viernes, 24 de abril de 2015

José Gregorio Hernández Cisneros: entre la Ciencia y la fe




 Por David R. Chacón Rodríguez. 
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         Fue Isnotú, un pequeño pueblecito montañoso de los Andes Trujillanos, el lugar escogido por la Divina Providencia para que naciera allí, el 26 de octubre de 1864, el niño José Gregorio Hernández Cisneros, quien con el correr de los años vendría a ser el primer venerable de la iglesia venezolana.
         Sus padres se habían conocido en el pueblo de San Alejo de Boconó, en donde vivieron hasta la guerra de la Federación. Cuando empezó la contienda don Benigno, se vio perseguido por Martín Espinosa, un liberal exaltado que debido a sus discrepancias políticas, juró aplicarle la sentencia capital, por militar  en el bando opuesto.  Al saber la noticia de que Espinosa se acercaba a su hacienda con el fin de cumplir su injusta amenaza, Benigno, ante el inminente peligro resolvió huir, donde no le alcanzaran los odios del caudillo analfabeto y anodino. Avisándole previamente a su amada, a media noche, cuando ya todo el mundo estaba dormido emprendió su viaje en una briosa yegua que llevaba enfundados los cascos para silenciar sus pisadas. Cuando pasó por la casa de su prometida, ésta le salió al paso jineteando una impetuosa cabalgadura expresándole que estaba lista para correr con él la misma aventura en lueñas tierras desconocidas. Como no había tiempo para avisarle a nadie, grávidos de temores y peligros se marcharon juntos, en esa ruta de azares y angustias.  Después de varios días de caminos, llegaron a Isnotú, donde contrajeron matrimonio el 22 de octubre de 1862.
         José Gregorio, fue el 2º hijo del matrimonio formado por Don Benigno María Hernández Manzaneda y Josefa Antonia Cisneros Mansilla, de esta unión nacerán en total siete hermanos: María Isolina (24-5-1863); José Gregorio (26-10-1864); María Isolina del Carmen (25-5-1866); María Sofía (29-9-1867); César Benigno (30-8-1869); José Benjamín Benigno (6-8-1870); y Josefa Antonia Hernández Cisneros (24-8-1872).
         Con autorización del párroco de Escuque, don Zoilo Troconis, el 30 de enero de 1865 recibió del presbítero Sinforiano Briceño, el sacramento del  bautismo en la iglesia Parroquial del Santísimo Nombre de Jesús de Escuque, actuando como padrinos Tomás Lobo y Perpetua Enríquez.
         Dos años después, en diciembre de 1867, el joven José Gregorio, aprovechando la visita pastoral del Obispo de Mérida, Monseñor Juan Hilario Bosset, toma la confirmación apadrinado por el Presbítero Francisco de Paula Moreno.
         José Gregorio celebra su primera comunión, en la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Rosario de Libertad.
         El 28 de agosto de 1872, muere la madre de José Gregorio, doña Josefa Antonia Cisneros, cincuenta y cuatro días antes de cumplir los 10 años de matrimonio. Los funerales tuvieron lugar en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Rosario de Libertad.
         Su recuerdo amable y cariñoso quedó grabado en él y una vez lo condensó con estas palabras: Mi madre, que me amaba, desde la cuna me enseñó la virtud, me crió en la ciencia de Dios y me puso por guía la santa caridad.
         El 16 de noviembre de 1876, su padre contrajo nuevas nupcias con Doña María Hercilia Escalona. El matrimonio se efectuó en la  parroquia de San Alejo de Boconó. De esta unión nacerán otros seis niños.
