sábado, 26 de diciembre de 2015

La verdadera historia del Pan de Jamón

Miro Popic
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Muchos creen que el pan de jamón se ha comido toda la vida e​n​Venezuela y no es así.
Es más, aunque les duela a algunos Bolívar no comió pan de jamón. No pudo hacerlo porque en su época simplemente no existía.
Sobre el origen del pan de jamón existen muchas historias (la mayoría equivocadas debido a su carencia de rigor histórico e investigativo): desde su origen colonial y mestizo, hasta la de que fue el invento de un panadero italiano por allá en 1940 quien, en medio de una borrachera decembrina, le dio por confeccionar un cachito gigante.
Lo realmente cierto del origen del pan de jamón, es que no nació en la época colonial ni en el patio trasero de las casas de la época pues no existe registro histórico que lo avale.
No es entonces, una receta que se ha legado de generación en generación y que haya sufrido los cambios propios de su paso por el tiempo.
Es una creación de comienzos del Siglo XX, que poco a poco se fue transformando en una costumbre navideña hasta hacerse imprescindible cada diciembre.

Por si no lo saben, el pan de jamón es exclusivo de nuestro país, se inventó aquí, se come sólo aquí y lleva el sello de nuestra identidad.
Me pasé dos años investigando sobre su origen y al fin todo quedó plasmado en “El Libro del Pan de Jamón”, actualmente agotado, publicado hace casi 30 años y del que todavía estoy esperando los derechos de autor que nunca me pagaron.
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El pan con jamón, así lo llamaban al principio, se inventó en 1905 en la Panadería “Ramella”, que quedaba en la esquina de Gradillas y originalmente llevaba sólo jamón.
Se hacía con masa de pan sobado que se rellenaba con los restos del jamón de coleto que se planchaba luego de dejarlo remojando en una preparación que incluía vinos, clavos, piñas, canela, papelón, etc. Luego, las panaderías de la competencia, que eran muchas, imitaron esta creación y le fueron agregando pasas y aceitunas.
“Fue Ramella la que comenzó con el pan de jamón y luego siguieron las otras panaderías -me dijo don Luis Morales en 1982, cuando todavía era secretario de la Asociación de Industriales de Panadería, que él había fundado en 1955-. Este pan se hacía con jamón “Ferry”, que venía forrado en una capa que llamábamos “chapapote”. Después de los años 40 el pan de jamón comenzó a hacerse con jamón en lonja. Pero ya no era el mismo, ni la masa ni el relleno. Ahora todo es más industrial, tiene menos sabor, antes se hacía con verdadero arte”.
Otra panadería famosa era la “Solís” de F. Banchs & C.A., y algunos creen que fue allí donde se elaboró por primera vez y quien lo hizo fue el viejo Francisco Banchs, de origen catalán, llegado a Venezuela en 1890. Pero no es así. “Mi abuelo llegó de España en 1890 – me confesó su nieto, el Dr. Francisco Banchs- y era de profesión panadero, pero él no inventó el pan de jamón. Es más, en España no se conocía en esa época”.
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Panadería Solís
En la panadería de “Solís” comenzó a fabricarse a principios de siglo, pero no fuimos nosotros quienes lo inventamos, ya otra panadería lo había hecho antes, debe haber sido “Ramella”, como usted dice. Se hacía con jamón “Ferrys” y se picaba en cuadritos de un centímetro.
“Recuerdo muy bien porque yo era el encargado de cortarlo y pesarlo, yo era el pesador. Al pan de Bs. 1 se le ponían 30 gramos de jamón y 5 gramos de pasas, al de Bs. 2, 60 gramos de jamón y 10 gramos de pasas, y al de Bs.4, 120 gramos de jamón y 20 gramos de pasas. Eran panes por encargo”.


“Recuerdo que todos los 24 de diciembre, entre las 4 y las 7 de la noche, la panadería se llenaba de gente buscando el pan de jamón. Hubo un año que cayó un tremendo palo de agua y muchos panes se nos quedaron fríos”.
Normalmente las grandes recetas han nacido en las cocinas hogareñas y de allí han pasado a la cocina pública, a los restaurantes. Con el pan de jamón ocurre lo contrario. Desde sus orígenes fue un producto industrial que se transformó en tradición navideña.
La mayoría de la población se alimentaba con poco y solo en diciembre se daban el gusto de comer algo sabroso o de preparar las trabajosas hallacas.
