viernes, 19 de abril de 2013

EL DÍA QUE TRANSFORMO A VENEZUELA


Por: Carlos Alarico Gómez
Los sucesos ocurridos el 19 de abril de 1810 en Caracas originaron una Junta de Gobierno que se autocalificó de “Defensora de los Derechos de Fernando VII”, descalificando de paso al capitán general Vicente de Emparan y Orbe de quien se decía que simpatizaba con las autoridades francesas que habían usurpado el trono español. Lo que ocurrió fue sin duda el primer golpe de Estado que sufrió el país. Nunca antes se había vivido una situación como esa. Para consolidarse en el poder la Junta buscó el respaldo de las provincias que integraban la Capitanía General, así como el de algunos gobiernos de países amigos. En lo primero logró el apoyo de siete provincias, pero sufrió el rechazo de Coro, Maracaibo y Guayana, que permanecieron fieles a las autoridades derrocadas. En lo segundo enviaron misiones diplomáticas a buscar el reconocimiento de Londres y Washington, con lo que buscaban evitar que España intentara alguna represalia militar. Esa previsión era lógica. La brusca remoción del capitán general se efectuó sin el consentimiento del Consejo de Regencia, el cual había sido instalado en Cádiz el 31 de enero de 1810, presidido por el general Francisco Xavier de Castaños, duque de Bailén, quien comenzó a gobernar desde la Isla de León en Cádiz. 

Los antecedentes del 19 de abril 

Lo ocurrido en Caracas tuvo su origen en los sucesos que se iniciaron en España desde que su territorio fue ocupado por un ejército francés integrado por cien mil hombres, bajo el mando del mariscal Joaquín Murat, el cual fue enviado por Napoleón Bonaparte, que para entonces era el dueño de Europa. Los franceses entraron en España como consecuencia del Tratado de Fontainebleau, firmado por el rey en 1807 y refrendado por Manuel Godoy, primer ministro del Reino, lo que no fue del agrado del pueblo español, que se amotinó en Aranjuez el 17 de marzo de 1808, con la participación de líderes provenientes de la alta nobleza y del sector radical del partido Liberal, quienes coincidieron en la protesta contra el Príncipe de la Paz, como era llamado el ministro Godoy. El Consejo de Castilla validó el acto y la gente comenzó a darle vivas a Fernando VII como nuevo monarca, provocando la prisión de Godoy y la abdicación de Carlos IV, lo que fue celebrado por el pueblo, que veía con desagrado el progresivo deterioro que sufría España bajo la pésima administración de Carlos IV (1788-1808) y su ministro Godoy, quienes condujeron a España a la pérdida de parte de sus territorios, al empobrecimiento de la población y, sobre todo, al desprestigio de la Casa Real.
La alegría duró muy poco. Fernando VII pasó a ser un títere del Emperador francés hasta el punto de que el 10 de abril de de 1808 recibió la orden de asistir a una reunión en Bayona, dejando encargado del trono a una Junta de Gobierno presidida por el infante don Antonio Pascual de Borbón y Wettin, hermano menor de Carlos IV. También asistieron a la reunión Carlos IV y su esposa, los infantes y el Príncipe de la Paz, quien fue sacado de la prisión donde se hallaba. El resultado estaba previamente señalado por Napoleón: Fernando le restituyó el trono a su padre y éste a su vez abdicó en favor de José, hermano del emperador francés, en tanto los infantes fueron obligados a renunciar a sus derechos de sucesión. A partir de ese momento Fernando VII permaneció detenido en Bayona, en el castillo de Valencay, Carlos IV fue enviado al exilio en Roma, la Junta de Gobierno fue disuelta y el mariscal Joaquín de Murat asumió el poder mientras se producía la llegada de José Bonaparte, el nuevo monarca.
Tales hechos provocaron un profundo malestar en el pueblo español, lo que se tradujo en protestas violentas que terminaron en la masacre de Madrid ordenada por  Murat el 2 de mayo de 1808, lo que dio inicio a una guerra que se extendió por Oviedo, Gerona y Zaragoza. A pesar del conflicto, el 25 de julio siguiente el Consejo de Castilla le tomó el juramento a José Bonaparte con el nombre de José I, rey de España. No obstante, la insurrección siguió. En Sevilla se designó una Junta Suprema destinada a gobernar el territorio español sin tomar en cuenta al rey José, pero se originó una verdadera anarquía con la creación de juntas paralelas en Asturias, Cataluña, Murcia y León, que no acataban los lineamientos emanados de Sevilla, optando cada una en representar el territorio en que le correspondía actuar. Las consecuencias fueron catastróficas para la causa de España y ante la hecatombe que se vivía convinieron en designar una Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino, la cual presidió José Moñino y Redondo, conde de Floridablanca, quien tuvo la responsabilidad de custodiar la soberanía del reino, pero sin disolver las juntas provinciales. Esa Junta procedió a crear un Consejo de Gobierno y un Tribunal Supremo de España e Indias, con lo que se intentó evitar el caos, pero la guerra continuaba y los franceses se anotaban constantes victorias, por cuyo motivo los insurrectos se refugiaron en Cádiz. 

