jueves, 1 de mayo de 2014

General Antonio José Francisco Sucre Alcalá

David R. Chacón Rodríguez*




Pocas veces se ha dado en los anales de la historia, un hombre  con las virtudes de Sucre. Es uno de esos raros personajes que se distinguen fundamentalmente por la nobleza de su carácter, la lealtad y la rectitud de sus principios. Razón por la cual constituye hoy día el paradigma del desprendimiento y del sacrificio desinteresado. Siempre expresó sin falsos pundonores sus sentimientos y emociones, fue franco y directo en sus críticas y desacuerdos, incapaz de rencores, adulaciones, ni falsías, condiciones éstas que ni los avatares de la contienda, pudieron menoscabar, decaer, ni opacar. Para él es el Libertador quien encuentra el adjetivo que sintetiza la nobilísima dimensión humana de su personalidad y la proyección continental de su obra: El inmaculado Sucre.

En su corta vida, llama la atención que a los treinta y cinco años, hubiera alcanzado y culminado todas las excelencias del deber, recibido los máximos honores y desempeñado las más altas responsabilidades en las distintas ramas del servicio patriótico. Su vivir fue una constante angustia y un reto sostenido por su perenne actitud vigilante por la probidad y la disciplina, su fidelidad a la patria y su gran sentido del honor. Casi no tuvo adolescencia, mocedad, ni vida privada; su existencia pasó prácticamente de la infancia a la adultez, manteniendo un absoluto desinterés por el poder. Su entrega y amor por el país le impiden realizar una vida en familia. Cuando comienza se encuentra ya en el final de su existencia Bien expresivas son estas palabras, cuando de sí mismo dijo:

Empiezo a tener hijo a los treinta y cuatro años y mi salud está muy gastada para que alcance ni a los cincuenta, si es que me toca muerte natural[1].

Para mostrar esos extraordinarios matices, citaremos algunos casos de los incontables que desfilan por la breve y fructífera vida de tan insigne ciudadano.

Analizando brevemente estos rasgos En el orden cultural tenemos que consecuente con su criterio acerca del valor social de la escuela, y de la prensa, en 1822, funda El Monitor, el  primer periódico republicano del Ecuador y propicia la fundación de la universidad de La Paz, en Bolivia, el año 1826.

En el arte de la diplomacia, se inicia a los veinticinco años, cuando fue comisionado para concertar el Armisticio y Tratado de Regularización de la Guerra, firmado entre España y Venezuela, en 1820; igualmente fue Plenipotenciario extraordinario en Quito, en 1821 y dos años más tarde le otorgan facultades diplomáticas y de fuerza en el Perú, y se le expide credencial amplia para tratar con los gobiernos de Chile y Buenos Aires. Otra prueba fehaciente de su magnanimidad, fue la capitulación de la Batalla de Ayacucho, cuando contrariamente a lo dispuesto en la política tradicional, Sucre, le ofrece al Virrey La Serna la oportunidad de incorporarse al orden en contra del cual había luchado catorce años, realizando de esta manera, una consustanciada diplomacia sin precedente en los anales históricos, demostrando así, que siempre estuvo presto al servicio de los más sanos principios de la convivencia internacional, dentro del concepto de la Justa Causa para buscar la unidad del Continente americano.

En el aspecto judicial, creó e instaló la Corte Suprema de Justicia en Cuenca, el 20 de marzo de 1822 y la Corte Superior de Justicia Boliviana, en 1826.

En cuanto al poder legislativo se desempeñó como Diputado al Congreso de Angostura (elegido con menos de la edad requerida) en 1819, Senador por el departamento del Alto Orinoco, en 1822, y Presidente del Congreso Admirable en 1830.

En el orden militar sus servicios van desde cadete en 1808, Jefe del Estado Mayor de la División de las provincias de Cumaná, el 17 de octubre de 1817, Comandante del Cuerpo de Ingenieros de la provincia de Margarita, en 1811, hasta General en Jefe (de Colombia, el 12 de febrero de 1825), Comandante General y Gran Mariscal de Ayacucho (en Perú) el 27 de diciembre de 1824, incluyendo su paso como Ministro de Guerra interino en 1820, logrando así los máximos empleos en la escala castrense.

Desde el punto de vista político-administrativo su carrera comienza como Gobernador de la plaza antigua de Guayana y Comandante General del bajo Orinoco el 19 de septiembre de 1817, hasta Presidente fundador de la República de Bolívar, llamada posteriormente Bolivia, en 1826, pasando por el de Intendente del Departamento de Quito, el 18 de junio de 1822.

