lunes, 10 de octubre de 2011

EL MANGO EN VENEZUELA

Por Carlos Alarico Gómez*
" La historia es una ciencia y, por tanto,debe ser tratada como tal"C.A.G
 Gabriel García Márquez publicó en 1989 el libro El General en su Laberinto y, como era de esperarse, la obra del merecidamente celebrado Premio Nobel de Literatura (1982) se agotó apenas llegó a los anaqueles. Como siempre, el hombre de Aracataca había trabajado con mucho ahínco para lograr éxito y, si bien se trataba de una novela histórica, tuvo el cuidado de consultar la poca documentación existente sobre los últimos meses de la vida del Libertador para sustentar sus aseveraciones. No obstante, desechó la seguridad que le proporcionaba la experiencia de haber conocido a fondo el personaje Simón Bolívar a través de sus lecturas, prefiriendo, en cambio, buscar historiadores venezolanos que lo ayudaran a cotejar datos que no estaban en la documentación consultada. Le preocupaba, en particular, la aseveración que había formulado en las páginas de ese libro en el sentido de que Simón Bolívar comió mango al lado de su amada Josefina Machado, mientras vivió con ella en Angostura entre los años 1817-1819.

Uno de los asesores seleccionados por el Gabo para verificar esa data fue el historiador venezolano Vinicio Romero, casado con una dama guayanesa, región donde vivió varios años. El consejo que le dio fue de no usar esa información porque tenía la convicción de que el mango no llegó a Venezuela sino mucho después de la Batalla de Carabobo. Romero basó su aseveración en lo previamente argumentado por Lisandro Alvarado (1921), Henry Pittier (1926) y Arturo Uslar Pietri (1967), a lo que hay que añadir que éste investigador había dedicado todo su esfuerzo intelectual al estudio de la figura del Libertador y, por esa razón, el escritor colombiano no vaciló en eliminar ese dato de su obra.

No obstante, tan pronto salió a la luz pública el libro en referencia y se pudo conocer el hecho narrado, el investigador Pablo Ojer se puso las manos en la cabeza y expresó con honda preocupación que Romero no tenía razón, ya que él tenía pruebas irrefutables de la manera cómo se introdujo el mango en Venezuela durante la época provincial. La afirmación la hizo ante un grupo de familiares y amigos que lo acompañábamos en su casa de Santa Inés, en Caracas, quienes oímos con gran interés las precisas y bien documentadas explicaciones que nos proporcionaba el profesor Ojer y, por lo tanto, no nos sorprendió en lo absoluto la lectura de un artículo suyo que publicó algún tiempo después en el Diario de Caracas (04-05-1991) titulado “Sancinenea, introductor del mango en Guayana”, en el cual presentaba las pruebas de que le asistía la razón.

Fermín de Sancinenea

            En efecto, la sabrosísima fruta, que tanto disfrutamos cuando niños sin preocuparnos por saber su procedencia, entró en nuestro territorio de la mano del navegante Fermín de Sancinenea en el ya lejano año de 1789, suceso que le informó con detalles al ministro Antonio Valdés en carta que le envió el 29 de abril de ese año, en la que le decía que logró sembrar en Angostura (hoy Ciudad Bolívar), con permiso del gobernador de la provincia, "... las plantas y semillas de que Vuestra Excelencia quedará impuesto por el adjunto documento que acompaño...". Y en el referido anexo, Sancinenea especificaba que había sembrado canela, nuez moscada, el clavo, la pimienta de Castilla y el mango, precisando que esta última se produce en la isla de Ceilán (Sehilán en el original), en la India, de donde fueron conducidas al Nuevo Mundo.

En el documento se explica el modo cómo Sancinenea le repartió la semilla a varios hacendados y vecinos de Guayana, entre quienes se hallaba su amigo Félix Farreras, a quien le informó cuál era la mejor fecha y el método más adecuado para sembrarla, lo que debía seguirse al pie de la letra si se quería obtener frutos jugosos y hermosos. La técnica le había sido confiada por los hindúes de Cayena a los que compró las semillas. En esa época, los nacionales de ese país emigraban en gran cantidad a la isla de Trinidad y a la región guayanesa que ocupaban los franceses y holandeses. Faltaba todavía algún tiempo para que Francia le cediera parte de su colonia a Inglaterra (1815) y se constituyera la Guayana Británica.

Sancinenea tuvo suerte en lograr que su mensaje fuese captado a plenitud, lo que permitió la rápida reproducción de la planta, que se adaptó estupendamente a la geografía de la Guayana venezolana y, más tarde, a la del resto del país, tal como pudo comprobar Alejandro de Humboldt en 1800 durante su visita a la ciudad de Angostura (Viaje a las Regiones Equinocciales, IV, p. 396), ocasión en que fue atendido por Farreras, quien había llegado a alcanzar una posición de gran importancia en esa región. Su relevancia era tal, que fue uno de los que extendió certificado de reconocimiento al gobernador Manuel de Centurión Guerrero en 1771, dando fe sobre sus realizaciones en materia de poblamiento y administración, documento en el que también aparecen las firmas del vicario Andrés Callejón y del comandante Nicolás Martínez, entre otras.

Otro dato importante en torno a este hecho es que Sancinenea remitió al conde de Campoalange, consejero de Estado de Carlos IV, los certificados que avalaban la introducción del mango en Guayana, que le fueron proporcionados por el gobernador y por el Cabildo de Angostura. La correspondencia la redactó en una carta fechada en Aranjuez el 27 de mayo de 1795, mientras se encontraba en España, en la que aportaba datos de gran interés que le abrieron las puertas del Palacio Real, siendo atendido personalmente por Campoalange, quien después de constatar la documentación que le fue consignada, procedió a felicitarlo y de inmediato tramitó su designación como Capitán de Puerto en la ciudad de Puerto Cabello, así como su ascenso al grado de Capitán de Navío, cargo que le fue concedido y que desempeñó a cabalidad, como había sido su conducta en todas las posiciones que logró obtener durante su larga e intensa vida.

Años después, cuando se sintió envejecer, solicitó su pase a retiro a don Manuel de Guevara y Vasconcelos, Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela, quien accedió a ello y, en consecuencia, le escribió a Carlos IV pidiéndole que le concediera la jubilación requerida en carta fechada el l7 de diciembre de 1803. La solicitud fue aceptada por el monarca, lo que le permitió a Sancinenea regresar a España en el atardecer de su existencia, después de haber tenido una vida plena de hallazgos y realizaciones, entre las que se destaca la introducción del mango en Venezuela.   

Visión retrospectiva: ¿Cómo entró el mango en Venezuela?

Fermín de Sancinenea era un marino nacido en la población de Fuenterrabía, provincia de Guipúzcoa, quien muy joven se embarcó hacia América en un barco de la Compañía Guipuzcoana y, después de varios años de servicio, logró en 1757 que el gobernador de La Española le otorgara el título de Capitán de Mar y Tierra del paquebote Nuestra Señora de la Concepción, con lo que mejoró notablemente su posición, ya que a partir de ese momento tendría bajo su responsabilidad el comando de un buque encargado de transportar pasajeros y correspondencia entre España y los puertos américanos.

Fue justamente esa actividad la que le permitió llevar el mango a la población de Angostura, en Guayana, treinta y dos años más tarde.  La explicación de la manera cómo  logró encontrar e introducir la mencionada fruta en nuestro país se encuentra en la carta-informe que envió al gobernador de la Provincia, la cual fue encontrada por Ojer en 1954 en el Archivo de Simancas, ubicado en Valladolid, España, mientras efectuaba estudios de post-grado en ese país. En el documento, Sancinenea narra las peripecias del viaje que empezó el 19 de enero en Angostura y que continuó por el caño de Imataca, después de un breve descanso en los Castillos de Guayana, cercanos a San Félix.

Su viaje lo prosiguió navegando hacia la isla de Tobago en la que encontró al conde de Dilón, gobernador de Martinica, a quien condujo a esa isla francesa, permaneciendo allí una corta temporada. Luego tomó rumbo a Cayena, capital de la Guayana Francesa, donde adquirió la semilla del mango, además de las otras ya mencionadas, las cuales llevó a Angostura en abril de ese mismo año, tres meses antes de que Bolívar cumpliera su sexto aniversario. Veintiocho años después, el Libertador tendría la oportunidad de saborear la deliciosa fruta al lado de su amada Josefina, en las riberas del inmenso Orinoco. 

Sobre la vida de Sancinenea trabajó también Diego Serpa Arcas, quien se topó con la figura del guipuzcoano mientras investigaba la ruta de Humboldt, habiendo llegado a la conclusión de que fue ese hombre de mar el que introdujo el mango en Venezuela y de su labor dejó constancia en un artículo que publicó en El Universal  del 26 de mayo de 1985.

El mango en la historia de la medicina

La historia del mango es de antiquísima data. Se cultivaba ya en tiempos prehistóricos, según se puede inferir de antiguos documentos existentes en la India, donde  se mencionan las propiedades de esa sabrosísima fruta. La información se encuentra en muchísimas publicaciones, tal como se puede comprobar en la lectura de las Sagradas Escrituras traducidas del sánscrito, la antigua lengua de los brahmanes, así como en multitud de leyendas recogidas en libros folclóricos de la India en los que aparecen detalladas narraciones sobre las bondades del mango en asuntos relacionados con la salud, hasta el punto de haber sido calificado de fruto sagrado. De hecho, el árbol del mango ha sido objeto de veneración en ese país desde tiempos ancestrales, que se estiman en unos dos mil años antes de Cristo.

