Haciendo un breve recuento de
la historia de la humanidad, observamos que hay una infinidad de personajes
anónimos que han sacrificada su vida y sus acciones en provecho de los demás y
sin embargo, no han tenido el beneficio
de perpetuar sus hazañas como un acto de entrega y generosa heroicidad.
De ellos casi no se habla, no salen en los libros, ni en la prensa, ni en la televisión, ni existe un monumento que perpetúe
su memoria. Unos de estos personajes es el francés Juan
Buscat, un doctor graduado en in utroque
iure, es decir, en ambos derechos civil y canónico en la Universidad de
Tolosa, en 1789, y cursante en las facultades de medicina y teólogía de la mencionada Universidad, pero
privado de dichos grados por causas inherentes a la Revolución
Después
de sus andanzas en la revolución francesa, en 1791, se trasladó a las Antillas, donde vivió
varios años dedicado al comercio y a la agricultura de caña de azúcar en las
islas de Guadalupe y Martinica. Allí permaneció hasta 1796, en que con el grado
y sueldo de capitán del Real Cuerpo de Artillería inglés, participó en la
expedición contra Santa Lucía, San Vicente y Granada. Después, en 1799, pasó
por San Tómas y se estableció en Cumaná. Venía con un buque de su propiedad,
con bandera dinamarquesa, repleto de mercancías, pero su inconstante fortuna lo
volvió a abandonar. Un corsario inglés, anclado en Punta Araya, lo despojó
impunemente de sus intereses. Una vez
privado de sus bienes de fortuna, vaciló de la ejecucióin de su proyecto de
residenciarse en Cumaná, pero el
encuentro con el naturalista alemán, el Barón Friedrich Wilhelm Heinrich
Alexander Freiherr von Humboldt y el francés, Aimé Jacques Alexandre Goujaud,
cuyo apodo era Bonpland (Bon-Plant=
Buena Planta, dado por su abuelo a su
padre, al enterarse aquél de su nacimiento, en sus viñedos de Saint-Maurice, en
las afueras de La Rochela y que al cabo de una generación, reemplazó
definitivamente su verdadero apellido). Ellos eran los ángeles tutelares de la
sanidad de la ciudad y al ver su extraordinaria pericia, fue nombrado médico
práctico. Su reputación creció cuando pudo curar a varios pacientes, reputados
incurables, como es el caso de don Vicente
de Empáran, quien sufría de una indisposición hemorroidal maligna. En
diciembre de 1800 fue llamado a Barcelona a consultar los males de un amigo
francés, apasionado de los americanos. Al saber de su presencia, el Ilustre
Ayuntamiento de esa ciudad le pidió colaboración para prevenir y extinguir las
epidemias pútridas asolaban la ciudad, a lo cual accedió por haber falta de
facultativos y conmiseración ante las deplorables escenas y los lamentables
estragos causados por las epidemias, lo que lo llevó a estudiar sus posibles
causas. El resultado de su investigación la tituló Prospecto de mejora para la ciudad. Las dio a conocer el 30 de
diciembre de 1811 y las dedicó al Presidente de la Sociedad Patriótica.
Igualmente
se distinguió como animador de la causa revolucionaria, ganándose la amistad
del Precursor Francisco de Miranda, de
Francisco Espejo, y de Antonio Nicolás Briceño.
El
diez de noviembre de mil ochocientos once, cuando se quemaron en la Plaza
pública los bustos de los Reyes anteriores, que con el presente se hallaban en
la Sala Capitular, don Juan Buscat, que se hallaba presente, con el estoque del
bastón que traía rompió el retrato del Rey Fernando Séptimo, antes que lo
llevasen a la hoguera donde lo incendiaron, por eso lo acusaron de ser uno de los patriotas enemigos
de la causa del Rey.
Al
ser allanada su casa en 1813, las autoridades realistas encontraron varios
libros prohibidos: la Historia de
Bonaparte, la Revolución de 1789
y la Constitución Francesa,
igualmente poseía varios impresos hechos en Caracas, como el Patriota de Venezuela, Desengaño de Godos y la Refutación de Antonio Nicolás Briceño.