El pan de jamón ha sufrido últimamente algunas alteraciones que van más allá de la receta original. Ciertas panaderías en vez de jamón de cerdo utilizan pavo, lo que es muy respetable en caso de aquellos que por cuestiones religiosas o prescripciones médicas, no pueden comer cochino.
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Otros preparan versiones con masa de hojaldre, rica en mantequilla y más quebradiza.
También algunos lo hacen vegetariano.He comido también panes rellenos con salmón ahumado, pero eso es ya otra cosa.
Para darle brillo, se pinta con huevo. Por mi parte, le pongo un melado de papelón cuando está dorándose en el horno. Le da ese toque dulzón que tanto nos gusta.
La primera prueba de que en Caracas existía el pan de jamón, la encontramos en el Nº 1826 del periódico “El Constitucional”, del 21 de diciembre de 1906, en un aviso a 3 columnas que dice: “Pan con jamón. Especialidades de la casa para los días de Pascuas, a 2, 4, 6, 8 reales, etc. Panadería de Sociedad Montaubán & C.A.”
No es sino a partir de los años ochenta, con la publicación de las primeras recetas en revistas y periódicos, que el pan de jamón comienza a hacerse en casa. En verdad no tenemos costumbre de preparar el pan en el hogar, salvo algunas familias andinas. Es más fácil adquirirlo en la panadería de la esquina.
Pero poco a poco esto ha ido cambiando y cada día son más los que se atreven a enharinarse las manos, entrarle de lleno a la cocina y hornearlo en casa justo el mismo día de la fiesta, para comerlo bien calentito, que sabe a gloria.
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Para Juan Carlos Bruzual:
“…el pan de jamón es el único pan venezolano que recorre la fibra social de nuestro país, es decir desde las clases más pudientes hasta las más desposeídas o menos favorecidas comen pan de jamón en navidad, unos más costosos otros más económicos, pero todos los venezolanos comemos este pan en navidad, y así como recorre de arriba hacia abajo y se devuelve de abajo hacia arriba la fibra social, también atraviesa geográficamente de norte a sur y de este a oeste nuestro hermoso país, ese hecho en si mismo convierte al pan de jamón en un identificador de nosotros los venezolanos como pueblo, culturalmente el pan de jamón nos une en torno a una patria, a una nación con la que nos identificamos y de la cual nos sentimos orgullosos…”.

viernes, 25 de diciembre de 2015

José Francisco Torrealba


Biografia elaborada por:
José Ramón Torrealba, Rafael T. Torrealba, Ana Benigna Torrealba y Ana Teresa Torrealba

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José Francisco Torrealba fue un hombre nacido y
criado en el campo, en contacto con la naturaleza y el pueblo, lo cual contribuyó a estructurar su personalidad, recia, dedicada al trabajo, desprendida de los bienes materiales y con una gran sensibilidad para analizar, sentir y buscar solución a los problemas de la comunidad.
    Nace en el hato San Roque, en las cercanías de Santa María de Ipire (estado Guárico, Venezuela), el 16 de junio de 1896. Sus padres: Don Tereso Torrealba y Doña Ana María González de Torrealba. Fue el séptimo de nueve hijos de esta unión. Contrae matrimonio con Rosa Isabel Tovar, de Zaraza, con quien compartió 43 años de su existencia. Tuvieron doce hijos: Ana Isabel, Pedro Aquilino, José Witremundo, Ana Rosa, José Francisco, Ana Teresa, Sara del Pilar, Rafael Tereso, Jesús Rafael, José Ramón, José Nicolás y Ana Benigna, todos profesionales universitarios.
  Realiza sus primeros estudios en el Colegio de Luis Morillo y Saturno González, en Santa María de Ipire y en la Escuela del Br. Diego Antonio Ferrer y de su hermana Ana Isabel Torrealba, en San Diego de Cabrutica. Luego pasa al Colegio San Gabriel y al Colegio Federal de Zaraza (1910-1916), donde obtiene el título de bachiller. En Caracas realiza estudios de Medicina en la Universidad Central de Venezuela, donde obtiene el título de Doctor en Ciencias Médicas, en 1922, con excelentes calificaciones.1
    Durante toda su vida cultivó su formación humanística y el aprendizaje de varios idiomas. Fue un autodidacta y suplió la falta de estudios de postgrado formales con incesantes lecturas de textos de la ciencia médica europea dominante para la época; no sólo de Parasitología y Medicina Tropical sino de Psiquiatría, Psicología, Cardiología, Obstetricia y Ginecología, Pediatría, Terapéutica, entre otros. Leía y hablaba varios idiomas: francés, alemán, portugués e italiano. Era un asiduo lector de los clásicos griegos y romanos, de filosofía, de literatura en general y de todo conocimiento que contribuyera a su formación integral.

