Eumenes Fuguet Borregales (*)
El 15 de enero de 1932, un grupo de insignes educadores, se reunieron en el colegio Vargas de Caracas, para fundar una organización que los agrupe gremialmente por su dignificación y en la búsqueda de sus derechos y beneficios; en 1936, se reunieron de nuevo para realizar la Primera Convención Nacional del Magisterio, convirtiéndose en la Federación Venezolana de Maestros de Educación Primaria; el primer presidente elegido fue el educador Miguel Suniaga y como secretario general el conocido maestro Luís Beltrán Prieto Figueroa, futuro presidente de la Sociedad y Ministro de Educación.
El presidente de la República Isaías Medina Angarita, decretó el 13 de enero de 1945 la celebración del “Día del Maestro” cada 15 de enero como un homenaje permanente a los educadores venezolanos. Cada país tiene una fecha diferente para esta conmemoración, tomando en cuenta algún hecho o personaje relacionado con la actividad educativa; en Japón el empleado público mejor remunerado es el maestro, por su alta responsabilidad en la formación de los futuros rectores del país. San Juan el Bautista, es el Santo Patrono de todos los educadores del mundo, quien los ilumina en la difícil tarea de educar.
A lo largo de nuestra gesta emancipadora, el proceso educativo sufrió diferentes altibajos, cuando los jóvenes estudiantes tuvieron que dejar los estudios para participar en la lucha redentora. Venezuela ha engendrado excelentes educadores, cuya luz le ha dado brillo a sus ejecutorias que han traspasado nuestras fronteras; son nuestros maestros, verdaderos herederos de las glorias y conocimientos de Andrés Bello, Padre de la Gramática Americana, preceptor del niño Simón Bolívar, y Simón Rodríguez, fundador de las Escuelas Técnicas en América, quien dio al futuro Libertador los lineamientos liberales políticos y sociales a través del libro El Emilio de Juan Jacobo Rousseau.
En el año 1843 se emite la 1ra Ley de Educación de Venezuela; en 1881 se creó el Ministerio de Instrucción Pública, hoy Ministerio para el Poder popular para la Educación. La Carta Magna, establece en su Artículo 102, Capítulo VI del Título Tercero, el derecho de recibir el pan nuestro de la educación.
Ser educador ejecuta un verdadero apostolado, involucra: ser paciente, culto, instruido, perseverante, responsable, actuando con la doble vertiente de enseñanza y formación ciudadana, en él prevalece más la vocación y cariño por su digna profesión, antes que a los intereses materiales que ella genera; siempre respetuosos a la dignidad humana y fiel defensor de los derechos del hombre. Tomamos algunas ideas de nuestros prohombres, refiriéndose a la educación, Bolívar dijo: “La educación e instrucción pública, son el principio más seguro de la felicidad general y la más sólida base de la libertad de los pueblos” igualmente “Una persona sin estudios es un ser incompleto”. Sucre dijo que: “Educar es la mayor responsabilidad de las autoridades delante Dios y de los hombres”, y “La educación es el origen de los buenos magistrados y ciudadanos”. Urdaneta al referirse a los educadores diría que: “Los maestros son obreros de la enseñanza”. Don Andrés Bello comenta que: “Los buenos maestros, los buenos libros, los buenos métodos, la buena dirección de la enseñanza, son necesariamente la obra de una cultura intelectual muy adelantada”. El doctor y educador José María Vargas refiere: “Está probado que la instrucción popular es el más seguro garante de la paz y el orden interior”. Don Simón Rodríguez explica que los ciudadanos deben recibir cuatro tipos de instrucción a saber: “Instrucción Social, para hacer una nación prudente; Instrucción Corporal, para hacerla fuerte; Instrucción Técnica, para hacerla experta e Instrucción Científica, para hacerla pensadora”. Cecilio Acosta nos dejó su mensaje: “Los medios de ilustración no deben amontonarse como las nubes para que estén en altas esferas, sino que deben bajar como la lluvia a humedecer todos los campos”.
El educador Juan Vicente González de fina pluma, nos ilustra en su pensamiento: “Recordémoslo bien, la educación no consiste solamente en adornar la memoria e ilustrar el entendimiento; ella debe sobre todo dirigir la voluntad”.
Para todos los distinguidos educadores, el respeto, admiración y agradecimiento permanente por su ejemplo, vocación exitosa, con sentido de patria, e integridad moral en la formación de los ciudadanos dignos y útiles que necesita el país para su desarrollo.
Historia y Tradición
(*) Gral. de Bgda.
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