Tanto fue su fervor republicano que en 1811 ocupó la presidencia de la Sociedad Patriótica, en la ciudad de
Barcelona, hoy capital del Estado Anzoátegui.
Por
sus ideas y por su figuración en el régimen republicano, Buscat fue enviado
como prisionero a las bóvedas de La Guaira. Se ignora la suerte corrida por
este eficiente médico y patriota francés, amigo de Venezuela y de Cumaná y
Barcelona.
De esta manera rendimos
homenaje a uno estos héroes anónimos, que con su vida y su testimonio benefició
a la humanidad, nos demostrándonos que el mundo puede ser mejor.
6 comentarios:
Comparto su comentario ampliamente. Al respecto urgando algunos documentos, conseguimos este material sobre el Dr. Juan Buscat...
Prospecto de mejora para la ciudad de Barcelona
Barcelona Colombiana, 30 de diciembre de 1811
Dr. Juan Buscat
Caracas. Archivo General de la Nación. Causa de Infidencia. Tomo XXI. Exp. N 7, folios 295 – 349.
Las Causas de Infidencias cursadas en la Provincia de Venezuela en un lapso que va de 1799 a 1820 son más de un millar, y se conservan en el Archivo General de la Nación en originales manuscritos hasta hoy inéditos en su casi totalidad, encuadernados en gruesos legajos.
Centremos nuestra atención, destaca entre todos sin pretensiones de agotar aquí el tema, sobre algunos reos de infidencia que practicaban la profesión médica. Destaca el Dr. Juan Buscat, autor en plena revolución del segundo Informe Médico que presentamos, concerniente a las epidemias de paludismo de la tarda época colonial en otra latitud de la Provincia de Venezuela, la parte oriental, y en un medio no ya rural, sino urbano. También muy extenso, está englobado en un Prospecto de mejora para la ciudad de Barcelona, fechado en «Barcelona Colombiana, 30 de diciembre de 1811» y dirigido al «Presidente de la Sociedad Patriótica» de la ciudad, datos que hablan de la orientación libertaria del que lo suscribe. El doctor Juan Buscat, francés graduado en Derecho Civil y Canónico en la Universidad de Toulouse en 1789, con estudios aprobados de varias materias de Medicina en la misma Universidad, lo que no era extraño en la época, fue protagonista de una compleja Causa de Infidencia que concluyó con la condena del «reo» a varios años de prisión. Encarcelado en las bóvedas del puerto de La Guaira, fue salvado posiblemente por la entrada de Simón Bolívar en Caracas en 1813. El Informe, cuidadosamente manuscrito se conserva entre otros papeles revolucionarios confiscados en la habitación del galeno, en los fondos del Archivo General de la Nación.
A diferencia del Dr. Francisco Isnardi, autor del primero de los Informes que configuran esta investigación, médico cirujano laureado que otorgaba a sus actuaciones el sello de una mente lúcida y ordenada y representaba en el más estricto sentido de la palabra la corrección y la profesionalidad, era Buscat un personaje singular, cuya trayectoria hemos logrado reconstruir a través de lo que él mismo y los numerosos testigos, por cierto casi todos en su contra, declaran bajo juramento durante el proceso de Infidencia. Graduado en leyes, habría cursado varias materias de medicina y abrazaría esta carrera posteriormente por consejo de Humboldt, con quien se encontraba en Cumaná. Su carácter inquieto era la vívida expresión de su temperamento y pasión revolucionaria.
Entre nuevos aires de entusiasmo, al afirmarse la Primera República Buscat estudia y aborda con ahínco los principales problemas sanitarios de la ciudad en la cual habitaba desde hacía unos diez años, Barcelona: el bajo nivel del suelo, inundaciones, fiebres malignas, falta de cárceles y de escuelas públicas a través de las cuales los nuevos americanos se verían libres de la degradante ignorancia impuesta por el despotismo de Europa. Toca además problemas de ingeniería sanitaria, cuales el desvío del Neverí, la limpieza de los canales y del astillero. Su prospecto de mejoras para Barcelona se centra en un intento por rescatar la ciudad, ante todo, arrancándola de las garras del paludismo provocado por el estancamiento de las aguas que, recrudeciendo en época de lluvias, causaba gran mortandad e impedía todo desarrollo. Proporciona datos demográficos alarmantes sobre la disminución de la población: de los 13.000 censados en 1799, se registran apenas 7.000 en el año de 1811. Sin ningún estrago de guerra y con sólo una moderada emigración de forasteros (500 partieron en el año anterior a su informe), concluye que es forzoso achacar esta alta tasa de mortalidad a la crueldad de las epidemias, especialmente palúdicas, que según sus cálculos diezmaron cerca de 8.000 almas en el espacio de doce años, incluyendo lamentablemente 2.000 párvulos recién nacidos.
