Guiomar Caminos
Publicado por la Fundación Fondo
Editorial NuevoTiempo. San Cristóbal, noviembre de 2005.
Para Paula, mi
nieta, y
Antonio Ruiz
Sánchez
El lugar y la
posición en el espacio geográfico le otorgan al Táchira características
especiales. Es aquí donde los Andes sudamericanos alcanzan su menor altitud, lo
que permite que sea paso obligado de los movimientos migratorios y de bienes en
el sistema de relaciones que se establecen particularmente entre Venezuela y
Colombia. Es por ello que esta parte de la frontera entre los dos países, la
del Táchira y el Norte de Santander, sea calificada como una de las más activas
del continente.
Relieves de
pendientes suaves y alturas medias -“la tierra de las vegas risueñas” de Domingo Alberto Rangel
- conforman el ambiente propicio para el
cultivo del cafeto. Así, en la segunda mitad
del siglo XIX, gracias a la exportación del café realizada fundamentalmente por
empresas alemanas, el Táchira entra al sistema
capitalista, convirtiéndose en una de las entidades de mayor importancia en el país. Si en los comienzos de
la actividad la explotación del café se
basó en la pequeña propiedad familiar, con la participación de casi todos sus miembros en
las distintas etapas de la evolución del cultivo, a medida que la demanda
europea crecía y surgían las medianas y grandes propiedades, también aumentaba
la demanda de mano de obra. Fue la proveniente
de Colombia la fuerza de trabajo que,
periódica y particularmente para la “cogida” del grano maduro, la que atravesó la frontera en
un movimiento pendular que permitía al obrero colombiano aprovechar los ciclos
del cultivo en ambos lados de la frontera. Estos, que podían durar varias semanas, permitieron que muchos de
ellos se establecieran definitivamente
en esta orilla, fortaleciendo el intercambio de experiencias culturales. Así,
la música, la política, la cocina, la literatura, la sangre - por aquello de
que los tachirenses la tienen repartida
entre Venezuela y Colombia, según el intelectual tovareño - entre otras
manifestaciones, quedaron marcadas desde ese siglo por la impronta de la
inmigración colombiana.
Debido a los
cambios que ha experimentado la economía nacional y, en especial, la regional a
lo largo del siglo XX, cuando el petróleo desplazó al café como principal
producto de exportación, el Táchira, primer productor del grano, ha sido tierra
expulsora de población hacia las zonas que más se han beneficiado con los
ingresos provenientes de la explotación del petróleo. Al mismo tiempo, se
convirtió en receptor de flujos migratorios provenientes de Colombia, las
entidades vecinas y, en menor grado, de otros países. A pesar de ello, los
saldos migratorios siempre han sido negativos para el estado; sin embargo, los
intercambios de todo tipo han sido favorables.
De todos esos
intercambios que se han establecido en el territorio, ninguno más importante
que lo que ha sucedido con el habla. A la influencia y aportes lingüísticos de
las naciones indígenas, los colonizadores españoles y la de los inmigrantes
colombianos y de otras regiones del país, debe agregarse los cambios que
introdujo la radio, el cine y, en especial, la televisión.
Puede afirmarse
categóricamente que, en los últimos treinta años, la influencia de la
televisión en el habla ha sido de una trascendencia tal que si los abuelos
hablasen como lo hacían en los años cincuenta del pasado siglo, es decir,
utilizando las palabras y expresiones de esa época, sus nietos casi no los
entenderían.
A pesar del carácter
regional y muchas veces local de esas palabras y expresiones utilizadas por los
tachirenses, existe una deuda que debe ser saldada por los estudiosos, porque
ellas son parte del patrimonio cultural del Táchira; de la memoria colectiva.
Sin el rigor que la
investigación científica exige; sin los necesarios trabajos de campo; sin la
obligatoria confrontación y comprobación, se presenta este pequeño trabajo a
quienes están interesados en profundizar en el estudio de la lingüística
regional y, sobre todo, a quienes han olvidado, por desuso, esas palabras y a
las generaciones recientes quienes no las conocen.
