Rafael Fernández Heres fue un destacado maestro de escuela
nacido el día 11 de julio de 1933 en Tinaquillo y desde pequeño sus padres le inculcaron una severa formación
basada en la más estricta tradición cristiana. Don Rafael Ramón, su padre, tenía una
actividad múltiple para mantener a su familia. Era abogado de profesión y
prefecto del pueblo, pero además cultivaba la agricultura en una modesta
propiedad familiar, así como la carpintería y la ebanistería. Era hijo de una aborigen jirajara residenciada en Nirgua, la cual poseía una
personalidad muy recia. Doña Vicenta, su madre, también era bisnieta de Tomas de Heres, prócer de la independencia
nacido en Angostura (hoy Ciudad Bolívar) en 1795, quien participó en la campaña
del Perú en calidad de jefe del Estado Mayor del Ejército, sirviendo también
como secretario particular de Bolívar mientras gobernó el Perú. Luego dirigió
los ministerios de Gobierno, de Relaciones Exteriores y de Guerra y Marina
(1824-1825). Retornó definitivamente a su patria donde fue electo parlamentario
y en 1836 asumió la gobernación de Guayana, cargo que desempeñaba cuando fue
víctima de un atentado criminal que lo privó de la vida en 1842.
Fernández Heres gustaba de hablar de su abuela jirajara y de su
tatarabuelo prócer, aseverando que tenía curare y pólvora en la sangre,
producto de la mezcla de ambas etnias. Desde muy joven se enfrentó a la cruda realidad de la vida, pues
su padre murió a la edad de cuarenta y dos años, lo que perjudicó la situación
económica de su familia, aunque eso no limitó su afán por aprender. Rafael era
un joven delgado, de hablar rápido y mirada inteligente, agudo y perspicaz,
quien nunca perdía el sentido del humor. Para subsistir tuvo que trabajar como
ayudante del sacerdote Manuel Arocha en Tinaquillo y en ocasiones no vaciló en
limpiar zapatos cuando se hizo necesario. Ese aspecto de su vida lo contaba con
orgullo y sin duda es un ejemplo dignificante para todo aquel que desee surgir
sobre la base del esfuerzo y la dedicación.
Valencia
Al llegar a la edad de doce años terminó la educación primaria y
su madre lo envió a Valencia a que continuara estudios de bachillerato en el
Seminario Diocesano de La Pastora. Su afición por la lectura era tal que
aprovechaba la hora en que los seminaristas almorzaban para leer los clásicos.
Era un mundo lleno de cambios. Fernández Heres vio el final de la Segunda
Guerra Mundial y la llegada de la democracia con el ascenso al poder de Rómulo
Gallegos el 15 de Febrero de 1948, un hecho sin precedentes en la historia nacional,
caracterizado por la participación popular y la legitimidad, lo que permitió la
instalación del Estado democrático en Venezuela.
En su periplo valenciano mostró aplicación y disciplina en los
estudios, lo que le permitió destacarse, sin menoscabo de sus actividades de
apoyo a la Iglesia. Esa fue la razón por la cual el padre José Alí Lebrún y
monseñor Gregorio Adams se dieron cuenta de su talento, por cuyo motivo
decidieron ayudarlo a conseguir una beca para que se fuera a estudiar en Roma,
ya que había demostrado una clara vocación por el sacerdocio.
En Roma
Empezaba el año 1950 cuando llegó a la Ciudad Eterna en 1950 para estudiar Baccalaureum in
Philosophia en la Pontificia Universidad Gregoriana, en la cual permaneció
durante tres años. Sin embargo, muy pronto se dio cuenta de que su devoción por
la causa cristiana la ejercería desde otra perspectiva. El estudio de la Rerum
Novarum de León XIII lo había hecho comprender que su verdadera vocación
era otra. La famosa Encíclica -escrita en 1891- dio nacimiento a la ideología
democristiana que dejó establecida la posibilidad de llevar a feliz término las
ideas de Cristo a través de la política para hacer valer el bien común y la
justicia social.