    Entre 1924 y 1927 se desempeña como director del "Asilo de Enajenados" de Caracas. Su labor en este Instituto, en pro de mejoras de la asistencia de pacientes con problemas psiquiátricos y de diagnósticos precisos en el área, es reconocida por el Dr. Ricardo Álvarez en su obra "La Psiquiatría en Venezuela", quien considera a Torrealba como el precursor de las reformas de la asistencia psiquiátrica en el país.3
    Viaja a Alemania en 1928, por breve tiempo y aquí visita el Instituto de Enfermedades Tropicales de Hamburgo, bajo la dirección del Dr. Müller, luego regresa al país y se establece en el medio rural.
    A partir de 1929 su vida continúa en los pueblos del Guárico (Santa María de Ipire, Zaraza y San Juan de los Morros), siguiendo las sugerencias de su padre, Don Tereso Torrealba. Allí transcurre su existencia alrededor de su labor como investigador científico, como médico y como ciudadano ejemplar, denunciando los problemas, las miserias y las dificultades de las poblaciones menos favorecidas y abogando por soluciones urgentes para combatir las enfermedades y mejorar las condiciones de vida de los pobladores.
    Durante muchos años estudia, con dedicación, las enfermedades tropicales más frecuentes en la zona: paludismo, chagas, bilharziosis, parasitosis intestinales, elefantiasis, leishmaniasis, dedicando una atención especial a la Enfermedad de Chagas. Comprueba un elevado número de pacientes con esta patología, casos agudos y crónicos entre los habitantes de los ranchos de paja e insiste en la necesidad de eliminar este tipo de vivienda y en general mejorar las condiciones de salud y de vida del campesino.
    Su primera publicación en la Gaceta Médica de Caracas, aparece en 1932, sobre parasitosis intestinales en Zaraza y otras poblaciones del Guárico y Anzoátegui,4 en 1933 sobre estudios realizados en referencia al Rhodnius prolixus y Tripanosomosis en el Distrito Zaraza (Guárico) y en 1934 publica sus observaciones sobre la aplicación del xenodiagnóstico en humanos, para el diagnóstico de la Enfermedad de Chagas. Esta prueba había sido descrita por el profesor francés Emile Brumpt y utilizada sólo en animales experimentales.5
    Practica los primeros exámenes coprológicos en Zaraza y demuestra un importante poliparasitismo; realiza autopsias en humanos para indagar porqué fallecen de muerte súbita los habitantes de estos pueblos; examina bovinos para diagnosticar anaplasmosis (datos inéditos).
    Demuestra la presencia de T. (S) cruzi en especies de reduvídeos transmisores: Rhodnius prolixus, Triatoma maculata y Panstrongylus geniculatus y en mamíferos reservorios domésticos y silvestres. Compara la incidencia de infección por T (S) cruziy T. Rangeli en el Distrito Roscio, estado Guárico y describe el primer caso agudo de Tripanosomosis rangeli en Venezuela. Comprueba dos nuevos tripanosomas: el T. barnolai en un mono de Venezuela y el T. itriagoi en un roedor Dasyprocta de Venezuela.
