sábado, 28 de agosto de 2010

DOCTOR ALBERTO ANGULO ORTEGA " El Maestro Angulo""

Dra. Claudia Antonieta Blandenier Bosson de Suárez*
INTRODUCCIÓN
Aunque su vida académica es vastísima, se destaca en el campo de la patología de las enfermedades broncopulmonares y micosis profundas. Podríamos calificarlo con varios apelativos que resumen su vida de trabajo y estudio: patólogo, investigador, neumopatólogo, micólogo, Académico, dotado de una personalidad muy definida, recta y sincera, pero por encima de toda ponderación, fue y es un excelente y brillante docente”

“Alberto Angulo Ortega , nació en Táriba, Estado Táchira, el 27 de diciembre de 1917. Cursó estudios médicos en la Universidad de los Andes (1936-1940), los cuales concluyó en la Universidad Central de Venezuela (1940-1942), obteniendo calificaciones sobresalientes y el Doctorado en Ciencias Médicas con la Tesis “Protidemia y tuberculosis”, con la calificación de veinte puntos.
Su carrera docente comenzó muy temprano, en pregrado, cuando impartió clases de mineralogía en el Liceo Simón Bolívar de San Cristóbal y luego, siendo estudiante de medicina, ocupó por concurso la preparaduría en la cátedra de histología normal (1937-1941). En 1944, ingresó en la cátedra de anatomía patológica del Hospital Vargas que dirigía el Dr. José Antonio O’Daly Serraille.
Es de hacer notar, que el Dr. Angulo fue el segundo de los jóvenes médicos del grupo de patólogos venezolanos, que constituirían la plataforma de la especialidad en Venezuela. En ese centro, se desempeñó como instructor de la cátedra de anatomía patológica y de la cátedra de tisiología (ad-honorem) de la Universidad Central.
En 1950, decidió realizar estudios de especialización en Alemania para lo cual, el Dr. O’Daly solicitó una beca para un curso de anatomía patológica de la tuberculosis en el Instituto Senckenbergisches Pathologisches Institut der Universitat de la Universidad de Frankfurt/Main, por tres años. Durante este período, el Dr. Angulo practicó 153 autopsias y participó activamente en todas las actividades docentes, asistenciales y de investigación de este instituto alemán. Con el Profesor Kahlau comenzó a expresar su inclinación por la patología pulmonar, realizando una investigación sobre “neumoconiosis experimental alumínica” y publicando artículos sobre los procesos de curación del muñón bronquial y desarrollo de las fístulas bronquiales postoperatorias en las resecciones pulmonares. Sus profesores alemanes refiriéndose a su personalidad, realzaron su colaboración amabilísima, su dominio del alemán y expresaron su pesar cuando su estancia finalizó.
El Director, Dr. Lauche, le deseó en su futuro y en su país, “todo lo bueno”. Está demás recalcar, que el Dr. Angulo superó las expectativas de su maestro. Inmediatamente, el Dr. Angulo prosiguió su estadía de especialización en el instituto de investigación para la tuberculosis en la sección de bacteriología y anatomía patológica (Schweizerischen Forschungainstituts fur Tuberkulose) en Davos, en los Alpes suizos. En ese centro, entre otros, realizó una extensa investigación sobre la: “composición de las proteínas sanguíneas en la tuberculosis experimental del cobayo”. Al finalizar su período de entrenamiento en esta institución, el director, Dr.W Berblinger, suscribió” la colaboración del Dr. Angulo fue para mi Instituto, una suerte”.
Es interesante conocer, que el Ministerio del Interior del Estado de Hessen, donde está ubicada la ciudad de Frankfurt, le concedió el título de médico alemán por ser un representante de la Universidad Central de Caracas. Este título le confería todas las pregorrativas de médico graduado en una universidad alemana durante su permanencia en ese país.
A su regreso a Venezuela, se desempeñó como el patólogo de los cursos de médicos tisiólogos en la cátedra de tisiología y del Instituto Nacional de Tuberculosis y sólo en 1955 fue reincorporado a la cátedra de anatomía patológica como profesor Asistente. Durante más de 25 años, ejerció la docencia en los postgrados de anatomía patológica, tisiología y anatomía patológica del Sanatorio Antituberculoso Simón Bolívar. Durante esa época, asumió la cuarta Presidencia de la Sociedad de Anatomía Patológica (1955-56). En 1956, forma parte del grupo de patólogos que junto a O’Daly, organizaron e iniciaron las actividades asistenciales del IAP-UCV, en la Ciudad Universitaria de Caracas. Cuando el Dr. O’Daly se jubiló en 1968, el Dr. Angulo que ya era profesor titular, ocupó la dirección del instituto hasta 1971. En el desempeño de destacó por haber iniciado la integración del instituto con la cátedra de anatomía patológica, la reorganización de las secciones del IAP, reiniciando las clases de patología general y de cardiopatías
congénitas del postgrado y mucho más. Dejó una institución ordenada y sobre todo, solvente.
Su producción científica es abundante. Se destaca en el estudio de las micosis. El Dr. Angulo fue el primero en publicar en el país, sus observaciones sobre: “los nódulos solitarios del pulmón causados por: el Histoplasma capsulatum (los histoplasmomas o formas circunscritas de histoplasmosis), Torula, y Aspergilus (torulomas y aspergilomas) y el diagnóstico de la histoplasmosis en las biopsias ganglionares. Destacan sus artículos publicados desde 1948, sobre las enfermedades micóticas especialmente las lesiones bronco-pulmonares producidas por: paraccidioiodosis, actinomicosis, nocardiosis (presentación de un nuevo caso), coccidiodosis (coccidiodosis pulmonar crónica cavitaria y focos fibrocaseosos pulmonares por coccidioides inmitis) e histoplasmosis; (formas cavitarias y los histoplasmomas). También publicó varios artículos científicos sobre tuberculosis y es, un experto en esta materia. Describió el tuberculoma intestinal o simulador de tumores, las lesiones pulmonares de la esclerodermia generalizada, los granulomas pulmonares y otras entidades patológicas como la “proteinosis alveolar pulmonar”.
Conjuntamente con su amigo y colega, Luis Manuel Carbonell Parra, describió la ultraestructura del Histoplasma capsulatum en los histoplasmomas.
Es autor de dos capítulos de libros de patología sobre micosis profundas con referencia especial a las formas pulmonares. Es de gran interés su capítulo sobre “enfermedades producidas por hongos” en el texto de patología editado por la Sociedad Latinoamericana de Patología en 1970.

El Dr. Angulo fue miembro fundador de la Comisión Coordinadora del estudio nacional de las micosis, fundada en 1957. Esta comisión dirigida por el Dr. José Ignacio Baldó Soulés, jugó un papel fundamental en el estudio de las micosis en nuestro país, en un programa de desarrollo nacional ya que se desplegó en todo el territorio nacional el despistaje de las enfermedades micóticas especialmente de las micosis profundas. Un grupo de epidemiólogos e investigadores en esta materia, entre los cuales se encontraba el Dr. Angulo, publicaron la cartilla micológica, la cual resumía la situación y características epidemiológicas y anatomoclínicas de las micosis en nuestro medio. Uno de los logros más importantes del Dr. Angulo, de gran utilidad para sus colegas, es haber introducido en la práctica rutinaria, la coloración de Grocott para detectar hongos en los tejidos necróticos y calcificados como en los histoplasmomas.

El Dr. Angulo tiene el mérito de haber sido el fundador del museo de enfermedades pulmonares del Instituto Nacional de Tuberculosis, siendo el único museo activo y constantemente renovado que existió en Caracas.
Dictó varios cursos en Venezuela y en el extranjero como en la Universidad del Valle, en Colombia. (III Congreso Latino Americano de Anatomía Patológica) y en Viena, junto con su entrañable amigo, el eminente microbiólogo húngaro, Ladislao Pollak, presentó un trabajo sobre el diagnóstico patológico y micológico de las blastomicosis suramericana en el VI Congreso Internacional de Enfermedades del Tórax. Con Pollak, investigador incansable, durante años, trabajó en el estudio de las enfermedades pulmonares especialmente las tuberculosas y micóticas.
Publicaron numerosos artículos científicos y presentaron sus experiencias en congresos nacionales e internacionales.
En 1973, el Dr. Angulo, solicitó su jubilación a los 28 años de haber ingresado como instructor.
Una vez jubilado, su actividad científica continuó, dictando cursos y conferencias en Venezuela y varios países de América Latina. Desde hace más de una década (1982), el Dr. Angulo fue elegido como miembro Correspondiente Nacional de la Academia Nacional de Medicina y fue electo Individuo de Número, Sillón XXVII, en 1990.
Ha desempeñado diversos cargos en la Academia. El Dr. Angulo es también miembro correspondiente de la Sociedad de Historia de la Medicina.
Su labor como trabajador incansable se vio recompensada con varias condecoraciones entre ellas la Orden Francisco de Miranda, la Orden Andrés Bello, Mérito al trabajo, etc.
Además del ejemplo que nos da como investigador acucioso, quién publicó siempre sus más importantes experiencias en el campo de la patología, el Dr. Angulo representa, un ejemplo de conducta ponderada, honestísima, prudente, sencilla, enemiga de lo ostentoso e imponente. De esta manera lo recordamos sus alumnos de las primeras promociones de anatomopatólogos graduados en Venezuela, se lo agradecemos y expresamos personalmente en estas Jornadas.

Fue Jefe del Departamento de Obstetricia y Ginecología del Hospital Universitario de Caracas, 1956-1957. Médico Partero de la Caja de Previsión Social de las Fuerzas Armadas y Médico Maternólogo en el Servicio de Control Obstétrico de la Unidad Sanitaria de Caracas. Médico del Dispensario del Ministerio de Obras Públicas, 1936- 1943; Secretario General de la Cruz Roja Venezolana, 1938-1939; Secretario General del Instituto de la Ciudad Universitaria, 1944-1946; en el Colegio de Médicos de Caracas fue Tesorero, 1951-1952 y Primer Vicepresidente de la Federación Médica, 1952-1953; Secretario de la Sociedad Venezolana de Obstetricia y Ginecología, 1950- 1951 y Presidente en 1954; Correspondiente de varias Sociedades Internacionales de Obstetricia y Ginecología (Brasil, México, Cuba y Perú). Fue Presidente del I Congreso Venezolano de Obstetricia y Ginecología. Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina Puesto # 4 en 1955,en el Índice Global de la Gaceta Médica figura con dos publicaciones. Tiene otras publicaciones notables, entre ellas una sobre “Recopilación Bibliográfica Nacional sobre Obstetricia y Ginecología”. Orden “27 de Junio”.

* Instituto Anatomopatológico “Dr. José Antonio O’Daly”, Universidad Central de Venezuela
“VARIOS( Gac. Méd. Caracas 2004;112(4):342-344)”

BIBLIOGRAFÍA
Archivos de la Academia Nacional de Medicina, Puesto # 4, 2004.”.

Nota : Todavía, en el 2010, a los 92 años, el Dr Alberto Angulo Ortega sigue trabajando.

El doctor Angulo en su labor docente y asistencial fue en el mayor sentido de la palabra, un "Gran Maestro", y es bien recordado por todos los que tuvimos el placer de conocerlo y compartir-disfrutar- con él sus conocimientos y su "Don" de gente, que todavía conserva.
Gerónimo Alberto Yerena Cabrera

viernes, 27 de agosto de 2010

GOTTFRIEL KNOCHE "el momificador"

EUMENES FUGUET BORREGALES*

PICACHO EL PALMAR
HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS DE LA GUAIRA
TOMAS LANDER
FRANCISCO LINARES ALCANTAR
HACIENDA BELLA VISTA o CARICARI


Famoso científico alemán, quien logró desarrollar técnicas de embalsamiento en los cadáveres no reclamados en los hospitales de La Guaira. El sombrío médico Gottfried Knoche (se pronuncia canoje) utilizaba a una vieja mula para transportar los cadáveres sin dolientes hasta su laboratorio, donde experimentaba fórmulas para embalsamar. La técnica de Knoche hasta hoy se desconoce, pero se caracterizaba por no extraer del cuerpo ningún órgano o víscera, a diferencia de la tradicional técnica egipcia para embalsamar. El hábil cirujano nació en la población de Halbertstadt, Selva Negra, el año de 1813, logrando graduarse en la universidad de Friburgo en 1840. Atraído por sus lecturas y el llamado de algunos paisanos radicados en Venezuela, le interesó ejercer en nuestro país, y llega a La Guaira en 1840 en compañía de su esposa y dos enfermeras. Obtuvo reválida de la Universidad Central de Venezuela en 1845 para ejercer legalmente la profesión. En el caluroso puerto atendía a los alemanes allí radicados y a los pacientes pobres, sin cobrar por sus servicios. Le correspondió fundar en 1854, con otros colegas, el conocido Hospital San Juan de Dios de La Guaira, ubicado al lado de la Catedral, durante el gobierno federal del Mariscal Juan Crisóstomo Falcón, hospital hoy desaparecido.