         Las primeras letras las recibió de su madre, quién además de enseñarle los rudimentos de lenguaje, urbanidad y matemáticas, le inculcó el amor por el catecismo, la historia sagrada y sus obligaciones para con Dios y con la Patria. Posteriormente, fue inscrito en la única escuela privada existente en Isnotú, la de Pedro Celestino Sánchez, un viejo lobo de mar, y su esposa Carmen Sánchez de Jelambi, quienes después de cuatro años de enseñanza le sugirieron al padre que lo enviara a Caracas, pues poco quedaba por enseñarle. Siguiendo su consejo, en febrero de 1878, a los 13 años de edad, parte hacia la capital en compañía de dos amigos de su padre, los diputados al Congreso, Jesús Romero y Francisco Vásquez, con el fin de estudiar sus cursos preparatorio y filosófico. Una vez matriculado en el Colegio Villegas, obtuvo  las más altas calificaciones, tal es así, que el Director, Doctor Guillermo Tell Villegas, al darse cuenta de las brillantes cualidades que se escondían en el nuevo alumno, lo nombró, aún siendo estudiante de primer año de filosofía, catedrático de aritmética e Inspector vigilante, cargos estos que desempeñó con esmerada competencia durante su permanencia en el establecimiento. En esa época sus profesores fueron: Guillermo Tell Villegas, Celedonio Rodríguez, Juan José y Pedro Aguerrevere, Pablo Acosta Ortiz, Andrés María Caballero, Rafael Seijas, Félix Soublette y Francisco J. Mármol.
         Dice Núñez Ponte que desde ese tiempo ya se asomaba en Hernández aquel fondo de incontrastable rectitud, espíritu de justicia, ansia de saber, gravedad del trabajo y criterio práctico negado a lo quimérico, a lo ligero y a lo frívolo. Espejo de juventud, nada le falta ni en brillo, ni en tersura, ni en fineza. Aunque de exterior retraída y en apariencia frío, guarda un alma tierna, desinteresada y ardiente, y mediante la reflexión habitual, el apego firme al deber y la regularidad perseverante de la vida llegará  a apurar el acerado temple de ánimo que ha de distinguirle siempre.
         En junio de 1882, José Gregorio termina el Bachillerato, y comienza sus estudios de Medicina en la Universidad Central de Caracas, donde siempre obtuvo las calificaciones más altas y sus catedráticos, los doctores José de Briceño, José Ignacio Cardozo, Alejandro Frías, Adolfo Frydensberg, Calixto González, Vicente G. Guánchez,  Nicanor Guardia, E. Jelambi, Guillermo Morales, Elías Rodríguez, José Urbano, Manuel Velásquez, Antonio José Villegas y muchos otros tuvieron siempre por él un profundo respeto y admiración.
         Era tanta sus sed de conocimientos, que al poco tiempo los textos de la Facultad  le parecieron deficientes; razón por la cual pidió a París las obras más recientes y completas de Anatomía, Fisiología, Patología, Terapéutica e Higiene. José Gregorio era un hombre erudito y sabio que además del castellano estaba versado en otros idiomas, tales como el latín, inglés, francés, italiano, alemán y portugués, de cuyos autores acostumbraba a leer los clásicos en las áreas de ciencia, arte, historia, literatura, filosofía y poesía. Vivía especial satisfacción de saber cada día algo más que el anterior, de intimar con el pasado, de comprender mejor los fenómenos de la vida, los procesos de la naturaleza, etc.
         El 19 de junio de 1888 presentó su examen de Bachiller en Ciencias Médicas, tocándole disertar sobre La doctrina de Laennec que asienta la unidad del tubérculo es hoy una verdad comprobada a pesar de la escuela de Virchow que sostiene la dualidad. La exposición resultó ser excelente y por eso mereció su publicación. 
