Introducción
Servirá el
presente trabajo para arrojar luz sobre un acontecimiento de la historia del
estado Falcón, el desembarco de un grupo insurrecto contra el gobierno del
general Juan Vicente Gómez (1908-1935), acaecido al oeste de Coro el 12 de octubre
de 1931 y cuya hueste era capitaneada por el general Rafael Simón Urbina López
(Puerto Cumarebo 1897-Caracas 1950), el oficial merideño José Ángel Cano Rocha,
entre otros, vencidos por las tropas gubernamentales bajo las órdenes del
general León Jurado Rovero, presidente del estado Falcón, el coronel Agustín
Graterol, el viejo general Fermín Palencia y general Jesús María Primera hijo.
Muchas leyendas y anécdotas se han reproducido desde entonces sobre la asonada.
A la luz de la documentación oficial que se da a conocer, cruzada entre el
general Gómez, León Jurado, Vincencio Pérez Soto y otros jefes y oficiales
podrá establecerse la verdad de los acontecimientos.
El
general Rafael Simón Urbina López
Tenía fama de
guerrillero este cumarebero que se hallaba en México exiliado después del
espectacular asalto a la refinería de Curazao que comandó con éxito, acompañado
de Gustavo Machado, Miguel Otero Silva y otros venezolanos y curazoleños en
1929. En tierra azteca preparó desde el puerto de Veracuz una invasión a costas
falconianas. Bajo engaño reclutó a 137 nativos de esa nación y junto con ocho
venezolanos más puso proa a Venezuela. No se avisó la partida al Dr. Carlos
León, abogado, ex castrista y ex gomecista de la primera hora, introductor de
las ideas socialistas y del marxismo en Venezuela, Centroamérica y Caribe. En
alta mar, revólver en mano, Rafael Simón Urbina reveló la verdad de la asonada
y ya no hubo más que hacer, los cosecheros del chicle mexicanos se convirtieron
en soldados piratas. El barco, originalmente llamado Elvira, que llevaba a
bordo mercancía, cambió su nombre por el de Superior y navegaba con bandera
argentina. Casi sin combustible arribaron al estado Falcón, a un sitio llamado
Puerto Gutiérrez, embarcadero de una compañía petrolera, no lejos de
Capatárida. Ya el Gobierno gomecista estaba alertado desde México sobre la
inminencia del desembarco de un vapor extranjero por alguna costa venezolana y
prácticamente lo esperaban.
Los que venían a bordo
En el barco viajaban, además de Urbina, el doctor Miguel Zúñiga Cisneros,
médico, político socialista y científico (Guanare 1897-Caracas 1984); Leopoldo
Carotti, capitán del barco pirateado; general José Prevé Curbina, dirigente
militar y político mexicano, designado jefe de estado mayor del grupo (fue
herido en una pierna en combate); coronel e ingeniero mexicano Álvaro Torres Guerra,
de quien se dice fue muy cercano a Pancho Villa, jefe de operaciones; el coronel
merideño José Ángel Cano Rocha (fue casado en La Victoria, estado Aragua, con
doña Cecilia González Blank, emparentada con los González Estévez, de donde
surgieron las esposas de los generales Francisco Linares Alcántara y Raimundo
Andueza Palacio); no era militar ni guerrillero, sino comerciante y enemigo del
gobierno, emparentado por vía materna con el coronel Pepe Rangel, padre del Dr.
José Vicente Rangel. Cano estaba acompañado en el barco, desatentadamente, por
su esposa Cecilia y su hija Cecilia Teresa Cano González, de solo tres años de
edad, con quienes había partido unos meses antes a México (en La Victoria
habían quedado cuatro retoños más a cargo de su abuela doña Matilde Blank de
González Estévez; una de ellas doña Josefina Cano González de Subero, quien
reside en dicha ciudad y recuerda lo que le contaba su madre); el coronel Cano
se encargaría de las ametralladoras.
Los atacantes
contaban con 137 hombres, siete ametralladoras, varios mauselines o máuseres
livianos de repetición; granadas de mano, dinamita, pistolas, dagas, sables y
medicinas.
