domingo, 30 de diciembre de 2012

La Perica canción popular venezolana del siglo XIX.Historia



Gerónimo Alberto Yerena Cabrera
La famosa canción folklórica La perica data de la época del siglo XIX durante el Gobierno del Presidente Linares Alcantara (1877/1878) su autor fue el compositor italiano Gallignani, quien  residió un tiempo en Caracas, según relata el profesor José Antonio Calcaño.  Calcaño refiere que diversas personas le han atribuido la canción a Lino Gallardo, pero que la escritora y viajera Madamoiselle Jenny de Tallenay es quien da el nombre con certeza del autor, el compositor Gallignani, y es a  quien avala. Con certeza fue Gallignani quien le puso música durante su permanencia en Caracas, que exista la posibilidad de que Lino Gallardo haya compuesto parte de la letra quizás quedará la duda, tal como sucede con el Himno Nacional venezolano.
La escritora francesa en  1878, cuando tenía 23, años viajó con su padre Henri de Tallenay, cónsul general y encargado de negocios de Francia en Caracas. En esta ciudad contrajo matrimonio con Ernest von Bruyssel, el ministro belga en Venezuela. Durante los tres años que vivió en Venezuela alcanzó a conocer Puerto Cabello, Valencia, Maracay y San Juan de los Morros. En las salidas le gustaba coleccionar insectos, sobre todo especies de arañas. Al volver a Francia publicó Souvenirs du Venezuela: notes de voyage (París, Librairie Plon Nourrit, 1884); en la página 324 refiere el relato de la canción de la Perica y su compositor  Gallignani.

Letra original. 

Cuando la perica quiere
que el perico vaya a misa
se levanta muy temprano
a plancharle la camisa.

Ay mi perica dame las patas
para ponerte las alpargatas.

Cuando la perica quiere
que el perico la enamore
se coloca en la pechuga
un collar de cundeamores.

Ay mi perica...

Cuando la perica quiere*
que la bese su perico
coquetona abre las alas
se adormece y abre el pico.

Ay mi perica...
*(nota: quizás esta última estrofa se agrego posteriormente y no corresponde a la original)

Según la escritora y periodista Marisa Vannini en su libro “Italia y los Italianos en la Historia y en la Cultura de Venezuela” esta canción luego de compuesta por Gallignani,  le han realizado varias transformaciones, y una de las últimas que le han agregado es la estrofa siguiente, que no corresponde a la letra original, y que la cantan los cañoneros:
“Yo no me explico
Como el perico
Teniendo un hueco
Debajo del pico
Pueda comer
No puede ser…”

Bibliografía consultada.
José Antonio Calcaño. La Ciudad y su Música.
Marisa Vannini. Italia y los Italianos  en la Historia y en la Cultura de Venezuela.
Guillermo José Schael. Caracas La Ciudad que no vuelve.
Rosa Isabel Zarama Rincón. Protagonistas del guzmancismo bajo la mirada de viajeros extranjeros. Universidad Pedagógica Experimental Libertador.Instituto Pedagógico Rafael Alberto Escobar Lara. Maracay.


Jenny de Tallenay. Souvenirs du Venezuela: notes de voyage (París, Librairie Plon Nourrit, 1884).
-En español. Caracas: Ministerio de Educación (Biblioteca Popular Venezolana, 51), 1954. Pag 263.


http://youtu.be/wPBjOIJCYDM

Las Uvas del Tiempo

 Jhonny Díaz

Las Uvas del Tiempo es uno de los poemas más recordados – junto con Píntame Angelitos Negros - del poeta cumanés Andrés Eloy Blanco Meaño, a quien se considera uno de los más esclarecidos bardos de Venezuela y Latinoamérica. Andrés Eloy Blanco nació en Cumaná, estado Sucre, el 6 de agosto de 1897; y murió de manera trágica en México, el 21 de mayo de 1955*.

