sábado, 29 de agosto de 2009

LOS ESTUDIOS MÉDICOS EN LA UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA A PARTIR DE 1891.

Recopilador histórico: Julián Viso Rodríguez.

La Universidad Central de Venezuela es, ciertamente, la institución con más antigua tradición de enseñanza médica en Venezuela, iniciada por LORENZO CAMPISN Y BALLESTER (1726-1785) con la solitaria Cátedra de Prima Medicina en 1763 cuando aquella era denominada Real y Pontifica Universidad de Caracas. Transformada ésta, en 1826, en Universidad Central de Venezuela, dichos estudios fueron fuertemente vigorizados en 1827 con la creación, en el marco de los novísimos Estatutos Republicanos y como fruto d la conjunción renovadora de SIMÓN BOLÍVAR (1873-1839) y JOSÉ MARÍA VARGAS (1786-1854), de la Facultad Médica de Caracas, legítima heredera y continuadora de la labor de aquella pionera Cátedra de prima Medicina.

El año de 1891 es generalmente considerado como decisivo en los nuevos rumbos que hubo de tomar la medicina venezolana, particularmente los estudios médicos, evidentemente venidos a menos en el transcurso del tiempo posterior a la reforma de 1827. El presente trabajo procura presentar una visión orgánica del acontecer educativo-médico a partir de ese año de 1891, comenzando por reconocer la situación previa que, por sus características, destaca precisamente esa importancia, hasta el momento actual en el cual la Universidad Central alberga en su seno dos Escuelas de Medicina.

SITUACIÓN PREVIA.
El rango cronológico de nuestro estudio tiene, pues, como punto de partida el año 1891. Sin embargo, para disponer de la perspectiva apropiada necesaria para poder valorar, con buen criterio, cuál ha sido la dinámica evolutiva de los estudios médicos en la Facultad de Medicina de la U.C.V. en ese lapso, es preciso esbozar siquiera una visión panorámica de la situación de los estudios médicos durante los años inmediatamente precedentes dentro del contexto histórico social en el cual se desenvolvían, y establecer algún punto de referencia exterior.

Para 1891, Venezuela tenía poco más de dos generaciones apenas como país independiente, tiempo durante el cual habían proliferado las revoluciones, desde la de JOSÉ TADEO MONAGAS (1784-1868) en 1831, hasta el primer alzamiento de JOAQUÍN CRESPO (1841-1898) en 1888, destacando la Revolución Federal de 1858 a 1863. Característica complementaria de esa situación fue la existencia de continuos períodos de caudillismo y poder personal, particularmente los ejercidos por JOSÉ TADEO MONAGAS Y ANTONIO GUZMÁN BLANCO.
En ese lapso, ya definida la separación con respecto a a la raíz española, se profundizó, bajo el impulso vargasiano, la referencia británica en medicina, ya notable desde la Guerra Emancipador5a. Esa referencia, sin embargo,, fue girando gradualmente, a medida que transcurría el siglo XIX, hacia Francia. Paris era incuestionablemente la Ciudad Luz, y hacia ella convergían las ilusiones de quienes buscaban amplias sus horizontes. De la misma manera, los libros franceses se convirtieron en la principal fuente del moderno saber y, finalmente,, el modelo francés terminó por imponerse como referencia fundamental, incluso a nivel político, fuertemente manifiesto en la intención de GUZMÁN BLANCO DE AFRENCESAR A Venezuela.

En ese contexto de continua inestabilidad política y afrancesamiento se inscriben nuestros estudios universitarios de la segunda mitad del siglo XIX. Por una parte, cónsono con la mencionada inestabilidad política, dichos estudios desmejoran tan sensiblemente que nuestro insigne CECILIO ACOSTA (1831-1881) expresa en comunicación escrita el 8 de mayo de 1856:

“Figúrate ahora, ahora, por contraposición, un Cuerpo científico como el nuestro, puramente reglamentario, con más formalidades que substancia, con preguntas por único sistema, con respuestas por único ejercicio: un Cuerpo en que las Cátedras se provén sólo por votos, sin conceder al público una partecita de criterio; en que no quedan con pocas y honrosas excepciones, trabajos científicos, como cosecha de las lucubraciones, y en que el tiempo mide, y el diploma caracteriza, no te parece una fábrica, más bien que un gimnasio de académicos ¿.Agrega ahora que de ordinario se aprende lo que fue en lugar de lo que es; que el Cuerpo va por un lado, y el mundo va por otro; que una Universidad que no es reflejo del progreso, es un cadáver que sólo se mueve por las andas; agrega, en fin que las profesiones son sedentarias e improductivas, y tendrás el cuadro completo. El título no da clientela, la clientela misma, si la hay, es lámpara del pobre, que sólo sirve para alumbrar la miseria de su cuarto; y de resultas, vienen a salir hombres inútiles para sí, inútiles para la sociedad, y que tal vez la trastornan por despecho o por hambre, o la arruinan, llevados de que les da necesidades, y no recursos… Qué de males!. Yo dije que se fabricaban académicos?. Pues ahora sostengo que se fabrican desgraciados, y apelo a los mismos que lo son.”

En realidad, la Universidad dispuso de autonomía académica desde la época colonial, conforme a lo establecido por el rey CARLOS III (1716-1788), MEDIANTE Real Cédula del 4 de octubre de 1784, habiendo sido ratificada y ampliada en los Estatutos Republicanos promulgados por El Libertador el 24 de junio de 1827, por medio de los cuales proporcionó un impulso formidable a las finanzas universitarias como ningún otro gobernante lo ha hecho hasta el presente.


Texto: Los Estudios Médicos en la Universidad Central de Venezuela a partir de 1891.
Autor. Miguel González Guerra-
Ediciones del Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico.
Universidad Central de Venezuela.
Caracas, 1998.

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