domingo, 19 de octubre de 2014

GINECOCRACIA

JESUS ALFARO GARANTÓN

 1527-circa 75 Governor-in-absentia Aldonza de Villalobos Manrique, Isla de Margarita (Venezuela/Spanish Possession) 

Curucuteando en libros de historia sobre la importancia de Margarita en la conformación del territorio nacional, me encontré con la preminencia de la mujer en llevar las riendas de decisiones cruciales que conformaron la Venezuela actual. La primera señal del poderío femenino está representada por la Cacica Isabel, dueña y señora del pueblo guaiquerí y madre del primer héroe mestizo Francisco Fajardo, quien en el devenir histórico se constituyó en el fundador del hato San Francisco, la primera población de conquistadores en el valle del Guaire, adelantándose por varios años a Diego de Lozada. La primera gobernación de Margarita fue asignada a Marcelo de Villalobos y  por su repentina muerte dejó como heredera a su hija Aldonza Manrique y ella fue única  gobernadora nombrada durante el imperio español y manejó con mano de hierro todo el territorio insular por casi 100 años, se distinguió por su decidido apoyo a la mujer margariteña.

No es de extrañar que la familia margariteña de hoy gire alrededor del fogón de las “maítas” y sean ellas, entre empanadas y pescado frito las ductoras de la vida familiar. El matriarcado margariteño siempre ha sido intenso y no hay indicios de cambios inmediatos.

Los párrafos anteriores pueden definir el matriarcado, pero esta crónica se titula Ginecocracia y ya veremos el por qué. Matriarcado se define como el gobierno maternal y Ginecocracia correspondería al ejercicio del poder basado en el encanto femenino.

En la misma historia de Margarita hay un capítulo llamado “las Rojas” y no es en referencia a un color sino a la importancia de un apellido que llevaban unas margariteñas que se distinguieron por su belleza e inteligencia y que dieron pie a la ginecocracia nacional.

Ana Rojas, fue el pilar fundamental de esta zaga, vivió en Margarita en los tiempos de las bellaquerías del tirano Aguirre y se distinguía por tener “el más dulce y bello rostro de mujer alguna”, según crónicas de la época y otro piropo fue “la hembra más grañida y hermosa que pariera La Margarita”. Estaba casada con un viejo VALETUDINARIO, así aparece escrito en todos los documentos, para mi suena como oxidado, lagañoso y hediondo a formol. Ana Rojas, fue muerta junto con su esposo por Lope de Aguirre al descubrirse que trataba de envenenarlo en medio de lisonjas. La sobrevivieron tres hijas, herederas de la belleza y encanto de su madre. A tanto llegó la importancia de su belleza que un vate enloquecido por el amor y por demás monje llamado Juan de Castellanos, escribió: “Ana, portento de gracia y donaire, Francisca, como una Diana: resplandor y lumbre clara, Beatriz, tenía cuanto bueno se junte”

Estas niñas no se quedaron exhibiendo sus adornos, sino como premonitorias Miss Venezuela, decidieron sacar provecho de sus atributos y se casaron con la flor y nata de la naciente Caracas. Ana casó con Alonso Diaz Moreno, uno de los hombres más rico de la provincia, Beatriz con Francisco Infante futuro alcalde de la ciudad y Beatriz con Garci Gonzales de Silva, jefe militar y el verdadero conquistador de Caracas. Las bellas Rojas, le pusieron así la mano al coroto, manejaban la banca, la política y el ejército, el sueño de cualquier gobernante. Hicieron sentir su poder y todo pasaba por sus manos antes de la toma de cualquier decisión. La prole de la Rojas fue extensa y poderosa, dieron pie a los llamados por Herrera Luque “veinte somos los Amos del Valle” y en referente genealógico en linea directa y séptima generación, después de muchos años nació un caraqueño bautizado con el nombre de Simón Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios. Según estudios genealógicos esta prole de las Rojas a través de los tiempos sigue teniendo preminencia en la banca, la política y el poder en la Venezuela de hoy. Esta es la REAL GINECOCRACIA, la verdadera influencia del encanto femenino en el ejercicio del poder.

La historia universal está llena de ejemplos del poder de mujeres y se han perdido hasta imperios por la fuerza del amor. En nuestra historia republicana  son conocidas algunas cuitas de alcobas presidenciales. Al precursor Don Francisco de Miranda se le ha achacado la posesión de un pequeño cofre donde guardaba algunos pelos como recuerdos de un amor ausente. José Antonio Páez, exhibió a su amante en saraos oficiales y esta Barbarita Nieves, no dejó pasar la oportunidad de hacer sentir su poder en las erogaciones monetarias del momento. Guzmán Blanco, quien otorgó a su mujer Doña Ana Teresa Ibarra, el manejo de la economía y ella en retribución, ni corta ni perezosa lo convirtió en poco tiempo en uno de los hombres más ricos del mundo, haciéndole tener más de 300 casas de su propiedad. Joaquín Crespo, siguió el ejemplo de su predecesor y delegó la economía en Doña Jacinta Parejo, su esposa, quien sin ningún escrúpulo lo convirtió en multimillonario, como sería la cosa que cuentan que el  mismo Guzmán sorprendido ante el nuevo riquismo de Crespo exclamó: “carajo compadre, yo le dije que podía hacer unos cuantos realitos, pero no tantos”. Otra presidencia donde se ejerció la ginecocracia fue en el periodo de Raimundo Andueza Palacios quien intentó aumentar su periodo presidencial a requerimientos de su esposa Isabel González, la cual deseaba terminar su casita familiar con ayuda de la economía nacional, esta mansión es la sede actual del colegio San José de Tárbes en El Paraiso. Cipriano Castro, un maníaco sexual que llevó al país al colapso económico. Juan Vicente Gómez, quien se salvó de estas tragedias por su convicción de no amanecer con ninguna mujer porque a su buen decir y entender “oler las ventosidades mañaneras de las mujeres es lo que debilita a los hombres”.

En la historia contemporánea los casos de Blanca Ibañez y Cecilia Matos son de conocimiento público y hasta uniformes del ejército sirvieron de vestimenta para el fraude. De la Venezuela del desastre es difícil opinar por aquello que hasta lo que escribes en twitter te incrimina, pero basta recordar que alguien por estar más ocupado en la destrucción de un país, se le olvidaron las mujeres  y la compañera de su sucesor dejó impresa en la memoria de la Asamblea Nacional que el apellido Flores era el más común en la nómina de empleados.

La vieja conseja dice “más hala un vello pubiano que una yunta de bueyes” y este gallito inquisidor así lo ratifica. ¡¡Que viva la Ginecocracia, caracha!

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