lunes, 26 de agosto de 2013

Los hijos de Miranda




       Eumenes Fuguet Borregales (*)


Nuestro siempre precursor, durante su permanencia en Londres, a comienzos de 1800, tiene una relación sentimental con la londinense Sara Andrew su fiel Ama de Llaves, con quien procrea dos hijos Leandro y Francisco. Estaban residenciados  en Grafton Street Nro. 27, barrio de Bloomsbury, hoy convertida en el museo "Casa Miranda", propiedad del gobierno venezolano desde 1979. Madre y niños sufrieron las vicisitudes y alejamiento del padre durante largos períodos de tiempo; la última vez que se vieron fue el 10 de octubre de 1810, cuando salió para Venezuela invitado por los comisionados de la Junta Suprema de Caracas, el coronel Simón Bolívar, el doctor Luis López Méndez, sobrino político de Miranda y Don Andrés Bello. En Venezuela se dedicó Miranda a realizar varias actividades tales como: continuar su afán emancipador, organizar la Sociedad Patriótica, ser elegido diputado por El Pao de Barcelona ante el soberano Congreso que proclamó la independencia el 5 de julio de 1811, en tal condición es firmante del Acta de la Independencia, creador de la bandera tricolor y soldado veterano que dirigió  la campaña que realizó en el centro de Venezuela.
Luego de la Capitulación de San Mateo el 25 de julio de 1812, es encarcelado en La Guaira en la madrugada del 31 de julio,  trasladado a Puerto Cabello, Puerto Rico y por último hasta Cádiz a la prisión de La Carraca donde murió el 14 de julio de 1816. El sustento de la familia en Londres era proporcionado en forma limitada por López Méndez, Andrés Bello y especialmente por el italiano Tomás Molini, secretario privado y hombre de confianza de Miranda, que inclusive lo visitaba en la cárcel española. Fallecido el precursor participó a los familiares y amigos la mala nueva, Molini siguió ayudando a la familia. Leandro el mayor, nació en Londres el 9 de octubre de 1803.
 El buque insignia de la expedición mirandina sobre Venezuela coincidencialmente llevaba su nombre Este joven viaja a Bogotá en 1823, donde publica en 1824 el periódico bilingüe "El Constitucional", igualmente ofrece en venta a Bolívar los valiosos documentos de su ilustre padre; el Libertador le encomienda a Sucre la compra para llevarla a Bolivia, pero la escases de recursos económicos lo impidieron. La venta se concreta en 1927, cuando el ejecutivo adquiere los 63 volúmenes en tres mil libras esterlinas, valioso material que se encuentra en el Archivo General de la Nación. Leandro es designado en 1829 Oficial Mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores. En 1830 es enviado como funcionario de carrera a Londres, donde le correspondió en 1831 participar al gobierno la muerte del Libertador y la disolución de la "Gran Colombia". Se retira de la actividad diplomática para dedicarse a los negocios bancarios; en Caracas fundó en 1839 el Banco Colonial Británico de las primeras entidades bancarias en Venezuela; en Caracas contrae nupcias con Teresa Dalla Costa Soublette, sobrina del prócer Carlos Soublette, procrean dos hembras y dos varones. Leandro, luego de realizar de nuevo actividades consulares en Perú, se retiró a la vida privada trasladándose con su familia a Francia; fallece en París a los 83 años.
 Sus restos fueron exhumados en 1998 para los análisis del ADN para identificar las cenizas del Precursor. Francisco, segundo hijo del más universal de los venezolanos nació el 27 de febrero de 1806, a la muerte de su padre contaba diez años; sus estudios elementales, secundarios y de milicias, los realizó en Londres.
Según las coordinaciones de Tomás Molini con su hermano Leandro se traslada a Bogotá en 1823. Francisco ocupó cargos en el ejército, inclusive edecán del Libertador. En octubre de 1827 mata en un duelo a espadas a Roberto Van Stuers, funcionario holandés. Para evitar sanciones viaja a Puerto Cabello y luego a Caracas, ocupa como teniente cargos militares, siempre en apoyo a las ideas de Bolívar; al año siguiente se dirige a La Nueva Granada para continuar la carrera militar; al regresar a Venezuela, con el grado de capitán es designado ayudante del general José Laurencio Silva.
En septiembre de 1830, cuando el siempre leal, general Rafael Urdaneta, contra su voluntad, se encarga del Poder Ejecutivo en la Nueva Granada, el capitán Francisco Miranda, en muestra de solidaridad se traslada hacia Bogotá. El 26 de abril se enfrentó a un grupo opositor en el combate de Cerinza; murió a los veinticinco años de edad, otras versiones indican que fue fusilado después de la acción bélica.
(*) Gral. de Bgda.                                                                           churuguarero77@gmail.com
@eumenesfuguet
Historia y Tradición

