lunes, 28 de septiembre de 2009

Dr. José María Vargas, Eminente Civilista

Eumenes Fuguet Borregales (*)
El eminente doctor José María Vargas, segundo Presidente de la República y primer civil en la vida pública del país; médico cirujano, catedrático, investigador, humanista, símbolo del poder civil en la Venezuela emancipada. Nació en La Guaira el 10 de marzo de 1786, hijo de Don José Antonio Vargas y Doña Ana Teresa Ponce. A los dieciséis años ingresa en el Seminario Tridentino, egresando como bachiller en Filosofía, continúa estudios de medicina en la Real y Pontificia Universidad de Caracas, obteniendo el título en 1808. Ese año se traslada a Cumaná incorporándose al movimiento revolucionario del 19 de abril de 1810, siendo incorporado al Supremo Poder Legislativo.

Regresa a comienzos de 1812 al terruño natal correspondiéndole utilizar sus conocimientos a raíz del terremoto ocurrido ese fatídico año, a mediados de año regresa a Cumaná, siendo detenido en septiembre y enviado a las bóvedas de La Guaira acompañada de varios conspiradores cumanés, entre ellos el coronel Vicente Sucre, padre de nuestro futuro Gran Mariscal de Ayacucho. Al aproximarse Bolívar a Caracas en su triunfal Campaña Admirable, iniciada en Cúcuta el 14 de mayo de 1813, son liberados. El doctor José María Vargas, se traslada a Europa para profundizar sus estudios médicos, los idiomas inglés y francés, como también mineralogía, astronomía y botánica. En 1817, se dirige a Puerto Rico donde se encuentran refugiados su madre y hermanos, en esa isla ejerce su profesión, aprovechando para escribir aspectos afines a su profesión. Finalizada la gesta emancipadora, regresa en 1825 a Venezuela, dedicándose a la docencia en la Universidad de Caracas, iniciando la disección de cadáveres actividad inédita para la época.

El 24 de junio de 1827, el Libertador, mediante Decreto, convierte la Real y Pontificia Universidad de Caracas en Universidad Central de Venezuela; Vargas fue designado por el claustro Primer Rector de la máxima casa de estudios. Considerando su experiencia fuera de Venezuela, aprovechó para utilizarla en el mejoramiento de los estudios médicos en el país. Vargas es considerado como “El fundador de los estudios químicos de Venezuela”; funda la Sociedad Médica Venezolana. La idoneidad y conocimientos lo hacen merecedor al nombramiento de Primer Presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País; como diputado asiste al Congreso reunido en Valencia en mayo de 1830; sus apreciaciones eran muy respetadas, defendiendo la vida y obra del Libertador, de quien sería uno de sus cuatro albaceas en diciembre de 1830. Vargas fundo en 1832 la Cátedra de Cirugía de la Universidad Central de Venezuela. Su nombre es propuesto en varias oportunidades para ejercer importantes cargos en la administración pública, entre ellos el de la presidencia para el período 1835-1839, postulación que aceptó contra su voluntad, tuvo como adversarios a Soublette, Mariño, Urdaneta y Salóm. Vargas es juramentado por el Congreso el 9 de febrero de 1835, reunido en la capilla Seminario- hoy Alcaldía de Caracas, su sueldo lo donaba instituciones benéficas; su período no pudo concluirlo debido a los avatares políticos del país, y en esta oportunidad al estallar en Maracaibo la Revolución de las Reformas, dirigidos por algunos oficiales desafectos al poder en manos de civiles. El 8 de julio de 1835, el recién ascendido a general, el barcelonés Pedro Carujo, quien estuvo presente en el atentado contra el Libertador el 28 de septiembre de 1828 en el Palacio San Carlos de Bogotá, donde Bolívar se salvó al saltar por una ventana. Cuando Carujo le increpó a vargas la renuncia y le dice que “el mundo es de los valientes”, a lo Vargas contesta, “el mundo es de los justos y honrados”. Vargas es embarcado el 10 de julio de ese año, junto a su vicepresidente Andrés Narvarte, hacia Saint Thomas. El general en jefe José Antonio Páez, recién nombrado comandante del ejército, se encarga de la situación, logra reducir a los alzados y permite el regreso de Vargas al poder, regresando el 20 de agosto, siendo recibido por una multitud entusiasta; Vargas mediante un grandioso y emotivo discurso, solicita su renuncia con carácter irrevocable. Continuando su afán de docente, funda en 1842 la Cátedra de Química de la U.C.V A finales de año es designado presidente de la comisión que se trasladó a Santa Marta a traer los venerados restos del Libertador. Hasta 1852, ejerce la Dirección General de Instrucción Pública. Vargas como naturista, se convirtió en el primer colector de plantas en el país, su interés le permitió mantener contacto con los grandes botánicos de Europa, quienes en su honor bautizaron algunas plantas con el nombre de “Vargasia”. Nuestro biografiado fallece en Nueva York el 13 de julio de 1854. Sus venerados restos fueron traídos en 1876 y llevados en gran ceremonia al Panteón Nacional el 27 de abril de 1877. El Congreso Nacional, lo denominó por Decreto el 16 de febrero de 1857:”Regenerador y Constante Protector de las Ciencias”. La federación Médica Venezolana, designó en 1955, conmemorar el 10 de marzo el “Día del Médico”.
(*) General de brigada (Ej.) eumenes7@gmail.com

miércoles, 23 de septiembre de 2009

ALONSO DE OJEDA EN CIUDAD OJEDA

Eumenes Fuguet Borregales (*)

