miércoles, 10 de julio de 2013

Los misterios de la boda de Simón Bolívar

Autor: José Antonio Puglisi

La historia cuenta que el Libertador Simón Bolívar contrajo matrimonio con María Teresa de Rodríguez del Toro en Madrid. La ceremonia, que se consagró el 26 de mayo de 1802, se llevó a cabo en la Iglesia Parroquial de San José. En la actualidad, sólo una placa recuerda el lugar donde se realizó el enlace nupcial que marcó la vida del prócer venezolano, pero hay misterios que no aparecen en los libros. El corresponsal en Madrid de Informe21, José A. Puglisi, ha indagado a profundidad qué historia se oculta tras este monumento.
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El matrimonio de Simón Bolívar cambió su vida por completo. Con apenas 17 años, el Libertador se enamoró de una joven tres años mayor que él, la recordada María Teresa de Rodríguez del Toro. Tras dos años de noviazgo, la pareja contrajo matrimonio en 1802 en Madrid y, sólo 20 días después, viajan a La Coruña. A mediados de año, parten a Venezuela, donde María Teresa contrae fiebre amarrilla y fallece en enero de 1803. Sin cumplir siquiera el primer aniversario. La trágica historia de amor cambió la vida de Bolívar, quien nunca volvió a contraer matrimonio. Sin embargo, ¿qué misterios hay detrás de la boda del Libertador?
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El primero es que la boda de Bolívar no se celebró en la Iglesia de San José que está ubicada en la calle Alcalá de Madrid. Si bien el templo tiene una placa conmemorativa que afirma haber sido el espacio donde se realizó el enlace nupcial, en realidad nunca fue así. “Son muchos los venezolanos que acuden a esta iglesia y posan al lado de la placa. Se toman fotos y les genera gran ilusión encontrar el lugar donde se casó Bolívar, pero lamentablemente este es un error histórico”, precisa un sacerdote de la comunidad.
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Según los registros oficiales, el matrimonio del Libertador se llevo a cabo en la antigua Iglesia Parroquial de San José, donde antes se levantaba el Teatrillo del Palacio del Duque de Frías. Sin embargo, esta locación ha sido modificada a través de los años y la evolución de la ciudad hasta convertirse en la actual calle Gravina, con esquina Luis de Góngora. Una vía donde no quedan pistas de la Iglesia y donde se levanta un antiguo edificio. Pero este inmueble tiene una particularidad que suele pasar por desapercibida en la mayoría de los ciudadanos: una pequeña placa entre dos ventanas que recuerda que sobre ese lugar se levantaba el templo que unió a Simón Bolívar y María Teresa de Rodríguez del Toro en 1802.
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¿Por qué si ya se ha revelado el lugar exacto donde se casó Bolívar sigue existiendo un monumento históricamente incorrecto? La solución es sencilla: por la insistencia de las autoridades diplomáticas de Venezuela. Según fuentes solventes en el caso, la Parroquia de San José es transferida en 1838 a la actual Iglesia de calle Alcalá, donde también se llevaron inicialmente los documentos (donde está incluida el acta de matrimonio de Simón Bolívar), pero nunca se realizó una mención al enlace nupcial en las instalaciones de la Iglesia. No, al menos, en los primeros 100 años desde el cambio.
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Para 1940, representantes de la embajada de Venezuela cometen el error histórico de regalar una placa conmemorativa del matrimonio de Simón Bolívar. A pesar de que la Iglesia advirtió sobre el error histórico, la insistencia oficial llevó a la instalación del monumento. Ubicado en una de las paredes traseras del templo, la placa permaneció en su lugar durante unos cinco años, hasta que se decidió retirarla.
Muy pocos conocen qué sucedió con esa primera placa entregada por la embajada de Venezuela, pero hay un sacerdote de la parroquia que lo recuerda con total claridad. “Cuando la separamos de la pared, no sabíamos qué hacer con ella. Era un gran trozo de mármol que no quisieron de vuelta y que no tenía ningún sentido seguir exponiendo. Un vendedor cercano de flores necesitaba una mesa para su trabajo y decidimos regalársela como un gesto de ayuda. El hombre estaba encantado, le dio vuelta y utilizaba el lado liso para preparar los ramos que luego vendería”, asegura.
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Durante más de diez años nadie pareció extrañar la placa de la Iglesia de San José, hasta que una nueva representación de la embajada venezolana tomó cartas en el asunto en 1960. “Un día, un diplomático nos preguntó por la placa conmemorativa que se había quitado. Se le explicó el error histórico, que existía el monumento en la calle Gravina y que no poseíamos la placa original”, asegura un sacerdote de la parroquia. Se trataba del Embajador venezolano Santiago Ochoa y Briceño, quien tenía una afición a las representaciones nacionales en España, ya que ese mismo año viajó hasta Canarias para inaugurar la Casa Venezuela, entre otras acciones.
A pesar de esto, los representantes oficialistas se enfrascarían en el deseo de reponer la placa. “El Embajador nos comentó que años atrás había venido a Madrid a estudiar y había dado con esa conmemoración, por lo que le hacía ilusión volverla a ver en la iglesia. Así que, a pesar de que no estábamos de acuerdo y tras grandes presiones con altas instancias de la Iglesia, cedimos a colocarla de nuevo”, lamenta el religioso, quien asegura que la petición oficial llegó hasta el propio Arzobispo emérito de Madrid, Vicente Enrique y Tarancón. Quien es recordado y querido en España por su papel conciliador durante la transición española como líder de la Conferencia Episcopal.
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Para evitar continuar con la polémica, la Iglesia de San José aceptó colocar la placa en 1960 con la condición de que se hiciera la aclaratoria de que la boda del Libertador se había celebrado en la Parroquia de San José y no en dicha Iglesia. A pesar de que se realizó esta mención, la mayoría de los visitantes siguen pensando que este es el lugar exacto del enlace nupcial.
Han pasado 211 años desde que Simón Bolívar y María Teresa de Rodríguez del Toro aceptaron casarse frente a la iglesia. A pesar de que su amor marchitó demasiado pronto por la crueldad del destino, su historia ha sido inmortal en los libros de historia y en las calles del centro de Madrid, donde miles de visitantes acuden cada año para conocer dónde el Libertador cambió el ritmo de su corazón. A fin de cuenta es una historia digna de ser recordada, ya que es histórica y cuenta con su propio estilo shakesperiano.
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