jueves, 26 de abril de 2012
JOSÉ AGUSTÍN CATALÁ, EDITOR
Oldman Botello
Debía estas notas al gran amigo desaparecido a fines del año pasado. Tuve amistad con José Agustín Catalá desde 1980, aunque esporádicamente lo visitaba en su bunker de Maripérez, la Editorial Centauro. Catalá murió a los 96 años cumplidos, pues había nacido en Guanare el 11 de febrero de 1915, del matrimonio de don Juan Catalá Arráiz y doña Teresa Delgado Torrealba. El primero de ancestros españoles y guayaneses y la segunda de cepa guanareña y acarigüeña. Está documentado en el Diario del general Piar escrito por Pedro Briceño Méndez y en una obra de Bartolomé Tavera Acosta que el español don Agustín Catalá, casado con guyanesa y con hijos nacidos en Angostura (hoy Ciudad Bolívar), estaba presente durante el asedio de las tropas patriotas a esa urbe en 1917 y el cual se mantuvo hasta mucho tiempo después. Una vez liberada Angostura del yugo español en 1918, Agustín Catalá se hizo patriota y sus hijos se radicaron en Guanare, bien lejos de Guayana y donde el padre de nuestro biografiado ejerció funciones concejiles a fines del siglo XIX.
Muy joven, José Agustín Catalá sufrió los rigores de la cárcel en 1934 cuando publicó en el semanario Orión de Maracaibo un artículo que tomaba como base el libro de Joaquín Trincado, el famoso espiritista, Conócete a ti mismo. Lo había escrito el poeta victoriano Luís Ramón Cerró y en cadena hubo otras detenciones en La Victoria “para averiguaciones”: Santos cerró (que era espiritista y comunista a la vez), Ruperto Oramas, Ramón Mena, Mamerto López, Eduardo y Juan Barreat, Santiago Barrios, Luís Hederich, entre otros, que permanecieron tras las rejas cuatro meses. Fue allanada la sede de la Cátedra Filosófica espiritista La Verdad que había fundado don Guillermo Blank y decomisaron 24 libros de la biblioteca.
José Agustín Catalá vivió una vida política agitada, aunque no tuvo militancia. Siempre estuvo al lado de las organizaciones socialdemócratas, lo que no obstó para mantener lazos cordiales con personalidades vinculadas a distintas ideologías y credos. Se hizo editor desde mediados de los años cuarenta y dio sus frutos con la editorial El Centauro. Se recuerda que Catalá fue el editor del famoso Libro Negro contra la dictadura perezjimenista, a plena luz del día, con las ventanas de su empresa abiertas mientras rodaban impresas las páginas denunciando a la dictadura y sus crímenes. Estuvo preso en la cárcel de Ciudad Bolívar junto con Ramón J. Velásquez y Simón Alberto Consalvi, entre otros dirigentes políticos. Permaneció allí hasta el 23 de enero de 1958.
Catalá era un hombre de fuerte carácter cuando lo ameritaba. Gritaba, hablaba fuerte. Todo lo contrario conmigo. Lo hacía reír a mandíbula batiente con alguna de mis salidas chuscas. Lo conocí en 1980 y nos apreciábamos entrambos. Fue mi editor. Publicó Maracay Noticias del viejo Valle en 1982, Historia de Maracay en 1987 y mi biografía de Pedro Pérez Delgado, Maisanta (2005), de quien creemos era su pariente materno lejano. Cada vez que me regalaba un texto suyo me escribía en el autógrafo “su viejo editor” y en su último libro, sus memorias de 2007, anotó: “Para Oldman Botello, historiador, amigo, venezolano de envidiable talento, con admiración y con afecto, J. A. Catalá”; fue el 27 de junio de 2008. Catalá tenía especial cariño por Maracay, ciudad adonde lo aventó la dictadura perezjimenista y debió alejarse del rol de editor para instalar una estación de gasolina en la calle Bolívar cruce con Campo Elías, el Servicentro Esso Tacarigua. Debía sobrevivir y mantener una familia. Cada vez que Pérez Jiménez venía a Maracay, Catalá era detenido y llevado a Caracas; cada semana debía presentarse en la Seguridad Nacional. Como editor publicó decenas de libros claves para la comprensión de la historia y la política venezolana. Federico Brito Figueroa, José Vicente Abreu, que fue su yerno; Ramón J. Velásquez (Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez), Manuel Caballero, José León Tapia, a quien publicó sus obras completas y el libro sobre Maisanta que tiene varias ediciones, numerosos textos sobre la dictadura de Pérez Jiménez y un largo etcétera. No publicó las memorias de su amigo Rómulo Betancourt porque no existían, así nos lo confesó. “Rómulo era muy desordenado y no las escribió; solo dejó su archivo personal”.
Rindo homenaje de recordación al gran amigo desaparecido. Paz a su alma.
oldmanbotello@hotmail.com
lunes, 23 de abril de 2012
24 de abril de 1863, Tratado de Coche, fin de la Guerra Federal
Eumenes Fuguet Borregales (*)
El 23 de abril de 1863, se reúnen los representantes del gobierno del general José Antonio Páez, presididos por el doctor Pedro José Rojas, periodista y secretario privado y los federalistas del general Juan Crisóstomo Falcón representado por el general Antonio Guzmán Blanco acompañado de varios oficiales leales; actividad llevada a cabo en una hacienda del sector Coche en El Valle- Caracas, propiedad de Juan Bautista Madrid. Ellos redactaron las bases del Tratado que fueron aprobadas el 25 de mayo luego de algunas modificaciones por parte del Gral. Falcón. Era el encuentro final de las dos facciones que pugnaban por el poder; darle término a la Guerra Federal, conocida como Guerra Larga o de los cinco años, iniciada en Coro a las ocho de la noche del 20 de febrero de 1859, cuando el comandante Tirso Salaverría de oficio zapatero, con cuarenta voluntarios asaltó la Casa del Parque, llevándose unos novecientos fusiles y gran cantidad de municiones; igualmente propició el regreso de Zamora y de Falcón desde las islas del caribe. El 8 de diciembre de 1861 en el Campo de Carabobo, se conocieron y conversaron por primera vez Páez y Falcón, a fin de buscar posibles soluciones al conflicto político, encuentro con resultados fallidos. La causa principal que llevó al gobierno de Páez a establecer un diálogo con los líderes de la Federación, fue la precaria situación política y económica del país desde 1862. El partido Conservador estaba seriamente dividido y sus principales representantes, Manuel Felipe de Tovar, Pedro Gual, Ángel Quintero y Pedro José Rojas, encabezaban fracciones antagónicas, igualmente no existían recursos económicos suficientes para el mantenimiento de un presupuesto regular para el sostenimiento del ejército. Páez buscó empréstitos en Inglaterra en condiciones desfavorables, administrados sin escrúpulos; lo que terminó desacreditando al régimen y propiciaron su derrocamiento. El contenido histórico del Tratado de Coche es el siguiente:
Pedro José. Rojas en nombre del Gral. Páez y Antonio Guzmán Blanco en nombre del Gral. Juan Crisóstomo Falcón acuerdan:
1. El ejército Federal reconoce el gobierno del Jefe Supremo de la República y sus sustitutos.
2. Una asamblea se reunirá en Caracas dentro de treinta días después de canjeada la aprobación de este convenio.
3. Cada provincia elegirá 4 diputados; 2 el gobierno y 2 la Federación.
4. En el momento de instalarse la Asamblea Nacional, cesará el gobierno del señor General Páez y su sustituto, y la Asamblea constituirá enseguida un nuevo gobierno de la manera que lo estime conveniente.
5. Una vez que la Asamblea Nacional haya constituido el nuevo gobierno, continuará deliberando sin restricción alguna sobre los ramos de la administración pública.
6. El gobierno nombrará al Sr. General Falcón, General en Jefe del Ejército de la República, y al Sr. Facundo Camero, segundo jefe del mismo.
7. No se hará ninguna alteración notable ni en situación de tropas ni en mandos militares, ni en ninguna otra cosa contraria al espíritu de este convenio.
8. Cese de las hostilidades en toda la República.
9. Salvo lo que se dispone en el artículo anterior y que comenzará a regir inmediatamente, el presente convenio se pondrá en ejecución tan luego como lo hayan aprobado el Jefe Supremo de la República y el Sr. General Falcón.
Hacienda de Coche, 24 de abril de 1863.
El Tratado de Coche, fue modificado por Rojas y Guzmán en Caracas el 22 de mayo y firmado por Falcón en Nirgua el 25 de mayo; buscó la pacificación del país y la salida honrosa del “Centauro” Páez. Falcón es designado Presidente Provisional de la República por la Asamblea Nacional reunida en la población de La Victoria el 17 de junio de 1863. El Gral. Páez se traslada a Nueva York el 13 de agosto de 1863. Las causas sociales, políticas y económicas que originaron la Guerra Federal continuarían vigentes.
Historia y Tradición
(*) Gral. de Bgda. eumenes7@gmail.com
El 23 de abril de 1863, se reúnen los representantes del gobierno del general José Antonio Páez, presididos por el doctor Pedro José Rojas, periodista y secretario privado y los federalistas del general Juan Crisóstomo Falcón representado por el general Antonio Guzmán Blanco acompañado de varios oficiales leales; actividad llevada a cabo en una hacienda del sector Coche en El Valle- Caracas, propiedad de Juan Bautista Madrid. Ellos redactaron las bases del Tratado que fueron aprobadas el 25 de mayo luego de algunas modificaciones por parte del Gral. Falcón. Era el encuentro final de las dos facciones que pugnaban por el poder; darle término a la Guerra Federal, conocida como Guerra Larga o de los cinco años, iniciada en Coro a las ocho de la noche del 20 de febrero de 1859, cuando el comandante Tirso Salaverría de oficio zapatero, con cuarenta voluntarios asaltó la Casa del Parque, llevándose unos novecientos fusiles y gran cantidad de municiones; igualmente propició el regreso de Zamora y de Falcón desde las islas del caribe. El 8 de diciembre de 1861 en el Campo de Carabobo, se conocieron y conversaron por primera vez Páez y Falcón, a fin de buscar posibles soluciones al conflicto político, encuentro con resultados fallidos. La causa principal que llevó al gobierno de Páez a establecer un diálogo con los líderes de la Federación, fue la precaria situación política y económica del país desde 1862. El partido Conservador estaba seriamente dividido y sus principales representantes, Manuel Felipe de Tovar, Pedro Gual, Ángel Quintero y Pedro José Rojas, encabezaban fracciones antagónicas, igualmente no existían recursos económicos suficientes para el mantenimiento de un presupuesto regular para el sostenimiento del ejército. Páez buscó empréstitos en Inglaterra en condiciones desfavorables, administrados sin escrúpulos; lo que terminó desacreditando al régimen y propiciaron su derrocamiento. El contenido histórico del Tratado de Coche es el siguiente:
Pedro José. Rojas en nombre del Gral. Páez y Antonio Guzmán Blanco en nombre del Gral. Juan Crisóstomo Falcón acuerdan:
1. El ejército Federal reconoce el gobierno del Jefe Supremo de la República y sus sustitutos.
2. Una asamblea se reunirá en Caracas dentro de treinta días después de canjeada la aprobación de este convenio.
3. Cada provincia elegirá 4 diputados; 2 el gobierno y 2 la Federación.
4. En el momento de instalarse la Asamblea Nacional, cesará el gobierno del señor General Páez y su sustituto, y la Asamblea constituirá enseguida un nuevo gobierno de la manera que lo estime conveniente.
5. Una vez que la Asamblea Nacional haya constituido el nuevo gobierno, continuará deliberando sin restricción alguna sobre los ramos de la administración pública.
6. El gobierno nombrará al Sr. General Falcón, General en Jefe del Ejército de la República, y al Sr. Facundo Camero, segundo jefe del mismo.
7. No se hará ninguna alteración notable ni en situación de tropas ni en mandos militares, ni en ninguna otra cosa contraria al espíritu de este convenio.
8. Cese de las hostilidades en toda la República.
9. Salvo lo que se dispone en el artículo anterior y que comenzará a regir inmediatamente, el presente convenio se pondrá en ejecución tan luego como lo hayan aprobado el Jefe Supremo de la República y el Sr. General Falcón.
Hacienda de Coche, 24 de abril de 1863.
El Tratado de Coche, fue modificado por Rojas y Guzmán en Caracas el 22 de mayo y firmado por Falcón en Nirgua el 25 de mayo; buscó la pacificación del país y la salida honrosa del “Centauro” Páez. Falcón es designado Presidente Provisional de la República por la Asamblea Nacional reunida en la población de La Victoria el 17 de junio de 1863. El Gral. Páez se traslada a Nueva York el 13 de agosto de 1863. Las causas sociales, políticas y económicas que originaron la Guerra Federal continuarían vigentes.
Historia y Tradición
(*) Gral. de Bgda. eumenes7@gmail.com
viernes, 20 de abril de 2012
Escuela Privada de Medicina en Caracas (1915-1920).
Gerónimo Alberto Yerena Cabrera
Huelga de la Asociación General de Estudiantes (19.9.1912)
Clausura de la Universidad Central (1.10.1912-4.7.1922)
Promoción de médicos año 1920.
INTRODUCCIÓN
Por idea del doctor Joel Valencia-Parpacén con la intención de hacer algunos reportajes de figuras médicas ilustres para publicarlo en la revista de Tribuna Médica, seleccionó a la periodista Ana Mercedes Pérez.
Esta eminente escritora y periodista se había educado en Londres y París y fue la que en el último año de la carrera del doctor Valencia, en 1936, lo ayudó a corregir el manuscrito de la publicación de su tesis doctoral.
Revisando detenidamente en varias oportunidades su libro 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967, me llamó la atención los relatos que hacían seis de los 15 médicos que integraron la promoción de 1920, y en una u otra forma se referían a la Escuela Privada de Medicina fundada en 1915 y a los sucesos y personajes que ocuparon un papel de importancia durante ese período.
Los seis médicos de esta promoción entrevistados por la periodista fueron Bernardo Gómez, Pedro Blanco Gásperi, Martín Vegas, Gustavo Machado Hernández, Pedro del Corral, Pedro González Rincones.
Revisar las 396 páginas del libro, luego memorizar y relacionar la información al tema no era de fácil manejo, esto fue lo que me motivó a condensar la información de los seis famosos galenos en el presente artículo, señalando las referencias en cada una de sus narraciones.
FUNDACIÓN DE LA ESCUELA PRIVADA DE MEDICINA
En marzo de 1915, luego del cierre de la Universidad Central de Venezuela por el Presidente de la República, general Juan Vicente Gómez, se abrió una Escuela de Medicina particular ubicada de Llaguno a Bolero(1). Fue creada por los doctores Luis Razetti, Francisco Antonio Rízquez y David Lobo Senior; esto por sugerencia del doctor Felipe Guevara Rojas (2), quién para el momento desempañaba el cargo de Ministro de Instrucción Pública.
El doctor Lobo fue nombrado director y el doctor Rísquez secretario. La escuela fue llamada coloquialmente:”Escuela Razetti” (3), adelantándose algunos años a la creación de la actual Escuela de Medicina Luis Razetti.
Entre los profesores se encontraban (4): David Lobo, Luis Razetti, Vicente Peña, Elías Toro, Manuel Fonseca, José Gregorio Hernández, Pepe Izquierdo, Francisco Antonio Rísquez y Jesús Rafael Rísquez.
Ese año iniciaron sus estudios 15 jóvenes (5) con la firme decisión no sólo de estudiar, sino de graduarse de médicos, pese a los graves problemas académicos y políticos del país. Estos 15 bachilleres, en apreciación del doctor Razetti eran brillantes y fueron la flor y nata de los estudios médicos de la época, tanto así que el grupo constituyó un orgullo para todos los profesores de la Escuela y cariñosamente le llamaron “el curso privilegiado de Razetti”, tal como lo narra el doctor Pedro del Corral (6). Todos se destacaron en sus especialidades aportándole al país sus valiosos conocimientos.
PROMOCIÓN DE MÉDICOS DE 1920.
Esta promoción la integraron los mismos 15 estudiantes que iniciaron sus estudios en el año de 1915, fueron ellos (7):
Marín Vegas (dermatólogo), José Ignacio Baldo (tisiólogo), Pedro González Rincones (radiólogo), Bernardo Gómez (cardiólogo), Gutiérrez Alfaro (partero), Pedro del Corral* (cirujano), Pedro Blanco Gásperi (cirujano), Gustavo Machado Hernández (pediatra), Guillermo Hernández Zozaya .
(pediatra), Pedro Rodríguez Ortiz (cirujano), Antonio José Castillo ( cirujano), Arístides Tello Olavarría ( cirujano), Héctor Landaeta Payares (radiólogo), Julio García Álvarez ( otorrinolaringólogo), Gutiérrez Solís ( osteópata).
En el año de 1916 (8 y 9) el Gobierno abrió varias escuelas oficiales, en los estudios de Medicina, Derecho e Ingienería, a las cuales denominó Escuelas Profesionales Universitarias y funcionaban en Los Pirineos.
En los estudios médicos hubo bachilleres que llegaron a estudiar en ambas escuelas, bien porque se inscribieron en una de ellas y luego por circunstancia se pasaron a la otra (10).
CIERRE DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA. 1912
Se originó cuando el eminente médico doctor Felipe Guevara Rojas, especializado en anatomía patológica, e Individuo de Número del Real Colegio de Cirujanos de Londres llega al país y es nombrado rector de la Universidad Central de Venezuela, el 10 de abril de 1912. Desde el rectorado hizo hincapié en corregir las fallas en la disciplina académica de la Universidad y modernizar los estudios.
Según narra el doctor Pedro Blanco Gásperi (11) por la equivocación de un reportero quien escribió “Aquí no se ha dado la primera clase de medicina científica” por decir “la primera clase de anatomía patológica científica”, ocasionó que las declaraciones del doctor Guevara Rojas cayeran muy mal al profesorado universitario y, en respuesta los estudiantes fortalecieron el rencor latente al ser reprobados en sus exámenes por el propio rector Guevara Rojas.
Luego de esto (12) en el acto inaugural del nuevo año académico (15.9.1912) sirvió de pretexto para una tumultuosa manifestación de repudio hacia el rector; la intervención policial y la decisión de Guevara de expulsar de la Universidad a 10 profesores y 4 alumnos (Juan E. Barroeta, José Izquierdo, Enrique Tejera y Rafael Ernesto López), provocaron una huelga de la Asociación General de Estudiantes (19.9.1912) mientras Guevara, al no conseguir el respaldo necesario por parte del profesorado, decidió presentar su renuncia (octubre 1912), a raíz del incidente el gobierno del general Juan Vicente Gómez ordenó la clausura de la Universidad Central por 10 años (1.10.1912-4.7.1922). En enero de 1913, nombrado el doctor Guevara Rojas ministro de Instrucción Pública, inició un controvertido plan general de reformas educativas.
Hombre de alto nivel moral y pedagógico, sin rencores, sugiere a los doctores Luis Razetti y Francisco Antonio Rízquez que abran una escuela de medicina particular y es así como nace la Escuela Privada de Medicina (13).