    Realiza estudios de infección experimental en animales de laboratorio con Schistosoma mansoni, en búsqueda de un huésped susceptible para analizar los mecanismos de resistencia e inmunidad y decidir sobre las condiciones de laboratorio óptimas para análisis de drogas terapéuticas.6
    Otro aspecto importante de su actividad científica es el referente a la preparación y aplicación de extractos de protozoarios (Tripanosomas y Leishmanias) en pacientes con tumores malignos o con enfermedades enigmáticas o difíciles de curar.7
    Publica sus trabajos científicos en revistas nacionales y extranjeras y lo visitan importantes personalidades científicas de la Medicina de Venezuela y otros países del mundo. Entre ellas podemos mencionar: María y Leónidas Deanne, Antonio Dacio Franco do Amaral (Sao Paulo, Brasil), Emmanuel Días (Instituto Oswaldo Cruz, Río de Janeiro, Brasil), Emile Brumpt y Jean Coudert (Francia), Enrique Tejera, Arnoldo Gabaldón, Humberto Fernández Morán, Félix Pifano, Otto Hernández Pieretti, José Vicente Scorza (Venezuela), Cecilio Romaña (Argentina), A. Neghme R. (Chile).1
    Su obra científica aparece recopilada en 7 fascículos, bajo el título de: Investigaciones sobre la Enfermedad de Chagas (estado Guárico), donde incluye trabajos sobre esta enfermedad y otras patologías, así como resultados de investigaciones realizadas con otros investigadores, desde 1934 hasta 1963.8 Además en 1950 publicó un libro titulado: Pequeños Apuntes sobre algunas familias del oriente del Guárico y en especial de Zaraza.
    También, el Dr. José Francisco Torrealba tenía una sólida preparación en Clínica médica y quirúrgica, obstetricia y ginecología, pediatría, psiquiatría, lo cual le permitía realizar increíbles aciertos diagnósticos y terapéuticos. Decía: "hay que leer y releer, aprende a escuchar, observa, examina, palpa, percute, ausculta. Piensa en las enfermedades y búscalas, pero si no sabes que existen ¿Cómo pensar en ellas?" Lectura y experiencia, "ojo clínico", las bases del éxito.2
    Torrealba, quien dedicó su vida al estudio de las diversas patologías tropicales, con su sólida formación humanística, manifestó siempre honda preocupación por los problemas del país, especialmente en los aspectos de salud, educación y honestidad, pilares que él consideraba fundamentales para el progreso y desarrollo de los pueblos. Este médico rural, en sus numerosas intervenciones se refería de manera clara, precisa, sin rodeos sobre los diversos problemas de la educación, de la política, del estado grave de las viviendas, de las condiciones de los centros de salud, de los vicios (alcoholismo, tabaquismo, drogas), de los juegos en general, del niño abandonado, de las precarias condiciones de vida de los campesinos, del peculado, de los problemas universitarios, problemas de tránsito, inmigración, masa obrera, de la pobreza, no sólo de la ausencia de lo indispensable para la existencia sino también en el pensar. Estas ideas aparecen expuestas en artículos periodísticos, los cuales fueron recopilados en dos tomos: Voces para sordos (1958)9 y Canto de Guacabas (1960).10
    Recibió numerosas distinciones: Premio "Vargas", Premio "Brault" otorgado por la Academia de Medicina de París, Orden del Libertador Grado Comendador, Aplauso al Mérito de la Creole Petroleum Corporation, Profesor Honorario de la Facultad de Medicina de la Universidad de Los Andes, Miembro correspondiente de la Academia Nacional de Medicina, Miembro de The Royal Society of Tropical Medicine and Hygiene, Londres, Hijo Ilustre de Santa María de Ipire, Orden Andrés Bello (post mortem) en la Clase Banda de Honor.
    También un importante número de promociones estudiantiles llevan su nombre, así como Instituciones relacionadas con la educación o la asistencia médica. Igualmente se ha escogido su nombre para designar premios que se otorgan en reconocimiento a labores de investigación o a la vida y trayectoria de ciudadanos meritorios.11
    Fallece el 24 de julio de 1973 en Caracas y sus restos reposan en San Juan de los Morros, pueblo donde vivió sus últimos treinta años.
    Torrealba siempre resaltó su origen humilde, con la idea de llevar un mensaje de esperanza a los miles de niños que habitan nuestros campos, sin recursos y alejados de los centros de educación y significarles, con el ejemplo de estudio, responsabilidad y perseverancia que caracterizaron su vida, que es posible lograr objetivos y metas personales y luchar por el bienestar de la comunidad, aún en condiciones adversas del entorno.

Referencias 
1. Torrealba J. F. Curriculum vitae. En Investigaciones sobre la Enfermedad de Chagas en San Juan de los Morros. Recopilación Fascículo V. Caracas. Imprenta Nacional (1956) Pag. 313-33.
2. Torrealba Rafael T.- "Así era mi padre" en: José Francisco Torrealba Investigador del mal de Chagas y otras enfermedades Tropicales en Venezuela. Boletín del Archivo histórico N° 9. (1992). Pag. 19-23. Publicaciones de la Secretaría de la UCV.