I.                                                                                                                                      

En Venezuela, al mango también se le ha hecho acreedor de reconocimiento, debido a sus características intrínsecas y por haber contribuido al sustento de los agricultores que se dedicaron a su cultivo. En el estado Cojedes, por ejemplo, el gobierno regional llegó a conceder la “Condecoración del Mango”, dada la admiración que le tienen sus moradores a esta fruta, debido a sus múltiples acciones beneficiosas para la salud, cuyas bondades han sido comprobadas y reconocidas mundialmente por el gremio médico, por los nutricionistas y por el ciudadano común. Sus aplicaciones son numerosas, pero las más reconocidas son las de proporcionar antioxidantes al cuerpo, lo que le permite actuar en forma preventiva contra el cáncer del colon, además de suministrar vitaminas C y B5, lo que facilita el metabolismo de los hidratos de carbono y el tratamiento de problemas en la epidermis.

No obstante, su ingestión excesiva produce efectos laxantes, sobre todo en los meses de abril y mayo que es cuando ocurre la sobre abundancia de la fruta y, obviamente, eso produce un consumo desbordado en la población. Y la razón es que el mango tiene un alto contenido de fibra, por cuyo motivo se debe tener la precaución de no  ingerir más de 300 gramos al día. En esa cantidad es una excelente ayuda para el estreñimiento, debido a que facilita la digestión, según se ha podido comprobar, pero es fácil caer en excesos dado el rico sabor de la fruta.

Sus beneficios para la salud son de tal magnitud que está totalmente comprobada su positiva influencia en la reducción de las tasas de colesterol y como coadyuvante en el control de la glicemia, lo que resulta altamente gratificante para el ser humano. También es recomendada su ingestión para las personas que padecen de insuficiencia renal, pues tiene un alto contenido de potasio y, como si eso no bastara, posee además un efecto saciante que favorece a las personas que sufren de diabetes o de exceso de peso. A todo esto se debe agregar que hay muchas personas que le atribuyen efectos afrodisíacos y si bien esto no ha sido del todo comprobado, vale la pena averiguar. Como se puede observar, hay múltiples razones para estar agradecidos del mango y al entenderlo así se puede comprender por qué los hindúes lo veneran con tanta devoción, atribuyéndole parte de su felicidad. También ayuda a entender a los cojedeños, a los guayaneses y a otros connacionales que celebran la fiesta del mango con alegría contagiosa, costumbre que se ha ido extendiendo en Venezuela.

 Las cualidades del mango

El mango es una fruta de pulpa carnosa, baja en calorías, de sabor dulce y grata al paladar, que está lista para ser consumida cuando su concha se torna amarilla o rosada, según la variedad. En Venezuela se prefiere la especie llamada “Bocado”, que resulta deliciosa por su sabor y contextura, pero también se puede conseguir el mango “Manila” en el oriente del país, tal como asevera el célebre historiador Germán Carrera Damas quien es un fiel y constante consumidor de la deliciosa fruta. Carrera estima que esta variedad de mango entró en América a través de Acapulco, México, después de cruzar el Océano Pacífico desde Luzón.

Tal posibilidad es altamente factible y de hecho hay  autores que han señalado que viajeros españoles llevaron la fruta desde la India hasta Manila a fines del siglo XV, lo que explicaría su llegada a México en una época en que España comenzaba a tomar posesión del continente recientemente descubierto por Colón. Si bien el mango “Manila” es apreciado en la región nor-oriental del país, una variedad que también compite en la aceptación de los consumidores es el mango “Melocotón”, de gran tamaño, que posee sabor y olor muy similar al melocotón en almíbar, característica que le ha hecho ganar ese calificativo. 

Entre las variedades más populares de la “Mangifera indica lennis”, como se llama científicamente a la popular fruta, están: los mangos de hilacha, riquísimos en fibra; los de injerto, favorecidos ampliamente por el comercio, entre los que se destaca la variedad conocida como la manga; y el bocao, que es el preferido por la mayoría, dado el delicioso sabor de su pulpa y al hecho de que se puede comer sin la incomodidad del mango de hilacha, que si bien muy sabroso, tiene la desventaja de incrustarse entre los dientes, lo que obliga al consumidor a ayudarse con los dedos para sacarse de la boca el indeseado visitante, lo que no es apreciado por las damas, que encuentran decididamente vulgar ese indeseable hábito. 

El árbol del mango

Puede alcanzar hasta unos treinta metros de altura, aunque los agricultores prefieren a los que tienen un promedio de diez metros, lo que consiguen mediante la técnica de aplicación de injertos. De ese modo incrementan la producción en el menor tiempo posible, aumentando la productividad, además de facilitar la recolección del producto durante la cosecha. De esa práctica agrícola surgió el dicho de que "los mangos están bajitos", refiriéndose sin duda a que cuando las matas están bien cargadas el trabajo de los campesinos se facilita, haciendo menos ardua su labor. También permite que los niños puedan acercarse a las matas de mango y atrapar las frutas con más facilidad, muchas veces sin el consentimiento de sus dueños. Es común ver en los alrededores de los mangales, en tiempo de cosecha, niños corriendo con el producto de su rapiña entre las manos, mientras los productores les gritan improperios. Pero todo ello, bueno es decirlo, forma parte de la tradición del pueblo venezolano y nunca se ha sabido de un niño que haya sido encarcelado o herido como consecuencia de haberse adueñado de un par de buenas mangas del solar vecino.

 El mango en la política

 En el siglo XIX se hizo muy popular el dicho “Los mangos están bajitos” y se usó mucho en la política, pues servía para expresar que las cosas estaban listas para ser llevadas a cabo o que ya el asunto en ciernes había sido descubierto. Tal creencia popular pudo ser comprobada en 1913 por el general Francisco Linares Alcántara, pero el aprendizaje le costó la enemistad de Juan Vicente Gómez y el exilio. El problema se originó debido a la ruptura política entre los generales Román Delgado-Chalbaud y Gómez, que habían sido muy buenos amigos, compadres y socios en varias empresas, pero que en ese año se enfrentaron por rivalidades y malentendidos, lo que llevó al primero a implementar un proyecto para derrocar a su compadre Gómez.

Linares Alcántara, que había sido separado de sus responsabilidades de gobierno, se involucró en la conspiración, a pesar de ser muy allegado a Gómez, hasta el punto de que tenía amores con Regina, la hermana del dictador, a la que había prometido matrimonio. Cuando Gómez se enteró del intento que se fraguaba en su contra procedió a designar al coronel Agustín Tirado Medina para que detuviera a Delgado-Chalbaud. Tirado aceptó el encargo, pero sabía muy bien que la misión encomendada era peligrosa y, por tal razón, averiguó los hábitos del militar en desgracia y pudo saber que acostumbraba salir muy temprano en su coche tipo Victoria, que era guiado por dos hermosos purasangres color castaño y, con esa información, tomó la decisión de esperarlo frente a su casa desde las primeras horas de la madrugada.

Su estrategia dio resultado. Poco antes de las seis de la mañana del 17 de mayo de 1913, Tirado escuchó que el coche del general Delgado-Chalbaud se aproximaba y con todos sus sentidos en alerta  se aprestó a cumplir sus instrucciones y se colocó frente al portón, pues sabía muy bien que el conductor tenía que aminorar la velocidad en ese lugar para poder salir de la casa y tomar la calle. No hizo falta ninguna violencia. De hecho, Delgado-Chalbaud lo conocía muy bien y, tan pronto lo vio, ordenó frenar el coche para conocer el motivo de la presencia de Tirado, lo que éste aprovechó para saludarlo militarmente y al acercársele le colocó un revólver en el pecho para luego conducirlo preso a La Rotunda.

Linares Alcántara se enteró del suceso a través de Regina, hermana del Presidente, quien le dijo: Es mejor que salgas del país por un tiempo, Panchito, mientras las cosas se arreglan. Linares le hizo caso a su novia, pero dudó mientras preparaba su salida: ¿Será verdad que su futuro cuñado lo quiere detener? Y ante la incertidumbre, decidió llamar por teléfono al Presidente y al responderle se produce el siguiente diálogo:

 -Ala, Alcántara, ¿qué noticias me tiene?

A lo que Linares Alcántara contesta:

-Nada, mi general, quería saber si todo estaba bien. ¿Cómo

 van las cosas?

Y Gómez le expresa:

-Pues, nada, amigo Alcántara. Es que como los mangos están bajitos, estoy meniando la mata pa’ que se caigan.

            Tan pronto escuchó esas palabras no lo dudó más y como conocía muy bien a Gómez sabía que su vida estaba en peligro. Por tanto, esa misma noche cabalgó a toda marcha hacia Puerto Cabello, donde tenía una chalupa esperando para conducirlo a Curazao.

Es posible que el dictador deseara dejarlo escapar por petición de Regina, pero Linares prefirió no quedarse a  esperar la decisión. La desgracia fue grande para los protagonistas de aquel suceso. Delgado Chalbaud pagó 14 años de cárcel y al salir en libertad comandó la invasión del Falke y allí murió en un enfrentamiento contra el general Emilio Fernández. Regina murió soltera, recordando a su dulce Panchito y el matrimonio que no pudo ser. Y Linares tuvo que esperar la muerte de Gómez para regresar del exilio. Es decir, tuvo que aguardar a que los mangos estuvieran bajitos, lo que equivalía a decir: a que Gómez muriera.

A su regreso a Venezuela, tuvo la oportunidad de observar "la meneada de mata” que efectuó López Contreras, para que “los mangos cayeran". Es decir, meneó la mata de mango, pues ya estaban maduros y había que propiciar su caída, lo que significa en el lenguaje político venezolano que el Presidente tenía que propiciar los cambios que la nación requería o el tumbado habría sido él.