* Pedro del Corral, en su biografía aparece como graduado en el año 1921, aunque integró el grupo de los 15 estudiantes que iniciaron y culminaron su carrera universitaria.
BIBLIOGRAFÍA
1.- Bernardo Gómez y 59 discípulos emprenden cruzada cardiovascular. P 73.
2.- Ibidem.
3.- Pedro Blanco Gásperi, nació para médico. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. p 154.
4.-El ilustre científico Martín Vegas. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. p 166.
5.- Gustavo Machado Hernández: Uno de los primeros pediatras con Hernández Zozaya, de Venezuela. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. P 72.
6.- Pedro del Corral, notable investigador. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. p 353.
7.- Gustavo Machado Hernández: Uno de los primeros pediatras con Hernández Zozaya, de Venezuela. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. p 44.
8.- Pedro Blanco Gásperi, nació para médico. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. p 154.
9- Gustavo Machado: Uno de los primeros pediatras con Hernández Zozaya, de Venezuela. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. p 73.
10.- Pedro González Rincones: “El radiólogo debe ser más médico que todos”. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. p 182.
11.- Pedro Blanco Gásperi, nació para médico. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. p 153.
12.- Pedro Felipe Ledezma. Biografía tomada del libro "EDUCADORES VENEZOLANOS".
13.- Bernardo Gómez y 59 discípulos emprenden cruzada cardiovascular. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. P 72.
Huelga de la Asociación General de Estudiantes (19.9.1912)
Clausura de la Universidad Central (1.10.1912-4.7.1922)
Promoción de médicos año 1920.
INTRODUCCIÓN
Por idea del doctor Joel Valencia-Parpacén con la intención de hacer algunos reportajes de figuras médicas ilustres para publicarlo en la revista de Tribuna Médica, seleccionó a la periodista Ana Mercedes Pérez.
Esta eminente escritora y periodista se había educado en Londres y París y fue la que en el último año de la carrera del doctor Valencia, en 1936, lo ayudó a corregir el manuscrito de la publicación de su tesis doctoral.
Revisando detenidamente en varias oportunidades su libro 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967, me llamó la atención los relatos que hacían seis de los 15 médicos que integraron la promoción de 1920, y en una u otra forma se referían a la Escuela Privada de Medicina fundada en 1915 y a los sucesos y personajes que ocuparon un papel de importancia durante ese período.
Los seis médicos de esta promoción entrevistados por la periodista fueron Bernardo Gómez, Pedro Blanco Gásperi, Martín Vegas, Gustavo Machado Hernández, Pedro del Corral, Pedro González Rincones.
Revisar las 396 páginas del libro, luego memorizar y relacionar la información al tema no era de fácil manejo, esto fue lo que me motivó a condensar la información de los seis famosos galenos en el presente artículo, señalando las referencias en cada una de sus narraciones.
FUNDACIÓN DE LA ESCUELA PRIVADA DE MEDICINA
En marzo de 1915, luego del cierre de la Universidad Central de Venezuela por el Presidente de la República, general Juan Vicente Gómez, se abrió una Escuela de Medicina particular ubicada de Llaguno a Bolero(1). Fue creada por los doctores Luis Razetti, Francisco Antonio Rízquez y David Lobo Senior; esto por sugerencia del doctor Felipe Guevara Rojas (2), quién para el momento desempañaba el cargo de Ministro de Instrucción Pública.
El doctor Lobo fue nombrado director y el doctor Rísquez secretario. La escuela fue llamada coloquialmente:”Escuela Razetti” (3), adelantándose algunos años a la creación de la actual Escuela de Medicina Luis Razetti.
Entre los profesores se encontraban (4): David Lobo, Luis Razetti, Vicente Peña, Elías Toro, Manuel Fonseca, José Gregorio Hernández, Pepe Izquierdo, Francisco Antonio Rísquez y Jesús Rafael Rísquez.
Ese año iniciaron sus estudios 15 jóvenes (5) con la firme decisión no sólo de estudiar, sino de graduarse de médicos, pese a los graves problemas académicos y políticos del país. Estos 15 bachilleres, en apreciación del doctor Razetti eran brillantes y fueron la flor y nata de los estudios médicos de la época, tanto así que el grupo constituyó un orgullo para todos los profesores de la Escuela y cariñosamente le llamaron “el curso privilegiado de Razetti”, tal como lo narra el doctor Pedro del Corral (6). Todos se destacaron en sus especialidades aportándole al país sus valiosos conocimientos.
PROMOCIÓN DE MÉDICOS DE 1920.
Esta promoción la integraron los mismos 15 estudiantes que iniciaron sus estudios en el año de 1915, fueron ellos (7):
Marín Vegas (dermatólogo), José Ignacio Baldo (tisiólogo), Pedro González Rincones (radiólogo), Bernardo Gómez (cardiólogo), Gutiérrez Alfaro (partero), Pedro del Corral* (cirujano), Pedro Blanco Gásperi (cirujano), Gustavo Machado Hernández (pediatra), Guillermo Hernández Zozaya .
(pediatra), Pedro Rodríguez Ortiz (cirujano), Antonio José Castillo ( cirujano), Arístides Tello Olavarría ( cirujano), Héctor Landaeta Payares (radiólogo), Julio García Álvarez ( otorrinolaringólogo), Gutiérrez Solís ( osteópata).
En el año de 1916 (8 y 9) el Gobierno abrió varias escuelas oficiales, en los estudios de Medicina, Derecho e Ingienería, a las cuales denominó Escuelas Profesionales Universitarias y funcionaban en Los Pirineos.
En los estudios médicos hubo bachilleres que llegaron a estudiar en ambas escuelas, bien porque se inscribieron en una de ellas y luego por circunstancia se pasaron a la otra (10).
CIERRE DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA. 1912
Se originó cuando el eminente médico doctor Felipe Guevara Rojas, especializado en anatomía patológica, e Individuo de Número del Real Colegio de Cirujanos de Londres llega al país y es nombrado rector de la Universidad Central de Venezuela, el 10 de abril de 1912. Desde el rectorado hizo hincapié en corregir las fallas en la disciplina académica de la Universidad y modernizar los estudios.
Según narra el doctor Pedro Blanco Gásperi (11) por la equivocación de un reportero quien escribió “Aquí no se ha dado la primera clase de medicina científica” por decir “la primera clase de anatomía patológica científica”, ocasionó que las declaraciones del doctor Guevara Rojas cayeran muy mal al profesorado universitario y, en respuesta los estudiantes fortalecieron el rencor latente al ser reprobados en sus exámenes por el propio rector Guevara Rojas.
Luego de esto (12) en el acto inaugural del nuevo año académico (15.9.1912) sirvió de pretexto para una tumultuosa manifestación de repudio hacia el rector; la intervención policial y la decisión de Guevara de expulsar de la Universidad a 10 profesores y 4 alumnos (Juan E. Barroeta, José Izquierdo, Enrique Tejera y Rafael Ernesto López), provocaron una huelga de la Asociación General de Estudiantes (19.9.1912) mientras Guevara, al no conseguir el respaldo necesario por parte del profesorado, decidió presentar su renuncia (octubre 1912), a raíz del incidente el gobierno del general Juan Vicente Gómez ordenó la clausura de la Universidad Central por 10 años (1.10.1912-4.7.1922). En enero de 1913, nombrado el doctor Guevara Rojas ministro de Instrucción Pública, inició un controvertido plan general de reformas educativas.
Hombre de alto nivel moral y pedagógico, sin rencores, sugiere a los doctores Luis Razetti y Francisco Antonio Rízquez que abran una escuela de medicina particular y es así como nace la Escuela Privada de Medicina (13).
* Pedro del Corral, en su biografía aparece como graduado en el año 1921, aunque integró el grupo de los 15 estudiantes que iniciaron y culminaron su carrera universitaria.
BIBLIOGRAFÍA
1.- Bernardo Gómez y 59 discípulos emprenden cruzada cardiovascular. P 73.
2.- Ibidem.
3.- Pedro Blanco Gásperi, nació para médico. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. p 154.
4.-El ilustre científico Martín Vegas. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. p 166.
5.- Gustavo Machado Hernández: Uno de los primeros pediatras con Hernández Zozaya, de Venezuela. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. P 72.
6.- Pedro del Corral, notable investigador. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. p 353.
7.- Gustavo Machado Hernández: Uno de los primeros pediatras con Hernández Zozaya, de Venezuela. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. p 44.
8.- Pedro Blanco Gásperi, nació para médico. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. p 154.
9- Gustavo Machado: Uno de los primeros pediatras con Hernández Zozaya, de Venezuela. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. p 73.
10.- Pedro González Rincones: “El radiólogo debe ser más médico que todos”. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. p 182.
11.- Pedro Blanco Gásperi, nació para médico. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. p 153.
12.- Pedro Felipe Ledezma. Biografía tomada del libro "EDUCADORES VENEZOLANOS".
13.- Bernardo Gómez y 59 discípulos emprenden cruzada cardiovascular. 25 Vidas bajo un signo. Ana Mercedes Pérez. Ediciones Lerner Venezolana. 1967. P 72.
miércoles, 18 de abril de 2012
LAS CAUSAS DE LA MUERTE DEL LIBERTADOR
Carlos Alarico Gómez
Resumen
En este artículo se analiza el problema surgido sobre la causa de muerte del Libertador, incluyendo su posible asesinato, así como también lo referente a si son o no suyos los restos que se encuentran en el Panteón Nacional. El autor ha encontrado una larga evidencia documental que le permite analizar los hechos, dejando claramente establecido su propio criterio. Su acercamiento a este tema se fundamenta en considerar a Bolívar como un personaje histórico ligado profundamente al pueblo venezolano. Es el hombre de Estado de mayor trascendencia del país y así se le ha reconocido universalmente, pero su labor ha sido innecesariamente distorsionada por algunos escritores y políticos, hasta el punto de crear una especie de religión en torno a su figura, lo que ha convertido en Judas a cualquier político de su época que por cualquier razón haya diferido de sus puntos de vista o de alguno de sus proyectos, lo que es contrario al espíritu y razón de cualquier régimen que se considere democrático. Todo el trabajo le permite al lector transitar por las circunstancias que condujeron al final del héroe y a su posterior mitificación. Es un artículo que intenta ser profundamente crítico y reflexivo.
Palabras clave: Libertador, Asesinato; Restos
Abstract
In this article the author analyzes the problem about the true causes of the Liberator's death, including the possibility of murder, and also considers the situation of his remains, explaining whether those buried in the Pantheon are his or not. The author has found several documents that leads him into several conclusions, both affirmatives and negatives, adding his own criteria around this point. His approach into the personality of this hero laid in his conviction that Bolivar is the most important character of all times in Venezuela, and believes that this conviction is shared by the whole people. Nevertheless, he points out that some influential writers and politicians have been deforming his image, making most people believe that Bolívar is beyond a human been, considering traitor to any politician of his times that had had even a small difference of criteria with him. Of course, this is contrary to democracy as a system, and this is the importance of the article, which make readers reflect deeply into this particular problem of the venezuelan society.
Key words: Liberator, murder, remains.
Introducción
Simón Bolívar es el personaje histórico que más profundamente ha llegado a los venezolanos y la razón es absolutamente lógica, ya que su obra no tiene parangón entre los nativos de este territorio que se han dedicado a la política y a la carrera de las armas. Es el hombre de Estado de mayor trascendencia del país y así se le ha reconocido universalmente, pero su labor ha sido innecesariamente distorsionada por algunos escritores y políticos, hasta el punto de crear una especie de religión en torno a su figura, lo que ha convertido en Judas a cualquier político de su época que por cualquier razón haya diferido de sus puntos de vista o de alguno de sus proyectos, lo que es contrario al espíritu y razón de cualquier régimen que se considere democrático.
Ese problema, que podemos calificar de distorsión de la imagen pública del Libertador, se ha agravado últimamente con la duda surgida sobre su causa de muerte, lo que ha creado una atmósfera de suspicacia en torno a su posible asesinato e, incluso, en lo referente a si son o no suyos los restos que se encuentran en el Panteón Nacional.
En este artículo se analiza el problema, sustentado en documentos que intentan demostrar cada aseveración o negación que se va formulando sobre el tema, dejando establecido los argumentos que se basan en el criterio del investigador.
En efecto, el autor ha encontrado una extensa evidencia que le permite aseverar que escritores de gran credibilidad han analizado los hechos sin ninguna base documental o crítica, movidos en muchos casos por su excesiva admiración hacia la figura del Padre de la Patria, lo que los ubica en la categoría de actores de buena fe; pero al mismo tiempo ha percibido la presencia de otros que con propósitos interesados y egoístas, han manipulado la realidad para alcanzar objetivos inmediatos de carácter político, trabajando la figura del héroe en forma pragmática con el fin de afianzar su proyecto político en el colectivo nacional.
La sumatoria de ambas tendencias ha logrado influir en la opinión pública de tal forma que ha deshumanizado a Bolívar, hasta llegar a convertirlo en una especie de héroe mitológico, lo que ha influido negativamente en la capacidad crítica del pueblo venezolano. Es difícil, por tanto, que el venezolano del común esté en capacidad de analizar objetivamente la personalidad del líder de la gesta independentista, así como el proceso de liberación de Venezuela. Este problema se ha venido hipertrofiando debido a que tales opiniones, vertidas sin base científica alguna, han sido incorporadas al pensum de estudios de la escuela primaria y, por tanto, han deformado la imagen pública de Bolívar.
En consecuencia, es necesario que se comience a difundir de manera objetiva y profesional el pensamiento político del grande hombre, así como los sucesos en que se vio envuelto durante su compleja e intensa existencia, especialmente en el lapso 1828-1830, tal como haN venido proponiendo los historiadores Germán Carrera Damas (El Culto a Bolívar, 1973) y Elías Pino Iturrieta (El Divino Bolívar, 2008), con el fin de que se pueda lograr la captación de los valores que hicieron posible la independencia, incluyendo los errores en que incurrió el líder.
LA APOTEOSIS DE BOLÍVAR
El iniciador de este problema fue sin duda Antonio Guzmán Blanco, de acuerdo a los trabajos de investigación que sobre el particular han adelantado historiadores de gran seriedad, tales como la escritora María Elena González Deluca (2007: 114) y Díaz Sánchez (1968, 5ta edic.: 115), en la que demuestran que el estadista venezolano, posiblemente motivado por el vínculo de parentesco que tenía con Bolívar, adelantó una intensa actividad destinada a enaltecer la figura del héroe, más allá de la realidad humana, en lo que dio en llamar “las glorias de Bolívar”.
La apoteosis comenzó durante el centenario del natalicio de Bolívar, circunstancia que fue aprovechada con gran habilidad por el Ilustre Americano, como le gustaba hacerse llamar, quien creó por decreto la Junta respectiva, la cual estuvo presidida por Antonio Leocadio Guzmán, quien la coordinó, e integrada por Fernando Bolívar, sobrino del Libertador, así como por los intelectuales Arístides Rojas, Agustín Aveledo, Pablo Clemente, Andrés Level de Goda y Manuel Vicente Díaz, quienes cumplieron a cabalidad la misión asignada. Como se sabe, Antonio Leocadio era el padre de Guzmán Blanco y su progenitora fue Carlota Blanco de Jérez y Aresteiguieta, pariente cercana de Bolívar.
La conmemoración, si bien ampliamente merecida por el Padre de la Patria, fue llevada a extremos tales como el de crear una moneda con la efigie de Bolívar y Guzmán, con el claro propósito de magnificar la figura del jefe del Quinquenio, como fue denominado este segundo período de Guzmán Blanco. La suerte vino en su ayuda y el escritor Eduardo Blanco contribuyó a la efemérides con un libro titulado Venezuela Heroica (1881), en cuyas páginas se observa la gran influencia de Homero en su obra, en la que despliega una literatura épica en capítulos llenos de exagerado fervor, al estilo de La Odisea, en los que convierte en titanes a los generales de la Independencia y a Bolívar en el mismísimo Zeus. Llega incluso a inventar algunos episodios, como el de la dramática despedida de Pedro Camejo cuando, herido de gravedad en el Campo de Carabobo, galopa moribundo para despedirse del general José Antonio Páez y, al estar frente a él, descubriéndose el pecho, le expresa balbuciente: “Mi general, vengo a decirle adiós porque estoy muerto”. El hecho nunca ocurrió, como se puede verificar en la Autobiografía escrita por Páez en Nueva York, durante el año 1869, donde narra con detalles lo acontecido durante la batalla de Carabobo (1971: 338).
Guzmán Blanco fue sólo el comienzo. Gobiernos posteriores contribuyeron a aumentar la apoteosis, tal como ocurrió con los dictadores andinos, culminando con un partido político bolivariano creado por Eleazar López Contreras, que tuvo como propósito garantizar la permanencia de los hombres de la Causa Andina en el poder y su propio regreso a la Presidencia. Para lograr su cometido, utilizó los servicios de un asesor colombiano de nombre Franco Quijano, quien demostró sus amplias habilidades en el manejo de las actas electorales, lo que le permitió a la Agrupación Cívica Bolivariana (ACB) y luego al Partido Democrático Venezolano (PDV) el control de la maquinaria de poder andina, según ha quedado demostrado en las múltiples investigaciones hechas sobre esa etapa, en particular la obra Origen del Estado Democrático en Venezuela (Gómez, 2004: pp 5, 22, 38).
El resultado es que se ha convertido a Bolívar en un fantasma viviente que no es más que una caricatura de lo que él realmente fue, lo que ha generado líderes que se sienten elegidos por la providencia para vindicar las afrentas reales o supuestas que le infligieron al Libertador. Esta actitud se ha repetido en varias oportunidades. Castro y Gómez fueron grandes bolivarianos. López Contreras y Chávez Frías crearon partidos políticos bolivarianos, olvidando incluso lo referido por el propio Bolívar en la Proclama que dictó el 9 de diciembre de 1830, cuando se sintió morir, para despedirse de sus compatriotas: “Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión…”. La referencia fue tomada del mencionado documento, citado por Liévano Aguirre en su obra Bolívar (1974: 515).
Esta situación de adoración perpetua, como diría la prensa de la época guzmancista, se ha convertido en un problema en nuestro país, contraviniendo lo establecido en la Ley sobre el uso del nombre, la efigie y los títulos de Simón Bolívar (1968), e incentivando la utilización de la figura del Libertador con propósitos políticos.
La verdad ha sido distorsionada, de buena o mala fe, hasta el punto de poner en tela de juicio el protocolo de la autopsia que practicó y firmó Alejandro Próspero Reverend, el médico francés que atendió a Bolívar en los momentos finales de su existencia. Tanto es así que el 17 de diciembre de 2007 el propio Presidente de la República de Venezuela, ahora Bolivariana por su impuesta voluntad, utilizó la tribuna de oradores en el Panteón Nacional, apartándose de la tradición, para desarrollar la hipótesis de que Bolívar fue asesinado en Santa Marta y sembrar dudas sobre la autenticidad de los restos que desde 1930 fueron colocados en la urna de bronce que fue diseñada por el escultor Chicharro Gamo, donde hoy se encuentran.