miércoles, 21 de agosto de 2013

EL HIPISMO EN VENEZUELA. Parte 1/3

Por Carlos Alarico Gómez*

La llegada del caballo al Nuevo Mundo. De la Colonia a la Independencia. En la época de Páez. Los hipódromos de Monagas y Guzmán Blanco. El jockey club. Desde el hipódromo de El Paraíso a La Rinconada. La cría del purasangre en Venezuela. Visión de futuro. Una pasión en el tiempo. Fuentes consultadas.
         Una de las grandes tradiciones del pueblo venezolano la constituye las carreras de caballos, deporte que nació del fervor popular desde el mismo momento en que los  españoles los trajeron al Nuevo Mundo, en los inicios de la Conquista. El caballo fue uno de los elementos que más influyó en el proceso de integración de la cultura ibérica con la aborigen. Ese fenómeno de transculturación fue particularmente marcado en aquellos centros poblados en los que se de­sa­rrolló la ganadería, sobre todo en los Llanos, donde se convirtió en un pasatiempo ideal para que los llaneros demostraran su ha­bilidad en el domi­nio de las cabalgaduras.
Los primeros caballos que arribaron al país lo hicieron en naves españolas a principios del siglo XVI. Los aborígenes quedaron fascinados observando aquellos animales extraños, que emanaban fuerza al desplazarse. Los rasgos del caballo eran producto de una mezcla de los equinos ibéricos con los de raza árabe, que dio origen a la bestia berberisca, que va a servirle al hombre hispano pata completar su proyecto de dominación, al tiempo que lo ayudó a reforzar el trabajo en las inmensas llanuras de la Provincia de Venezuela, que fue fundada en 1528.
Los españoles se adaptaron al nuevo habitat y del intercambio afectuoso entre blancos e indias fue surgiendo un mestizaje étnico y cultural. El hombre mestizo se adaptó rápidamente a la vida laboral en las haciendas, donde vivían en permanente contacto con sus caballerías, a las que cantaban melodías matizadas por coplas plenas de leyendas ingeniosas. Con el tiempo el hábito de cantar se arraigó de tal modo en el pueblo venezolano que dio inicio al desarrollo de una musicalidad autóctona en tiempo de tres por cuatro, aportando acordes de gran belleza al solaz de los llaneros.  El uso del caballo abarcó más allá de la faena en el campo y muy pronto dio origen a las corridas de toros, tradición que vino de España; y a los toros coleados, que fue el aporte del llanero venezolano.
                               Corridas y coleo de toros
En las corridas intervenía un solo jinete llamado picador, quien era el encargado de preparar al animal para que fuese lideado por el torero, en lo que se diferenciaba del coleo donde los jinetes se colocaban en grupo dentro de una manga protegida y al darse la señal corrían detrás de los toros para asirlos por el rabo y derribarlos. El coleador que lograba hacerlo en menor tiempo era aclamado por el público y premiado con una cinta en el hombro que le era colocada por las jóvenes más lindas de la aldea. Sobre esta diversión existen datos desde 1683, cuando se celebraron siete tardes de toros coleados en San Sebastián de los Reyes, en la ocasión de celebrarse el cumpleaños del rey Carlos II
         Juego de máscaras 
Al coleo se añadió el juego de máscaras, el cual consistía en  una actividad que se llevaba a cabo a través de dos líneas de jinetes -a las que llamaban carreras-, por donde se desplazaban parejas enmascaradas ataviadas con sus mejores galas y armadas con hachas. El objetivo era sortear tres vallas que se colocaban en forma de obstáculos. La fila tenía una extensión aproximada de cien metros y las reglas establecían que de ida debían moverse por el lado derecho, deteniéndose frente a las autoridades con el fin de saludarlas, en tanto que de regreso tenían que volver por el lado izquierdo, pero en veloz carrera. Resultaba vencedor el primero en alcanzar la meta. En esa época originaria no se podía medir el tiempo, ya que no existía ningún instrumento para fijarlo.
Juegos de "Las cañas" y de “Las Sortijas”
Una variación de ese juego eran “Las cañas” y “La sortija”, de los que hay evidencias documentales desde 1573 en las actas del Cabildo de Caracas, período en el que actuaba como regidor el legendario Garci González de Silva. 