Como se puede observar en este mosaico revelador de su fulgurante personalidad y vocación de servicio, el resultado de su vida se consumió por una constante acción sin descanso, debido al afán desmedido y superexigente de su personalidad, que nunca le dió tregua, pues las circunstancias del destino lo reclamaban a plenitud.

Después de una vertiginosa carrera triunfal, Sucre sabía perfectamente que se encontraba con una deteriorada salud, él mismo se autobiografiaba utilizando expresivas metáforas como esta:

Yo soy un hombre enfermizo y creo que para siempre. Antes me veía tan escribidor y ahora muy rara vez tomo la pluma por causa de mi enfermedad del pecho. Pocos meses ha que también me sentí de una ingle, de manera que ha decirte verdad, valgo tanto como una vieja maraca[2].

Igualmente en otra ocasión expresó:

Yo me he restablecido de mi ataque disentérico; pero estoy resentido del pecho que después de dos años no me dolía. Voy a darme baños tíbios que es mi remedio eficaz...Esta vida es un martirio. Las enfermedades propias, de la familia y de los amigos; las pesadumbres, en fin, todo es un infierno en que algunas veces se dulcifican las penas con ráfagas de alegría. A mi me ha tocado de todo, pero como a todos, mucha mayor suma de pesares y de disgustos[3].

Después del llamado motín de Chuquisaca, ocurrido el 18 de abril de 1828, Sucre hastiado del poder y de la actividad pública, toma la firme decisión de renunciar a la presidencia de Bolivia con la intención de retirarse a la vida familiar y fijar su residencia en Quito. Así lo manifiesta al Libertador cuando le expresa:
Nadie me hará emplear en el servicio público. Llevo la señal de la ingratitud de los hombres en un brazo roto, cuando hasta en la guerra de la independencia pude salir sano[4].  

Por tal motivo, envía con su edecán, el Coronel Pedro de Alarcón su archivo personal a  su hogar en Quito. Este archivo va a sufrir una trágica desmembración. Una parte se conservó en una pieza, depósito de herramientas en la hacienda de Chisinche, propiedad de su esposa. Como se depositaron en cajones destapados, los administradores de la hacienda, se proveían de papel para algunos menesteres.

Se dio el caso de que la envoltura de una libra de mantequilla era una carta de Bolívar a Sucre[5].

Otra parte quedó en el cuarto de trastes que, en todas las casas de Quito se conoce como La Leonera,   existente en la casa de su consorte en Quito, ubicada en la intersección de las carreras Sucre y Venezuela, mansión conocida posteriormente, con el nombre de la casa azul. Después de la muerte de Don Felipe Barriga y de su hijo, este archivo fue heredado por su esposa, Doña Josefina Flores Jijón de Barriga, quien lo hizo trasladar a una  pieza del piso alto de la mencionada casa y allí un empleado infiel y codicioso vendió parte de aquellos papeles al distinguido facultativo Alejandro Melo. Después de la muerte de la señora Flores, pasó  a manos de su sobrino Alfredo Flores Caamaño, y actualmente forma el archivo Jijón y Caamaño, en Quito. Cuando en  1906, el senador y profesor norteamericano, Hiram Binham realizó un viaje por Sur América adquirió en Quito, Lima[6] y Caracas[7]  una gran cantidad de documentos y los depositó en la Universidad de Yale, en Connecticut. Al enterarse el Doctor Vicente Lecuna el 13 de julio de 1935  inicia las gestiones para lograr la compra de los valiosos documentos. Tres años más tarde, Hiram Bingham cede los documentos mediante previo abono de la misma suma que había pagado por ellos cuando los adquirió. Luego se procedió a su incorporación al archivo del Libertador, custodiado actualmente en la parte alta del edificio sede de la Sociedad Bolivariana. Posteriormente, las nietas del General Juan José Flores vendieron parte del archivo del citado militar, en el cual figuran varias cartas originales dirigidas por el Libertador a Sucre. Esto documentos fueron remitidos a la Academia Nacional de la Historia en 1942 e inmediatamente fueron incorporados al Archivo de Sucre.