Atormentado y adolorido por ser «demasiado grande el estado de decadencia de la ciudad y demasiado repetidas sus desgracias», Buscat señala causas o circunstancias «demasiado suficientes» para que sus moradores no puedan gozar nunca del inapreciable bien de la sanidad: estancación, corrupción y desecación de las aguas, efluvios pútridos de los mataderos, calores excesivos y falta de vientos y circulación libre del aire.
En la minuciosa y exacta descripción topográfica de «Barcelona Colombiana», que lleva la fecha 13 de abril de 1811 y presenta a continuación para sostener su tesis, complementándola con correctas referencias en latín, el acucioso higienista destaca la mala nivelación del terreno, debido a la cual, y a la copiosidad de las lluvias durante el invierno, la mayoría de las casas ven sus patios convertidos en lagunas, por faltarles un declive y por ser el desagüe más bajo que la altura de las calles. Buscat llama la atención sobre esta circunstancia «físicamente contraria a la sanidad del pueblo, y que debe ocupar seriamente a la Policía». En un esfuerzo sanitarista precursor, propone el modo de precaver, extinguir y exterminar en lo sucesivo las enfermedades que «asolan la ciudad y la hacen objeto de la mayor conmiseración»: dar a las aguas más rápido descenso, elevar el terreno (para evitar las inundaciones y la humedad), abatir los árboles y arbustos que impiden el paso a las salutíferas brisas del norte. Destaca en el texto del ocurrente francés una humorística alusión al fundador de Barcelona, Juan de Urpín:
Sólo diré que era bien catalán, para venir a fundar una población al lado de un manglar y en un terreno rodeado de charcos y aguas estancadas.
Pero mayor cantidad de culpa achaca a quienes llama «los modernos»: son para él los pobladores posteriores de la ciudad, quienes al fabricar sus viviendas no calcularon la necesidad de nivelarla mediante un apropiado relleno tomando en cuenta el último nivel de las aguas del río, a pesar de estar éste claramente marcado en la cabeza del puente y sitio del convento (lugares razonablemente escogidos por el fundador) y por las casas antiquísimas que todavía existen. Al descuido de estos modernos pobladores de Barcelona, Buscat atribuye las desgracias ocasionadas por las extraordinarias y tremendas crecidas del Neverí que sin duda presenciara en los años 1807 y 1809.
En ingeniosos ardides, como precauciones contra las inundaciones de la urbe, avanza tres proposiciones concretas: primeramente elevar el nivel del suelo de cada casa hasta aquél del antiguo puente con el particular cuidado de apretilar la vivienda con mampostería; en segundo lugar, en el caso de aquéllas demasiado bajas, sugiere derribarlas, rellenar el terreno y luego reconstruirlas, aprovechando en parte las maderas. Como tercer arbitrio, considerando que circunvalar la ciudad con una muralla y poner una compuerta bien ajustada a cada calle sería excesivamente costoso para el Estado, aconseja el encauzamiento y embalse del río Neverí, particularmente sinuoso, lleno de meandros que obstaculizan la rapidez del descenso de las aguas. Observa que el Arroyo o Canal del Estero, que anteriormente se limpiaba todos los años y constituía un curso de navegación y un rápido alivio para las aguas que circundaban la ciudad, se hallaba obstruido por la continua excavación y extracción de tierras para construcciones, y por la costumbre de establecer cultivos y conucos en la misma zanja del arroyo, fértil para la siembra de maíz, caña de azúcar, patillas y melones. Insiste en que hay que volver a dragar y abrir el canal hasta el mar, como recurso inmediato para sanear la urbe.
