domingo, 1 de septiembre de 2013

Palabreo de Andrés Eloy.



Raúl Sanz Machado*

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     
Agosto pasado marcó el 116º aniversario  del feliz día en  que vio la luz en tierra cumanesa, un venezolano de postín, orador político metido a humorista, llamado Andrés Eloy Blanco, curtido en cárceles y exilios, aunque inmune a odios y resentimientos, como consta en su inspirada pluma poética, de honda y afortunada sensibilidad.  Mediando la cincuentena, presidió la Asamblea Nacional Constituyente de julio del 1947 y en tal virtud firmó la Ley Constitucional, promulgada el 5 de julio por la Junta Revolucionaria presidida por Rómulo Betancourt y refrendada por sus ministros, entre quienes figuraban, Raul Leoni, Carlos Morales, Juan Pablo Pérez Alfonzo,  Carlos Delgado Chalbaud, Manuel Pérez Guerrero, Luis Beltrán Prieto y Eduardo Mendoza Goiticoa, gente de buen hacer y proceder.
A la habilidad política del Diputado Blanco, se unió desde la tribuna parlamentaria un fino matiz humorístico que para algunos se tradujo en sonrisas y para otros en dolor de cabeza, como  ocurrió con una dama parlamentaria de oposición, quien en cierta ocasión pidió la palabra con aires de trifulca.  Andrés Eloy, solícito, se la concedió: “Tiene la palabra, Señorita…” La respuesta aireada, no tardó: “Señorita no, Presidente…  Diputada…! A lo que el agudo parlamentario se excusó con elegante intención: “Dispense Diputada, yo creí que usted era señorita…!
En otra ocasión, el novel parlamentario copeyano Edecio La Riva Araujo usó y abusó  de su derecho de palabra, para hacer objeciones al proyecto constitucional que se debatía. Andrés Eloy, con disimulada impaciencia trataba de abreviar el debate advirtiéndole: “Hay una comisión de estilo, Diputado…” Inutil. Edecio insistía en sus protestas en el caldeado ambiente con  mayoría adeca, hasta que Andrés Eloy, tocó la campanilla y se acabó el debate. Ante las insistentes protestas de Edecio,  el Presidente lo interrumpió: “No hay cosas que hagan más ruido que un Ford viejo y un diputado nuevo”. El futuro Senador y líder verde no le quedó más remedio que reír y se sentó en su curul sin más interrupciones.
Refiere el acucioso historiador y recopilador de la obra de Andrés Eloy Blanco, José Rivas Rivas, que  en  los ardores parlamentarios entre adecos y copeyanos,  en la Asamblea de 1946, extrañaba la presencia de un fogoso orador de la tolda verde, mas “café que leche”; de nuevo se puso de manifiesto, el ingenio humorístico del poeta parlamentario en una ocurrente coplilla que circuló en la cámara, que decía:  Cosas que no son de ley / siempre resultan un fiasco / mujer orinando en frasco / y negro inscrito en Copei”
Y así era este insigne cumanés que supo entretejer el sentimiento y el Ser nacional con las altas investiduras con las que sirvió a la República. Su partida en mala hora, dejó un hondo vacío en los cálidos testimonios profesados por amigos. Ya, antes, el sentimiento materno se había hecho palabra: “Madre, si me matan, / ábreme la herida, ciérrame los ojos /  y tráeme un pobre hombre de algún pobre pueblo  / y esa pobre mano por la que me matan, /  pónmela en la herida por la que me muero”.  En el acto del traslado de sus restos al Panteón Nacional, quedaron las palabras vibrantes de su fraternal Miguel Otero Silva: “Así no hubieras escrito tus versos, tiene tu esqueleto el derecho a ser sembrado en este bosque de significativos mármoles”.  Ya el poeta había expresado alguna vez: “No hay que llorar la muerte del viajero, hay que llorar la muerte de un camino”.

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