Maracay y Aragua, sus
autoridades adelante, nunca manifestaron preocupación por la conservación de su
patrimonio histórico y artístico, salvo casos excepcionales; recordamos
claramente cuando escribimos un artículo hacia 1966 –pichoncitos
nosotros- acerca del derrumbe de la casa del general Gómez, frente a la
plaza Girardot para proceder a la ampliación de la avenida Bolívar. Cuando
entregamos el artículo al director del único diario que había en la ciudad
entonces y que hoy no existe, nos dijo por todo el cañón: “la avenida
Bolívar es tema tabú” y el artículo no se publicó.
Supimos de buena fuente
que la casa de La Trinidad será declarada en ruinas para evitar su
reconstrucción, por onerosa para el presupuesto del estado o del país. Se
despacha de esa forma la rehabilitación de una casa que es junto con la
Catedral, el único monumento que pervive en el valle de Maracay de los tiempos
de la dominación española o de la Colonia, como se acostumbra llamar a ese
tiempo histórico. Fue propiedad de don Antonio Carreras, un español peninsular,
rico propietario de haciendas en Maracay, Turmero –fue autoridad civil- y
Güigüe, donde radicó un tiempo y nació su hija Josefa Antonia, esposa luego del
marqués de Casa León, don Antonio Fernández de León, a quien pasa el dominio
del inmueble y la hacienda al desposar a dicha dama de muchas campanillas.
Protegido de Bolívar,
que le debía favores (el Libertador le envió dinero con su hermana María
Antonia cuando el anciano Marqués se moría de hambre en Borinquen), el Marqués
abandonó tierra venezolana y murió en Puerto Rico después de la Independencia a
la que dijo contribuir pero después se pasó, como buen monárquico, a las
fuerzas realistas. Su casa de Maracay y la hacienda dieron en manos del general
Páez, que les puso el ojo desde que conoció la ciudad. Posteriormente pasaron a
manos del calaboceño don Carlos Palacio (sin s), descendiente de los Palacio
Fajardo de Mijagual, Barinas y no de los Palacios (con s), emparentados con el
Libertador; del general Cipriano Castro, del general Juan Vicente Gómez que la
remodeló, construyó una vaquera y pensó instalar allí en 1912 la primera
Escuela de Veterinaria del país, pero el sabio Henry Pittier le hizo desistir
porque los terrenos no eran apropiados. El general Gómez sabía oír consejos.
Después vino el Refugio Infantil de Varones desde 1924 y sigue siendo colegio
hasta el sol de hoy. En La Trinidad conspiraron a favor de la Patria soberana
el generalísimo Miranda, Francisco Iznardi, redactor con Roscio del acta de
Indepndencia; Salvador de Madariaga, Luís López Méndez, Francisco Carabaño y
Ponte y otros prohombres de la emancipación.
Ninguna de estas
circunstancias ha bastado para recuperar para la historia de las nuevas
generaciones la casa de La Trinidad, abandonada después que se fueron de allí
los sacerdotes benedictinos que hizo traer de Europa el general Gómez,
encabezados por el legendario padre Antonio Leyh, alemán. Ya se le puso el INRI
a la casona, quemada por un incendio forestal en 1987, derrumbado su techo por
las lluvias de varios años, sus paredes de tapia y rafa desmoronándose como
galletas con cada palo de agua. No fue impedimento para el abandono la orden de
recuperación que hace unos cinco años impartió el presidente Chávez –de
grata memoria– al comandante de la IV División, en un Aló Presidente
desde Caña de Azúcar; el militar, muy solícito con un grupo de soldados limpió
el área, pero nunca llegó el proyecto de restauración y la cosa siguió peor.
La casa correrá
la misma suerte de las del general Gómez en la Bolívar y Las Delicias, de la
sede del Obispado en la Bolívar, del Zoológico empobrecido, del Museo Vial de
la Casanova Godoy, de los hangares nonagenarios del Museo Aeronáutico próximo a
cumplir 50 años; de la casa de La Comandancia y lo que es peor, la desaparición
del Archivo del Estado en la Gobernación -¿para qué ese
“papelero”? Todo esto mientras las autoridades del Instituto
del Patrimonio Cultural y del Archivo General de la Nación voltean para
el otro lado. Porque el caso hangares ya es público y notorio al igual que el
emblemático de La Trinidad. ¡Que algún maracayero, si quedan, se apiade
del Patrimonio Histórico y Artístico de su ciudad!
*Historiador y Cronista del municipio Girardot
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