         El  29 de junio de ese mismo año, en presencia del Rector Doctor Santos Dominici, sacó a la suerte las tres preguntas que la facultad de Medicina mandaba por ley y le tocó defender las siguientes tesis: 1º- Medios para distinguir la locura simulada de la locura real.; 2º- El lavado del estómago es una operación inocente y de gran utilidad en las operaciones de este órgano en que esté indicado.; 3º- En casa de cálculo vesical, ¿cuándo está indicada la litotricia y cuándo las diferentes especies de talla?, y Después de superar esta prueba, al día siguiente presentó su examen para obtener el título de Doctor en Ciencias Médicas, también en presencia del Rector y cinco examinadores, que lo interrogaron acerca de los diferentes temas de la carrera, durante media hora cada uno. El examen fue público y asistió gran número de personas, además de los estudiantes, siendo aprobado por unanimidad como sobresaliente. El Rector Dominici, al otorgarle el título, le dijo las siguientes frases proféticas: Venezuela y la medicina esperan mucho del Doctor José Gregorio Hernández. Cuando se graduó tenía veinte tres años. Su aprecio y admiración hacia la familia Dominici  lo llevó a borlarse el día del santo de Pedro Cesar y su padre que llegó a quererlo como un hijo, decidió que su triunfo se celebraría en su casa.
         Para hacerle frente a sus nuevas obligaciones, el 18 de agosto se traslada a su pueblo natal con el fin de ejercer su profesión, pero lamentablemente la invidia medicorum, como el mismo la llamara, lo hizo regresar a Caracas porque en Isnotú, los dos médicos del pueblo, que además eran los jefes de los partidos políticos allí representados, le hicieron la guerra y lo tildaron de godo. 
         Al poco tiempo de llegar  José Gregorio se encontró con su antiguo profesor de fisiología e higiene, el Doctor Calixto González, médico de cabecera del entonces Presidente de la República General y fundador del Hospital Vargas, Doctor Juan Pablo Rojas Paúl, quien al manifestarle su deseo de ampliar sus conocimientos, le recomienda ante el Primer Mandatario para que le conceda una beca  para seguir estudios de Microscopía, Histología Normal y Patológica, Fisiología Experimental y Bacteriología.
         Durante su estadía en París y Berlín, estudia con Matías Duval, quien le imparte las materias de microscopía, embriología e histología; Charles Richet, en fisiología; y con Isidore Straus, en Bacteriología.
         Allí en la ciudad luz sus compañeros se divierten y hablan de las nuevas tendencias filosóficas y religiosas. Muy pocos creen en Dios y ninguno va a misa. Todos conocen al Doctor Hernández y lo invitan a sus fiestas y reuniones pero ninguno consigue que acepte. Con ellos sólo compartirá en la Universidad y en los hospitales.
         Como al Doctor Hernández, la vida nocturna de París nunca le llamó la atención, un grupo de amigos que formaban parte de la colonia estudiantil venezolana en París, se reunió con la intención de jugarle un broma, lo invitaron a una reunión con la excusa de celebrar la fecha patria del 5 de julio, con la promesa de que serían muy formales para que no se enfadase. El Doctor Hernández ingenuamente creyó en la veracidad de sus amigos y asistió a la cita  en casa de las mujeres de mala vida que ellos previamente habían aleccionado. Una de ellas, La Chaton, tenía fama de hacer caer aún a los más castos, por lo tanto ella fue la elegida para tentar al joven José Gregorio. Cuando él llegó, no dudó ni un instante que se trataba de distinguidas señoras de sociedad y como a tales las saludó muy respetuoso. Sus compañeros maliciosamente sonreían divertidos. Poco a poco fueron retirándose hasta dejarlo sólo con La Chaton, pensando en el éxito que ella obtendría. Después de media noche volvieron sigilosamente, pero sólo encontraron a La Chatón que lloraba desconsoladamente, y entre sollozos les decía: Ustedes son unos bandidos..., Por burla me han dejado con un verdadero Santo..., Estoy arrepentida de mi vida de pecado...Las cosas que me ha dicho ese hombre.... ante esta lamentable situación, donde José Gregorio no se dejó avasallar por seducciones ni intereses terrenos, todos se quedaron mudos y por un tiempo Hernández no les dirigió la palabra, ni en su vida volvió a hablar de este suceso. Para ese entonces José Gregorio tenía 26 años.