Este poema que ya forma parte de la tradición en los hogares venezolanos durante la noche vieja y la noche buena de año nuevo, lo escribió Andrés Eloy Blanco en 1934, poco después de salir de la cárcel, donde estuvo preso en varias ocasiones por oponerse al régimen de Juan Vicente Gómez. Este poema está incluido en su obra Poda.

Desde muy joven Andrés Eloy Blanco se dedicó a la poesía, triunfando ampliamente en 1916, con el Primer Premio de los Juegos Florales de Caracas. Más tarde ganó en España el Concurso Hispanoamericano de poesía, celebrado en Madrid, con su poema "Canto a España".

         Andrés Eloy Blanco, fue poeta, abogado (una profesión que nunca ejerció) egresado de la Universidad de Caracas; humorista, político, internacionalista y educador. Revolucionario, de profundas convicciones democráticas, luchó clandestinamente contra la dictadura de Juan Vicente Gómez. Estuvo preso entre 1928 y 1932.

Cuando el joven AEB, perteneciente a la Generación del 28 fue sacado de la prisión, lo embarcaron rumbo al exilio. Regresó al país en 1935, a la muerte de Gómez, actuando en el partido Acción Democrática. Fue presidente del Concejo Municipal de Caracas, diputado al Congreso en dos ocasiones; presidente de la Asamblea Constituyente de 1947 y canciller de la República en 1948.

Al ser derribado el gobierno del escritor y político Rómulo Gallegos, partió al exilio, radicándose en México, donde vivió dedicado a la literatura y en particular a la poesía. Dejó una vasta obra, la cual comprende numerosos libros de poesías.

Entre ellas destacan "Tierras que me oyeron", "Barco de piedra", "Poda", "Baedecker 2.000", "A un año de tu luz", "Giraluna". Del conjunto de poemas incluidos en estas obras merecen mención aparte sus poemas Píntame Angelitos Negros y Las Uvas del Tiempo, junto a La Loca Luz Caraballo. Otros poemas muy famosos son Coplas del amor viajero, Silencio y La Hilandera. Un año después (1935) publicó La aeroplana clueca.

Andrés Eloy Blanco también sobresalió como autor teatral, y en este campo de las artes dejó obras sobresalientes, como El Cristo de Las Violetas, Abigail y Al Pie de la Virgen. Como orador, uno de sus discursos más celebrados fue el que pronunció ante los restos del poeta caraqueño y masón, como él mismo lo fue, Juan Antonio Pérez Bonalde, cuando fueron repatriados en 1946.

Las Uvas del Tiempo

Andrés Eloy Blanco escribió muchas de sus obras en prisión. Era estudiante de derecho en la Universidad de Caracas (así se llamaba antes la Universidad Central de Venezuela), cuando fue a dar a la cárcel por participar en manifestaciones contra el gobierno. Entre 1928 y 1932 estuvo preso en el Castillo de San Felipe en Puerto Cabello.

En el Castillo de San Felipe de Puerto Cabello, convertido en prisión y a fines del siglo XIX rebautizado con el nombre de Libertador, fue donde escribió Barco de Piedra. Este título hace referencia a la apariencia de dicho castillo rodeado por el mar. Una de las cosas que identifican a Puerto Cabello es su clima caliente, con sus famosas calderetas (viento caliente y seco de tipo foen), ambiente que en una prisión casi sin luz y sin ventanas semejan un horno. Allí escribió Andrés Eloy Blanco los poemas incluidos en su obra Barco de Piedra, una especie de alegoría a la prisión de Puerto Cabello.

Salió libre en 1932 y se le prohibió participar en manifestaciones públicas, por lo cual se dedicó nuevamente a la poesía. A este período pertenece su libro Poda (1934) donde el poeta cumanés incluyó poemas tan famosos como Las Uvas del Tiempo y La Renuncia. Otros poemas de esta etapa son Coplas del amor viajero, Silencio y La Hilandera.