Navegante español, considerado el más importante después de Colón, nacido en la provincia de Burgos el año 1472; descubridor de Curazao, golfo de Venezuela y del lago de Maracaibo. Primer Gobernador del Nuevo Mundo nombrado por los reyes católicos con extensión desde el Mar Caribe hasta lo más extremo del Sur del continente sin limitación geográfica alguna, dio el primer uso industrial del petróleo al calafatear sus naves con betúmen tal como lo realizaban los indios; realizó el primer mestizaje en el continente al casarse con Guaricha, una nativa de Coquivacoa a quien bautizó Isabel en honor a la reina española; construye en la Guajira el primer barco en América; considerado el primer conquistador del continente; es el primer navegante en recorrer por primera vez la costa venezolana. Gracias a las influencias de Juan Rodríguez Fonseca, acompaña en 1493 a Colón en su segundo viaje, llegando a la isla “La Española”, hoy Santo Domingo. Al regresar a España consigue el patrocinio a través de Capitulaciones con los reyes, para realizar su primera expedición que salió el 18 de mayo de 1499 desde el puerto de Santa María en Cádiz, siguiendo la ruta del tercer viaje de Colón, acompañado del navegante italiano Américo Vespucio y Juan de la Cosa, cartógrafo quien realizó el primer mapa del nuevo continente y de Venezuela; la flota llegó a Trinidad, las bocas del Esequibo y del Orinoco, Isla de Margarita y Cumaná; en sus toques costaneros para aprovisionarse de agua y frutos, tuvo que combatir contra los aborígenes ubicados en Puerto Cabello y Tucacas. Siguieron a Curazao denominándola Isla de Los Gigantes por la altura de sus aborígenes. Pasó por Aruba y Bonaire. El 9 de agosto de 1499, día de San Román llega a la península de Paraguaná, en el punto más septentrional de Venezuela, cabo de San Román. El 24 de agosto llegan a la entrada del lago de Maracaibo bautizándolo San Bartolomé, día de ese santo, al adentrarse al golfo observaron los palafitos que le recordó a Juan de la Cosa a Venecia; continúa hacia el Cabo de la Vela- hoy Guajira y Santa Marta, regresa a Santo Domingo para abastecerse y seguir a Cádiz adonde llega en junio de 1500 con perlas, oro, esmeraldas y algunos aborígenes esclavos, entre ellos su esposa con quien procreó tres hijos, ella le servía de interprete durante su estada en las poblaciones indígenas, e inclusive le salvó la vida en varias ocasiones. Con el nombramiento de gobernador de Coquivacoa salió en su segunda expedición hacia el Nuevo Mundo en 1502, donde recorrió el golfo de Paria y Margarita; regresa a Santo Domingo, allí es encarcelado durante dos años por las denuncias de sus acompañantes. De esa isla caribeña organiza en 1508 una tercera expedición, la cual fracasa por la falta de abastecimientos, por los ataques de los indígenas de la Guajira con flechas envenenadas y por la codicia de sus compañeros de viaje. Sin dinero y desmoralizado se aloja en el Monasterio de San Francisco en Santo Domingo, donde muere en 1515; antes de morir, pidió ser enterrado en las puertas del templo, de manera que los fieles al entrar y salir lo pisaran en penitencia por los pecados cometidos durante su vida, especialmente por el asesinato de los indígenas. Isabel, de noche lloraba frente a la tumba y realizaba sus oraciones guajiras, muere a los quince días, siendo enterrada al lado de su esposo por los sacerdotes franciscanos. Al profundizar la investigación, notamos, que sus restos no se encuentran en el Monasterio de San Francisco en Santo Domingo, cuya construcción data de 1505, actualmente está en ruinas. En 1965 con motivo de una insurrección, las tumbas fueron profanadas. Venezuela en tres ocasiones (1889,1942 y 1949), solicitó traer las cenizas, pero el gobierno dominicano negó la solicitud. El Presidente Eleazar López Contreras, debido a los incendios petroleros que afectaban a Lagunillas, funda el 13 de diciembre de 1939, día de Santa Lucía a Ciudad Ojeda. El distinguido sacerdote agustino, historiador, acucioso investigador, educador, escritor de fina pluma y abogado Fernando Campo del Pozo, actualmente en Zaragoza; como párroco de Ciudad Ojeda, desde 1964, se preocupó por recuperar las cenizas, a tal fin habló con su Eminencia el Cardenal Quintero y éste a su vez con las autoridades dominicanas, recibiendo respuesta negativa. El padre Campo viaja a Santo Domingo en diciembre de 1981 para realizar las diligencias ante la Academia Nacional de Historia e instituciones oficiales y eclesiásticas, pudiendo recoger, registrar y traer a Ciudad Ojeda las cenizas, las cuales en acto público, se colocaron en un cofre de vidrio, bendecidas con agua del lago y cubierta con la Bandera Nacional por Monseñor Ramírez Roa, Obispo de Cabimas.

Historia y Tradición

(*) General de brigada.
eumenes7@gmail.com

domingo, 20 de septiembre de 2009

La Estirpe de Las Rojas

Julio González Chacín*

Interesante y detallada condensación que hace Julio González Chacin, en el "Blog de Algunas Familias" sobre el Libro "La Estirpe de Las Rojas". Por lo excelente de su exposición y la importancia del tema en la Historia de Venezuela, desde la colonia hasta nuestro tiempo, he seleccionado este artículo para reproducirlo en nuestro blog.
GYC

Inicia Julio González Chacín con el siguiente comentario:

Los párrafos que siguen a continuación, son una trascripción literal de parte de la obra “La Estirpe de Las Rojas”, escrita por Don Antonio Herrera Vaillant, presidente del Instituto Venezolano de Genealogía y editadas por la Academia Nacional de Historia.
Esta obra presenta el cuadro genealógico de los descendientes de Ana de Rojas y Diego Gómez de Agüero, originarios del Oriente Venezolano, específicamente de la isla de Cubagua, y ascendientes de la mayoría de la elite que ha dirigido nuestro país desde la colonia, destacando dentro de estos descendientes el Libertador Simón Bolívar y el Mariscal Antonio José de Sucre.

Referente a la pregunta que se harán algunos de los lectores del árbol genealógico de “Algunas Familias”, sobre si descienden o no de esta importante e influyente rama familiar, les informo que actualmente no tengo las suficientes evidencias como para afirmarlo. Sin embargo, guardo por allí una teoría que pronto la publicare en este Blog, basado en las notas que dejara José María Rojas Carvajal, en una libreta, de donde pudimos obtener importante información para exponer nuestra teoría de enlace con esta estirpe, pero la coincidencia no es precisamente por el apellido el Rojas, sino por el Loayza. Quedará entonces para futuras investigaciones, el buscar el enlace con esta estirpe por el apellido Rojas, de la rama que se encuentra en el árbol. Son muchas las coincidencias que nos permiten acariciar la posibilidad de que así sea.

Igualmente he podido comprobar, que los descendientes de los Sotomayor de Altagracia de Orituco, como por ejemplo María Gregoria Sotomayor, esposa de Esteban José Marrero Hernández, descienden directamente de esta rama, falta por supuesto el trabajo de investigación de enlazarlos para su presentación en la página. Igualmente puedo mencionar, que las familias de apellido Pantoja, fundadores del pueblo de Chacao, son descendientes de las Rojas, y probablemente lo sean los del mismo apellido que llegaron a Guaribe a finales del siglo XIX, en esto último hay mucho trabajo por investigar y dejo esta línea de investigación para que alguien se interese.

Genearcas de Venezuela
Los invito pues a leer el presente texto, que no tiene desperdicio. Es solo una pequeña parte de la obra, conformada por dos tomos de volumen considerable, donde se encuentran detallados buena parte de los descendientes de las Rojas. Genearcas de Venezuela Dentro de la sociedad venezolana, al igual que en numerosas naciones de América, como ha demostrado en su estudio el catedrático don Rafael Sánchez Saus, han existido estirpes que son comunes a importantes segmentos de población en cada región a partir de los primeros años de su conquista y colonización por parte de representantes de la Corona española.