El juego de “Las cañas” era bastante complejo y consistía en una actividad en la que participaban jinetes con funciones de escuderos o padrinos. El acto se llevaba a cabo en la plaza mayor a partir del momento en que se abrían las puertas ubicadas en dos de sus extremos para permitir que ambos grupos ingresaran al mismo tiempo con cestos cargados de cañas, que eran en verdad lanzas de madera. Ambos grupos eran seguidos de cuadrillas de jinetes protegidos con escudos en el brazo izquierdo, quienes se desplazaban por la plaza saludando a las autoridades y al público presente. Luego los dos equipos se ubicaban en extremos opuestos y a una señal de los padrinos comenzaban la escaramuza, acometiéndose con lanzas y retirándose cada vez que el padrino-capitán lo considerara conveniente. El ganador era el que lograba golpear con sus cañas a la mayor cantidad de adversarios, lo cual conseguían demostrando mayor rapidez, precisión y audacia. El jurado era clave para determinar el ganador, a quien se le otorgaba un galardón.  El de “La sortija” era más simple. Consistía en un jinete que debía ensartar con su lanza un aro que colgaba de una cinta, las cuales se ubicaban a lo largo de una calle ricamente adornada para tal fin. Ganaba el que lograba llevarse más cintas y el premio le era conferido por una dama joven.
                 Bolívar y los caballos
Esos juegos son los antecedentes de las competencias hípicas que se comenzaron a desarrollar a partir de 1817 en Angostura (hoy Ciudad Bolívar), fecha en la cual los patriotas conquistaron Guayana gracias al esfuerzo de Manuel Carlos Piar, completado más tarde por Bolívar. El territorio de lo que es hoy día Venezuela fue establecido desde 1777 por Real Cédula de Carlos III y ya para esa época las diferentes costumbres culturales de los lugareños (indios,  mestizos, negros, mulatos y blancos) se habían sincretizado de una manera natural, ocupando el caballo un puesto preponderante en la actividad económica y socio-cultural de la región.
Ramón Páez, hijo primogénito de José Antonio Páez, el “Centauro de los Llanos”, dice en su obra “La vida en los Llanos de Venezuela (1862) que “… el llanero gasta su vida a caballo y éste le acompaña en todas sus acciones y actividades. Nada más noble para él que recorrer las llanuras sin límites, echado sobre su ardiente corcel dominando los toros salvajes; o derribando a sus enemigos”. Es decir, su vida entera la desarrolla alrededor del caballo y desde niño se adiestraba en la equitación. El caballo era su amigo, su sombra, su socio. Iban juntos en la paz y en la guerra, en la fase de producción o al comercializar la cosecha, en el amor o en la desdicha. Siempre juntos.
Al igual que cualquier ejército de la época, los patriotas usaron el caballo para sus entrenamientos militares, ya que era preciso adiestrar a la tropa en las técnicas de la guerra. Esta actividad fue tan intensa que el soldado se adaptó integramente al caballo y lo convirtió en su aliado.
El mismo Libertador le expresó a Perú de Lacroix en Bucaramanga (Diario de Bucaramanga, 1828) que en una ocasión observó a su edecán Diego Ibarra conversando de una manera poco usual con otros oficiales, en un apostadero cercano al río Orinoco. Intrigado por sus gestos se acercó con sumo cuidado para que no percibieran su presencia y al escuchar lo que hablaban pudo darse cuenta de que no se trataba de una discusión, sino de una apuesta. El motivo de la misma era la aseveración que les hacía Ibarra de que era capaz de brincar de punta a punta por encima de un caballo que allí se encontraba. El animal tenía un gran tamaño y se encontraba amarrado a un poste, intranquilo, mostrando su fortaleza con movimientos rápidos y precisos. Ibarra le hizo ver a sus compañeros las características del animal y, para crear más expectativa, les explicó que el salto lo daría desde la parte trasera de la bestia, sin tocarle la cola ni la cabeza, lo que parecía imposible y por tanto le aceptaron la apuesta, ya que consideraban que la fanfarronada de Ibarra les iba pemitir ganarse con facilidad unos buenos maravedíes.