Este aporte para un
glosario del habla tachirense se basa casi exclusivamente en la memoria
personal, en los recuerdos. Por ello, está preñado de errores de
interpretación; de los sesgos que introduce el olvido; de haber pecado por
defecto, porque se evitó, en la medida de lo posible, el uso de diccionarios,
otros trabajos ya publicados sobre el tema, la consulta con contemporáneos que
hubiesen aclarado dudas, confusiones. Se intentó poner ejemplos de palabras y
expresiones que el autor utilizó y utiliza. De lo que se está seguro es que,
cuando alguien lo lea, recordará otras palabras, otras expresiones y su
significado. Con el concurso de muchos se podrá llegar al glosario del habla
tachirense. ¿Verdad, ala?
Guiomar Caminos
San Cristóbal, junio de 2005.
GLOSARIO TACHIRENSE
A
Abanado. Dícese del tote (véase)
que no explota. Aplícase también a las personas que han perdido energía o
facultades mentales: “Celedonio está abanado”.
Adentro, la de. Muchacha, casi
siempre “colocada” (véase), que realizaba las labores domésticas más difíciles:
lavar, cocinar, planchar. Se decía “de adentro” pues en las viviendas cocina,
lavadero, etc., quedaban en el fondo de aquellas.
Aguamiel. Bebida caliente
producto de la cocción de la panela en agua. De alto valor energético y sin los
efectos negativos del azúcar refinado, acompañó las comidas en la mesa
tachirense. El café colado se hacía con aguamiel y, para los niños, una vez
destetados, fue la base de sus teteros. Disuelta la panela en agua fría y
mezclada con abundante jugo de limón, llámase aguapanela, el refresco de los
pobres.
Ala. Voz de origen colombiano.
Uno de los aportes lingüísticos de mayor significación en el habla popular
tachirense. Aun cuando ha entrado en desuso, particularmente en los jóvenes
urbanos, todavía una buena parte de la población se dirige a un familiar o
amigo
iniciando la
conversación con ese ala que hicimos nuestro: “Ala, contame qué fue lo que pasó
en la esquina”, “Ala, juguemos a la pido”, “Ala, ¿hicites el mercado?” y ese
inolvidable y sabroso “¡Quiubo, ala!”.
Aliado. Manjar de delicado sabor
elaborado a base de la gelatina producida por larga cocción de la pata de res
en agua. Una vez fría, se mezcla con melado grueso de panela y se somete a un
proceso de estiramiento hasta que alcance el punto, es decir, que tenga la
consistencia y color deseados. Se corta en pedazos rectangulares y se
espolvorea abundantemente con leche en polvo o harina de trigo.
En el Táchira se le
denomina también “templón”. De allí surge la expresión “Le doy un templón por
la cuca”.
Este manjar es de
origen colombiano, donde recibe diferentes nombres: “gelatina” en el Valle del
Cauca o “arrastrado” en el Norte de Santander.
Ambilado. Un pobre diablo.
Persona carente de recursos económicos, sin dinero. Dícese de alguien que no
tiene oportunidades en la vida.
Apatusquero. Dícese de la
persona que finge o exagera sentimientos o gestos. Así, por ejemplo, al saberse
la noticia de la muerte de alguien importante en la comunidad, un “pesado”
(véase), nunca falta un individuo que va a exclamar: “¡Ay! ¡Cómo va a ser!
¡Tan buena gente
que era!”, a lo que otro responderá “Ala, no seas tan apatusquero, que vos ni
lo conocites”.
Hacer “el
apatusque” o “apatuste” de algo significa que lo que se va a realizar está
previamente viciado, que el resultado es conocido. El apatuste sirve para
engañar pendejos y a los que no lo son. Se usa también apatusquería: “Dejá la
apatusquería”.
Apuntalar. Comer a media tarde.
Reforzar mediante la ingesta las condiciones del cuerpo para evitar desmayos,
vahídos, “escoyuntos” (véase).
En el “puntal” se sirve, generalmente, pan
blanco, acema o “cucas” (véase) con cuajada o queso, acompañados de aguamiel
negra o café con leche. Los ingredientes varían de acuerdo al poder
adquisitivo.
Ya casi no se apuntala, en especial en el
medio urbano, debido a la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, al acceso
de los menores al sistema educativo y, sobre todo, al deterioro de las
condiciones socio-económicas de la familia.