Venezuela cuenta con un número considerable de importantes genearcas establecidos a lo largo de nuestra geografía durante el siglo XVI, casi todos procedentes de España, los cuales dejaron su huella a través de las diferentes regiones del país. A través de los siglos, a medida que avanza la integración regional del país dentro de una sociedad moderna, las descendencias de esas estirpes se han ido mezclando para conformar las raíces esenciales de la actual nación venezolana.

Sin embargo, durante la época colonial estirpes descendientes de diversos genearcas mantuvieron un desarrollo limitado por los parámetros regionales.

En la ciudad de Trujillo y en gran parte de los Andes venezolanos, incluso significativos segmentos de la sociedad colombiana, está la extensa descendencia del conquistador Sancho Briceño, que aporto su liderazgo político, económico y social a dichos territorios, sin apenas extenderse hacia el Centro y Oriente del país hasta el siglo XIX. De hecho, la primera incursión conocida en el estudio de un genearca venezolano la constituye el estudio que sobre la descendencia de este conquistador publicó don Vicente Dávila en 1.927.

En la región centro occidental de Venezuela, fundamentalmente los estados Lara, Falcón, y Portuguesa, que se encontraban bajo la jurisdicción , de Caracas, pero separados de ella por barreras naturales de distancia y transporte, arraigaron desde muy temprano las estirpes de los conquistadores Gutierre de la Peña Langayo, Juan de Villegas y Damián del Barrio. Estos mismos genearcas figuran de manera decisiva en la formación de la sociedad zuliana.

Al pasar al Oriente del país, esta la figura del extremeño Juan Rengel, que paso a la población de Cumana en 1.569 con su mujer, María Duran, y sus hijos, siendo el primer Alcalde ordinario de la ciudad. Hasta ellos puede demostrarse la ascendencia de gran parte de las clases vivas de la región oriental de Venezuela.

El centro del país, Caracas y el denominado corazón de Venezuela, constituido en factor de dominio político, social y económico desde muy tempranos años de su formación son genearcas indiscutibles a las llamadas hermanas Rojas, originarias de la Isla de Cubagua, primer asiento formal de población europea en la nación (1.517).

Todas las estirpes mencionadas, y otras, confluyen en el tiempo, integrándose a lo largo de los siglos y con integrantes venidos de diversas otras naciones, incluidos los factores aborígenes y africanos, para configurar la nación venezolana del siglo XXI.
En los descendientes de las Rojas tiende a confluir una elite venezolana, en el mejor de los sentidos de dicha palabra, que suministra liderazgo y dirección a la sociedad y economía de este país a través de los siglos.

Hoy, desde luego, la estirpe queda diluida dentro del vertiginoso crecimiento demográfico experimentado por Venezuela a partir de 1935, mas no relevada, en sentido alguno, de la vocación y responsabilidad de contribuir al desarrollo y bienestar de la nación.

De su condición de elite conductora y ejemplar hay numerosos ejemplos. Como principal lucero de la diadema de valores humanos resalta El Libertador, don Simón José Antonio de la Santísima Trinidad de Bolívar y Palacios, arquetipo del aristócrata venezolano, descendiente por varios costados de las hermanas Rojas; como también lo fue el Gran Mariscal de Ayacucho y primer Presidente de Bolivia, General don Antonio José de Sucre y García de Urbaneja. En cierto modo este estudio tiene su inicio en una de las primeras publicaciones genealógicas en Venezuela, destinada precisamente a comprobar los nexos de parentesco entre Bolívar y Sucre.

Pero estos dos insignes venezolanos no estaban solos, aunque con su ejemplo sobrase, sino toda una pléyade de compatriotas que ha venido suministrando aportes y dirección a todos los ámbitos de la actividad humana en Venezuela desde que el país se conoce como entidad política.
El Libertador y el Gran Mariscal de Ayacucho, con toda su gloria, no fueron sino elementos insertos dentro de la matriz genealógica de una elite venezolana que ha proporcionado a la historia una galaxia de luminarias que resplandece a través de los siglos.

En las biografías reseñadas en el "Diccionario de Historia de Venezuela", de la Fundación Polar, se incluyen más de 370 descendientes directos de esta estirpe, o sus cónyuges, los cuales imprimieron su huella civilizadora en la construcción de todas las facetas de la vida nacional a lo largo de quinientos años de historia Venezolana.

La contribución de estas personas a la formación del país en todos sus órdenes se reconoce al ver sus nombres plasmados para la posteridad en escuelas, hospitales, obras y edificios públicos, poblaciones, y demarcaciones geográficas a lo largo y ancho del territorio nacional.

El asunto que tratamos es aun más profundo. Si se enumeran todas las personas que
encontramos reseñadas biográficamente en el mencionado "Diccionario", las encontramos distribuidas en varias categorías. Algunos son personajes cuyo accionar histórico fue fundamentalmente destructivo para el desarrollo de la civilización en Venezuela.

De inmediato vienen a la mente personajes negativos como José Tomas Boves, Dionisio Cisneros, Julián Castro, Cipriano Castro, y otros, cuya inclusión en cualquier historia nacional se debe casi exclusivamente a la notoriedad de su acción destructiva y disociadora, y no se justifica con aporte positivo alguno al desarrollo nacional.

Otros fueron incluidos porque sostuvieron alguna actividad notable en su época, sin sumar mayores aportes al desarrollo. Algunos, por ejemplo, son mandatarios nacionales o personas que por algún motivo quedan registradas en la historia nacional por haber ocupado tal o cual posición, sin aportar mayor valor agregado a la formación de la sociedad, la economía, la cultura, o cualquiera de los campos en que se mide el desarrollo de un país.

El verdadero significado histórico de la Estirpe de las Rojas se encuentra en la suma de las contribuciones que sus descendientes y enlazados han hecho a la civilización en Venezuela, al desarrollo del país en todos sus órdenes, y a la elevación de los niveles de vida de la colectividad nacional.


La estirpe de las Rojas durante la Colonia

La estirpe que en este caso nos ocupa es la llamada Estirpe de las Rojas, que corresponde fundamentalmente a la ciudad de Santiago de León de Caracas, con importantes ramificaciones en los Estados Miranda, Aragua, Guárico, Carabobo, Cojedes, Yaracuy y Lara, que prácticamente constituyen la antigua Provincia de Venezuela, centro y corazón de la actual República de Venezuela. Tuvo asimismo importantes ramas en las antiguas provincias de la Nueva Andalucía y Margarita.

