Fundación Pedro Grases.
El
presente texto es un extracto del texto que escribimos para la
Fundación
Venezuela Positiva para el libro
Las
peñas y las tertulias: puente de saber, cultura y cordialidad.
Escribir del Maestro Pedro
Grases, sobre las tertulias efectuadas y
llevadas a cabo por él en su casa de La Florida y, por sobre todo,
en la
quinta Vilafranca de La
Castellana, es hablar de lo “afirmativo venezolano”.
El Municipio Chacao puso nombre calle Don Pedro Grases para signar la
importancia de la casa, una de las primeras de la urbanización, donde el
humanista catalán–venezolano desarrolló el hábito positivo de saber
conversar, donde
estuvo la sede de la
Secretaría de la Comisión de las
Obras Completas de Andrés Bello,
que fue centro de investigación
documental y bibliográfica, y donde además
estuvo albergada la
importante biblioteca temática, donada a Venezuela y a la Universidad
Metropolitana por Grases.
El Dr. Pedro Grases llega a
Venezuela en agosto de 1937, escapó
milagrosamente de la muerte al inicio de la
guerra civil española. El arte de
tertuliar lo manejaba el joven abogado y
humanista en su villa natal,
Vilafranca del Penedés, en Barcelona y en Madrid. Algunas fotografías
permiten un viaje por la época de las
vanguardias: Pedro Grases junto a
Ramón Gómez de la Serna en tertulia de café en
1934, recuerda el cuadro
de José Gutiérrez Solana La tertulia del Café Pombo;
en dicha pintura está
representado Pedro Emilio Coll en compañía de figuras de
las letras y de
las artes españolas.
Durante su permanencia en la Universidad de Harvard
como Profesor Invitado, Pedro Grases en tertulias con figuras de las letras
como Amado Alonso y Jorge Guillén fue afinando uno de sus grandes proyectos de
vida, el estudio de la grandiosa obra del humanista de América, Don Andrés Bello.
La
tertulia sabatina de Pedro Grases era indiscutible e inobjetable referencia
cultural. Don Pedro fue un devoto de la amistad, cuando en
1980, fue entrevistado por el internacionalmente
conocido periodista español Joaquín Soler Serrano para la serie A
Fondo pregunta al Maestro Grases sobre la actividad. Él la define como “un sitio donde se reunían
una pluralidad de gentes de diferentes ramas y profesiones, para estar
informados, hacer culto a la amistad y tratar entre otros, la situación política del
país y del mundo, temas históricos, estéticos y literarios, a cambio de
amistad, café y libros” – “A
las doce del día del sábado todo el mundo está afuera para dedicarme a la
familia y al fútbol”–.
Las tertulias de Vicente Lecuna
En el momento que el Dr. Pedro
Grases organizó la Primera Exposición
del Libro Venezolano desde 1808 hasta 1830, con la colaboración del Ateneo de
Caracas, don Manuel Segundo Sánchez le sugirió que para mejorar la colección
pidiera al Dr. Vicente Lecuna el préstamo de los impresos que poseía relativos
al período en cuestión.
Siguiendo
el consejo, don Pedro lo visitó en su oficina en la Presidencia del Banco
de Venezuela. Al ser recibido, el Dr. Lecuna escuchó pacientemente su petición
y lo despachó de sopetón y sin ninguna explicación le dijo: no tengo tiempo, joven. Acongojado por el
fracaso, le confesó esta falta de atención a don Manuel, expresándole que no
volvería a ver a este hombre tan brusco y malhumorado, finalmente, con el
tiempo, don Pedro olvidó el desagradable percance y ante las continuas
insistencias de don Manuel acordó acudir a la tertulia que reunía al Dr. Lecuna
en su casa de habitación situada en la esquina de Reducto, los domingos en la
mañana. A ella asistían “un grupo selecto
de hombres de letras, de historiadores, y de hombres de acción ciudadana, con
los cuales compartía inquietudes, alegrías y pesares. He aquí algunos nombres:
Manuel Segundo Sánchez, Luis Alberto Sucre, Nicolás Eugenio Navarro, Carlos
Borges, Luis Correa, Román Cárdenas, Alberto Adriani, Julio Planchart, Eduardo
Carreño, Gumersindo Torres, Tito Salas, Guillermo Tell Villegas Pulido, Esteban
Gil Borges, Rufino Blanco Fombona, Cristóbal L. Mendoza. Sorprende el trato y
afinidad del Dr. Lecuna con personas tan dispares, por ejemplo, como la
exquisita Teresa de la Parra
y el ceñudo Rufino Blanco Fombona, seres unidos a Lecuna por la misma comunión:
el amor a Bolívar".
Durante una de las discusiones
que generalmente se suscitaban, Pedro Grases intervino y al despedirse el Dr.
Lecuna, le dijo: Usted vendrá cada
domingo, pues hay asuntos que conoce mejor que nosotros.
De
esta manera las asperezas se limaron, transformándose su relación en cordialidad,
admiración y sincera amistad.
El Maestro Pedro Grases comprometido con su tiempo,
fue un hombre de diálogo, que vivió su época, que opinó y que pensó siempre a
la vista del repertorio de problemas que su circunstancia le propuso. Fue un
hombre situado a la altura del momento y desde ese nivel juzgaba y escribía a
su modo, desechando toda tendencia arbitraria y dogmática, demostrando así, una
lección de honradez de pensamiento y fidelidad a su propia vocación que
ejercitaba “sin prisa, sin pausa, pero
con constancia”. He ahí su grandeza.
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