3. Álvarez Ricardo. "La Psiquiatría en Venezuela desde la época precolombina hasta nuestros días". Caracas. Talleres de la Lotería de Beneficiencia pública del Distrito Federal (1942). Pag. 398-399.
4. Torrealba J.F Breves notas para el estudio de algunas parasitosis intestinales en Zaraza y otras poblaciones del Guárico y Anzoátegui. Gac. Med. Caracas. (1932) N° 23. Pag. 655-658.
5. Torrealba J. F. Algo más sobre Tripanosomosis. Ensayo de Xenodiagnóstico. Gac. Med. Caracas. (1934) N° 13.
6. Torrealba J. F. Scorza J.V. y Dáger C. The Experimental Infection of some wild mammals from Venezuela with Schistosoma mansoni. Transactions of the Royal Society of Tropical Medicine and Hygiene. (1958). Vol. 52. N° 6. Pag. 565-569.
7. Torrealba J. F., De Roys Carlota y Ramos Italia.- Otra Nota sobre Extractos de Protozoarios. Leído en la Academia de Medicina. En Recopilación Fascículo VII. Año 1963. Pag. 283-289.
8. Torrealba J.F. Investigaciones sobre Enfermedad de Chagas en San Juan de los Morros, Estado Guárico, Venezuela. Recopilación Fascículos I, II, III, IV, V, VI Y VII. Años 1943-1963
9. Torrealba J.F. Voces para Sordos. Primera Edición (1958) Tipografía C.T.P. San Juan de los Morros. Auspiciada por el Gobierno del Estado Guárico. Segunda Edición (1984).
10. Torrealba J.F. Canto de Guacabas y Otros escritos. Primera Edición (1960) Tipografía C.T.P. San Juan de los Morros. Segunda edición 1984.
11. Rodríguez Adolfo. El sabio Torrealba. Serie Centenario del Dr. José Francisco Torrealba. Fundaculgua. Caracas. 1996. Pág. 53-56.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Rafael Fernández Heres: UN MAESTRO A DEDICACIÓN EXCLUSIVA

Por Carlos Alarico Gómez*
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Rafael Fernández Heres fue un destacado maestro de escuela nacido el día 11 de julio de 1933 en Tinaquillo y desde pequeño sus padres le inculcaron una severa formación basada en la más estricta tradición cristiana. Don Rafael Ramón, su padre, tenía una actividad múltiple para mantener a su familia. Era abogado de profesión y prefecto del pueblo, pero además cultivaba la agricultura en una modesta propiedad familiar, así como la carpintería y la ebanistería. Era hijo de una aborigen jirajara residenciada en Nirgua, la cual poseía una personalidad muy recia. Doña Vicenta, su madre, también era bisnieta de Tomas de Heres, prócer de la independencia nacido en Angostura (hoy Ciudad Bolívar) en 1795, quien participó en la campaña del Perú en calidad de jefe del Estado Mayor del Ejército, sirviendo también como secretario particular de Bolívar mientras gobernó el Perú. Luego dirigió los ministerios de Gobierno, de Relaciones Exteriores y de Guerra y Marina (1824-1825). Retornó definitivamente a su patria donde fue electo parlamentario y en 1836 asumió la gobernación de Guayana, cargo que desempeñaba cuando fue víctima de un atentado criminal que lo privó de la vida en 1842.
Fernández Heres gustaba de hablar de su abuela jirajara y de su tatarabuelo prócer, aseverando que tenía curare y pólvora en la sangre, producto de la mezcla de ambas etnias. Desde muy joven se enfrentó a la cruda realidad de la vida, pues su padre murió a la edad de cuarenta y dos años, lo que perjudicó la situación económica de su familia, aunque eso no limitó su afán por aprender. Rafael era un joven delgado, de hablar rápido y mirada inteligente, agudo y perspicaz, quien nunca perdía el sentido del humor. Para subsistir tuvo que trabajar como ayudante del sacerdote Manuel Arocha en Tinaquillo y en ocasiones no vaciló en limpiar zapatos cuando se hizo necesario. Ese aspecto de su vida lo contaba con orgullo y sin duda es un ejemplo dignificante para todo aquel que desee surgir sobre la base del esfuerzo y la dedicación.   