Knoche igualmente fue director del Hospital de La Guaira donde combatió eficientemente la epidemia de cólera desatada en buena parte del país. Atraído por el clima montañoso del Ávila, que le recordaba su país de origen, emprendía largas caminatas y paseos en mula. A fines del siglo XIX construyó una mansión rodeada de flores y árboles frutales, conocida como Hacienda Bella Vista o Caricari, ubicada al norte del picacho El Palmar, próximo al sector El Palmar; adonde se llega subiendo por Macuto o San José de Cotiza, en Caracas. Uno de sus dos hijos se graduó de médico para ejercer en Puerto Cabello; su hija Anna se casó con un médico. Volviendo al proceso de embalsamiento, el doctor Knoche no suministró a nadie su inédita fórmula de preservación de cadáveres, la cual lograba que por largo tiempo el cuerpo se mantuviera sin descomponerse. En su completo laboratorio, instalado en su casa de habitación, preparaba sueros antiofídicos. Numerosas curiosidades se rememoran de este excéntrico médico, recordándose al famoso soldado de la Guerra Federal, José Pérez, quien permaneció sesenta años momificado, uniformado y con un viejo fusil aparentando ser un guardián de la casa del científico; de la misma forma utilizaba perros, gatos y burros disecados, que dispersos en los patios, parecían vigilar, amarrados con cadenas para ahuyentar a los curiosos. A cien metros de su vivienda, construyó un mausoleo con cinco fosas o criptas de mármol cubiertas de vidrio, donde permanecieron su esposa, su hija, su yerno y dos enfermeras en perfecto estado de conservación. El famoso pintor Bellerman pasó temporadas de descanso en la acogedora residencia, allí podía contemplar el paisaje de Macuto y el mar Caribe.

Por su fama de embalsamiento le llamaban el "Momificador del Ávila" y también el "Frankestein venezolano". Sus servicios post mórtem fueron solicitados para aplicar su técnica al eminente doctor Tomás Lander, fallecido el 6 de diciembre de 1845, quien luego de recibir el líquido milagroso, permaneció momificado por 39 años, vestido y maquillado sentado en la sala de su casa, ubicada en la esquina de La Pedrera en Caracas, hasta el 5 de abril de 1884, cuando fue trasladado al Panteón Nacional; igual actividad realizó al presidente en ejercicio Francisco Linares Alcántara, fallecido repentinamente de afección bronquial en La Guaira en noviembre de 1878, antes de su traslado al Panteón Nacional el 4 de diciembre de ese año. El doctor Knoche falleció en su residencia avileña el 2 de enero de 1901, llevándose a la tumba su bien guardado secreto, no sin antes dejar preparado suficiente líquido para preservar su propio cadáver. Su residencia, laboratorio y el mausoleo fueron saqueados y luego abandonados; los restos humanos momificados fueron enterrados cerca del sitio. Al doctor Knoche, conocido como el "Momificador" de la fórmula secreta; le sobrevivió su leal y eficiente enfermera alemana Amalie Weissmam, que fallecería en 1926 a los ochenta y ocho años de edad, para quien, por cierto, su fallecido patrón dejó preparado el misterioso y eficiente líquido, que luego de veinticinco años aún conservaba su capacidad para momificar. A más de un siglo de su muerte, aún se comentan en nuestro principal puerto, algunas referencias sobre las momias del Ávila y la leyenda del Frankestein venezolano, Gottfried Knoche.

(*) General de brigada (Ej.)

Historia y Tradición

miércoles, 25 de agosto de 2010

A MANERA DE PREÁMBULO:JUAN ANTONIO PÉREZ BONALDE, DOMINGO DEL MONTE, JOSÉ MARTÍ

MARIANA PÉREZ PÉREZ*



Prestigiosas voces de la intelectualidad venezolana han afirmado que la literatura de ese país se sustenta más de la narrativa que de la poesía. Gustavo Pereira[1] –en su libro El peor de los oficios– indica que la gran poesía se inicia con Pérez Bonalde, a la vez que hace referencia a Jesús Semprum, quien en 1911 decía a sus discípulos en la universidad que solo se podían citar con orgullo tres o cuatro nombres que honraban las bellas letras de Venezuela.



Sin discrepar de tan autorizados criterios, y con la certeza de que no es posible –ni tal vez sea necesario– hallar juntas, en cada época de la evolución poética, varias figuras sobresalientes o movimientos de altos valores, nos hemos atrevido a realizar, a grandes saltos, este recorrido donde se muestran los poetas venezolanos, desde la colonia hasta la actualidad. No solamente nos motiva la razón circunstancial de ser Venezuela el país invitado de honor a la XV Feria Internacional del Libro en Cuba, sino también –y más que todo– el reconocimiento de las arterias que transfunden sus sangres en la cultura de ambos países.



Muchos escritores venezolanos han vivido en Cuba por períodos más o menos extensos, así como tantísimos cubanos han puesto sus plantas y su amor en aquella tierra. Un nombre, sin embargo, se eleva por sobre todos y es el del “viajero [que] llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba a donde estaba la estatua de Bolívar”[2]. José Martí viajó en 1881 a Venezuela, donde realizó una “corta e intensa vida americana”[3]; allí fundó la Revista Venezolana, que ha sido calificada en ese país como un orgullo nacional, y en la que publicara hermosísimas páginas, entre las que resaltan las dedicadas al intelectual Cecilio Acosta con motivo de su muerte. La presencia martiana ejerció una poderosa influencia en los creadores jóvenes y en la renovación modernista que –en realidad– llegó con cierto atraso a Venezuela.



Más tarde, en 1882 –desde Nueva York– publicó Martí el brillante prólogo al Poema del Niágara, de Juan Antonio Pérez Bonalde. Y he aquí hermosa coincidencia, que dos grandes de las letras cubanas y venezolanas, Heredia y Pérez Bonalde, hayan cantado, cada uno en su tiempo, las emociones que les inspirara la magnificencia de la naturaleza desbordada; o tal vez no sea solo coincidencia temática, porque José María Heredia vivió durante su infancia en la patria del otro, y en ella “Oyó decir de Bolívar, que se echó a llorar cuando entraba triunfante en Caracas”[4]. Acerca del texto de Pérez Bonalde dijo el Apóstol: “El torrente prestó su voz al poeta; el poeta su gemido de dolor a la maravilla rugidora”, y del herediano: “el Niágara portentoso le reveló, sumiso, su misterio, y el poeta adolescente de un pueblo desdeñado halló, de un vuelo, el sentido de la naturaleza que en siglos de contemplación no habían sabido entender con tanta majestad sus propios habitantes.”



A Cuba vino Domingo del Monte (1804-1853)[5], figura que, a través de sus concurridas tertulias, impulsó el movimiento literario habanero y aportó los fondos necesarios para comprar la libertad del poeta esclavo Juan Francisco Manzano. También vendrán a la Isla: José Antonio Maitín (1812-1824), Miguel Sánchez Pesquera, y muchos otros.



Las razones antes expresadas resultan más que suficientes para el intento de reunir en esta compilación –bajo el signo de tecnologías que aquellos no podían siguiera soñar– un conjunto de textos y de referencias bibliográficas que allanarán el camino de todos cuantos quieran conocer a Venezuela desde la voz y la metáfora de sus poetas. Sabemos que no se trata de un trabajo totalizador, es apenas una muestra de cuánto han aportado esos hombres y mujeres a la cultura de la América bolivariana y martiana; mucho material pudiera ser incluido, pero creemos que esta selección debe, en principio, despertar avidez en los lectores cubanos por conocer más acerca de una literatura que, hasta ahora, nos resulta casi desconocida. Esperamos que cada verso –así sea de los llamados “poetas menores”, a quienes también se les debe justicia– despierte en cada cual sentimientos de amor por esa tierra –a la que tanta poesía, y belleza le debemos– integrante ejemplar de esta región cantada por Andrés Bello:



Salve, fecunda zona,

que al sol enamorado circunscribes

el vago curso, y cuanto ser se anima

en cada vario clima,

acariciada de su luz, concibes!







* Mariana Pérez Pérez (Compiladora)
** Artículo enviado por Argimiro Torres. " El médico Poeta"

BIBLIOGRAFÍA
[1] Pereira, Gustavo. “Las libreas de la razón”. – p. 191. – En su: El peor de los oficios. – La Habana : Ed. Arte y Literatura, 2004.

[2] Martí, José. “Tres héroes”. – p. 230-234. – En: Morales, Salvador. Martí en Venezuela, Bolívar en Martí. – La Habana : Editora Política, 1985.

[3] Morales, Salvador. Martí en Venezuela, Bolívar en Martí. – La Habana : Editora Política, 1985.

[4] Martí, José. “Heredia”. Discurso pronunciado en Hardman Hall, Nueva York, 30 de noviembre de 1889.

[5] Escritor. Nace en Venezuela el 4 de agosto de 1904. Llega a Cuba en 1810. Amigo de Heredia. Funda junto a Jesús Villariño La Moda o Recreo semanal del bello sexo. Publica junto a Saco la Revista Bimestre de la Isla de Cuba. Su casa se convierte en el centro de la vida intelectual del país. Por ella pasan personalidades como Ramón de Palma, José María Cárdenas y Rodríguez, José Jacinto Milanés, Cirilo Villaverde, Felipe Poey, Plácido, Ramón Zambrana y otros. Colabora en El Eco de Madrid, el Aguinaldo Habanero, El Album, El Plantel. Es acusado en la conspiración de la Escalera. Abandona Cuba y muere en Madrid el 4 de noviembre de 1853. Su correspondencia es recogida por la Academia de Historia de Cuba en 7 tomos bajo el nombre de Centón epistolario de Domingo del Monte.

viernes, 20 de agosto de 2010

Josefa Joaquina Sánchez, "la bordadora"

Eumenes Fuguet B. (*)

José María España
Manuel Gual
Agustín Blanco
Casa de la Misericordia


Nos referimos a la digna esposa de José María España, nacida en La
Guaira el 18 de agosto de 1765, hija de Don Joaquín Sánchez y Doña Ana
María Bastidas; sus padres y Domingo su hermano mayor, comprometidos
con el movimiento conspirativo de José Maria España y Manuel Gual,
mejor conocido como de Gual y España, permitieron que Josefa conociera
a José María con quien se casaría el 27 de junio de 1783, procrearían
ocho hijos. Manuel Gual (1759-1800), con su visión redentora tuvo el
honor de diseñar la bandera del movimiento emancipador, el más
completo de los organizados en Venezuela, con mas de noventa personas
comprometidas.

Esta paisana y heroína, Josefa Joaquina es reconocida por la historia
y tradición como "La Bordadora", al realizar con sus finas manos la
enseña cuatricolor representando en los colores amarillo, azul, rojo y
blanco, a Caracas, Maracaibo, Cumaná y Guayana, provincias a liberar;
cuatro estrellas simbolizando a los blancos, negros, indios y pardos,
como también los cuatro derechos del hombre: libertad, igualdad,
propiedad y seguridad. La ejecución del movimiento estaba prevista
para el mes de enero de 1798, pero una delación de un mulato barbero
cuando escuchó al comerciante Manuel Montesinos decir "ya somos todos
libres", informó el 13 de julio de 1797 a las autoridades realistas de
La Guaira; José María y Gual son alertados por Doña Isabel Gómez madre
de Manuel Piar; trasladándose rápidamente hacia Curazao para seguir a
Trinidad; por sus cabezas ofrecían las autoridades españolas seis mil
pesos. Josefa Joaquina a través de personas de confianza le envía al
esposo cartas donde le informaba sobre la situación política en
Caracas y La Guaira.

Al regresar clandestinamente a Venezuela por Barcelona, José María
España es detenido la noche del 29 de abril en una casa vecina de La
Guaira, cercana a la Compañía Guipuzcoana por una delación de Rafael
España un esclavo de su servidumbre, a quien Josefa le había dado
instrucciones de sublevar sus esclavos de la hacienda de cacao en
Naiquatá. El Precursor José María España al siguiente día es enviado
encadenado a Caracas, acusado de conspirador, sedicioso y traidor.
Josefa al no delatar la ubicación de su esposo, es remitida a la Casa
de la Misericordia- hoy Parque Carabobo, donde sufrirá ocho años y
diez meses de prisión sin ver a sus hijos y sus bienes confiscados; la
penuria de la prisión la hizo abortar el 15 de agosto de 1799. José
María España sería arrastrado por las calles empedradas atado a la
cola de un caballo desde el Cuartel San Carlos hasta la Plaza Mayor
donde sería ahorcado y descuartizado a las once de la mañana del 8 de
mayo de 1799 por el verdugo Agustín Blanco; su cabeza y miembros
serían colocados en La Guaira a manera de escarmiento a futuras
conspiraciones, no sin antes exclamar sus proféticas palabras:"no
pasará mucho tiempo, sin que mis cenizas sean honradas". Estando
confinada se entera de la ejecución de su esposo por la causa
emancipadora.

Josefa al cumplir la pena en junio de 1808 se moviliza a Cumaná con su
prole, con la prohibición de volver ni a Caracas, ni a La Guaira. A
raíz de los sucesos del 19 de abril de 1810; la heroína regresa a
Caracas, donde las nuevas autoridades le asignan en agosto de 1811 una
módica pensión en gratitud a la participación de su esposo en la
emancipación. La Junta Patriótica colocó un retrato de José María
España en su sede el 19 de abril de 1811, al cumplirse el primer año
del glorioso movimiento. El 14 de julio de 1811 sus hijos, los cadetes
José María y Prudencio reciben de manos del general Francisco Miranda,
la bandera tricolor por él diseñada y aprobada por el soberano
Congreso el 7 de julio, para izarla en la parte noroeste de la Plaza
Mayor de Caracas, precisamente en el mismo sitio donde doce años antes
fuera ejecutado José María España, cumpliéndose las palabras
visionarias dichas antes de su ejecución.