Uno de los propósitos de este artículo es analizar si al Presidente le asiste la razón o si se trata de alguna estrategia, para lo cual el autor buscó los antecedentes documentales de lo que ocurrió con nuestro máximo héroe, antes y después de su muerte.
LA MUERTE DE BOLÍVAR
El 17 de diciembre de 1830 el sol amaneció radiante en Santa Marta. No obstante, ninguno de sus moradores notó el pronto despuntar del día, ni la belleza que irradiaban los intensos rayos solares sobre los jardines de la Quinta San Pedro Alejandrino. La razón no era atribuible a la indiferencia de la gente que allí se encontraba, sino más bien a los estertores de la muerte que se escuchaban inclementes en la residencia del coronel Joaquín de Mier. El enfermo era el hombre que creó a Colombia en 1819 y que había dirigido sus destinos hasta marzo de ese mismo año. Por lo tanto, no había habido tiempo ni lugar para fijarse en la bella mañana de aquel luctuoso viernes 17.
El médico francés Alejandro Próspero Reverend entraba y salía presuroso del cuarto donde se encontraba el paciente, a cuyo cuidado había estado desde el 1 de diciembre, fecha en la que Bolívar desembarcó del navío Manuel, que lo condujo desde Barranquilla hasta Santa Marta. Su experiencia médica le hacía ver que era inminente un desenlace fatal. Reverend había actuado muy profesionalmente desde que Bolívar fue confiado a su cuidado, a pesar de los pocos recursos médicos de que disponía y de lo limitado de sus conocimientos. Cuando supo que había hecho escala en el puerto de Santa Marta la goleta de guerra Grampus, de bandera norteamericana, en la cual se encontraba el médico cirujano M. Night, decidió hablar con él para consultarle sobre el caso de su paciente. El médico norteño lo escuchó con interés, lo ayudó en su diagnóstico y, como consecuencia de esta conversación, se decidió no postergar más tiempo el traslado de Bolívar a la Quinta San Pedro Alejandrino y el 6 de diciembre fue llevado a ese lugar. La información aparece en el Boletín N° 2 de Reverend, emitido el 2 de diciembre de 1830 e insertado en el folleto titulado La última enfermedad, los últimos momentos y los funerales de Simón Bolívar, escrito por Alejandro Próspero Reverend, editado en París en 1866, el cual aparece publicado en la compilación de Ildefonso Leal (1980:68). Pocos días después también ancló en el puerto de Santa Marta el navío británico Blanche que portaba al Dr. Miguel Claire, enviado por el Gobernador de Jamaica para atender al Libertador, pero lamentablemente llegó cuando ya era demasiado tarde.
Consciente de lo delicada en que se hallaba su salud, Bolívar se confesó con el Obispo de Santa Marta, monseñor José María Estévez, y recibió la extrema unción de manos del padre Hermenegildo Barranco, párroco de la población de Mamatoco, la más cercana a San Pedro. También firmó su testamento el día 10, en el cual hizo un dramático llamado a la unión de los pueblos para preservar la paz.
Una semana después, Briceño Méndez y Fernando Bolívar se encontraban conversando en el frente de la residencia, junto a un frondoso tamarindo y, al poco tiempo, se les unieron José Laurencio Silva para considerar la gravedad de su ilustre pariente. Era el mediodía cuando observaron a Reverend que caminaba cabizbajo y ceñudo hacia donde ellos se encontraban. Los tres hombres presumieron la noticia que estaban a punto de recibir. Cuando el médico estuvo al lado de ellos les expresó en alta voz, para que escucharan los que se encontraban más lejos: "Señores, si queréis presenciar los últimos momentos y postrer aliento del Libertador, ya es tiempo" (Mijares, 1983: 382).
Todos los presentes fueron penetrando en la alcoba donde se encontraba el Padre de la Patria y, una vez allí, presenciaron la agonía y muerte del Libertador en un silencio sepulcral sólo interrumpido por los constantes sollozos de José Palacios. Estuvieron presentes en el momento del trance los generales Mariano Montilla, José Laurencio Silva, Pedro Briceño Méndez, Julián Infante, José Trinidad Portocarrero y José María Carreño; los coroneles Belford Hinton Wilson, José de la Cruz Paredes y Joaquín de Mier; el comandante Juan Glen; los capitanes Andrés Ibarra y Lucas Meléndez; los tenientes José María Molina y Fernando Bolívar Tinoco; los doctores Manuel Pérez Recuero y Alejandro Próspero Reverend; y su mayordomo José Palacios. Todos ellos fueron fieles al Libertador durante su vida y después de su muerte.
El deceso de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios se produjo a la una de la tarde. Reverend lo informó al mundo a través de su reporte médico número 33 y, de inmediato, expresó que era necesario hacer una autopsia. Una vez que estuvieron todos de acuerdo, le correspondió al general Montilla transmitirle la conformidad de los deudos.
LA POSIBILIDAD DE UN CRIMEN
Las personas que acompañaron a Bolívar durante su enfermedad fueron todas de su más absoluta confianza, cercanía y probada lealtad. La vida de todos ellos se conoce al detalle y no hay la más mínima posibilidad de que alguno haya incurrido en un crimen contra la figura de aquel hombre por el que sentían devoción y aceptaban como su máximo líder. Varios de ellos tenían un lazo sanguíneo o colateral con el Libertador, tal como era el caso de Fernando Bolívar, hijo de Juan Vicente, su hermano mayor, al que consideraba su hijo; el general José Laurencio Silva, casado con Felicia Bolívar Tinoco, hija de Juan Vicente; el general Pedro Briceño Méndez, casado con Benigna Palacios Bolívar, hija de su hermana Juana. La cocinera que preparaba la comida era Fernanda, enviada por Manuela Sáenz para atender la dieta y cuidar la vida de su amante. El que le servía la comida y le daba masajes era José Palacios, su mayordomo, quien era tratado como si fuera miembro de la familia Bolívar.
Sólo hay un aspecto extraño que debe ser incorporado a la investigación que anunció el actual Presidente de Venezuela. Ocurrió que el día 12 llegó a San Pedro el coronel Luis Perú de Lacroix con una carta de Manuela para el Libertador, pero no se la pudo entregar dada la situación en que éste se encontraba. Su llegada coincidió con una misiva que recibió Mariano Montilla, en la que le denunciaban que en la casa del Obispo Estévez se encontraba hospedado el Dr. Ezequiel Rojas, uno de los hombres que participó en el intento de magnicidio contra Bolívar el 25 de septiembre de 1828. Tan pronto lo supo, Montilla se presentó en la casa del prelado, procedió a detener a Rojas y lo envió preso a Bogotá bajo la custodia de Perú de Lacroix.
No obstante, la posibilidad de que Rojas haya podido tener acceso a San Pedro Alejandrino para envenenar al Libertador es altamente dudosa y peregrina. Cualquier intento suyo para entrar en la residencia le habría costado la vida, dado que allí se encontraba el general de división Mariano Montilla, Comandante General del Magdalena, región en donde estaba ubicada Santa Marta, quien disponía de una guardia que custodiaba el área. Además, el Presidente de la República de Colombia era el general en jefe Rafael Urdaneta, amigo incondicional del Libertador, quien había asumido la primera magistratura después del golpe de Estado que perpetró el 3 de septiembre de 1830, deponiendo a Joaquín Mosquera, quien había sido electo por el Congreso Admirable en comicios ganados por los enemigos de Bolívar.
Sin embargo, ante el hecho consumado de que ya ha sido designada una Comisión Presidencial para investigar el supuesto crimen, es imprescindible indagar los pasos de Ezequiel Rojas mientras permaneció en Santa Marta e incluso la relación que tenía con el Obispo de Santa Marta, en cuya casa estaba hospedado en condición de amigo, según expresión del propio prelado. Sin embargo, como en la Comisión Presidencial no existe un solo científico, debe contemplarse la inclusión de representantes de las Academias de la Historia de Colombia y Venezuela, además de expertos en criminalística que conozcan la técnica del ADN. En este sentido, debe ser considerada la contratación de los científicos que determinaron la autenticidad de los restos de Colón, lo cual resultaría una estupenda coincidencia ya que, como se sabe, el nombre de Colombia lo concibieron Miranda y Bolívar para honrar la memoria del gran Almirante, por el que sentían una justificada admiración basada en la odisea que dirigió en un viaje pleno de peligros, que lo condujo a nuestro continente sin conocer siquiera su existencia.
ANTES DE SU MUERTE
La documentación sobre la salud de Bolívar es abundante y no deja duda alguna sobre el pésimo estado físico en que se hallaba el Padre de la Patria. Se puede notar que su enfermedad se había comenzado a agravar desde su último viaje a Guayaquil, el año anterior a su muerte, cuando tuvo que permanecer inactivo debido a su debilidad extrema, según lo comprobado y expuesto por el médico Oscar Beaujon en su ponencia titulada El Libertador enfermo, la cual fue presentada en la Mesa Redonda La enfermedad causal de la muerte del Libertador, organizada por la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina, celebrada en Caracas el 27 de junio de 1963. Beaujon dice textualmente (Leal, 1980: 471) que “A principios de agosto de 1829 el Libertador se encontraba en Guayaquil, donde sufrió… de un fuerte ataque de nervios y fiebre, cuya sintomatología puede concretarse en: ataque de nervios, cólera morbo y fuete calentura”.
Quizá la evidencia más exacta de su estado de postración la revela el artista José María Espinosa en el retrato que le hizo al Libertador en Bogotá entre enero y marzo de 1830, donde se ve claramente a un anciano enfermo y no a un hombre de cuarenta y seis años de edad. Luego, en las cartas que dejó antes y después de su renuncia a la Presidencia hay claros indicios de lo mal que se sentía, hasta el punto de que al llegar a Santa Marta tuvo que ser bajado del barco en los brazos de sus amigos, porque no era capaz de caminar. Esto lo obligó a permanecer en esa ciudad hasta el día seis, fecha en la que fue trasladado en una berlina hasta su destino final.
DESPUÉS DE SU MUERTE
La autopsia determinó que la causa de la muerte fue una tuberculosis diseminada de tipo fibroulcerocavernoso y, una vez completada, se procedió a preparar y vestir los restos con ayuda de Palacios, quien utilizó una camisa de José Laurencio Silva, pues la que sacaron de uno de los baúles del Bolívar estaba rota. Una vez cumplidos los honores que le fueron rendidos como Libertador, ex-jefe del Estado y general en jefe, Bolívar fue colocado en una cripta ubicada en la nave derecha de la Catedral de Santa Marta, al pie del altar de San José, que era propiedad de la familia Díaz Granados. Los gastos del sepelio fueron pagados gracias a una colecta pública entre los amigos presentes, la cual alcanzó la cantidad de doscientos cincuenta y tres pesos.
Tres años después, el presidente José Antonio Páez solicitó al Congreso de Venezuela que ordenara la repatriación de sus restos y, en virtud de que su solicitud no fue oportunamente atendida, el presidente Carlos Soublette renovó la misma en enero de 1838, a pedimento de María Antonia, hermana del Libertador, pero de nuevo este requerimiento fue pospuesto. No obstante, Páez fue más enfático durante su segundo gobierno y motivado por una carta que le enviaron las hermanas y el sobrino de Bolívar, se dirigió al Congreso el 9 de enero de 1842 exigiendo se aprobara la solicitud formulada por él en su primer mandato, debido a "...los grandes servicios hechos por el Libertador Simón Bolívar a su patria y a la América del Sur...".
Esta vez el Congreso decretó el traslado de los restos el 29 de abril de ese año y Páez le colocó el ejecútese al recibir el documento del Poder Legislativo, procediendo de inmediato a designar una Comisión integrada por los generales Mariano Montilla, Francisco Rodríguez del Toro y el doctor José María Vargas. Sin embargo, por asuntos de distinto orden los designados no aceptaron el honor y en su lugar fueron nombrados José Tadeo Monagas, Francisco Parejo, Ramón Ayala y Bartolomé Salom, pero éstos también declinaron conformar la Comisión, excusándose por diferentes razones.
Finalmente, la Comisión que fue a Santa Marta estuvo presidida por José María Vargas e integrada por José María Carreño y Mariano Ustáriz, quienes viajaron acompañados por el presbítero Manuel Cipriano Sánchez en el buque Constitución, propiedad de la Armada venezolana, bajo el mando del comandante Sebastián Boguier. Al llegar a Santa Marta fueron atendidos por la Comisión designada al efecto por el gobierno de la Nueva Granada, presidido entonces por el general Pedro Alcántara Herrán, quien ordenó la entrega de los restos el día 4 de agosto del citado año. La Comisión estuvo integrada por el general Joaquín Posada Gutiérrez, gobernador de Santa Marta; monseñor Luis José Serrano, obispo de la Diócesis; el general Joaquín Barriga, Juan Francisco de Martín y Joaquín de Mier. El doctor Alejandro Próspero Reverend fue el encargado de abrir la cripta y preparar el informe de la entrega de los restos, excepto el corazón de Bolívar que permaneció en un cofre guardado en la citada Catedral, con el visto bueno de la representación de Venezuela.
La exhumación tuvo lugar el 20 de noviembre de 1842 a las 5 de la tarde. El informe del doctor Reverend no deja lugar a dudas de que los restos que se estaban entregando eran en efecto los del Libertador, y así se dejó constancia en acta. Se debe hacer notar que en 1838, debido al mal estado que se encontraba la cripta después del terremoto de 1834, los restos fueron trasladados temporalmente a la casa de don Manuel de Ujueta y restituidos cuando se realizaron las refacciones correspondientes. Luego, en 1839, el general Joaquín Anastasio Márquez financió la construcción de un sepulcro más apropiado para la dignidad del fallecido y se le reubicó en la nave central, frente al presbiterio.
Una vez comprobada la autenticidad de los restos por Pablo Clemente y Simón Camacho, quienes asistieron al acto en representación de la familia Bolívar, la Comisión salió rumbo a La Guaira el 22 de noviembre y llegó a su destino el 12 de diciembre de 1842, según el recuento que a tal efecto hace Camacho, reproducida en la obra Ha Muerto el Libertador, editado por la UCV (Leal, 1980: 127). Los gobiernos de Francia, Inglaterra, Holanda, Dinamarca y los Estados Unidos enviaron naves de guerra para escoltar los restos del héroe en La Guaira, que fueron desembarcados y llevados en caravana a Caracas el 16, de acuerdo a la descripción que redactó el artista Ferdinand Bellerman, quien se encontraba en La Guaira durante la llegada de los restos del Libertador, documento que aparece insertado en la obra A los 150 años del traslado de los restos del Libertador (De Sola, 1992: 75). Desde que el ataúd entró en la ciudad natal de Bolívar, las demostraciones de afecto expresadas por sus compatriotas fueron inmensas y en forma multitudinaria. Sin distingos de clase, todos acompañaron la caravana funeraria hasta la Iglesia de la Santísima Trinidad, hoy Panteón Nacional.
El ataúd fue trasladado a la Iglesia de San Francisco el 17 de diciembre a primera hora. Era el mismo lugar donde recibió el título de Libertador en 1813 y la fecha era cabalística, pues fue la misma en la que el Congreso reunido en Angostura puso el ejecútese a la creación de Colombia en 1819, a la vez que se cumplía el duodécimo aniversario de su muerte. Allí permaneció hasta el 23 en la mañana, cuando se le trasladó a la Catedral de Caracas, donde recibió cristiana sepultura en la capilla de la familia Bolívar. Juana y Fernando, hermana y sobrino de Bolívar, asistieron a los actos fúnebres.
Los restos fueron examinados cuidadosamente por el Dr. José María Vargas y luego colocados en una urna al lado de sus padres, de su esposa y de su hermana María Antonia, según consta en la documentación que existe al respecto. Allí permanecieron hasta el 28 de octubre de 1876, día de San Simón, ocasión en que fueron conducidos al Panteón Nacional, por disposición del presidente Antonio Guzmán Blanco.
Por lo tanto, cuando en 1947 se presentó un escándalo debido a la denuncia que formuló el Dr. José (Pepe) Izquierdo en torno al hecho de haber encontrado una calavera trepanada que sin dudar un momento dijo ser la de Bolívar. La calavera estaba en la cripta de la familia Bolívar en la Catedral, en el suelo, abandonada. Al trascender la noticia por los medios de comunicación social, la opinión pública reaccionó un tanto angustiada debido a que la gente se preguntaba de quién eran los restos que fueron trasladados al Panteón.
Como era de esperarse, las autoridades actuaron con prudencia y suspicacia, especialmente el Congreso de la República, entonces presidido por el Dr. Andrés Eloy Blanco, debido a que el famoso galeno era muy conocido por su carácter impulsivo y apasionado. El Congreso ordenó una investigación y designó una Comisión que investigó el caso y procedió incluso a abrir el sarcófago de Bolívar, el cual fue cuidadosamente inspeccionado, llegándose a la conclusión de que los restos que allí estaban se correspondían con los que colocó Vargas en la cripta de los Bolívar.
La incredulidad de legos y expertos tenía una base lógica, pues era muy difícil que alguien pudiera haber entrado a la Catedral de Caracas para profanar unos restos que no tenían ningún beneficio pecuniario que ofrecer. Además, en esa época la Catedral tenía el Seminario a su lado (luego Escuela Superior y más tarde sede del diario La Religión) y a pocos metros la Casa Amarilla, que era el lugar donde funcionaba el despacho del Presidente de la República, hasta ser trasladada a Miraflores en 1900. Por lo tanto, cualquiera que hubiese intentado entrar en la capilla con propósitos insanos habría corrido el gravísimo riesgo de ser inmediatamente detenido y sometido a prisión.
Otro aspecto a considerar es que existe un informe médico-social de los doctores Cristóbal Mendoza, Ambrosio Perera, Vicente Lecuna y M. Cruxent, en el que se deja constancia de que la calavera encontrada por Izquierdo corresponde a la de Josefa Tinoco, mujer de Juan Vicente, hermano del Libertador, cuyo cadáver fue autopsiado con trepanación de cráneo, de acuerdo a lo señalado en la investigación que efectuó al respecto el Dr César Planchart, publicada en el diario El Universal (2008: 1-10). Sobre el mismo tema se pronunció la Academia de la Historia en un opúsculo titulado Integridad de los restos del Libertador (1947), en el que se concuerda que los restos corresponden a los que se indican en el informe del Dr. José María Vargas sobre la preparación del cadáver del Libertador efectuada por él en 1843.
Por último, es necesario precisar el destino de la famosa calavera. ¿A dónde fue a parar? La calavera que encontró Izquierdo y que creyó fuera la del Libertador permaneció en sus manos y, como suele ocurrir en Venezuela, al poco tiempo ocurrieron sucesos de tan gran magnitud en la política venezolana que ya nadie más se preocupó por saber su paradero. Es posible que el galeno la haya llevado a la Escuela de Medicina de la UCV y que allí se encuentre todavía; pudiera haber sido recolocada en la capilla de la familia Bolívar; también es factible que haya sido ubicada en la tumba del Dr. Izquierdo; o que permanezca en posesión de los descendientes del controversial médico. El autor estima que se le debe dar más peso a la primera hipótesis, debido a que el recientemente fallecido Dr. Francisco Plaza Izquierdo, sobrino de Pepe Izquierdo, dijo en muchas oportunidades que la había tenido en sus manos y que permanecía en la UCV.