Valencia
Al llegar a la edad de doce años terminó la educación primaria y su madre lo envió a Valencia a que continuara estudios de bachillerato en el Seminario Diocesano de  La Pastora. Su afición por la lectura era tal que aprovechaba la hora en que los seminaristas almorzaban para leer los clásicos. Era un mundo lleno de cambios. Fernández Heres vio el final de la Segunda Guerra Mundial y la llegada de la democracia con el ascenso al poder de Rómulo Gallegos el 15 de Febrero de 1948, un hecho sin precedentes en la historia nacional, caracterizado por la participación popular y la legitimidad, lo que permitió la instalación del Estado democrático en Venezuela. 
En su periplo valenciano mostró aplicación y disciplina en los estudios, lo que le permitió destacarse, sin menoscabo de sus actividades de apoyo a la Iglesia. Esa fue la razón por la cual el padre José Alí Lebrún y monseñor Gregorio Adams se dieron cuenta de su talento, por cuyo motivo decidieron ayudarlo a conseguir una beca para que se fuera a estudiar en Roma, ya que había demostrado una clara vocación por el sacerdocio.
En Roma
Empezaba el año 1950 cuando llegó a la Ciudad Eterna en 1950 para estudiar Baccalaureum in Philosophia en la Pontificia Universidad Gregoriana, en la cual permaneció durante tres años. Sin embargo, muy pronto se dio cuenta de que su devoción por la causa cristiana la ejercería desde otra perspectiva. El estudio de la Rerum Novarum de León XIII lo había hecho comprender que su verdadera vocación era otra. La famosa Encíclica -escrita en 1891- dio nacimiento a la ideología democristiana que dejó establecida la posibilidad de llevar a feliz término las ideas de Cristo a través de la política para hacer valer el bien común y la justicia social.
En la UCV
Esa decisión lo trajo de regreso a Venezuela en 1953 y al llegar revalidó sus estudios y se inscribió en la Universidad Central para optar al título de licenciado en Educación, mención Filosofía y Letras. Para sostener sus estudios daba clases de Griego y Latín en el Colegio San Ignacio. Además, obtuvo un modesto cargo de oficinista en la Cancillería, donde trabajó a las órdenes de Francisco Armando Guédez y de Jorge Olavarría. Este último lo apodó “Sócrates” porque se enteró de que enseñaba Griego.
En esa época se encontró con Rafael Caldera, un líder político que había creado el partido social-cristiano Copei en 1946, con el cual se sintió vinculado desde el primer momento en que escuchó de nuevo los viejos planteamientos de justicia social y bien común que leyó en la Encíclica que más de medio siglo antes delineara el Papa León XIII.
El joven estudiante contemplaba el panorama político con profunda reflexión y fue entonces cuando se unió estrechamente al grupo que lideraba Luis Herrera Campins, agudo analista político de la época, quien seguía con espíritu crítico el proceso de cambios generados a partir de 1947, cuando se celebraron las primeras elecciones directas, secretas y universales, lo que todavía no habían alcanzado sociedades con mayor experiencia democrática como Suiza, donde las mujeres no disfrutaban del derecho al voto, los norteamericanos tenían (y aún tienen) un sistema de votación de segundo grado y los británicos no habían incorporado la representación de las minorías.
Lamentablemente Herrera Campins cayó en manos de la Seguridad Nacional y llevado a la Cárcel Modelo de Caracas,  de donde salió expulsado hacia Alemania. Era la época de la dictadura de Pérez Jiménez. Decidió entonces permanecer atento a los sucesos para incorporarse al movimiento de resistencia y mientras tanto seguía en su aula de clases, al tiempo que visitaba constantemente a su novia Elvira Villegas, con quien se casó tan pronto obtuvo su licenciatura. El matrimonio se efectuó el 4 de agosto de 1956.
El inicio de la democracia
Dos años más tarde cayó la dictadura, noticia que Fernández Heres recibió con gran alegría, ya que pronto regresaron del exilio Rafael Caldera y Herrera Campins. La ocasión permitió crear una Comisión Reorganizadora de la Federación Venezolana de Maestros y la instalación de la XV Convención Nacional del Magisterio. Copei formó parte de la Comisión y sus educadores decidieron fundar el Movimiento Magisterial Social-Cristiano, con el profesor Pedro Contreras Pulido al frente. Entre los fundadores estaban Rafael Fernández Heres, Felipe Montilla, Mary Acosta de López, Luis Delgado, Evelio Aponte, Betty Borregales, Domingo Piñate y Luis Felipe Medina.