Años más tarde, el doctor Luis Beltrán Prieto Figueroa criticó la alianza de Jóvito Villalba -jefe del partido URD, de ideología liberal-, con Herrera Campins -candidato socialcristiano a la Presidencia de la República- y expresó que eso era como una ensalada de mango con morrocoy, incorporando un nuevo dicho al ya amplio vocabulario relacionado con la fruta, modernizando la expresión tradicional de que “eso es más raro que un plato de mango con arroz” o también que “eso es un arroz con mango”. Quería expresar el recordado maestro Prieto que era una alianza imposible y en ello tuvo mucha razón, pues ésta no se prolongó más allá de unos meses, mientras duró la “luna de miel” de 1979.    

El mango y el amor

No obstante, el léxico del mango va más allá de las peligrosas sutilezas políticas. De hecho, la exquisita dulzura de la fruta, su aroma, su textura y las redondeces de su forma encuentran un campo fértil para que los enamorados de todas las épocas lo relacionen con el amor y con la belleza femenina. Es frecuente escuchar a un joven perspicaz manifestarle a una linda dama que pasa por su lado: “Eres más dulce que mango de hilacha”, aunque otros prefieren palabras más crudas, tales como "mi vida, estás como un mango". Como se ve, la deliciosa fruta también se usa para expresar la admiración que un hombre siente por la mujer que le agrada.   

La economía

            En Ciudad Guayana –la región por la que entró el mango- se ha comenzado el proceso de industrialización de la concha y de la semilla de esa fruta, la cual tiene una variadísima aplicación en el campo nutricional y de salud. Particular crecimiento se ha notado últimamente en el procesamiento de los jugos de mango, a veces combinados con naranja, zanahoria u otros frutos. Y, como siempre, ha continuado creciendo la comercialización de conservas y jaleas de mango, de gran aceptación en el mercado venezolano.

Sin embargo, lo que ha permitido la gran expansión del mango en el territorio nacional fue el desarrollo de la técnica de injertos, la cual surgió debido a que una buena parte de la producción se perdía por la carencia de criterios de producción y mercadeo, ya que su abundancia en la época de cosecha y su lejanía con los grandes centros de consumo hacían que se perdiera una buena parte de la cosecha. El mango injertado hace posible que el árbol pueda cultivarse en un ambiente no apropiado, pero dotado de un sistema de riego controlado, lo que permite programar varias cosechas y ofrecer el producto durante casi todo el año. 

El injerto es el método de propagación preferido por los productores, pero también se usan los de la semilla y el acodo. Los injertos pueden ser de de aproximación o de corona. En los viveros se acostumbra usar maceteros con plantitas de mango a las que se pegan yemas o púas de la variedad seleccionada. Los expertos sugieren que las yemas para injertar sean tomadas de las puntas de las ramas jóvenes, lo que revela una cierta discriminación con las de mayor edad, pero insisten en que el gajo para injertar y el patrón sean iguales o similares en tamaño y madurez y, en ese sentido, recomiendan la escogencia de las mejores ramitas, así como la selección de madera bien madura. Cuando se injerta deben amarrarse ambas partes con rafia (palmeras de fibra resistente y flexible), cinta plástica o ristra de platanera humedecida. Después de cuatro semanas se examina la yema y, lógicamente, el agricultor debe tener sumo cuidado mientras el injerto pega y la planta comienza a desarrollarse, porque ese es su objetivo. Si trabaja con cuidado y dedicación, logrará que la planta crezca sana y robusta, lo que premiará su paciencia y le aportará además una merecida ganancia como consecuencia de su esfuerzo.

Cualquiera que sea la técnica utilizada para la propagación, siempre debe considerarse el tipo de suelo y las necesidades hídricas para poder programar la cantidad de hectáreas a sembrar, la producción por fechas y el mercado. En este último aspecto se deben evaluar los canales de distribución y de comercialización, con el fin de garantizar el éxito del inversionista. Los injertos más solicitados en el mercado occidental son los conocidos como mulgoba (de forma óvalo-globosa), amino (de forma arriñonada), pairi (ovalado), camboyana (alargado) y sansersha (de forma de pera).

Venezuela figura de segunda entre los productores de la América del Sur, superada únicamente por Brasil. El líder de la producción mundial es Asia, como es de suponer, seguida de África, Norteamérica, Suramérica, Oceanía y Europa (Fuente: FAO). Si se toma en cuenta el actual poderío económico de  Europa, se puede visualizar un mercado bien interesante para los productores venezolanos. Hoy día su uso  se ha extendido a la buena mesa, abarcando los restorantes de categoría cinco estrellas, donde los más reconocidos chefs hacen sus mejores esfuerzos para complacer paladares exigentes.

El mango en la buena cocina y en el bar

Scannone, el reconocido gourmet venezolano, ha incluido en su libro Mi cocina (2006) la salsa de chutney de mango, pavo relleno con mango, lairenes y duraznos, el dulce de mango en almíbar y la jalea de mangos verdes con azúcar o papelón. Helena Todd (1999), por su parte, recomienda la jalea de mango en su libro Las recetas caraqueñas. La fruta ya ha llegado incluso al bar y forma parte de la variada selección de cócteles que se ofrece a catadores exigentes en las barras más sofisticadas del país. Como podrá apreciar el lector, el mango ha trascendido las barreras culturales en todo el orbe y no hay un rincón del planeta, en los cinco continentes, donde no se haya saboreado esta riquísima fruta.

Bibliografía:

García Márquez, Gabriel. El General en su Laberinto. Bogotá: Edit. Oveja Negra. 1989.    

GUÍA AGRÍCOLA. Ediciones MAC. Caracas.1968.

Humboldt, Alejandro de. Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente. Caracas: Monte Ávila Editores (Tomo IV). 1991, 2da. ed.

Méndez Salcedo, Ildefonso. La Capitanía General de Venezuela. Caracas. Edic. ULA-UCAB. (2002.

Ojer, Pablo/ Sanoja, Mario/ Ramírez, Tulio. Barrancas del Orinoco.   Caracas. Ediciones ME. 1990.

Ojer, Pablo. Sancinenea, introductor del mango en Venezuela. El Diario de Caracas. 1991.

Scannone, Armando. Mi cocina. Caracas: Editorial Arte. 2006.

Serpa Arcas, Diego. El mango en la ruta de Humboldt. Caracas: El Universal. 1985.

Todd, Helena. Las recetas caraqueñas. Caracas: Editorial L. L. El Nacional.1999.







































 