No obstante, el actual Presidente de Venezuela ha creado una duda colectiva que requiere ser dilucidada. Tal como él se comprometió ante el país y ante la comunidad internacional, es necesario hacer una investigación, pero es importante que los integrantes de la Comisión designada no dejen ninguna duda cuando se produzca el resultado. Un asunto tan delicado no puede ser manejado con criterio político, sino científico. Por lo tanto, la ciencia histórica y la ciencia médica deben ahora determinar cuál es la verdad.
Resumen
En este artículo se analiza el problema surgido sobre la causa de muerte del Libertador, incluyendo su posible asesinato, así como también lo referente a si son o no suyos los restos que se encuentran en el Panteón Nacional. El autor ha encontrado una larga evidencia documental que le permite analizar los hechos, dejando claramente establecido su propio criterio. Su acercamiento a este tema se fundamenta en considerar a Bolívar como un personaje histórico ligado profundamente al pueblo venezolano. Es el hombre de Estado de mayor trascendencia del país y así se le ha reconocido universalmente, pero su labor ha sido innecesariamente distorsionada por algunos escritores y políticos, hasta el punto de crear una especie de religión en torno a su figura, lo que ha convertido en Judas a cualquier político de su época que por cualquier razón haya diferido de sus puntos de vista o de alguno de sus proyectos, lo que es contrario al espíritu y razón de cualquier régimen que se considere democrático. Todo el trabajo le permite al lector transitar por las circunstancias que condujeron al final del héroe y a su posterior mitificación. Es un artículo que intenta ser profundamente crítico y reflexivo.
Palabras clave: Libertador, Asesinato; Restos
Abstract
In this article the author analyzes the problem about the true causes of the Liberator's death, including the possibility of murder, and also considers the situation of his remains, explaining whether those buried in the Pantheon are his or not. The author has found several documents that leads him into several conclusions, both affirmatives and negatives, adding his own criteria around this point. His approach into the personality of this hero laid in his conviction that Bolivar is the most important character of all times in Venezuela, and believes that this conviction is shared by the whole people. Nevertheless, he points out that some influential writers and politicians have been deforming his image, making most people believe that Bolívar is beyond a human been, considering traitor to any politician of his times that had had even a small difference of criteria with him. Of course, this is contrary to democracy as a system, and this is the importance of the article, which make readers reflect deeply into this particular problem of the venezuelan society.
Key words: Liberator, murder, remains.
Introducción
Simón Bolívar es el personaje histórico que más profundamente ha llegado a los venezolanos y la razón es absolutamente lógica, ya que su obra no tiene parangón entre los nativos de este territorio que se han dedicado a la política y a la carrera de las armas. Es el hombre de Estado de mayor trascendencia del país y así se le ha reconocido universalmente, pero su labor ha sido innecesariamente distorsionada por algunos escritores y políticos, hasta el punto de crear una especie de religión en torno a su figura, lo que ha convertido en Judas a cualquier político de su época que por cualquier razón haya diferido de sus puntos de vista o de alguno de sus proyectos, lo que es contrario al espíritu y razón de cualquier régimen que se considere democrático.
Ese problema, que podemos calificar de distorsión de la imagen pública del Libertador, se ha agravado últimamente con la duda surgida sobre su causa de muerte, lo que ha creado una atmósfera de suspicacia en torno a su posible asesinato e, incluso, en lo referente a si son o no suyos los restos que se encuentran en el Panteón Nacional.
En este artículo se analiza el problema, sustentado en documentos que intentan demostrar cada aseveración o negación que se va formulando sobre el tema, dejando establecido los argumentos que se basan en el criterio del investigador.
En efecto, el autor ha encontrado una extensa evidencia que le permite aseverar que escritores de gran credibilidad han analizado los hechos sin ninguna base documental o crítica, movidos en muchos casos por su excesiva admiración hacia la figura del Padre de la Patria, lo que los ubica en la categoría de actores de buena fe; pero al mismo tiempo ha percibido la presencia de otros que con propósitos interesados y egoístas, han manipulado la realidad para alcanzar objetivos inmediatos de carácter político, trabajando la figura del héroe en forma pragmática con el fin de afianzar su proyecto político en el colectivo nacional.
La sumatoria de ambas tendencias ha logrado influir en la opinión pública de tal forma que ha deshumanizado a Bolívar, hasta llegar a convertirlo en una especie de héroe mitológico, lo que ha influido negativamente en la capacidad crítica del pueblo venezolano. Es difícil, por tanto, que el venezolano del común esté en capacidad de analizar objetivamente la personalidad del líder de la gesta independentista, así como el proceso de liberación de Venezuela. Este problema se ha venido hipertrofiando debido a que tales opiniones, vertidas sin base científica alguna, han sido incorporadas al pensum de estudios de la escuela primaria y, por tanto, han deformado la imagen pública de Bolívar.
En consecuencia, es necesario que se comience a difundir de manera objetiva y profesional el pensamiento político del grande hombre, así como los sucesos en que se vio envuelto durante su compleja e intensa existencia, especialmente en el lapso 1828-1830, tal como haN venido proponiendo los historiadores Germán Carrera Damas (El Culto a Bolívar, 1973) y Elías Pino Iturrieta (El Divino Bolívar, 2008), con el fin de que se pueda lograr la captación de los valores que hicieron posible la independencia, incluyendo los errores en que incurrió el líder.
LA APOTEOSIS DE BOLÍVAR
El iniciador de este problema fue sin duda Antonio Guzmán Blanco, de acuerdo a los trabajos de investigación que sobre el particular han adelantado historiadores de gran seriedad, tales como la escritora María Elena González Deluca (2007: 114) y Díaz Sánchez (1968, 5ta edic.: 115), en la que demuestran que el estadista venezolano, posiblemente motivado por el vínculo de parentesco que tenía con Bolívar, adelantó una intensa actividad destinada a enaltecer la figura del héroe, más allá de la realidad humana, en lo que dio en llamar “las glorias de Bolívar”.
La apoteosis comenzó durante el centenario del natalicio de Bolívar, circunstancia que fue aprovechada con gran habilidad por el Ilustre Americano, como le gustaba hacerse llamar, quien creó por decreto la Junta respectiva, la cual estuvo presidida por Antonio Leocadio Guzmán, quien la coordinó, e integrada por Fernando Bolívar, sobrino del Libertador, así como por los intelectuales Arístides Rojas, Agustín Aveledo, Pablo Clemente, Andrés Level de Goda y Manuel Vicente Díaz, quienes cumplieron a cabalidad la misión asignada. Como se sabe, Antonio Leocadio era el padre de Guzmán Blanco y su progenitora fue Carlota Blanco de Jérez y Aresteiguieta, pariente cercana de Bolívar.
La conmemoración, si bien ampliamente merecida por el Padre de la Patria, fue llevada a extremos tales como el de crear una moneda con la efigie de Bolívar y Guzmán, con el claro propósito de magnificar la figura del jefe del Quinquenio, como fue denominado este segundo período de Guzmán Blanco. La suerte vino en su ayuda y el escritor Eduardo Blanco contribuyó a la efemérides con un libro titulado Venezuela Heroica (1881), en cuyas páginas se observa la gran influencia de Homero en su obra, en la que despliega una literatura épica en capítulos llenos de exagerado fervor, al estilo de La Odisea, en los que convierte en titanes a los generales de la Independencia y a Bolívar en el mismísimo Zeus. Llega incluso a inventar algunos episodios, como el de la dramática despedida de Pedro Camejo cuando, herido de gravedad en el Campo de Carabobo, galopa moribundo para despedirse del general José Antonio Páez y, al estar frente a él, descubriéndose el pecho, le expresa balbuciente: “Mi general, vengo a decirle adiós porque estoy muerto”. El hecho nunca ocurrió, como se puede verificar en la Autobiografía escrita por Páez en Nueva York, durante el año 1869, donde narra con detalles lo acontecido durante la batalla de Carabobo (1971: 338).
Guzmán Blanco fue sólo el comienzo. Gobiernos posteriores contribuyeron a aumentar la apoteosis, tal como ocurrió con los dictadores andinos, culminando con un partido político bolivariano creado por Eleazar López Contreras, que tuvo como propósito garantizar la permanencia de los hombres de la Causa Andina en el poder y su propio regreso a la Presidencia. Para lograr su cometido, utilizó los servicios de un asesor colombiano de nombre Franco Quijano, quien demostró sus amplias habilidades en el manejo de las actas electorales, lo que le permitió a la Agrupación Cívica Bolivariana (ACB) y luego al Partido Democrático Venezolano (PDV) el control de la maquinaria de poder andina, según ha quedado demostrado en las múltiples investigaciones hechas sobre esa etapa, en particular la obra Origen del Estado Democrático en Venezuela (Gómez, 2004: pp 5, 22, 38).
El resultado es que se ha convertido a Bolívar en un fantasma viviente que no es más que una caricatura de lo que él realmente fue, lo que ha generado líderes que se sienten elegidos por la providencia para vindicar las afrentas reales o supuestas que le infligieron al Libertador. Esta actitud se ha repetido en varias oportunidades. Castro y Gómez fueron grandes bolivarianos. López Contreras y Chávez Frías crearon partidos políticos bolivarianos, olvidando incluso lo referido por el propio Bolívar en la Proclama que dictó el 9 de diciembre de 1830, cuando se sintió morir, para despedirse de sus compatriotas: “Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión…”. La referencia fue tomada del mencionado documento, citado por Liévano Aguirre en su obra Bolívar (1974: 515).
Esta situación de adoración perpetua, como diría la prensa de la época guzmancista, se ha convertido en un problema en nuestro país, contraviniendo lo establecido en la Ley sobre el uso del nombre, la efigie y los títulos de Simón Bolívar (1968), e incentivando la utilización de la figura del Libertador con propósitos políticos.
La verdad ha sido distorsionada, de buena o mala fe, hasta el punto de poner en tela de juicio el protocolo de la autopsia que practicó y firmó Alejandro Próspero Reverend, el médico francés que atendió a Bolívar en los momentos finales de su existencia. Tanto es así que el 17 de diciembre de 2007 el propio Presidente de la República de Venezuela, ahora Bolivariana por su impuesta voluntad, utilizó la tribuna de oradores en el Panteón Nacional, apartándose de la tradición, para desarrollar la hipótesis de que Bolívar fue asesinado en Santa Marta y sembrar dudas sobre la autenticidad de los restos que desde 1930 fueron colocados en la urna de bronce que fue diseñada por el escultor Chicharro Gamo, donde hoy se encuentran.
Uno de los propósitos de este artículo es analizar si al Presidente le asiste la razón o si se trata de alguna estrategia, para lo cual el autor buscó los antecedentes documentales de lo que ocurrió con nuestro máximo héroe, antes y después de su muerte.
LA MUERTE DE BOLÍVAR
El 17 de diciembre de 1830 el sol amaneció radiante en Santa Marta. No obstante, ninguno de sus moradores notó el pronto despuntar del día, ni la belleza que irradiaban los intensos rayos solares sobre los jardines de la Quinta San Pedro Alejandrino. La razón no era atribuible a la indiferencia de la gente que allí se encontraba, sino más bien a los estertores de la muerte que se escuchaban inclementes en la residencia del coronel Joaquín de Mier. El enfermo era el hombre que creó a Colombia en 1819 y que había dirigido sus destinos hasta marzo de ese mismo año. Por lo tanto, no había habido tiempo ni lugar para fijarse en la bella mañana de aquel luctuoso viernes 17.
El médico francés Alejandro Próspero Reverend entraba y salía presuroso del cuarto donde se encontraba el paciente, a cuyo cuidado había estado desde el 1 de diciembre, fecha en la que Bolívar desembarcó del navío Manuel, que lo condujo desde Barranquilla hasta Santa Marta. Su experiencia médica le hacía ver que era inminente un desenlace fatal. Reverend había actuado muy profesionalmente desde que Bolívar fue confiado a su cuidado, a pesar de los pocos recursos médicos de que disponía y de lo limitado de sus conocimientos. Cuando supo que había hecho escala en el puerto de Santa Marta la goleta de guerra Grampus, de bandera norteamericana, en la cual se encontraba el médico cirujano M. Night, decidió hablar con él para consultarle sobre el caso de su paciente. El médico norteño lo escuchó con interés, lo ayudó en su diagnóstico y, como consecuencia de esta conversación, se decidió no postergar más tiempo el traslado de Bolívar a la Quinta San Pedro Alejandrino y el 6 de diciembre fue llevado a ese lugar. La información aparece en el Boletín N° 2 de Reverend, emitido el 2 de diciembre de 1830 e insertado en el folleto titulado La última enfermedad, los últimos momentos y los funerales de Simón Bolívar, escrito por Alejandro Próspero Reverend, editado en París en 1866, el cual aparece publicado en la compilación de Ildefonso Leal (1980:68). Pocos días después también ancló en el puerto de Santa Marta el navío británico Blanche que portaba al Dr. Miguel Claire, enviado por el Gobernador de Jamaica para atender al Libertador, pero lamentablemente llegó cuando ya era demasiado tarde.
Consciente de lo delicada en que se hallaba su salud, Bolívar se confesó con el Obispo de Santa Marta, monseñor José María Estévez, y recibió la extrema unción de manos del padre Hermenegildo Barranco, párroco de la población de Mamatoco, la más cercana a San Pedro. También firmó su testamento el día 10, en el cual hizo un dramático llamado a la unión de los pueblos para preservar la paz.
Una semana después, Briceño Méndez y Fernando Bolívar se encontraban conversando en el frente de la residencia, junto a un frondoso tamarindo y, al poco tiempo, se les unieron José Laurencio Silva para considerar la gravedad de su ilustre pariente. Era el mediodía cuando observaron a Reverend que caminaba cabizbajo y ceñudo hacia donde ellos se encontraban. Los tres hombres presumieron la noticia que estaban a punto de recibir. Cuando el médico estuvo al lado de ellos les expresó en alta voz, para que escucharan los que se encontraban más lejos: "Señores, si queréis presenciar los últimos momentos y postrer aliento del Libertador, ya es tiempo" (Mijares, 1983: 382).
Todos los presentes fueron penetrando en la alcoba donde se encontraba el Padre de la Patria y, una vez allí, presenciaron la agonía y muerte del Libertador en un silencio sepulcral sólo interrumpido por los constantes sollozos de José Palacios. Estuvieron presentes en el momento del trance los generales Mariano Montilla, José Laurencio Silva, Pedro Briceño Méndez, Julián Infante, José Trinidad Portocarrero y José María Carreño; los coroneles Belford Hinton Wilson, José de la Cruz Paredes y Joaquín de Mier; el comandante Juan Glen; los capitanes Andrés Ibarra y Lucas Meléndez; los tenientes José María Molina y Fernando Bolívar Tinoco; los doctores Manuel Pérez Recuero y Alejandro Próspero Reverend; y su mayordomo José Palacios. Todos ellos fueron fieles al Libertador durante su vida y después de su muerte.
El deceso de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios se produjo a la una de la tarde. Reverend lo informó al mundo a través de su reporte médico número 33 y, de inmediato, expresó que era necesario hacer una autopsia. Una vez que estuvieron todos de acuerdo, le correspondió al general Montilla transmitirle la conformidad de los deudos.
LA POSIBILIDAD DE UN CRIMEN
Las personas que acompañaron a Bolívar durante su enfermedad fueron todas de su más absoluta confianza, cercanía y probada lealtad. La vida de todos ellos se conoce al detalle y no hay la más mínima posibilidad de que alguno haya incurrido en un crimen contra la figura de aquel hombre por el que sentían devoción y aceptaban como su máximo líder. Varios de ellos tenían un lazo sanguíneo o colateral con el Libertador, tal como era el caso de Fernando Bolívar, hijo de Juan Vicente, su hermano mayor, al que consideraba su hijo; el general José Laurencio Silva, casado con Felicia Bolívar Tinoco, hija de Juan Vicente; el general Pedro Briceño Méndez, casado con Benigna Palacios Bolívar, hija de su hermana Juana. La cocinera que preparaba la comida era Fernanda, enviada por Manuela Sáenz para atender la dieta y cuidar la vida de su amante. El que le servía la comida y le daba masajes era José Palacios, su mayordomo, quien era tratado como si fuera miembro de la familia Bolívar.
Sólo hay un aspecto extraño que debe ser incorporado a la investigación que anunció el actual Presidente de Venezuela. Ocurrió que el día 12 llegó a San Pedro el coronel Luis Perú de Lacroix con una carta de Manuela para el Libertador, pero no se la pudo entregar dada la situación en que éste se encontraba. Su llegada coincidió con una misiva que recibió Mariano Montilla, en la que le denunciaban que en la casa del Obispo Estévez se encontraba hospedado el Dr. Ezequiel Rojas, uno de los hombres que participó en el intento de magnicidio contra Bolívar el 25 de septiembre de 1828. Tan pronto lo supo, Montilla se presentó en la casa del prelado, procedió a detener a Rojas y lo envió preso a Bogotá bajo la custodia de Perú de Lacroix.
No obstante, la posibilidad de que Rojas haya podido tener acceso a San Pedro Alejandrino para envenenar al Libertador es altamente dudosa y peregrina. Cualquier intento suyo para entrar en la residencia le habría costado la vida, dado que allí se encontraba el general de división Mariano Montilla, Comandante General del Magdalena, región en donde estaba ubicada Santa Marta, quien disponía de una guardia que custodiaba el área. Además, el Presidente de la República de Colombia era el general en jefe Rafael Urdaneta, amigo incondicional del Libertador, quien había asumido la primera magistratura después del golpe de Estado que perpetró el 3 de septiembre de 1830, deponiendo a Joaquín Mosquera, quien había sido electo por el Congreso Admirable en comicios ganados por los enemigos de Bolívar.
Sin embargo, ante el hecho consumado de que ya ha sido designada una Comisión Presidencial para investigar el supuesto crimen, es imprescindible indagar los pasos de Ezequiel Rojas mientras permaneció en Santa Marta e incluso la relación que tenía con el Obispo de Santa Marta, en cuya casa estaba hospedado en condición de amigo, según expresión del propio prelado. Sin embargo, como en la Comisión Presidencial no existe un solo científico, debe contemplarse la inclusión de representantes de las Academias de la Historia de Colombia y Venezuela, además de expertos en criminalística que conozcan la técnica del ADN. En este sentido, debe ser considerada la contratación de los científicos que determinaron la autenticidad de los restos de Colón, lo cual resultaría una estupenda coincidencia ya que, como se sabe, el nombre de Colombia lo concibieron Miranda y Bolívar para honrar la memoria del gran Almirante, por el que sentían una justificada admiración basada en la odisea que dirigió en un viaje pleno de peligros, que lo condujo a nuestro continente sin conocer siquiera su existencia.
