viernes, 13 de diciembre de 2013

LA TERIACA.MEDICINA MILENARIA


Julián Viso Rodríguez (Recopilador)
 
 

    En la segunda mitad del 1400, hubo un renovado interés por la Anatomía y patología. Los médicos de antaño habían aprendido a basar sus diagnósticos en pruebas menos aleatorias y más objetivas que antes, como el examen (macroscópico) de la sangre, orina y de otros líquidos del organismo. La terapia dominante era la sangría. También se recurría a los baños y dietas, una miríada de medicamentos que en la mayoría de los casos procedían de las plantas.
    De las pantas medicinales se pasó, después de la llegada a Europa de la Medicina árabe a los “fármacos compuestos”, constituidos por la combinación de más ingredientes, siguiendo la máxima según la cual la eficacia de un medicamento es mucho mayor cuanto más complejo es su composición y noble o misterioso el origen de sus elementos.
    En esta época hay algunos ejemplos de medicamentos multicompuestos que se remonta a tiempos muy anteriores, entre los que sobre sale  especialmente la Teriaca, o Triaca.  Conocida también por los profanos y “saqueada” por la literatura.
   Su nombre procede del griego Theriaké,  que significa remedio contra las mordeduras de animales venenosas (Theiron= animal venenoso, serpiente venenosa).
    Se supone que la Teriaca la inventó Andrómaco, el viejo, médico de Nerón (en el siglo I d.C.), quien describió su receta (de Theriaca), en ciento setenta y cinco versos elegíacos, para que con la ayuda de la métrica y de las rimas, las proporciones y las medidas de las dosis quedaran mejor impresas en la mente. Su hijo, Andrómaco el joven, las reescribió en cambio en prosa.
    Temiendo ser envenenado, Nerón se hizo preparar por su médico cretense un pharmakon  contra el veneno con fines preventivos. Andrómaco añadió  carne de víbora a un ya existente poli fármaco inventado alrededor de un siglo antes nada menos que por Mitríades VI Eupator, Rey del Ponto. Su antídoto fue denominado Mitripato.
   Antes de Andrómaco, Nicandro de Colofón, (segunda mitad del siglo II a.C.) compuso dos  célebres  poemas  dedicados a los remedios contra la mordedura de animales venenosos y contra la “debilidad de los riñones y también para alargar la vida”. 
    Dioscórides, (siglo I d.C.) ya aconsejó la carne de víbora que se debía cocer con aceite, vino y vinagre. El principio químico sobre el que se basaba el empleo del veneno de víbora era sustancialmente el Hipocrático de Similia Similibus,  por lo que es posible curar una enfermedad suministrando dosis mínimas de la misma sustancia, que, en cantidades elevadas, la provoca.
   En épocas de Roma antigua, las víboras eran importadas, para la preparación de la Teriaca, desde Egipto Plenis navibus.   Galeno, (siglo II d.C.) tenía mucha confianza en la Teriaca hasta el punto de definirla  domina medicinarum.
   De la receta original  fueron ideadas con el tiempo varias combinaciones, siempre diferentes, en cada Teriaca, digna de ese nombre, no podía faltar el ingrediente esencial: la carne de víbora,  considerada remedio infalible contra todo veneno.