              Emparan y Orbe (1809-1810)    

Mientras esas cosas ocurrían, la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino procedió a designar capitán general de Venezuela al mariscal de campo Vicente de Emparan y Orbe en sustitución de Juan de Casas, quien estuvo en el cargo hasta mayo de 1809. La selección se efectuó debido al conocimiento que tenía Emparan del territorio venezolano, ya que había sido gobernador de Cumaná entre 1792 y 1804.
Al iniciar su gobierno Emparan pudo notar que la situación en Venezuela era de sumo desagrado, especialmente por la presencia del neogranadino Joaquín de Mosquera y Figueroa, que había sido enviado por la Corona desde 1805 para efectuar una auditoría en la Real Audiencia, actividad en la que determinó la responsabilidad administrativa de tres altos funcionarios que fueron destituidos. También ordenó la prisión de  Manuel Matos, Diego Melo e Ignacio Manrique el 27 de julio de 1808, a los que acusó de subvertir el orden público por haber expresado en alta voz que “... ha llegado el momento de que los americanos gocen de libertad. Es necesario ahorcar a todos los jefes y matar a los españoles…” (Briceño Iragorry: Casa León y su tiempo, 1954, p. 127). Tres meses más tarde fueron puestos en libertad, después de negar las afirmaciones de los testigos y de formular votos de fidelidad a Fernando VII. Estaba claro que la tranquilidad de la antigua Capitanía había comenzado a resquebrajarse.
La prisión de ese grupo coincidió con la noticia de que la Capitanía General estaba estudiando la posibilidad de establecer una junta similar a la de Sevilla (Blanco y Azpúrua: Documentos para la vida pública del Libertador, p. 170), para lo cual  había procedido a la designación de una Comisión encargada de preparar el proyecto, integrada por Isidoro López Méndez y Manuel de Echezuría, altos funcionarios del gobierno en Caracas. El documento fue presentado para su consideración el 29 de julio de 1808. La posición de todos era favorable, pero la llegada de una Comisión de la Junta Suprema procedente de Sevilla cambió la situación y se acordó prestarle obediencia a la misma, de acuerdo al fallo emitido por la Real Audiencia el 5 de agosto. 
Los mantuanos no quedaron conformes y así lo expresaron en la reunión conspirativa que efectuaron el 13 de noviembre de 1808 en la casa del intendente Juan Vicente de Arce, noticia que llegó rápidamente a conocimiento de Joaquín de Mosquera y Figueroa, quien inició una investigación destinada a informar los hechos a la Capitanía General y a la Real Audiencia. Una vez sopesados los elementos probatorios, ordenó la prisión en sus respectivos hogares del Marqués del Toro, del Marqués de Casa León y del Conde de San Javier. Así mismo, dispuso la prisión en cuarteles de José Félix Ribas, Nicolás Anzola, Vicente Tejera, Mariano Montilla, Francisco Navas, Juan Sojo y los hermanos Martín y Jose Tovar. Más grave aún fue el confinamiento de Pedro Palacios (Curiepe), Ignacio y Antonio Nicolás Briceño (Ocumare del Tuy), Francisco Paúl y José de Aristeguieta (Aragüita), Juan Nepomuceno Ribas (Guatire), José Uribe (Ocumare de la Costa), Isidoro Quintero, Domingo Galindo y Narciso Blanco (Puerto Cabello) Antonio Estévez (Tacarigua), Tomás Montilla (Baruta), Vicente Ibarra (Charallave) y Francisco de la Cámara (La Guaira). La decisión fue sumamente delicada y muy pronto traerá sus consecuencias. (Briceño Iragorry: Ibidem, p. 127).
Las personas arrestadas y confinadas fueron recuperando su libertad de manera progresiva, especialmente después de la partida de Mosquera y Figueroa en 1809 con destino a España, donde obtuvo una diputación a la Corte de Cádiz (1810) y la Presidencia del Consejo de Regencia, en cuyo cargo le correspondió sancionar la Constitución liberal de Cádiz. 