ANTES DE SU MUERTE
La documentación sobre la salud de Bolívar es abundante y no deja duda alguna sobre el pésimo estado físico en que se hallaba el Padre de la Patria. Se puede notar que su enfermedad se había comenzado a agravar desde su último viaje a Guayaquil, el año anterior a su muerte, cuando tuvo que permanecer inactivo debido a su debilidad extrema, según lo comprobado y expuesto por el médico Oscar Beaujon en su ponencia titulada El Libertador enfermo, la cual fue presentada en la Mesa Redonda La enfermedad causal de la muerte del Libertador, organizada por la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina, celebrada en Caracas el 27 de junio de 1963. Beaujon dice textualmente (Leal, 1980: 471) que “A principios de agosto de 1829 el Libertador se encontraba en Guayaquil, donde sufrió… de un fuerte ataque de nervios y fiebre, cuya sintomatología puede concretarse en: ataque de nervios, cólera morbo y fuete calentura”.
Quizá la evidencia más exacta de su estado de postración la revela el artista José María Espinosa en el retrato que le hizo al Libertador en Bogotá entre enero y marzo de 1830, donde se ve claramente a un anciano enfermo y no a un hombre de cuarenta y seis años de edad. Luego, en las cartas que dejó antes y después de su renuncia a la Presidencia hay claros indicios de lo mal que se sentía, hasta el punto de que al llegar a Santa Marta tuvo que ser bajado del barco en los brazos de sus amigos, porque no era capaz de caminar. Esto lo obligó a permanecer en esa ciudad hasta el día seis, fecha en la que fue trasladado en una berlina hasta su destino final.
DESPUÉS DE SU MUERTE
La autopsia determinó que la causa de la muerte fue una tuberculosis diseminada de tipo fibroulcerocavernoso y, una vez completada, se procedió a preparar y vestir los restos con ayuda de Palacios, quien utilizó una camisa de José Laurencio Silva, pues la que sacaron de uno de los baúles del Bolívar estaba rota. Una vez cumplidos los honores que le fueron rendidos como Libertador, ex-jefe del Estado y general en jefe, Bolívar fue colocado en una cripta ubicada en la nave derecha de la Catedral de Santa Marta, al pie del altar de San José, que era propiedad de la familia Díaz Granados. Los gastos del sepelio fueron pagados gracias a una colecta pública entre los amigos presentes, la cual alcanzó la cantidad de doscientos cincuenta y tres pesos.
Tres años después, el presidente José Antonio Páez solicitó al Congreso de Venezuela que ordenara la repatriación de sus restos y, en virtud de que su solicitud no fue oportunamente atendida, el presidente Carlos Soublette renovó la misma en enero de 1838, a pedimento de María Antonia, hermana del Libertador, pero de nuevo este requerimiento fue pospuesto. No obstante, Páez fue más enfático durante su segundo gobierno y motivado por una carta que le enviaron las hermanas y el sobrino de Bolívar, se dirigió al Congreso el 9 de enero de 1842 exigiendo se aprobara la solicitud formulada por él en su primer mandato, debido a "...los grandes servicios hechos por el Libertador Simón Bolívar a su patria y a la América del Sur...".
Esta vez el Congreso decretó el traslado de los restos el 29 de abril de ese año y Páez le colocó el ejecútese al recibir el documento del Poder Legislativo, procediendo de inmediato a designar una Comisión integrada por los generales Mariano Montilla, Francisco Rodríguez del Toro y el doctor José María Vargas. Sin embargo, por asuntos de distinto orden los designados no aceptaron el honor y en su lugar fueron nombrados José Tadeo Monagas, Francisco Parejo, Ramón Ayala y Bartolomé Salom, pero éstos también declinaron conformar la Comisión, excusándose por diferentes razones.
Finalmente, la Comisión que fue a Santa Marta estuvo presidida por José María Vargas e integrada por José María Carreño y Mariano Ustáriz, quienes viajaron acompañados por el presbítero Manuel Cipriano Sánchez en el buque Constitución, propiedad de la Armada venezolana, bajo el mando del comandante Sebastián Boguier. Al llegar a Santa Marta fueron atendidos por la Comisión designada al efecto por el gobierno de la Nueva Granada, presidido entonces por el general Pedro Alcántara Herrán, quien ordenó la entrega de los restos el día 4 de agosto del citado año. La Comisión estuvo integrada por el general Joaquín Posada Gutiérrez, gobernador de Santa Marta; monseñor Luis José Serrano, obispo de la Diócesis; el general Joaquín Barriga, Juan Francisco de Martín y Joaquín de Mier. El doctor Alejandro Próspero Reverend fue el encargado de abrir la cripta y preparar el informe de la entrega de los restos, excepto el corazón de Bolívar que permaneció en un cofre guardado en la citada Catedral, con el visto bueno de la representación de Venezuela.
La exhumación tuvo lugar el 20 de noviembre de 1842 a las 5 de la tarde. El informe del doctor Reverend no deja lugar a dudas de que los restos que se estaban entregando eran en efecto los del Libertador, y así se dejó constancia en acta. Se debe hacer notar que en 1838, debido al mal estado que se encontraba la cripta después del terremoto de 1834, los restos fueron trasladados temporalmente a la casa de don Manuel de Ujueta y restituidos cuando se realizaron las refacciones correspondientes. Luego, en 1839, el general Joaquín Anastasio Márquez financió la construcción de un sepulcro más apropiado para la dignidad del fallecido y se le reubicó en la nave central, frente al presbiterio.
Una vez comprobada la autenticidad de los restos por Pablo Clemente y Simón Camacho, quienes asistieron al acto en representación de la familia Bolívar, la Comisión salió rumbo a La Guaira el 22 de noviembre y llegó a su destino el 12 de diciembre de 1842, según el recuento que a tal efecto hace Camacho, reproducida en la obra Ha Muerto el Libertador, editado por la UCV (Leal, 1980: 127). Los gobiernos de Francia, Inglaterra, Holanda, Dinamarca y los Estados Unidos enviaron naves de guerra para escoltar los restos del héroe en La Guaira, que fueron desembarcados y llevados en caravana a Caracas el 16, de acuerdo a la descripción que redactó el artista Ferdinand Bellerman, quien se encontraba en La Guaira durante la llegada de los restos del Libertador, documento que aparece insertado en la obra A los 150 años del traslado de los restos del Libertador (De Sola, 1992: 75). Desde que el ataúd entró en la ciudad natal de Bolívar, las demostraciones de afecto expresadas por sus compatriotas fueron inmensas y en forma multitudinaria. Sin distingos de clase, todos acompañaron la caravana funeraria hasta la Iglesia de la Santísima Trinidad, hoy Panteón Nacional.
El ataúd fue trasladado a la Iglesia de San Francisco el 17 de diciembre a primera hora. Era el mismo lugar donde recibió el título de Libertador en 1813 y la fecha era cabalística, pues fue la misma en la que el Congreso reunido en Angostura puso el ejecútese a la creación de Colombia en 1819, a la vez que se cumplía el duodécimo aniversario de su muerte. Allí permaneció hasta el 23 en la mañana, cuando se le trasladó a la Catedral de Caracas, donde recibió cristiana sepultura en la capilla de la familia Bolívar. Juana y Fernando, hermana y sobrino de Bolívar, asistieron a los actos fúnebres.
Los restos fueron examinados cuidadosamente por el Dr. José María Vargas y luego colocados en una urna al lado de sus padres, de su esposa y de su hermana María Antonia, según consta en la documentación que existe al respecto. Allí permanecieron hasta el 28 de octubre de 1876, día de San Simón, ocasión en que fueron conducidos al Panteón Nacional, por disposición del presidente Antonio Guzmán Blanco.
Por lo tanto, cuando en 1947 se presentó un escándalo debido a la denuncia que formuló el Dr. José (Pepe) Izquierdo en torno al hecho de haber encontrado una calavera trepanada que sin dudar un momento dijo ser la de Bolívar. La calavera estaba en la cripta de la familia Bolívar en la Catedral, en el suelo, abandonada. Al trascender la noticia por los medios de comunicación social, la opinión pública reaccionó un tanto angustiada debido a que la gente se preguntaba de quién eran los restos que fueron trasladados al Panteón.
Como era de esperarse, las autoridades actuaron con prudencia y suspicacia, especialmente el Congreso de la República, entonces presidido por el Dr. Andrés Eloy Blanco, debido a que el famoso galeno era muy conocido por su carácter impulsivo y apasionado. El Congreso ordenó una investigación y designó una Comisión que investigó el caso y procedió incluso a abrir el sarcófago de Bolívar, el cual fue cuidadosamente inspeccionado, llegándose a la conclusión de que los restos que allí estaban se correspondían con los que colocó Vargas en la cripta de los Bolívar.
La incredulidad de legos y expertos tenía una base lógica, pues era muy difícil que alguien pudiera haber entrado a la Catedral de Caracas para profanar unos restos que no tenían ningún beneficio pecuniario que ofrecer. Además, en esa época la Catedral tenía el Seminario a su lado (luego Escuela Superior y más tarde sede del diario La Religión) y a pocos metros la Casa Amarilla, que era el lugar donde funcionaba el despacho del Presidente de la República, hasta ser trasladada a Miraflores en 1900. Por lo tanto, cualquiera que hubiese intentado entrar en la capilla con propósitos insanos habría corrido el gravísimo riesgo de ser inmediatamente detenido y sometido a prisión.
Otro aspecto a considerar es que existe un informe médico-social de los doctores Cristóbal Mendoza, Ambrosio Perera, Vicente Lecuna y M. Cruxent, en el que se deja constancia de que la calavera encontrada por Izquierdo corresponde a la de Josefa Tinoco, mujer de Juan Vicente, hermano del Libertador, cuyo cadáver fue autopsiado con trepanación de cráneo, de acuerdo a lo señalado en la investigación que efectuó al respecto el Dr César Planchart, publicada en el diario El Universal (2008: 1-10). Sobre el mismo tema se pronunció la Academia de la Historia en un opúsculo titulado Integridad de los restos del Libertador (1947), en el que se concuerda que los restos corresponden a los que se indican en el informe del Dr. José María Vargas sobre la preparación del cadáver del Libertador efectuada por él en 1843.
Por último, es necesario precisar el destino de la famosa calavera. ¿A dónde fue a parar? La calavera que encontró Izquierdo y que creyó fuera la del Libertador permaneció en sus manos y, como suele ocurrir en Venezuela, al poco tiempo ocurrieron sucesos de tan gran magnitud en la política venezolana que ya nadie más se preocupó por saber su paradero. Es posible que el galeno la haya llevado a la Escuela de Medicina de la UCV y que allí se encuentre todavía; pudiera haber sido recolocada en la capilla de la familia Bolívar; también es factible que haya sido ubicada en la tumba del Dr. Izquierdo; o que permanezca en posesión de los descendientes del controversial médico. El autor estima que se le debe dar más peso a la primera hipótesis, debido a que el recientemente fallecido Dr. Francisco Plaza Izquierdo, sobrino de Pepe Izquierdo, dijo en muchas oportunidades que la había tenido en sus manos y que permanecía en la UCV.
No obstante, el actual Presidente de Venezuela ha creado una duda colectiva que requiere ser dilucidada. Tal como él se comprometió ante el país y ante la comunidad internacional, es necesario hacer una investigación, pero es importante que los integrantes de la Comisión designada no dejen ninguna duda cuando se produzca el resultado. Un asunto tan delicado no puede ser manejado con criterio político, sino científico. Por lo tanto, la ciencia histórica y la ciencia médica deben ahora determinar cuál es la verdad.
sábado, 14 de abril de 2012
La verdad sobre el cráneo del Libertador. Comunicado de la Academia Nacional de la Historia.
Doctor Blas Bruni Celli
Sobre la sospecha del Doctor Izquierdo de que el cráneo del Libertador no se encontraba en el panteón, dado que él había encontrado un cráneo aserrado (señal de haber sido autopsiado) en una osamenta dispersa en la cripta de los Bolívar en la catedral de Caracas, el caso parece quedó resuelto con la 'profanación' realizada en junio pasado cuando la urna fue abierta y se mostró en la televisión el esqueleto completo, tal como había sido preparado por el Dr. Vargas.
Cuando yo publiqué las Obras Completas del Doctor Vargas incorporé una sección relativa a la misión encomendada a Vargas de presidir la comisión encargada del traslado de los restos de Bolívar de Santa Marta a Caracas en 1842 y en esa oportunidad publiqué documentos tales como el acta de la exhumación en Santa Marta y un informe final redactado por Vargas del momento en que concluyó la preparación del esqueleto y selló la urna de plomo. Estos documentos no fueron vistos por el Doctor Izquierdo ni por ninguno de los señores que discutieron con él el caso (Lecuna, Navarro, Mendoza, y los miembros de la Constituyente del año 1947).
La razón es que fueron publicados en un libro que circuló muy poco y fue muy poco consultado (Anales de Venezuela). En una oportunidad le mostré al Doctor Izquierdo estos documentos de Vargas (éramos amigos pues yo trabajé algunos años en la Cátedra de Anatomía Normal). Cuando el Doctor Izquierdo leyó el documento me dijo algo como: 'si yo hubiera conocido ese documento hubiera pensado otra cosa'... Esto lo expresé verbalmente en la Academia de la Historia cuando presenté como ponente el documento que esta corporación divulgó con motivo de la susodicha 'profanación'.
Esta publicación la hago para dejar ya enterrada la 'hipótesis del Doctor Izquierdo' que siempre pareció muy poco probable.
COMUNICADO DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
La Academia Nacional de la Historia ante el hecho consumado de la sorpresiva apertura de la urna que contiene los restos del Libertador Simón Bolívar, realizada en la media noche del 14 al 15 de los corrientes, con el presunto objetivo de determinar la causa de su muerte y la identidad de sus restos, expone ante el pueblo venezolano el siguiente COMUNICADO:
1. El día 17 de Diciembre de 1962 la Academia Nacional de la Historia conjuntamente con la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina en una sesión solemne conjunta de ambas instituciones, acordaron realizar una Mesa Redonda para estudiar la Enfermedad y causa de la muerte del Libertador Simón Bolívar, para la cual convocaron a historiadores y científicos venezolanos estudiosos del tema y expertos en la materia. Dicha Mesa Redonda se realizó en los días 25 y 26 de Junio de 1963 y en ella participaron, además de connotados historiadores venezolanos, numerosos médicos en su totalidad Profesores de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, todos especialistas en diversas áreas tales como tisiólogos, farmacólogos, epidemiólogos, internistas, patólogos, psiquiatras y psicólogos; igualmente intervinieron odontólogos, filósofos y críticos de arte. Se leyeron y discutieron exhaustivamente 22 ponencias y se llegó por unanimidad a la conclusión de que en vista de los antecedentes familiares, epidemiológicos y personales, así como del resultado de la autopsia, la enfermedad principal que produjo la muerte del Libertador fue una “tuberculosis de reinfección del adulto de tipo fibroulcerocavernoso, con diseminación broncógena” y como consecuencia de ello “posibles lesiones tuberculosas secundarias finales laringotraqueales e intestinales”. Igualmente se concluyó en que “la terapéutica empleada por el médico tratante estuvo adaptada a los conceptos científicos admitidos en su tiempo” y también se determinó que “el estudio y análisis de los Boletines Médicos y del Protocolo de la autopsia demuestran que el Dr. Alejandro Próspero Reverend poseía conocimientos científicos acordes con las doctrinas de la época, lo que acredita su carácter de médico de alto nivel académico”. Las Ponencias y Conclusiones de esta Mesa Redonda fueron publicadas en 1964 y en una segunda edición en 1976. Sus determinantes conclusiones se consideraron definitivas y desde entonces el tema nunca más fue tratado, al menos desde un punto de vista científico.