Originaria de las islas de Cubagua y Margarita en el Oriente venezolano, la estirpe nos brinda muchas claves sobre la formación y el desarrollo de la sociedad venezolana. Una primera observación es que los nexos de esta gran familia hacia Oriente imprimen a la historia de Venezuela un notable sesgo hacia el Caribe, que seguramente influyó en que la nación permaneciera de espaldas a los Andes venezolanos hasta principios del siglo XX.

La Estirpe de las Rojas procede del matrimonio del Capitán Diego Gómez y Ana de Rojas, efectuado en la Nueva Cádiz, isla de Cubagua, hacia 1.535, denominada así por la persistencia del apellido Rojas entre sus descendientes y al hecho que del matrimonio nacieron ocho hijas, y un solo hijo. La elite central venezolana desciende, en su casi totalidad, de estas mujeres que constituyeron la base y el eje de la primera sociedad establecida en Caracas.

Las hijas del Capitán Diego Gómez y Ana de Rojas casaron, todas con los principales conquistadores y pobladores de Santiago de León de Caracas. En efecto, los esposos de estas mujeres fueron: el Capitán Lázaro Vázquez, el Capitán Alonso Díaz Moreno, el Maestre de Campo Garci González de Silva, el Capitán Francisco Infante, el Capitán Cristóbal Mejía de Ávila, y el Capitán Pedro Álvarez Franco, todos ellos destacados conquistadores y pobladores de Caracas y de la región central.

En la siguiente generación, mujeres de esta familia casaron con el Capitán Juan de Guevara "El Mozo", Simón de Bolívar "El Mozo", el Capitán Mateo Díaz de Alfaro, Juan Desque, el Capitán Andrés de San Juan, el Capitán don Diego Vásquez de Escobedo, el Castellano Onofre Carrasquer, el Capitán Pedro Mijares de Solórzano, el Capitán Andrés Vázquez Bocanegra, y otros de los más prominentes vecinos de la incipiente ciudad de Santiago de León de Caracas en sus primeros años.

Hacia 1587 el Gobernador Luis de Rojas, enemistado con esta familia, se refería a la posición predominante del clan dentro de la sociedad caraqueña, diciéndole al Rey: "si algunos delitos grabes que se cometen por cierta parentela de esta ciudad que se dicen las Rojas, que son siete hermanas, todas casadas, y con muchos hijos y nietos que son la mitad del pueblo y acostumbrados a no ser castigados, que no puedo averiguar con ellos a causa de que la Audiencia les hace mucho favor porque son ricos".

La estirpe de las Rojas y la economía colonial

Una de las características que resalta sobre el impacto de los descendientes de Diego Gómez y Ana de Rojas en la formación de la sociedad venezolana es en el campo económico que dominaron hasta finales de la era colonial.

Como es ampliamente sabido, durante los primeros dos siglos de la conquista y colonización de la América española prevaleció en nuestros territorios el uso de las Encomiendas como forma de organización en las relaciones de producción. La relación era relativamente sencilla, los indígenas eran obligados a trabajar para determinados españoles a cambio de su proceso de conversión a la religión católica.

Aunque reglamentada en detalle, la relación contenía deberes y derechos de parte y parte que, como tantas otras disposiciones de la Corona, se vio frecuentemente violada a través de los tiempos y espacios. No es el sitio evaluar su eficacia, simplemente se menciona como indicador de una situación dentro de la sociedad y la economía.

El caso es que para obtener Encomiendas había que demostrar méritos hacia la Corona, y en el caso de Venezuela entre los méritos mencionados mas recurrentemente a lo largo del siglo XVII, era el de haber luchado contra el tirano Lope de Aguirre en su célebre amotinamiento y desafío a la Corona en 1.561. Entre los venezolanos que señalaban este mérito ocupan posición muy especial los descendientes del Capitán Diego Gómez, y su mujer, Ana de Rojas, martirizados por el vasco enloquecido en la Isla de Margarita, como veremos.

Así pues puede relacionarse el presente trabajo genealógico a un censo que data aproximadamente de 1.650, y comprende 101 encomiendas en los territorios de lo que hoy son el Distrito Federal, y estados Miranda, Aragua, Carabobo y partes del Guárico y Yaracuy. No incluye a los estados Zulia, Falcón, Lara, Portuguesa, y Trujillo, que aun siendo parte de la Gobernación de Caracas mantenían un desarrollo autónomo, con diferente composición demográfica y genearcas propios.

Tampoco incluye a los estados orientales de Anzoátegui, Sucre, Nueva Esparta, Monagas y Bolívar, que para la fecha pertenecían a la Gobernación de la Nueva Andalucía y presentan una demografía y genearcas propios.

Mucho menos a los estados Mérida, Táchira y Barinas, que hasta fines del siglo XVIII formaron parte del Nuevo Reino de Granada. Mucho menos a los actuales estados Apure, Amazonas y Delta Amacuro, que entonces eran tierras aun por poblar por parte de los españoles, como en cierto modo lo son hasta el presente.

Sin embargo, se trata de la región central, el corazón de lo que durante todo el régimen colonial constituyó la provincia de Venezuela, que es precisamente donde se estableció la mayor parte de la descendencia del Capitán Diego Gómez y su mujer, Ana de Rojas.

Al analizar el documento surge que 36 de 101 encomiendas estaban en manos de descendientes directos de la mencionada pareja o de sus cónyuges. De los 3.253 indios encomendados para la fecha -cifra que por demás indica el relativo despoblamiento de la provincia venezolana - 1.617, o sea, un 50% de los indios encomendados lo estaban a descendientes de estos dos pobladores. De los 92.575 pesos que rentaba el total de encomiendas, 27.700, el 30% aproximado era percibido por este grupo de personas.

Tres de los cuatro encomenderos que mayores rentas percibían eran descendientes directos de los genearcas que ahora estudiamos: Don García de Vera y Silva (6.000 pesos), el Maestre de Campo Lázaro Vázquez de Rojas (5.700 pesos), y don Juan Martínez de Villegas (4.500 pesos). No obstante las mayores rentas por encomienda eran percibidas por el Capitán don José Serrano Pimentel, dominicano, y su mujer, la caraqueña doña Francisca de Gámez (6.500 pesos), cuyos descendientes enlazaron con la estirpe.

En otro Padrón y matrícula que se hace de los vecinos de Caracas para el repartimiento de las reales alcabalas en 1.660 se evidencia aún más claramente la posición dominante de la descendencia de las Rojas dentro de la elite de la capital venezolana, que para esa fecha no pasaba de 5.000 personas.

Aun más significativa resulta la siguiente estadística: El 40% del total de árboles de cacao sembrados en la Provincia de Venezuela entre 1.683 y 1.746 era propiedad de descendientes directos del Capitán Diego Gómez y Ana de Rojas. Este es el resultado de un estudio comparativo que hemos hecho entre una averiguación efectuada en 1.683 por el Gobernador don Juan de Padilla Guardiola; y un censo llevado a cabo por el Gobernador don Gabriel de Zuloaga, en los territorios del Distrito Federal, y estados Vargas, Miranda, Aragua, Carabobo y Yaracuy.