EL MANGO EN VENEZUELA
Por Carlos Alarico Gómez


Gabriel García Márquez publicó en 1989 el libro El General en su Laberinto y, como era de esperarse, la obra del merecidamente celebrado Premio Nobel de Literatura (1982) se agotó apenas llegó a los anaqueles. Como siempre, el hombre de Aracataca había trabajado con mucho ahínco para lograr éxito y, si bien se trataba de una novela histórica, tuvo el cuidado de consultar la poca documentación existente sobre los últimos meses de la vida del Libertador para sustentar sus aseveraciones. No obstante, desechó la seguridad que le proporcionaba la experiencia de haber conocido a fondo el personaje Simón Bolívar a través de sus lecturas, prefiriendo, en cambio, buscar historiadores venezolanos que lo ayudaran a cotejar datos que no estaban en la documentación consultada. Le preocupaba, en particular, la aseveración que había formulado en las páginas de ese libro en el sentido de que Simón Bolívar comió mango al lado de su amada Josefina Machado, mientras vivió con ella en Angostura entre los años 1817-1819.
Uno de los asesores seleccionados por el Gabo para verificar esa data fue el historiador venezolano Vinicio Romero, casado con una dama guayanesa, región donde vivió varios años. El consejo que le dio fue de no usar esa información porque tenía la convicción de que el mango no llegó a Venezuela sino mucho después de la Batalla de Carabobo. Romero basó su aseveración en lo previamente argumentado por Lisandro Alvarado (1921), Henry Pittier (1926) y Arturo Uslar Pietri (1967), a lo que hay que añadir que éste investigador había dedicado todo su esfuerzo intelectual al estudio de la figura del Libertador y, por esa razón, el escritor colombiano no vaciló en eliminar ese dato de su obra.
No obstante, tan pronto salió a la luz pública el libro en referencia y se pudo conocer el hecho narrado, el investigador Pablo Ojer se puso las manos en la cabeza y expresó con honda preocupación que Romero no tenía razón, ya que él tenía pruebas irrefutables de la manera cómo se introdujo el mango en Venezuela durante la época provincial. La afirmación la hizo ante un grupo de familiares y amigos que lo acompañábamos en su casa de Santa Inés, en Caracas, quienes oímos con gran interés las precisas y bien documentadas explicaciones que nos proporcionaba el profesor Ojer y, por lo tanto, no nos sorprendió en lo absoluto la lectura de un artículo suyo que publicó algún tiempo después en el Diario de Caracas (04-05-1991) titulado “Sancinenea, introductor del mango en Guayana”, en el cual presentaba las pruebas de que le asistía la razón.
Fermín de Sancinenea
            En efecto, la sabrosísima fruta, que tanto disfrutamos cuando niños sin preocuparnos por saber su procedencia, entró en nuestro territorio de la mano del navegante Fermín de Sancinenea en el ya lejano año de 1789, suceso que le informó con detalles al ministro Antonio Valdés en carta que le envió el 29 de abril de ese año, en la que le decía que logró sembrar en Angostura (hoy Ciudad Bolívar), con permiso del gobernador de la provincia, "... las plantas y semillas de que Vuestra Excelencia quedará impuesto por el adjunto documento que acompaño...". Y en el referido anexo, Sancinenea especificaba que había sembrado canela, nuez moscada, el clavo, la pimienta de Castilla y el mango, precisando que esta última se produce en la isla de Ceilán (Sehilán en el original), en la India, de donde fueron conducidas al Nuevo Mundo.
En el documento se explica el modo cómo Sancinenea le repartió la semilla a varios hacendados y vecinos de Guayana, entre quienes se hallaba su amigo Félix Farreras, a quien le informó cuál era la mejor fecha y el método más adecuado para sembrarla, lo que debía seguirse al pie de la letra si se quería obtener frutos jugosos y hermosos. La técnica le había sido confiada por los hindúes de Cayena a los que compró las semillas. En esa época, los nacionales de ese país emigraban en gran cantidad a la isla de Trinidad y a la región guayanesa que ocupaban los franceses y holandeses. Faltaba todavía algún tiempo para que Francia le cediera parte de su colonia a Inglaterra (1815) y se constituyera la Guayana Británica.
Sancinenea tuvo suerte en lograr que su mensaje fuese captado a plenitud, lo que permitió la rápida reproducción de la planta, que se adaptó estupendamente a la geografía de la Guayana venezolana y, más tarde, a la del resto del país, tal como pudo comprobar Alejandro de Humboldt en 1800 durante su visita a la ciudad de Angostura (Viaje a las Regiones Equinocciales, IV, p. 396), ocasión en que fue atendido por Farreras, quien había llegado a alcanzar una posición de gran importancia en esa región. Su relevancia era tal, que fue uno de los que extendió certificado de reconocimiento al gobernador Manuel de Centurión Guerrero en 1771, dando fe sobre sus realizaciones en materia de poblamiento y administración, documento en el que también aparecen las firmas del vicario Andrés Callejón y del comandante Nicolás Martínez, entre otras.
Otro dato importante en torno a este hecho es que Sancinenea remitió al conde de Campoalange, consejero de Estado de Carlos IV, los certificados que avalaban la introducción del mango en Guayana, que le fueron proporcionados por el gobernador y por el Cabildo de Angostura. La correspondencia la redactó en una carta fechada en Aranjuez el 27 de mayo de 1795, mientras se encontraba en España, en la que aportaba datos de gran interés que le abrieron las puertas del Palacio Real, siendo atendido personalmente por Campoalange, quien después de constatar la documentación que le fue consignada, procedió a felicitarlo y de inmediato tramitó su designación como Capitán de Puerto en la ciudad de Puerto Cabello, así como su ascenso al grado de Capitán de Navío, cargo que le fue concedido y que desempeñó a cabalidad, como había sido su conducta en todas las posiciones que logró obtener durante su larga e intensa vida.
Años después, cuando se sintió envejecer, solicitó su pase a retiro a don Manuel de Guevara y Vasconcelos, Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela, quien accedió a ello y, en consecuencia, le escribió a Carlos IV pidiéndole que le concediera la jubilación requerida en carta fechada el l7 de diciembre de 1803. La solicitud fue aceptada por el monarca, lo que le permitió a Sancinenea regresar a España en el atardecer de su existencia, después de haber tenido una vida plena de hallazgos y realizaciones, entre las que se destaca la introducción del mango en Venezuela.   
Visión retrospectiva: ¿Cómo entró el mango en Venezuela?
Fermín de Sancinenea era un marino nacido en la población de Fuenterrabía, provincia de Guipúzcoa, quien muy joven se embarcó hacia América en un barco de la Compañía Guipuzcoana y, después de varios años de servicio, logró en 1757 que el gobernador de La Española le otorgara el título de Capitán de Mar y Tierra del paquebote Nuestra Señora de la Concepción, con lo que mejoró notablemente su posición, ya que a partir de ese momento tendría bajo su responsabilidad el comando de un buque encargado de transportar pasajeros y correspondencia entre España y los puertos américanos.
Fue justamente esa actividad la que le permitió llevar el mango a la población de Angostura, en Guayana, treinta y dos años más tarde.  La explicación de la manera cómo  logró encontrar e introducir la mencionada fruta en nuestro país se encuentra en la carta-informe que envió al gobernador de la Provincia, la cual fue encontrada por Ojer en 1954 en el Archivo de Simancas, ubicado en Valladolid, España, mientras efectuaba estudios de post-grado en ese país. En el documento, Sancinenea narra las peripecias del viaje que empezó el 19 de enero en Angostura y que continuó por el caño de Imataca, después de un breve descanso en los Castillos de Guayana, cercanos a San Félix.
Su viaje lo prosiguió navegando hacia la isla de Tobago en la que encontró al conde de Dilón, gobernador de Martinica, a quien condujo a esa isla francesa, permaneciendo allí una corta temporada. Luego tomó rumbo a Cayena, capital de la Guayana Francesa, donde adquirió la semilla del mango, además de las otras ya mencionadas, las cuales llevó a Angostura en abril de ese mismo año, tres meses antes de que Bolívar cumpliera su sexto aniversario. Veintiocho años después, el Libertador tendría la oportunidad de saborear la deliciosa fruta al lado de su amada Josefina, en las riberas del inmenso Orinoco. 
Sobre la vida de Sancinenea trabajó también Diego Serpa Arcas, quien se topó con la figura del guipuzcoano mientras investigaba la ruta de Humboldt, habiendo llegado a la conclusión de que fue ese hombre de mar el que introdujo el mango en Venezuela y de su labor dejó constancia en un artículo que publicó en El Universal  del 26 de mayo de 1985.
El mango en la historia de la medicina
La historia del mango es de antiquísima data. Se cultivaba ya en tiempos prehistóricos, según se puede inferir de antiguos documentos existentes en la India, donde  se mencionan las propiedades de esa sabrosísima fruta. La información se encuentra en muchísimas publicaciones, tal como se puede comprobar en la lectura de las Sagradas Escrituras traducidas del sánscrito, la antigua lengua de los brahmanes, así como en multitud de leyendas recogidas en libros folclóricos de la India en los que aparecen detalladas narraciones sobre las bondades del mango en asuntos relacionados con la salud, hasta el punto de haber sido calificado de fruto sagrado. De hecho, el árbol del mango ha sido objeto de veneración en ese país desde tiempos ancestrales, que se estiman en unos dos mil años antes de Cristo.
I.                                                                                                                                      
En Venezuela, al mango también se le ha hecho acreedor de reconocimiento, debido a sus características intrínsecas y por haber contribuido al sustento de los agricultores que se dedicaron a su cultivo. En el estado Cojedes, por ejemplo, el gobierno regional llegó a conceder la “Condecoración del Mango”, dada la admiración que le tienen sus moradores a esta fruta, debido a sus múltiples acciones beneficiosas para la salud, cuyas bondades han sido comprobadas y reconocidas mundialmente por el gremio médico, por los nutricionistas y por el ciudadano común. Sus aplicaciones son numerosas, pero las más reconocidas son las de proporcionar antioxidantes al cuerpo, lo que le permite actuar en forma preventiva contra el cáncer del colon, además de suministrar vitaminas C y B5, lo que facilita el metabolismo de los hidratos de carbono y el tratamiento de problemas en la epidermis.
No obstante, su ingestión excesiva produce efectos laxantes, sobre todo en los meses de abril y mayo que es cuando ocurre la sobre abundancia de la fruta y, obviamente, eso produce un consumo desbordado en la población. Y la razón es que el mango tiene un alto contenido de fibra, por cuyo motivo se debe tener la precaución de no  ingerir más de 300 gramos al día. En esa cantidad es una excelente ayuda para el estreñimiento, debido a que facilita la digestión, según se ha podido comprobar, pero es fácil caer en excesos dado el rico sabor de la fruta.
Sus beneficios para la salud son de tal magnitud que está totalmente comprobada su positiva influencia en la reducción de las tasas de colesterol y como coadyuvante en el control de la glicemia, lo que resulta altamente gratificante para el ser humano. También es recomendada su ingestión para las personas que padecen de insuficiencia renal, pues tiene un alto contenido de potasio y, como si eso no bastara, posee además un efecto saciante que favorece a las personas que sufren de diabetes o de exceso de peso. A todo esto se debe agregar que hay muchas personas que le atribuyen efectos afrodisíacos y si bien esto no ha sido del todo comprobado, vale la pena averiguar. Como se puede observar, hay múltiples razones para estar agradecidos del mango y al entenderlo así se puede comprender por qué los hindúes lo veneran con tanta devoción, atribuyéndole parte de su felicidad. También ayuda a entender a los cojedeños, a los guayaneses y a otros connacionales que celebran la fiesta del mango con alegría contagiosa, costumbre que se ha ido extendiendo en Venezuela.
 Las cualidades del mango
El mango es una fruta de pulpa carnosa, baja en calorías, de sabor dulce y grata al paladar, que está lista para ser consumida cuando su concha se torna amarilla o rosada, según la variedad. En Venezuela se prefiere la especie llamada “Bocado”, que resulta deliciosa por su sabor y contextura, pero también se puede conseguir el mango “Manila” en el oriente del país, tal como asevera el célebre historiador Germán Carrera Damas quien es un fiel y constante consumidor de la deliciosa fruta. Carrera estima que esta variedad de mango entró en América a través de Acapulco, México, después de cruzar el Océano Pacífico desde Luzón.