En la UCV
Esa decisión lo trajo de regreso a Venezuela en 1953 y al llegar
revalidó sus estudios y se inscribió en la Universidad Central para optar al
título de licenciado en Educación, mención Filosofía y
Letras. Para sostener sus estudios daba clases de
Griego y Latín en el Colegio San Ignacio. Además, obtuvo un
modesto cargo de oficinista en la Cancillería, donde trabajó a las órdenes de
Francisco Armando Guédez y de Jorge Olavarría. Este
último lo apodó “Sócrates” porque se enteró de que enseñaba Griego.
En esa época se encontró con Rafael Caldera, un líder político
que había creado el partido social-cristiano Copei en 1946, con el cual se
sintió vinculado desde el primer momento en que escuchó de nuevo los viejos
planteamientos de justicia social y bien común que leyó en la Encíclica que más
de medio siglo antes delineara el Papa León XIII.
El joven estudiante contemplaba el panorama político con
profunda reflexión y fue entonces cuando se unió estrechamente al grupo que
lideraba Luis Herrera Campins, agudo analista político de la época, quien
seguía con espíritu crítico el proceso de cambios generados a partir de 1947,
cuando se celebraron las primeras elecciones directas, secretas y universales,
lo que todavía no habían alcanzado sociedades con mayor experiencia democrática
como Suiza, donde las mujeres no disfrutaban del derecho al voto, los
norteamericanos tenían (y aún tienen) un sistema de votación de segundo grado y
los británicos no habían incorporado la representación de las minorías.
Lamentablemente Herrera Campins cayó en manos de la Seguridad
Nacional y llevado a la Cárcel Modelo de Caracas, de donde salió
expulsado hacia Alemania. Era la época de la dictadura de Pérez Jiménez.
Decidió entonces permanecer atento a los sucesos para incorporarse al
movimiento de resistencia y mientras tanto seguía en su aula de clases, al
tiempo que visitaba constantemente a su novia Elvira Villegas, con quien se
casó tan pronto obtuvo su licenciatura. El matrimonio se efectuó el 4 de agosto
de 1956.
El inicio de la democracia
Dos años más tarde cayó la dictadura, noticia que Fernández
Heres recibió con gran alegría, ya que pronto regresaron del exilio Rafael
Caldera y Herrera Campins. La ocasión permitió crear una Comisión
Reorganizadora de la Federación Venezolana de Maestros y la instalación de la
XV Convención Nacional del Magisterio. Copei formó parte de la Comisión y sus
educadores decidieron fundar el Movimiento Magisterial Social-Cristiano, con el
profesor Pedro Contreras Pulido al frente. Entre los fundadores estaban Rafael
Fernández Heres, Felipe Montilla, Mary Acosta de López, Luis Delgado, Evelio
Aponte, Betty Borregales, Domingo Piñate y Luis Felipe Medina.