Doña Josefa pasa los últimos años de su vida en La Guaira y Caracas al
cuido de sus hijos, fallece en ésta última ciudad en 1811. La bandera
por ella finamente bordada es la actual enseña del estado Vargas.
Muchas mujeres tuvieron activa participación en los movimientos
emancipadores, verbigracia Luisa Cáceres de Arismendi, Juana Ramírez
"la avanzadora", Ana María Campos y Josefa Camejo por nombrar algunas
de estas valerosas y abnegadas mujeres. Tenemos la deuda histórica de
conmemorar el DÍA NACIONAL DE LA MUJER VENEZOLANA, en recuerdo y
agradecimiento a ellas. Colombia conmemora con cívico fervor el 14 de
noviembre, el Día de la Mujer Colombiana en homenaje a Policarpa "la
Pola" Salavarrieta (1795-1817), joven heroína de veintidós años,
encargada de recopilar información y logística para las fuerzas
libertadoras, fusilada por Morillo en la Plaza Mayor de Bogotá el 14
de noviembre 1817.

(*) Gral. de Bgda

eumenes7@gmail.com________________________________

sábado, 14 de agosto de 2010

Ramón Díaz Sánchez, orgullo porteño
Eumenes Fuguet Borregales (*)

Puerto Cabello cuna de grandes personalidades, se siente orgulloso al ver nacer en la histórica región el 14 de agosto de 1903, al brillante escritor Ramón Díaz Sánchez, gloria nacional de las letras, enaltecedor de la prosa del país con sus didácticas y prolíficas obras, escritas de una manera muy propia con estilo sencillo. Ramón Díaz relaciona armónicamente en sus obras al personaje con el ambiente; ubicado con razón entre los más importantes representantes de la narrativa; refleja con hondo contenido social la dolorosa vivencia de nuestros paisanos en la época gomecista; en una Venezuela sumida en la miseria, atraso y persecución política. Hijo de Ramón Díaz y Doña Rosario Sánchez, hogar humilde que no pudo darle la preparación requerida. A pesar de la difícil situación familiar, aunada a la muerte de su padre, sin concluir los estudios primarios, pudo ilustrarse leyendo algunas obras disponibles en los pocos tiempos libres que le permitían los diferentes oficios y empleos realizados para colaborar con el sustento familiar.

El joven Ramón realizó en Puerto Cabello diferentes oficios tales como: dependiente de negocios, pintor de letreros, y ayudante de tipografía entre otros. Inspirado en las lecturas y en su voluntad de exteriorizar sus ideas. A los diecisiete años son publicados sus primeros escritos en "El Boletín de Noticias" y en "El Estandarte". En busca de nuevos derroteros se traslada a Maracaibo en 1924; al ponerse en contacto con representantes de las letras y cultura marabina, recibe el estímulo y apoyo para publicar diferentes artículos muchos de tinte político en apoyo a los estudiantes de la conocida generación del 28 contra el régimen gomecista, escritos que le permiten recibir las mejores críticas, como también encarcelamiento en 1929 por un año en el castillo de San Carlos. La prisión le acrecentó su vocación democrática y deseos de seguir escribiendo con la prodigiosa pluma. Al salir en libertad se dirige al puerto natal por poco tiempo, para dirigirse ya casado a Cabimas. Ocupa el cargo de Juez Municipal durante el período 1930-1935; Su vivencia en la costa oriental del lago durante el inicio de la actividad petrolera en gran escala, con masiva presencia de corianos y margariteños con sus angustias y afanes, en busca de mejores oportunidades, esperanzas y futuro, lo inspiran a escribir en 1935 "Mene", voz indígena que significa betún negro o petróleo; obra galardonada ese año por el Ateneo de Caracas, ciudad donde se residencia en 1937. Este letrado porteño, ocupó diferentes cargos públicos tales como: Jefe de Publicaciones del Ministerio de Agricultura y Cría; Director de Gabinete del Ministerio de Educación en 1940, y en 1942 Director de Prensa del despacho.

Su capacidad intelectual, rectitud y capacidad de trabajo lo lleva al Congreso en 1943 como Diputado por el estado Carabobo durante dos años. Sin descuidar sus funciones legislativas escribe en El Universal, El Nacional, El Heraldo, en el semanario "Fantoches" y en la revistas "Elite" y "Billiken". Escribe en 1948 otra de sus grandes obras, "Cumboto" donde evoca al paradisíaco paisaje cercano a las costas de Puerto Cabello con sus cocoteros y manglares; Ramón Díaz Sánchez recibe esta vez el codiciado premio Arístides Rojas. Nuestro biografiado es designado en 1951 Director de Cultura y Bellas Artes, dependencia adscrita al Ministerio de Educación.

El ejecutivo nacional lo envía en misión diplomática como Consejero Cultural en las embajadas ubicadas en: Francia, Italia, España y Alemania; tiempo aprovechado para establecer contacto con los literatos de la época. En 1950 recibe el Premio Nacional de Literatura con su excelsa obra "Guzmán, elipse de una Ambición de Poder", basada en su ácida crítica al general Antonio Guzmán Blanco y la historia política a finales del siglo XIX. La Academia Venezolana de la Lengua lo recibe en 1952 como Individuo de Número; igual distinción recibe en 1958 por parte de la Academia Nacional de la Historia incorporándolo como numerario al asignarle el Sillón letra "S".

Su incansable pluma nos dejó entre tantas e interesantes escritos: "Casandra", "Rostros de Venezuela", "Cecilio Acosta", "Teresa de la Parra", "Líbano una historia de hombres y de pueblos", la "Independencia de Venezuela y sus perspectivas" entre tantos escritos de su cosecha. Ramón Díaz Sánchez orgullo de Puerto Cabello, fallece en Caracas el 8 de noviembre de 1968, dejó a las generaciones presente y futuras una estela de paradigma de las letras y de buen ciudadano.

(*) Gral. de Bgda.
eumenes7@gmail.com

jueves, 12 de agosto de 2010

Jose Antonio Ramos Sucre (1890-1930) Sobrino bisnieto del Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre.

Recopilador: Argimiro Torres*
Es el indiscutido maestro vanguardista del poema en prosa -en Venezuela-
Tres son sus libros poéticos: La Torres de Timón (1925), El cielo de esmalte (1929) y Las formas del fuego (1929)

PRELUDIO
Yo quisiera estar entre vacías tinieblas, porque el mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada que me cuenta amarguras.
Entonces me habrán abandonado los recuerdos: ahora huyen y vuelven con el ritmo de infatigables olas y son lobos aullantes en la noche que cubre el desierto de nieve.
El movimiento, signo molesto de la realidad, respeta mi fantástico asilo; mas yo lo habré escalado del brazo con la muerte. Ella es una blanca Beatriz, y, de pies sobre el creciente de la luna, visitará la mar de mis dolores. Bajo su hechizo reposaré eternamente y no lamentaré más la ofendida belleza ni el imposible amor.

EL FUGITIVO
Huía ansiosamente, con pies doloridos, por el descampado. La nevisca mojaba el suelo negro.
Esperaba salvarme en el bosque de los abedules, incursados por la borrasca.
Pude esconderme en el antro causado por el desarraigo de un árbol. Compuse las raíces manifiestas para defenderme del oso pardo, y despedí los murciélagos a palmadas.
Estaba atolondrado por el golpe recibido en la cabeza. Padecía alucinaciones y pesadillas en el escondite. Entendí escaparlas corriendo más lejos.
Atravesé el lodazal cubierto de juncos largos, amplectivos, y salí a un segundo desierto. Me abstenía de encender fogata por miedo a ser alcanzado.
Me acostaba a la intemperie, entumecido por el frío. Entreveía los mandaderos de mis verdugos metódicos. Me seguían a caballo, socorridos de perros negros, de ojos de fuego y ladrido feroz. Los jinetes ostentaban, de penacho, el hopo de una ardita.
Divisé, al pisar la frontera, la lumbre del asilo, y corrí a agazaparme a los pies de mi dios. Su imagen sedente escucha con los ojos bajos y sonríe con dulzura.

"La torre de Timón"


El poema comienza desde su título a señalar su sentido trascendental, pues se trata de un hombre que se pone en condición de fugitivo, lo que da a entender un escape desesperado de un ambiente opresor que no es otro que el mundo materialista y desenfrenado.
El fugitivo va con los pies adoloridos y por un terreno descampado, es decir, cansado de recorrer por las diferentes vías y medios que suponen la trascendencia y a merced de los errores que puedan tener, que es lo que viene a significar el terreno descampado y la “nevisca que mojaba el suelo negro”. Luego prosigue con una decepción producida, obviamente, por la escasez de respuestas espirituales que (en nuestro caso) se encuentran en la religión tradicional simbolizada por el “bosque de abedules” que se ven “incursados por la borrasca”, o sea, las discrepancias, oprobios y calamidades que recaen sobre ésta. Finalmente el fugitivo resuelve ocultarse en “un antro causado por el desarraigo de un árbol” que no es otro que el antro de su propia interioridad donde el árbol representa “la vida del cosmos”17 o su “naturaleza humana”18 donde, haciendo uso de la templanza manifiesta por la conciencia, se defiende de los impulsos instintivos que son el “aspecto peligroso del inconsciente” representados por el simbolismo del oso, “atributo de hombre cruel y primitivo”19 y espanta las dubitaciones que es lo que corresponde al murciélago.
El siguiente párrafo manifiesta la confusión y aturdimiento que produce acercarse a la “verdad reveladora”, es decir, a la convicción interna de la supremacía de la “voz de la conciencia” que deslumbra las verdades del Ser, las cuales, debido a su profundidad, pueden ocasionar “alucinaciones y pesadillas” que no tienen otra connotación que las luchas internas entre el Ser superior e inferior y la forma de superar tales tiranteces, no es otra que ser firmes en el camino de la superación y “escaparse más lejos”.
“Atravesar el lodazal” representa la superación del ego y todas las cosas que a él van vinculadas como las bajas pasiones, la gula, la envidia, la pedantería, la vanidad, la cólera, la soberbia, la avaricia; en fin, todos los vicios humanos. Después de la superación del ego, el iniciado se enfrenta “a un segundo desierto”,20 el cual representa el terreno de la espiritualidad y todo lo que implica mantenerse en ese estado de beatitud, que se confirma con las líneas siguientes: “Me abstenía de encender fogata por miedo a ser alcanzado” y “Me acostaba a la intemperie, entumecido por el frío”; el primero se refiere a la actitud modesta que debe adoptar quien ha arribado a ese punto cuidándose de no “ser alcanzado” por los hostigamientos del ego; en cuanto al segundo párrafo el sentido es claro: las diversas pruebas y trabajos que debe soportar el iniciado para mantener la templanza y su condición de santidad. “Los verdugos metódicos” vienen a simbolizar todas aquellas personas de malas influencias que, con diferentes ardides, arrastran al camino del vicio y la corrupción, los cuales están alentados por un espíritu maligno simbolizado por los “perros negros” y “sus ojos de fuego y ladrido feroz” representan, por un lado, la destrucción de la espiritualidad cognado con el simbolismo del ojo y el fuego y, por otro lado, el peligro y la asechanza, los instintos y los placeres mundanos.21
“Los jinetes” aluden a los “mandaderos de los verdugos metódicos” que ya mencionamos; pero se menciona un particular bastante interesante: la contraposición de dos símbolos encontrados, “el penacho”, que en correspondencia con el símbolo de la corona, la cual según Cirlot toma su sentido esencial de la cabeza vista como emblema y conlleva la idea de la superación puesto que ésta está más arriba de la cabeza, en el “plano celeste”, y en un sentido más amplio el logro de una empresa;22 y “el hopo de una ardita” que Ramos Sucre le imprime un toque de ironía al coronarlos con un gorro hecho de un material tan burdo y que alude, como símbolo, “a conceptos infantiles subconscientes relacionados con el cumplimiento del deber desde una perspectiva de inseguridad”23 lo que equivale a la insensatez, a la negligencia y por ende el fracaso en la senda espiritual, quedando así por completo eliminada la marca positiva que entraña el símbolo anterior.
Luego, finalmente, se sigue el campo semántico de la coronación, es decir, el triunfo pero esta vez del penitente que ya superando todos los obstáculos puede percibir su puerto seguro hacia el refugio de la interioridad desarrollada por el espíritu; es decir, surge ese dios interior de la iluminación de la conciencia, el esplendor del Yo: “Divisé, al pisar la frontera, la lumbre del asilo”, “corrí a agazaparme a los pies de mi dios”; hasta llegar al estado supremo o trascendencia total hacia lo superior, que te coloca en un plano análogo a la divinidad, lo que en las culturas orientales representa el nirvana o evanescencia de los sentidos en el corazón del mundo: “Su imagen sedente escucha con los ojos bajos y sonríe con dulzura”. Que se traduce en la subordinación del ego, el “Yo inferior” a la conciencia superior y la correspondencia o complacencia con la divinidad.
Así, pues, de esta interpretación se desprenden factores que dan a entender una susceptibilidad de parte del protagonista, que no es otro que el eco de la psiquis profunda del autor, una búsqueda hacia la elevación y por tanto hacia un refugio del Ser de las amenazas y peligros que lo circundan, así viene a confirmar la segunda tesis que proponíamos, es decir, Ramos Sucre como hombre que trata de hallar su propio Yo, un hombre que huye de las tinieblas del espíritu hacia la elevación de la conciencia; siendo de este modo, vemos al personaje alcanzar su objetivo y complacerse en ello; vemos, pues, el triunfo de la luz sobre las tinieblas.
Sin embargo, con miras a conseguir las trazas de la primera tesis, es decir, determinar en qué medida Ramos Sucre se acerca al “desesperado que no quiere ser él mismo” observemos otro poema donde el desenlace es inverso al anterior.