Tal posibilidad es altamente factible y de hecho hay  autores que han señalado que viajeros españoles llevaron la fruta desde la India hasta Manila a fines del siglo XV, lo que explicaría su llegada a México en una época en que España comenzaba a tomar posesión del continente recientemente descubierto por Colón. Si bien el mango “Manila” es apreciado en la región nor-oriental del país, una variedad que también compite en la aceptación de los consumidores es el mango “Melocotón”, de gran tamaño, que posee sabor y olor muy similar al melocotón en almíbar, característica que le ha hecho ganar ese calificativo. 
Entre las variedades más populares de la “Mangifera indica lennis”, como se llama científicamente a la popular fruta, están: los mangos de hilacha, riquísimos en fibra; los de injerto, favorecidos ampliamente por el comercio, entre los que se destaca la variedad conocida como la manga; y el bocao, que es el preferido por la mayoría, dado el delicioso sabor de su pulpa y al hecho de que se puede comer sin la incomodidad del mango de hilacha, que si bien muy sabroso, tiene la desventaja de incrustarse entre los dientes, lo que obliga al consumidor a ayudarse con los dedos para sacarse de la boca el indeseado visitante, lo que no es apreciado por las damas, que encuentran decididamente vulgar ese indeseable hábito. 
El árbol del mango
Puede alcanzar hasta unos treinta metros de altura, aunque los agricultores prefieren a los que tienen un promedio de diez metros, lo que consiguen mediante la técnica de aplicación de injertos. De ese modo incrementan la producción en el menor tiempo posible, aumentando la productividad, además de facilitar la recolección del producto durante la cosecha. De esa práctica agrícola surgió el dicho de que "los mangos están bajitos", refiriéndose sin duda a que cuando las matas están bien cargadas el trabajo de los campesinos se facilita, haciendo menos ardua su labor. También permite que los niños puedan acercarse a las matas de mango y atrapar las frutas con más facilidad, muchas veces sin el consentimiento de sus dueños. Es común ver en los alrededores de los mangales, en tiempo de cosecha, niños corriendo con el producto de su rapiña entre las manos, mientras los productores les gritan improperios. Pero todo ello, bueno es decirlo, forma parte de la tradición del pueblo venezolano y nunca se ha sabido de un niño que haya sido encarcelado o herido como consecuencia de haberse adueñado de un par de buenas mangas del solar vecino.
 El mango en la política
 En el siglo XIX se hizo muy popular el dicho “Los mangos están bajitos” y se usó mucho en la política, pues servía para expresar que las cosas estaban listas para ser llevadas a cabo o que ya el asunto en ciernes había sido descubierto. Tal creencia popular pudo ser comprobada en 1913 por el general Francisco Linares Alcántara, pero el aprendizaje le costó la enemistad de Juan Vicente Gómez y el exilio. El problema se originó debido a la ruptura política entre los generales Román Delgado-Chalbaud y Gómez, que habían sido muy buenos amigos, compadres y socios en varias empresas, pero que en ese año se enfrentaron por rivalidades y malentendidos, lo que llevó al primero a implementar un proyecto para derrocar a su compadre Gómez.
Linares Alcántara, que había sido separado de sus responsabilidades de gobierno, se involucró en la conspiración, a pesar de ser muy allegado a Gómez, hasta el punto de que tenía amores con Regina, la hermana del dictador, a la que había prometido matrimonio. Cuando Gómez se enteró del intento que se fraguaba en su contra procedió a designar al coronel Agustín Tirado Medina para que detuviera a Delgado-Chalbaud. Tirado aceptó el encargo, pero sabía muy bien que la misión encomendada era peligrosa y, por tal razón, averiguó los hábitos del militar en desgracia y pudo saber que acostumbraba salir muy temprano en su coche tipo Victoria, que era guiado por dos hermosos purasangres color castaño y, con esa información, tomó la decisión de esperarlo frente a su casa desde las primeras horas de la madrugada.
Su estrategia dio resultado. Poco antes de las seis de la mañana del 17 de mayo de 1913, Tirado escuchó que el coche del general Delgado-Chalbaud se aproximaba y con todos sus sentidos en alerta  se aprestó a cumplir sus instrucciones y se colocó frente al portón, pues sabía muy bien que el conductor tenía que aminorar la velocidad en ese lugar para poder salir de la casa y tomar la calle. No hizo falta ninguna violencia. De hecho, Delgado-Chalbaud lo conocía muy bien y, tan pronto lo vio, ordenó frenar el coche para conocer el motivo de la presencia de Tirado, lo que éste aprovechó para saludarlo militarmente y al acercársele le colocó un revólver en el pecho para luego conducirlo preso a La Rotunda.
Linares Alcántara se enteró del suceso a través de Regina, hermana del Presidente, quien le dijo: Es mejor que salgas del país por un tiempo, Panchito, mientras las cosas se arreglan. Linares le hizo caso a su novia, pero dudó mientras preparaba su salida: ¿Será verdad que su futuro cuñado lo quiere detener? Y ante la incertidumbre, decidió llamar por teléfono al Presidente y al responderle se produce el siguiente diálogo:
 -Ala, Alcántara, ¿qué noticias me tiene?
A lo que Linares Alcántara contesta:
-Nada, mi general, quería saber si todo estaba bien. ¿Cómo
 van las cosas?
Y Gómez le expresa:
-Pues, nada, amigo Alcántara. Es que como los mangos están bajitos, estoy meniando la mata pa’ que se caigan.
            Tan pronto escuchó esas palabras no lo dudó más y como conocía muy bien a Gómez sabía que su vida estaba en peligro. Por tanto, esa misma noche cabalgó a toda marcha hacia Puerto Cabello, donde tenía una chalupa esperando para conducirlo a Curazao.
Es posible que el dictador deseara dejarlo escapar por petición de Regina, pero Linares prefirió no quedarse a  esperar la decisión. La desgracia fue grande para los protagonistas de aquel suceso. Delgado Chalbaud pagó 14 años de cárcel y al salir en libertad comandó la invasión del Falke y allí murió en un enfrentamiento contra el general Emilio Fernández. Regina murió soltera, recordando a su dulce Panchito y el matrimonio que no pudo ser. Y Linares tuvo que esperar la muerte de Gómez para regresar del exilio. Es decir, tuvo que aguardar a que los mangos estuvieran bajitos, lo que equivalía a decir: a que Gómez muriera.
A su regreso a Venezuela, tuvo la oportunidad de observar "la meneada de mata” que efectuó López Contreras, para que “los mangos cayeran". Es decir, meneó la mata de mango, pues ya estaban maduros y había que propiciar su caída, lo que significa en el lenguaje político venezolano que el Presidente tenía que propiciar los cambios que la nación requería o el tumbado habría sido él.
Años más tarde, el doctor Luis Beltrán Prieto Figueroa criticó la alianza de Jóvito Villalba -jefe del partido URD, de ideología liberal-, con Herrera Campins -candidato socialcristiano a la Presidencia de la República- y expresó que eso era como una ensalada de mango con morrocoy, incorporando un nuevo dicho al ya amplio vocabulario relacionado con la fruta, modernizando la expresión tradicional de que “eso es más raro que un plato de mango con arroz” o también que “eso es un arroz con mango”. Quería expresar el recordado maestro Prieto que era una alianza imposible y en ello tuvo mucha razón, pues ésta no se prolongó más allá de unos meses, mientras duró la “luna de miel” de 1979.    
El mango y el amor
No obstante, el léxico del mango va más allá de las peligrosas sutilezas políticas. De hecho, la exquisita dulzura de la fruta, su aroma, su textura y las redondeces de su forma encuentran un campo fértil para que los enamorados de todas las épocas lo relacionen con el amor y con la belleza femenina. Es frecuente escuchar a un joven perspicaz manifestarle a una linda dama que pasa por su lado: “Eres más dulce que mango de hilacha”, aunque otros prefieren palabras más crudas, tales como "mi vida, estás como un mango". Como se ve, la deliciosa fruta también se usa para expresar la admiración que un hombre siente por la mujer que le agrada.   
La economía
            En Ciudad Guayana –la región por la que entró el mango- se ha comenzado el proceso de industrialización de la concha y de la semilla de esa fruta, la cual tiene una variadísima aplicación en el campo nutricional y de salud. Particular crecimiento se ha notado últimamente en el procesamiento de los jugos de mango, a veces combinados con naranja, zanahoria u otros frutos. Y, como siempre, ha continuado creciendo la comercialización de conservas y jaleas de mango, de gran aceptación en el mercado venezolano.
Sin embargo, lo que ha permitido la gran expansión del mango en el territorio nacional fue el desarrollo de la técnica de injertos, la cual surgió debido a que una buena parte de la producción se perdía por la carencia de criterios de producción y mercadeo, ya que su abundancia en la época de cosecha y su lejanía con los grandes centros de consumo hacían que se perdiera una buena parte de la cosecha. El mango injertado hace posible que el árbol pueda cultivarse en un ambiente no apropiado, pero dotado de un sistema de riego controlado, lo que permite programar varias cosechas y ofrecer el producto durante casi todo el año. 
El injerto es el método de propagación preferido por los productores, pero también se usan los de la semilla y el acodo. Los injertos pueden ser de de aproximación o de corona. En los viveros se acostumbra usar maceteros con plantitas de mango a las que se pegan yemas o púas de la variedad seleccionada. Los expertos sugieren que las yemas para injertar sean tomadas de las puntas de las ramas jóvenes, lo que revela una cierta discriminación con las de mayor edad, pero insisten en que el gajo para injertar y el patrón sean iguales o similares en tamaño y madurez y, en ese sentido, recomiendan la escogencia de las mejores ramitas, así como la selección de madera bien madura. Cuando se injerta deben amarrarse ambas partes con rafia (palmeras de fibra resistente y flexible), cinta plástica o ristra de platanera humedecida. Después de cuatro semanas se examina la yema y, lógicamente, el agricultor debe tener sumo cuidado mientras el injerto pega y la planta comienza a desarrollarse, porque ese es su objetivo. Si trabaja con cuidado y dedicación, logrará que la planta crezca sana y robusta, lo que premiará su paciencia y le aportará además una merecida ganancia como consecuencia de su esfuerzo.
Cualquiera que sea la técnica utilizada para la propagación, siempre debe considerarse el tipo de suelo y las necesidades hídricas para poder programar la cantidad de hectáreas a sembrar, la producción por fechas y el mercado. En este último aspecto se deben evaluar los canales de distribución y de comercialización, con el fin de garantizar el éxito del inversionista. Los injertos más solicitados en el mercado occidental son los conocidos como mulgoba (de forma óvalo-globosa), amino (de forma arriñonada), pairi (ovalado), camboyana (alargado) y sansersha (de forma de pera).
Venezuela figura de segunda entre los productores de la América del Sur, superada únicamente por Brasil. El líder de la producción mundial es Asia, como es de suponer, seguida de África, Norteamérica, Suramérica, Oceanía y Europa (Fuente: FAO). Si se toma en cuenta el actual poderío económico de  Europa, se puede visualizar un mercado bien interesante para los productores venezolanos. Hoy día su uso  se ha extendido a la buena mesa, abarcando los restorantes de categoría cinco estrellas, donde los más reconocidos chefs hacen sus mejores esfuerzos para complacer paladares exigentes.
El mango en la buena cocina y en el bar
Scannone, el reconocido gourmet venezolano, ha incluido en su libro Mi cocina (2006) la salsa de chutney de mango, pavo relleno con mango, lairenes y duraznos, el dulce de mango en almíbar y la jalea de mangos verdes con azúcar o papelón. Helena Todd (1999), por su parte, recomienda la jalea de mango en su libro Las recetas caraqueñas. La fruta ya ha llegado incluso al bar y forma parte de la variada selección de cócteles que se ofrece a catadores exigentes en las barras más sofisticadas del país. Como podrá apreciar el lector, el mango ha trascendido las barreras culturales en todo el orbe y no hay un rincón del planeta, en los cinco continentes, donde no se haya saboreado esta riquísima fruta.
Bibliografía:
García Márquez, Gabriel. El General en su Laberinto. Bogotá: Edit. Oveja Negra. 1989.    
GUÍA AGRÍCOLA. Ediciones MAC. Caracas.1968.
Humboldt, Alejandro de. Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente. Caracas: Monte Ávila Editores (Tomo IV). 1991, 2da. ed.
Méndez Salcedo, Ildefonso. La Capitanía General de Venezuela. Caracas. Edic. ULA-UCAB. (2002.
Ojer, Pablo/ Sanoja, Mario/ Ramírez, Tulio. Barrancas del Orinoco.   Caracas. Ediciones ME. 1990.
Ojer, Pablo. Sancinenea, introductor del mango en Venezuela. El Diario de Caracas. 1991.
Scannone, Armando. Mi cocina. Caracas: Editorial Arte. 2006.
Serpa Arcas, Diego. El mango en la ruta de Humboldt. Caracas: El Universal. 1985.
Todd, Helena. Las recetas caraqueñas. Caracas: Editorial L. L. El Nacional.1999.














