Puerto Rico: “…ustedes
no tienen idea de cómo fue ese momento de locura, lloros y ahogazones, pues a
Josefita le dio un mal que no respiraba” (AOB) Ana María Castro
Cárdenas le dice a su tío Celestino, que permanecía en Cúcuta que su tío Simón
Bello “ha salido muy enfermo y gracias
salió vivo”. (AOB)
Oldmanbotello@hotmail.com
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