La reforma educativa
La política fue la pasión del novel educador, convertido en
líder de la causa social-cristiana por fuerza del destino. Sentía que a través
del poder podía llevar adelante sus sueños de convertir a Venezuela en una
sociedad de vanguardia. Estaba convencido de que la educación era la primera
prioridad del país. La oportunidad de llevar a feliz
término esas convicciones se le presentó en 1968 al producirse el triunfo
electoral de Rafael Caldera y ser llamado por el ministro Héctor Hernández
Carabaño para encargarse de la Dirección de Planeamiento del Ministerio de
Educación, cargo en el cual procedió a crear “Eduplan”, un programa que le
permitió hacer un brillante aporte a la educación venezolana, organizándola por
áreas del conocimiento, implementando el Ciclo Diversificado y modernizando el
Básico, que se extendió a nueve años. Fue un salto grande en el sistema
educativo, que incorporó a Venezuela a los países más avanzados en materia de
enseñanza. El Ciclo Diversificado fue dotado de un reglamento orgánico
equilibrado, de carácter científico-humanístico, reforzado con un sistema de
exploración vocacional y un área de talleres con programas representativos de
las diferentes actividades de producción y de creación estética. El propósito
era brindar al estudiante la oportunidad de familiarizarse con el mundo del
trabajo, de modo que fuera capaz de comparar las potencialidades propias con los
atractivos de las diferentes áreas de la producción
Propuso para la educación superior la creación de los colegios e
institutos universitarios de tecnología, así como universidades de corte
experimental, lo que permitió organizar un subsistema para la educación
superior, dando origen a la Dirección General de Educación Superior, que surgió
de la antigua Dirección de Educación Secundaria, Superior y Especial. Cuando
terminó el período constitucional en 1974 había logrado instalar institutos de
educación superior en todas las entidades federales, a excepción de los
territorios Amazonas y Delta Amacuro. En ese esfuerzo lo acompañaron los
profesores Aurisela Álvarez Medina, Víctor Guédez, Ruth Lerner, Ramón Piñango,
Dulcinea de Ruiz y muchos otros que lo ayudaron a utilizar el poder político
para profundizar en la transformación de la educación venezolana y llevarla
hasta el más alto nivel de excelencia posible. Su sueño juvenil comenzaba a
concretarse. Al terminar el período fue designado Director del Colegio
Universitario Francisco de Miranda, al cual convirtió en un modelo de
meritocracia.
Ministro de Educación
Allí se encontraba cuando comenzó la campaña electoral de 1978,
que trillaba el camino de la quinta elección democrática en la cual resultó
electo el social-cristiano Luis Herrera Campins para regir los destinos del
país en el período 1979-1984, logrando vencer a Luis Piñerúa Ordaz (AD), José
Vicente Rangel (MAS), Diego Arria (Causa Común), Luis Beltrán Prieto (MEP),
Américo Martín (MIR), Héctor Mujica (PCV), Leonardo Montiel Ortega (Morena),
Alejandro Gómez Silva (FUN) y Pablo Salas Castillo (CCN). Renny Ottolina,
candidato del MIN, murió en un accidente de aviación ocurrido antes de las
elecciones. Estaban representadas todas las corrientes del pensamiento
político, desde la extrema izquierda del PCV-MIR hasta la extrema derecha de la
CCN perezjimenista. Era una época de coexistencia, donde todas las corrientes
tenían igualdad de oportunidades.
Al producirse la victoria de su partido, Fernández Heres fue
llamado a ocupar el despacho de Educación. Tenía ahora la oportunidad de
dirigir los destinos de la educación nacional. Para cumplir las metas a
cabalidad se rodeó de un equipo profesional de primera categoría que tenía como
norte montar una estructura que garantizara rapidez en los procesos educativos
y que fuera capaz de eliminar los mecanismos que entrababan la administración.
Quería impulsar al máximo el prestigio del sistema educativo. Buscaba
establecer un estilo político-administrativo propicio para forjar un clima
armónico en el trabajo educativo. Durante su
actuación como ministro de Educación (1979-1982) fortaleció el
subsistema de educación superior y modernizó la educación media y primaria.
La Academia de la Historia
Al salir del Gobierno regresó a las
aulas universitarias y logró el grado de doctor en Educación. Su pasión por la
investigación lo llevó a ser miembro del Programa de Promoción del Investigador
donde llegó a alcanzar el Nivel III, además de convertirse en asesor del centro
español de Historia Universitaria Alfonso X, ubicado en la Universidad de
Salamanca. El 1 de noviembre de 1984 fue elegido Individuo de Número de la Academia
Nacional de la Historia a la cual se incorporó el 14 de marzo de 1985 ocupando
el “Sillón J” que había pertenecido al Cardenal José Humberto Quintero. Pronto
fue electo director de esa corporación (1995-2003), a la cual dedicó todos sus
esfuerzos para mantenerla en el pináculo de la eficiencia.