Hasta en su testamento se experimenta a plenitud la permanencia de sus intachables principios humanitarios,  éticos y morales,  dejando allí palpable su sentido de justicia y equidad, así como, el amor por su familia. Por considerar que este desconocido legado tiene un gran valor, lo reproducimos íntegramente a continuación:


Disposiciones testamentarias del Jeneral Antonio José de Sucre[8]
         1.- Mi mujer lejítima es Mariana Solanda[9]; y tenemos una sola hija Tereza[10] (que ha cumplido hoy cuatro meses de edad) por que mi mujer no está embarazada.
         2.- Si yo muero estando viva mi hija, ella es mi sola y unica heredera. Si mi hija muere antes que yo, entonces, mi mujer es mi heredera, con excepción del tercio y quinto de mis bienes.
         3.- En el caso que mi mujer sea la heredera, el quinto de mis bienes lo tomará mi ayudante el Coronel Pedro José Alarcón, y lo distribuirá en los términos que le prevengo en una memoria separada que le dejo, y que observará puntualmente.- El tercio de mis bienes se repartirá igualmente entre mis ocho hermanos legítimos, José María, Jerónimo, Margarita, Manuela, José Manuel, Magdalena y Rosario. La distribución por parte exactamente iguales, la encargo a mi hermano Gerónimo que la cumplirá con fidelidad.
         4.- Las muy pocas mandas que prevengo las cumplirá Alarcón con mi quinto. De mis bienes se separará la espada que me regaló el Congreso de Colombia como premio por la batalla de Ayacucho, y que se entregará al General Bolívar, en señal de mi gratitud, por los servicios que ha hecho a mi patria.
         5.- Mi hija ó mi mujer, elegirán de entre mis bienes lo que ellas gusten por su herencia; y puesto que a la primera nada reservo, comprende este articulo á la segunda.
         6.- Mis bienes consisten, en mi casa[11] (que antes fue del Marques de Villarocha) y que con lo que dejo para su conclusión me cuesta veinte y cuatro mil pesos, de que cinco mil trescientos veinte son á censo, y pertenecen por una capellanía lega a mi mujer, á cuyo nombre se compró la casa estando yo en Bolivia = Diez y ocho mil cuatrocientos pesos que me reconoce á censo, la Hacienda de Santiago, perteneciente a los Señores Zaldumbides = Seiscientos pesos de unos negros de mi propiedad que están en Esmeraldas = Mil pesos que vale mi cantina de plata = Doce mil pesos en plata que tengo en poder de Don Lucas de La Cotera residente en Bolivia, y cuya obligación se halla entre mis papeles = Doce o quince mil pesos que valen mi espada de brillantes que me regaló la municipalidad de Lima, y mi medalla de brillantes que me regaló el Congreso de Bolivia. = Seis mil pesos que me debe el Señor Cristóbal de Armero por los arriendos de la Hacienda de la Huaca en los años de 27 y 28 y de que rebajado algunos picos que dice él que tiene que cargarme, que darán a lo menos á mi favor cinco mil trescientos. = y doscientos seis mil y pico de pesos en que está tasada mi Hacienda de la Huaca, cita en el Valle de Chancay del Departamento de Lima, siendo este su valor el año de mil ochocientos veinticinco, y sin comprender las mejoras que haya tenido hasta ahora.
         7.- Mi herencia paterna y materna, y unos veinte mil pesos que había prestado al gobierno de Colombia, por medio de mi apoderado en Guayaquil, no se cuentan en mis bienes, por que los he cedido desde años pasados á mis hermanos, que deben estar ya en poseción.[12]
         8.- Mi cantina de plata, y las prendas de oro y plata que haya en mi equipaje, las tomará mi ayudante Alarcón; y también tomará lo que guste de mi equipaje, repartiendo el resto entre mis criados. Mi buena papelera, pertenece á Carlos Aguirre, á quien se le entregará.
         9.- No debo cantidad alguna á nadie. Tenia una cuenta pendiente con mi Ayudante el Coronel Alarcón, y le he dado una libransa para que mi apoderado en Lima se la cubra de toda preferencia, con los productos de la Huaca en este año o en él que viene.
         10.- Nombro por mis Albaceas á los Señores General Vicente Aguirre, y Coronel Pedro Alarcón, mientras se haga la distribución de mis bienes. Si mi hija vive, será mi mujer su tutora, mientras no se case; y si mi mujer se casa, será el tutor de mi hija mi Ayudante el Coronel Alarcón.
         Los diez artículos que anteceden escritos de mi puño y letra, son validos como un testamento en forma, si yo falleciere sin haber echo otro con fecha posterior al presente.
         Quito a diez de Noviembre de mil ochocientos veintinueve el 19° de la independencia-Antonio José de Sucre-
         Y para que conste se pone por diligencia, que la firma el Señor Auditor de Guerra por ante mí el presente Escribano de que doy fe.
         Ante (firma y rúbrica)              Ante mi Castrillon (firma y rúbrica)
         Sello- República de Colombia, &
         Luego el espresado Señor Auditor de Guerra, hallándose en la Casa Mortuoria asociado de mí el presente Escribano, mandó se procediese a la Facción de Imbentarios y tasaciones de todos los bienes que pertenescan al Gran Mariscal de Ayacucho, según lo había solicitado su Albacea el Señor Jeneral Vicente Aguirre, y habiendolos manifestado se practicó en la manera siguiente.
         (Siguen los Inventarios y Tasaciones)
         Como parece, asciende el valor de las casas, Alahajas, y mas especies Imbentariadas a la cantidad de veinte y nueve mil, setecientos nobenta y dos pesos dos reales (S.I) la cual tasación expresaron los peritos nombrados haberla practicado en toda legalidad y no habiendo mas bienes que Imbentariar, ni Tasar, que los que van referidos y descriptos en el presente, como de la propiedad de Su Excelencia el Gran Mariscal de Ayacucho, entraron a poder de su viuda la Excelentísima Señora Mariana Carcelen y Larrea que es la tutora de su hija menor instituida por su Testamento, para conservarlo en los terminos que previene el Derecho A su cumplimiento y cualesquiera sus bienes en forma legal, y en testimonio de lo dicho asi lo otorga y firma con el espresado Señor Auditor de Guerra, los Señores Albaceas y los Peritos nombrados con intervención de mi el presente Escribano de que doy fé.
         Ante (firma y rúbrica) Vicente Aguirre (firma y rúbrica)- Manuel Antonio García Parreño (firma y rúbrica)- Mariana Carcelen (firma y rúbrica) Platero Andrés Solano (firma y rúbrica)- Ante mi Juan Bautista Castrillon (firma y rúbrica)- Escribano Público de Hacienda y Guerra.
         Visto en esta Consulado de la República de Ecuador en Mónaco con residencia en Niza.
         El Cónsul certifica que esta copia de cuatro fojas es textualmente conforme al original.
         Niza á treinta de mayo de mil novecientos diez y siete.
        
