Nosotros,
como cualquier venezolano de más de 50 años, le decíamos “Botiquín” a todo
cuanto antro estuviera dispuesto para poderse tomar una cerveza, un ron, un
anís, un whisky, en ciertos casos, no necesariamente acompañado con música. A
veces incluía comida, ligera, no propia de lo que se hace con una gran y buena
preparación, simplemente aquel alimento que sirviera para paliar la necesidad
de comer, lo que convertía al sitio también en un restaurantes de emergencia,
que era otra forma de lucrarse del dueño o los dueños del sitio
Toda
esta disertación surge como consecuencia de que alguien preguntó que si existe
alguna diferencia entre los nombres que le sirven de título a esta página,
todos dedicados principalmente al expendio de licores, de bebidas alcohólicas,
de bebidas espirituosas. De la connotación que se desprendía de esa simple
pregunta se nos ocurrió tratar de conceptualizar los términos o nombres de esos
sitios en un buscado orden similar al cronológico, pero ubicándolos de abajo
hacia arriba, del peor al mejor, de acuerdo con las experiencias propiamente
venezolanas, y es así que logramos obtener empíricamente que:
BOTIQUIN: Creemos que en
Colombia se le dice igual, en México Cantina, es el sitio que por excelencia
era utilizado por el proletariado, por la clase de menos recursos económicos,
dado que los precios de las bebidas estaban al alcance de todo cuanto ser
pudiera contar con trabajo o aquel que se ganara un dinerito en la realización
de cualquier faena momentánea que le surgiera. De esta clase de sitios, mal
llamados de esparcimiento, han surgidos millones de comentarios y anécdotas.
Siempre se especulaba que cuando entraras en uno de ellos tus sentidos tenían
que multiplicarse y estar “ojo avizor” por si surgía cualquier discusión, riña
o pelea, donde te pudieras involucrar sin tener arte ni parte en su origen o en
la reyerta que se hubiese formado.
Generalmente
en aquellos tiempos las peleas, riñas o reyertas siempre se realizaban a
golpes, a puño limpio, sin que faltara una que otra vez un botellazo o un golpe
con un palo o algo parecido. No había nacido todavía el ensañamiento, la
alevosía, la traición y el agavillamiento, ya que los pleitos se dirimían como
hombres, de frente y sólo utilizando como armas las manos, los puños o los
pies, cuando más. Todavía nos podíamos considerar personas de sanos
sentimientos, de rectos procederes y de sostener la palabra como que si se
tratara de un documento, respetando siempre la integridad física del
contrincante y, por sobre todas las cosas, su vida, que era sagrada para todo
el mundo. El ensañamiento, el odio, la falta de escrúpulos y la carencia total
de lo que caracterizaba al buen samaritano, no había surgido todavía. No es
como desde hace como diez años. que la criminalidad, el odio, la venganza y la
falta de todo sentimiento y escrúpulos han venido surgiendo con el macabro
acompañamiento de la utilización a diestra y siniestra de las armas de fuego, o
cuando menos de armas blancas, por lo que la asistencia a un sitio de estas
características, sobre todo en los barrios, está total y definitivamente
prohibida, a menos que se viva en el mismo lugar de su ubicación y que todos sean
conocidos, lo que no es ninguna garantía, pero por lo menos la tranquilidad es
un poco más llevadera.
Estos
eran sitios típicos de los barrios venezolanos, sobre todo de los caraqueños,
donde se expendían bebidas alcohólicas a partir de las 2:30 de la tarde. Podías
escuchar música de tu preferencia proveniente de rockolas, pero asombrosamente
se notaba que el volumen era exagerado en extremo, por lo que las
conversaciones había que sostenerlas a gritos, que era la única manera en que
se podía hablar para hacerse entender.
Generalmente
la asistencia era de puros hombres, ya que se consideraba un lugar para
simplemente beber, oír música y hablar de cualquier cosa, de cualquier tema,
cuando se podía. Caracterizado por tener mesas de billar (no Pool) y mesas de
Dominó que constituían la otra parte de la diversión en tales establecimientos,
sitio obligado de reunión luego de que se terminaran las faenas semanales los
días sábados. Generalmente el sitio estaba dotado de una gran barra que era la
preferida de los consumidores para entablar sus amenas tertulias ya que por la
cercanía entre consumidores las conversaciones podían fluir de una manera más
normas y no a gritos.
También
se estilaba oír en las emisoras de radio las carreras de caballo, los juegos de
pelotas o las carreras de carro (que caraqueño de aquellos años no se acuerda
de “Coche a la vista”, frase típica de la narración de una carrera de carros).