LA CUITA
La adolescente viste de seda blanca. Reproduce el atavío y la suavidad del alba. Observa, al caminar, la reminiscencia de una armonía intuitiva. Se expresa con voz jovial, timbrada para el canto de una fiesta de primavera.
Yo escucho las violas y flautas de los juglares en la sala antigua. Los sones de la música vuelan a zozobrar en la noche encantada, sobre el golfo argentado.
El aventurero de la cota roja y de las trusas pardas arma asechanzas y redes contra la doncella, acerbando mis dolores de proscrito.
La niña asiente a una señal maligna del seductor. Personas de rostro desconocido invaden la sala y estorban mi interés. Los juglares celebran, con una música vehemente, la fuga de los enamorados.


"La torre de Timón"


Comencemos por destacar que los títulos de la poesía de Ramos Sucre funcionan efectivamente como texto macro de los poemas que contienen; es decir, funcionan como primeros comentarios del discurso que comienza con la voz de la persona poética. En este caso el título alude dentro de su campo semántico al dolor del poeta que yace entre líneas, transparentado en el poema y que canta su congoja por medio de su narración, y esta vez se vale del simbolismo de la virgen o la doncella, que viene a significar la “representación del alma y del ideal”24 encarnada en “la adolescente” que “viste de seda blanca”, la indumentaria no en vano se trata de un material tan terso y suave como la seda que alude a la sensualidad, a la vanidad característica de esa etapa de la vida, asimismo el color, que representa la pureza y la luz y en este contexto termina significando el estado de la inocencia; así, pues, la adolescente entraña esa condición de fragilidad, de la posibilidad de ser corrompida por el vicio.
Más adelante se sigue describiendo el avance de la senda de la espiritualidad transitado por el alma en estado inmaculado, la cual se proyecta como imagen prístina de aquella edad de oro que comentábamos más arriba sobre la ruptura del tiempo y el mundo transhistórico de Eliade, esto se presenta en el párrafo: “Observa, al caminar, la reminiscencia de una armonía intuitiva”; luego señala que tal reminiscencia es ciertamente la clave para el desarrollo del alma; es, pues, la guía, la voz de la conciencia que indica el camino recto hacia la felicidad espiritual; “se expresa con voz jovial, timbrada para el canto de una fiesta de primavera”.
A este punto se salta del personaje lírico al personaje que entraña la psiquis del autor, es decir, el Yo que aquí se infiltra como un personaje-narrador: “Yo escucho las violas y las flautas de los juglares en la sala antigua”, donde los instrumentos musicales equivalen a un sesgo a la conciencia, una interrupción a su serenidad, es decir, comprenden simplemente una distracción que luego se reafirma con “los sones de la música vuelan a zozobrar en la noche encantada, sobre el golfo argentado”. Ahora bien, el simbolismo de los juglares adquiere una importancia crucial, pues, como representación de la actividad originaria en el hombre a su poder creativo, y por ende alude a su capacidad de procreación, viene dado como el elemento que promueve la exaltación de la psiquis, y como a los cambios internos se corresponden los externos, también simboliza el llamado de la sensualidad y el despertar de los instintos que son en realidad nuestros primeros indicios biológicos de la vida o actividad primaria; “la sala antigua” es así otro símbolo de la estancia espiritual y de la pureza en su estado original e incorrupto.
El siguiente párrafo inserta otro personaje, “el aventurero de la cota roja y de las trusas pardas”; en primera instancia se refiere a la personificación de los juglares, aparece ceñido de una cota roja, es decir de una armadura embadurnada del rojo de los impulsos pasionales, símbolo similar entraña la otra prenda; luego se puntualiza: “arma asechanzas contra la doncella”, lo que confirma el sentido que le hemos venido connotando de elemento desestabilizador, luego se asoma de nuevo el Yo psíquico del poeta reafirmándolo: “acerbando mis dolores de proscrito”, y el cual se define como condenado por la debilidad de ceder ante la tentación que se le presenta, o sea, los bajos instintos; por esto mismo dirá luego: “la niña asiente a una señal maligna del seductor”. Entonces comienzan los elementos perturbadores de la pureza, el Yo se ve invadido por las asechanzas de la vida mundana que lo apartan del objetivo que se ha trazado, la meta de la superación: “personas de rostro desconocido invaden la sala y estorban mi interés”.
El párrafo que culmina el poema señala el triunfo de los sentidos sobre la templanza. “Los juglares celebran, con una música vehemente, la fuga de los enamorados”.
Así vemos que, a juzgar por estos dos análisis, la balanza entre los dos tipos de angustia descrita por Kierkegaard se mantiene en equilibrio, ya que se comprende una angustia precipitada hacia el existir, ya sea que triunfe la templanza o el vicio; lo que se marca incisivamente es la búsqueda de la liberación plena de la conciencia humana, pues su angustia se refiere a la condición esencialmente humana, es decir, al pleno existir, y es por esto que el Yo psíquico o poético, así como lo llama Ilis M. Alfonzo, tiene una condición universal que toca la fibra del hombre como Ser ontológico:

“(...) el Yo poético de Ramos Sucre es un signo móvil que sólo puede ser aprehendido en la instancia del discurso creativo que lo contiene, visto éste como parte integrante de un universo más amplio. Es decir, ese Yo constituye una categoría psíquica que trasciende la individualidad del poeta y se convierte en espejo de una conciencia humana de carácter colectivo, asumida por el emisor a través de su discurso y desde la perspectiva de su espacio interior”.25

Así, pues, el acto poético pasa a ser una vía de liberación transitoria o un subterfugio para huir de la aparatosa “ciudad enemiga” del alma, también es el trampolín hacia el mundo del ensueño, de la fantasía; en fin, es el refugio espiritual de un alma compungida por las embestiduras de la vida en cuanto a su faceta externa, pero además también en cuanto a la carga de las cadenas del mero existir, a la prisión del Ser y su consecuente angustia de estar aprisionado en una cárcel de carne y hueso, que por la debilidad de la condición humana en relación con los diversos factores contaminantes a los que está expuesto el Yo, no le permite escalar hacia la cumbre, hacia la elevación de sí mismo; por esto es frecuente en la obra de nuestro autor la llamada incesante al valor de la voluntad ante la impericia, el vicio y los instintos pasionales; de allí que en sus poemas aparezca siempre ese ascetismo pronunciado en sus personajes que encarna el Yo de la humanidad del poeta, el cual se ramifica en una multiplicidad de caracteres y símbolos, pues la característica de estos últimos es precisamente su pluralidad, la apertura del universo sincretizado en el mundo literario de la poética de Ramos Sucre.
Pasemos ahora a revisar de manera sucinta otros rasgos presentes que no dejan de ser importantes a la hora de considerar su contenido.
La melancolía viene a ser una constante en la obra de este insigne poeta, y es que la melancolía encierra en sí misma un estado de frustración y a la vez de nostalgia; la nostalgia, en este caso, de la reminiscencia de aquella época dorada en alianza con la divinidad; claro está, este fenómeno se produce siempre en el marco de la interioridad y de los sentidos de manera inconsciente, o aflora por lo menos de manera fortuita a la conciencia, o en palabras del mismo poeta como “reminiscencia de una armonía intuitiva”, o quizá la melancolía está más bien asociada a la subordinación del ánimo del hombre, único animal consciente de su extinción, quizá sea más bien ese fervor humano por sobrepasar los límites de su propia humanidad, de conseguir la liberación de la tumba de los sentidos como ya lo anunciaba el pensamiento platónico: “σωμα σεμα εστι”,26 y del que también se nutrieron los estoicos. Es en este sentido que Eloy Valero concibe la estética de Ramos Sucre dentro de lo saturneano:

“Saturno ha descendido hasta nosotros como una idea a la manera platónica: una entidad que posee cierta plasticidad y función (...). Tan antigua como la civilización misma, es esta idea de la melancolía. Idea que nos identifica un temperamento y revela una paradoja: reflexionamos sobre nuestra existencia precisamente porque la sabemos finita, sólo podemos apreciarla contra el horizonte de la muerte. Nos inclinamos meditativos sobre un misterio que por una parte nos supera y por la otra nos niega: de la presencia plena del ser a la ausencia muda de la muerte. Quizás sea por esta razón, entre otras, que se le atribuya a Saturno el ser mensajero de una edad arcádica y feliz previa a la hecatombe primigenia de la que surgió el mundo”.27

Pero antes de la muerte se encuentra la agonía, el dolor que se traduce como la lucha interna entre el mundo espiritual y el mundo de los sentidos; es, pues, la agonía de un hombre que se debate entre las dos lanzas en ristre de los lados opuestos de su Yo, así como la dualidad del mundo que no deja de sumir el espíritu al duro juicio del libre albedrío, a la cuerda floja del existir que no es otra que la duda, la hesitación del camino a seguir; es, pues, la agonía de batirse en cierto tipo de infierno maniqueísta de donde sólo se logra escapar por medio del afianzamiento de la voluntad hacia la templanza del ánimo en ese trabajo de anacoreta que se resigna a su padecer con tal de arribar a su objetivo. Buena parte de este sentido lo encontramos en poemas como: “Entonces”, “Cansancio”, “La tribulación del novicio”, “La cuita”, “El solterón” y, entre otros tantos, “Elogio a la soledad”, que a propósito trae a colación el sentido de ésta en el acervo poético de Ramos Sucre que no es otro que el del asilo, la guarnición del espíritu, el desierto propicio para la revelación divina, donde los “santos que renegaron del mundo (...) tuvieron escala de perfección y puerto de ventura”.
Así, pues, si la soledad es el asilo mágico para aquellos espíritus sensibles al suburbio, “al signo molesto de la realidad” y al desenfrenado materialismo, alegando que “siempre será necesario que los cultores de la belleza y del bien, los consagrados por la desdicha se acojan al mudo asilo de la soledad, único refugio acaso de los que parecen de otra época, desconcertados con el progreso”. Entonces la muerte pasa a ser el alivio de todos los sufrimientos padecidos en el ejercicio ascético y en la soledad, pues la muerte en la poética de Ramos Sucre va asimilada a la liberación del espíritu más que a la fatalidad que pueda comportar el hecho de la muerte; así lo corrobora Ilis Alfonzo con lo siguiente:

“Sólo enfocada desde una perspectiva simbólica se podrá comprender la vivencia de la muerte confrontada por el sujeto lírico del poema, pues únicamente entendida la muerte como rito de tránsito de un estado del ser puede el Yo contar dicha experiencia; es decir, rememorar una metamorfosis de orden espiritual. Toda transformación implica el fin de algo existente y para alcanzar un nuevo estado de vida es preciso morir (...)”.28

Tal es pues el sentido de la muerte, y en general todos los rasgos que hemos señalado acaban convergiendo en un solo punto: la trascendencia. Y ésta se ve abordada desde la perspectiva de los símbolos que subraya el carácter psicológico del poeta en su comprensión de la vida como un tramo existencial donde se deben afrontar las penas y dolores que provoca dicha existencia para así resurgir a una nueva conciencia; asimila, por tanto, las viejas concepciones religiosas de la antigüedad en cuanto a la trascendencia de un nuevo mundo, una vez conquistadas las pruebas que impone éste; así, pues, se entiende el camino misterioso que se vislumbra en ese Yo poético de su obra, que no es más que el Yo herido y sublimado por la balanza del bien y del mal, camino que sólo se comprende como la guía que lleva hacia ese estado de la sublimación y la muerte es precisamente la liberadora, “la blanca Beatriz” que lo llevará de la mano hacia ese mundo del esplendor espiritual, es la muerte el constante símbolo que subyace en su poesía bajo diferentes aspectos y personalidades que lo ayudará a encontrarse con su Ser verdadero, al igual que todos los personajes forman parte de ese universo trascendental que, magistralmente, Ramos Sucre ha sabido inmortalizar en su obra.
Hasta este punto hemos tratado el contenido de la obra, pero todos estos elementos que acabamos de perfilar se ven enmarcados en una forma, que como ya lo habíamos comentado, el poeta se esforzaba de tal manera en bruñir su obra que muy difícilmente se le pueda encontrar un punto de fisura en su escritura. Sin embargo, queda siempre un tipo de duda y más que duda se podría decir que se trata de una verdadera perplejidad entre sus críticos, y es el hecho ¡innovador!, por lo menos en las letras hispanoamericanas, de la composición de la obra de nuestro poeta, es decir, el hecho de que se presente un texto aparentemente prosado con todas las características del más cincelado de los sonetos y con la sensibilidad de la más apasionada lira. Es un hecho innegable, no obstante, que se trata de legítima poesía, pues tiene características y cuenta con recursos poéticos precisos que así lo confirman, pero también es una prosa, en todo caso exquisita, que lleva un lineamiento sintáctico y prosódico que lo acerca a las estructuras de los clásicos grecolatinos, cuestión que en el caso de este insigne cumanés es totalmente comprensible gracias a su abnegación al cultivo de las letras clásicas y a su vasta erudición; se presenta, pues, si se quiere, como un híbrido a los ojos de sus contemporáneos, que lo colocan como un caso excepcional en la poesía latinoamericana y que lo coloca como figura vanguardista de punta de lanza.
Sin embargo, este tipo de escritura ya venía aflorando en el seno del romanticismo y modernismo francés en figuras como Baudelaire que tenía como ejercicio literario el apunte prosado de sus “cohetes” o “destellos”, como él les denominaba, de sus poemas; una especie, pues, de esbozo literario que fundamentaron muchas de sus poesías, las cuales Baudelaire luego publicó bajo el nombre de Pequeños poemas en prosa, pero la diferencia entre éstos y La torre de Timón, El cielo de esmalte o Las formas del fuego es que fueron escritos deliberadamente en ese estilo tan particular que lo caracteriza, quizás se pueda creer, haciendo una ingenua inferencia, que Ramos Sucre condensó aquellos estilos remozados por el romanticismo y las estructuras poéticas y estructuras del simbolismo de Baudelaire o de Nerval, y las fusionó con su particularísima voz poética que le imprime ese tono tan único que es, sin duda alguna, el Yo existencial de nuestro poeta. Observemos otra opinión al respecto para que sirva de colofón a esta idea.