2. El 30 de Abril 1842, el Presidente de la República Gral. José Antonio Páez dictó un Decreto por el cual se ordenaba el traslado de los restos del Libertador, desde Santa Marta a Caracas; nombró una Comisión constituida por el Doctor José Vargas y los Generales José María Carreño y Mariano Ustáriz, encargada de realizar dicho traslado y designó para presidirla al primero mencionado. La Comisión, luego de todos los preparativos, zarpó de La Guaira el 13 de noviembre siguiente y llegó a Santa Marta el 16 del mismo mes. Después de numerosos actos protocolares y del amistoso recibimiento por parte de las autoridades colombianas, el acto de la exhumación de los restos del Libertador tuvo lugar el domingo 20 de noviembre por la tarde, en una ceremonia pública y solemne, procedimiento del cual se levantó una detallada Acta 2 que corre como el Anexo No. 9 del Informe final del Doctor Vargas ante el Ejecutivo venezolano. En esta Acta consta que: 'los señores doctor Alejandro Próspero Reverend y Manuel Ujueta que asistieron ... a la preparación del cadáver después de la muerte ... el primero como médico que preparó el cadáver, el segundo como una de las personas que asistieron a esta preparación y a su sepultura, preguntados por el Señor Gobernador (Joaquín Posada Gutiérrez) acerca de la identidad de los restos del cadáver que tenían presente, con el del General Bolívar, contestaron que era el mismo idéntico”. Ante esta afirmación de testigos de excepción, quedaba así demostrado que los incidentes ocurridos en la Catedral de Santa Marta en el curso de los 12 años en que permaneció sepultado allí (una inundación y un terremoto) para nada afectaron la integridad física del cadáver del Libertador. En un extenso informe del Doctor José Vargas dirigido al Ministro de Estado en el Despacho de lo Interior, de fecha 18 de diciembre de 1842 (publicado en la Gaceta de Venezuela No. 624 de 21 de diciembre de 1842 y reproducido en Documentos para los Anales de Venezuela, Tercer Período, tomo I, págs. 93 y sgts e igualmente reproducido en la Biografía de José Vargas de Laureano Villanueva y en las dos ediciones de las Obras Completas del Dr. José Vargas), el cual contiene 22 documentos anexos, se da cuenta detallada al ejecutivo venezolano de todos los pasos dados por la Comisión desde el mismo momento de la exhumación en la Catedral de Santa Marta hasta su desembarco en La Guaira en la mañana del 15 de diciembre de 1842, cuando se realiza una solemne ceremonia que el Doctor Vargas describe con mucha emoción, especialmente cuando menciona el incontenible llanto de los Generales Juan Uslar y José María Carreño, y las expresiones de la numerosa concurrencia que asistió a este desembarco. Igualmente Fermín Toro dejó una descripción muy detallada de este recibimiento, que significaba el regreso definitivo de Simón Bolívar a su tierra natal. En Caracas, en ceremonias nunca vistas hasta entonces, que describe magistralmente Fermín Toro, la urna fue finalmente colocada en la Iglesia Catedral de Caracas en el Panteón de la Familia Bolívar el 23 de diciembre de 1842. Allí siguió actuando la Comisión presidida por el Doctor Vargas y en un informe suscrito por el mismo Doctor Vargas y el resto de la Comisión y dirigido al Secretario de Estado en el Despacho de lo Interior de fecha 15 de marzo de 1843 dicen lo siguiente: “La Comisión encargada por el Gobierno de preservar de la completa destrucción la parte de los restos venerandos del Libertador, General Simón Bolívar, que todavía puede ser preservada, ha cumplido su encargo y de él da cuenta de la manera siguiente. “En medio del montón de polvo y horruras que la urna de plomo contenía, resultado de la descomposición de todos los tejidos blandos del cuerpo y de los vestidos, se ha preservado el esqueleto casi completo, aunque algunos huesos pequeños han ya desaparecido, otros están casi pulverizados y todos los demás ennegrecidos y en progreso a la descomposición a causa de la humedad que en dicha urna se conserva. “Se procedió, pues, a nombrar dos jóvenes bien instruidos en Anatomía, a saber: el Doctor Cosme Jiménez y el Bachiller Manuel Alvarado, que con el mayor cuidado y 3 proligidad, entresacasen del montón de horruras todos los huesos, los limpiaran y lavaran con cloruro de ca1; los secaran bien, y después los cubriesen de barniz preservativo. Separados los huesos del polvo, y preparados como queda dicho, han sido ensamblados, formando el esqueleto, con alambres de plomo y de plata según las partes; y así conexionados, han sido cubiertos de varias capas del dicho barniz preservativo. “El esqueleto tiene las faltas siguientes: 1º. La de los dedos anulares, y las segundas falanges de todos los otros dedos de las manos; excepto las de los pulgares. 2º. La de algunos huesos del metatarso y todos los dedos de ambos pies. 3º. La de la última muela o la cordal izquierda de la mandíbula superior, que en la primera vez que la urna fué abierta en esta ciudad estaba movida pero no faltaba; pero que después no ha sido hallada. “Todas las articulaciones o adaptaciones de los huesos del carpo y metacarpo, tarso y metatarso, y de los dedos, así de las manos como de los pies, han sido hechas por medio de cera de modelar: no siendo posible por su blandura y casi desintegración unirlos por taladros y alambres. Con la misma cera de modelar han sido llenados los espacios vacantes de las manos y los pies por la falta ya dicha de algunos huesecillos, por no introducir allí parte alguna extraña de los restos. Se ha construido una urna de hoja de plomo, mucho más delgada que el pedazo que quedaba de la que tenía y que fue recortada en una parte considerable en la ciudad de Santa Marta, para acomodarla en la bella urna de madera donada por el Gobierno de la Nueva Granada. En el centro de la nueva urna de plomo está acomodado el esqueleto; y en dos cajoncillos, también de plomo que como apéndice están soldados al interior de aquella pieza, van todo el polvo y demás restos que contenía la caja con entera separación del cuerpo o esqueleto. “Este ha sido envuelto en un manto negro de damasco, y de este modo y con una cuña grande de cedro bien barnizada para colocar la cabeza, ha sido acomodado en la urna de plomo que a presencia de todos los miembros de la Comisión ha sido soldada y puesto dentro de la madera, la cual cerraron con sus dos llaves. Todo este proceso ha sido ejecutado dentro de la misma Iglesia Catedral, en un aposento de la capilla de San Nicolás, que el M. R. Arzobispo tuvo la bondad de franquear para el efecto, y desde allí ha vuelto la urna al panteón en que se hallaba. Dios Guarde a Udes. José Vargas, J. M. Carreño, Mariano Uztáriz. Del panteón familiar de la Iglesia Catedral la urna fue trasladada al Panteón Nacional en otra solemne ceremonia presidida por el Gral. Antonio Guzmán Blanco, el día 28 de octubre de 1876. 4
3. Por todo lo anteriormente expuesto la Academia Nacional de la Historia considera que: 1º. La causa de la muerte del Libertador no fue otra que la señalada en las Conclusiones de la Mesa Redonda de 1964. 2º. La identidad de los restos mortuorios del Libertador está absolutamente trazada y documentada fehacientemente, desde el instante mismo de su fallecimiento, el 17 de diciembre de 1830 en Santa Marta hasta su entrada al Panteón Nacional el día 28 de Octubre de 1876. 3º. Estando todo lo anteriormente dicho respaldado en documentos publicados en órganos oficiales y suscritos por personalidades de la más alta confiabilidad en la Historia republicana, no había ninguna razón para dudar, ni de la causa de la muerte del Libertador ni de la identidad de los restos que reposan en el Panteón Nacional. 4º. Por tanto la Academia estima que el acto de exhumación realizado sorpresivamente, en la medianoche del día 15 al 16 del presente mes, con el pretexto de averiguar tanto la causa de la muerte del Libertador así como la identidad de sus restos, fue absolutamente innecesario e injustificado. 5º. Dado que la osamenta mostrada por la televisión se corresponde exactamente con lo descrito por el Dr. José Vargas y la comisión en pleno, en 1843, cuando sellaron en la Catedral de Caracas la urna de plomo, como lo dice el documento transcrito antes, es evidente que en los últimos 167 años los restos mortales se han conservado satisfactoriamente, lo cual es otra razón para afirmar la falta de justificación de la exhumación realizada. 6º. La Academia Nacional de la Historia considera que de haberse estudiado la materia a la luz de una consulta amplia, científica, desprejuiciada de todo carácter partidista o político, involucrando en tal consulta a las autoridades científicas nacionales expertas en la materia, el país se hubiera ahorrado de presenciar un espectáculo y retórica inédito en la historia venezolana y que quedará para siempre inscrito en los Anales de Venezuela como el irrespeto más grave que se le haya hecho al Libertador Simón Bolívar y con él al símbolo más genuino de la Patria. 7º. Por último, la Academia Nacional de la Historia ante tan insólito hecho, desgraciadamente ya consumado, invita y exhorta al país entero, a la Venezuela profunda y republicana, en todos los estratos de su población, a una reflexión íntima y a una plegaria que signifiquen y ofrezcan un desagravio al Padre de la Patria, inútilmente profanado en la tranquilidad de su sepulcro.
Aprobado por unanimidad en Caracas a los veintinueve días del mes de julio de dos mil diez.
Los asistentes: Elías Pino Iturrieta, Ildefonso Leal, Manuel Rodríguez Campos, Simón Alberto Consalvi, Marianela Ponce, Blas Bruni Celli, Ermila de Veracoechea, Tomás Enrique Carrillo Batalla, José Rafael Lovera, Santos Rodulfo Cortés, Pedro Cunill Grau, Héctor Bencomo Barrios, Manuel Caballero, Germán Carrera Damas, María Elena González de Lucca. Correspondientes: Eduardo Hernández Carstens, Ramón Urdaneta.
Sobre la sospecha del Doctor Izquierdo de que el cráneo del Libertador no se encontraba en el panteón, dado que él había encontrado un cráneo aserrado (señal de haber sido autopsiado) en una osamenta dispersa en la cripta de los Bolívar en la catedral de Caracas, el caso parece quedó resuelto con la 'profanación' realizada en junio pasado cuando la urna fue abierta y se mostró en la televisión el esqueleto completo, tal como había sido preparado por el Dr. Vargas.
Cuando yo publiqué las Obras Completas del Doctor Vargas incorporé una sección relativa a la misión encomendada a Vargas de presidir la comisión encargada del traslado de los restos de Bolívar de Santa Marta a Caracas en 1842 y en esa oportunidad publiqué documentos tales como el acta de la exhumación en Santa Marta y un informe final redactado por Vargas del momento en que concluyó la preparación del esqueleto y selló la urna de plomo. Estos documentos no fueron vistos por el Doctor Izquierdo ni por ninguno de los señores que discutieron con él el caso (Lecuna, Navarro, Mendoza, y los miembros de la Constituyente del año 1947).
La razón es que fueron publicados en un libro que circuló muy poco y fue muy poco consultado (Anales de Venezuela). En una oportunidad le mostré al Doctor Izquierdo estos documentos de Vargas (éramos amigos pues yo trabajé algunos años en la Cátedra de Anatomía Normal). Cuando el Doctor Izquierdo leyó el documento me dijo algo como: 'si yo hubiera conocido ese documento hubiera pensado otra cosa'... Esto lo expresé verbalmente en la Academia de la Historia cuando presenté como ponente el documento que esta corporación divulgó con motivo de la susodicha 'profanación'.
Esta publicación la hago para dejar ya enterrada la 'hipótesis del Doctor Izquierdo' que siempre pareció muy poco probable.
COMUNICADO DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
La Academia Nacional de la Historia ante el hecho consumado de la sorpresiva apertura de la urna que contiene los restos del Libertador Simón Bolívar, realizada en la media noche del 14 al 15 de los corrientes, con el presunto objetivo de determinar la causa de su muerte y la identidad de sus restos, expone ante el pueblo venezolano el siguiente COMUNICADO:
1. El día 17 de Diciembre de 1962 la Academia Nacional de la Historia conjuntamente con la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina en una sesión solemne conjunta de ambas instituciones, acordaron realizar una Mesa Redonda para estudiar la Enfermedad y causa de la muerte del Libertador Simón Bolívar, para la cual convocaron a historiadores y científicos venezolanos estudiosos del tema y expertos en la materia. Dicha Mesa Redonda se realizó en los días 25 y 26 de Junio de 1963 y en ella participaron, además de connotados historiadores venezolanos, numerosos médicos en su totalidad Profesores de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, todos especialistas en diversas áreas tales como tisiólogos, farmacólogos, epidemiólogos, internistas, patólogos, psiquiatras y psicólogos; igualmente intervinieron odontólogos, filósofos y críticos de arte. Se leyeron y discutieron exhaustivamente 22 ponencias y se llegó por unanimidad a la conclusión de que en vista de los antecedentes familiares, epidemiológicos y personales, así como del resultado de la autopsia, la enfermedad principal que produjo la muerte del Libertador fue una “tuberculosis de reinfección del adulto de tipo fibroulcerocavernoso, con diseminación broncógena” y como consecuencia de ello “posibles lesiones tuberculosas secundarias finales laringotraqueales e intestinales”. Igualmente se concluyó en que “la terapéutica empleada por el médico tratante estuvo adaptada a los conceptos científicos admitidos en su tiempo” y también se determinó que “el estudio y análisis de los Boletines Médicos y del Protocolo de la autopsia demuestran que el Dr. Alejandro Próspero Reverend poseía conocimientos científicos acordes con las doctrinas de la época, lo que acredita su carácter de médico de alto nivel académico”. Las Ponencias y Conclusiones de esta Mesa Redonda fueron publicadas en 1964 y en una segunda edición en 1976. Sus determinantes conclusiones se consideraron definitivas y desde entonces el tema nunca más fue tratado, al menos desde un punto de vista científico.
2. El 30 de Abril 1842, el Presidente de la República Gral. José Antonio Páez dictó un Decreto por el cual se ordenaba el traslado de los restos del Libertador, desde Santa Marta a Caracas; nombró una Comisión constituida por el Doctor José Vargas y los Generales José María Carreño y Mariano Ustáriz, encargada de realizar dicho traslado y designó para presidirla al primero mencionado. La Comisión, luego de todos los preparativos, zarpó de La Guaira el 13 de noviembre siguiente y llegó a Santa Marta el 16 del mismo mes. Después de numerosos actos protocolares y del amistoso recibimiento por parte de las autoridades colombianas, el acto de la exhumación de los restos del Libertador tuvo lugar el domingo 20 de noviembre por la tarde, en una ceremonia pública y solemne, procedimiento del cual se levantó una detallada Acta 2 que corre como el Anexo No. 9 del Informe final del Doctor Vargas ante el Ejecutivo venezolano. En esta Acta consta que: 'los señores doctor Alejandro Próspero Reverend y Manuel Ujueta que asistieron ... a la preparación del cadáver después de la muerte ... el primero como médico que preparó el cadáver, el segundo como una de las personas que asistieron a esta preparación y a su sepultura, preguntados por el Señor Gobernador (Joaquín Posada Gutiérrez) acerca de la identidad de los restos del cadáver que tenían presente, con el del General Bolívar, contestaron que era el mismo idéntico”. Ante esta afirmación de testigos de excepción, quedaba así demostrado que los incidentes ocurridos en la Catedral de Santa Marta en el curso de los 12 años en que permaneció sepultado allí (una inundación y un terremoto) para nada afectaron la integridad física del cadáver del Libertador. En un extenso informe del Doctor José Vargas dirigido al Ministro de Estado en el Despacho de lo Interior, de fecha 18 de diciembre de 1842 (publicado en la Gaceta de Venezuela No. 624 de 21 de diciembre de 1842 y reproducido en Documentos para los Anales de Venezuela, Tercer Período, tomo I, págs. 93 y sgts e igualmente reproducido en la Biografía de José Vargas de Laureano Villanueva y en las dos ediciones de las Obras Completas del Dr. José Vargas), el cual contiene 22 documentos anexos, se da cuenta detallada al ejecutivo venezolano de todos los pasos dados por la Comisión desde el mismo momento de la exhumación en la Catedral de Santa Marta hasta su desembarco en La Guaira en la mañana del 15 de diciembre de 1842, cuando se realiza una solemne ceremonia que el Doctor Vargas describe con mucha emoción, especialmente cuando menciona el incontenible llanto de los Generales Juan Uslar y José María Carreño, y las expresiones de la numerosa concurrencia que asistió a este desembarco. Igualmente Fermín Toro dejó una descripción muy detallada de este recibimiento, que significaba el regreso definitivo de Simón Bolívar a su tierra natal. En Caracas, en ceremonias nunca vistas hasta entonces, que describe magistralmente Fermín Toro, la urna fue finalmente colocada en la Iglesia Catedral de Caracas en el Panteón de la Familia Bolívar el 23 de diciembre de 1842. Allí siguió actuando la Comisión presidida por el Doctor Vargas y en un informe suscrito por el mismo Doctor Vargas y el resto de la Comisión y dirigido al Secretario de Estado en el Despacho de lo Interior de fecha 15 de marzo de 1843 dicen lo siguiente: “La Comisión encargada por el Gobierno de preservar de la completa destrucción la parte de los restos venerandos del Libertador, General Simón Bolívar, que todavía puede ser preservada, ha cumplido su encargo y de él da cuenta de la manera siguiente. “En medio del montón de polvo y horruras que la urna de plomo contenía, resultado de la descomposición de todos los tejidos blandos del cuerpo y de los vestidos, se ha preservado el esqueleto casi completo, aunque algunos huesos pequeños han ya desaparecido, otros están casi pulverizados y todos los demás ennegrecidos y en progreso a la descomposición a causa de la humedad que en dicha urna se conserva. “Se procedió, pues, a nombrar dos jóvenes bien instruidos en Anatomía, a saber: el Doctor Cosme Jiménez y el Bachiller Manuel Alvarado, que con el mayor cuidado y 3 proligidad, entresacasen del montón de horruras todos los huesos, los limpiaran y lavaran con cloruro de ca1; los secaran bien, y después los cubriesen de barniz preservativo. Separados los huesos del polvo, y preparados como queda dicho, han sido ensamblados, formando el esqueleto, con alambres de plomo y de plata según las partes; y así conexionados, han sido cubiertos de varias capas del dicho barniz preservativo. “El esqueleto tiene las faltas siguientes: 1º. La de los dedos anulares, y las segundas falanges de todos los otros dedos de las manos; excepto las de los pulgares. 2º. La de algunos huesos del metatarso y todos los dedos de ambos pies. 3º. La de la última muela o la cordal izquierda de la mandíbula superior, que en la primera vez que la urna fué abierta en esta ciudad estaba movida pero no faltaba; pero que después no ha sido hallada. “Todas las articulaciones o adaptaciones de los huesos del carpo y metacarpo, tarso y metatarso, y de los dedos, así de las manos como de los pies, han sido hechas por medio de cera de modelar: no siendo posible por su blandura y casi desintegración unirlos por taladros y alambres. Con la misma cera de modelar han sido llenados los espacios vacantes de las manos y los pies por la falta ya dicha de algunos huesecillos, por no introducir allí parte alguna extraña de los restos. Se ha construido una urna de hoja de plomo, mucho más delgada que el pedazo que quedaba de la que tenía y que fue recortada en una parte considerable en la ciudad de Santa Marta, para acomodarla en la bella urna de madera donada por el Gobierno de la Nueva Granada. En el centro de la nueva urna de plomo está acomodado el esqueleto; y en dos cajoncillos, también de plomo que como apéndice están soldados al interior de aquella pieza, van todo el polvo y demás restos que contenía la caja con entera separación del cuerpo o esqueleto. “Este ha sido envuelto en un manto negro de damasco, y de este modo y con una cuña grande de cedro bien barnizada para colocar la cabeza, ha sido acomodado en la urna de plomo que a presencia de todos los miembros de la Comisión ha sido soldada y puesto dentro de la madera, la cual cerraron con sus dos llaves. Todo este proceso ha sido ejecutado dentro de la misma Iglesia Catedral, en un aposento de la capilla de San Nicolás, que el M. R. Arzobispo tuvo la bondad de franquear para el efecto, y desde allí ha vuelto la urna al panteón en que se hallaba. Dios Guarde a Udes. José Vargas, J. M. Carreño, Mariano Uztáriz. Del panteón familiar de la Iglesia Catedral la urna fue trasladada al Panteón Nacional en otra solemne ceremonia presidida por el Gral. Antonio Guzmán Blanco, el día 28 de octubre de 1876. 4
3. Por todo lo anteriormente expuesto la Academia Nacional de la Historia considera que: 1º. La causa de la muerte del Libertador no fue otra que la señalada en las Conclusiones de la Mesa Redonda de 1964. 2º. La identidad de los restos mortuorios del Libertador está absolutamente trazada y documentada fehacientemente, desde el instante mismo de su fallecimiento, el 17 de diciembre de 1830 en Santa Marta hasta su entrada al Panteón Nacional el día 28 de Octubre de 1876. 3º. Estando todo lo anteriormente dicho respaldado en documentos publicados en órganos oficiales y suscritos por personalidades de la más alta confiabilidad en la Historia republicana, no había ninguna razón para dudar, ni de la causa de la muerte del Libertador ni de la identidad de los restos que reposan en el Panteón Nacional. 4º. Por tanto la Academia estima que el acto de exhumación realizado sorpresivamente, en la medianoche del día 15 al 16 del presente mes, con el pretexto de averiguar tanto la causa de la muerte del Libertador así como la identidad de sus restos, fue absolutamente innecesario e injustificado. 5º. Dado que la osamenta mostrada por la televisión se corresponde exactamente con lo descrito por el Dr. José Vargas y la comisión en pleno, en 1843, cuando sellaron en la Catedral de Caracas la urna de plomo, como lo dice el documento transcrito antes, es evidente que en los últimos 167 años los restos mortales se han conservado satisfactoriamente, lo cual es otra razón para afirmar la falta de justificación de la exhumación realizada. 6º. La Academia Nacional de la Historia considera que de haberse estudiado la materia a la luz de una consulta amplia, científica, desprejuiciada de todo carácter partidista o político, involucrando en tal consulta a las autoridades científicas nacionales expertas en la materia, el país se hubiera ahorrado de presenciar un espectáculo y retórica inédito en la historia venezolana y que quedará para siempre inscrito en los Anales de Venezuela como el irrespeto más grave que se le haya hecho al Libertador Simón Bolívar y con él al símbolo más genuino de la Patria. 7º. Por último, la Academia Nacional de la Historia ante tan insólito hecho, desgraciadamente ya consumado, invita y exhorta al país entero, a la Venezuela profunda y republicana, en todos los estratos de su población, a una reflexión íntima y a una plegaria que signifiquen y ofrezcan un desagravio al Padre de la Patria, inútilmente profanado en la tranquilidad de su sepulcro.