Muy pronto se arepentirían de haberlo hecho. El retador dio un brincó descomunal que lo catapultó por encima del animal sin tocarle un solo pelo, lo que le permitió ganarse la admiración de los presentes… ¡y la apuesta! Mientras celebraban el suceso, Bolívar se acercó hacia el lugar donde se encontraba el grupo y después de saludarlos les expresó que él también podía efectuar una proeza semejante y, por supuesto, varios de los presentes le aceptaron la apuesta, ya que no creían que un hombre de tan baja estatura pudiera hacer lo mismo. Recogidas las cantidades convenidas, Bolívar saltó y -como era de esperarse- no pudo lograr su meta, cayendo sobre el cuello del animal. Herido en su amor propio, procedió a apostar de nuevo y esta vez pudo llegar hasta la cabeza del caballo, dándose un fuerte golpe en sus partes sensibles lo que le ocasionó una intensa y visible palidez en el rostro. Sin embargo, su terquedad no tenía límite y se impuso sobre la sensatez, que aconsejaba desistir de aquella meta casi imposible de lograr para un hombre de sus dimensiones. Por lo tanto apostó de nuevo, pero esta vez tuvo éxito y logró pasar al otro lado del animal sin tocarle un solo pelo, con el regocijo de sus hombres, especialmente de Ibarra, quien estaba preocupado por su actitud.
El Libertador buscaba imponerse sobre aquellos hombres aguerridos y, por lo tanto, su intento iba más allá de una simple proeza, ya que deseaba reforzar su liderazgo, recientemente vapuleado por la terrible polémica que sostuvo con el general Piar y que terminó con un juicio militar que llevó al vencedor de la batalla de San Félix ante el paredón de fusilamiento.
                    El inicio de la equitación como deporte
Es justamente en esa época cuando se inician en Guayana las primeras competencias hípicas como espectáculo organizado. Esos desafíos se hacían a campo traviesa, naciendo con ellos la tradición hípica promovida por la oficialidad británica que vino de Europa después de haber derrotado a Napoleón Bonaparte. Esos militares fueron contratados en Londres por Luis López Méndez y arribaron a la población de Angostura para colaborar con la independencia de lo que muy pronto habrá de ser la República de Venezuela. Entre esos oficiales se encontraban Gustavo Hippisley, Donald Campbell y Henry Wilson, fanáticos del hipismo, quienes trataron de superar su nostalgia reviviendo una de las más fuertes tradiciones de su país, creada por Enrique II en Smithfield en las postrimería de su reinado (1133-1189) y reforzada en 1576 por Isabel I cuando apareció el informe de Próspero D’Osma, quien era el que regentaba las haras reales, con lo cual se inició la historia de los purasangres, perfeccionada más tarde con el libro del pedigree en el que se buscaba establecer los linajes de los descendientes de los padrillos árabes Byerley Turk, Darley Arabian y Godolphin Arabian.
La hípica se vio fortalecida por el monarca Jaime I, quien fundó el hipódromo de Newmarket en 1634, año en que concedió por primera vez la Gold Cup. Luego le correspondió a la reina Ana inaugurar en 1711 el hipódromo de Ascot y presidir la primera carrera de lo que en los años por venir se convertirá en el más famoso centro hípico del mundo. Tiempo después se inauguró el Derby de Epsom (1780) y trece años más tarde apareció el studbook, registro en el que se comenzó a llevar constancia del linaje de los purasangres en la Gran Bretaña, lo que estableció un precedente a nivel mundial.
Toda esa tradición la tenían presente los oficiales ingleses que se encontraban en Angostura, quienes organizaron la primera competencia hípica el 27 de abril de 1820, a la cual llamaron “Desafío de caballos” y para promover el evento publicaron un aviso en el Correo del Orinoco, el cual decía así: “Se correrán el sábado 29 del corriente, cerca de la mesa, á las 4 de la tarde, los dos caballos abajo mencionados, con sus respectivos cabalgadores: el de mr. Monsanto, ‘Bargas’, corrido por el mayor Manby, del batallón de Albión; contra el de mr. brown, ‘Devereux’, corrido por el general Power, de la Legión Irlandesa. Angostura, á 27 de abril de 1820”. El evento fue un éxito.
El nuevo deporte había nacido bajo las premisas de la libertad y de la igualdad, impulsado nada menos que por el que muy pronto será el Libertador de Venezuela y de otras cuatro naciones. Este deporte le será de gran utilidad, ya que servirá de distracción a los soldados, lo cual fue muy importante en aquellos días en que se necesitaba mantener en alto la moral de la tropa, aunque todavía se desconocían las rigurosas normas que regían el llamado deporte de los reyes.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Andrés Eloy Blanco, el poeta del pueblo