EL MANGO EN VENEZUELA
Por Carlos Alarico Gómez


Gabriel García Márquez publicó en 1989 el libro El General en su Laberinto y, como era de esperarse, la obra del merecidamente celebrado Premio Nobel de Literatura (1982) se agotó apenas llegó a los anaqueles. Como siempre, el hombre de Aracataca había trabajado con mucho ahínco para lograr éxito y, si bien se trataba de una novela histórica, tuvo el cuidado de consultar la poca documentación existente sobre los últimos meses de la vida del Libertador para sustentar sus aseveraciones. No obstante, desechó la seguridad que le proporcionaba la experiencia de haber conocido a fondo el personaje Simón Bolívar a través de sus lecturas, prefiriendo, en cambio, buscar historiadores venezolanos que lo ayudaran a cotejar datos que no estaban en la documentación consultada. Le preocupaba, en particular, la aseveración que había formulado en las páginas de ese libro en el sentido de que Simón Bolívar comió mango al lado de su amada Josefina Machado, mientras vivió con ella en Angostura entre los años 1817-1819.
Uno de los asesores seleccionados por el Gabo para verificar esa data fue el historiador venezolano Vinicio Romero, casado con una dama guayanesa, región donde vivió varios años. El consejo que le dio fue de no usar esa información porque tenía la convicción de que el mango no llegó a Venezuela sino mucho después de la Batalla de Carabobo. Romero basó su aseveración en lo previamente argumentado por Lisandro Alvarado (1921), Henry Pittier (1926) y Arturo Uslar Pietri (1967), a lo que hay que añadir que éste investigador había dedicado todo su esfuerzo intelectual al estudio de la figura del Libertador y, por esa razón, el escritor colombiano no vaciló en eliminar ese dato de su obra.
No obstante, tan pronto salió a la luz pública el libro en referencia y se pudo conocer el hecho narrado, el investigador Pablo Ojer se puso las manos en la cabeza y expresó con honda preocupación que Romero no tenía razón, ya que él tenía pruebas irrefutables de la manera cómo se introdujo el mango en Venezuela durante la época provincial. La afirmación la hizo ante un grupo de familiares y amigos que lo acompañábamos en su casa de Santa Inés, en Caracas, quienes oímos con gran interés las precisas y bien documentadas explicaciones que nos proporcionaba el profesor Ojer y, por lo tanto, no nos sorprendió en lo absoluto la lectura de un artículo suyo que publicó algún tiempo después en el Diario de Caracas (04-05-1991) titulado “Sancinenea, introductor del mango en Guayana”, en el cual presentaba las pruebas de que le asistía la razón.
Fermín de Sancinenea
            En efecto, la sabrosísima fruta, que tanto disfrutamos cuando niños sin preocuparnos por saber su procedencia, entró en nuestro territorio de la mano del navegante Fermín de Sancinenea en el ya lejano año de 1789, suceso que le informó con detalles al ministro Antonio Valdés en carta que le envió el 29 de abril de ese año, en la que le decía que logró sembrar en Angostura (hoy Ciudad Bolívar), con permiso del gobernador de la provincia, "... las plantas y semillas de que Vuestra Excelencia quedará impuesto por el adjunto documento que acompaño...". Y en el referido anexo, Sancinenea especificaba que había sembrado canela, nuez moscada, el clavo, la pimienta de Castilla y el mango, precisando que esta última se produce en la isla de Ceilán (Sehilán en el original), en la India, de donde fueron conducidas al Nuevo Mundo.
En el documento se explica el modo cómo Sancinenea le repartió la semilla a varios hacendados y vecinos de Guayana, entre quienes se hallaba su amigo Félix Farreras, a quien le informó cuál era la mejor fecha y el método más adecuado para sembrarla, lo que debía seguirse al pie de la letra si se quería obtener frutos jugosos y hermosos. La técnica le había sido confiada por los hindúes de Cayena a los que compró las semillas. En esa época, los nacionales de ese país emigraban en gran cantidad a la isla de Trinidad y a la región guayanesa que ocupaban los franceses y holandeses. Faltaba todavía algún tiempo para que Francia le cediera parte de su colonia a Inglaterra (1815) y se constituyera la Guayana Británica.
Sancinenea tuvo suerte en lograr que su mensaje fuese captado a plenitud, lo que permitió la rápida reproducción de la planta, que se adaptó estupendamente a la geografía de la Guayana venezolana y, más tarde, a la del resto del país, tal como pudo comprobar Alejandro de Humboldt en 1800 durante su visita a la ciudad de Angostura (Viaje a las Regiones Equinocciales, IV, p. 396), ocasión en que fue atendido por Farreras, quien había llegado a alcanzar una posición de gran importancia en esa región. Su relevancia era tal, que fue uno de los que extendió certificado de reconocimiento al gobernador Manuel de Centurión Guerrero en 1771, dando fe sobre sus realizaciones en materia de poblamiento y administración, documento en el que también aparecen las firmas del vicario Andrés Callejón y del comandante Nicolás Martínez, entre otras.
Otro dato importante en torno a este hecho es que Sancinenea remitió al conde de Campoalange, consejero de Estado de Carlos IV, los certificados que avalaban la introducción del mango en Guayana, que le fueron proporcionados por el gobernador y por el Cabildo de Angostura. La correspondencia la redactó en una carta fechada en Aranjuez el 27 de mayo de 1795, mientras se encontraba en España, en la que aportaba datos de gran interés que le abrieron las puertas del Palacio Real, siendo atendido personalmente por Campoalange, quien después de constatar la documentación que le fue consignada, procedió a felicitarlo y de inmediato tramitó su designación como Capitán de Puerto en la ciudad de Puerto Cabello, así como su ascenso al grado de Capitán de Navío, cargo que le fue concedido y que desempeñó a cabalidad, como había sido su conducta en todas las posiciones que logró obtener durante su larga e intensa vida.
Años después, cuando se sintió envejecer, solicitó su pase a retiro a don Manuel de Guevara y Vasconcelos, Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela, quien accedió a ello y, en consecuencia, le escribió a Carlos IV pidiéndole que le concediera la jubilación requerida en carta fechada el l7 de diciembre de 1803. La solicitud fue aceptada por el monarca, lo que le permitió a Sancinenea regresar a España en el atardecer de su existencia, después de haber tenido una vida plena de hallazgos y realizaciones, entre las que se destaca la introducción del mango en Venezuela.   
Visión retrospectiva: ¿Cómo entró el mango en Venezuela?
Fermín de Sancinenea era un marino nacido en la población de Fuenterrabía, provincia de Guipúzcoa, quien muy joven se embarcó hacia América en un barco de la Compañía Guipuzcoana y, después de varios años de servicio, logró en 1757 que el gobernador de La Española le otorgara el título de Capitán de Mar y Tierra del paquebote Nuestra Señora de la Concepción, con lo que mejoró notablemente su posición, ya que a partir de ese momento tendría bajo su responsabilidad el comando de un buque encargado de transportar pasajeros y correspondencia entre España y los puertos américanos.
Fue justamente esa actividad la que le permitió llevar el mango a la población de Angostura, en Guayana, treinta y dos años más tarde.  La explicación de la manera cómo  logró encontrar e introducir la mencionada fruta en nuestro país se encuentra en la carta-informe que envió al gobernador de la Provincia, la cual fue encontrada por Ojer en 1954 en el Archivo de Simancas, ubicado en Valladolid, España, mientras efectuaba estudios de post-grado en ese país. En el documento, Sancinenea narra las peripecias del viaje que empezó el 19 de enero en Angostura y que continuó por el caño de Imataca, después de un breve descanso en los Castillos de Guayana, cercanos a San Félix.
Su viaje lo prosiguió navegando hacia la isla de Tobago en la que encontró al conde de Dilón, gobernador de Martinica, a quien condujo a esa isla francesa, permaneciendo allí una corta temporada. Luego tomó rumbo a Cayena, capital de la Guayana Francesa, donde adquirió la semilla del mango, además de las otras ya mencionadas, las cuales llevó a Angostura en abril de ese mismo año, tres meses antes de que Bolívar cumpliera su sexto aniversario. Veintiocho años después, el Libertador tendría la oportunidad de saborear la deliciosa fruta al lado de su amada Josefina, en las riberas del inmenso Orinoco. 
Sobre la vida de Sancinenea trabajó también Diego Serpa Arcas, quien se topó con la figura del guipuzcoano mientras investigaba la ruta de Humboldt, habiendo llegado a la conclusión de que fue ese hombre de mar el que introdujo el mango en Venezuela y de su labor dejó constancia en un artículo que publicó en El Universal  del 26 de mayo de 1985.
El mango en la historia de la medicina