Sobre razas y castas: Los Mantuanos
En Venezuela, algunos han atribuido tintes racistas a la genealogía, sin que ello diste más de la realidad. Sencillamente no se puede hacer verdadera genealogía en Venezuela sobre bases racistas, pero tan poco se puede hacer genealogía científica prescindiendo del factor racial. Los datos raciales conforman un elemento más en la identificación en su contexto de las personas, o como diría Ortega y Gasset: "El hombre y sus circunstancias". Se ha creado una matriz sumamente imprecisa sobre el origen del mestizaje venezolano.

Las raíces del mestizaje venezolano se remontan mucho más allá de la colonización: Por una parte los indios caribes mestizaron a los aruacas, pero por el otro, mas de 8 de cada 10 europeos que emigraron a Venezuela durante la Colonia procedían de Islas Canarias, donde ya venían premezcladas algunas combinaciones raciales a través de los "guanches", de donde pueden entenderse muchos rasgos físicos de grandes sectores de una población en la que los "pardos",criollos mestizos, eran mayoría a fines del siglo XVIII.

Indudablemente hubo coexistencia y mezcla de razas entre los europeos, los indios nativos y los esclavos importados, pero dentro de la sociología y la religiosidad de la época las mezclas fueron mucho menos frecuente en tiempos coloniales de lo que muchos -aun pretendidos científicos- han supuesto. Fue precisamente lo opuesto, la segmentación de razas durante la Colonia, lo que contribuyó a los conflictos sociales y raciales que proliferaron desde la Independencia hasta la Guerra Federal.

La mayor integración étnica se desarrolla, en términos demográficamente significativos, a partir de la Independencia, y se intensifica en toda su extensión después de la Guerra Federal, conflicto en el cual triunfaron precisamente, los pardos. Luego se multiplicaría a lo largo del siglo XX, hasta el punto de que en la actualidad es difícil encontrar una homogeneidad étnica salvo en emigrantes relativamente recientes.

No obstante, durante la larga era Colonial, que se extiende desde 1.518 -cuando los primeros españoles comenzaron a asentarse en la ranchería de Cubagua- hasta 1.821, es decir 313 años consecutivos, la sociedad venezolana se mantuvo seccionada y estratificada, en términos étnicos y regionales. Para reproducir esos mismos 313 años hacia delante de la Independencia, tendríamos que llegar al ano 2.134.

Con todo, fue durante esos años de formación de la tan escasamente estudiada era colonial que se asentaron las principales bases de la actual nacionalidad y cultura venezolana, enriquecida posteriormente con los aportes de gente que proviene de otras latitudes.

El "mantuanaje" caraqueño tenia indudables tintes raciales, pero no se limitaba a ello. Con el tiempo, y avanzado el siglo XVIII y siendo cada vez mas intensa la practica de la endogamia ó casamiento entre parientes, los cerrados círculos de la época excluían también a todo el considerado "advenedizo", afectando también a los españoles recién llegados.

El 29 diciembre 1.768, don Manuel Pérez de la Hoz, vecino de Ocumare del Tuy en el Estado Miranda, natural de la diócesis de Santa María de Albarracin en Aragón, pretendía matrimonio con doña Juana María Piñango, empobrecida integrante de la estirpe de las Rojas residente en Marín (Valles del Tuy).

Frustrado ante la oposición de don Alonso Piñango, hermano de la pretendida, escribía a las autoridades eclesiásticas: ''porque a los mantuanos en esta tierra les parece que los españoles somos algunas basuras" No hay indicio que el deseado matrimonio se haya consumado.

Uno de los signos de casta social que más se hace notar en la documentación venezolana de la época es el uso de los títulos "Don" y "Doña". El primer historiador de la provincia de Caracas, don José de Oviedo y Baños, escribió que el Rey Felipe II honró al mestizo Francisco Fajardo con el distintivo "Don". Agregó: "circunstancia tan apreciable en aquel tiempo (1.562), como abatida en el nuestro" (1722).

En sus inicios en España, el título o partícula de Don, derivado del latín "dominus" que se traduce como señor, por su significado otorgaba una categoría de noble y aristócrata bien nacido, con linaje.

Según Martín Alonso, el termino Don fue usado en los siglos XIII y XIV como "título honorífico y de dignidad, que antepuesto solamente al nombre propio, no al apellido, se daba a muy pocos". En un primer momento, este título fue utilizado para la primera nobleza, posteriormente, para todos los nobles y, finalmente, para cualquier persona que se consideraba bien portada.

En la lucha por el ascenso social el ideal era obtener un titulo de nobleza o un titulo como el de adelantado, otorgado por el rey. El simple derecho de usar el titulo de don antes del nombre elevaba al individuo a una condición social de nobleza. El español de origen villano aspiraba a que se le reconociese por lo menos su condición de hidalguía, esto es de origen noble.

Los hidalgos tenían derecho a ser tratados con el titulo de "don" y constituían una capa de nobles muchas veces empobrecidos. Una gran parte de la población española estaba formada por hidalgos, y a esa parte se añadían cada vez nuevos grupos, en premio de determinadas acciones o, después de 1.520, por compra del título. Este último procedimiento, al ser utilizado por plebeyos enriquecidos, sacaba de las listas tributarias a quienes tenían precisamente con que pagar impuestos, y gravaba en forma creciente al pueblo bajo y. en especial a los campesinos.

Este hecho, junto con la prohibición a los nobles de desempeñar oficios "viles", que retiraba del trabajo productivo a muchos hidalgos recientes, acentuó la crisis de la agricultura que la decisión de 1.501 en favor de la Mesta no había hecho sino subrayar.

Por ejemplo, el titulo de "Don" le fue concedido a Francisco Pizarro desde las Capitulaciones del 1.529 en las cuales Su Majestad le concedió, entre otros títulos y honores, la merced de la Gobernación y adelantamiento de aquellas tierras y el hábito de Santiago.

Sobre la creciente práctica de vincular la distinción con la fortuna, ironizo mas tarde don Francisco de Quevedo y Villegas (1.580-1.645), en uno de sus celebres epigramas: "Vuestro Don, Señor Hidalgo,
es el don del algodón,
que para llevar el "don"
necesita tener "algo ''
Durante la misma época, doña María de Zayas y Sotomayor, escribía: "en Italia, ninguno se llama "don ", si no son clérigos, porque nadie hace ostentación de los "dones" como en España... Que si Su Majestad (Dios le guarde) echara alcabala sobre los "dones", le había de aprovechar mas que el uno por ciento, porque casas hay en Madrid, y las conozco yo que hierven de "dones ", como los sepulcros de gusanos".