Referencias:
* Cuando cruzaba una calle fue atropellado por un automóvil, Malherido fue recogido y llevado al hospital. Los médicos nada pudieron hacer para salvarle la vida.

Fuentes bibliográficas

  • Blanco, Andrés Eloy (1955). Giraluna. México: Yocoima.
  • Blanco, Andrés Eloy. Antología Popular. Caracas: Monte Ávila Editores - Comisión Presidencial para el Centenario del Natalicio de Andrés Eloy Blanco. Prólogo de Juan Liscano, 1990, 1997 (segunda edición).

sábado, 29 de diciembre de 2012

La segunda estrofa del aguinaldo Tucusito data del siglo XIX.



Gerónimo Alberto Yerena Cabrera
Tucusito :Canción Navideña
La segunda estrofa de Tucusito uno de los aguinaldos más conocidos y apreciado en nuestro país data del siglo XIX. 

“Te  vestiste de amarillo
Pa´ que no te conociera”

La historia es la siguiente: En la segunda presidencia del General en Jefe y fundador de la República de Venezuela, el excelso José Antonio Páez, la Diputación Provincial de Caracas con fecha 19 de noviembre de 1840, resuelve vender al Gobierno Nacional el edificio de la esquina de Principal, propiedad del Consejo Municipal, donde funcionaba  en  ese entonces  la Cárcel Real y la sede de las Casas Capitulares.  Dueña la Nación de esta edificación fue   transformada en despacho del Presidente de la República y del gabinete ministerial y se denominó Palacio de Gobierno. En 1873 el Presidente, General  Antonio Guzmán Blanco, el “Ilustre Americano”, decreta la reconstrucción total  del edificio  encomendándole las obras al  arquitecto Juan Hurtado Manrique, y la destina para residencia de los presidentes. En esa oportunidad dispone pintar de amarillo -el color del Partido Liberal- las paredes exteriores del palacio, dando lugar esa medida al estribillo, que el pueblo de Caracas cantara en tono burlón, y que luego pasó en su evolución a formar parte de la segunda y más recordada estrofa de nuestro querido aguinaldo “Tucusito”, cónsona con la idiosincrasia del caraqueño. La edificación, la cual desde el año 1911 se convirtió en sede del Ministerio de Relaciones Exteriores, y desde esa época, continúa llamándose “La Casa Amarilla”.

Letra completa:
Tucusito, Tucusito
Llévame a cortar las flores
Mira que en las Navidades
Se cantan de las mejores

Vuela///, Vuela
Llévame a cortar las flores

Vuela///, Vuela
Llévame a cortar las flores
Te vestiste de amarillo
Pa' que no te conociera
Amarillo es lo que luce
Verde nace donde quiera

No te remontes tan alto
Bella flor tan presumida
En el aire estas mejor
Es más suave la caída
Youtube.

Fuente consultada.
La Caracas de Bolívar. Raúl Díaz Legórburu. Gobernación del Distrito Federal. Caracas 1983. Pag 63.
De las Casas Reales al Palacio de Gobernación. Juan Ernesto Montenegro,William Niño Araque, Élida Salazar. Gobernación del Distrito Federal. Caracas 1995. Pag 40.


 