Aquel, aquella. El uso de estos
pronombres demostrativos es muy particular en el estado. Cuando dos amigos se
encuentran y uno de ellos le dice al otro “Aquella amaneció brava. Se me pone
que se dio cuenta”, se está refiriendo exclusivamente a su esposa y supone que
ella sospecha de algo quizás indebido que él está haciendo. La mujer, a una
amiga le diría: “Aquel me cree pendeja, anoche llegó hediondo a pachulí”.
Arrinche. “Moza”, “querida”
(véanse), amante. Tener arrinche significa poseer medios económicos por encima
del promedio. “Fernando le puso casa al arrinche”.
Arrojar. Vomitar. “Francisco
arrojó todo”, “El chofer del libre se piso muy bravo porque Teresa se arrojó en
la butaca”.
B
Bastimento. Cosepán (Véase).
Yuca, plátano o “chocheco” cocidos que acompañan la sopa y el seco.
Batatas. Las pantorrillas.
Dícese que las sancristobalenses tienen muy buenas batatas de tanto subir
cuestas.
Bebido. Borracho. Ver “pintón”,
“tomado”. “Arcadio anda bebido, no le hagás caso”
Bizcocha. La parte exterior de
los genitales femeninos. Ver “cuca”, “paloma”. Exagérase al hablarse de
bizcochón o bizcochononón.
Bolera. Vaina, cualquier cosa.
“Qué es esa bolera”. Dejar la bolera es dejar de molestar; dejar la
molestadera, la joda, la “juña” (véase).
Ante un niño que
estaba cansón con la molestadera, era común que la madre dijera: “Lucidio, dejá
la bolera. Andá a ver si el gallo puso”.
Bombiado. Desmayado por efecto
de un golpe, “totazo” o “tochazo” (Véanse). Aplícase también a quien está
profundamente dormido. “Nona, Reinaldo no se quiere parar. Está como bombiao”.
Su uso proviene de
la pesca con bomba, pues los peces quedaban, después de la explosión, en un
estado tal que les impedía el movimiento y, así, permitir su fácil captura.
Buche. Porción de café negro,
“miche” (véase) u otro licor que no se bebe de un solo golpe. Debe primero
enjuagarse la boca con el líquido para que quede el sabor por largo tiempo.
Acompáñase del sonido que produce “chasquear” la punta de la lengua con el
paladar.
En cuestiones de
medicina, indícanse buches de algún líquido para contrarrestar infecciones y
otros malestares bucales. Así, el dentista recomienda al paciente al que le ha
sacado una muela: “Alexis, echate unos buches de aguasal”.
C
Cacha. Cabeza. Ver “coca”,
“porra”.
Cachicamo. Aguardiente de caña.
Llámase cachicamero a quien lo produce y también al campesino, creyendo que
estos son pingos.
Cachimbo. “Miche”, aguardiente
de caña elaborado en alambiques clandestinos. “Vivas, conseguime un buen
cachimbo pa’un calentao”.
En femenino, úsase
para exagerar un golpe. “Cachimba de coñazo le dieron a Heliodoro”.
Cagajón. Excremento de equino.
Por extensión, aplícase a personas despreciables. “Timoteo es un cagajón. No le
pare”. Dícese también de los carros viejos, destartalados.
Cajuche (miedo). Miedo exagerado
a algo o alguien. Cuando un muchacho era invitado a darse unos coñazos con otro
y eludía el enfrentamiento, se decía que había tenido miedo cajuche.
Cangrejera. Facultad que tienen
algunas mujeres como resultado de un poco común desarrollo de los músculos de
la vagina, lo que les permite contraerlos a voluntad. Dícese que provoca grande
placer a los hombres. La referencia al crustáceo tiene que ver con el fuerte
agarre de sus pinzas.
En ciertos medios
donde se paga el sexo, aquella que tenga la fama de poseer esa facultad se
asegura ingresos extraordinarios.
Cantaleta. Regaño, reclamación
de larguísima duración hecha generalmente por las mujeres a sus maridos
pecadores, a veces mascullando; otras, elevando la voz para ser oídas. Comienza
casi siempre desde muy temprano y puede durar hasta más allá del mediodía,
dándole oportunidad al marido para salir de la casa, trabajar y volver.
“¿Todavía con la cantaleta?”. Llámase también letanía.