(Hay un sello:)
Consulado de la República de Ecuador en Mónaco.

         El Cónsul del Ecuador
         J. Messiah
 (firma y rúbrica).

Como puede apreciarse, en su testamento sus bienes no estaban al nivel de un ciudadano consagrado al servicio de la patria desde los quince años. Aunque en su vida manejó muchos millones, no dejó mayores bienes de fortuna, y lo poco que pudo acumular lo regalo todo: su herencia, sus haberes militares, su sueldo y sus condecoraciones.

Sucre, salió jubiloso de su encuentro con la historia, porque supo interpretar la más elevada cátedra del patriótico quehacer y la entrega sin mezquindad, constituyéndose así, en un permanente ejemplo de una constancia firme como su lealtad, férrea disciplina y extraordinario espíritu de trabajo, siempre opulento en ideas y acciones de grandeza, representando a plenitud los verdaderos valores de la libertad, la justicia y la verdad.

La pluma de muchos historiadores afirman -sin que hasta el momento hallan aparecido documentos fidedignos que confirmen o desmientan estos hechos, nosotros sin embargo, fieles a la tradición creemos nuestro deber darlos a conocer- que el General Isidoro Barriga, segundo esposo de la Marquesa de Solanda, intencionadamente dejó caer desde lo alto de uno de los balcones de la casa azul a la hija del General Sucre por la avaricia de apoderarse de todos los bienes patrimoniales, ya que teresita era su única heredera. Es más, la muerte del Mariscal está llena de indicios que prueban que el General Barriga fue uno de los miembros de la conspiración que cegó su vida física, ya que tenía un interés personal en el asesinato del esposo de su amante, pues de esta manera se convertiría en el heredero universal de su víctima.


 





Bibliografía recomendada:

.- Archivo de Sucre. Caracas. Fundación Vicente Lecuna-Banco Central de Venezuela-Presidencia de las República. 1973-1996. 14 vols.

.- BOLÍVAR, Simón: Resumen sucinto de la vida del General Sucre. Caracas: Concejo Municipal del Distrito Sucre. 1973.