José Gregorio Hernández, franciscano seglar

Al tratar las virtudes heroicas del Dr. José Gregorio Hernández debemos mencionar que fue un católico ejemplar, modelo de fe, de caridad cristiana y santidad comprobada. En su deseo de perfección, abrazó el estado de los penitentes que llevaban una vida de duras mortificaciones, castidad y  continencia perpetua. Para realizar su programa de vida espiritual siguió el ejemplo de San Francisco de Asís que presenta al hombre como un ser de amor y se comprometió a vivir el Evangelio siguiendo las huellas de Cristo, a la manera que él expuso en sus «Memoriale propositi» (1221) y a las Reglas aprobadas por los Sumos Pontífices Nicolás IV y León XIII, quien en un intento de democracia cristiana, el viernes 15 de mayo de 1891, promulgó la famosa Encíclica Rerum Novarum «De las cosas nuevas» o «De los cambios políticos», que acomodan a los seglares a las exigencias y a las esperanzas de la santa Iglesia, en las nuevas condiciones de los tiempos y para cumplir sus propósitos el 7 de diciembre de 1899, se inscribe Orden Franciscana Seglar.

Como vecino de la iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes practicaba con santo deleite las infinitas excelencias de la vida religiosa. Concurría diariamente, entre las seis y las siete de la mañana, con asiduo fervor y diligente devoción, en visita edificante a la Santa Misa, comulgando en la más conmovedora postura, después se arrodillaba en el lado sur del arco que une la nave central con la lateral, donde se encuentra el altar de La Piedad y la epístola del Altar. En ese momento, siguiendo a los humildes hijos del Patriarca de Asís, vestía la librea del terciario con su santo escapulario y cuerda.
                                                  


. En aquel tiempo La toma de habito consistía  en profesar por  un año, la Regla y vida de los Franciscanos Seglares que consistía en guardar el Santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo siguiendo el ejemplo de San Francisco de Asís, que hizo de Cristo el inspirador y centro de su vida con Dios y con los hombres. Cristo don del amor del Padre, es el camino hacia Él, es la verdad en la cual nos introduce el Espíritu Santo, es la vida que Él ha venido a traer abundantemente.
Los franciscanos seglares se dedicaban asiduamente a la lectura del Santo Evangelio, pasando del Evangelio a la vida y de la vida al Evangelio".
Una vez Razetti recordando las virtudes de José Gregorio escribió a sus familiares diciendo: Creo que hay virtudes que se pueden imitar, pero la castidad de Hernández no..., y así era en efecto, el doctor Hernández pasaba sus ratos de descanso leyendo, tocando violín o piano y pintando. A una de sus cuñadas una vez le regaló un cuadro del Sagrado Corazón,  hecho por él, y otro de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de la cual era muy devoto.
         De regreso a Caracas, en 1891, fue designado catedrático de Histología Normal y Patología, Fisiología y Bacteriología en la Universidad Central de Venezuela.
         Antes del doctor Hernández, la enseñanza de la medicina en Venezuela se hacía mediante figuras pintadas en los textos, descripciones éstas que se aprendían y se repetían en coro. Siendo escasa la práctica rutinaria. Es con él cuando se inicia la verdadera reforma con la implementación de la medicina experimental en Venezuela, poniéndose en práctica el uso del microscopio, los contajes globulares, las vivisecciones animales, la teoría celular de Virchow y la estructura celular. Fue tal su escuela, que el Doctor Diego Carbonell expresó: Hernández fue el biólogo más ilustre que haya brillado en la Escuela Médica de Caracas.
         Todo el fruto de su inteligencia y de su sensibilidad las plasmó en los predios de la ciencia y del arte con profunda naturalidad. Entre los trabajos publicados en área científica, que Razetti llamó Hermosos capítulos de ciencia alta y profunda, legados a la cultura nacional, figuran: Sobre el número de glóbulos rojos; Sobre la angina de pecho de naturaleza palúdica (en colaboración con el Dr. Nicanor Guardia; Elementos de Bacteriología; Elementos de Embriología. Prolegómenos. (Sus escritos originales sobre esta materia se extraviaron); Estudio sobre la anatomía patológica de la fiebre amarilla (En colaboración con Felipe Guevara Rojas). Nota preliminar acerca del tratamiento de la tuberculosis por el aceite de chaulmoogra.
De su cátedra como profesor, se encuentran las clases que dio a un grupo de sus alumnos, figurando entre ellas: Lecciones de Bacteriología I-IX, (dictadas durante el año 1873. Fueron recogidas por los Bachilleres José A. Cuevas y José H. Cardozo); Lecciones  tomadas en sus clases Fisiología; Lecciones tomadas en  sus clases de Histología y Embriología; Lesiones anatomopatológicas de la pulmonía simple o crupal; Lecciones tomadas en sus clases de Bacteriología y Parasitología; Lecciones tomadas en sus clases de Anatomía Patológica, recogidas por el Bachiller José Izquierdo. Y en el ramo humanístico tenemos: El Señor Don Nicanor Guardia; La verdadera enfermedad de Santa Teresa de Jesús. (Inédito e inconcluso); Elementos de Filosofía, que fue obra de texto en diversos centros educacionales, y en cuyo prólogo expresaba: (Presenta con gran claridad sus convicciones filosóficas). Visión de Arte. (Sueño donde describe el cuadro de la Multiplicación de los panes de Arturo Michelena); En un vagón, es un argumento sobre el libre albedrío); Los Maitines. (Describe con toda elegancia los que presenció en La Cartuja).

