Autor: José Antonio Puglisi
La
historia cuenta que el Libertador Simón Bolívar contrajo matrimonio con
María Teresa de Rodríguez del Toro en Madrid. La ceremonia, que se
consagró el 26 de mayo de 1802, se llevó a cabo en la Iglesia Parroquial
de San José. En la actualidad, sólo una placa recuerda el lugar donde
se realizó el enlace nupcial que marcó la vida del prócer venezolano,
pero hay misterios que no aparecen en los libros. El corresponsal en
Madrid de Informe21, José A. Puglisi, ha indagado a profundidad qué historia se oculta tras este monumento.
El
matrimonio de Simón Bolívar cambió su vida por completo. Con apenas 17
años, el Libertador se enamoró de una joven tres años mayor que él, la
recordada María Teresa de Rodríguez del Toro. Tras dos años de noviazgo,
la pareja contrajo matrimonio en 1802 en Madrid y, sólo 20 días
después, viajan a La Coruña. A mediados de año, parten a Venezuela,
donde María Teresa contrae fiebre amarrilla y fallece en enero de 1803.
Sin cumplir siquiera el primer aniversario. La trágica historia de amor
cambió la vida de Bolívar, quien nunca volvió a contraer matrimonio. Sin
embargo, ¿qué misterios hay detrás de la boda del Libertador?
El
primero es que la boda de Bolívar no se celebró en la Iglesia de San
José que está ubicada en la calle Alcalá de Madrid. Si bien el templo
tiene una placa conmemorativa que afirma haber sido el espacio donde se
realizó el enlace nupcial, en realidad nunca fue así. “Son muchos los
venezolanos que acuden a esta iglesia y posan al lado de la placa. Se
toman fotos y les genera gran ilusión encontrar el lugar donde se casó
Bolívar, pero lamentablemente este es un error histórico”, precisa un
sacerdote de la comunidad.
Según
los registros oficiales, el matrimonio del Libertador se llevo a cabo
en la antigua Iglesia Parroquial de San José, donde antes se levantaba
el Teatrillo del Palacio del Duque de Frías. Sin embargo, esta locación
ha sido modificada a través de los años y la evolución de la ciudad
hasta convertirse en la actual calle Gravina, con esquina Luis de
Góngora. Una vía donde no quedan pistas de la Iglesia y donde se levanta
un antiguo edificio. Pero este inmueble tiene una particularidad que
suele pasar por desapercibida en la mayoría de los ciudadanos: una
pequeña placa entre dos ventanas que recuerda que sobre ese lugar se
levantaba el templo que unió a Simón Bolívar y María Teresa de Rodríguez
del Toro en 1802.
¿Por
qué si ya se ha revelado el lugar exacto donde se casó Bolívar sigue
existiendo un monumento históricamente incorrecto? La solución es
sencilla: por la insistencia de las autoridades diplomáticas de
Venezuela. Según fuentes solventes en el caso, la Parroquia de San José
es transferida en 1838 a la actual Iglesia de calle Alcalá, donde
también se llevaron inicialmente los documentos (donde está incluida el
acta de matrimonio de Simón Bolívar), pero nunca se realizó una mención
al enlace nupcial en las instalaciones de la Iglesia. No, al menos, en
los primeros 100 años desde el cambio.
Para
1940, representantes de la embajada de Venezuela cometen el error
histórico de regalar una placa conmemorativa del matrimonio de Simón
Bolívar. A pesar de que la Iglesia advirtió sobre el error histórico, la
insistencia oficial llevó a la instalación del monumento. Ubicado en
una de las paredes traseras del templo, la placa permaneció en su lugar
durante unos cinco años, hasta que se decidió retirarla.
Muy
pocos conocen qué sucedió con esa primera placa entregada por la
embajada de Venezuela, pero hay un sacerdote de la parroquia que lo
recuerda con total claridad. “Cuando la separamos de la pared, no
sabíamos qué hacer con ella. Era un gran trozo de mármol que no
quisieron de vuelta y que no tenía ningún sentido seguir exponiendo. Un
vendedor cercano de flores necesitaba una mesa para su trabajo y
decidimos regalársela como un gesto de ayuda. El hombre estaba
encantado, le dio vuelta y utilizaba el lado liso para preparar los
ramos que luego vendería”, asegura.
Durante
más de diez años nadie pareció extrañar la placa de la Iglesia de San
José, hasta que una nueva representación de la embajada venezolana tomó
cartas en el asunto en 1960. “Un día, un diplomático nos preguntó por la
placa conmemorativa que se había quitado. Se le explicó el error
histórico, que existía el monumento en la calle Gravina y que no
poseíamos la placa original”, asegura un sacerdote de la parroquia. Se
trataba del Embajador venezolano Santiago Ochoa y Briceño, quien tenía
una afición a las representaciones nacionales en España, ya que ese
mismo año viajó hasta Canarias para inaugurar la Casa Venezuela, entre
otras acciones.
A
pesar de esto, los representantes oficialistas se enfrascarían en el
deseo de reponer la placa. “El Embajador nos comentó que años atrás
había venido a Madrid a estudiar y había dado con esa conmemoración, por
lo que le hacía ilusión volverla a ver en la iglesia. Así que, a pesar
de que no estábamos de acuerdo y tras grandes presiones con altas
instancias de la Iglesia, cedimos a colocarla de nuevo”, lamenta el
religioso, quien asegura que la petición oficial llegó hasta el propio
Arzobispo emérito de Madrid, Vicente Enrique y Tarancón. Quien es
recordado y querido en España por su papel conciliador durante la
transición española como líder de la Conferencia Episcopal.
Para
evitar continuar con la polémica, la Iglesia de San José aceptó colocar
la placa en 1960 con la condición de que se hiciera la aclaratoria de
que la boda del Libertador se había celebrado en la Parroquia de San
José y no en dicha Iglesia. A pesar de que se realizó esta mención, la
mayoría de los visitantes siguen pensando que este es el lugar exacto
del enlace nupcial.
Han
pasado 211 años desde que Simón Bolívar y María Teresa de Rodríguez del
Toro aceptaron casarse frente a la iglesia. A pesar de que su amor
marchitó demasiado pronto por la crueldad del destino, su historia ha
sido inmortal en los libros de historia y en las calles del centro de
Madrid, donde miles de visitantes acuden cada año para conocer dónde el
Libertador cambió el ritmo de su corazón. A fin de cuenta es una
historia digna de ser recordada, ya que es histórica y cuenta con su
propio estilo shakesperiano.
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