“En todo caso es evidente que Ramos Sucre no eligió la forma aparencialmente prosística porque careciera ‘del dominio de la rima’, como se ha pretendido, sino porque optó a conciencia por una forma que ya tenía historia (desde Baudelaire al menos) y que ni puede definirse como ‘poema en prosa’ ni como ‘cuento’, pues maneja recursos de ambos. Cuando los instrumentos lingüísticos y estilísticos que pone en funcionamiento Ramos Sucre se adecúan mejor al narrar, nos encontramos claramente en la órbita de un ‘cuento’, pero cuando voluntariamente los dificulta, rompe o escamotea, nos aproximamos al ‘poema en prosa’, sin abandonar por eso una cierta ilación narrativa que no es específica del cuento, sino, diríamos, del relato (del récit) en lo que a éste tiene de expresión indistinta de múltiples géneros, pues está en la poesía, aun en aquella más lírica y concentrada, en la novela, en el teatro, en las series de imágenes que componen un filme, en cualquier manifestación secuencial donde los distintos elementos componentes funcionan como eslabones que se articulan lógicamente entre sí para formar una cadena, ya sea de causa a efecto, ya sea meramente de antecedente a consecuente”.29

Toda esa concatenación de elementos se sucede y desarrolla en ese movimiento casi fílmico que Ángel Rama tan puntualmente ha señalado, a través de recursos literarios que lo hacen posible.
Para entrañar estas consideraciones literarias y la estructura poética de Ramos Sucre hay que discurrir en la prosodia que comprenden sus escritos, la cual no se ve como una mera acentuación rítmica lograda por estribillos, hemistiquios o cualquier otro recurso poético tradicional de trabamiento de rimas asonantes o consonantes, pues su prosodia no se encuentra en estos elementos sino en el ritmo que marca su escritura apodíctica, llena de aposiciones y calificativos exactos, todos estos recursos enmarcados en una secuencia de oraciones y párrafos cuasisimétricos delimitados con una puntuación determinante, estos elementos intensifican el ritmo de la prosa de manera que se acerca por su forma cuantitativa del tratamiento de las sílabas a la poesía rimada, y por otro lado, el uso de las aposiciones le confiere al texto ese tono reflexivo constante que tan acorde se presenta con el contenido. Además existe una relación sintáctica entre las oraciones dadas por repeticiones de formas verbales personales, igualmente guiadas por una secuencia, si no matemática, sí numérica; con escasas formas perifrásticas, recursos que le confieren al escrito ese sincretismo y condensación.
Otro de sus tratamientos es el uso de la primera y tercera persona, casi siempre del singular, que otorgan ese sentido de la introspección y de la expectación que son, esencialmente, las posturas del contemplativo y del hombre reflexivo de talante filosófico. Por otro lado, está el uso preferente de los tiempos en pretérito y con mayor frecuencia el pretérito imperfecto, el cual por su propio aspecto de prolongación del pasado, le da esa facultad al escrito de traer a la memoria un pasado eternizado en el presente, consiguiendo de esta forma la concepción que sustenta el pasado translingüístico o la reminiscencia, estos mismos efectos los consigue con el uso del presente histórico pero a diferencia de traer a colación el tiempo pretérito al presente, con éste el Yo poético se traslada hacia aquel pretérito u otrora, que equivale a la búsqueda de “paraíso perdido” del mismo, es decir, a la era mítica de la edad de la inocencia; asimismo, estos recursos encajan con el mundo onírico y fantástico expresado en su obra.
Así, pues, vemos a un escritor que escribe con la premura, con el aplomo, con la fuerza, con el desconcierto, con la serenidad de estar convencido de que él es el único testigo de una realidad que le es profundamente extraña y que él comprende atroz. La comprende atroz como sólo puede hacerlo quien se ve prisionero en las ergástulas del cuerpo; “σωμα σεμα εστι”, había dicho Platón, y Ramos Sucre quería abandonar esa tumba, morir y renacer a una nueva conciencia, y todo dictado por la Voz de esa alma misteriosa y profunda del Yo que alcanza a ver intuitivamente, borrosamente, como un sueño, o lúcida e incandescentemente, aquel pretérito que se asoma al presente como por un presagio y con el cual practica un rito que ignora, que nadie le transmitió pero que pertenece a épocas ancestrales. Su invención literaria es radical. Se empecina en subvertir las claves puestas en sus textos; sin embargo, todo posee significado, cada frase parece conducir a la realización de la fábula, a un maravilloso universo que surge desde las más abismales profundidades de su Ser, al mundo de un ensueño lírico proveniente de un único anhelo: la trascendencia; pero que tiene siempre su referente en el mundo real, en el mundo de la injusta acrimonia en contra de los débiles, un mundo aborrecible para el poeta abismado en su Yo, que se presenta sañudo y con mirada adusta, alejado de la muchedumbre, que se declara amante del “dolor, la belleza y la crueldad, sobre todo esta última, que sirve para destruir al mundo abandonado al mal”. Sin embargo, como un hombre que interiormente abriga la esperanza de la superación del Ser a través del esplendor de la conciencia y por ende da un voto de confianza a la humanidad, pues reconoce la hermandad que conviene con el prójimo, comprende la humildad como penitente que es; se ve, pues, como un hombre sencillo que tiene la capacidad de decir: “tomo el periódico, no como el rentista para tener noticias de su fortuna, sino para tener noticias de mi familia, que es toda la humanidad”; un hombre, pues, que escuchó el llamado de su corazón y sintió la amalgama del universo en su Ser, y que como deber de sagrado profeta debía comunicar a su familia el arcano de ese tesoro olvidado, compartido con todos pero imperceptible para los insensatos, así que se valía de su magia poética para comunicar, con pericia de alquimista, la enseñanza de los ancestros que viven en la conciencia del mundo.


Bibliografía

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Notas

1. Estos datos biográficos y sus diferentes ediciones fueron tomados a modo de suplemento informativo de la Fundación José Antonio Ramos Sucre.
2. I. M. Alfonzo en La búsqueda secreta de José Antonio Ramos Sucre, Venezuela, 1988, p. 17.
3. Le Rêve est une seconde vie. Je n’ai pu percer sans frémir ces portes d’ivoire ou de corne qui nous séparent du monde invisible. Les premiers instants du sommeil sont l’image de la mort;un engourdissement nébuleux saisit notre pensé, et nous ne pouvons déterminer l’instant précis où le moi, sous une autre forme, continue l’œuvre de l’existence. G. Nerval. Aurélia, París, 1963, Cap. I. p. 3 (traducción propia).
4. Pero no hay que dejar de tomar en consideración el título que R.S. le coloca al citado poema.
5. “El sueño es hermano de la muerte”.
6. O. Beigdeber. La simbología. Barcelona, 1971, p. 5.
7. R. Guillón. “Simbolismo y Modernismo”, en I. M. Alfonzo, 1988. p. 56.
8. Ídem.
9. M. Eliade. Imágenes y símbolos, Madrid, 1979, p. 12.
10. Á. Rama. El universo simbólico de José Antonio Ramos Sucre, Cumaná, 1967, p. 35.
11. Op. Cit., p. 8.
12. P. Ricoeur. Le conflit des interprétations. Essais d’herméneutique. París, 1969, pp. 283-284.
13. E. Cassirer. Antropología filosófica, México, D.F., pp. 47-49.
14. M. Gibson. El simbolismo. Alemania, 1997, p. 19.
15. “No hay otra verdad más cierta, más independiente ni que necesite menos pruebas que la de que todo lo que puede ser conocido, es decir, el universo entero, no es objeto más que para un sujeto, percepción del que percibe; en una palabra: representación”. A. SHOPENHAUER: El mundo como voluntad y representación, México, D.F., 1998 p. 19.
16. S. Kierkegaard. Tratado de la desesperación, Madrid, 1994, pp. 23-24.
17. Juan Eduardo Cirlot. Diccionario de símbolos. Ed. Siruela. 1997.
18. Para mayor comprensión del símbolo me voy a permitir citar a Cirlot al respecto: “El árbol representa, en el sentido más amplio, la vida del cosmos, su densidad, crecimiento, proliferación, generación y regeneración. Como vida inagotable equivale a la inmortalidad”. Según Eliade, como ese concepto de ‘vida sin muerte’ se traduce antológicamente por ‘realidad absoluta’, el árbol deviene dicha realidad (centro del mundo). El simbolismo derivado de su forma vertical transforma ese centro en eje. Tratándose de una imagen verticalizante (...), se comprende su asimilación a la escalera y a la montaña, como símbolos de la relación más generalizada entre los ‘tres mundos’ (inferior, ctónico o infernal; central, terrestre o de la manifestación; superior, celeste). (...) Según Rabano Mauro, en Allegoriae in Sacram Scripturam, también simboliza la naturaleza humana (lo que, de otra parte, es obvio por la ecuación: macrocosmos-microcosmos)”. Idem cita 8, pág. 89.
19. Idem cita 8, pág. 351.
20. “Dice Berthelot que los profetas bíblicos (...) no cesaban de presentar su religión como la más pura de Israel. Esto confirma el valor específico del desierto como lugar propicio a la revelación divina (...). Ello es causa que, en cuanto paisaje en cierto modo negativo, el desierto es el ‘dominio de la abstracción’, que se halla fuera del campo vital y existencial, abierto sólo a la trascendencia”. Bis cita 8, pág. 170.
21. Según Armando Carranza los ladridos simbolizan tres formas de inquietudes; sin embargo, a efectos de este contexto sólo citaré las dos primeras: “La primera es alarma sobre peligros que acechan en lo personal a quien sueña o al terreno en que se desenvuelve. La segunda es manifestación de la parte animal (...), la sexualidad, el interés por las cosas de la vida material más placentera, ámbito de influencia del nahual. A. Carranza. “Comprender y usar los sueños”. Barcelona, 2002, p. 361.
22. Op. cit. 9, p. 150.
23. Op. cit. 13, p. 193.
24. Op. cit. 20, p. 285.
25. Op. cit. 2, p. 75.
26. “El cuerpo es una tumba”.

*Argimiro Torres.El Médico Poeta. Recopilador y analista

miércoles, 11 de agosto de 2010

Antonio Valero, prócer emancipador...ventrílocuo

Eumenes Fuguet Borregales (*)
Del extenso grupo de oficiales que participaron denodadamente en beneficio de la emancipación suramericana, se destaca el puertorriqueño Antonio Valero de Bernabé, de experimentada actividad militar en España, México, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela; también conocido como "El Libertador de Puerto Rico", por sus afanes en liberar la isla borinquen.

La historia y tradición lo recuerdan por su cualidad natural poco conocida en la época de ser "ventrílocuo", don que le permitió salir airoso en situaciones peligrosas ante los realistas, como también jugarle bromas pesadas a compañeros de armas y amigos.

Este ilustre personaje nació el 26 de octubre de 1790 en la población de Fajardo, ubicada al Este de la isla de Puerto Rico, hijo del español Cayetano Valero, oficial realista y la borinqueña Doña Rosa Pacheco. Apenas cumplidos los trece años, debido a la muerte de su padre su tío lo envió a España a estudiar la carrera de las armas, ingresando como cadete.

A este imberbe soldado le correspondió luchar contra las fuerzas napoleónicas en el sitio de Zaragoza; a pesar de recibir heridas en los diferentes combates, su valor e inteligencia, le permitieron rápidamente ascender de grado en grado según el escalafón; a los diecinueve años, es coronel del ejército español.

A los veintiún años se casa en España con María Madrid con quien procrea dos hijos. En 1820 se traslada a México, donde ocupa el cargo de jefe del estado mayor del ejército mexicano; en tierra azteca recibe la "Medalla de los Libertadores de México".