viernes, 28 de diciembre de 2012

EL ATENTADO



Por Carlos Alarico Gómez
El personal asignado a la residencia presidencial de “Los Núñez” comenzó a trabajar muy temprano aquel 24 de junio de 1960, al igual que su huésped principal. La mañana lucía espléndida en el sector de Altamira y antes de las siete de la mañana el presidente Rómulo Betancourt estaba dándole la bienvenida al coronel Ramón Armas Pérez, jefe de la Casa Militar, a quien invitó a tomar café mientras esperaban al general Josué López Henríquez -ministro de la Defensa-, que llegó minutos más tarde acompañado de su esposa Dora.
Juntos se sentaron a desayunar y aprovecharon para conversar ampliamente sobre el significado del 24 de junio de 1821, fecha en la que se llevó a efecto la Batalla de Carabobo que selló definitivamente la Independencia de Venezuela. A las nueve de la mañana se levantaron de la mesa y se dirigieron al estacionamiento donde los estaba esperando la caravana presidencial que los conduciría a la avenida Los Próceres, para presenciar el tradicional desfile del Ejército. Al salir de la casa se detuvieron para escuchar la banda militar que los esperaba para interpretar el coro y la primera estrofa del Himno Nacional en honor del primer magistrado, quien luego los saludó y subió al auto oficial. A su izquierda se sentó la señora López Henríquez, mientras que el ministro de la Defensa se ubicó al frente y adelante, al lado del chofer, lo hizo el jefe de la Casa Militar con una subametralladora Thompson entre sus piernas. 
Cuando observó que sus pasajeros estaban a bordo, el chofer Azael Valero encendió el motor y arrancó el auto, sin imaginarse que estaba emprendiendo un viaje sin escala hacia el infierno. La caravana presidencial la encabezaba una moto que conducía el mosca Félix Acosta, seguido de un auto integrado por la escolta, luego iba el automóvil presidencial y cerraba la comitiva un vehículo de la Casa Militar al mando del capitán Carlos López Porras. El conductor enrumbó el Cadillac hacia Los Próceres tomando por la autopista del Este y luego de sobrepasar Santa Mónica se acercó a su destino a través de la avenida Los Símbolos donde entró a las 9,20 de la mañana, pero no pudo avanzar más de doscientos metros. Un ruido inmenso estremeció el auto y lo expulsó del vehículo, haciéndolo caer sobre el pavimento convertido en una masa incandescente. Lo último que sintió antes de perder el sentido fueron varios balazos que entraron por distintas partes de su cuerpo, disparados inconscientemente por el coronel Ramón Armas Pérez, quien murió con el rostro totalmente desfigurado por las llamas. Juan Eduardo Rodríguez, un joven estudiante que se dirigía a Los Próceres a disfrutar del tradicional desfile que se iba a realizar, fue alcanzado por la onda explosiva y falleció al instante.
El cuerpo de escoltas actuó con gran agilidad y en pocos minutos logró romper las puertas del vehículo con cizallas y mandarrias. Tenían que salvar la vida del presidente. Tuvieron éxito, pero no pudieron evitar que  se quemara las manos al reaccionar instintivamente y tratara de abrir la puerta, a pesar del dolor que le producía el contacto de su piel con el acero ardiente del picaporte. La rapidez con que actuaron también salvó la vida del ministro de la Defensa y de su esposa, que aprovecharon la circunstancia para escapar de aquel sitio infernal, aunque no lograron impedir que sus cuerpos sufrieran profundas quemaduras.
           La poderosa bomba que impactó el vehículo estaba compuesta de dinamita y gelatina inflamable. Fue colocada en la maleta de un vehículo Oldsmobile estratégicamente ubicado cerca del lugar por donde pasaría la comitiva presidencial, de tal modo que cuando el vehículo presidencial penetró en el área marcada, Manuel Vicente Yánez Bustamante se quitó el sombrero para darle la señal convenida a Luis Cabrera Sifontes, quien de inmediato accionó el detonador de microondas que tenía en sus manos, provocando la fuerte explosión que estuvo a punto de causar la muerte del presidente.
