Eumenes Fuguet
Borregales (*)
El Libertador envía un mensaje al Congreso Admirable el 27 de
abril de 1830 indicando su irrevocable renuncia; procede a empacar sus pocas
pertenecías, se traslada desde Bogotá hacia Cartagena el 8 de mayo.
Deseaba
embarcar hacia Curazao, seguir a Jamaica y Londres para atender la maltrecha
salud; pero, no disponía de dinero para
costear el viaje, ni fortaleza para soportar la larga y penosa travesía. El
general Mariano Montilla Cmdte. del Dpto. del Magdalena, coordina con el Don
Joaquín de Mier y Benítez, dueño del buque “Manuel”,
Casa de la Aduana y hacienda de San Pedro Alejandrino, la atención en Santa
Marta del ilustre enfermo, último lugar
adonde llega el día 6 de diciembre. El 10 dicta su Testamento y la Proclama a
los pueblos de Colombia. Fallece el 17 pasadas la una de la tarde. A las 4 de
la tarde en presencia de los señores Generales Montilla y José Laurencio Silva,
habiéndose hecho la inspección del cadáver en una de las salas de la habitación
de San Pedro, ofreció los caracteres siguientes:
HABITUD DEL CUERPO. Cadáver
a los dos tercios de marasmo, descoloramiento universal, tumefacción en la
región del sacro, músculos muy poco descoloridos, consistencia natural.
CABEZA.
Los vasos de la aracnoides en su mitad posterior ligeramente inyectados, las
desigualdades y circunvoluciones del cerebro recubiertas por una materia
pardusca de consistencia y transparencia gelatinosa, un poco serosa semi roja
bajo la dura-mater: el resto del cerebro y cerebelo no ofrecieron en su
sustancia ningún patológico.
PECHO. De los dos lados posterior y
superior, estaban adheridas las pleuras costales por producción
semimembranosas: endurecimiento en los dos tercios superiores de cada pulmón;
el derecho casi desorganizado presentó un manantial abierto de color de las
heces del vino, jaspeado de algunos tubérculos de diferentes tamaños no muy
blandos; el izquierdo, aunque menos desorganizado, ofreció la misma afección
tuberculosa, dividiéndolo con el escalpelo, se descubrió una concentración
calcárea y regularmente angulosa del tamaño de una pequeña avellana. Abierto el
resto de los pulmones con el instrumento, derramó un moco pardusco que por la
presión se hizo espumoso. El corazón no ofreció nada particular, aunque bañado
en un líquido ligeramente verdoso contenido en el pericardio.
ABDOMEN.
El estómago dilatado por un licor amarillento de que estaban fuertemente
impregnadas sus paredes, no presentó sin embargo ninguna lesión ni flogosis:
los intestinos delgados estaban ligeramente meteorizados: la vejiga,
enteramente vacía y pegada bajo el pubis, no ofreció ningún carácter
patológico. El hígado, de un volumen considerable, estaba un poco escoriado en
su superficie convexa; la vejiga de la hiel muy extendida; las glándulas
mesentéricas obstruidas; el vaso y los riñones en buen estado. Las vísceras del
abdomen en general no sufrían lesiones graves.
Según este examen, es fácil
reconocer que la enfermedad de que ha muerto S. E. el Libertador era en su
principio un catarro pulmonar, que habiendo sido descuidado, pasó al estado
crónico…Si se atiende a la rapidez, la enfermedad en su marcha, y a los signos
patológicos observados sobre el órgano de la respiración, naturalmente es de
creerse que las causas naturales influyeron en los procesos de esta afección.
No hay duda que agentes físicos ocasionaron primitivamente el catarro del
pulmón, tanto más cuando que la constitución individual favorecía el desarrollo
de esta enfermedad, que la falta de cuidado la hizo más grave; que el viaje por
mar, que emprendió el Libertador con el fin de mejorar su salud, le condujo al
contrario a un estado de consunción deplorable…. Debe observarse que el Libertador, cuando el mal estaba en su
principio, se mostró muy indiferente a su estado de salud, y se denegó a
admitir los cuidados de un médico: él mismo lo ha confesado que sus enemigos le
hartaban de disgustos, y que estaba más expuesto a los ultrajes de aquellos a
que sus beneficios habían hecho ingratos… Entonces pidió con ansia los socorros
de la medicina. Pero ¡ah! ¡Ya no era tiempo! El sepulcro estaba abierto
aguardando la ilustre víctima, y hubiera sido necesario haber un milagro para
impedirle descender a él.
San Pedro, Diciembre 17 de 1830 a las ocho de la noche.
Alejandro Próspero Reverend. Es copia:
J. A. Cepeda, secretario
Historia y Tradición
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