El
romanticismo es una corriente filosófica nacida en el siglo XVIII, como una
reacción revolucionaria contra el racionalismo de la ilustración y el
clasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos. Este movimiento se
esparció en todos los ámbitos de la cultura. En la música se hizo muy
manifiesta su influencia y se hizo patente en la ópera, liderizado por el genio
de Richard Wagner.
Wagner,
compositor alemán, fue la estrella en su momento y eso permitió el mecenazgo de
parte de las grandes fortunas del momento. El músico famoso por sus
composiciones operáticas, fue además gran picaflor en las cortes europeas, es
conocida su aventura romántica con la esposa de uno de sus benefactores, quien
le había dado acogida en su casa. El músico mantuvo un amor imposible con
Matilde Wessendoch, dama de alta alcurnia, casada con el banquero Otto
Wessendoch, quien desembolsaba grandes cantidades de dinero para satisfacer los
caprichos del artista. No se sabe si hubo alguna cercanía entre el músico y la
dama pero Wagner se enamoró perdidamente sin ser correspondido. Escribió en
honor a Matilde los Wessendoch Lieder y luego creó la ópera Tristán e Isolda,
donde pone en escena el sufrimiento de un amor no correspondido, su biografía
con fondo musical. Matilde nunca quiso asistir a la ópera y solo después de la
muerte del músico, se permitió ir a una representación y a la salida comento
lacónicamente "Isolda soy yo".
Salvador
Dalí, gran aficionado a la música wagneriana, fabricó su propio martirio de
amor y estableció una barrera que le separara de su amada Gala, le compró un
castillo en Pújol, localidad cercana a su casa en Figueras y le propuso una
condición, que él solo la visitaría si ella lo invitaba por escrito. Una locura
más de ese genio de las artes, que recreó su propio personaje de Tristán.
Gala era la
esposa del poeta Paul Eluard, quien una vez invito a Dalí a su casa, cuando el
pintor tocó la puerta, Gala fue a abrirla personalmente, el pintor quedó tan
impactado con su presencia que inmediatamente le ofreció matrimonio y esa misma
noche ella abandonó su lecho conyugal para entregarse al genio y a su locura.
Me pregunto: ¿como habrá quedado el poeta Paul Eluard? Cosas del romanticismo.
Esta misma escena de repetirse en Caricuao o en el 23 de Enero, tendría un desenlace
algo diferente, seguramente alguien amanecería con un mosquero en la boca.
¿Será cosa del cambio climático? O simplemente obedece a nuestro ardor
tropical?
Todo esto me
lo enseñó mi amigo el poeta Federico y bien que le quedaba el nombre, porque
era bien "federico", ciertamente,
su principal característica física era la fealdad, pero tenía un alma
hermosa como pocas. Era sumamente delgado, pequeño de estatura, de hombros
enjutos y con unos lentes que hacían ver sus pupilas como espirales, si se
quitaba los lentes tenía que tantear para caminar, era una miopía caminante o
un caminante sin rumbo. Su pasión por la literatura lo llevaron a devorar miles
de libros y acumulaba ese conocimiento en una memoria prodigiosa. Fue mi
compañero en el bachillerato y nos unió una gran amistad a pesar de ser polos
opuestos o mejor dicho quizás polos complementarios. En literatura yo era un
ignaro, pero en sociabilidad yo era un maestro, cosa que adolecía mi amigo el
poeta. Yo repetía lo aprendido con el poeta en las rondas de amigos y ganaba
fama de sabio y Federico se pegaba a mí para vencer su timidez y lograr
colearse en las fiestas de las quinceañeras. Fue una buena simbiosis, cada uno
se nutría del otro.
Federico era
muy callado y hasta huraño, pero tenía una virtud, siempre se enamoraba de la
más bella y creo que esa fue su desgracia. No podía ver a una muchacha linda
sin caer irremediablemente enamorado a sus pies, claro está, todas le dijeron
que no y esa fue la llama de su desamor. Su gran amor fue CACHI, la bella del
colegio, una rubia hermosa, despampanante, de tamaño standard para el Miss
Venezuela y la bandida siempre alimentaba la pasión del Fede pero sin dejar que
le llegara a la primera base. Como era de esperar la CACHI se empató con el
chévere del curso, ese que se las sabia todas, flojo y vago, con un copete
peinado con Glostora. Su irresponsabilidad se hizo patente cuando nuestra amiga
salió en estado y el chico huyó para la Florida. Federico se ofreció para
remendar el capote y fue rechazado de inmediato. Como sufrió mi amigo, derramó
lágrimas de sangre. Nuestra atribulada compañera se retiró de los estudios y se
dedicó a ser madre soltera, sus años por venir no fueron los mejores.
Para ese
entonces Federico ya estaba al borde del colapso, inventó un amor imposible
alrededor de la CACHI que lo llevaron al desvarío. Desesperado abandonó el país
y se fue más allá de más nunca, para intentar poner una barrera de distancia a
su pasión amorosa, dio con sus huesos a Nueva York donde se hunde en los más
disímiles trabajos hasta lograr al fin un puesto de camarero en una línea de
cruceros de lujo y logra así transformar su ostracismo en un exilio dorado.