Los
jefes y oficiales gubernamentales
Las fuerzas del gobierno gomecista que participaron en las operaciones
contra los invasores estaban encabezadas por el general León Jurado Rovero,
experimentado y veterano jefe (Hato El Manglar 1874, Falcón-Caracas 1958),
quien se desempeñaba como presidente del estado Falcón e incondicional afecto
al régimen; el coronel Agustín Graterol, jefe militar de la plaza ( su hija doña
Dolores -Lola- Graterol casó con el boticario guariqueño de Valle de la Pascua
don Didalco Bolívar, emparentado con los Manuitt de Chaguaramas); general
Fermín Palencia, viejo guerrero de la Sierra coriana; general Jesús María
Primera hijo. Del Zulia fueron enviados por el secretario general Leonardi
Villasmil (el presidente del estado general Pérez Soto estaba en Caracas) el
general Néstor Maya, gobernador de
Maracaibo; coronel Mario Maya, gobernador del distrito Bolívar, Santa Rita;
coronel Antonio Maya, gobernador de los Puertos de Altagracia (todos trujillanos,
parientes; los maracuchos decían “el pecador arrepentido [Pérez Soto] está
enredado en un mayal); general Martín Romay Añez, coronel Manuel Castro, coronel
Belén Pino, que fue el primero que salió a encontrar a los sediciosos por
órdenes del general Gómez, con 100 hombres del batallón “Bárbula”, 100 reclutas
y voluntarios y fue uno de los que más combatió en las sabanas corianas y en la
Sierra tras Urbina y sus secuaces, pues era hombre de pundonor y no podía
llegarle con cuentos a su jefe el general Pérez Soto.
El
desembarco y primeras acciones
A la una de la mañana del 12 de octubre de 1931, el telegrafista de Capatárida
Alcifredo Padrón notifica al general León Jurado en Coro el desembarco de
Urbina en Puerto Gutiérrez, cerca de esa población, con hombres armados y
pertrechos. La información inmediatamente fue retransmitida a Maracay al
general Gómez, acostumbrado a esos madrugonazos, como cuando sus hijos Vicentico, Florencio, Juan Vicente y
Gonzalo Gómez lo despertaron muy de mañana el 7 de abril de 1928 en su casa de
veraneo de Ocumare de la Costa, para participar el alzamiento de Miraflores y
el cuartel San Carlos. En ambas oportunidades se sentó con el telegrafista a
dar órdenes y recibir información. La primera orden fue que el coronel Belén
Pino saliera del Zulia con 100 oficiales y soldados del ejército regular del
batallón “Bárbula” y otros cien hombres reclutas y voluntarios hacia Falcón. En
cuatro horas los reunieron y cruzaron el lago hasta los Puertos de Altagracia de donde siguieron en camiones
hasta Capatárida. León Jurado despachaba al mando del coronel Agustín Graterol 150
hombres de Churuguara, 20 de Sabaneta de Coro, 20 de Urumaco y 40 de las
fuerzas acantonadas en Coro. Con esto bastaba y sobraba para doblegar a los
atacantes, que irrumpieron en Capatárida a las seis de la mañana, haciendo huir
a la sorprendida guarnición y autoridades encabezadas por el general S.
Borregales con cuyos oponentes cruzaron algunos tiros mientras tuvieron
proyectiles. En la mañana del día 13 llegaron las tropas zulianas a dicho
pueblo en rol de combate pero ya Urbina la había desocupado a las 5 de la tarde
del día anterior. Hubo varios combates entre Capatárida, la sabana inmediata,
Orocodones y el camino de la Sierra, vía Buenavista. Una emboscada de los
revolucionarios resultó victoriosa bajo la dirección del coronel Cano Rocha que
fue ascendido allí mismo por Urbina a general de regimiento. Dejaron un estero
de cadáveres en la quebrada de Taques. Allí mismo fue atacado por 200 hombres
al mando del coronel Agustín Graterol y el teniente Conrado Rivero que ignoraban estar a tiro
fijo de las ametralladoras de los sediciosos.
Hubo un momento
en que sin temor a las balas, los bravos oficiales y soldados del gobierno
avanzaron por la derecha de Cano que ya no podría recibir más refuerzos porque
los habían cortado. Tomó una ametralladora con algunos de sus hombres y salió
al frente. Explica el telegrafista y escritor carabobeño de Güigüe, don
Teobaldo Mieres, de acuerdo a relato de participantes en el encuentro, que
supuestamente
[…] El
avance de Cano apenas sería de veinte metros cuando se vio obligado a
refugiarse en un árbol que le quedaba a la izquierda porque del lado derecho le
venía una
lluvia de proyectiles. Cuando Cano intentaba dirigir el fuego de su
ametralladora en dirección de los que le
tiraban a punto fijo, una bala lo hizo hacer de rodillas y
después sentado, en presencia de todos sus
compañeros”.
Allí vino la desbandada y la corneta de los urbineros
tocó retirada. Sigue don Teobaldo Mieres
con su relato:
[…] Un soldado falconiano hasta hoy desconocido, viendo el campo de batalla
esterado de queridos camaradas, al pisar las posiciones enemigas y notar que no
habían tenido
casi bajas, enfurecido blandió un machete y remató al herido
Cano, ignorando quién sería y tan solo creyendo que con sangre podía vengar la
muerte igual de tantos
compañeros de armas”. (Mieres, 1936: 49-50)
Cuando la esposa recorrió el campo en busca
del cadáver de su esposo y lo identificó, dijo un soldado gubernamental: “Ese catire peleó como un tigre”.
El ejército
gubernamental perseguía de cerca a Urbina, auxiliado por expertos guías de la
montaña. Pero a este también lo ayudaban
a escapar campesinos conocidos y hasta dueños de fincas que lo internaban en
las oquedades de la sierra. Urbina era Urbina.