Cantar. Defecar. Verbo utilizado
en lugar del correcto. Éste ha sido considerado como vulgar. “¿Pa’ dónde va
Ramón? Voy a cantar”.
Capino. Albino, persona muy
catira. Ver “rucio”. “El Capino se fue a jugar billar”.
Chacarita. Monedero usado por
los hombres. Elaborado en cuero, su nombre quizás proviene del popular barrio
bonaerense, famoso por su marroquinería.
Chapa. Burla intensa. Ponerle la
chapa a alguien expresa la mamadera de gallo a que lo someten si comete algún
error.
Chicuca. Excremento humano. “No
hablés tanta chicuca, Federico”.
Chiflar. Silbar. “Metele un
chiflido pa’que salga”.
Chigüizas. Testículos. Ver
“turmas”. Tener las chigüizas bien puestas significa tener valor, ser hombre de
empuje.
Chocheco. Musácea que suele
comerse cocida cuando verde o, al natural, ya madura. De consistencia fibrosa y
sabor exquisito, es de las más utilizadas como “bastimento” o “cosepán” (véanse)
en la cocina tachirense.
A mediados de la
década de los años cincuenta del pasado siglo, se utilizó la expresión “Me lo
tiene chocheco” para indicar que alguien se lo tenía a uno dedicado, molesto
con un tema recurrente y, por lo tanto, cansón, odioso. Véase “Me lo tiene
velado”.
Coca. La cabeza. Echarle coca a
un asunto es estar pensando en él. Tener dolor de coca. Ver “cacha”, “molla”,
“porra”.
Juguete compuesto
de dos elementos unidos por una cuerda. Uno de ellos, de forma ovalada con un
orificio en su parte más ancha; el otro, un palo que debe entrar en el orificio
luego de movimientos pendulares que hace el jugador.
Colocada, colocado. Las familias
pobres, generalmente las del campo, acostumbraban solicitar a las pudientes que
les permitieran que una hija o hijo de corta edad viviese en ese hogar. Allí
ayudarían en las labores domésticas a cambio de cama, comida y educación.
Catre, tenían;
comida, las sobras; educación, para qué. Las matronas siempre afirmaron: Tengo
una colocada a quien quiero como a una hija. Excepciones las hubo.
Coñazo. Golpe. De su raíz, de
origen español y de amplio uso en el país ibérico y en el área del Caribe,
derívase en el Táchira el exagerado superlativo “coñazononón”, que expresa que
el golpe dado es de gran intensidad. “A Ramón Alí le dieron un coñazononón que
lo dejó bombiado”, “Me le dieron un coñazononón al carrito”.
Corchado. Sucio, mugroso. Dícese
de las partes del cuerpo y de la ropa que no están limpias.
Cosepán. Dados los altos costos
que siempre ha tenido la harina de trigo –cereal no cultivado en el país-, para
los pobres es casi imposible acompañar las comidas con pan. En su lugar, se
come plátano, yuca o chocheco cocidos. Cosa de pan, significa sustituto del
pan. Ver “bastimento”.
Cuadril. Caderas. Estar
“descuadrilado” significa que esa parte del cuerpo, por efecto de un golpe o
dolencia, se encuentra adolorida, con los huesos desencajados.
Cuca. Llámase así a la
paledonia, torta de harina mezclada con panela y especies. Tiene forma generalmente
redondeada.
Recipiente hecho de
cacho de res que sirve para guardar el chimó.
Por cuestiones aún
no explicadas por la lingüística, denomínase así a la vulva. Los tachirenses,
exagerados como pocos en el uso de los superlativos, se refieren a ella con
“cuconón” y “cuconononón”, imaginándose tamaños no existentes en la especie
humana. Véase “bizcocha”, “paloma”, “mica”, “cuchumina”.
Cuchumina. Vulva. Ver palabra
anterior.
Cunche. Pequeña cantidad de
licor en las botellas o vasos. Dícese que es la de mejor sabor. Cuando no se
quiere tomar grandes cantidades de licor se pide “un cunchito”.
Curas. Aguacates. Voz en desuso
quizás porque los tachirenses ya no comen curas.
Curricán. Cuerda elaborada con
hilos de algodón utilizada para hacer bailar un trompo y amarrar las cajas de
cartón y maletas que acompañaban a los tachirenses en sus viajes a Caracas.