La historia del mango es de antiquísima data. Se cultivaba ya en tiempos prehistóricos, según se puede inferir de antiguos documentos existentes en la India, donde  se mencionan las propiedades de esa sabrosísima fruta. La información se encuentra en muchísimas publicaciones, tal como se puede comprobar en la lectura de las Sagradas Escrituras traducidas del sánscrito, la antigua lengua de los brahmanes, así como en multitud de leyendas recogidas en libros folclóricos de la India en los que aparecen detalladas narraciones sobre las bondades del mango en asuntos relacionados con la salud, hasta el punto de haber sido calificado de fruto sagrado. De hecho, el árbol del mango ha sido objeto de veneración en ese país desde tiempos ancestrales, que se estiman en unos dos mil años antes de Cristo.
I.                                                                                                                                      
En Venezuela, al mango también se le ha hecho acreedor de reconocimiento, debido a sus características intrínsecas y por haber contribuido al sustento de los agricultores que se dedicaron a su cultivo. En el estado Cojedes, por ejemplo, el gobierno regional llegó a conceder la “Condecoración del Mango”, dada la admiración que le tienen sus moradores a esta fruta, debido a sus múltiples acciones beneficiosas para la salud, cuyas bondades han sido comprobadas y reconocidas mundialmente por el gremio médico, por los nutricionistas y por el ciudadano común. Sus aplicaciones son numerosas, pero las más reconocidas son las de proporcionar antioxidantes al cuerpo, lo que le permite actuar en forma preventiva contra el cáncer del colon, además de suministrar vitaminas C y B5, lo que facilita el metabolismo de los hidratos de carbono y el tratamiento de problemas en la epidermis.
No obstante, su ingestión excesiva produce efectos laxantes, sobre todo en los meses de abril y mayo que es cuando ocurre la sobre abundancia de la fruta y, obviamente, eso produce un consumo desbordado en la población. Y la razón es que el mango tiene un alto contenido de fibra, por cuyo motivo se debe tener la precaución de no  ingerir más de 300 gramos al día. En esa cantidad es una excelente ayuda para el estreñimiento, debido a que facilita la digestión, según se ha podido comprobar, pero es fácil caer en excesos dado el rico sabor de la fruta.
Sus beneficios para la salud son de tal magnitud que está totalmente comprobada su positiva influencia en la reducción de las tasas de colesterol y como coadyuvante en el control de la glicemia, lo que resulta altamente gratificante para el ser humano. También es recomendada su ingestión para las personas que padecen de insuficiencia renal, pues tiene un alto contenido de potasio y, como si eso no bastara, posee además un efecto saciante que favorece a las personas que sufren de diabetes o de exceso de peso. A todo esto se debe agregar que hay muchas personas que le atribuyen efectos afrodisíacos y si bien esto no ha sido del todo comprobado, vale la pena averiguar. Como se puede observar, hay múltiples razones para estar agradecidos del mango y al entenderlo así se puede comprender por qué los hindúes lo veneran con tanta devoción, atribuyéndole parte de su felicidad. También ayuda a entender a los cojedeños, a los guayaneses y a otros connacionales que celebran la fiesta del mango con alegría contagiosa, costumbre que se ha ido extendiendo en Venezuela.
 Las cualidades del mango
El mango es una fruta de pulpa carnosa, baja en calorías, de sabor dulce y grata al paladar, que está lista para ser consumida cuando su concha se torna amarilla o rosada, según la variedad. En Venezuela se prefiere la especie llamada “Bocado”, que resulta deliciosa por su sabor y contextura, pero también se puede conseguir el mango “Manila” en el oriente del país, tal como asevera el célebre historiador Germán Carrera Damas quien es un fiel y constante consumidor de la deliciosa fruta. Carrera estima que esta variedad de mango entró en América a través de Acapulco, México, después de cruzar el Océano Pacífico desde Luzón.
Tal posibilidad es altamente factible y de hecho hay  autores que han señalado que viajeros españoles llevaron la fruta desde la India hasta Manila a fines del siglo XV, lo que explicaría su llegada a México en una época en que España comenzaba a tomar posesión del continente recientemente descubierto por Colón. Si bien el mango “Manila” es apreciado en la región nor-oriental del país, una variedad que también compite en la aceptación de los consumidores es el mango “Melocotón”, de gran tamaño, que posee sabor y olor muy similar al melocotón en almíbar, característica que le ha hecho ganar ese calificativo. 
Entre las variedades más populares de la “Mangifera indica lennis”, como se llama científicamente a la popular fruta, están: los mangos de hilacha, riquísimos en fibra; los de injerto, favorecidos ampliamente por el comercio, entre los que se destaca la variedad conocida como la manga; y el bocao, que es el preferido por la mayoría, dado el delicioso sabor de su pulpa y al hecho de que se puede comer sin la incomodidad del mango de hilacha, que si bien muy sabroso, tiene la desventaja de incrustarse entre los dientes, lo que obliga al consumidor a ayudarse con los dedos para sacarse de la boca el indeseado visitante, lo que no es apreciado por las damas, que encuentran decididamente vulgar ese indeseable hábito. 
El árbol del mango
Puede alcanzar hasta unos treinta metros de altura, aunque los agricultores prefieren a los que tienen un promedio de diez metros, lo que consiguen mediante la técnica de aplicación de injertos. De ese modo incrementan la producción en el menor tiempo posible, aumentando la productividad, además de facilitar la recolección del producto durante la cosecha. De esa práctica agrícola surgió el dicho de que "los mangos están bajitos", refiriéndose sin duda a que cuando las matas están bien cargadas el trabajo de los campesinos se facilita, haciendo menos ardua su labor. También permite que los niños puedan acercarse a las matas de mango y atrapar las frutas con más facilidad, muchas veces sin el consentimiento de sus dueños. Es común ver en los alrededores de los mangales, en tiempo de cosecha, niños corriendo con el producto de su rapiña entre las manos, mientras los productores les gritan improperios. Pero todo ello, bueno es decirlo, forma parte de la tradición del pueblo venezolano y nunca se ha sabido de un niño que haya sido encarcelado o herido como consecuencia de haberse adueñado de un par de buenas mangas del solar vecino.
 El mango en la política
 En el siglo XIX se hizo muy popular el dicho “Los mangos están bajitos” y se usó mucho en la política, pues servía para expresar que las cosas estaban listas para ser llevadas a cabo o que ya el asunto en ciernes había sido descubierto. Tal creencia popular pudo ser comprobada en 1913 por el general Francisco Linares Alcántara, pero el aprendizaje le costó la enemistad de Juan Vicente Gómez y el exilio. El problema se originó debido a la ruptura política entre los generales Román Delgado-Chalbaud y Gómez, que habían sido muy buenos amigos, compadres y socios en varias empresas, pero que en ese año se enfrentaron por rivalidades y malentendidos, lo que llevó al primero a implementar un proyecto para derrocar a su compadre Gómez.
Linares Alcántara, que había sido separado de sus responsabilidades de gobierno, se involucró en la conspiración, a pesar de ser muy allegado a Gómez, hasta el punto de que tenía amores con Regina, la hermana del dictador, a la que había prometido matrimonio. Cuando Gómez se enteró del intento que se fraguaba en su contra procedió a designar al coronel Agustín Tirado Medina para que detuviera a Delgado-Chalbaud. Tirado aceptó el encargo, pero sabía muy bien que la misión encomendada era peligrosa y, por tal razón, averiguó los hábitos del militar en desgracia y pudo saber que acostumbraba salir muy temprano en su coche tipo Victoria, que era guiado por dos hermosos purasangres color castaño y, con esa información, tomó la decisión de esperarlo frente a su casa desde las primeras horas de la madrugada.
Su estrategia dio resultado. Poco antes de las seis de la mañana del 17 de mayo de 1913, Tirado escuchó que el coche del general Delgado-Chalbaud se aproximaba y con todos sus sentidos en alerta  se aprestó a cumplir sus instrucciones y se colocó frente al portón, pues sabía muy bien que el conductor tenía que aminorar la velocidad en ese lugar para poder salir de la casa y tomar la calle. No hizo falta ninguna violencia. De hecho, Delgado-Chalbaud lo conocía muy bien y, tan pronto lo vio, ordenó frenar el coche para conocer el motivo de la presencia de Tirado, lo que éste aprovechó para saludarlo militarmente y al acercársele le colocó un revólver en el pecho para luego conducirlo preso a La Rotunda.