El coronel
Antonio Maya le envía desde Pedregal un telegrama el 18 de octubre a las 4 p.m.
al general Gómez, participándole: “Me encuentro en esta, marchando hacia El
Paraíso, guaridas del faccioso Urbina a fin de interceptarlo nuevamente y
evitar en lo que le sea posible cualquier recurso que puedan proporcionarle sus
amigos. En Playa Bonita, como usted debe estar en cuenta, lo tuvimos sitiado y
hay sospechas que baquianos del mismo lugar lo sacaron, pues él se encontraba
en situación lamentable de cansancio y desorientado”. (AOB)
Por culpa de la invasión no hubo cine en Mérida de Yucatán
El 16 de octubre
zarpó del territorio falconiano la cañonera José Félix Ribas llevando remolcado
el vapor “Superior” hasta Puerto de Cabello donde fue entregado a funcionarios
aduanales. A bordo del barco pirata llevaban mercancías, inclusive las
películas que pasarían esos días en Mérida de Yucatán, enviadas por la Metro
Golding Meyer y las cuales fueron reclamadas desde Estados Unidos al
representante de la empresa en Caracas, quien debía interceder ante el Gobierno.
Esa semana no hubo cine en Mérida, al menos las películas que identificaban el
león de la Metro. Pero hay más. El Secretario de Estado de los Estados Unidos,
a través del Cónsul en Puerto Cabello también solicitaba reclamar ante el
Gobierno sendos cargamentos de las
firmas norteamericanas National Paper and Type, Samborn’s Brothers y la Metro
Golding. Responde que el asunto sigue su curso legal por el ministerio de
Hacienda.
El presunto fusilamiento de los prisioneros
Tanto desde México como de los Estados Unidos corrían
alarmantes noticias. Los periódicos mexicanos anunciaban que 66 connacionales
habían sido fusilados por las fuerzas gubernamentales: desde Washington también
recibieron la información. La Legación venezolana en EE. UU. Se apresuró a
responder: “Venezuela es un país
civilizado, en donde la costumbre de fusilar a los prisioneros es desconocida y
estrictamente prohibida por la Constitución. Prisioneros están sometidos a los regulares
procedimientos legales”. (AOB)
Siempre hubo desde
entonces la conseja de que el general León Jurado habría dicho que “los zamuros
corianos comerán carne mexicana”. La falacia de la especie la desmiente el
telegrama que el 19 de octubre de 1931 envió el general Jurado al general Gómez: “Recibido. Tomo muy buena nota de las órdenes
que me da Ud. en relación con el prisionero Álvaro Torres Guerra y en tal
virtud se le guardarán consideraciones y se procurará que no le falte ningún
cuidado, sin dejar de tenerlo con las debidas seguridades. Aprovecho
significarle que todos los prisioneros así como también los heridos se están
tratando de la mejor manera posible”. (AOB)
Desde Bolivia (¿la
ciudad de Pedraza, en Barinas o Zamora?), el coronel José Vicente Rangel
Cárdenas, Don Pepe Rangel, felicita al general Gómez ignorante de que uno de
los caídos en la acción era su pariente José Ángel Cano Rocha: “Permítome enviarle mis sinceras
felicitaciones por el nuevo triunfo de armas que acaba de realizar el ejército
nacional que Ud. brillantemente dirige. Por aquí ninguna novedad”. Y desde
Barcelona hace lo propio el secretario de Gobierno de Anzoátegui, el periodista
y escritor Enrique Bernardo Núñez, futuro patrono de los Cronistas venezolanos,
ante el secretario del Presidente de la República Dr. Rafael Requena: “Cordiales felicitaciones por éxito armas
nacionales [en] Coro, que reafirma
paz inconmovible sostenida querido Benemérito Gral. Gómez”. (Ibídem)
Así terminó la
asonada con los mexicanos. Todo volvió a la calma. Continuó la “paz
inconmovible” en el país a la que hace alusión Enrique Bernardo Núñez. Rafael
Simón Urbina desapareció en la montaña y ya no volvería a Venezuela hasta la
muerte del general Juan Vicente Gómez. En la cadena de sus fechorías, el 13 de
noviembre de 1950 quitaría la vida con otros paisanos suyos al Presidente de la
República coronel Carlos Delgado Chalbaud. En ello le fue la vida y entró
malamente en la historia.
*Cronista de Maracay- Mpio. Girardot- Aragua
FUENTES:
Archivo de Oldman Botello (AOB)
Diccionario de Historia de Venezuela. 2ª. Edición. Caracas: Fundación Polar
MIERES, Teobaldo. (1936) Rafael Simón Urbina y 137 mexicanos en Venezuela. San Juan de
Informantes: Doña Josefina Cano González de Subero (La
Victoria); Prof. Gisela Pastori de Núñez (La Victoria)