Después de auxiliar a los heridos la escolta los llevó de urgencia al Hospital Clínico Universitario, donde los estaban esperando los médicos Víctor Brito, Joel Valencia Parpacén, Carlos Gil Yépez, José Ochoa y Alfonzo Benzecri, pero tan pronto comenzaron a aplicarle los primeros auxilios Betancourt exigió que lo trasladaran a Miraflores, pero los médicos no le obedecieron.  Le explicaron la situación en que se hallaba y el paciente comprendió la realidad de la situación en que se hallaba, pero tan pronto salió de la acción de los sedantes ordenó de nuevo que lo condujeran al Palacio. Sabía que era perentorio que se dirigiera al país. Por lo tanto, los médicos lo dieron de alta tan pronto observaron que se encontraba en posesión de sus facultades mentales y fue entonces cuando la Casa Militar pudo trasladarlo a Miraflores, adonde llegó faltando un cuarto de hora para la medianoche de aquel terrible 24 de junio. La guardia que lo recibió se quedó asombrada de su aspecto. Tenía las manos cubiertas por gasas y el rostro visiblemente alterado.
En el Palacio se encontraban aguardándolo las altas autoridades nacionales, incluyendo los  miembros del Estado Mayor, con quienes analizó la situación. Lo más importante era tranquilizar al país y en tal sentido resolvió grabar un mensaje para explicar lo ocurrido y demostrar que estaba vivo y en pleno ejercicio del poder. Quería evitar los rumores que circulaban y que mantenían en zozobra al pueblo venezolano, que estaba temeroso de que se pudiera repetir una tragedia similar a la acontecida en 1950. En su mensaje a la nación el presidente expresó:
-Conciudadanos: No me cabe la menor duda de que en el atentado de ayer tiene metida su mano ensangrentada la dictadura dominicana. Existe una conjunción de esfuerzos entre los desplazados del 23 de enero y esa satrapía, para impedir que Venezuela marche hacia el logro de su destino final. Esa dictadura vive su hora preagónica y estos son los postreros coletazos de un animal prehistórico, incompatible con el siglo XX.
         El mensaje fue transmitido por radio y televisión. Los medios impresos dedicaron sus primeras páginas a relatar aquellos dramáticos hechos en los que el presidente de Venezuela estuvo a punto de morir. El ministro del Interior, Luis Augusto Dubuc, dirigió las investigaciones y en pocas horas le informó al país que la Dirección General de Policía (Digepol), dirigida por Óscar Zamora Conde,  había procedido a la detención de los implicados, entre los que estaba el experto en explosivos Luis Cabrera Sifontes, quien fue el encargado de colocar la bomba en la maleta del Oldsmobile usado para el atentado y el que maniobró el detonador. También se anunció la detención del capitán Carlos Chávez, propietario de la empresa Ransa (Rutas Aéreas Nacionales) quien aportó un avión de su propiedad en el que fueron trasladados los explosivos desde Santo Domingo. Los otros cómplices fueron Eduardo Morales Luengo, Juan Manuel Sanoja (piloto de Ransa), Manuel Vicente Yánez Bustamante (quien aportó el Oldsmobile), Lorenzo Mercado, Luis Álvarez Veitía y Juvenal Zabala. La indagatoria policial determinó que el atentado fue financiado por el generalísimo Rafael Leonidas Trujillo, por cuya razón Venezuela acudió ante la OEA a denunciar el crimen y aportar los elementos probatorios de su acusación. Los indicios y pruebas fueron levantados por expertos venezolanos dirigidos por los doctores Rodolfo Plaza Márquez  y José Luis Gutiérrez, quienes contaron con el apoyo de los inspectores Stanley Barret y Everett Lane de Scotland Yard; y de los inspectores Darío Aliaga y René Vergara, del Servicio Secreto de la Policía Chilena . Las evidencias recolectadas contra el dictador Rafael Leonidas Trujillo fueron tan abrumadoras que al ser presentadas en la OEA la mayoría de los países miembros acordaron sanciones diplomáticas contra la República Dominicana y retiraron a sus embajadores. La opinión pública occidental se escandalizó con el atentado y mostró apoyo al gobierno democrático de Rómulo Betancourt.
El 30 de mayo de 1961 el dictador Rafael Leonidas Trujillo fue asesinado en las calles de Ciudad Trujillo (hoy Santo Domingo) por un grupo de oficiales opositores a su régimen, que se había instalado desde 1930.