Aprobado por unanimidad en Caracas a los veintinueve días del mes de julio de dos mil diez.
Los asistentes: Elías Pino Iturrieta, Ildefonso Leal, Manuel Rodríguez Campos, Simón Alberto Consalvi, Marianela Ponce, Blas Bruni Celli, Ermila de Veracoechea, Tomás Enrique Carrillo Batalla, José Rafael Lovera, Santos Rodulfo Cortés, Pedro Cunill Grau, Héctor Bencomo Barrios, Manuel Caballero, Germán Carrera Damas, María Elena González de Lucca. Correspondientes: Eduardo Hernández Carstens, Ramón Urdaneta.
viernes, 13 de abril de 2012
¡La Teoría de la evolución en Venezuela!
DR. DANIEL JOSÉ SANCHEZ SILVA*
Cuando fue publicado el libro de Charles Darwin “El origen de las Especies” el 24 de Noviembre de 1859, su primera edición en Londres la cual contaba con 1250 ejemplares se agotó ese mismo día. El libro de Darwin era una obra maestra de las ciencias, en el planteaba como la selección natural hace que prevalezca siempre la espacie mas capacitada para ello. Esta teoría represento un cambio de paradigma en la forma de ver al hombre frente a la naturaleza y por lo tanto una revolución del conocimiento. Darwin había destronado al hombre del paraíso divino para hacerlo parte de la naturaleza y producto de un nuevo concepto llamado “Evolución”. Como era de esperarse, toda idea nueva tiene sus detractores y aun hoy en día existen muchos grupos de personas que niegan la evolución y se encuentran a favor de la creación.
Venezuela no fue la excepción de esta polémica, en las aulas de la Universidad Central de Venezuela llego a discutirse esta teoría gracias a nuestros grandes profesores. Con gran sabiduría y consciente de que una Universidad debe ser el centro de discusión de todos los conocimientos, también en nuestro país se llego a hablar sobre evolución.
Vale la pena recordar a un gran profesor originario de tierras lejanas, el Dr. Adolf Ernst quien nació en Alemania en 1832. Estudio en la universidad de su país natal, trasladándose a Venezuela en el año 1861. En mayo de 1867, fundó la Sociedad de Ciencias Físicas y Naturales de Caracas y posteriormente el Museo Nacional en 1874. Organizó la cátedra de Historia Natural en la Universidad Central de Venezuela, en la que difundió las teorías de Lamarck y la "selección natural" de Charles Darwin, las cuales eran fundamentales en la Zoología y la Botánica.
El Dr. Ernst fue el motor de la escuela positivista venezolana, entre sus discípulos más destacados tenemos: Lisandro Alvarado, José Luis Fortul, y Rafael Villavicenso. Ernst desarrolló una amplia labor de investigación sobre botánica, zoología y etnografía. También realizó trabajos sobre geografía, geología, lingüística, antropología, física, paleontología y arqueología.
Pero el siglo XIX no estaba preparado aun para la teoría de la evolución, La iglesia católica combatió en todo el mundo esta idea e incluso prohibió enseñarla en sus aulas (en Colegios religiosos). Pero en Venezuela la cuestión era distinta, durante el último cuarto de siglo gobernó “el Guzmancismo” o lo que es lo mismo Guzmán Blanco y sus adeptos en la presidencia. No es para nadie un secreto que Guzmán Blanco pertenecía a la Masonería y por lo tanto tenia una rivalidad con la iglesia. No olvidemos que fue él quien le quita el monopolio de los cementerios a la iglesia y crea el cementerio general del sur. Además de instaurar el registro civil, de manera tal que no hacia falta la fe de bautismo como documento probatorio de tu identidad.
Guzmán también fue el impulsor de la educación Laica, gratuita y obligatoria. En este punto es donde debemos detenernos, pues Guzmán quien era un presidente con educación formal (abogado), y además amante de París y la cultura francesa, estaba de acuerdo en que en las universidades debería enseñarse lo que estaba en auge en Europa. Es así como la lucha de la iglesia en contra de la teoría de la evolución en Venezuela fue menos dura, si lo comparamos con otros países de tradición más conservadora como Colombia o los Estados Unidos. La evolución se estudio en la UCV gracias a profesores como Adolfo Ernst, Rafael Villavicenzo y Luis Razetti convirtiendo a nuestra primera casa de estudio en un foro para debatir las ideas controversiales que se reñían en el mundo. La Universidad como fuente de debates de ideas y no al servicio de una ideología política, social o religiosa, eso es lo que nos ha hecho grande a los venezolanos. Que de una forma u otra siempre hemos estado a la vanguardia de los cambios que ocurren en la humanidad.
Anestesiología – Medicina Crítica
e-mail: danielsanchez24@Yahoo.com
Cuando fue publicado el libro de Charles Darwin “El origen de las Especies” el 24 de Noviembre de 1859, su primera edición en Londres la cual contaba con 1250 ejemplares se agotó ese mismo día. El libro de Darwin era una obra maestra de las ciencias, en el planteaba como la selección natural hace que prevalezca siempre la espacie mas capacitada para ello. Esta teoría represento un cambio de paradigma en la forma de ver al hombre frente a la naturaleza y por lo tanto una revolución del conocimiento. Darwin había destronado al hombre del paraíso divino para hacerlo parte de la naturaleza y producto de un nuevo concepto llamado “Evolución”. Como era de esperarse, toda idea nueva tiene sus detractores y aun hoy en día existen muchos grupos de personas que niegan la evolución y se encuentran a favor de la creación.
Venezuela no fue la excepción de esta polémica, en las aulas de la Universidad Central de Venezuela llego a discutirse esta teoría gracias a nuestros grandes profesores. Con gran sabiduría y consciente de que una Universidad debe ser el centro de discusión de todos los conocimientos, también en nuestro país se llego a hablar sobre evolución.
Vale la pena recordar a un gran profesor originario de tierras lejanas, el Dr. Adolf Ernst quien nació en Alemania en 1832. Estudio en la universidad de su país natal, trasladándose a Venezuela en el año 1861. En mayo de 1867, fundó la Sociedad de Ciencias Físicas y Naturales de Caracas y posteriormente el Museo Nacional en 1874. Organizó la cátedra de Historia Natural en la Universidad Central de Venezuela, en la que difundió las teorías de Lamarck y la "selección natural" de Charles Darwin, las cuales eran fundamentales en la Zoología y la Botánica.
El Dr. Ernst fue el motor de la escuela positivista venezolana, entre sus discípulos más destacados tenemos: Lisandro Alvarado, José Luis Fortul, y Rafael Villavicenso. Ernst desarrolló una amplia labor de investigación sobre botánica, zoología y etnografía. También realizó trabajos sobre geografía, geología, lingüística, antropología, física, paleontología y arqueología.
Pero el siglo XIX no estaba preparado aun para la teoría de la evolución, La iglesia católica combatió en todo el mundo esta idea e incluso prohibió enseñarla en sus aulas (en Colegios religiosos). Pero en Venezuela la cuestión era distinta, durante el último cuarto de siglo gobernó “el Guzmancismo” o lo que es lo mismo Guzmán Blanco y sus adeptos en la presidencia. No es para nadie un secreto que Guzmán Blanco pertenecía a la Masonería y por lo tanto tenia una rivalidad con la iglesia. No olvidemos que fue él quien le quita el monopolio de los cementerios a la iglesia y crea el cementerio general del sur. Además de instaurar el registro civil, de manera tal que no hacia falta la fe de bautismo como documento probatorio de tu identidad.
Guzmán también fue el impulsor de la educación Laica, gratuita y obligatoria. En este punto es donde debemos detenernos, pues Guzmán quien era un presidente con educación formal (abogado), y además amante de París y la cultura francesa, estaba de acuerdo en que en las universidades debería enseñarse lo que estaba en auge en Europa. Es así como la lucha de la iglesia en contra de la teoría de la evolución en Venezuela fue menos dura, si lo comparamos con otros países de tradición más conservadora como Colombia o los Estados Unidos. La evolución se estudio en la UCV gracias a profesores como Adolfo Ernst, Rafael Villavicenzo y Luis Razetti convirtiendo a nuestra primera casa de estudio en un foro para debatir las ideas controversiales que se reñían en el mundo. La Universidad como fuente de debates de ideas y no al servicio de una ideología política, social o religiosa, eso es lo que nos ha hecho grande a los venezolanos. Que de una forma u otra siempre hemos estado a la vanguardia de los cambios que ocurren en la humanidad.
Anestesiología – Medicina Crítica
e-mail: danielsanchez24@Yahoo.com
martes, 10 de abril de 2012
Ana María Campos, heroína zuliana
Eumenes Fuguet Borregales (*)
En cada espacio del tiempo histórico venezolano, iniciado con el descubrimiento en 1498, y en diferentes épocas, la mujer venezolana se ha caracterizado por su activa, abnegada y valerosa participación, para lograr los nobles objetivos de la emancipación. En momentos de plena dificultad, numerosas paisanas brindaron guarda y cobija a los combatientes de luchas e ideas, que, por ser fieles a causas justas, eran perseguidos sin tregua; otras sirvieron de mensajeras, transitando sitios inhóspitos y vigilados por fuerzas enemigas; unas atendían a los heridos en pleno campo de batalla.
Quienes conocían de manualidades contribuían con la costura de ropas y uniformes; unas preparaban comida. Quienes demostraban guáramo tomaban un arma y peleaban en primera fila, hombro a hombro con los soldados de la patria, regando con su sangre no perdida los caminos de la redención; otras avanzaban como troperas en la retaguardia para realizar funciones logísticas.
La historia y tradición recoge la información de tantas compatriotas de todas las clases sociales y de todas las regiones, quienes, como madres, esposas o amantes, dejaron honda huella de sacrificio y pasión por la libertad. En esta oportunidad nos referiremos a Ana María de Campos y Cubillán de Fuentes, nacida en Los Puertos de Altagracia, estado Zulia el 2 de abril de 1796; hija de Domingo José de Campos y Perozo de Cervantes y María Ana Cubillán de Fuentes y Vera. Ana María recibió una esmerada educación, en sus tiempos libres practicaba la equitación con mucha destreza, también en forma discreta leía libros de los enciclopedistas franceses, los cuales comentaba con un grupo de vecinos y amigos. Luego de la gloriosa batalla de Carabobo ejecutada el 24 de junio de 1821, y el encierro de las fuerzas realistas en Puerto Cabello, se inicia por parte del ejército español, cual león de Castilla herido, una contraofensiva especialmente dirigida hacia el occidente en las regiones de Trujillo, Coro y Maracaibo.
El general Francisco Tomás Morales, segundo de Miguel De La Torre, luego de haber realizado expediciones fallidas sobre Barcelona, Macuto y La Guaira a finales de 1821, se moviliza desde Puerto Cabello hacia Maracaibo en marzo de 1822; Morales sería el último capitán español en Venezuela, que una vez derrotado en la batalla naval del lago de Maracaibo el 24 de julio de 1823 y firmar la capitulación el 3 de agosto en Maracaibo zarpó para La Habana.
La historia y tradición nos relata un episodio cuya protagonista es la joven heroína Ana María Campos, acusada de haber organizado numerosas reuniones clandestinas, y de habérsele oído decir durante una de ellas: "Si Morales no capitula, monda", decir: “Si no se rinde, muere”. Al negarse a presentar disculpas a las autoridades Españolas, Morales pensando en doblegarle su entereza y valor, buscando a la vez que no repitiera sus palabras y que sirviera de castigo ejemplarizante, la condena a ser flagelada públicamente; a tal fin es conducida descamisada por las calles de Maracaibo a espaldas de un burro, en vez de a caballo, como señal de vejación. En el desplazamiento recibía latigazos del verdugo Valentín Aguirre, quien después de cada azote le preguntaba si se quería disculpar, a lo que la valerosa doncella respondía sin inmutarse y en presencia de quienes la observaban, “Si no capitula, monda”. La tortura recibida dejó en esta valerosa mujer la herida física como también en alto su dignidad, valor de mujer y compromiso de patria en sus ideales; en ningún momento dio muestras de debilidad o arrepentimiento. Demostró estoicamente que los tantos latigazos recibidos en su joven cuerpo, no mermaron ni la dignidad, ni el miedo. Fallece esta valerosa representante de la mujer venezolana el 17 de octubre de 1828 en Maracaibo “tierra del sol amada” como bien la bautizó el eximio poeta Rafael María Baralt (1810-1860). Ana maría Campos contaba treinta y dos años; un monumento en su memoria se encuentra en Maracaibo en el sector El Milagro; indicando a las presente y futuras generaciones el papel preponderante que han jugado nuestras paisanas. Parece mentira que en Venezuela no se conmemore el “DÍA DE LA MUJER VENEZOLANA”, cuando en otras naciones, verbigracia Colombia, recuerda a sus valerosas mujeres el 14 de noviembre, evocando a Policarpa “La Pola” Salavarrieta, fusilada en la Plaza Mayor de Bogotá en 1817 por órdenes del jefe realista Pablo Morillo.
(*) Gral. de Bgda. eumenes7@gmail.com
Historia y
tradición
En cada espacio del tiempo histórico venezolano, iniciado con el descubrimiento en 1498, y en diferentes épocas, la mujer venezolana se ha caracterizado por su activa, abnegada y valerosa participación, para lograr los nobles objetivos de la emancipación. En momentos de plena dificultad, numerosas paisanas brindaron guarda y cobija a los combatientes de luchas e ideas, que, por ser fieles a causas justas, eran perseguidos sin tregua; otras sirvieron de mensajeras, transitando sitios inhóspitos y vigilados por fuerzas enemigas; unas atendían a los heridos en pleno campo de batalla.
Quienes conocían de manualidades contribuían con la costura de ropas y uniformes; unas preparaban comida. Quienes demostraban guáramo tomaban un arma y peleaban en primera fila, hombro a hombro con los soldados de la patria, regando con su sangre no perdida los caminos de la redención; otras avanzaban como troperas en la retaguardia para realizar funciones logísticas.
La historia y tradición recoge la información de tantas compatriotas de todas las clases sociales y de todas las regiones, quienes, como madres, esposas o amantes, dejaron honda huella de sacrificio y pasión por la libertad. En esta oportunidad nos referiremos a Ana María de Campos y Cubillán de Fuentes, nacida en Los Puertos de Altagracia, estado Zulia el 2 de abril de 1796; hija de Domingo José de Campos y Perozo de Cervantes y María Ana Cubillán de Fuentes y Vera. Ana María recibió una esmerada educación, en sus tiempos libres practicaba la equitación con mucha destreza, también en forma discreta leía libros de los enciclopedistas franceses, los cuales comentaba con un grupo de vecinos y amigos. Luego de la gloriosa batalla de Carabobo ejecutada el 24 de junio de 1821, y el encierro de las fuerzas realistas en Puerto Cabello, se inicia por parte del ejército español, cual león de Castilla herido, una contraofensiva especialmente dirigida hacia el occidente en las regiones de Trujillo, Coro y Maracaibo.
El general Francisco Tomás Morales, segundo de Miguel De La Torre, luego de haber realizado expediciones fallidas sobre Barcelona, Macuto y La Guaira a finales de 1821, se moviliza desde Puerto Cabello hacia Maracaibo en marzo de 1822; Morales sería el último capitán español en Venezuela, que una vez derrotado en la batalla naval del lago de Maracaibo el 24 de julio de 1823 y firmar la capitulación el 3 de agosto en Maracaibo zarpó para La Habana.
La historia y tradición nos relata un episodio cuya protagonista es la joven heroína Ana María Campos, acusada de haber organizado numerosas reuniones clandestinas, y de habérsele oído decir durante una de ellas: "Si Morales no capitula, monda", decir: “Si no se rinde, muere”. Al negarse a presentar disculpas a las autoridades Españolas, Morales pensando en doblegarle su entereza y valor, buscando a la vez que no repitiera sus palabras y que sirviera de castigo ejemplarizante, la condena a ser flagelada públicamente; a tal fin es conducida descamisada por las calles de Maracaibo a espaldas de un burro, en vez de a caballo, como señal de vejación. En el desplazamiento recibía latigazos del verdugo Valentín Aguirre, quien después de cada azote le preguntaba si se quería disculpar, a lo que la valerosa doncella respondía sin inmutarse y en presencia de quienes la observaban, “Si no capitula, monda”. La tortura recibida dejó en esta valerosa mujer la herida física como también en alto su dignidad, valor de mujer y compromiso de patria en sus ideales; en ningún momento dio muestras de debilidad o arrepentimiento. Demostró estoicamente que los tantos latigazos recibidos en su joven cuerpo, no mermaron ni la dignidad, ni el miedo. Fallece esta valerosa representante de la mujer venezolana el 17 de octubre de 1828 en Maracaibo “tierra del sol amada” como bien la bautizó el eximio poeta Rafael María Baralt (1810-1860). Ana maría Campos contaba treinta y dos años; un monumento en su memoria se encuentra en Maracaibo en el sector El Milagro; indicando a las presente y futuras generaciones el papel preponderante que han jugado nuestras paisanas. Parece mentira que en Venezuela no se conmemore el “DÍA DE LA MUJER VENEZOLANA”, cuando en otras naciones, verbigracia Colombia, recuerda a sus valerosas mujeres el 14 de noviembre, evocando a Policarpa “La Pola” Salavarrieta, fusilada en la Plaza Mayor de Bogotá en 1817 por órdenes del jefe realista Pablo Morillo.
(*) Gral. de Bgda. eumenes7@gmail.com
Historia y
tradición
domingo, 8 de abril de 2012
Rafael Casanova Duarte:Manos que rescatan la música venezolana*
Casanova recuerda al maestro Freddy Reyna como uno de sus mayores mentores en el arte de tocar las cuatro cuerdas. Lo conoció luego de un período en el que su dedicación no sólo había sido académica sino también autodidacta.
No alcanzaba a cumplir aún los veinte años cuando participó en el Segundo Curso Nacional de Cuatristas Solistas, realizado en el Instituto Arte de Venezuela. En esta etapa de su vida da un nuevo paso que sería uno de sus mayores logros: el ingreso a la Escuela de Medicina de la Universidad Central de Venezuela.
La universidad no sólo le brindo los conocimientos necesarios aplicados a la medicina, sino también le abrió las puertas de las salas más importantes donde pudo presentar, junto al maestro Reyna, varios repertorios musicales. Mientras estudiaba, Casanova estuvo cargo de la Comisión de Cultura, y su vez, de dictar cursos de cuatro de nivel avanzado. En esta nueva fase, Rafael conoce a nuevos amigos con los cuales inicia un nuevo proyecto. "Formamos una agrupación de música venezolana, llamada "Los de Aquí", dimos varios conciertos, no sólo en las principales salas del recinto universitario, sino también en diferentes auditorios de Caracas, en el interior del país y el exterior", recuerda.
En 1977 recibe el título de Médico Cirujano en la Universidad Central de Venezuela, a partir de ese entonces decide ir al encuentro de un nuevo destino: la Isla de Margarita, en el Estado Nueva Esparta. Allí comienza a realizar sus prácticas de medicatura rural, y también emprende una nueva fase en su carrera musical.