La reforma educativa
La política fue la pasión del novel educador, convertido en líder de la causa social-cristiana por fuerza del destino. Sentía que a través del poder podía llevar adelante sus sueños de convertir a Venezuela en una sociedad de vanguardia. Estaba convencido de que la educación era la primera prioridad del país. La oportunidad de llevar a feliz término esas convicciones se le presentó en 1968 al producirse el triunfo electoral de Rafael Caldera y ser llamado por el ministro Héctor Hernández Carabaño para encargarse de la Dirección de Planeamiento del Ministerio de Educación, cargo en el cual procedió a crear “Eduplan”, un programa que le permitió hacer un brillante aporte a la educación venezolana, organizándola por áreas del conocimiento, implementando el Ciclo Diversificado y modernizando el Básico, que se extendió a nueve años. Fue un salto grande en el sistema educativo, que incorporó a Venezuela a los países más avanzados en materia de enseñanza. El Ciclo Diversificado fue dotado de un reglamento orgánico equilibrado, de carácter científico-humanístico, reforzado con un sistema de exploración vocacional y un área de talleres con programas representativos de las diferentes actividades de producción y de creación estética. El propósito era brindar al estudiante la oportunidad de familiarizarse con el mundo del trabajo, de modo que fuera capaz de comparar las potencialidades propias con los atractivos de las diferentes áreas de la producción
Propuso para la educación superior la creación de los colegios e institutos universitarios de tecnología, así como universidades de corte experimental, lo que permitió organizar un subsistema para la educación superior, dando origen a la Dirección General de Educación Superior, que surgió de la antigua Dirección de Educación Secundaria, Superior y Especial. Cuando terminó el período constitucional en 1974 había logrado instalar institutos de educación superior en todas las entidades federales, a excepción de los territorios Amazonas y Delta Amacuro. En ese esfuerzo lo acompañaron los profesores Aurisela Álvarez Medina, Víctor Guédez, Ruth Lerner, Ramón Piñango, Dulcinea de Ruiz y muchos otros que lo ayudaron a utilizar el poder político para profundizar en la transformación de la educación venezolana y llevarla hasta el más alto nivel de excelencia posible. Su sueño juvenil comenzaba a concretarse. Al terminar el período fue designado Director del Colegio Universitario Francisco de Miranda, al cual convirtió en un modelo de meritocracia.
Ministro de Educación
Allí se encontraba cuando comenzó la campaña electoral de 1978, que trillaba el camino de la quinta elección democrática en la cual resultó electo el social-cristiano Luis Herrera Campins para regir los destinos del país en el período 1979-1984, logrando vencer a Luis Piñerúa Ordaz (AD), José Vicente Rangel (MAS), Diego Arria (Causa Común), Luis Beltrán Prieto (MEP), Américo Martín (MIR), Héctor Mujica (PCV), Leonardo Montiel Ortega (Morena), Alejandro Gómez Silva (FUN) y Pablo Salas Castillo (CCN). Renny Ottolina, candidato del MIN, murió en un accidente de aviación ocurrido antes de las elecciones. Estaban representadas todas las corrientes del pensamiento político, desde la extrema izquierda del PCV-MIR hasta la extrema derecha de la CCN perezjimenista. Era una época de coexistencia, donde todas las corrientes tenían igualdad de oportunidades. 
Al producirse la victoria de su partido, Fernández Heres fue llamado a ocupar el despacho de Educación. Tenía ahora la oportunidad de dirigir los destinos de la educación nacional. Para cumplir las metas a cabalidad se rodeó de un equipo profesional de primera categoría que tenía como norte montar una estructura que garantizara rapidez en los procesos educativos y que fuera capaz de eliminar los mecanismos que entrababan la administración. Quería impulsar al máximo el prestigio del sistema educativo. Buscaba establecer un estilo político-administrativo propicio para forjar un clima armónico en el trabajo educativo. Durante su actuación como ministro de Educación (1979-1982) fortaleció el subsistema de educación superior y modernizó la educación media y primaria.