Federico perdió todo contacto con su tierra natal. El poeta se perdió en el
tiempo.
Veinte años
después una llamada telefónica imprevista, solo dice: Jesús, es el vate y
rompió a llorar, otra vez mi poeta caía en crisis existencial. Después de tanto
tiempo aun quiere volver a ver a su amada imposible. Hice vanos esfuerzos por
disuadirlo, han pasado muchos años y el tiempo no solo deja su huella en la
piel, sino que es capaz de modificar las mentes.
La CACHI, ya
no es la delicada rubiecita de nuestro tiempo de estudiantes, sino que sus
malas experiencias la convirtieron en una especie de imagen de la mala suerte,
ahora tiene 4 hijos y enviudó el año pasado, perdió la sonrisa y compartir más
de un saludo con ella, nos lleva a lamentar por la desgracia del sino que le
toca vivir a algunas personas o en pensar que también hay gente que se labra su
propio barranco.
Fede se vino
contra viento y marea y a pesar de mis advertencias el Dante logró conseguir
una entrevista con su Beatriz, ya la Cachi no era la CACHI, se había
transformado en la CACHA-lote, no menos de 40kilos de exceso se habían
repartido en la cintura, las posaderas y lo que una vez fueron sus desafiantes
lolas, hoy convertidas en pequeñas trompas de elefante que caían desde sus
pechos hasta el ombligo.
Volví a ver
a Federico varios días después, lo encontré en una cama oxidada del Hospital de
Pariata. Alguien de buen corazón había encontrado mi numero entre las
pertenecías del herido y me hizo una llamada telefónica. Fede tenía un enorme
vendaje en la cabeza y los párpados hinchados con un color morado verdoso.
Nadie sabía que había pasado, solamente había el reporte de una patrulla
policial que había encontrado a una persona inconsciente tirada en las arenas
de la playa La Zorra, con una tremenda herida en la cabeza y la trasladaron al
hospital de emergencia. Federico tenía una palidez cadavérica y permanecía más
callado que nunca, creo que se avergonzaba de verse en ese estado. Decidí
llevarlo a mi casa, pensando que con el cariño y las sopitas mágicas de Maribel
mi poeta lograría la recuperación. Aprovechó la soledad de la subida por la
autopista para descargar todas sus emociones reprimidas, lloró hasta que se
cansó y me dijo que no se permitiría que nadie más lo vieran flaquear. Me contó
el desencanto de su reencuentro con el amor perdido, que esa revisión del
pasado no fue más que una enorme equivocación, que la Cacha no era la CACHI con
la que había soñado, que en definitiva su remisión del pasado fue una terrible
tragedia. Cuando se separó de la antigua amada, estaba demasiado turbado, quiso
buscar las estrellas y se fue a una playa de Catia la Mar donde 30 años atrás
había caminado en una noche de luna llena, agarrado de la mano de su imposible
CACHI. Quería volver a sentir la emoción del pasado y buscaba infructuosamente
el brillo de lo astros, ahora opacado por las nubes de humo que soltaban las
chimeneas de Tacoa, cuando de repente sintió un enorme ruido y las estrellas
todas se hicieron presentes, pero eran enormes y brillantes y cambiaban de
tamaño vertiginosamente, sintió un agudo dolor en la cabeza y perdió el
conocimiento. Despertó cuando una enfermera le decía "tranquilo Bobby,
tranquilo, que te ha subido la bilirrubina ". Al pobre Fede lo habían
atracado y le dieron un estacazo en la cabeza para quitarle el reloj, el
celular y unos pocos bolivaritos que llevaba en el bolsillo. Lo demás fue solo
historia.
Fue un
acierto llevarme a Federico a la casa, los chupes y las sopitas de cebolla
acompañadas de un buen vino y la grata conversación de sobremesa, surtieron su
efecto y mi amigo se recuperó sin evidentes secuelas, de recuerdo le quedó una
cicatriz en la cabeza que taparía con su abundante pelo, pero las heridas del
alma estaban allí, en lo más profundo de su ser y estaban al rojo vivo.
El día que
Federico decidió partir lo acompañé hasta Maiquetía, iba muy callado, solo
respondía con sis o nos y decidí dejarlo quieto absorto en sus pensamientos.
Cuando llegó el momento del embarque se despidió de mí con un abrazo que
parecía no querer soltar mi cuerpo, no dijo ni una palabra, lo vi alejarse y su
figura se tornó borrosa por la marejada de lágrimas que llenaron mis ojos.
Nunca más he sabido del poeta, no sé si vive, lo pienso siempre huyendo de su
destino cortando las olas en su crucero de lujo y fumando un cigarrillo en las
noches de luna, siempre pensando en esas mujeres bellas e imposibles, en esas reinas
que enamoran con su risa.
El poeta,
romántico empedernido me enseñó algo muy claro, el amor no está en las
feromonas ni el Viagra, el amor se siente en un pequeño brinquito del corazón,
eso que los cardiólogos llaman "una arritmia del suspiro".
*Promoción de médicos Doctor Luis Plaza Izquierdo.
9 de agosto 1965
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