         En 1904 es llamado para ocupar el sillón Nº XXVIII como Miembro fundador de la Academia Nacional de Medicina, y al año siguiente, recibió la Medalla de Instrucción Pública.
         Poniendo de un lado la brillante posición que ocupaba por su virtud y saber, decidió obedecer el llamado de Dios, y el 16 de julio de 1908, cuando frisaba los 44 años de edad,  viaja a Europa con el fin de ingresar a la Cartuja de Farneta cerca de la ciudad de  Lucca, en Italia. Durante su permanencia de diez meses como Cartujo  tomó el nombre de Fray Marcelo. Esta exigente orden religiosa (ordo cartusiensis), fundada en Francia por San Bruno en el año 1806, se caracteriza por llevar una vida de anacoretas, es decir, sacerdotes que viven solos en el desierto. La oración, la lectura y el trabajo manual, que consiste principalmente en copiar libros, son sus ocupaciones ordinarias. Según la regla de su fundador, sus normas son el aislamiento, la extrema pobreza, el silencio y mutismo absoluto, la meditación, la lectura, la oración, abstinencia perpetua y por la frecuencia con que mortifican su cuerpo con  severos y rigurosos ayunos, así como las prolongadas vigilias. No conocen el uso del alimento animal. Los domingos y jueves comen huevos y queso, los martes y sábados se alimentan de huevos cocidos; y los otros días de la semana, viven con pan y agua. No hacen sino una sola comida al día, excepto en las octavas de natividad, epifanía, pascuas, pentecostés y algunas otras fiestas. Son los monjes más pobres, llevan un rudo cilicio. Estas severas reglas impuestas por su fundador aún  permanecen vigentes. Lamentablemente no pude vivir allí más de nueve meses porque no tenía suficiente fuerza física para resistir al frío, al ayuno y al trabajo manual.
         Por disposición del ciudadano Presidente Provisional de la República, el 14 de septiembre de 1909, se crea por resolución del Ministerio de Instrucción Pública la cátedra de Anatomía Patológica Práctica y se nombró al Doctor José Gregorio Hernández como su  Profesor, el cual estuvo al frente de ella dos años, desde 16 de septiembre de 1909 al 1º de septiembre de 1911, de sus trabajos al frente de esta cátedra se conservan: De la nefritis en la fiebre amarilla,  el 20 de enero de 1910  (Recogida por el Bachiller José Izquierdo); y el 10 de febrero de 1910, presentó  en el Congreso Panamericano de Washington, su investigación Estudios de Parasitología Venezolana. De la Bilharziasis en Caracas.  En el cual relata siete casos de esta enfermedad, basado en el estudio coprológico de las heces de los sujetos examinados.