En América, desde las etapas primeras de la conquista se le otorgaba el título de "Don" a los caciques indígenas, y de "Doña" a sus hijas, mas no a todos sus descendientes varones.

El 3 de enero de 1.611, la Real Audiencia de Santo Domingo declaró que el título de Don solo podría ser usado por obispos, nobles y sus descendientes. El 3 de julio de 1.664 se estableció que "los títulos de Dones pagaran 200 reales y siendo por dos vidas 400 y siendo perpetuos 600".

Solo los blancos podían recibir el título de "Don", votar para elegir cabildo y ocupar cargos públicos. En esta sociedad estratificada, se concedieron el título de "don" y "doña" a los hacendados españoles.

La jerarquía social era formalmente organizada a partir de prerrogativas legales, realmente encontró conflicto en la practica con los sujetos económicamente encumbrados pero de origen no noble, que dejaba marca en el color no blanco de su piel; y, en el otro extremo, europeos recién llegados, inmigrantes de origen humilde atraídos por las posibilidades económicas que podía ofrecerles el Nuevo Mundo, con la piel tan blanca como vacíos sus bolsillos.

Si bien el reconocimiento y la legitimación de una posición social se construyen en los usos y costumbres, fue necesario establecer una nueva distinción formal entre los grupos sociales, y personas más o menos distinguidas comenzaron a utilizar el título de don a partir de las dos ultimas décadas del siglo.

La carrera militar creaba un mas rápido acceso a la distinción, y a fines siglo XVIII se daba el título de "don" a todos los oficiales y sargentos.

En Cartagena de Indias, en 1.777, el título de don no era ya el distintivo de las personas consideradas "blancas de Castilla", sino que reflejaba una condición social "respetable". En el censo que estamos estudiando, un total de 1.080 personas recibieron el tratamiento de don o doña; es decir, el 10,3% de los habitantes. Varias cosas llaman la atención sobre el uso del don en Cartagena: En primer lugar, que por lo menos 241 pardos libres tenían el titulo de don. Ello demuestra que para esa fecha ya no era un honor reservado a los blancos.

El 10 de febrero de 1.795 se dicta en Aranjuez la Real Cedula de "'Gracias al sacar" por la que se suspenden los caracteres infamantes del estado de ''pardo, zambo, quinterón". A partir de entonces las razas despreciadas podrían comprar el titulo de Don y acceder a puestos que hasta ahora eran exclusivo privilegio de los blancos. Casi de inmediato, el 14 de abril de 1.796, el Ayuntamiento de Caracas, órgano de expresión de los criollos, acuerda enviar al rey una suplica para que suspenda los efectos de la mencionada Cedula.

Alejandro Humboldt, escribiendo sobre su paso del Quindío, en Colombia, decía "A menudo, presenciamos estupefactos en medio de la selva discusiones entre hombres desnudos dedicados a este menester tan deshonroso (carguero) a nuestros ojos, porque uno le negaba al otro que aseguraba tener piel mas blanca, el altisonante titulo de Don o Su Merced'.

En Venezuela, el uso del Don fue abolido en la Primera Republica y sustituido por el de "Ciudadano, Ciudadana", para luego regresar al final de esa etapa. Es abolido de nuevo a partir de 1.821, a pesar de que en muchas jurisdicciones continuó aplicándose en partidas sacramentales y otros documentos hasta aproximadamente 1.847, con el fin de la era conservadora.

En contraste, en Colombia, a lo largo del siglo XIX el titulo de "don", fue un reconocimiento que valía mucho mas que el de "doctor". En México a mediados del siglo XIX, a quienes destacaban en sus labores o a aquellos que ya eran mayores de edad, se les antecedía en su nombre el titulo de "Don". En muchas partes de América se dio el titulo de "Don" para otorgar un perfil de abuelo o viejo experimentado.

En España el uso de las partículas "Don" y "Doña" se generalizó a partir del fin del Antiguo Régimen en 1.834, y en la Isla de Cuba se les extendió a los negros después de 1.889. En el actual Puerto Rico se considera discriminatorio aplicarlo a unos y no a otras.

En Venezuela el uso del "Don" y la "Doña" siguió el patrón de otras naciones del Hemisferio, notándose una mayor liberalidad en su adjudicación a mujeres que en el caso de los hombres.
En una revisión de las partidas matrimoniales y actas capitulares de la ciudad de Santiago de León de Caracas para el periodo 1.664-1.676, hemos identificado 125 personas a las que se les aplicaba la partícula, excluyendo Gobernadores y personas de paso, de los cuales 48 eran descendientes de la estirpe de las Rojas o casados con ellas.

Consolidación de una estirpe
Resalta a lo largo de la evolución de esta estirpe un fenómeno común a toda Hispanoamérica, que es la endogamia, o sea matrimonio entre parientes. Aquí se comprobará que la endogamia dentro de la estirpe de las Rojas es una constante casi desde sus inicios, que va reforzándose en cada generación que transcurre, llegando a la novena en que casi la totalidad de los matrimonios de sus integrantes fueron con otros miembros de la estirpe.

La unión matrimonial entre primos se inicia en la estirpe de las Rojas en la tercera generación, entre los nietos, y se multiplica a través de las sucesivas generaciones hasta llegar a una de las conclusiones mas impactantes del presente estudio: En la octava generación, de unos 1.460 enlaces de descendientes directos de Diego Gómez y Ana de Rojas, unos 720 lo hacen con otro de sus descendientes, es decir casi un 50 %. En la medida que las ramas radicaban en poblaciones más pequeñas, o se ubicaban en los estratos superiores de la sociedad, más se acentuaba la tendencia endogamia.

Es decir que en tiempos de la independencia, cuando la población se estimaba en menos de 1 millón de habitantes dispersos a lo largo de una enorme geografía, llegaba a su apogeo el fenómeno de la endogamia en esta y otras grandes estirpes nacionales. Estas características persistieron hasta el siglo XX, apoyadas par el lento crecimiento demográfico: En 1.920 la población nacional era apenas 2.720.000, lo cual equivale a casi la decima parte de las cifras actuales (2004).

En el caso de las Rojas, la estirpe se había constituido en la base de la "elite", o del "mantuanaje" como comúnmente se le identifica en Venezuela. Es precisamente este fenómeno de endogamia, reforzado a través de las generaciones y aun persistente en la actualidad dentro de diferentes núcleos de la sociedad, que le otorga a la estirpe de las Rojas su característica fundamental, que la constituye prácticamente en una gran tribu venezolana, en el más pleno de sus sentidos.
En la novena generación la estirpe de las Rojas se ha constituido, en virtud de una asombrosa endogamia, en una especie de gran matriz en la cual se insertan sus integrantes y se suman otros factores exógenos, para abarcar la casi totalidad de la denominada "elite" del Centro y Oriente del país.