Cursos (tener). Tener diarrea.
“Gregorio no puede ir a la escuela porque tiene cursos”. Tener “cursera”.
D
Descartuchar. Romper el himen mediante
penetración, desflorar. Hacer perder la virginidad. “A Antonia le rompieron el
cartucho”, “Ala, ¿vos nunca has descartuchado una mujer?”.
E
École. Así es, eso es, bien. De
las expresiones de origen italiano, aparte de nono y nona, es esta de las más
utilizadas. Su uso se remonta a principios del siglo pasado. Proviene de
“eccole qua” (Helas acá, acá están).
Cuando se está
realizando un trabajo cualquiera y se obtiene un buen resultado se exclama
“école”.
Endenantes. Hace un rato.
“Susana, ¿no has visto a Rebeca? Sí, endenantes vino”.
Enguayabado. Triste,
melancólico. Tener guayabo significa sentimiento por pérdidas, abandonos.
“Alfonso se fue con la otra. Estoy muy enguayabada”.
Ensopado. Mojado. “Miguelito
llegó ensopadito. Es que ha llovido mucho y no llevó caucho”.
Entelerido. Con mucho frío.
“Probecito Julito, está entelerido”.
Entrecasa, ropa de. Ropa vieja
que se usa en la casa. “Quitate la camisa del domingo, ponete la de entrecasa”.
Errado. Que tiene mala suerte. A
mediados del siglo pasado, vivió en San Cristóbal un francés de apellido
Monroi, dueño de una hermosa perra. Se decía: “Mas errada que la perra de
Monroi que quedó preñada de un perro capado”. Tener erradera es tener mala
suerte.
Escacharse. Equivocarse, no dar
pié con bola. En billar, no golpear correctamente la bola con el taco por falta
de tiza.
Escoyunto (ecoyunto).
Descoyunto. Estado físico o mental que indica flojedad, pereza extrema. “Tengo
un escoyunto que no me hallo”.
Espitado (salir). Salir corriendo.
“Salir mandado”, véase. “El caco salió espitao. A ese no lo alcanza nadie”.
Esta, este. Al
igual de lo que sucede con los pronombres aquella y aquel, el uso de esta y
este en el Táchira es muy particular. Es común que alguien se dirija a otra
persona diciéndole “Mire, este”, “Oiga, esta”. Si se le agrega la palabra niña
o niño da por resultado ese desagradable “Mire, esta niña” “Este niño,
¿pa’donde va usted?”. A nuestras mujeres les enfurece particularmente ese
tratamiento y nos increpan: “¡A mi no me diga esta, que yo tengo nombre!”
F
Frasco (estar). Contento. Estar
orgulloso de algo o alguien sin caer en la exageración. “Antonio está frasco:
Su muchacho se ganó una beca”.
G
Galleta. Lío, embrollo. Llámase
“galletero” al individuo que enturbia cualquier situación. “A Iván no lo
dejaron jugar por galletero”. “Engalletado” se dice de alguien que no encuentra
solución a un problema.
Gallinazos. Frijol de pequeño a
mediano tamaño, redondo y de color blanco marfil. Se cultiva en ambientes de
baja temperatura.
Puede afirmarse que
la sopa de gallinazos es un plato típico de la cocina tachirense. Por razones
no conocidas, hoy es difícil conseguir este sabroso grano en los mercados.
Garlar. Hablar. Garladera es
hablar demasiado, casi sin interrupción. “Ala, dejá la garladera”.
Garosa. Dícese de la persona
glotona o de aquella que espera demasiado de una cosa. “No sea garoso, carajo.
Dejale arroz a Vicente”.
Garretes. Los talones. “Andá a
lavate los garretes que los tenés corchados”.
Gorra. Prepucio. “A Nicomedes ya
le bajaron la gorra”.
Guate. Llamábanse así a los
nativos de Colombia. Ver “reinoso”.
Güino. Niño, pequeño. Aplícase
también al perro sin raza definida.
I
Imbombo. Tonto, bobo, pendejo.
“El imbombo del Gilberto perdió la chacarita”.
Imperioso. Prepotente, soberbio,
petulante. Dícese de las personas que se creen superiores a las demás. Puede
afirmarse que todo aquel que detenta algún tipo de poder es imperioso. “Me miró
como a carne‘e cachete, el imperioso ese”.