Cuando se percata que el nuevo gobierno es de tendencia monárquica, se retira y escoge como futuro destino a Venezuela; llega a La Guaira el 29 de octubre de 1823, el general Soublette lo envía al Perú, para apoyar las fuerzas al mando del Libertador, empeñadas en redimir al pueblo peruano, es ascendido a general de brigada y destacado a las órdenes del general porteño Bartolomé Salóm en el sitio impuesto contra las fuerzas realistas del general Ramón Rodil atrincherado en el puerto de El Callao, principal puerto y fortaleza del Perú.

Valero como jefe del estado mayor del ejército sitiador, permaneció desde el 6 de mayo hasta el 28 de diciembre de 1825. A comienzos de 1826 es enviado a Panamá a las órdenes del general José María Carreño, para proteger las fortalezas contra las posibles incursiones realistas desde Cuba y Puerto Rico.

Al regresar a Venezuela en 1826 junto a otros oficiales es designado para redactar "La Ordenanza Militar de Venezuela", importante documento para regularizar al estamento militar; fija residencia en San Sebastián de los Reyes, dedicándose un tiempo a la siembra de café.

Valero promocionaba con patriotismo y entusiasmo una expedición libertadora hacia Puerto Rico; mantenía permanente contacto con el grupo separatista de la isla.

El Libertador tenía prevista esta actividad emancipadora, esperando liberar primero al Perú y esperar las condiciones militares y políticas, que le permitieran llevar a cabo esta gran empresa con los generales Sucre, Páez y Urdaneta entre otros.

Designado en 1828 comandante general de los valles de Aragua, igualmente le asignan en 1829, la comandancia de armas de Puerto Cabello, de allí trasladado a Caracas con igual nombramiento.

En 1830 ocupando el cargo de Secretario de Guerra y Marina, leal al Libertador no se adhirió a las decisiones del Congreso reunido en Valencia, prefiriendo el forzado exilio hacia Saint Thomas.

Estará presente en Caracas durante las exequias del Padre de la Patria al regreso de sus restos desde Santa Marta. Al enviudar contrae nupcias el 12 de febrero de 1846 con Trinidad Lara Martínez con quien tuvo descendencia.

Valero Combate junto al general valenciano Portocarrero y Juan Crisóstomo Falcón el 5 de abril de 1848 en Taratara (Falcón), contra el general Judas Tadeo Piñango.

Ascendido a general de división y nombrado en 1849 comandante de armas de Coro. Durante la Guerra Federal (1859-1863), apoyó a los generales Zamora y Falcón. Expulsado de Venezuela por cuestiones políticas en 1862, se traslada a Colombia donde el presidente Mosqueda, lo designa jefe del estado mayor del ejército.

En Bogotá fallece el 7 de junio de 1863; Sus restos fueron enterrados sin la presencia de los familiares. El presidente Guzmán Blanco había dispuesto el traslado al Panteón Nacional, no pudiendo cumplirse la disposición, por cuanto los restos nunca se hallaron. Un monumento ecuestre y una logia masónica en la población de Fajardo, recuerdan la actividad emancipadora de Antonio Valero.

(*) Gral.de bgda (Ej.)
eumenes7@gmail.com

lunes, 9 de agosto de 2010

Los "Ataques del General José Antonio Páez"

ARCHIVOS VENEZOLANOS DE PSIQUIATRIA Y NEUROLOGIA
Dr Raúl Ramos Calles
CONFERENCIA*
Es un honor para las páginas de esta revista publicar esta excelente conferencia dictada por el eminente colega, Dr. Raúl Ramos Calles, Ex-Presidente de nuestra Sociedad y uno de los fundadores de los estudios universitarios de Psiquiatría de nuestro país.

Esta conferencia fue rescatada entre los papeles dejados por el autor a su muerte. Fue pronunciada en Barquisimeto, Edo.Lara, el 20-4-1991, en el seno de la V Jornadas Nacionales sobre epilepsia, organizada por la Sociedad Venezolana de Neurología.