El fortalecimiento de las tradiciones y valores nacionales se consolida a través de estas múltiples uniones familiares, más allá de las regiones y de las castas sociales. Aquí comprobamos que el fenómeno se mantiene aun entre las ramas más disgregadas en la geografía, y en las más disminuidas en el campo económico.

Cuando pasamos al terreno cualitativo observamos el impacto catalizador que aportan numerosos integrantes de esta estirpe sobre el desarrollo y progreso de la sociedad en sus diferentes órdenes. Se trata de un efecto eminentemente civilizador, que contribuye decisivamente al progreso y a la evolución de la nación en su conjunto. Es por ello que solo historiadores muy contaminados por la desinformación ideológica minimizan el decisivo impacto de !as "elites", en nuestro caso la estirpe de las Rojas en la gran gesta que fue la independencia.

Con el advenimiento de la Republica y las grandes conmociones sociales, vendrá una mayor apertura social que lejos de debilitar, la amplía y fortalece. Sin embargo, a través del estudio se comprueba que la estirpe que tratamos, no solo no se extingue con las Guerras de Independencia, sino que continua su existencia, manteniéndose la endogamia en importante proporción.

Otro mito histórico es la desaparición de la estirpe o su extrema debilitamiento a causa de la Guerra Federal. Todo lo contrario, al revisar las listas de los principales actores Conservadores y Liberales del siglo XIX venezolano encontramos descendientes de este gran clan en ambos bandos y sorpresivamente su representación se muestra mas numerosa en el lado liberal que en el propio Conservador. El propio General Ezequiel Zamora, generalmente evaluado como el más radical de los liberales de aquella contienda, es uno más de la misma estirpe.

Ciertamente, al pasar del tiempo la endogamia fue cediendo, pero al estar tan sumamente consolidada paso a convertirse en una especie de matriz a la cual se continúan insertando nuevas familias por la misma vía matrimonial. El fenómeno endogámico persiste hasta este siglo XXI, generalmente de manera inconsciente, si bien aumentado y enriquecido con numerosos otros elementos humanos que se han ido sumando a su curso.

En la actualidad, muchos descendientes de Diego Gómez y Ana de Rojas, ignoran su condición, pero en general todos ellos están concientes de un vínculo -a veces no claramente identificado- con las entrañas históricas de Venezuela. El presente trabajo va dedicado a ellos, para estimular su contribución y actuación en la fundamental labor de llevar esta gran nación a niveles cada vez mejores de superación en todos los campos.

Aristocracia colonial criolla
Con la acumulación de riqueza agrícola, la descendencia de las Rojas se constituyo progresivamente en una aristocracia criolla, génesis y núcleo de lo que luego vino a denominarse "mantuanaje" caraqueño, por el uso de las mantas que acostumbraban las señoras de este linaje al acudir alas misas y otras ceremonias religiosas.

Dentro de las costumbres de una ciudad pequeña y provincial, enclavada en un cerrado valle, la asistencia a los actos religiosos y las costumbres que conllevaba, eran de enorme importancia en una sociedad cada vez mas dividida por el sistema de castas sociales, que se fue intensificando en Venezuela hacia el final de la era colonial.

Desde mediados del siglo XVII comenzaron los caraqueños a interesarse por las manifestaciones mas importantes de la Nobleza española, como era la posesión de títulos de Castilla o ser admitidos a las principales órdenes de Caballería de la Corona Española, destacando los descendientes de la estirpe de las Rojas. De un total de 58 personas que conforman el listado, 34 pertenecían a este linaje.

Virtualmente toda la nobleza colonial venezolana remonta sus orígenes a las hermanas Rojas, entre ellos los Marqueses de Mijares, Condes de San Javier, Marqueses del Valle de Santiago, Condes de la Granja, y los posteriores Marqueses del Toro.

Descendientes de esta estirpe enlazaron con Gobernadores y Capitanes Generales de Venezuela, como en el caso de los Gobernadores Ruy Fernández de Fuenmayor y don Francisco de Berroterán, Marques del Valle de Santiago.

Otros destacaron en la administración eclesiástica colonial, como en el caso de Fray Juan de Arechederra y Tovar, Obispo Gobernador de las Islas Filipinas; y el Padre José Ignacio Mijares de Solórzano y Tovar, Obispo electo de Santa Marta.

Uno de ellos, don Jerónimo de Ustáriz y Tovar, II Marques de Ustáriz, caraqueño que alcanzó las mas altas posiciones en la Monarquía, llegando al cargo de Ministro del Consejo Supremo de Guerra de España, y luego Asistente en Sevilla, donde falleció presidiendo el Cabildo de dicha ciudad.

Asimismo destacan el historiador don José de Oviedo y Baños, y uno de los primeros escritores militares de nuestra historia, don Nicolás de Castro Álvarez Maldonado.

Como dato curioso pero sumamente práctico para evaluar el posicionamiento social de la estirpe, el profesor Carlos Duarte nos dice que:

"El 1.777, habiendo llegado a Caracas don José Antonio Vidaondo, para ocupar el cargo de Tesorero Oficial Real, su mujer doña María Florentina Mendinueta y Múzquiz, se asesoró con doña María del Carmen Aranguren acerca de quienes debería participar su llegada y a quienes habría de pasar recado. Dona María del Carmen, quien acompañara en el recibimiento a su nueva amiga, elabora la lista de las señoras principales de la ciudad, la cual constituye hoy un valioso testimonio por revelar los nombres de las damas mas destacadas de la sociedad caraqueña del momento".

Lo impresionante de la lista, que consta de 59 señoras, aunque en algunos casos se refiere a grupos familiares, es que 43 de ellas (73%) eran descendientes directas de la estirpe de las Rojas que estamos tratando. Dos de los renglones restantes corresponden a las monjas de los dos conventos: y casi todas las demás eran españolas peninsulares o hijas de ellos.

La estirpe de las Rojas en la Independencia
Los descendientes directos de las Rojas fueron protagonistas de primera línea del proceso de la Independencia venezolana. Entre los firmantes del Acta de la Independencia de Venezuela encontramos a don Francisco Javier de Ustáriz, don Nicolás de Castro, don Gabriel de Ponte, don Luis José de Cazorla, don Martín Tovar Ponte, el luego Almirante don Lino de Clemente, y don José Gabriel de Alcalá. Si a ellos agregamos los cónyuges de descendientes incorporaríamos a esta lista al Marques del Toro, don Juan José Toro, don Francisco Javier de Mayz, y a don José Luis Cabrera Charbonnier.

