La Primera Guerra
Mundial se inició el 28 de junio de 1914 como consecuencia
del asesinato en Sarajevo del archiduque del Imperio Austro-Húngaro Francisco
Fernando y de su esposa Sofía. El trágico suceso ocurrió
debido a la acción del anarco-terrorista Gavrilo Princip, quien actuó bajo las
órdenes del general Dragutín Dinitrijevic, jefe del grupo Mano Negra, lo que provocó una inmediata declaración de guerra del
Imperio Austro-Húngaro contra Serbia, la cual fue respaldada por Alemania y el
Imperio Otomano, que procedieron de inmediato a ocupar el territorio de Bélgica
y Serbia. En represalia Rusia, Francia e Inglaterra declararon la guerra a
Austria y Alemania, generando un complejo movimiento en el resto de las
cancillerías europeas, que se fueron alineando en torno a cada uno de sus
respectivos ejes.
En Venezuela la guerra despertó un gran interés,
sobre todo por la participación de los pilotos venezolanos Carlos Méyer Baldó y
Luis Ramírez Rivas, quienes lucharon en los cielos europeos vistiendo uniformes
diferentes. Méyer era marabino de nacimiento, pero su padre alemán lo envió a
Berlín en 1908 a completar su formación militar en la Academia de Aviación
Militar. Sirvió en el Ejército del II Reich bajo las órdenes del comandante
Manfred von Richtofen, conocido como el Barón Rojo, apodo que le dieron debido
al color que usaba en el fuselaje de su escuadrón. El venezolano se destacó
gracias a su valor y pericia, por cuyo motivo recibió la Cruz de Hierro en su
primera clase, la Copa de Honor, la Cruz Hanseática y la insignia de Piloto de
Caza. Luis Camilo Ramírez, por su parte, luchó a favor de los franceses. Era de
familia merideña, pero nacido en Caracas en 1886. En 1911 viajó a Francia para
estudiar en la Academia de Aviación, habiendo logrado el título de Aviador un
año después, lo que le permitió incorporarse a las filas del ejército francés
cuando estalló la guerra, combatiendo en el segundo batallón de la Legión Extranjera.
Ramírez actuó con extraordinario valor en las batallas del Somme, Marne y
Verdún, recibiendo por ello diversas condecoraciones.
La política internacional en el gobierno
de Gómez
Desde el inicio de su gobierno
en 1908 el general Juan Vicente Gómez le dio una gran importancia a la política
exterior y para ello reanudó relaciones con Colombia (1909) y Holanda (1909).
Con Alemania firmó el Tratado de Paz y Navegación (1909), al tiempo que
celebraba el Tratado de Arbitraje con Brasil y Argentina en 1909. El 22 de
marzo de 1912 firmó el Tratado de Restablecimiento de Relaciones Diplomáticas
con Estados Unidos, aprovechando la visita del Secretario de Estado Philander
Knox. Finalmente normalizó sus relaciones con Francia en 1913.
La reactivación de las relaciones
con Holanda e Inglaterra permitieron que la Royal Dutch–Shell, liderada por
Henry Deterding, firmara el 12 de diciembre de 1909 una concesión de 27
millones de hectáreas para la exploración y producción de petróleo. Debe recordarse que para esa época la
aviación comenzaba a desarrollarse civil y militarmente, la industria
automovilística iba en ascenso y el crecimiento industrial en general exigía
más y más petróleo. Por lo tanto, las potencias luchaban contra el tiempo para
garantizar su bienestar y su seguridad. Al despuntar 1913 la Shell constituyó
una empresa llamada Burlingston Investments con sede en Estados Unidos, que a
través de la Caribbean Petroleum Co. adquirió el control de sus concesiones.
Deterding designó a William Doyle para dirigir la empresa, quien viajó a
Caracas en abril de 1913, en donde abrió una oficina ubicada de Cuño a Caja de
Agua Nº 26. Esa empresa contrató a los ingenieros Ralph Arnold y George Mac
Cready, que se encontraban en el país desde el año anterior trabajando para la
General Asphalt, debido a que ya habían recorrido y conocían bien casi toda la
costa venezolana. Su recomendación fue tajante: Mene Grande o el área de los
Barrosos en el Zulia eran los mejores lugares para comenzar.
Para llevar adelante el proyecto
se escogieron a Floyd Merrit y Garnet Joslin, dos jóvenes geólogos
norteamericanos que viajaron a Mene Grande vía Cabimas conducidos por el
baquiano Ángel María Navas. Al llegar allí
lograron hacer estallar el Pozo “Zumaque Uno” el 1 de julio de 1914, dando
comienzo a una era que impulsará el crecimiento acelerado de la economía. En
consecuencia las exportaciones pasaron de 75 millones en 1908 a 152 millones en
1913, los bancos reportaron en bóveda 2 millones 368 mil bolívares en oro en el
mismo lapso y para 1914 esa cifra ascendió a 10 millones 40 mil bolívares. Los
depósitos del público subieron a un promedio de 5 millones por año y los
ingresos fiscales en 1908 fueron de 50 millones 410 mil bolívares, lo que
ascendió en 1911 a 82 millones. En 1914 la renta aduanera aportó 30 millones de
bolívares al fisco y las internas 19 millones más. Hubo orden fiscal y como
consecuencia la banca internacional comenzó a establecerse en Venezuela.