Eumenes Fuguet Borregales (*)
En la primogénita Cumaná ve la luz primera el 6 de agosto de 1897 Andrés Eloy Blanco Meaño, destacado hombre de letras, abogado, político, legislador, brillante poeta, escritor de fina pluma, humorista, orador con verbo encendido inconfundible, sin rencor ante los sufrimientos de las cárceles y destierro, de gran sensibilidad humana que lo estimulaban a describir las difíciles situaciones de la dictadura reinante en Venezuela, humorista y humanista, de amplia sensibilidad social, y ante todo apegado y defensor de las ideas y sentimientos de sus paisanos, por las cuales sufrió prisiones, torturas y confinamiento. Hijo del médico Luís Felipe Blanco y Doña Dolores Meaño.
Realizados los estudios elementales en Cumaná y Margarita. En 1912 con apenas quince años el diario El Universal publica sus poesías En 1914 recibe su bautizo político al ser detenido por la policía al apoyar como estudiante a sus compañeros. En 1916 obtiene el premio de poesía en Ciudad Bolívar con su obra "Canto a la espiga y al arado". En Caracas se gradúa en 1918 de abogado; Publicó en 1921 su primer libro: "Tierras que me oyeron".
Es acreedor en 1923 al importante premio internacional otorgado por la Real Academia de la Lengua Española con su obra "Canto a España", donde conjuga al modernismo, con el nativismo, el romanticismo y el clasicismo. En 1928 participa activamente en apoyo a los estudiantes de la conocida "generación del 28"; la dictadura de Gómez lo encarcela desde 1928 hasta 1933 en La Rotunda y en el castillo San Felipe de Puerto Cabello, al enfermarse de tuberculosis y ante la presión de la comunidad internacional, fue enviado confinado en 1935 a Valera. A pesar de los grillos colocados, las torturas y penurias del encarcelamiento, su moral y dignidad se acrecentaba.
Andrés Eloy aprovechaba cualquier oportunidad para escribir en la prisión en papeles de envolver, narrando los sufrimientos y penurias de los humildes paisanos. Los escritos eran sacados en forma discreta por sus hermanas cuando podían visitarlo, entre los cuales figuran "Poda", "Barco de Piedra", "Baedeker 2000", "Malvina Recobrada" y la "Juambimbada" "La Loca Luz Caraballo", "Píntame Angelitos Negros" y "El Palabreo de la Recluta".  El 1ro. de febrero de 1936 se lanzan al mar frente al castillo de Pto. Cabello cientos de  grillos con que se inmovilizaba a los presos políticos, en esa ocasión expresó: “Hemos echado al mar los grillos de los pies. Ahora vayamos a las escuelas a quitarle a nuestro pueblo los grillos de la cabeza, porque la ignorancia es el camino de la tiranía. Y maldito el hombre que intente fabricarlos de nuevo y poner una argolla en la carne de un hijo de Venezuela”.
A la caída del régimen gomecista, ocupó diversos cargos en la administración pública, entre ellos Concejal por la parroquia San Juan de Caracas en 1937. Diputado ante el Congreso Nacional en 1939; se  incorpora en las filas del naciente partido Acción Democrática en 1941; sus escritos son publicados en los principales diarios del país; su chispa humorística se refleja en el semanario "El Morrocoy Azul".
Escribió una excelente biografía del Dr. José María Vargas. Andrés Eloy no aceptó cargos en el exterior al preferir estar en contacto permanente con su gente. Diputado por el Distrito Federal, es designado  en 1946 Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente. El Presidente Rómulo Gallegos lo designa ministro de Relaciones Exteriores en 1946, correspondiéndole realizar importantes reuniones y gestiones en beneficio del país. A la caída del gobierno de Gallegos el 24 de noviembre de 1948, Andrés Eloy que se encontraba en Francia, sale al destierro, primero se dirige a Cuba y luego a México; en esta última ciudad escribe en 1955 "Giraluna". Fallece atropellado el 22 de mayo de 1955, cerca del monumento erigido en honor a los "Niños Héroes Mexicanos", inmolados defendiendo la Patria. Los restos del "Poeta del Pueblo", paradigma de dignidad y autoestima, ingresan el 2 de julio de 1981 al Panteón Nacional.
Innumerables son los brillantes y elocuentes discursos históricos y políticos ofrecidos en Venezuela y fuera del país, todos con su especial dosis de venezolanidad. El primer discurso político lo pronunció en Puerto Cabello en febrero de 1936 durante la ceremonia de lanzar al mar los grillos utilizados en los presos políticos. En el Congreso Nacional, con motivo del aniversario de la Batalla de Carabobo el 24 de junio de 1939 exteriorizó: "Si se pudiera concebir un hombre que le escribiera una carta al Ejército venezolano, se vería en apuros el remitente, porque no sabría a donde dirigirla: lo mismo podría dirigirla a Ayacucho que a Junín, lo mismo a Boyacá, lo mismo a los helechos y a las piedras por donde se va al desaguadero. Pero estando Carabobo ubicado en Venezuela, y siendo la función carabobeña totalmente venezolana, es por eso que es la sabana de Carabobo, el domicilio histórico del Ejército venezolano".
(*) Gral. de Bgda.                                                                          churuguarero77@gmail.com         

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