         El 18 de julio de 1913 renuncia a su puesto como Académico de Número en la Academia de Medicina, pero seis días después, su Secretario Perpetuo Doctor Luis Razetti le comunica que ese cargo no es renunciable. A fines de ese año, ingresó en el Colegio Pío Latino de Roma, para seguir la carrera sacerdotal, pero al poco tiempo tuvo que abandonar su intento por motivos de salud.
         En cierta ocasión el Doctor Hernández, que siempre tuvo la justicia por norma, aplazó a cinco estudiantes, porque tenían más de cuarenta faltas de asistencia a clase. Los discípulos se armaron y fueron en busca del maestro. El maestro al oír las voces encolerizadas de sus alumnos respondió con imprevista mansedumbre: -Señores: sólo he cumplido con mi deber. Ustedes pueden hacerme lo que quieran, que yo me haré la ilusión de que me ha atropellado el tranvía... Huelga decir que los jóvenes, antes de alejarse avergonzados, le pidieron mil perdones. Coincidencia trágica, no fue un tranvía, sino un automóvil el que años más tarde, privó a Caracas de su benefactor y héroe científico.
         En horas de la tarde del lunes 18 de marzo de 1918, al regresar del entierro de su hermano Pedro Luis, José Gregorio manifestó a su familia en la casa de Tienda Honda que Esta vez le toco a Pedro Luis. Yo le pido a Dios que el próximo que se lleve sea a mí.
         Y así aconteció, el domingo 29 de junio de 1919, día de los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo, día en que cumplía su trigésimo primero aniversario de haber recibido el grado de Doctor, después de almuerzo, a eso de las dos de la tarde, el señor Jacobo Salazar Sucre, lo fue a llamar para que fuese a atender a un niño que se había caído de una ventana de balconcete. Cuando llegó encontró que el doctor ya estaba sentado en la mesa, inclusive con la servilleta puesta, pero cuando le informaron de que se trataba de un niño herido, se levantó, aún en contra de la voluntad de sus familiares, y  haciendo gala de la bondad que lo caracterizaba, dijo que: si se trataba de un niño herido,  no se podía dejar para más tarde.
         En aquel entonces vivía con su hermana Isolina de Carvallo, en la casa número 3, ubicada entre las esquinas de San Andrés y Desbarrancados, en la parroquia de La Pastora.
         En las cercanías de la farmacia de Amadores, le dijo al señor Salazar Sucre que se adelantara y le dijera a la madre del niño le tuviera agua hervida, que mientras tanto él compraría lo necesario, porque tal vez en la casa no había lo que él iba a necesitar.
         Esta familia se apellidaba Fagúndez y vivía a pocos metros de su casa, entre las esquinas de Cardones y Aurora.
         Al salir, a eso de las 2 de la tarde, observó que el tranvía que bajaba de La Pastora estaba estacionado en el desvío y pensó atravesar la calle por delante, sin darse cuenta que en la misma dirección se acercaba un automóvil proveniente de la esquinas de Guanábano hacia la de Urapal. 