.- GRISANTI, Ángel: Vida ejemplar de l Gran Mariscal de Ayacucho. Comandancia General de la Marina. 1969.

.- Nectario María, Hermano: La tragedia de Berruecos: relación histórica del asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho. Barquisimeto:  Tipografía de Teófilo Leal. 1930.

.- Pensamientos de Antonio José de Sucre. Caracas. Alfadil 1995.

.- SHERWELL, Guillermo Antonio: Antonio José de Sucre: Gran Mariscal de Ayacucho, héroe y mártir de la independencia americana. Bosquejo de su vida. Caracas: Banco Industrial. 1970.

.- VILLANUEVA, Laureano: Vida de Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho. Caracas. Ediciones de la Presidencia de la República- Banco Industrial de Venezuela. 1995.



[1] Carta que dirige a su hermano Jerónimo, Popayán, 13 de diciembre de 1829.El original de esta carta se encuentra en el archivo de Don Hernando Sanabria Boulton. Fue publicado en El Nacional del 5 de junio de 1980.
[2] Carta que dirige a Soublette el 12 de diciembre de 1825. Véase: Memorias del General O`Leary. Edición del Ministerio de la Defensa. Barcelona. España. 1981.  Tomo 1º, p. 591-592.
[3] Carta que dirige al General Bolívar desde Quito el 7 de septiembre de 1829. Véase: Memorias del General O`Leary. Edición del Ministerio de la Defensa. Barcelona. España. 1981.  Tomo 1º, p. 551.
[4] Carta que dirige al General Bolívar desde Chuquisaca el 27 de abril de 1828. Memorias del General O`Leary. Edición del Ministerio de la Defensa. Barcelona. España. 1981.  Tomo 1º, p. 497.
[5] C.F. De Guzmán, Rafael María.: El Archivo del Mariscal se conserva en la Universidad de Yale. En Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas. Tomo XIII, Nº 50 de abril-junio de 1830. p. 203. Fue publicado anteriormente en El Comercio, de Quito, 25 y 26 de marzo de 1922.
[6] A Francisco Pérez de Velasco.
[7] A los descendientes de John Alderson.
[8] Ejemplar existente en el Archivo del Libertador que se encuentra en la sede de la Sociedad Bolivariana. En la transcripción del presente documento hemos respetado fielmente su ortografía original
[9] El verdadero nombre de la Marquesa de Solanada y Villarrocha era: Ana Marìa Francisca Felipa Carcelèn Larrea.
CF.: Partida de Bautismo en la capilla del Sagrario en Quito. Libro de Bautismos de Españoles desde el 23 de noviembre de 1796 a 29 de abril de 1819, Nº 36, serie A, fol 75.
[10] Fue bautizada el 11 de julio de 1829. CF.: Partida de Bautismo en la capilla del Sagrario en Quito. Libro de Bautismos de Españoles desde 1819 a 1831, tomo 7-1, serie B.
[11] Está ubicada en el centro de Quito, en la intersección de la calle Sucre y la antigua calle Correo, llamada hoy Venezuela, Nº 573.
[12] En esta cláusula se demuestra el dasapego que tenía Sucre por los bienes materiales

*
David R. Chacón Rodríguez

Historiador, bibliógrafo y documentalista. Egresado de la Universidad Central de Venezuela. Entre 1986 y 1992 se desempeñó como Agregado Cultural para Investigaciones Históricas de la Embajada de Venezuela en España. Actualmente es Presidente y Consejero General de la Fundación Hermano Nectario María para la investigación Histórico-Geográfica de Venezuela, desde 1986; Miembro Fundador y Tesorero de la Fundación Francisco de Miranda y Próceres de nuestra Independencia (2005-2007). Igualmente ha sido Tesorero (2002-2006) y Secretario de la  Fundación Pedro Grases (desde 2006 hasta el presente), Directivo (Director de Relaciones Públicas y Director de Investigaciones y publicaciones) de la Sociedad Divulgadora de la Historia Militar de Venezuela. Directivo de la Revista Venezuela Cultural. Presidente de la Sociedad Bolivariana de Sevilla, desde 1988-2000.
Trabajó como secretario privado  del Reverendo Hermano Nectario María y participó en las gestiones realizadas para la identificación definitiva de los restos del Generalísimo Francisco de Miranda. Colaborador en la prensa nacional e internacional y en revistas especializadas.

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