Eumenes Fuguet Borregales (*)
La
Batalla de Lepanto fue un combate naval realizado el 7 de octubre de
1571 en el golfo de Lepanto, frente a la ciudad de Naupacto o Lepanto,
situado entre el Peloponeso y Epiro, en la Grecia continental. Desde
1570 el jefe turco Selim II (1524-1574), se empeñaba en rendir a la
isla de Chipre ubicada al Sur de Turquía en el mar Mediterráneo,
dominada desde 1489 por la República de Venecia, constituida en torno a
la ciudad de Venecia, desde el siglo IX hasta 1797.
Para poder
enfrentarse al poderoso ejército y la armada turca, se constituye una
coalición cristiana denominada Liga Santa, integrada por: Venecia, la
República de Génova, el Ducado de Saboya, la Orden de Malta, España
representada por el rey Felipe II y la iglesia occidental en la persona
del Papa Pío V (1504-1572), quien visualizaba un considerable peligro de
la cristiandad en caso de ser derrotados; a tal fin se designó
comandante de la gran coalición militar al estratega español Don Juan
de Austria (1545-1578).
Durante los preparativos para la gran batalla,
los turcos organizaron en Rodas una poderosa escuadra con: cincuenta
galeras y cincuenta transportes de soldados comandados por Pialí Bajá;
el 9 de septiembre de 1590 habían ocupado a sangre y fuego a Nicosia. La
Liga Santa concentraba su fuerza en Mesina integrada por: 227
galeras, 6 galeazas, 76 fragatas o bergantines con un total de 98.000
hombres. Don Juan ordenó importantes ajustes técnicos y logísticos para
colocar y lograr más efectividad con el empleo de la artillería,
considerando estar en desventaja ante un ejército superior en naves y
efectivos, integrada por: 210 galeras, 87 galeotas y fustas y 120.000
combatientes. Las galeras eran impulsadas por remeros profesionales o
por “chusma”, es decir, gente que había sido condenada por cualquier
delito a este duro trabajo.
El 27 de noviembre la gran armada turca se
encontraba en el golfo de Corinto cerca de Lepanto, en Grecia, área de
reunión del futuro escenario bélico. El Papa Pio V dispone que todos
los participantes en la operación militar y todos los cristianos, recen
el Rosario rogando por el éxito de la gran batalla, además tener el
Santísimo expuesto en las iglesias. Horas antes de entrar en combate,
los asesores de Don Juan de Austria proponían no enfrentar a la poderosa
flota turca en condiciones de inferioridad; el comandante impuso su
criterio de buscar a la flota enemiga y hundirla, esta fue su respuesta:
“caballeros el tiempo de las discusiones ha pasado para dar lugar a la
lucha”. Desde la madrugada del día 7 de octubre las escuadras lentamente
se aproximaban, manteniendo el orden en la impecable línea de combate.
Los soldados cristianos oraron al amanecer; la batalla se inició a las
diez y treinta con el ataque frontal de ambas flotas desplegadas en
línea e intentando Alí Bajá el jefe turco envolver sólo el ala derecha
cristiana, ya que el ala izquierda se extendía casi hasta la costa. En
encuentro culminó en horas de la tarde. El exitoso empleo de la
artillería, de los arcabuces y mosquetes, y lo más importante, el poder
de la oración de la Liga Santa, causó significativas bajas a los turcos.
Extraordinaria acción conocida como: “la gran ocasión que vieron los
siglos”, por haber detenido así el expansionismo turco por el
Mediterráneo occidental. Las bajas cristianas entre muertos, heridos y
ahogados fue de quince mil efectivos y doce embarcaciones, mientras que
el adversario tuvo: treinta mil bajas, ocho mil prisioneros y ciento
trece embarcaciones dañadas o hundidas; sólo se salvaron treinta
embarcaciones. En esta batalla participó y fue herido el renombrado
escritor español Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), “el príncipe de los ingenios”,
autor de la famosa obra Don Quijote de la Mancha, con pérdida de
movilidad de su mano izquierda, lo que valió el sobrenombre de “el manco
de Lepanto”. Guiado por una inspiración, el Papa salió de su capilla y
anunció la buena nueva de que la Santísima Virgen había otorgado la
victoria. Semanas más tarde llegó el mensaje del triunfo de parte de Don
Juan, atribuido a la Virgen del Rosario, por haberse realizado el
primer domingo de octubre, cuando las cofradías del Rosario fueron
fundadas por la Orden de Predicadores a la que pertenecía el Papa San
Pío V, denominándola Nuestra Señora de las Victorias. Tanto la Virgen de
Lourdes en su aparición de 1858 en la gruta de Massabielle –Francia,
como la de Fátima en 1917, pidieron a sus aparecidos que rezasen el
rosario. Gran parte de los Sumos Pontífices del siglo XX fueron muy
devotos de esta advocación, Juan Pablo II, “el Papa Bueno”, manifestó en
1978 que el rosario era su oración preferida.
Historia y Tradición |
Muy interesante todo el relato...de allí....El día del Rosario...
ResponderEliminarExcelente el conocimiento adquirido en esta explicación tan accesible a nuestro día a día y que vivir tan cerca del museo de Cervantes, cerca de la Avenida Don Juan de Austria, nos mata la curiosidad de escudriñar más e investigar con mucho Entusiamo las vicisitudes de esta batalla de Lepanto y también conocer más del poder de la oración demostrada en ella por los fieles que de alguna forma fueron partícipes con su fé.
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