Páez, el héroe casi mítico de nuestra
Independencia, cuyo poder e influencia gravitó
sobre Venezuela durante más de medio siglo,
era acometido frecuentemente por unas
"crisis" o "ataques", cuyo estudio, con miras a
un posible diagnóstico retrospectivo,
constituye el tema central de este trabajo que
hoy traigo a la consideración de ustedes.
Y ahora, como es lo acostumbrado en una
"Presentación de Caso", dejemos que el
propio "paciente" nos exponga su problema:
“Mas, antes de continuar, creo a propósito
hacer aquí mención de un hecho singular, y
que ha ejercido influencia en varios actos de
la historia de mi vida. Al principio de todo
combate, cuando sonaban los primeros tiros,
apoderábase de mí una violenta excitación
nerviosa que me impelía a lanzarme contra el
enemigo para recibir los primeros golpes, lo
que habría hecho siempre, si mis
compañeros, con grandes esfuerzos, no me
hubiesen contenido. Pues dicho ataque me
acometió antes de entrar en el combate de
Chire, cuando ya me había adelantado y
tenido un encuentro con la descubierta. Mis
compañeros, que forcejeaban por sujetarme a
la espalda del ejército, tuvieron que dejarme
para ir a ocupar aún puestos en las filas,
cuando oyeron las primeras descargas de los
realistas, y yo entonces, repuesto de la
dolencia, monté a caballo y advirtiendo el
movimiento de flanco de nuestros jinetes que
supuse trataban de huir, corrí hacia ellos y
poniéndome a la cabeza de mi escuadrón
grité sin consultar a nadie. “Frente y carguen”:
movimiento que fue inmediatamente
ejecutado. La caballería enemiga, observando
el movimiento de flanco de la nuestra, creyó
sin duda que huía y cargó; pero
inopinadamente le salimos al encuentro y la
pusimos en completa fuga... ".(1) Relata
seguidamente Páez su extraña conducta
después de la batalla, que termina con una
absurda y solitaria persecusión del enemigo:...
“Continué mi marcha por la falda más baja de
la montaña, que estaba cubierta de paja, sin
saber a punto fijo donde estaba y guiado
solamente por una fogata que veía en
lontananza... Cual si anduviera a tientas en
medio de tamaña incertidumbre y venciendo
mil dificultades, a eso de media noche bajé en
dirección al fuego... Sin saber la suerte que
había cabido a los nuestros y temeroso de
que hubiesen sido derrotados, resolví
dirigirme a un punto en donde habíamos
convenido reunirnos en caso de un desastre y
poco después de haberme puesto en marcha
oir la voz de "Quién Vive”... Dime entonces a
reconocer y fui recibido por mis compañeros
con bastante alegría, pues no contaban
conque hubiese escapado de la muerte"...
Recuérdese en primer lugar, que esto fue
escrito muchos años después de ocurridos los
acontecimientos y en segudo lugar la flagrante
contradicción cuando primero afirma "y la
pusimos en completa fuga", refiriéndose a las
fuerzas enemigas, para luego expresar "sin
saber la suerte que había cabido a los
nuestros y temeroso de que hubiesen sido
derrotados”, lo que nos hace pensar que
estuvo actuando dentro de las nebulosas
características de un "Estado Crepuscular”.
Más adelante inserta una larga cita, precedida
del siguiente comentario: "Séame lícito copiar
aquí el testimonio de un escritor inglés, cuyo
nombre ignoro, aún; cuando dice que sirvió a
mis órdenes... El libro titulado: “Recollections
of a service of three years during the war-of
extermination in the Republic of Venezuela
and Colombia. London, 1828”. De dicha cita
extraemos el párrafo siguiente: "El modo de
batirse los llaneros consiste en dar repetidas
cargas con la mayor furia a lo más denso de
las filas enemigas, hasta que logran poner en
desorden la formación y entonces destrozan
cuanto ven en torno suyo. Al principio de
estos ataques, son tan violentos los esfuerzos
de Páez, que le acomete un vértigo y cae del
caballo, el cual está tan bien enseñado que se
detiene en el momento que siente que el
jinete se ha desprendido de su lomo; el
hombre queda en tierra hasta que algunos de
sus compañeros vienen a levantarlo. Llévanlo
entonces a retaguardia y el único medio de
hacerle recobrar el sentido es echarle encima
agua fría, o si se puede, sumergirlo
prontamente en ella, sacudiéndolo al mismo
tiempo".
Y para completar los datos aportados por el
propio “paciente”, léase a continuación su
dramático recuento de lo ocurrido en pleno
Campo de Carabobo, a raíz de la batalla que
aseguró nuestra definitiva independencia de
España y en la cual el propio Libertador le
confirió el rango de General en Jefe:
"Reforzado yo con trescientos hombres de
caballería que salieron por el camino real,
cargué con ellos al Barbastro y tuvo que rendir
armas: en seguida fuimos sobre Valencey que
iba poco distante de aquel otro regimiento y
que, apoyándose en la quebrada de
Carabobo, resistió la carga que le dimos. En
esta ocasión estuve yo a pique de no
sobrevivir a la victoria, pues habiendo sido
acometido repentinamente de aquel terrible
ataque que me privaba del sentido, me quedé
en el ardor de la carga entre un tropel de
enemigos y tal vez hubiera sido muerto, si el
comandante Antonio Martínez, de la caballería
de Morales, no me hubiera sacado de aquel
lugar. Tomó él las riendas de mi caballo y
montando en las ancas de éste a un teniente
de los patriotas llamado Alejandro Salazar
alias Guadalupe, para sostenerme sobre la
silla, ambos me pusieron en salvo entre los
míos". Y pone aquí esta nota a pie de página:
"Todavía estoy por saber el motivo que
moviera a Martínez para ejecutar aquel acto
inesperado y para mí providencial. El era
llanero de Calabozo, y siempre sirvió a los
españoles desde los tiempos de Boves, con
justa fama de ser una de sus más terribles
lanzas. Estuvo con nosotros la noche después
de la acción de Carabobo, pero no amaneció
en el campamento...”.
Siguiendo también una norma elemental en la
elaboración de una Historia Clínica, veamos
ahora qué dicen algunos de sus familiares
más allegados.
Su hijo Ramón Páez, naturalista y hombre de
una vasta cultura adquirida en Inglaterra y en
los Estados Unidos, comentando las
propiedades del Guaco (2), dice que la
ingestión de esta planta es eficaz contra el
“Mal de Rabia": "Si se administra
inmediatamente después que la persona ha
sido mordida por un perro rabioso", y en otra
parte de su obra: "El General Páez fue
salvado en su juventud, de este mortífero
azote de las regiones tropicales y guardó
después algunos malos efectos del virus en
su sistema, que se manifiestan por cierta
tendencia a graves manifestaciones
espasmódicas, especialmente ante la vista de
una culebra, lo que invariablemente le
produce violentas convulsiones".
En una carta de H. Nadal (3) dirigida desde
New York al Dr. José M. Francia, yerno de
Páez, leemos: “Ayer le dio Phelps una
comida: el General tomó pescado y le dio una
revolución que le acomete cuando come aquel
alimento...”.
Páez tenía la peregrina idea fóbica, de que la
carne de pescado se le convertía en carne de
culebra en el estómago, induciéndole una
crisis convulsiva.
Analicemos ahora datos obtenidos de otras
fuentes que nos parecen confiables. El Cnel.
O'Leary (4) apunta: “Enteramente iletrado,
ignoraba la teoría de la profesión que tanto
había practicado y desconocía hasta los más
sencillos términos del arte, pero aunque
hubiese recibido esmerada educación militar
nunca habría llegado a ser capitán
consumado, pues la menor contradicción o
emoción le producía fuertes convulsiones que
le privaban del sentido por el momento y eran
seguidas de debilidad física y moral.
Accidentes de esta naturaleza fueron
frecuentes en los combates en que
encontraba resistencia que no había
imaginado". Esto lo escribió O'Leary en 1818:
tres años más tarde era ascendido Páez a
General en Jefe.
El Capitán Vowell (5) refiriéndose a un
personaje que era conocido como Perucho
Godomar, dice: “Bajo su gran estolidez
aparente, Perucho ocultaba en realidad
mucha astucia y había sido promovido de
soldado raso a alferez, en recompensa de
muchas pruebas de intrepidez en el combate
y de modo especialísimo por el sereno valor
conque por dos veces había salvado la vida
de su jefe, en circunstancias en que éste se
veía circuido de enemigos, por entre los
cuales se había abierto paso, pero de quienes
no le era dable defenderse, a causa de esas
convulsiones que tanto padecía Páez".
Arístides Rojas (6) inserta en sus “Leyendas
Históricas” la más extensa crónica que he
encontrado sobre el particular, de la cual
copiaré solamente los párrafos que considero
más relevantes para este estudio. El autor
inicia así sus comentarios: “Es un hecho
conocido por las generaciones que se han
sucedido desde la guerra de independencia
de Venezuela, que Páez sufría, con más o
menos frecuencia de ataques nerviosos de
forma epiléptica, en una que otra ocasión, al
comienzo o fin de los choques terribles que
contra la caballería de López, de Morales, de
La Torre y de Morillo, libró en la pampa
venezolana".
En relación con lo ocurrido en la batalla de
Chire, que ya reseñamos, comenta: "La causa
inmediata de ese percance fue la siguiente:
estaba Páez listo cuando se le ocurre enviar
uno de sus ayudantes a retaguardia de su
cuerpo, con cierta orden. Al regreso del
ayudante, que fue rápido, tropieza éste en la
sabana con enorme culebra cazadora, a la
cual pincha por la cabeza. Al instante el
animal se enrosca en el asta de la lanza y la
abraza por completo. Quiere el jinete
deshacerse del animal, mas como no puede,
con él llega a la vanguardia, en los momentos
en que iba a librarse el célebre hecho de
armas que se conoce con el nombre de Chire.
El ayudante da a Páez cuenta de su cometido
y agrega: “Aquí está mi jefe, el primer
enemigo aprisionado en el campo de batalla”,
señalándole la culebra que contorneaba el
asta. Páez torna la mirada hacia el arma del
jinete y al instante es víctima del mal”.
"Cuando llega el momento de la célebre
acción del Yagual, (1816), en la cual figura
Páez como Jefe Supremo, el General
Urdaneta estaba a su lado en el momento de
comenzar la batalla, cuando Páez es víctima
de fuertes convulsiones".
Y más adelante: “Superior a estos incidentes
es la escena que, años más tarde tuvo Páez,
ya a los ochenta años de edad, por haber
asistido a la exhibición de enormes boas en el
museo de Barnum. Uno de sus amigos,
creyendo obsequiar al General, le invitó en
cierta tarde a que le acompañara al Museo,
donde iba a sorprenderlo con algo interesante.
Páez, al ver los animales, se siente
indispuesto y se retira; llega a su casa, ya a
hora de comer, se sienta a la mesa, cuando al
acto pide que le conduzcan a su dormitorio.
Como nunca se presentan las convulsiones y
de una manera tan alarmante, que el Doctor
Beales, célebre médico de New York, amigo
de Páez, es llamado al instante.
Sin perder el uso de la razón, Páez aseguraba
que muchas serpientes le estrangulaban el
cuello. A poco siente que le bajan y le oprimen
los pulmones y el corazón y en seguida la
región abdominal. Y a medida que la
imaginación creía sentir los animales en su
descenso de la cabeza a los pies, las
convulsiones se sucedían sin interrupción. El
Doctor Beales quedó mudo ante aquella
escena y no podía comprender cómo una
monomanía podía desarrollar en el sistema
nervioso tal intensidad de síntomas. Páez que
había revelado los diversos síntomas que
experimentaba, a proporción que los animales
imaginarios pasaban de una a otra región,
pedía a gritos que le salvaran en tan horrible
trance. El Doctor habla y hace varias
preguntas al paciente y éste le responde con
lucidez.
– General, le dice el Doctor, ¿me
conoce usted? ¿quién soy?.
– Sí: usted es el Doctor Beales, uno de
mis buenos amigos.
– Pues bien, como tal, le aseguro a
usted que no hay ninguna culebra en su
cuerpo.
"No había terminado de pronunciar la última
palabra cuando las convulsiones toman
creces, llenando de espanto a los
espectadores... “A poco todo desapareció, y
Páez continuó en perfecta salud"...
Pero consideramos que la más ilustrativa de
todas las versiones, es la siguiente cita del
Coronel Gustavo Hippisley (7):
“En la acción de Ortíz, Páez por orden de
Bolívar cubrió la retirada y una o dos cargas
bastaron para salvar la infantería de su total
aniquilamiento. Después de la última carga,
dada por él personalmente, fue víctima de un
acceso epiléptico y cayó al suelo echando
espuma por la boca. El Coronel English
presenció el hecho y me ha referido que, al
verlo en aquel estado, corrió hacia él, aunque
algunos de sus subalternos lo instaban a que
no se ocupara del General, asegurándole
"que pronto estaría bien"; “que a él a menudo
le ocurría aquello y que no se atrevían a
tocarlo hasta que no se le pasara
completamente”. El Coronel English, sin
embargo, se aproximó a Páez, le roció la cara
con agua y le hizo tragar algunas gotas, lo
que lo restableció inmediatamente. Al volver
en sí le dio las gracias, diciéndole que se
encontraba un poco cansado por el día de
fatiga, habiéndole dado muerte con su propia
lanza a treinta y nueve enemigos y al
atravesar al número cuarenta le acometió el
síncope. A su lado se hallaba la
ensangrentada lanza".
En el Diario de Sir Robert Ker Porter (8)
leemos esta nota correspondiente al día 12 de
junio de 1831: “Domingo 12. Oraciones casa
del Coronel Stopford. Oímos que el General
Páez ha estado muy mal en Calabozo. Sus
ocasionales indisposiciones son algo parecido
a la Epilepsia que le sobrevienen a causa de
cualquier excitación violenta o una gran
pasión...”.
Don Lisandro Alvarado (9) inserta estos
comentarios sobre los ataques de Páez: "Un
escritor inglés que militó con Páez en los
llanos de Venezuela escribe: "El General
Páez padece de ataques epilépticos cuando
se excita su sistema nervioso, y entonces sus
soldados lo sujetan durante el combate o
imediatamente después de él. “La causa de
estos ataques de gota coral deben ser
atribuidos a causas hereditarias, pues el
género de vida que llevó Páez desde niño fue
de lo más a propósito para aguerrir y
fortalecer su constitución. Se corrobora esto
con la obsesión que lo acompaña de creer
que al tragar carne de pescado se convertía,
una vez en el estómago, en carne de
serpiente, y por la impresión de terror y
espanto que la vista de un ofidio le causaba,
hasta producirle, aún a la edad de ochenta
años, un acceso de epilepsia imediatamente.
No es de extrañar que en estas condiciones,
tanto las causas determinantes del mal como
las obsesiones variasen hasta imitar bastante
bien un estado histero-epiléptico".
Antecedentes Familiares. Basándonos en
los datos aportados por el acucioso historiador
yaracuyano, Don Nicolás Perazo (10) y el
interesante Trabajo Académico del Prof. David
Fernández (11) elaboramos el árbol
geneológico de Páez que insertamos en esta
presentación. En todo caso, no encontramos
ningún indicio de epilepsia en su constelación
familiar.
Antecedentes Personales. Páez no
merciona ninguna enfermedad o traumatismo
que pudiera invocarse como posible etiología
de su mal. La versión anecdótica de la
mordedura de un perro rabioso y de una
serpiente venenosa, podría quizás explicar su
ofidofobia; pero en contra de esta hipótesis
está su gran amor a los perros y en especial a
su perrito “Pinky”, compañero de su vejez,
cuya muerte le causó una inmensa pena.
Las condiciones primitivas en que ocurrió su
nacimiento, en aquel apartado e inhóspito
rincón de Curpa, podría invocarse como
posible causalidad; pero Doña Violante
aparece como una multípara sana, que ya
había dado a luz felizmente, a nueve vástagos
y a una niña más, después de José Antonio,
lo que parece descartar esta posible etiología.
Biotipología de Páez. Traemos a colación
este aspecto de la Constitución Física de
Páez, porque nuestro querido y recordado
amigo, el Maestro Gabriel Trómpiz escribió un
interesante trabajo sobra el particular, que
aparece inserto en "El Páez” de Vitelio Reyes
(12). Trómpiz, basándose en la tipología de
Sheldon y Stevens clasifica a Páez dentro del
grupo "Estático Somato-tónico", haciendo
algunas consideraciones sobre la mayor
incidencia de la Epilepsia en personas con
este tipo constitucional y su caracterología
correspondiente, siguiendo la misma línea de
la Biotipología Italiana y la más popularmente
conocida entre los psiquiatras de Kretschmer-
Jung, que relacionan la Epilepsia con la
constitución Atlética.
Al final de este trabajo haremos algunas
consideraciones sobre el caracter y la
personalidad de Páez, que constituyen uno de
los aspectos más interesantes de su perfil
biográfico.
DISCUSION DEL CASO
De lo hasta aquí expuesto resulta evidente
que Páez sufrió, a lo largo de su prolongada
existencia –83 años– unas crisis o ataques,
que le sobrevenían súbitamente,
desencadenadas generalmente por estímulos
emocionales, como la vista de una culebra
Ofidofobia; una excitación violenta: el fragor
de la batalla: como existen evidencias de que
le ocurrió en Chire, Ortiz y Carabobo; o alguna
situación de stress, como lo apunta Porter en
su Diario; o como le ocurrió ya anciano al
sufrir una fractura de la pierna en New York. A
veces parecía conservar un cierto grado de
conciencia; pero en otras, como la observada
por el Coronel English, hubo pérdida total del
conocimiento, convulsiones generalizadas y
espuma por la boca. Pasada la crisis quedaba
en un estado de debilidad general y en
ocasiones sufría una pérdida total o parcial del
uso de la palabra por tiempo indeterminado.
La pérdida del tono muscular era evidente,
puesto que se caía del caballo, siendo como
lo era un jinete consumado. Otro detalle que
llama la atención es su deambular sin rumbo,
corriendo graves peligros, como ocurrió
después de la batalla de Chire, con las
características propias de un Estado
Crepuscular Epilétpico.
En resumen: súbita pérdida del conocimiento,
convulsiones generalizadas, espuma por la
boca y recurrencia de estas crisis, sin ser la
consecuencia de una situación accidental –
traumática, tóxica o fébril–, con rápida y
pronta recuperación del conocimiento pasada
la crisis, son características fundamentales de
su cuadro clínico.
Con esta escueta sintomatología, quedarían
cubiertos los requisitos que la moderna
Epileptología exige para convalidar
clínicamente el diagnóstico de un síndrome
epiléptico, con crisis de gran mal, al paciente
que los presente recurrentemente; pero como
algunas de las crisis presentadas por Páez
ofrecen algunos rasgos atípicos,
consideramos necesario ahondar un poco
más en su análisis y ver, a la luz de los
conocimientos actuales en la materia y a
pesar de no poder contar con la presencia
física del paciente y no poderlo someter a los
exámenes que la moderna tecnología pone a
nuestra disposición, hasta dónde será posible
intentar un diagnóstico retrospectivo de su
terrible dolencia.
Como es bien sabido, lo que menos puede
ayudar en estos casos es la propia
declaración del paciente, por razones que
nadie podría expresar mejor que como lo ha
dicho el Dr. José Solanes (13): "Poco sabe el
paciente de lo que hace durante la crisis y no
mucho sabe de lo que siente. Un vacío se
abre en lo por él vivido. La nada se extiende
para él en la zona precisamente, en que los
demás, los que presencian el ataque,
perciben lo importante. Y cuando siente algo,
auras sensitivas o afectivas, recuerdos súbitos
y fugazmente suscitados en enigmáticas
reminiscencias lo que percibe, percibido sin
relación con lo que en el momento de la crisis
estaba viviendo, se le manifiesta como la
embolismática irrupción de lo misterioso en la
tranquila fluidez de lo vivido. El paciente se
enfrenta con un episodio de no-ser o de ser
distinto; en un instante determinado, se
convierte en alguien que por un tiempo deja
de ser o, si todavía es y siente, en alguien que
se percibe como cautivo de experiencias
nuevas e intrigantes ajenas a su vivir habitual
huérfanas de propósito y de sentido. El
síntoma principal le es pues perceptible tan
sólo en negativo; por la misma particularidad
de su afección, no puede participar en lo que
le constituye en persona afecta: los que le
rodean, saben más de su trastorno de lo que
él puede saber. Y recíprocamente, lo poco
que él sabe y lo que para él cuenta (los
fugaces fenómenos del aura o las misteriosas
vivencias de algunas epilepsias temporales),
poco cuenta para los demás, para quienes
ello queda en información tardía, mediata,
incorrecta e incompletamente comunicada. El
epiléptico asume la difícil posición de estar a
la vez marginado de sus síntomas y de estar
encerrado en ellos. No puede participar en lo
que para los demás le hace enfermo y no
puede hacer partícipes a los demás de lo que
para él es estar enfermo”.
Confieso que me siento tentado de continuar
citando estas extraordinarias apreciaciones de
mi apreciado y admirado amigo, el Dr.
Solanes, por el intenso y profundo contenido
filosófico y humanístico de su penetración en
ese complicado y misterioso mundo del
epiléptico, que es necesario tener muy en
cuenta para su cabal estudio y adecuado
tratamiento y que en el caso que aquí nos
ocupa tiene características muy especiales,
como lo señalaremos más adelante.
Esta ignorancia del propio paciente con
respecto a lo que realmente le acontece, en el
caso específico de Páez, simple idea de que
pudiera atribuirse a cobardía su reacción, era
suficiente motivo para que tratara de
mitificarla y atribuirle a su imperioso deseo de
lanzarse el primero al combate, lo que de
hecho hacía cuando no era por el ataque,
como lo demostrara en la “Toma de las
Flecheras”, en “Las Queseras del Medio” en la
propia acción de Carabobo, antes de caer
fulminado, por el mal y en tantos otros
episodios de su extraordinaria y heróica
carrera. El, por ejemplo, no menciona en
ningún momento su ofidofobia. Y uno se
pregunta, qué haría cuando se encontraba
con una culebra, lo que tenía que ocurrir
frecuentemente en el medio donde se
desarrolló gran parte de su vida.
En cuanto a la pregunta, de si un factor
emocional como ese, es capaz de
desencadenar una crisis epiléptica, la
respuesta es muy simple: SI, y no debería ser
necesario abundar en mayores explicaciones
sobre el particular; pero por razones que más
adelante se verán, creo necesario entrar en
algunas consideraciones sobre el particular.
Gavanach y McGoldrick (14) traen esta cita
muy pertinente al caso que nos ocupa:
“Durante la guerra se produjeron muchos
casos de epilepsia en los que el primer ataque
solía tener lugar al experimentarse la emoción
del combate y en otros tan sólo ante la
ansiedad de estar en una zona peligrosa”.
Pero son los Electro-Encefalo-Grafistas y
neurólogos en general, los que mejor conocen
el efecto desencadenante de factores
emocionales y de los factores “stressantes",
como la privación del sueño y tantos otros
estímulos utilizados a tal efecto, por lo cual
consideramos innecesario abundar en
mayores comentarios sobre el particular.
En cuanto a la crisis que sufriera en Yew York
a Ia vista de Ias boas, creo que ni Charcot
hubiera podido presentar, un caso más
demostrativo del cuadro clínico que él
denominó como Histero-Epilepsia, actualizado
por autores de reconocida solvencia y
fundamentados por estudios EEG practicados
durante la crisis, con resultados
absolutamente demostrativos de crisis
alternantes de tipo "funcional" y “orgánico",
para expresarlo en la antigua terminología
médica.
Así leemos en el sólido trabajo de Richard L.
Strub (15) y colaboradores: "Sin embargo,
como lo hemos mencionado en sección
previa, muchos pacientes tienen ambas crisis,
histéricas y verdaderas, en estos casos el
control es difícil y el médico se encuentra
frecuentemente muy inseguro en cuanto a la
frecuencia de las verdaderas crisis”. Y
continúan: "Igualmente se pueden encontrar
factores psicológicos precipitantes de las
crisis genuinas inducidas por "stress" ("Stress
Inducid”). Es suficiente apuntar que durante el
proceso de diagnóstico, el posible papel de
factores psicogenéticos, incluyendo crisis
histeroides, deben ser tomadas en cuenta.
Adicionalmente, cuando se están manejando
pacientes con una epilepsia bien
documentada, las variables psicológicas son
también importantes como conducta
concomitante de los desórdenes de la crisis
en sí misma o como factores funcionales
precipitantes de la crisis. Glaser nos ha
provisto recientemente con una interesante
revisión histórica de la histeria y de la
epilepsia".
En la revisión presentada por la "Comisión
para la Clasificación y Terminología de la Liga
Internacional Contra la Epilepsia" (15) en el
año de 1985, encontramos algunas
consideraciones que creemos pertinente
comentar. En la Exposición de Motivos
leemos. “La presente Comisión realiza, que
ninguna clasificación internacional sería
aceptada si se canoniza algún punto de vista”.
"Porque la ciencia es esencialmente pluralista,
una clasificación científicamente válida, tiene
que reflejar ese pluralismo”.
Encomiable posición que contrasta con
aquella afirmación del eminente epileptólogo
catalán L. Oller Daurella, cuando afirma que él
defendía el Diccionario de Epilepsia “a capa y
espada”, afirmación que me sonó más a
Torquemada que a Galileo”.
Y en cuanto a la clasificación en sí misma
dicen: “Los términos “idiopática” y
“sintomática” que son casi sinónimos exactos
de “primaria” y “secundaria” en su significado
internacional han sido preferidos en esta
clasificación por su claridad”. Y en cuanto al
caso específico que hoy nos ocupa, esta
interesante observación: “Algunos síndromes
desafían cualquier clasificación como
sintomáticas e idiopáticas, porque pueden
haber casos que son ambas cosas,
idiopáticas y sintomáticas en este síndrome o
porque haya una evidencia insuficiente para
su ubicación definitiva”. “En esta Clasificación
proponemos una categoría de síndromes
especiales. Esto permite el manejo de datos
de pacientes con características específicas
que identifican la calidad de su epilepsia. Por
ejemplo pacientes con crisis parciales con
complejo músico-genético”.
Y posteriormente encontramos la descripción
de estos síndromes especiales con tres tipos:
Convulsiones Febriles, Epilepsias
caracterizadas por el factor precipitante
específico (epilepsias reflejas) y el Síndrome
de Kokewnikow.
Pasamos a describir el segundo grupo: “En
las formas simples las crisis son precipitadas
por estímulos sensitivos simples (ej. “light
flashes”). La intensidad del estímulo es
decisiva, la latencia, de la respuesta corta
(segundos o menos) y la anticipación mental
del estímulo, sin efecto. En las formas
complejas, el mecanismo detonante es más
elaborado (ej. la vista de la propia mano, oir
una cierta pieza musical). El patrón específico
del estímulo no su intensidad, es el factor
decisivo. La latencia de la respuesta es más
larga (minutos) y la anticipación mental del
estímulo, aún en sueños, puede ser efectiva”.
Hechas estas disquisiciones, nos atrevemos a
concluir que Páez sufrió a lo largo de su vida,
de un síndrome epileptideo, con crisis
ocasionales de un mal, clasificable como una
epilepisia idiopática generalizada, en las
cuales factores emocionales (estress y
ofidofobia) constituían un evidente factor
desencadenante revistiendo algunas de estas
crisis el carácter de la llamada Histero-
Epilepsia de Charcot.
En cuanto a una posible localización,
sabemos que esto es imposible sin contar con
la presencia física del paciente y la posibilidad
de practicarle un examen neurológico
exhaustivo, incluyendo un
electroencefalograma continuo y
computarizado, un TAC e incluso una
Resonancia Magnética Nuclear.
Es Posible que algunas de sus crisis hayan
tenido las características de crisis automáticas
y el rico componente emocional podría
orientarnos a pensar en una epilepsia
temporal; pero ya esto caería en el campo de
una mera especulación sin base científica
para demostrarlo.
Caracterología y Personalidad de Páez.
“En un hombre de noble apariencia –a pesar
de no ser alto– de aspecto agradable y
expresivo, con ojos brillantes y agudos” según
Porter. (8)
“A la cabeza de su Estado Mayor, se dirigió
Páez a la Catedral. Era otro hombre: las botas
de montar, el uniforme soberbio,
resplandeciente de condecoraciones, el
penacho ondeante sobre su sombrero
galoneado, le daban el aspecto de un Mariscal
de Francia. Marchaba gallardamente diez
pasos delante de su comitiva. “Nunca he visto
figura militar más hermosa”. Y comenta
Augusto Mijares (17): “Martín-Maillefer había
visto de cerca a varios Mariscales de
Napoleón, y también a jefes militares de
excepcional gallardía, como La Fayette, a
quien menciona con agradecimiento. Es,
pues, realmente sorprendente esa
supremacía que le concede a Páez.
Qué contraste con esta descripción de Mauz
(18) del hábito corporal del epiléptico: “En un
rostro amorfo, ancho, sin estructura,
descubrimos dos ojos, que no van dirigidos
activamente hacia lo que les rodea, en
coordinación vivaz con una fina inervación del
resto de la mímica, sino por el contrario,
adhiriéndose pasivamente a una persona u
objeto del mundo circundante. Con eso resulta
aquella mirada animal, fiel y apacible que ya
describió Dostojewski”.
Fuerza hercúlea, notable agilidad física y
mental. Extraordinaria capacidad de
adaptación tanto al medio físico como al
ambiente social. Afán y voluntad de
superación que le permite alternar con sus
llaneros primitivos y semisalvajes, para
después no hacer mal papel cuando el
Emperador Napoleón III lo distingue con el
honor de sentarlo al lado de la Emperatriz
Eugenia en la ceremonia del bautizo del
Delfín, habiendo ya podido leer en francés
original a Voltaire, Rousseau y haber
traducido y comentado escritos militares de
Napoleón. Llega a hablar fluidamente el inglés
y cambia su cuatro serenatero por el chelo,
que al parecer logra ejecutar con cierto
virtuosismo, así como a cantar áreas
operáticas y a componer algunas piezas
musicales, sin dejar de ser un imbatible
contrapunteador en las fiestas llaneras. Su
excelente memoria, que conserva a través de
los años, le permite complementar con
acusiosidad los datos aportados en su
Autobiografía. Gran y grato conversador, lo
convierten en centro de atención en las
veladas propiciadas por sus gentiles
anfitriones –la familia Carranza– en Buenos
Aires y siendo ya un anciano, conserva sus
dotes de gran bailador y deleita con su
excelente voz de tenor a sus contertulios, sin
descuidar los negocios que lo llevaron a la
Argentina con el propósito de superar su
precaria situación económica. Y nos haríamos
interminables si tratáramos de enumerar los
rasgos caracterológicos de Páez, bien
conocidos además por todos los venezolanos,
de manera que si hemos traído a colación
este punto, ha sido, en primer lugar en
atención al trabajo y mencionado del Maestro
Trómpiz y muy especialmente porque Páez
constituye la más evidente antítesis de la tan
comentada supuesta personalidad epiléptica,
que tantas páginas ocupó en los clásicos
tratados de Psiquiatría.
Sé muy bien que en anteriores Jornadas
realizadas aquí en Barquisimeto este tema fue
exhaustivamente estudiado y analizado y que
la Sociedad Venezolana de Neurología aceptó
y se acogió a las normas del Diccionario de
Epilepsia elaborado por Gastaut y
colaboradores.
Finalmente quiero repetir lo que dije en 1987
en Reunión Científica de la Sociedad
Venezolana de Psiquiatría: que para las
actividades de la Liga Venezolana Contra la
Epilepsia, la figura de Páez, héroe casi mítico
de nuestra Historia Patria, puede servir de
ejemplo y aliento para las víctimas de esta
terrible afección, que en la vida de este
hombre extraordinario deben encontrar una
prueba inequívoca de todo lo que puede ser
capaz de realizar un epiléptico y ahora con
mayor razón, con todos los recursos
diagnósticos y terapéuticos a nuestro alcance.

