lunes, 27 de enero de 2014

Resultado de la autopsia realizada al Libertador




Eumenes Fuguet Borregales (*)
El Libertador envía un mensaje al Congreso Admirable el 27 de abril de 1830 indicando su irrevocable renuncia; procede a empacar sus pocas pertenecías, se traslada desde Bogotá hacia Cartagena el 8 de mayo.
Deseaba embarcar hacia Curazao, seguir a Jamaica y Londres para atender la maltrecha salud; pero, no disponía de  dinero para costear el viaje, ni fortaleza para soportar la larga y penosa travesía. El general Mariano Montilla Cmdte. del Dpto. del Magdalena, coordina con el Don Joaquín de Mier y Benítez, dueño del buque “Manuel”, Casa de la Aduana y hacienda de San Pedro Alejandrino, la atención en Santa Marta del  ilustre enfermo, último lugar adonde llega el día 6 de diciembre. El 10 dicta su Testamento y la Proclama a los pueblos de Colombia. Fallece el 17 pasadas la una de la tarde. A las 4 de la tarde en presencia de los señores Generales Montilla y José Laurencio Silva, habiéndose hecho la inspección del cadáver en una de las salas de la habitación de San Pedro, ofreció los caracteres siguientes: 
HABITUD DEL CUERPO. Cadáver a los dos tercios de marasmo, descoloramiento universal, tumefacción en la región del sacro, músculos muy poco descoloridos, consistencia natural.  
CABEZA. Los vasos de la aracnoides en su mitad posterior ligeramente inyectados, las desigualdades y circunvoluciones del cerebro recubiertas por una materia pardusca de consistencia y transparencia gelatinosa, un poco serosa semi roja bajo la dura-mater: el resto del cerebro y cerebelo no ofrecieron en su sustancia ningún patológico. 
PECHO. De los dos lados posterior y superior, estaban adheridas las pleuras costales por producción semimembranosas: endurecimiento en los dos tercios superiores de cada pulmón; el derecho casi desorganizado presentó un manantial abierto de color de las heces del vino, jaspeado de algunos tubérculos de diferentes tamaños no muy blandos; el izquierdo, aunque menos desorganizado, ofreció la misma afección tuberculosa, dividiéndolo con el escalpelo, se descubrió una concentración calcárea y regularmente angulosa del tamaño de una pequeña avellana. Abierto el resto de los pulmones con el instrumento, derramó un moco pardusco que por la presión se hizo espumoso. El corazón no ofreció nada particular, aunque bañado en un líquido ligeramente verdoso contenido en el pericardio.  
ABDOMEN. El estómago dilatado por un licor amarillento de que estaban fuertemente impregnadas sus paredes, no presentó sin embargo ninguna lesión ni flogosis: los intestinos delgados estaban ligeramente meteorizados: la vejiga, enteramente vacía y pegada bajo el pubis, no ofreció ningún carácter patológico. El hígado, de un volumen considerable, estaba un poco escoriado en su superficie convexa; la vejiga de la hiel muy extendida; las glándulas mesentéricas obstruidas; el vaso y los riñones en buen estado. Las vísceras del abdomen en general no sufrían lesiones graves. 
Según este examen, es fácil reconocer que la enfermedad de que ha muerto S. E. el Libertador era en su principio un catarro pulmonar, que habiendo sido descuidado, pasó al estado crónico…Si se atiende a la rapidez, la enfermedad en su marcha, y a los signos patológicos observados sobre el órgano de la respiración, naturalmente es de creerse que las causas naturales influyeron en los procesos de esta afección. No hay duda que agentes físicos ocasionaron primitivamente el catarro del pulmón, tanto más cuando que la constitución individual favorecía el desarrollo de esta enfermedad, que la falta de cuidado la hizo más grave; que el viaje por mar, que emprendió el Libertador con el fin de mejorar su salud, le condujo al contrario a un estado de consunción deplorable…. Debe observarse  que el Libertador, cuando el mal estaba en su principio, se mostró muy indiferente a su estado de salud, y se denegó a admitir los cuidados de un médico: él mismo lo ha confesado que sus enemigos le hartaban de disgustos, y que estaba más expuesto a los ultrajes de aquellos a que sus beneficios habían hecho ingratos… Entonces pidió con ansia los socorros de la medicina. Pero ¡ah! ¡Ya no era tiempo! El sepulcro estaba abierto aguardando la ilustre víctima, y hubiera sido necesario haber un milagro para impedirle descender a él.
San Pedro, Diciembre 17 de 1830 a las ocho de la noche.
Alejandro Próspero Reverend.                                    Es copia: J. A. Cepeda, secretario

Historia y Tradición
(*) Gral. de Bgda                                                                                                    @churuguarero.com
@eumenesfuguet

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