Linares Alcántara se enteró del suceso a través de Regina, hermana del Presidente, quien le dijo: Es mejor que salgas del país por un tiempo, Panchito, mientras las cosas se arreglan. Linares le hizo caso a su novia, pero dudó mientras preparaba su salida: ¿Será verdad que su futuro cuñado lo quiere detener? Y ante la incertidumbre, decidió llamar por teléfono al Presidente y al responderle se produce el siguiente diálogo:
 -Ala, Alcántara, ¿qué noticias me tiene?
A lo que Linares Alcántara contesta:
-Nada, mi general, quería saber si todo estaba bien. ¿Cómo
 van las cosas?
Y Gómez le expresa:
-Pues, nada, amigo Alcántara. Es que como los mangos están bajitos, estoy meniando la mata pa’ que se caigan.
            Tan pronto escuchó esas palabras no lo dudó más y como conocía muy bien a Gómez sabía que su vida estaba en peligro. Por tanto, esa misma noche cabalgó a toda marcha hacia Puerto Cabello, donde tenía una chalupa esperando para conducirlo a Curazao.
Es posible que el dictador deseara dejarlo escapar por petición de Regina, pero Linares prefirió no quedarse a  esperar la decisión. La desgracia fue grande para los protagonistas de aquel suceso. Delgado Chalbaud pagó 14 años de cárcel y al salir en libertad comandó la invasión del Falke y allí murió en un enfrentamiento contra el general Emilio Fernández. Regina murió soltera, recordando a su dulce Panchito y el matrimonio que no pudo ser. Y Linares tuvo que esperar la muerte de Gómez para regresar del exilio. Es decir, tuvo que aguardar a que los mangos estuvieran bajitos, lo que equivalía a decir: a que Gómez muriera.
A su regreso a Venezuela, tuvo la oportunidad de observar "la meneada de mata” que efectuó López Contreras, para que “los mangos cayeran". Es decir, meneó la mata de mango, pues ya estaban maduros y había que propiciar su caída, lo que significa en el lenguaje político venezolano que el Presidente tenía que propiciar los cambios que la nación requería o el tumbado habría sido él.
Años más tarde, el doctor Luis Beltrán Prieto Figueroa criticó la alianza de Jóvito Villalba -jefe del partido URD, de ideología liberal-, con Herrera Campins -candidato socialcristiano a la Presidencia de la República- y expresó que eso era como una ensalada de mango con morrocoy, incorporando un nuevo dicho al ya amplio vocabulario relacionado con la fruta, modernizando la expresión tradicional de que “eso es más raro que un plato de mango con arroz” o también que “eso es un arroz con mango”. Quería expresar el recordado maestro Prieto que era una alianza imposible y en ello tuvo mucha razón, pues ésta no se prolongó más allá de unos meses, mientras duró la “luna de miel” de 1979.    
El mango y el amor
No obstante, el léxico del mango va más allá de las peligrosas sutilezas políticas. De hecho, la exquisita dulzura de la fruta, su aroma, su textura y las redondeces de su forma encuentran un campo fértil para que los enamorados de todas las épocas lo relacionen con el amor y con la belleza femenina. Es frecuente escuchar a un joven perspicaz manifestarle a una linda dama que pasa por su lado: “Eres más dulce que mango de hilacha”, aunque otros prefieren palabras más crudas, tales como "mi vida, estás como un mango". Como se ve, la deliciosa fruta también se usa para expresar la admiración que un hombre siente por la mujer que le agrada.   
La economía
            En Ciudad Guayana –la región por la que entró el mango- se ha comenzado el proceso de industrialización de la concha y de la semilla de esa fruta, la cual tiene una variadísima aplicación en el campo nutricional y de salud. Particular crecimiento se ha notado últimamente en el procesamiento de los jugos de mango, a veces combinados con naranja, zanahoria u otros frutos. Y, como siempre, ha continuado creciendo la comercialización de conservas y jaleas de mango, de gran aceptación en el mercado venezolano.
Sin embargo, lo que ha permitido la gran expansión del mango en el territorio nacional fue el desarrollo de la técnica de injertos, la cual surgió debido a que una buena parte de la producción se perdía por la carencia de criterios de producción y mercadeo, ya que su abundancia en la época de cosecha y su lejanía con los grandes centros de consumo hacían que se perdiera una buena parte de la cosecha. El mango injertado hace posible que el árbol pueda cultivarse en un ambiente no apropiado, pero dotado de un sistema de riego controlado, lo que permite programar varias cosechas y ofrecer el producto durante casi todo el año. 
El injerto es el método de propagación preferido por los productores, pero también se usan los de la semilla y el acodo. Los injertos pueden ser de de aproximación o de corona. En los viveros se acostumbra usar maceteros con plantitas de mango a las que se pegan yemas o púas de la variedad seleccionada. Los expertos sugieren que las yemas para injertar sean tomadas de las puntas de las ramas jóvenes, lo que revela una cierta discriminación con las de mayor edad, pero insisten en que el gajo para injertar y el patrón sean iguales o similares en tamaño y madurez y, en ese sentido, recomiendan la escogencia de las mejores ramitas, así como la selección de madera bien madura. Cuando se injerta deben amarrarse ambas partes con rafia (palmeras de fibra resistente y flexible), cinta plástica o ristra de platanera humedecida. Después de cuatro semanas se examina la yema y, lógicamente, el agricultor debe tener sumo cuidado mientras el injerto pega y la planta comienza a desarrollarse, porque ese es su objetivo. Si trabaja con cuidado y dedicación, logrará que la planta crezca sana y robusta, lo que premiará su paciencia y le aportará además una merecida ganancia como consecuencia de su esfuerzo.
Cualquiera que sea la técnica utilizada para la propagación, siempre debe considerarse el tipo de suelo y las necesidades hídricas para poder programar la cantidad de hectáreas a sembrar, la producción por fechas y el mercado. En este último aspecto se deben evaluar los canales de distribución y de comercialización, con el fin de garantizar el éxito del inversionista. Los injertos más solicitados en el mercado occidental son los conocidos como mulgoba (de forma óvalo-globosa), amino (de forma arriñonada), pairi (ovalado), camboyana (alargado) y sansersha (de forma de pera).
Venezuela figura de segunda entre los productores de la América del Sur, superada únicamente por Brasil. El líder de la producción mundial es Asia, como es de suponer, seguida de África, Norteamérica, Suramérica, Oceanía y Europa (Fuente: FAO). Si se toma en cuenta el actual poderío económico de  Europa, se puede visualizar un mercado bien interesante para los productores venezolanos. Hoy día su uso  se ha extendido a la buena mesa, abarcando los restorantes de categoría cinco estrellas, donde los más reconocidos chefs hacen sus mejores esfuerzos para complacer paladares exigentes.
El mango en la buena cocina y en el bar
Scannone, el reconocido gourmet venezolano, ha incluido en su libro Mi cocina (2006) la salsa de chutney de mango, pavo relleno con mango, lairenes y duraznos, el dulce de mango en almíbar y la jalea de mangos verdes con azúcar o papelón. Helena Todd (1999), por su parte, recomienda la jalea de mango en su libro Las recetas caraqueñas. La fruta ya ha llegado incluso al bar y forma parte de la variada selección de cócteles que se ofrece a catadores exigentes en las barras más sofisticadas del país. Como podrá apreciar el lector, el mango ha trascendido las barreras culturales en todo el orbe y no hay un rincón del planeta, en los cinco continentes, donde no se haya saboreado esta riquísima fruta.
Bibliografía:
García Márquez, Gabriel. El General en su Laberinto. Bogotá: Edit. Oveja Negra. 1989.    
GUÍA AGRÍCOLA. Ediciones MAC. Caracas.1968.
Humboldt, Alejandro de. Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente. Caracas: Monte Ávila Editores (Tomo IV). 1991, 2da. ed.
Méndez Salcedo, Ildefonso. La Capitanía General de Venezuela. Caracas. Edic. ULA-UCAB. (2002.
Ojer, Pablo/ Sanoja, Mario/ Ramírez, Tulio. Barrancas del Orinoco.   Caracas. Ediciones ME. 1990.
Ojer, Pablo. Sancinenea, introductor del mango en Venezuela. El Diario de Caracas. 1991.
Scannone, Armando. Mi cocina. Caracas: Editorial Arte. 2006.
Serpa Arcas, Diego. El mango en la ruta de Humboldt. Caracas: El Universal. 1985.
Todd, Helena. Las recetas caraqueñas. Caracas: Editorial L. L. El Nacional.1999.

* Artículo publicado en el libro  Nuestra cultura gastronómica: origen,influencias y mestizajes. Fundación Venezuela Positiva. Caracas,Venezuela 2008.






















3 comentarios:

Unknown dijo...

Fantástiica esta historia.

Tuti Cabrera dijo...

Esta historia enriqueció nuestro evento donde pintamos mangos, gracias

andreram dijo...

Excelente investigación y artículo..Gracias por aportarnos luces acerca de si García Márquez tenía o no razón al imaginar a Bolivar comiendo mangos.

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