Ir al fondo. Antes de la
construcción de la red de cloacas, las letrinas estaban situadas en el solar,
si lo había, o en la parte posterior de las viviendas. La expresión indica que
se iba allí a hacer las necesidades fisiológicas.
J
Jícara. Recipiente hecho del
fruto del totumo, generalmente de pequeño tamaño y que se emplea para tomar
café negro. Una jicarada de café significa una buena cantidad de aquel.
Jueputa. Eso. Este aféresis debe
pronunciarse dándole gran fuerza a la jota. Sirve para muchas situaciones,
desde el tratamiento que se le da a una persona canalla, malvada, así como a la
exclamación que se da después de golpearse con un martillo.
Juñir. Eufemismo por joder.
Juñir es molestar, dañar una cosa. La juña se aplica a ciertos estados
mentales: “Tengo una juña que no me hallo (jallo)”. Dícese también joña: “Deje
la joña”. “Ahora sí nos juñimos, llegó la recluta”. “El radio no prende, está
juñido”.
L
Lo mandaron o vino solo.
Expresión que se le dice a los entrometidos, “sopones” (véase); a quienes
interrumpen una conversación con comentarios fuera de tono o lugar. También a
aquellos que apenas te ven, aún sin saludarte, emiten una opinión, siempre
desfavorable e inoportuna, sobre algo que está pasando.
Hoy es muy común
ese tipo de comportamiento entre rivales políticos, por lo que debe responderse
con esa expresión, sobre todo si usted está reflexionando sobre la extinción
del mono tití que vio en Animal Planet.
Lora. Llaga de gran tamaño,
purulenta, producida por infección bacteriana que se localiza generalmente en
la parte inferior de la pierna. Exhibir la lora en las puertas del Mercado
Cubierto, permitía a ciertas personas solicitar limosna.
M
Machiro. Desconfiado, cauteloso.
“¿Le entregates la plata al hombre?. No, está muy machiro”.
Malparido. Una de las groserías
de mayor uso en el Táchira.
Mandado (salir). Salir corriendo
a gran velocidad. Ver “espitado”.
Marranomiando. Hacerse el
pendejo, el que no sabe la cosa. “Alberto pasó haciéndose el marranomiando. Ese
está buscando algo”.
Masato. Bebida hecha a base de
arroz, panela y especies. Debe tomarse antes de que fermente. También a
mediados de los años cincuenta se utilizó la expresión “Me lo llenó de masato”.
Se desconoce el porqué de su uso.
Mechas. Cabello. Estar “mechudo”
es tener el cabello largo.
Mica. Vulva. Véase “bizcocha”,
“cuca”, “paloma”. También se usan aumentativos tales como “miconón” y
“micononón”.
Miche. Aguardiente de caña
elaborado clandestinamente. Tomarse unos michitos. Se mezcla con plantas medicinales
o aromáticas. Así, el consumidor no pide un miche con eneldo sino que solicita
“un eneldo”, “con hinojos”, etc.
Micos. De los plátanos cocidos
que sobraban del día anterior, una vez molidos, se obtiene una masa a la que se
agrega queso y se le da una forma redondeada. Se asaban sobre el anafe
(hablábase de anafre). Sustituían a la arepa o al maduro asado en el desayuno.
Miquingo. Miedoso, poca cosa,
sin grandes aspiraciones. “No seas miquingo, decláratele a la Rosa”.
Molla. La cabeza. También se
llama así un recipiente de gran tamaño elaborado con arcilla cocida y utilizado
para fermentar guarapo o chicha.
Moza. Amante, barragana,
“querida” (véase). La otra, casi siempre más joven que la esposa. “Leoncio
tiene la moza en La
Concordia”.
Muda. Ropa de recambio. “Arturo
se llevó una muda”, “Pobrecito Luís, no tiene muda”.
Mute. Mondongo. Sopa elaborado a
base de tripa de res, callo, libro, garbanzos, maíz pilado y abundantes
verduras. De sabor exquisito, acostúmbrase tomarla los fines de semana.
N
Nacido. Hinchón, absceso. “Esta
niña tiene un nacido en el sobaco”.