La Academia de la Historia
 Al salir del Gobierno regresó a las aulas universitarias y logró el grado de doctor en Educación. Su pasión por la investigación lo llevó a ser miembro del Programa de Promoción del Investigador donde llegó a alcanzar el Nivel III, además de convertirse en asesor del centro español de Historia Universitaria Alfonso X, ubicado en la Universidad de Salamanca. El 1 de noviembre de 1984 fue elegido Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia a la cual se incorporó el 14 de marzo de 1985 ocupando el “Sillón J” que había pertenecido al Cardenal José Humberto Quintero. Pronto fue electo director de esa corporación (1995-2003), a la cual dedicó todos sus esfuerzos para mantenerla en el pináculo de la eficiencia.
En la década final del siglo XX resultó electo presidente del Consejo Superior de la Universidad Nacional Abierta (UNA, 1996). A la UNA le dedicó lo mejor de sus esfuerzos. Era un educador de pensamiento modernista y por eso estaba convencido de que podía mejorar el nivel del conocimiento dando mayores oportunidades a los venezolanos que no pudieran estudiar en forma presencial. “La educación a distancia es la única oportunidad que tienen muchos venezolanos para capacitarse”, expresaba el docente.
Su intensa labor como profesor e investigador lo hicieron acreedor a ser designado miembro correspondiente de la Real Academia Española de la Historia, de la Academia de la Historia de Puerto Rico, de la Academia Dominicana de la Historia, de la Academia de la Historia Argentina, de la Academia de la Historia de Bolivia, de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala, de la Academia de la Historia de Perú, del Instituto de Geografía e Historia de Brasil, de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, de la Academia Bolivariana de las Américas, de la Academia Belgraniana de la República Argentina, de la Academia de la Historia de Portugal y del Instituto Sanmartiniano de Venezuela.
No conforme con esos logros, el incansable educador publicó una buena parte de las investigaciones que llevó a cabo. En esa labor tuvo la satisfacción de ver editadas numerosas obras, entre las cuales se destaca su extenso trabajo sobre “El centenario del Ministerio de Educación” (12 tomos), obra de corte monumental en la que analiza el proceso histórico-educativo a partir de la creación del Ministerio de Instrucción Pública en el Quinquenio Guzmancista (1979-1984). Otras obras que surgieron de su labor investigativa fueron “Los Fundadores”, en la que hace un análisis de la vida de los creadores de la Academia Nacional de La Historia. Publicó además “Catecismos Católicos de Venezuela hispana: Siglos XVI-XVIII”, así como también las obras: Conquista Espiritual de Tierra Firme, La Educación venezolana bajo el signo de La Ilustración (1770-1870), Escritos del Doctor Rafael Villavicencio, La Instrucción pública en el proyecto político de Guzmán Blanco: Ideas y hechos, Pensamiento Educativo en Venezuela (Siglos XVI Al XX), Referencias para el estudio de las ideas educativas en Venezuela. También fue  designado director de la escuela de educación de la Universidad Católica Andrés Bello y rector de la Universidad José María Vargas.

La familia y la Iglesia
            Su intensa actividad profesional la manejó sin desmedro de su dedicación a la familia. Hizo de su hogar su sancto-sanctorum y a él le dedicaba horas en las cuales se entretenía decorándolo, convirtiendo su casa en un museo de arte.  Fue rígido en valores, austero y de una profunda honestidad. A los amigos los consideraba una segunda familia y siempre se rodeó de ellos para trabajar.  Consideraba que era indispensable esa mezcla de amigo y equipo de trabajo para dirigir organizaciones complejas. Siempre estuvo muy influenciado por su vida en el seminario y por un profundo agradecimiento a la iglesia. Ello explica las labores que llevó a cabo, como la de darle rango universitario al Seminario Interdiocesano y la organización de los archivos de la iglesia. Cuando monseñor Lebrún recibió el capello cardenalicio, se convirtió en su consejero y principal asesor.  En su último libro, aún inédito, analizó los conflictos eclesiásticos. Su cercanía con la Iglesia Católica era tal que se sentía particularmente orgulloso de la “Orden Gregorio Magno” que le concedió el Vaticano. La consideraba su gran condecoración, a pesar de que recibió muchas a nivel nacional e internacional.
Sin duda su mayor satisfacción fue ver a crecer a sus hijos. Su esposa Elvira lo hizo muy feliz y lo convirtió en padre cuatro veces: Rafael Vicente, Rafael Gerardo, Elvira Margarita y Rafael Tomás.
RAFAEL FERNÁNDEZ HERES, UN MAESTRO A DEDICACIÓN EXCLUSIVA, falleció en Caracas el 16 de diciembre de 2010, a la edad de setenta y siete años.