El
Congreso de Neutrales
Al estallar la guerra la
posición de EE. UU. era idéntica a la de Venezuela, pues ambos países sostenían
el principio de la neutralidad absoluta ya que la conflagración estaba
concentrada en Europa, pero a medida que el conflicto creció la violencia se
amplió a otros continentes, llegando a América
debido al ataque contra el barco británico
Lusitania, el cual fue hundido por un submarino alemán causando la muerte a
1.198 personas, quienes eran estadounidenses en su mayoría, ya que el buque
hacía la ruta Nueva York-Liverpool. El malestar originado por este hecho pesó
en el ánimo de la opinión pública en Estados Unidos y el 4 de abril de 1917
provocó la entrada de ese país en la guerra mundial.
En Venezuela se produjo entonces
una fuerte presión de parte del embajador de Estados Unidos Preston Mc Goodwin
(1913-1924), a lo que Gómez respondió con una proposición que presentó nuestro
embajador en Washington Santos Dominici, en la que planteaba la formación de un Congreso de Neutrales, tal como se
refleja con propiedad en la tesis de María Carolina De Lima y Antonio Massimini
presentada en la Universidad Metropolitana bajo la tutoría del profesor Edgardo
Mondolfi (2008).
El
análisis de estos jóvenes demuestra ampliamente que en el año 1914, al
iniciarse la Primera Guerra Mundial, el gobierno de Gómez propuso crear el
Congreso Mundial de Neutrales, con el respaldo de la mayoría de los gobiernos
de este hemisferio y de los medios de mayor relevancia. Fiel a su propuesta el
régimen se mantuvo neutral durante todo el conflicto, a pesar de que recibía
presiones por parte de ambos bandos para entrar en la contienda. El gobierno
venezolano buscaba mantener buenas relaciones con Europa y con la totalidad de
las naciones del continente americano, lo que refleja una distancia radical con
la política exterior asumida por su antecesor, que provocó incluso el bloqueo
de los puertos venezolanos en 1902-1903. El proyecto de Congreso de Neutrales
presentado por Dominici en Washington se basaba en una carta que Gómez le había
enviado al excanciller César Zumeta, la cual tenía como postulado fundamental
la definición de los derechos y los deberes de los países neutrales con el fin
de someter sus conclusiones a una Asamblea que dejara definitivamente
incorporada al derecho internacional el alcance de la no beligerancia. Como se
ve, la carta era un adelanto de lo que en 1919 sería la Sociedad de las
Naciones.
El 20 de
diciembre de 1917 el influyente matutino
The New York Times se refirió en su editorial a la proposición venezolana y
la calificó como “una de las más grandes y amplias que han nacido del
sentimiento reinante entre las naciones neutrales, lo que hace al proyecto
importante y trascendental”, agregando: “Es el hecho de que no limita la
sugestión de la referida Conferencia Internacional a las 21 naciones del Norte,
Centro y Sur América...”. Hasta ese momento el derecho internacional para casos
de beligerancia se basaba en el Convenio de La Haya suscrito en 1819 y en los
acuerdos alcanzados en la II Conferencia de la Paz celebrada en 1907.
La clara posición venezolana no
fue bien vista por las potencias en conflicto. Alemania y Francia fueron los
países que más presionaron a Gómez para que entrara en la guerra, pero el
Benemérito se mostraba escurridizo. Se cuenta que en vista de la insistencia
tan pertinaz dio audiencia en Maracay a ambos embajadores, fijándoles la misma
hora y día. Los hizo esperar un poco y luego fue a saludarlos donde estaban y
les preguntó:
-¿Y cómo están los amigos?
Y
al recibir la respuesta, les preguntó de nuevo:
-¿A que no saben por qué me
tardé un poco?
El alemán respondió:
-No, Herr General, no lo sé.
Y el francés dijo:
-No lo sé, monsieur le
President.
Y entonces Gómez les expresó:
-Pues, vean ustedes, vengo de
la Iglesia. Le estaba pidiendo a la Virgen que ayude a Venezuela a no entrar en
la guerra, a mantenerse neutral. Porque todos son amigos, sí señor.
Esa anécdota revela en mucho el
carácter y la sabiduría campechana del general Gómez. Esa posición de
Neutralidad la mantuvo en los conflictos de los países latinoamericanos lo que
le valió el reconocimiento del Vaticano debido a su labor por la paz, por lo
que le confirió la preciada Orden Piana en su Primera Clase, Gran Cruz, durante
el Papado de Benedicto XV, convirtiéndolo en conde romano. También el Gobierno
alemán le hizo un regalo muy preciado, único en su género, al entregarle la
espada de Tannenberg, con la cual el mariscal Paul Von Hindenburg le ganó una
gran batalla a los rusos en la I Guerra Mundial. El regalo le fue hecho por el
propio Hindenburg mientras era Presidente de Alemania (1929), por su posición
de neutralidad.
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