No arriscar. No lograr algo, no
alcanzarlo, fallar. “Luis no arriscó a llegar”.
Nona, nono. Abuela, abuelo. Uno
de los aportes lingüísticos más importantes que introdujo la inmigración
italiana a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Por influencia de la
televisión, pocas personas continúan llamando así a los padres de sus padres.
Novelero. Curioso, entrometido,
fisgón. Dícese de aquellas personas que sienten un impulso irrefrenable por ser
espectadoras de acontecimientos. “Doromilda, ¿dónde estaba? En la iglesia, ala,
de novelera”. “Por estar de novelero, le dieron unos pescozones a Raúl”.
O
Ora. Exclamación que precede
frases o expresiones. No tiene el significado de ahora. “Ala Tomás, ¿me
terminates la silleta? ¡Ora carajo!, ni que tuviera cuatro manos”.
Otra vuelta. Otra vez. “¿Jugamos
runche otra vuelta?”. A los cansones , cuando insisten en la molestadera, se
les dice: “¿Otra vuelta?
P
Paloma. Contrariamente a lo que
sucede en otros pueblos que asocian los pájaros con el pene, en el Táchira
llámase así a la vulva. Sus aumentativos palomón y, especial, palomononón, son
exageraciones de la gran imaginación masculina.
Pasito (hablar). Hablar en voz
baja. “Hable pasito que ahí viene su mamá”. “Hablá pasito, que el sapo del José
nos está oyendo”.
Pernicia. Jodedera, molestadera
impertinente y con mala fe. Situación desagradable en la que uno o varios
individuos, con ruidos, risas o comentarios fuera de lugar, interrumpen una
conversación, concierto, discurso o película, lo que provoca rabia y rechazo.
Llámase pernicioso a ese tipo de personas, recordándonos su mala crianza.
Algunos, ya en la tercera o cuarta edad, persisten en el hecho.
Pesado. Rico, poderoso. No tiene
nada que ver con personas con sobrepeso.
Pescozón. Golpe, “coñazo”,
“totazo”, “tochazo” (véase).
Pingo. Tonto, bobo, pendejo. Voz
que proviene de los santanderes colombianos. “Mijo sí es pingo, le cambió el
trompo por tres metras al hijo del pesero”. Úsase también “pingadas” por
tonterías, boberías. “Este sí tiene pingadas”, “No hablés tantas pingadas”.
Pintón (estar). Estar a medio
palo, en estado angelical. Cuando se ingiere licor, es el momento de euforia y
alegría que precede a la borrachera. “Tené cuidado con Gustavo que está
pintón”.
Pira. Sopa espesa elaborada a
base de arvejas (tiernas o no) o frijoles previamente ablandados por cocción, a
las que se les agrega abundante papa, auyama, repollo, cebolla, chayota, etc.,
todo cortado en trozos pequeños, acompañada de huesos de res. Al final se añade
un sofrito de cebolla junca, cilantro y ajo. Dícese que levanta el ánimo del
más dormido.
Pisca. Caldo preparado a base de
papa, cebolla junca, cilantro y huevos. Se toma en el desayuno acompañado de
arepa. Es el alimento ideal para sacar un buen ratón.
Hembra del pavo. A
las personas muy pecosas se les llamaba “huevo de pisca”. Pisco: pavo.
Pita. Pabilo. Sirve para amarrar
hallacas y para el runche.
Porra. Cabeza. Ver “cacha”, “coca”,
“molla”.
Puntal. Comida de la media
tarde. Ver “apuntalar”.
Q
Querida. La amante. Ver “moza”.
R
Reinoso. Nativo de Colombia.
Debido a que el territorio que hoy ocupa la República de Colombia
fue, antes de su independencia, el espacio del Virreinato de la Nueva Granada, los
oriundos de ese país fueron llamados así. Voz en desuso.
Repelente. Dícese de las
personas antipáticas, cansonas, entrometidas, que provocan rechazo por su
conversación, risas, gestos. Aplícase también a las manifestaciones humanas
como la música. Así, el hard rock, el regatón y canciones como aquella que dice
“la mesa que más aplauda...” son en extremo repelentes.
Úsase asimismo la
voz “repelencia”. “Ahí viene aquel con la repelencia”.
Rucio. Llámase así a los catires.
Díceles “catirrucios”.