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         Cuando se dio cuenta que el vehículo[3] se avalanzaba sobre él, sólo atinó a exclamar ¡Virgen Santísima!.
         Su cuerpo, alcanzado por el auto fue arrojado contra el poste de hierro que sirve para el alumbrado público de la calle frontera a la botica, fracturándose la base del cráneo con la acera.
         Auxiliado inmediatamente por el chofer Fernando Bustamante[4], fue trasladado al Hospital Vargas, a donde ingresó en estado de coma.
         Tenía un morado y una pequeñísima herida en la sien derecha, sangre en la nariz, la boca y la cabeza. Arriba de las rodillas había en ambas piernas una franja morada.
         El capellán del hospital. Presbítero Doctor Tomás García Pompa, le impuso los santos  óleos.
         Después que el cadáver fue reconocido por los Doctores Francisco Ignacio Carreño y Ramón Aveledo, fue llevado a la casa Nº 57 entre las esquinas de Tienda Honda y Puente Trinidad para que fuera velado.
         Cuando hubo terminado los oficios religiosos, al salir de la Catedral se ordenó poner el féretro en una carroza tirada por dos parejas de caballos americanos, para conducirlo al cementerio, pero el pueblo clamoroso se irguió voceando:
         El Doctor Hernández es nuestro. El Doctor Hernández no va en carro para el cementerio. Si lo meten al Doctor Hernández en carro, lo romperemos. A nuestro hombros, Doctor, Usted, ni después de muerto en coche. Y actuando como un sólo hombre, se posesionó de la urna y con el mayor respeto lo llevó en procesión.
         El inesperado y funesto fallecimiento del Siervo de Dios produjo un profundo dolor en la sociedad caraqueña. Una incontrolable multitud de personas lo visitaron para darle su último adiós y asistieron a su exequias, demostrando así, evidentemente, la estima y aprecio en que todos tenían a tan eminente hombre.
         La fama de Su Santidad que tuvo durante su vida, continuó propagándose aún después de su muerte.
         Por esta razón la Curia Arzobispal de Caracas inició la Causa de Beatificación y Canonización, retomando el proceso informativo que inició el Arzobispo de Caracas, Monseñor Lucas Guillermo Castillo, cuando el 2 de julio de 1949 publica una oración pidiendo la beatificación del Siervo de Dios José Gregorio Hernández, posteriormente el 18 de junio de 1949 publica un edicto anunciando el inicio del proceso Diocesano de beatificación del Doctor José Gregorio Hernández.
         Poco tiempo después el Arzobispo de Caracas Monseñor Doctor Rafael Arias Blanco, lleva a Roma un cofre con los recaudos del proceso diocesano de beatificación. En Roma se nombró al R.P. Carlos Miccinelli como Postulador General de la Causa, y éste designó a Monseñor José Rincón Bonilla, Vicepostulador de la Causa en Venezuela.
         Con el tiempo estas actuaciones decayeron hasta que el 10 de enero de 1957, se reanudan de nuevo las investigaciones; y en 1961, se realizó en Caracas un proceso diocesano.
         El día 2 de abril de 1964, se promulgó el decreto Super scriptis Servi Dei, sobre los escritos del Siervo de Dios; y luego siguieron los decretos de Introducción de la Causa, el 4 de mayo de 1972; el de No Culto público (prohibición que hace la iglesia de colocar la imagen en los templos, ofrecer misas a su gloria, realizar reuniones piadosas a su nombre, etc.), el 5 de enero de 1973; el Proceso Apostólico, acerca de las virtudes en particular, realizado en Caracas desde 1972 a 1976.
         El 1º de agosto de 1980 se publicó el decreto de la Autenticidad del Proceso. El 24 de septiembre de 1985, los Teólogos consultores, en reunión especial, dieron su voto afirmativo sobre cada una de sus virtudes. Después los Padres Cardenales, en la Congregación Ordinaria del 17 de diciembre de 1985, tras la ponencia de la Causa hecha por el Señor Cardenal Eduardo Gagnon, reconocieron que el Siervo de Dios José Gregorio Hernández Cisneros, había practicado las virtudes teologales y cardinales en grado heroico.
         Una vez que el Cardenal Palazzini en su calidad de Prefecto y Ponente de la Causa, hizo relación de todo esto, a Su Santidad Juan Pablo II, el Sumo Pontífice aceptó gozosamente el veredicto de la Congregación para las Causas de los Santos y ordenó que se redactase en la forma acostumbrada el Decreto sobre las virtudes heroicas del Siervo de Dios. Después de cumplir con los trámites requeridos, el Santísimo Padre declaró solemnemente en Roma, el 16 de enero de 1986 Que consta que las virtudes teologales Fe, Esperanza y Caridad para con Dios y el prójimo, y de las virtudes cardinales Prudencia, Justicia, Templanza, Fortaleza y sus anexas, del Siervo de Dios José Gregorio Hernández,  en grado heroico, en el caso y para los efectos de que se trata.
 