Yendo aún más lejos, y sin quedarse en el mero proyecto de saneamiento, precursor del saneamiento ambiental, avanza Buscat ulteriores propuestas de mejoras y embellecimiento para Barcelona : la creación de un camino a la orilla derecha del río Neverí, cual paseo de recreo sobremanera agradable, que le daría un nuevo aspecto y hermosura; la instauración de un Artillero Nacional en el paraje llamado Cúpira, a la orilla del río y puerto de la ciudad, con la colaboración de los «infatigables indios nadadores de San Diego» (Se refiere a los indígenas de Barcelona, numerosos e indómitos cumanagotos a quienes dedica la extensa disertación «Cuál es mejor método de civilizar a los indios y hacerles útiles a la sociedad». En ella recomienda «prohibirles bajo penas severas el uso de la flechas», e instruirles en cambio en el manejo de la armas del estado; alejarlos de los bosques, traerlos a los pueblos, establecer escuelas, entregarles tierras en propiedad, ayudarlos a cultivarlas, fomentar matrimonios entre indígenas, criollos y forasteros, lo que haría olvidar el adagio dedicado al conuco del indio cumanagoto : « El rabo de un burro que se acuesta en medio del campo, siempre queda fuera de lo sembrado»), por cuya incorporación al trabajo útil y asistencia también se preocupa: la necesidad de ampliar y mejorar las cárceles, ante la cantidad crecida de prisioneros y reos de consideración «cuales suelen suministrar los llanos» (Buscat recomienda una «Educación social» de la juventud de Barcelona a través de un colegio y dos escuelas públicas. Es interesante ver como vincula a la educación ciudadana las virtudes que considera más necesarias, cuales la veracidad, templanza, liberalidad, grandiosidad de ánimo y disposición a perdonar las injurias, respeto y circunspección con los mayores y superiores, gratitud, amor a la patria, amor a la paz, moderación de juicio acerca de las cosas de otros, fidelidad en los pactos y palabras); alerta además sobre el estado de hacinamiento y escasez de letrinas y patios, lo cual produce fiebres malignas que siendo contagiosas podrían propagarse en la población y ocasionar un «desastre general», y toca aspectos relevantes que evidencian su interés en la educación de la joven nación recién forjada.
Otra de sus inquietudes es la decadencia del comercio, anteriormente centrado en el tasajo, y la ineficacia de la fortaleza del Morro para protegerlo. Sugiere un nuevo canal en la boca del río Neverí, que podría excavarse en modo económico utilizando la fuerza de trabajo de tantos bandidos fugitivos y ladrones que asolaban los llanos, si el gobierno se decidiera a perseguirlos y aprehenderlos. Para enfatizar sus propuestas, Buscat se apoya en el ejemplo de los clásicos y cita brevemente a Cicerón:
Domesticam credulitaten tollite ex civitate Judices, hanc pati
diutius nolite in hac Republica versari.
Es decir: Jueces, erradiquéis la complicidad doméstica de la ciudad, no la soportéis por más tiempo, ni permitáis que aflija a esta República.
Al final, en un gesto de extrema desesperación ante la terrible situación sanitaria de Barcelona que manifestara en párrafos anteriores, el original personaje propone abandonar la ciudad. Llega a definirla «un abismo, tragadero de gente de toda edad y sexo», «guarida de las enfermedades más perniciosas a sus habitantes». En un alarde de conocimientos de avanzada ingeniería sanitaria, auspicia la creación de una nueva población en la Pedrera, (playa al pie de la Punta Nordeste), sitio seco y bien aireado. Razona consecuentemente su estrategia, ya que al considerar que los españoles fundaban siempre temiendo las invasiones y resguardando los poblados, nada se oponía ahora, en plena época republicana, una vez superadas las guerras y conflictos, a escoger mejores y más favorables ubicaciones. Su entusiasmo ante una nueva era de libertad y logros republicanos, lo lleva a proponer nuevos lugares de asiento poblacional, ateniéndose con mayor eficacia a las condiciones de la zona.
Fuente: XIV Encuentro de Latinoamericanistas Españoles. Congreso Internacional 1810-2010: 200 años de Iberoamérica
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