Runche, runcho. Juguete
elaborado con botones de gran tamaño o tapas de cerveza o refrescos. Estas se
martillan hasta quedar completamente planas y se les abre dos agujeros por
donde pasa una cuerda. Con movimientos circulares de las manos se logra
enrollarla y, a continuación, estirando y encogiendo la cuerda hace que
elemento principal gire. Los muchachos muérganos le sacan filo a la lata y,
así, cortan la cuerda del adversario.
S
Sapa, sapo. Persona de baja
estatura, robusta. “Rosaura tiene muy bonita cara, pero es muy sapa”. Llámase a
esas personas “saporretas, saporretos”.
Dícese también de
los delatores, acusetas, los correveidiles. Sapiar es, entonces, delatar.
“Higinio fue el que nos sapió”.
Se me pone que. Supongo que,
pienso que, sospecho que. Esta expresión es de uso común en el habla popular.
“Se me pone que Julia se va a ir”, “Se me pone que Diógenes sabe algo”.
Seca, seco. Persona muy delgada.
“La seca de la Juana
cree que le quedan muy bonitas las naguas”.
Soco. Tonto, pendejo, idiota.
“Belarmino es bien soco, lo juñeron con lo del paquete chileno”.
Sopón. Entrometido, indiscreto.
Persona que se mete en los asuntos de otra; que da opinión de algo sin
habérsele consultado.
“Soponería”. “Dejá
la soponería”, “Hacete la pendeja, que llegó Leonardo y ese es muy sopón”.
Úsase la palabra “sopas” con el mismo sentido. “Marlene no sea sopas”.
Surrucuco. Búho, lechuza. Esta
hermosa palabra ha desaparecido del habla tachirense, quizás porque poco se ve
a esta ave nocturna.
T
Tariolas. Bobo, tonto, pendejo.
“El tariolas del Rigoberto todavía cree en la llorona”.
Toche. Voz proveniente de
Colombia. En la costa atlántica llámase así al ave que en Venezuela denominamos
arrendajo. Los versos del bullarengue del folklor tradicional costeño “Josefa
Matía”, dicen:
“De los pájaros del
monte, yo quisiera ser un toche para yo cantar contigo, en las horas de la
noche”.
Tanto en Santander
como en Norte de Santander, en Colombia, así como en el Táchira, por extraña
analogía llámase así al pene. Como los pájaros, los hay de todos los colores y
tamaños. De allí, “tochecito” y “tochononón”.
Toche también se le dice al tonto, al bobo, al
pendejo. “¿Usted me cree tan toche?”, “No sea toche”, “Parecés toche”, “Edecio
es bien toche”.
Dícese “tochazo” a un golpe y se emplea
“tochito” para increpar a alguien que viene a molestar. “¿Sí, tochito?”.
Del gran aporte
colombiano al habla tachirense, debe considerarse a toche como uno de los
vocablos que ha perdurado por más tiempo y uno de los más utilizados por
personas de todas las edades y, hoy, de los dos sexos.
Tomado. Que ha consumido licor.
Ver “bebido”.
Tote. Pequeña bola elaborada con
elementos químicos que explota al contacto con superficies duras. “Totazo”,
golpe. “Daniel se dio un totazo”. También designa el ruido de una explosión.
Turmas. Testículos. Ver
“chigüizas”.
Tusarse las mechas. Cortarse el
cabello. “Andá a tusate que estás mechudo”, “Dominguito, decile a don Antonio
Lozada que lo tuse. Yo después le pago”.
U
Unto. Manteca de cochino
derretida, achotada -embijada-, salada, que en muchas ocasiones constituyó la
única fuente de proteína de origen animal en la alimentación de los peones
agrícolas tachirenses. Se acompañaba de abundante chocheco, el que era “untado”
en esa preparación.
V
Velada (me la tiene). Expresión
que se dice de una persona que se dedica a molestar a otra de manera
recurrente. Es de origen colombiano. “Casimiro me la tiene velada porque me vio
donde la Pava Cecilia”.
Velar a alguien. Utilizada por
los niños cuando uno de ellos, que está comiendo algo, es observado por otro
que codicia un pedazo o prueba de ese alimento o golosina. “Mamá, José María me
está velando el maduro”, “Dejá de velar a tu hermano”.