viernes, 4 de diciembre de 2009

LA AGONÍA Y MUERTE DEL LIBERTADOR.

Virum dolorum
Virum dolorum, dijo Isaias cuando reconoció en el seno de los tiempos al hombre de los dolores; Virum Dolorum, pudo repetir el venerable Réverend, cuando, ante el egregio moribundo, el más complicado caso clínico de que tenga noticias la historia, luchaba para aliviar el acervo sufrir que se exteriorizaba en la angustiosa desesperación de la intranquilidad; iba de la cama a la hamaca, o viceversa; pero como sus fuerzas languidecían, ha intervenido el bondadoso médico normando porque el mayordomo José Palacios no se hallaba: “Si me lo permite V.E., díjole, yo lo pondré en la hamaca.- Y usted podrá conmigo?.- Me parece que sí. Con precaución le cogí en mis brazos, y creyéndole levantarle sin reparar su flacura, que yo al suspender un peso considerable, hice tal esfuerzo, que por poco me voy de espaldas con un cuerpo que tal vez no pesaba arriba de dos arrobas; la fortuna que me sujetó algo la hamaca, tendida al través del aposento”.
Y sin ese incierto “tal vez” de Réverend, el Libertador era hombre esquelético, porque su mal fue deseos que acaban con la robustez; además, ya se aproximaba el trance del alma que, con mayor facilidad se desprendía de los cuerpos frágiles…En verdad, se afirma que el temerario enfermo de San Pedro debió de hundirse en el abismo insondable de la agonía, desde el instante en que Joaquín Posada Gutiérrez le aderezó un champan y dejó que las aguas sucias del Magdalena lo llevaran hasta desde Honda a las playas ardientes del Atlántico.
Tratemos de rencostruir la escena del 10 de diciembre de 1830, en la habitación que prolongaba los lamentos del Padre de Colombia, allá en la Casona de Santa Marta, donde, como en la vecindad del montículo palestiniano, hay un huerto armonioso y florido: ante el egregio moribundo, que delira, muchas pupilaS INTERROGAN LA AGITACIÓN QUE NO LE DESAMPARAN EN LA PRESENCIA DE monseñor Esteves, de los Generales Montilla, Carreño y Laurencio Silva, del auditor de Guerra Doctro Pérez Romero, de los Coroneles Paredes y Belford, Hinton Wilson, del Doctor Joaquín Mier y Terán, del Juez político Glen y el escrupulosísimo escribano José Catalino Noguera., Simón Bolívar, en quien se estaban cumpliendo muchos vaticinios mesiánicos, acudió al poder milagroso de su voluntad y se dispuso a vencer a la muerte, triunfando sobre el lento padecer…
Pero no terminaron así las fatigosas labores del día, que ya al atardecer quiso el hombre de los dolores reconciliarse con Dios, en la hipótesis (bien incierta por cierto) de que alguna vez lo hubieran ofendido. Por esto apunta Réverend, en el segundo boletín del día 10, ue “habiendo estado por la tarde despejado a beneficio del cáustico, S.E. hizo sus disposiciones espirituales y temporales con mayor serenidad, y no le reparé la menor falta en el ejercicio de sus facultades mentales”.

Médico muy clínico, Réverend ha atribuido el milagro “Al efecto del vejigatorio” pero todo se debía a la euforia de quien ya estaba desligado de la vida. Encargose a Monseñor Esteves para que conferenciase a solas con el Libertador, ciertamente, hubo la confesión auricular, pues el inmenso moribundo ha indagado de su confidente postrero, el médico de la Fallaise “Que es esto, estaré tan malo para que se me hable de testamento y de confesarme”.

El reloj señala la hora prima del mediodía y ni siquiera los tamarindos hablan en su armonioso lenguaje que todo un poema de los tonos verdes; Simón Bolívar fatigó a la vida y venció a la muerte que lo acechaba desde el 8 de mayo de 1830, cuando rodeado de sus amigos, cruzó las calles de Bogotá que nunca más lo viera…Los mismos personajes que asistieron a la lectura del testamento presencian ahora la más grandiosa entre las decisiones del hombre de América; va a imponerse a los tiempos con el verbo del amor y del perdón, quiere que la justicia reine como ley sobre la fuerza de los pícaros y permite que el escribano escrupuloso lea emocionado y confuso:

“Colombianos! Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad, donde reinaba antes la anarquía. He trabajado con desinterés, abandonado mi fortuna, y aún mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiabais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado: mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores. Yo los perdono…Al desaparecer d en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo haceros la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia… Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la unión: todos los pueblos, obedeciendo al actual Gobierno, para libertarse de la anarquía; los Ministros del Santuario, dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empelando la espada en defender las garantías sociales.. ¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la Patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.- Simón Bolívar.

A las doce meridianas del 17 de diciembre, le empezó el estentóreo ronquido y a la una postmeridiana “expiró el Excelentísimo Seños Libertador después de una agonía larga, pero tranquila”.
Murió como los santos, había hablado como los profetas y sus padecimientos fueron los de un mártir, un santo y un profeta, cuya acción entre los hombres será siempre motivo de orgullo para los individuos de su raza y servirá de acicate por los senderos del bien patrio.
La última proclama del insigne caraqueño, ilustre hijo de Venezuela y padre de nuestra República es un documento político, militar y social de alta calidad donde el Libertador resume toda su vida en beneficio de su Gran Colombia. Nosotros los venezolanos de hoy, tenemos que continuar la labor patriótica de Simón Bolívar como homenaje póstumo al gran hombre de América.
Guardemos con reverencia un minuto de silencio en su memoria.



Recopilado por: Dr Diego Carbonell y Dr Julián Viso Rodríguez.

Texto: Simón Bolívar. Síntesis Panorámica de la Vida del Grande Hombre.

Impreso en España. Editorial Mediterráneo…Madrid.

Ediciones Edime. Caracas. Venezuela. 1942

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