                                                               Andrés Bello

Como es de suponer, el encargado de redactar los documentos para emitir las órdenes pertinentes fue Andrés Bello, en su condición de segundo oficial de la Secretaría del capitán general. El joven funcionario no tuvo opción. Tenía que obedecer las instrucciones de su jefe, a pesar del sufrimiento moral que le causó escuchar la sentencia de los altos funcionarios, consciente como estaba de la gravedad de las órdenes de arresto y de confinamiento de los acusados, que eran personas de la mayor relevancia en la sociedad de la época. Este es uno de los elementos que usaron los enemigos de Bello contra él, a lo que hay que agregar el soneto que escribió cuando se enteró de la victoria del general Francisco Xavier de Castaños sobre las tropas francesas comandadas por el general Dupont (19 de julio de 1808) en Bailén, que tituló A la victoria de Bailén, en el cual expresa: “Rompe el león soberbio la cadena/con que atarle pensó la felonía,/y sacude con noble bizarría/sobre el robusto cuello la melena.//
Cualquiera que conozca lo acontecido en Madrid el 2 de mayo de 1808, no puede sino sentir la misma alegría que inspiró a Bello cuando escribió su soneto sobre  el triunfo de Bailén. Olvidan sus detractores que Venezuela tuvo tres siglos de vida común con España y que de ella se heredaron sus instituciones, su religión y su lengua.  

         El 19 de abril de 1810

En el mes de abril había un ambiente tan peligroso en Caracas que Vicente Basadre, intendente del Ejército y de la Real Hacienda, escribió en sus memorias que “el primero de abril habíamos escapado milagrosamente Emparan, su asesor, el subinspector de Artillería y yo, respecto a que tenían pensado asesinarnos aquella noche…” (Vaamonde: Diario de una rebelión., p. 69). Emparan actuó con toda diligencia y expulsó de Caracas a varios jóvenes militares que estaban complicados en el intento de magnicidio, enviando una relación al rey en la que le decía que “seis o siete días antes de la insurrección pretendí aprehender a don Tomás Montilla para expulsarle del distrito de la Capitanía General, por haber sido advertido que la noche anterior se había juntado en el cuartel de la Misericordia con tres hijos del teniente coronel Francisco Carabaño, con los hermanos Ayala, con Juan del Castillo y con Diego Jalón, oficiales del Cuerpo de Veteranos de la Reina…” (Vaamonde, Ibidem, p. 71).
La documentación revisada indica que había una conspiración en marcha para derrocar a Emparan con el fin de establecer una Junta al estilo de la que existía en España. La rebelión se vio reforzada con la noticia recibida de Madrid el 7 de abril, en la que se decía que la Junta Central había dejado de existir en enero y que en su lugar se había instalado un Consejo de Regencia. Como el ente que designó a Emparan fue la Junta, los insurrectos argumentaron que su autoridad había cesado, a lo que se sumaba que los franceses ocupaban casi todo el territorio ibérico, incluyendo la capital de reino. En ese estado de cosas, los miembros del Consejo de Regencia decidieron refugiarse en la isla de León, frente a Cádiz, hoy isla de San Fernando.
Pero en Venezuela la suerte estaba echada y el 19 de abril, durante la Semana Santa, los miembros del Cabildo llevaron adelante su plan conspirativo para desconocer la autoridad de Emparan obligándolo a dimitir, aduciendo que actuaban en nombre de Fernando VII y en desobediencia de José I. En consecuencia, se creó una Junta Suprema Defensora de los Derechos de Fernando VII, dirigida por José de Las Llamosas y Martín Tovar Ponte, la cual estableció organizaciones similares en las provincias de Cumaná, Margarita, Barinas, Barcelona, Trujillo y Mérida. Muy pronto se sabrían las verdaderas intenciones de los defensores del monarca español, pues el 11 de junio de ese mismo año convocaron comicios para elegir diputados de una nueva institución que se llamaría Congreso, la cual instalaron el 2 de marzo de 1811 en la casa del conde de San Javier. La convocatoria señalaba específicamente que era necesario “… convocaros para consultar vuestros votos, ya para que escogieseis inmediatamente las personas que por su probidad, luces y patriotismo os parecieran dignas de vuestra confianza… (Convocatoria a elecciones de Diputados, en la obra Documentos de la Suprema Junta de Caracas, pp. 150 ejusdem), pero las provincias de  Coro, Maracaibo y Guayana se mantuvieron fieles al Consejo de Regencia y no acataron la convocatoria.