CONTRIBUCIÓN A LA BIBLIOHEMEROGRAFÍA

DEL DOCTOR JOSE GREGORIO HERNÁNDEZ CISNEROS


David R. Chacón Rodríguez



.- ACOSTA DELGADO, Pedro.: Discurso en el acto del sepelio del Doctor José Gregorio Hernández en el cementerio del Sur.
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En: Revista de la Sociedad de Historia de la Medicina. Vol. 25. Nún. 39. Año. 1977.
.-ALEGRÍA, Ceferino.: Gloria médica venezolana, Doctor José Gregorio Hernández.
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_____.:   100 figuras médicas. Segunda mitad del siglo XIX.
 Caracas. 1965.

_____.:    Doctor José Gregorio Hernández.
Caracas. U.C.V. Cátedra de Historia de la Medicina. 1974. 79 p. Capítulo del cuaderno nº 27. La parasitología en Venezuela.
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_____.:    Medicina e historia. Primer laureado del Doctor José Gregorio Hernández.
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_____.:   Palabras en el Congreso Nacional el día 19 de junio de 1944, con motivo del homenaje a José Gregorio Hernández. Publicado con el Título El  Espíritu Universitario: Hernández y Razetti.  p. 53-61.  En: Tres discursos sobre José Gregorio Hernández. Prólogo: Pedro Pablo Aguilar. Caracas: Cromotip.  1969. 61 p.

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En: José Gregorio Hernández. Obras Completas. Caracas: Ediciones OBE. Organización de Bienestar Estudiantil. U.C.V. 1968. pp. 1037-1049. (Sus escritos originales sobre esta materia se extraviaron).

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En: José Gregorio Hernández. Obras Completas. Caracas: Ediciones OBE. Organización de Bienestar Estudiantil. U.C.V. 1968. pp. 579-583. (Esta es la primera cátedra que se funda en América Latina).

_____.:    Elementos de Filosofía. Tip. Emp.  El Cojo. Caracas. 1912. 220 p. (Hay una edición de 1912 y otra de 1959).

_____.:    Elementos de Filosofía.
En:  José Gregorio Hernández. Obras Completas. Caracas: Ediciones OBE. Organización de Bienestar Estudiantil. U.C.V. 1968. pp. 785-990. (Presenta con gran claridad sus convicciones filosóficas).

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_____.:    Visión de Arte
En: José Gregorio Hernández. Obras Completas. Caracas: Ediciones OBE. Organización de Bienestar Estudiantil. U.C.V. 1968. pp. 1085-1091. (Sueño donde describe el cuadro de la Multiplicación de los panes de Arturo Michelena).

_____.:    En un vagón
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_____.:    En un vagón
En: José Gregorio Hernández. Obras Completas. Caracas: Ediciones OBE. Organización de Bienestar Estudiantil. U.C.V. 1968. pp. 1093-1098. (Es un argumento sobre el libre albedrío).

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_____.:    Los Maitines
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__________y Felipe Guevara Rojas.: Estudio sobre la anatomía patológica de la fiebre amarilla.
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[1] Llamada también Fraternidad Seglar Franciscana, o también T.O.F. o Tercera Orden Franciscana.

[2] Documento facilitado por la Hna. Andreina Jiménez Rojas. Secretaria de la fraternidad de la Merced O.F.S.
[3] El conductor (chofer) se llamaba Fernando Bustamante y poseía el certificado de conducir Nº 444, expedido por el Gobernador del Distrito Federal el 16 de junio de 1919. El expediente del juicio seguido al señor Bustamante por la muerte del Doctor José Gregorio Hernández se encuentra en la Oficina Principal del Registro Público de Caracas, bajo el Nº 32, de fecha 29 de junio de 1919.
[4] Tenía 28 años de edad.

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