Racionalidad de su empleo:
Las víboras viven en cuevas, en el otoño mudan la piel y se renuevan. Viven en la profundidad de la tierra por largo tiempo sin alimentarse con ningún tipo de comida, atraen hacia sí “los espíritus sulfúricos y vegetales, los cuales comparten el alma y la vida con todos sus cosas, cargándose de un bálsamo preciso y radical encerrado en el grandísimo seno de la naturaleza”.
    Se supone que la acción medicinal de las víboras, por todos aceptada, se intensificaba en parte por su misma imagen, misteriosa y oscura. Si la víbora no muere por su propio veneno, significa que éste la protege de ella misma ergo, también la persona que la consume queda protegida, tanto del suyo como de otros venenos.
    En tiempos del médico – literato Francesco Redú (siglo XVII), para curarse de la malaria se aconsejaba alimentarse de capones mordidos y muertos por víboras. Preparar los alimentos “viperinos”, (además de la Teriaca existían la sal de víbora, la esencia de víbora, el electuario de víbora simple, se deben seguir normas  bien precisas:
1.- Las víboras deben ser capturadas hacia el término de la primavera o durante el verano.
2.- Descartar víboras preñadas.
3.- Capturada la víbora se le corta la cabeza y la cola en medida de cuatro dedos.
4.- Luego se destripa. Se desuella.
5.- Se lava repetidamente.
6.- Se pone a cocer en agua clara.
7.- Se le quitan las espinas (vértebras).
8.- Se maja la carne en un mortero reduciéndola a papila.
    Con esta pasta se preparaban los Trochisa, precursores de los comprimidos, expuesto al sol era luego secado a las sombras. A los 15 días se conservaban en recipientes adecuados, que no sean de plomo, porque este atrae al veneno; serán de peltre o cobre, oro o plata, mármol, alabastro comúnmente de estaño y vidrio.
    Debía ingerirse durante el invierno y su ingestión precedida de un régimen estricto durante un par de días. La Receta de Andrómaco preveía la fusión de cincuenta y cuatro sustancias. Cada ingrediente era escogido en función de las propiedades  terapéuticas  de las que se creía estaba dotado  para prevenir una determinada enfermedad o un grupo de enfermedades. Ej.; el jugo de Regaliz, endulza las  asperezas del canal del pulmón. El azafrán “alegra el corazón”. El Lirio “aligera los humores pegajosos y molestos. El agárico “purga las flemas y todos los mocos ordinarios. El árbol de la canela “da impulso a los ingredientes más usados”. Las rosas rojas – la mirra – el incienso -  la pimienta negra – el opio – la genciana – la canela, las semillas de anís, las de hinojo el jugo de regaliz.
    Algunos de estos preparados hicieron historia por sí mismos y conservaron su propio nombre en el tiempo: Teriaca diatesseron,  de Mesué, Teriaca de los egipcios, Teriaca del Sultán de Babilonia, Teriaca del serenísimo Príncipe Anhaldine…

Indicaciones.
En Francia, siglo XVII: dolor de estómago – Cólico – Indigestiones – dolores internos – Fiebres – Mordeduras o picaduras de animales venenosos – Peste – Varicela – Malaria – sarampión – Disentería- Cólera – Parálisis – Epilepsia – Ictus cerebral – Dolores articulares – Impotencia sexual.
    El primero en preparar la Teriaca públicamente fue Moyse Charas, un farmacéutico que en París tenía una tienda con un letrero con la víbora de oro. Apoyado por Joseph Daquin, primer médico de Luís XVI, anunció que prepararía en público trescientas libras de Teriaca e invitó a la ceremonia al mismo Daquin, a los Magistrados y a todos los responsables de la Facultades. Lo repitió en Bolonia y Venecia.
    En Pisa y Florencia la Teriaca tenía que se  preparada públicamente por los “farmacéuticos y los médicos así mismo delante de todas las autoridades de dicho arte. La teriaca de Pisa contenía 59 elementos entre los cuales había opio y “vino blanco generoso”.
    El médico y naturalista boloñés Ulisse Aldrovandi,  en la segunda mitad del siglo XVI, añadió el amomo (o cardamomo) y el costo (costus spicatus) para introducir nuevas “virtudes curativos”. La innovación fue tan grave que los médicos lo degradaron del colegiado y lo suspendieron de sus funciones durante un quinquenio.
    En 1639 concernia a dos farmacéuticos romanos (Antonio Manfredi y Vincenzo Panuncio) que con grandes  costos había conseguido un nuevo ingrediente el  Opobálsamo, (también llamado Bálsamo del Perú)  que se  debía emplear en la preparación del “medicamento”.
    Un farmacéutico veneciano en lugar de  azafrán usó cártamo y omitió tres ingredientes, fue condenado a pagar una multa de 420 ducados y encerrado en prisión de la que logró escapar. Se constituyeron muchas sociedades para la confección y la venta de la Teriaca, como la Societé de la theriaque, constituida por boticarios parisinos, persistió hasta 1789.
    También hubo quien argumentaba contra la eficacia de un preparado tan “milagroso”. Plinio en su “Historia Naturalis” la había definido como “excigitata compositio Luxuriae”  y en 1553 el médico de la Universidad de Bolonia, Teodosio de Parma,  después de haber experimentado el preparado durante largo tiempo con palomas, llegó a la conclusión de que la Teriaca resultaba totalmente ineficaz en los casos de envenenamiento.
   En 1600 el célebre médico francés Guy Patin consideró  a la Teriaca “sin efecto y sin fundamento; además es solo obra de los farmacéuticos falsificadores. A medida que  se acercaba  el silo XIX fueron conformadas la ineficacia del medicamento.
    Sin embargo, en 1904 en el “Bulletin de Therapeutique”  francés todavía podía leerse que la Teriaca está “dotada” de virtudes antisépticas y diuréticas, por lo que su fórmula es racional. De ella se habla todavía en la décimo novena edición del Officine de Dorvauet” de 1955.

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