        Bolívar 

La Junta Suprema inició su acción de gobierno desde el mismo instante en que tomaron el control  del Ayuntamiento de Caracas. Entre las primeras medidas se acordó buscar apoyo en Inglaterra, para lo cual designó una Misión integrada por Simón Bolívar y Luis López Méndez, quienes se dirigieron a la Junta para solicitar se nombrara a Andrés Bello como Secretario de la Comisión para cumplir cabalmente con el encargo que les había sido encomendado. La respuesta la recibieron el 4 de junio, con el siguiente mensaje: “La Suprema Junta, teniendo en consideración los motivos que VSS alegan en su oficio de ayer para pretender que las acompañe en la comisión Londres el Comisario de Guerra don Andrés Bello, Oficial Primero de la Secretaría de Relaciones Exteriores, ha condescendido con su instancia, y lo comunico a VSS para su inteligencia” (Grases, ibidem, p. 39). La selección de Bello estuvo sustentada en su demostrada capacidad, en su carácter disuasivo y en su dominio de la lengua inglesa.
La noticia del viaje de la comisión apareció publicada en la Gazeta de Caracas Nº 102 el viernes 8 de junio de 1810, con el siguiente texto: “… ha llegado (a La Guaira) con escala en Cumaná la Corveta de S.M.B. Gener. Wellington, y su Comandante Capit. George ha presentado a la Suprema Junta el siguiente pliego del Exc.mo Sr. Almirante Cochrane, Comandante en Gefe de las fuerzas navales británicas de Barlovento con copia inclusa de lo que contextó S. E. a la Junta Provincial de Cumaná cuando tuvo noticia de su instalación. Este buque saldrá de un momento a otro para cumplir en el amistoso destino con que lo embió S. E. de conducir pliegos o comisiones á Inglaterra, y en el deben ir los comisionados de este Gobierno cerca de S. M. B. que lo son los Sres. Don Simón de Bolívar Coronel Graduado de Milicias, Don Luis López Méndez Comisario Ordenador Graduado, y en calidad de agregado Don Andrés Bello Comisario de Guerra honorario y oficial de la Secretaría de Estado de la Suprema Junta”.  
Estos tres personajes debían lograr respaldo para el proyecto libertario que se había comenzado a perfilar desde que se inició la crisis española en 1808. Los comisionados salieron optimistas y contentos hacia Londres a bordo de la corbeta Wellington y el 10 de julio desembarcaron en Portsmouth, tomando de inmediato una carreta que los condujo a Londres. Los primeros días de permanencia fueron muy bien recibidos por Francisco de Miranda en su casa de Grafton Streeet, en la que vivía con su esposa Sarah Andrews y con sus hijos Francisco y Leandro. Mientras estuvo residenciado allí, Bello recibió varias cartas de Juan Germán Roscio, pero quizá la más significativa fue la del 24 de septiembre, en la que le dice que “Supimos que ustedes habían llegado el 10 de julio. Por Curazao han ido dos correspondencias mías. Es muy importante la de Santa Fe y Buenos Aires, nuestros imitadores; y es necesario que toda la América siga el mismo partido, si no quiere ser presa de la Francia, o de otra nueva tiranía gaditana. Tenga usted muy en cuenta lo que contestó la Junta Central… los españoles, abandonados de sus autoridades a favor del gobierno francés,  se rescataron y reconquistaron por sí mimos; por consiguiente, quedaron libres e independientes de todos los lazos políticos que los ataban a su anterior sistema…”. (Roscio: Carta a Bello del 24 de septiembre de 1810, en Escritos Representativos, 1971, p. 41). La actitud de Inglaterra no era cónsona con las aspiraciones de los venezolanos,  debidoa a que la situación en Europa se había complicado como consecuencia de la ocupación francesa en casi todo el territorio del viejo continente, lo que hacía obvio que su próximo objetivo sería atacar el territorio inglés. Por lo tanto, el Foreign Office, para entonces dirigido por el diplomático Richard Wellesley, estaba trabajando intensamente en el establecimiento de una alianza con España y, como consecuencia, no podían darle sustento político a una Junta que no tenía apoyo del Consejo de Regencia establecido en Cádiz. 