BIBLIOGRAFIA
1) Páez, Gral. José Antonio. Autobiografía.
Ediciones Antártida. Caracas. 1945.
2) Páez, Ramón. Escenas Rústicas en Sur
América o La Vida en Los Llanos de
Venezuela. Ediciones Centauro. Caracas.
Venezuela. 1980.
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María Francia. New York del 9-10-1850.
Páez Peregrino y Proscrito. Rafael Ramón
Castellanos. Italgráfica. Caracas-
Venezuela. 1975. pág. 276.
4) Ol'Eary, Cnel. D.F. Juicios Sobre la
Personalidad del Gral. José A. Páez.
Biblioteca de la Academia Nacional de la
Historia. Vol. 17. Caracas 1974.
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Barinas. Edición Centenario de La Casa
Gathman. 1853-1953.
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Venezuela. Caracas. Imprenta de la
Patria. 1890.
7) Hipisley. Narrativa of the Expedition to the
Rivers Orinoco and Apure in South
América. London, 1819. Vol. 17. Biblioteca
de la Academia Nacional de la Historia.
Caracas, 1974.
8) Porter, Sir Robert Ker. Caracas Diary. Ed.
por Walter Dupouy. Editorial Arte.
Caracas. 1966.
9) Alvarado, Lisandro. Neurosis de Hombres
Célebres. Vol. 13. La Doctrina Positivista.
Tomo I. Presidencia de La República.
Caracas. 1961.
10) Perazo, Nicolás. Documentos para la
Historia del Gral. José Antonio Páez.
Biblioteca Nacional de la Historia. Vol. 21.
Tomo I. Caracas. 1976.
11) Fernández, Prof. David. Ascendencia
Canaria del General Páez. Boletín de la
Academia de la Historia. Tomo LXIII. N°
251. Julio-Septiembre 1980.
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Gral. José Antonio Páez. “Páez:
Venezolano Integral. Vitelio Reyes.
Imprenta Nacional. Caracas - Venezuela.
1957.
13) Solanes, Dr. José. Los Mecanismos
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la Enfermedad. Sus particularidades en la
Epilepsia. Coloquio sobre Síndromes
Epilépticos. Archivos Venezolanos de
Psiquiatría y Neurología. Número
Especial. Vol. N° 35. Julio-Diciembre
1970.
14) Cavanagh, Dr. John H. y McGoldrick, Dr.
James B. Psiquiatría Fundamental.
Editorial Luis Miracle, S.A. Barcelona,
1963.
15) Strub, Richard L. y Black, F. William.
Organic Brain Syndrome: An Introduction
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International League Against Epilepsy.
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York. International League Against
Epilepsy.
17) Mijares, Augusto. Prólogo. Juicios sobre la
Personalidad del Gral. José Antonio Páez.
Biblioteca de la Academia Nacional de la
Historia. 17.
18) Mauz. Citado por Oswald Bumke. Nuevo
Tratado de Enfermedades Mentales. F.
Seix. Edition. 1946.

OTRAS FUENTES:

Oller Daurella, L.,Oller Ferre-Vidal, L., Turner,
Marcos. La Epilepsia. Paidos. Neuropsilogía. Ed.
Paidos. Buenos Aires-Barcelona. 1983.
Jornadas Sobre Epilepsia. Memorias. Sociedad
Venezolana de Neurología. Publicación Dirigida y
Revisada por los Drs. Nazareno Campagnucci y
Pablo Pineda. Barquisimeto, Venezuela, 1980.
Gerstle de Pasquet, Dra. Edith. Trastornos del
Lenguaje en Pacientes Epilépticos. III Jornadas
sobre Epilepsia. Barquisimeto. Febrero de 1987.
Alfonzo Vaz, Carlos. Páez y Argentina. Talleres de
la Escuela Técnica Popular Don Bosco. Caracas,
1975.

*Cortesia del Dr Rafael Arteaga Romero, médico pediatra,tataranieto del "Ciudadano Esclarecido" General en Jefe José Antonio Páez, fundador de la República de Venezuela

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