En la década final del siglo XX resultó electo presidente del
Consejo Superior de la Universidad Nacional Abierta (UNA, 1996). A la UNA le
dedicó lo mejor de sus esfuerzos. Era un educador de pensamiento modernista y
por eso estaba convencido de que podía mejorar el nivel del conocimiento dando
mayores oportunidades a los venezolanos que no pudieran estudiar en forma
presencial. “La educación a distancia es la única oportunidad que tienen muchos
venezolanos para capacitarse”, expresaba el docente.
Su intensa labor como profesor e investigador lo hicieron
acreedor a ser designado miembro correspondiente de la Real Academia Española
de la Historia, de la Academia de la Historia de Puerto Rico, de la Academia
Dominicana de la Historia, de la Academia de la Historia Argentina, de la
Academia de la Historia de Bolivia, de la Academia de Geografía e Historia de
Guatemala, de la Academia de la Historia de Perú, del Instituto de Geografía e
Historia de Brasil, de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, de la Academia
Bolivariana de las Américas, de la Academia Belgraniana de la República
Argentina, de la Academia de la Historia de Portugal y del
Instituto Sanmartiniano de Venezuela.
No conforme con esos logros, el incansable educador publicó una
buena parte de las investigaciones que llevó a cabo. En esa labor tuvo la
satisfacción de ver editadas numerosas obras, entre las cuales se destaca su
extenso trabajo sobre “El centenario del Ministerio de Educación” (12 tomos),
obra de corte monumental en la que analiza el proceso histórico-educativo a
partir de la creación del Ministerio de Instrucción Pública en el Quinquenio
Guzmancista (1979-1984). Otras obras que surgieron de su labor investigativa
fueron “Los Fundadores”, en la que hace un análisis de la vida de los creadores
de la Academia Nacional de La Historia. Publicó además “Catecismos Católicos de
Venezuela hispana: Siglos XVI-XVIII”, así como también las obras: Conquista
Espiritual de Tierra Firme, La Educación venezolana bajo el signo de La
Ilustración (1770-1870), Escritos del Doctor Rafael Villavicencio, La
Instrucción pública en el proyecto político de Guzmán Blanco: Ideas y hechos,
Pensamiento Educativo en Venezuela (Siglos XVI Al XX), Referencias para el
estudio de las ideas educativas en Venezuela. También fue designado director de la escuela de educación de la Universidad Católica
Andrés Bello y rector de la Universidad José María Vargas.
La familia y la Iglesia
Su intensa actividad profesional la manejó sin desmedro de su dedicación a la familia.
Hizo de su hogar su sancto-sanctorum y a él le dedicaba horas en las
cuales se entretenía decorándolo, convirtiendo su casa en un museo de
arte. Fue rígido en valores, austero y de una profunda honestidad. A los
amigos los consideraba una segunda familia y siempre se rodeó de ellos para
trabajar. Consideraba que era indispensable esa mezcla de amigo y equipo
de trabajo para dirigir organizaciones complejas. Siempre estuvo muy
influenciado por su vida en el seminario y por un profundo agradecimiento a la
iglesia. Ello explica las labores que llevó a cabo, como la de darle rango
universitario al Seminario Interdiocesano y la organización de los archivos de la iglesia. Cuando
monseñor Lebrún recibió el capello cardenalicio, se convirtió en su consejero y
principal asesor. En su último libro, aún inédito, analizó los conflictos
eclesiásticos. Su cercanía con la Iglesia Católica era tal que se sentía
particularmente orgulloso de la “Orden Gregorio Magno” que le concedió el
Vaticano. La consideraba su gran condecoración, a pesar de que recibió muchas a
nivel nacional e internacional.
Sin duda su mayor satisfacción fue ver a crecer a sus hijos. Su
esposa Elvira lo hizo muy feliz y lo convirtió en padre cuatro veces: Rafael
Vicente, Rafael Gerardo, Elvira Margarita y Rafael Tomás.
RAFAEL FERNÁNDEZ HERES, UN MAESTRO A DEDICACIÓN EXCLUSIVA,
falleció en Caracas el 16 de diciembre de 2010, a la edad de setenta y siete
años.
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