Luego vino la televisión, donde los programas preferidos en estos sitios eran,
por supuesto, los deportivos, incluyendo en ellos las carreras de caballos, ya
que las carreras de carros habían desaparecido de Venezuela. Siempre se hizo
referencia al boquitín de una forma despectiva, sobre todo si el comentario
provenía de las madres, de las esposas, de las arrejuntadas, de las del segundo
frente, de las amantes o de las novias, pues se le consideraba como una especie
de antro donde supuestamente el hombre se corrompía, se hacía adicto a la
bebida (todavía no se conocía la droga), o al menos “cogía malas mañas” de
aquellos compañeros que no eran muy bien vistos. Entre esta clase de
establecimientos públicos recordamos, si la memoria no nos falla:
El Morena Clara (La Pastora) frecuentado por el cantante de los
Melódicos de la época, Víctor Piñero (Arepa) que
también frecuentaba El Guaratarazo (en
El Guarataro), de donde, se dice, provenía. El
Charnequero (La Charneca). Frecuentado, por el gran Cheo
Feliciano y Alí
Primera, ya que éste tenía su
residencia en la barriada conocida como La Charneca.
BAR: Un
establecimiento dotado un poco mejor que el anterior, con más comodidad,
atendido por mesoneros, casi con las mismas características, pero ya se podía
ir acompañado de damas, a las que se respetaba cuando la bebida no se subía más
de la cuenta y cegaba a su consumidor. No tenía mesas de juego. Contaba también
con rockola, un poco más lujosa, colorida y con mejores formas, con un mejor
sonido musical, pero se respetaba que el volumen de la música escogida fuera un
poco más moderado para que las conversaciones pudieran entablarse de forma
normal y no a gritos, ya que era y es el sitio de reunión por tradición cuando
con su música se le quiere amenizar con las bebidas preferidas. La música es la
misma que el caso anterior, pues siempre prevalecían las composiciones de moda
o aquéllas que perduraban en el gusto de los clientes, a quienes siempre se
trataba de complacer, pues la mayoría eran asiduos visitantes del
establecimiento. El Bar fue tomando tales características propias que lo
identificaron plenamente, independientemente de que el establecimiento tuviera
tal denominación, ya que se consideraba un sitio de sano esparcimiento, con una
relativa seguridad y a donde generalmente asistían personas a las que la bebida
no las convertía en pendencieros o “busca pleito”. Hay una diferencia notoria
entre Bar y Botiquín.
En los botiquines entraba cualquier cristiano, simplemente lo que se
necesitaba era tener dinero para pagar sus consumos; en cambio en los bares se
estilaba reservarse el derecho de admisión, precisamente para evitar la entrada
de aquellas personas que gozaban de mala reputación, tanto hombres como
mujeres, porque su apariencia no indicaba nada bueno, pues no se hacía
distinción para honrar la condición de quienes verdaderamente asistían a
disfrutar un rato placentero, ameno y sin molestias o disturbios de ninguna
especie. El Bar Don Luis
(Chacao), con sillas numeradas pertenecientes a cada uno de los asiduos
asistentes, es uno de los más emblemáticos del Este de Caracas y ha perdurado
por varias generaciones, ganándose una muy solida reputación por las personas
que lo visitan o visitaban diariamente. Mi
Vaca y Yo (carretera vieja de Baruta, del reconocido escritor
Papillon), otro de los recordados sitios para pasar un grato momento,
disfrutando de las amenas charlas del famoso Papillon, cuando era su dueño, o
de una buena música como fondo infaltable, pero a un volumen sumamente
moderado. Luego fue atendido por su esposa, una exuberante mujer de gran
personalidad y un trato súperameno, que hacía que las veladas valieran la pena.
De igual forma se escogía este sitio, además, para disfrutar del frescor del
lugar y de la vista de las montañas que lo rodeaban.
Don
Pepe (carretera
vieja de Baruta), sitio también de gratos recuerdos, donde además de los tarros
o Jarras de cerveza, se disfrutaba del famoso pepito, que no era otra
cosa que un gran sándwich en pan francés, relleno de un pedazo de carne,
generalmente solomo, con ruedas de tomate y untado de mantequilla, al gusto; se
dice que allí fue que se invento este tipo de alimento. Bar la Pelota (Av. Casanova), se
caracterizó por emplear grandes pantallas como reflejo de la televisión para
exhibir los deportes favoritos de la época (boxeo, béisbol criollo y de Grandes
Ligas, fútbol, etc.), donde también se bailaba con música en vivo. Bar Canta Rana (Alto Hatillo), donde,
entre otras cosas, se recuerdan los famosos vermuts (después de las 4 de la
tarde) amenizados por la Billo’s Caracas Boy los sábados y domingos; sitio por
demás agradable, fresco y con una maravillosa vista de casi media Caracas. Era
un lugar casi obligado para la juventud de los años 60, cuya diversión
generalmente se caracterizó por lo sano y por lo alegre, aunque tuvo sus
lunares como el surgimiento de las grandes pandillas o los nunca bien
recordados patoteros.