                                                                         Miranda

Las oportunas intervenciones de Miranda permitieron abrir las puertas de los poderosos en el gobierno británico y gracias a ello fue posible lograr un apoyo parcial que se concretó en la calificación de beligerantes que le dio el gobierno de Jorge III a la Junta Suprema, a través del primer ministro William Pitt, además de la seguridad de que suscribirían acuerdos comerciales. Los ingleses estaban conscientes de que los venezolanos podían tratar de acercarse a Francia en su intento de separarse de España, deseo que habían dejado entrever con bastante sutileza durante el ciclo de reuniones efectuadas. Al lograr este acuerdo, Bolívar regresó a Venezuela, no sin antes obtener la promesa de Miranda de que se incorporaría a la lucha por la libertad que ya había comenzado. Bello y López Méndez permanecieron en la casa de Miranda en Londres con el propósito de ampliar los logros alcanzados.
Miranda partió para Venezuela en octubre de ese año, mientras Bello y López Méndez establecían relación de amistad con el peruano José María Blanco White, director del periódico El Español; y con Lord Henry Holland, líder del partido Whig de corte liberal. Bello fue contratado como periodista por Blanco White, lo que aprovechó para pregonar la separación de Venezuela de España. A su regreso a Venezuela en diciembre de 1810 Miranda logró imponer su liderazgo en la Sociedad Patriótica, ganó un curul de diputado al Congreso por El Pao (1811) y asumió la jefatura del ejército venezolano (1812), pero el jefe realista Domingo de Monteverde logró vencerlo y lo envió prisionero a La Carraca, donde murió el 14 de julio de 1816.
Bolívar asume el liderazgo

Después de la pérdida de la Primera República, Bolívar salió al exilio incorporándose al ejército de la Nueva Granada. Muy pronto regresaría a dirigir la Guerra de Independencia y después de muchas dificultades logró vencer al general Miguel de La Torre en el Campo de Carabobo el 24 de junio de 1821 y fundó a Colombia en honor a Colón, con los antiguos territorios de Venezuela, Nueva Granada y Quito. El 19 de abril de 1810 había tardado once años en dar sus resultados.

FUENTES CONSULTADAS:
Blanco, J. F./ y Azpúrua, R.: Documentos para la vida pública del Libertador de Colombia, Perú y Bolivia. Caracas (1983, 2da. edic.): Edic. Presid. de la Rep. 
Biceño Iragorry, Mario. Casa León y su tiempo. Madrid (1954): Ediciones Edime.
DOCUMENTOS DE LA SUPREMA JUNTA DE CARACAS (1810). Caracas (1980): Cantv.
Garrido Rovira, Juan. La Revolución de 1810. Caracas (1996): Editorial Torino.
GAZETA DE CARACAS (1808-1810). Caracas (MCMLX): Academia Nacional de la Historia.
Grases, Pedro: Estudios sobre Andrés Bello. Barcelona, España (1981, tomos I y II): Edit. Seix Barral.
Roscio, Juan Germán (1810). Carta a Bello en Escritos Representativos. Caracas: Edic. Presidencia de la Rep., 1971, p. 41.
Vaamonde, Gustavo Adolfo. Diario de una rebelión. Caracas (2008): Fundación Empresas Polar.

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