"Tuve la gran suerte de tener como vecino a uno de los más grandes guitarristas clásicos venezolanos: el profesor Rómulo Lazarde – señala- . Mi cercanía con él permitió crear una sólida amistad, y a la vez pude transmitir una serie de conocimientos muy interesantes en la guitarra clásica, uno de ellos fue el que pude trabajar tiempo después: los efectos acústicos tímbricos" (técnica con el cuatro que trata de imitar un instrumento como: el tambor, las maracas, trompeta y cualquier otro de percusión o cuerdas).
Lazarde, según Casanova, tenía diferentes composiciones acústico tímbricos, entre ellas una Jota Aragonesa "excelentemente tocada" y una canción llamada "Efectos Acústicos Tímbricos N° 1". "Fue cuando comencé a ver si había posibilidad de transferir esos efectos al cuatro solista, y entonces creé marchas militares, y continué perfeccionando la técnica".
Todas estas actividades fueron llevadas a cabo por Rafael Casanova, sin olvidar el propósito principal por el que había arribado a la Isla: la práctica médica. La medicatura de Tacarigua y la Clínica de Prevención del Cáncer fueron los lugares más frecuentados por Casanova durante un año. Pero paralelamente colaboraba con las diferentes casas de cultura junto a uno de sus más allegados amigos llamado Beto Valderrama Patiño, bandolinista y compositor de música oriental. Al finalizar la medicatura rural, Casanova regresa a Caracas, continua su actividad médica, y realiza el postgrado de Cirugía y Oncología, en el Hospital Oncológico Padre Machado.
Al terminar su postgrado, tomó sus maletas rumbo a Brasil, país cuya riqueza musical es reconocida mundialmente. Pese a que el propósito principal era continuar sus estudios de cuarto nivel, no desestimó la oportunidad de tener contacto con la música popular de este país. Los efectos acústicos tímbricos colmaron la atención de Casanova, y fue entonces cuando comenzó a imitar con el cuatro, instrumentos como el birimbao, el tamboril, el pandeiro, el cavaquiño y la cuica . Casanova Duarte es considerado el primer venezolano que con el cuatro ha imitado los instrumentos utilizados en la batucada (género musical que acompaña a las escuelas de samba en la época de Carnaval).
El 24 de julio de 1984 ofreció un concierto con motivo de la conmemoración del natalicio de El Libertador, Simón Bolívar, conjuntamente con la Orquesta Sinfónica de Sao Paulo, en el segundo teatro más grande de esa ciudad: el Teatro de Cultura Artística. "Fue una experiencia maravillosa. El evento estuvo coordinado por el Consulado y la Embajada de Venezuela en esa ciudad, además la receptividad y la acogida fueron realmente significativas".
Posteriormente representó a Venezuela en el Festival Folklórico de la Canción Paraguaya y Latinoamericana que se celebró en la ciudad de La Asunción, en septiembre de 1984. Luego, en noviembre de ese mismo año en el Teatro de Copacabana de Río de Janeiro, ganó el Festival Artístico-Médico dentro de la Sociedad Brasileña de Cirugía Plástica, en el que participaron más de 2500 médicos. Al mismo tiempo por el lado de la medicina, fue galardonado con el Premio de Residentes Víctor Spina, por le mejor trabajo científico en Cirugía Plástica en Brasil.
Luego viajó a los Estados Unidos donde no sólo continuó especializándose en la rama de la medicina. A su vez, ofrecía conciertos en diferentes universidades y en 1985, fue galardonado con el Tercer Premio en Cirugía Plástica (Plástic Surgery Educational Foundation Contets), de la Sociedad Norteamericana de Cirugía Plástica y con el Sexto Premio en Cirugía Plástica (Senior Resident Conferenc Contest In Plastic Surgery), del Congreso Norteamericano de Residentes en Cirugía Plástica, en Richmond, Virginia.
Tomado de:
Academia Biomédica Digital
Facultad de Medicina. Universidad Central de Venezuela.
2012. Número 49.
No alcanzaba a cumplir aún los veinte años cuando participó en el Segundo Curso Nacional de Cuatristas Solistas, realizado en el Instituto Arte de Venezuela. En esta etapa de su vida da un nuevo paso que sería uno de sus mayores logros: el ingreso a la Escuela de Medicina de la Universidad Central de Venezuela.
La universidad no sólo le brindo los conocimientos necesarios aplicados a la medicina, sino también le abrió las puertas de las salas más importantes donde pudo presentar, junto al maestro Reyna, varios repertorios musicales. Mientras estudiaba, Casanova estuvo cargo de la Comisión de Cultura, y su vez, de dictar cursos de cuatro de nivel avanzado. En esta nueva fase, Rafael conoce a nuevos amigos con los cuales inicia un nuevo proyecto. "Formamos una agrupación de música venezolana, llamada "Los de Aquí", dimos varios conciertos, no sólo en las principales salas del recinto universitario, sino también en diferentes auditorios de Caracas, en el interior del país y el exterior", recuerda.
En 1977 recibe el título de Médico Cirujano en la Universidad Central de Venezuela, a partir de ese entonces decide ir al encuentro de un nuevo destino: la Isla de Margarita, en el Estado Nueva Esparta. Allí comienza a realizar sus prácticas de medicatura rural, y también emprende una nueva fase en su carrera musical.
"Tuve la gran suerte de tener como vecino a uno de los más grandes guitarristas clásicos venezolanos: el profesor Rómulo Lazarde – señala- . Mi cercanía con él permitió crear una sólida amistad, y a la vez pude transmitir una serie de conocimientos muy interesantes en la guitarra clásica, uno de ellos fue el que pude trabajar tiempo después: los efectos acústicos tímbricos" (técnica con el cuatro que trata de imitar un instrumento como: el tambor, las maracas, trompeta y cualquier otro de percusión o cuerdas).
Lazarde, según Casanova, tenía diferentes composiciones acústico tímbricos, entre ellas una Jota Aragonesa "excelentemente tocada" y una canción llamada "Efectos Acústicos Tímbricos N° 1". "Fue cuando comencé a ver si había posibilidad de transferir esos efectos al cuatro solista, y entonces creé marchas militares, y continué perfeccionando la técnica".
Todas estas actividades fueron llevadas a cabo por Rafael Casanova, sin olvidar el propósito principal por el que había arribado a la Isla: la práctica médica. La medicatura de Tacarigua y la Clínica de Prevención del Cáncer fueron los lugares más frecuentados por Casanova durante un año. Pero paralelamente colaboraba con las diferentes casas de cultura junto a uno de sus más allegados amigos llamado Beto Valderrama Patiño, bandolinista y compositor de música oriental. Al finalizar la medicatura rural, Casanova regresa a Caracas, continua su actividad médica, y realiza el postgrado de Cirugía y Oncología, en el Hospital Oncológico Padre Machado.
Al terminar su postgrado, tomó sus maletas rumbo a Brasil, país cuya riqueza musical es reconocida mundialmente. Pese a que el propósito principal era continuar sus estudios de cuarto nivel, no desestimó la oportunidad de tener contacto con la música popular de este país. Los efectos acústicos tímbricos colmaron la atención de Casanova, y fue entonces cuando comenzó a imitar con el cuatro, instrumentos como el birimbao, el tamboril, el pandeiro, el cavaquiño y la cuica . Casanova Duarte es considerado el primer venezolano que con el cuatro ha imitado los instrumentos utilizados en la batucada (género musical que acompaña a las escuelas de samba en la época de Carnaval).
El 24 de julio de 1984 ofreció un concierto con motivo de la conmemoración del natalicio de El Libertador, Simón Bolívar, conjuntamente con la Orquesta Sinfónica de Sao Paulo, en el segundo teatro más grande de esa ciudad: el Teatro de Cultura Artística. "Fue una experiencia maravillosa. El evento estuvo coordinado por el Consulado y la Embajada de Venezuela en esa ciudad, además la receptividad y la acogida fueron realmente significativas".
Posteriormente representó a Venezuela en el Festival Folklórico de la Canción Paraguaya y Latinoamericana que se celebró en la ciudad de La Asunción, en septiembre de 1984. Luego, en noviembre de ese mismo año en el Teatro de Copacabana de Río de Janeiro, ganó el Festival Artístico-Médico dentro de la Sociedad Brasileña de Cirugía Plástica, en el que participaron más de 2500 médicos. Al mismo tiempo por el lado de la medicina, fue galardonado con el Premio de Residentes Víctor Spina, por le mejor trabajo científico en Cirugía Plástica en Brasil.
Luego viajó a los Estados Unidos donde no sólo continuó especializándose en la rama de la medicina. A su vez, ofrecía conciertos en diferentes universidades y en 1985, fue galardonado con el Tercer Premio en Cirugía Plástica (Plástic Surgery Educational Foundation Contets), de la Sociedad Norteamericana de Cirugía Plástica y con el Sexto Premio en Cirugía Plástica (Senior Resident Conferenc Contest In Plastic Surgery), del Congreso Norteamericano de Residentes en Cirugía Plástica, en Richmond, Virginia.
Tomado de:
Academia Biomédica Digital
Facultad de Medicina. Universidad Central de Venezuela.
2012. Número 49.
miércoles, 4 de abril de 2012
A los 60 años de los SUCESOS DE SANTA TERESA. (In Memoriam)
Profesor Domingo Ruiz Guzmán*
I
Venezuela triste estaba,
con su bandera a media asta,
y un crespón negro enlutaba
el Tricolor de la Patria.
Las campanas se callaron
de tristeza y de dolor,
las flores se marchitaron,
en la Semana Mayor.
Porque Caracas sufría
una gran pena ese año:
cuarenta y nueve perdía,
ovejas de su rebaño.
II
Miércoles, nueve de Abril,
cinco de la madrugada,
del año cincuenta y dos,
Día de Semana Santa.
De Santa Teresa, el Templo,
de almas fieles está lleno,
y desde el anciano al niño,
se visten de Nazareno.
Nazareno de San Pablo,
con siglos de tradición,
para Quien todos trajeron
un ruego y una oración.
Santa Teresa Patrona,
de sus devotos escucha
la plegaria en que le imploran
interceder por sus culpas.
El Templo está silencioso,
y tan sólo es percibido
el resplandor caprichoso
de los cirios encendidos.
De pronto, ¡FUEGO!, alguien grita,
y a su voz todos alerta,
con el pánico en el rostro,
buscan ansiosos la puerta.
Los más fuertes se abren paso,
los débiles lanzan gritos,
y en el tumulto perecen
jóvenes, viejos y niños.
Decenas de madres lloran
la pérdida de sus hijos,
y otros gimen, sin consuelo,
la de sus seres queridos.
Venezuela triste estaba,
III
con su bandera a media sata,
y un crespón negro enlutaba
el Tricolor de la Patria.
IV
En tragedias como ésta,
de congoja y aflicción,
a los hermanos que sufren
pidamos resignación.
Pues son designios del Cielo,
que debemos acatar,
diciendo todos: ¡SEÑOR,
HÁGASE TU VOLUNTAD!
*Etimólogo y poeta.
Reciban un cordial saludo, con mi invitación a visitar mi página:
www.hitosculturales.com
I
Venezuela triste estaba,
con su bandera a media asta,
y un crespón negro enlutaba
el Tricolor de la Patria.
Las campanas se callaron
de tristeza y de dolor,
las flores se marchitaron,
en la Semana Mayor.
Porque Caracas sufría
una gran pena ese año:
cuarenta y nueve perdía,
ovejas de su rebaño.
II
Miércoles, nueve de Abril,
cinco de la madrugada,
del año cincuenta y dos,
Día de Semana Santa.
De Santa Teresa, el Templo,
de almas fieles está lleno,
y desde el anciano al niño,
se visten de Nazareno.
Nazareno de San Pablo,
con siglos de tradición,
para Quien todos trajeron
un ruego y una oración.
Santa Teresa Patrona,
de sus devotos escucha
la plegaria en que le imploran
interceder por sus culpas.
El Templo está silencioso,
y tan sólo es percibido
el resplandor caprichoso
de los cirios encendidos.
De pronto, ¡FUEGO!, alguien grita,
y a su voz todos alerta,
con el pánico en el rostro,
buscan ansiosos la puerta.
Los más fuertes se abren paso,
los débiles lanzan gritos,
y en el tumulto perecen
jóvenes, viejos y niños.
Decenas de madres lloran
la pérdida de sus hijos,
y otros gimen, sin consuelo,
la de sus seres queridos.
Venezuela triste estaba,
III
con su bandera a media sata,
y un crespón negro enlutaba
el Tricolor de la Patria.
IV
En tragedias como ésta,
de congoja y aflicción,
a los hermanos que sufren
pidamos resignación.
Pues son designios del Cielo,
que debemos acatar,
diciendo todos: ¡SEÑOR,
HÁGASE TU VOLUNTAD!
*Etimólogo y poeta.
Reciban un cordial saludo, con mi invitación a visitar mi página:
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Caracas: Sucesos y personajes de Antaño,
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martes, 3 de abril de 2012
La tragedia del Miércoles Santo en Caracas en los años 1902 y 1952.
Gerónimo Yerena Cabrera
En el culto del Nazareno de San Pablo, en la Basílica de Santa Teresa de nuestra ciudad capital, se recuerda, principalmente, la tragedia ocurrida el miércoles santo, de fecha 9 de abril de 1952. En muchas oportunidades se ha comentado que el único incidente conocido desde que el Nazareno de San Pablo es venerado fue ese miércoles santo, pero está muy bien documentado en algunos textos sobre crónica de Caracas, el terremoto ocurrido el miércoles santo del año 1902.
En efecto: cincuenta años atrás, ocurrió una tragedia similar, pero de menor proporciones que la del año 1952. El pueblo caraqueño a principio del siglo XX, recordaba con temor el terremoto ocurrido a las 4.42 am del día 29 de octubre de 1900, llamado de San Simón,quizás por haber sido el día anterior, el 28 de octubre el día de San Simón y lo relacionarón con este santo. En esa oportunidad se derrumbaron alrededor de 20 casas, y hubo 21 muerto y más de 50 heridos.
Esto mantenía a la población con ánimo exaltado, por tal motivo llegada la Semana Santa de 1902, el miércoles santo, los caraqueños se volcaron a hacerle rogativas al Nazareno de San Pablo. La Basílica de Santa Teresa estaba llena; cuando se celebraba la Misa Mayor, a las 9 am, de repente se escuchó un grito: “¡misericordia, temblor!”. Al parecer fue un cuadro que rodó y calló de la pared, una persona nerviosa lo confundió con un temblor; de inmediato cundió el pánico, que provocó súbitamente un tumulto, todos quisieron salir al mismo tiempo, y un minuto más tarde no quedo nadie en el templo, salvo unos cuantos heridos; no se ha precisado con exactitud el número de muertos, sí es que en verdad los hubo.
Comenta José García de La Concha en su ameno libro Reminiscencias Vida y costumbres de la vieja Caracas, lo siguiente: “En la iglesia sólo quedo el altozano alfombrado de paraguas y sombrillas, faldas y zapatos, carrieles y andaluzas e infinidad de cosas. Muchos años más tarde encontraba a una señora con la oreja partida y nos decía: Mijito, eso fue cuando el zaperoco de Santa Teresa”
Tragedia el 9 de abril de 1952, día Miércoles Santo, en Santa Teresa.
Desde la madrugada de ese día la Basílica de Santa Teresa estaba atiborrada de fieles, algunas puertas estaban clausuradas por reparaciones; Monseñor Hortensio Carrillo inició los sagrados oficios, y de repente, cerca del amanecer, se oyó una voz: “¡Fuego!”; acto seguido se desbordaron en pánico los asistentes, todos trataron, en forma brusca y desordenada, de salir por donde pudieran; con el agravante de la confusión creada por los obstáculos en algunas de las salidas. Inesperadamente la multitud milagrosamente se detuvo y comenzó a salir en forma ordena. En la tragedia hubo 49 muertos, entre ellos, 24 menores de edad, y cientos de heridos.
Este recuerdo perdura aún tristemente en todos los caraqueños de esa época, y con sus diferentes versiones se lo siguen transmitendo a sus descendiente.
yerena.geronimo@gmail.com
En el culto del Nazareno de San Pablo, en la Basílica de Santa Teresa de nuestra ciudad capital, se recuerda, principalmente, la tragedia ocurrida el miércoles santo, de fecha 9 de abril de 1952. En muchas oportunidades se ha comentado que el único incidente conocido desde que el Nazareno de San Pablo es venerado fue ese miércoles santo, pero está muy bien documentado en algunos textos sobre crónica de Caracas, el terremoto ocurrido el miércoles santo del año 1902.
En efecto: cincuenta años atrás, ocurrió una tragedia similar, pero de menor proporciones que la del año 1952. El pueblo caraqueño a principio del siglo XX, recordaba con temor el terremoto ocurrido a las 4.42 am del día 29 de octubre de 1900, llamado de San Simón,quizás por haber sido el día anterior, el 28 de octubre el día de San Simón y lo relacionarón con este santo. En esa oportunidad se derrumbaron alrededor de 20 casas, y hubo 21 muerto y más de 50 heridos.
Esto mantenía a la población con ánimo exaltado, por tal motivo llegada la Semana Santa de 1902, el miércoles santo, los caraqueños se volcaron a hacerle rogativas al Nazareno de San Pablo. La Basílica de Santa Teresa estaba llena; cuando se celebraba la Misa Mayor, a las 9 am, de repente se escuchó un grito: “¡misericordia, temblor!”. Al parecer fue un cuadro que rodó y calló de la pared, una persona nerviosa lo confundió con un temblor; de inmediato cundió el pánico, que provocó súbitamente un tumulto, todos quisieron salir al mismo tiempo, y un minuto más tarde no quedo nadie en el templo, salvo unos cuantos heridos; no se ha precisado con exactitud el número de muertos, sí es que en verdad los hubo.
Comenta José García de La Concha en su ameno libro Reminiscencias Vida y costumbres de la vieja Caracas, lo siguiente: “En la iglesia sólo quedo el altozano alfombrado de paraguas y sombrillas, faldas y zapatos, carrieles y andaluzas e infinidad de cosas. Muchos años más tarde encontraba a una señora con la oreja partida y nos decía: Mijito, eso fue cuando el zaperoco de Santa Teresa”
Tragedia el 9 de abril de 1952, día Miércoles Santo, en Santa Teresa.
Desde la madrugada de ese día la Basílica de Santa Teresa estaba atiborrada de fieles, algunas puertas estaban clausuradas por reparaciones; Monseñor Hortensio Carrillo inició los sagrados oficios, y de repente, cerca del amanecer, se oyó una voz: “¡Fuego!”; acto seguido se desbordaron en pánico los asistentes, todos trataron, en forma brusca y desordenada, de salir por donde pudieran; con el agravante de la confusión creada por los obstáculos en algunas de las salidas. Inesperadamente la multitud milagrosamente se detuvo y comenzó a salir en forma ordena. En la tragedia hubo 49 muertos, entre ellos, 24 menores de edad, y cientos de heridos.
Este recuerdo perdura aún tristemente en todos los caraqueños de esa época, y con sus diferentes versiones se lo siguen transmitendo a sus descendiente.
yerena.geronimo@gmail.com
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