Bar
Caracas City (El
Silencio), uno de los sitios más populares del centro de Caracas, con una
particularidad que lo hizo famoso, en la planta baja se encontraba propiamente
el Bar, asistido por mesoneras, muchas de las cuales eran estudiantes o madres
solteras, y en la parte superior existía un salón de billar, donde también se
servían bebidas.
BOITE: Es
una sitio parecido al nightclub, pero incluye presentaciones de mujeres (y de
otras que no eran mujeres propiamente dicho) haciendo striptease, y entre cada
presentación se podía bailar, si así era permitido. De los más recordados se
tiene a la Boite La Estrella
(Av. Urdaneta), Boite El Castillo
(Av. Urdaneta) la Boite Plaza
(El Paraíso).
NIGHTCLUB O
CABARET: Estos son salones, con mejor decoración, mejor atención, incluían porteros,
capitán de mesoneros. A diferencia de los bares y los botiquines que empezaban
en la tarde, éstos comenzaban en la noche, casi siempre a partir de las 9:00.
Eran única y exclusivamente para ver shows, artistas de moda, y como constabas
de pista para ello, también se podía bailar en los descansos entre
presentaciones, además de libar su bebida preferida, por supuesto. El más famoso y recordado, (del que
se ha escrito en infinidad de oportunidades, e incluso de la pluma del conocido
Oscar Yánez salió un libro que se llama Del Pasapoga al Trocadero, como especie
de referencia a los sitios de moda de aquella época romántica), tenemos El Pasapoga
(Av. Urdaneta), donde se dice que llegó a actuar una famosa, no como cantante,
sino como Presidenta de un país del Cono Sur; Sonja Henie (El
Paraíso), The Cats
(Altamira), Le Garage (Chacaito),
sitio obligado a visitar en los carnavales de la época que añoramos, por su muy
particulares características, por su tipo de música y porque prácticamente era
el preferido por famosas “negritas”; La
Cigogne (Bello Monte), Montmartre
(Baruta), uno de los sitios más ameno que existía ¿Quién no recuerda los
acordes musicales de su singular pianista? ¿Cómo olvidar las amistades que
surgieron de ese sitio, al que se asistía no obstante lo incomodo que resultaba
estacionar los automóviles?
Como se podrán dar cuenta la cantidad de nombres da una idea de los locales
frecuentados, teniendo cada uno una historia muy particular, pero narrarlas nos
llevaría mucho espacio. Existen muchos más, pero la memoria nos traiciona y no
los recordamos, así que cualquier ayuda al respecto será bienvenida.
* (Texto tomado de “El Blog del Bolero” 24-08-07)
https://elblogdelbolero.wordpress.com/2007/08/24/botiquin-bar-night-club-boite/
2 comentarios:
La Cigogne y su emblema “Cuisine et vins de France” marcaba diferencia por tener un estilo más cercano al bistró parisino: paredes de madera, manteles a cuadros rojos y blancos, lámparas de pantallas decoradas con etiquetas de vinos, botellas de champaña con cientos de velas cuyas mechas ardían las noches románticas, el resultado, la esperma derretida que les daba un toque envejecido.
La impepinable sopa de cebolla no faltaba en el menú de La Cigogne, así como los escargots con mantequilla de ajo. Se comía una exquisita trucha rellena, sole meuniere, chateaubriand bearnaise, espárragos en salsa holandesa; para los iniciados estaba el pato salvaje y lapin persillade.
En este acogedor sitio, de agradable ambiente francés, ahora funciona un restaurante español llamado Los Cántaros y da fe de ello las vasijas de barro colocadas a manera de descuido en su muro. (tomado de Alberto Veloz)
La Cigogne nunca fue Night Club
Juan Domingo Perón era asiduo al “Callejón de la puñalada” (Pasaje Asunción), donde visitaba una tasquita que era propiedad de los hermanos José Luis y Pablo Dobarro. Allí se reunía con los periodistas, pero prefería la compañía femenina. Por ese entonces enamoraba a Isabel Martínez, cuando ésta comenzaba a bailar en el Pasapoga (primero una fuente de soda y, luego, un cabaret, inaugurado en 1955 en el edificio Karam de la nueva Avenida Urdaneta).
Publicar un comentario