Si nos remitimos al Acta del 19 de abril de 1.810, son más numerosos los descendientes de las Rojas por tratarse de una iniciativa del Ayuntamiento caraqueño, allí encontramos, entre descendientes directos y cónyuges, a: Don Martín Tovar Ponte, don Feliciano Palacios Blanco, don Valentín de Ribas, don José María Blanco, don Dionisio Palacios, don Pablo Nicolás González, don Silvestre Tovar Liendo, don Nicolás Anzola, don Lino de Clemente, don Francisco José Ribas, don José Félix Ribas, don Francisco Javier de Ustáriz, don Juan Antonio Rojas-Queipo, y don Nicolás de Castro.

Más allá de los firmantes de las actas históricas, los descendientes de las Rojas y sus cónyuges incluyen numerosos Próceres de la Independencia. Encabezan la lista el Gran Mariscal de Ayacucho, don Antonio José de Sucre, los Generales don Ramón Ayala, don Pedro Briceño Méndez, don José Maria Carreño, don Manuel de Echeandía, don Juan Escalona, don Francisco Hernaíz, don Andrés y don Diego Ibarra, don Manuel Manrique, don Ambrosio Plaza, don Daniel Florencio O'Leary, don José Félix Ribas, don Santiago Mariño, don José Laurencio Silva, don Carlos Soublette, don Diego Vallenilla, don Clemente y don Miguel Zárraga.

Asimismo los oficiales Coronel don Manuel y Comandante don Pedro Aldao; el Coronel don Ramón y el Comandante don Zenón García de Sena; el Comandante don Miguel Ustáriz, el Capitán don Lorenzo Buroz, el legionario Capitán Walter Dawes Chitty, el Coronel don Fernando Galindo, los Coroneles don Florencio y don José Leandro Palacios, el Coronel don Ramón Pérez Marcano, y el Coronel Guillermo Smith.

Entre los civiles descendientes y enlazados con esta estirpe que se destacaron en la gesta libertadora vemos a don Juan Vicente Bolívar, el Presbítero don Rafael de Escalona Arguinzonis; don Manuel García de Sena, don Vicente Lecuna Párraga, don Vicente Michelena y Rojas, don Andrés Moreno Istúriz, don Esteban Palacios Blanco, el Doctor don Miguel Peña, el Doctor don José Rafael Revenga; el Presbítero don Francisco José y don Juan Nepomuceno Ribas; don Francisco Ribas Galindo, el Doctor don Miguel José Sanz, don Casimiro Vegas y Palacios, y a don Guillermo Zarrasqueta.

Al paralelo de ellos, encontramos en la misma estirpe algunos destacados realistas como don Fernando Ascanio, don José Bereciartu, don Juan de Casas, don Juan Manuel Oropeza, el Comandante don Antonio Tovar Marín, y don Nicolás de Castro Pacheco.

La estirpe de las Rojas en la República
Diez de los Presidentes de la Republica y encargados del Poder Ejecutivo de Venezuela descendieron de manera directa, o por matrimonio de la Estirpe de las Rojas: el Doctor Cristóbal Mendoza, primer Presidente de Venezuela; el General Carlos Soublette, el Doctor Andrés Narvarte, el General José María Carreño, Don Manuel Felipe Tovar, los Generales Antonio Guzmán Blanco, Jacinto Gutiérrez Martínez, y Esteban Herrera Toro, y en el siglo XX: Rómulo Gallegos Freire, y Raúl Leoni Otero, junto con su esposa Carmen América Fernández Alcalá de Leoni, ambos descendientes de las Rojas del siglo XVI.

Durante el siglo XIX resulta un tanto inesperado encontrar que una mayoría de los descendientes destacados de la estirpe de las Rojas, y sus cónyuges, militan en las más liberales antes que de las conservadoras.

Encabezados nada menos que por el General Ezequiel Zamora y Antonio Leocadio Guzmán, la estirpe viene representada por don Martín María Aguinagalde, el Doctor Fernando Arvelo Echeandia, José Miguel Barceló, Fernando Simón Bolívar, Juan Calcaño Mathieu, el Doctor José Pascual Casanova Cedeño, el General Luis Rafael Caspers, Isidro Espinoza, el Doctor José Antonio Fernández Landaeta, el Doctor Juan Vicente González Delgado, el Doctor Rómulo Guardia, el General Alejandro Ibarra Rivas, el General Andrés Simón Ibarra Urbaneja, el Coronel Diego José Jugo Ramírez, el General Santos Jurado Blanco, el General Andrés Aurelio Level, el Doctor José Marría Manrique Tovar, el Doctor Juan de Dios Monzón. el General Jacinto Regino Pachano Muñoz, el Doctor Simón Planas, el General julio F. Sarría, el Doctor Wenceslao Urrutia Blanco, y el Comandante José de Jesús Vallenilla Centeno.

No obstante, entre los conservadores figuraron también prominentes descendientes de las Rojas, encabezados por los Presidentes Soublette y Tovar, y por don Fermín Toro, encontramos al General Manuel Vicente de las Casas, el Doctor Manuel Maria Echeandia, Luis Felipe García Reverón, el General Domingo Hernández, Luis Iribarren, Domingo Antonio Olavarría, el General Esteban Palacios, el Doctor y General Juan Pietri, el Presbítero Antonio José Sucre Alcalá, Mateo y Pedro Vallenilla Guerra, el General Martín Vegas Herrera, y el Comandante Nicomedes Zuloaga Aguirre.

De modo que la estirpe de las Rojas se encuentra representada de modo muy destacado en ambos bandos de la gran contienda política del siglo XIX venezolano.

En el siglo XX, sobre todo a partir de la llamada "Revolución Libertadora" de 1.899, que inició la etapa de hegemonía de venezolanos originarios de los estados Andinos en el poder político, disminuye notablemente la presencia política de representantes de esta estirpe, pero hasta 1.945 encontramos exponentes tan diversos -descendientes directos o por matrimonio- como el General Pedro Elías Aristeguieta, los Doctores Diógenes Escalante, Atilano y Gonzalo Carnevali Parilli, José María Ortega Martínez, Luis Jerónimo Pietri, el Ingeniero Félix Quintero Paz Castillo, el Doctor José Rafael Revenga Pereira, el General Nicolás Rolando, el General Ramón Tello Mendoza, los Doctores Pedro R. Tinoco Smith, Laureano Vallenilla Planchart, y Don Armando Zuloaga Blanco; así como a unos pocos militares como Samuel Mac Gill, Luis Rafael Pimentel Agostini, y Mario Ricardo Vargas, muchos de ellos enlazados matrimonialmente.

Con posterioridad a la revolución de 1.945 continua mermando la presencia de los descendientes de la estirpe en la política venezolana. Excepciones destacadas las constituyen Rómulo Gallegos Freire, Raúl Leoni Otero y Juan Pablo Pérez Alfonzo, Lorenzo Fernández González, Luis Emilio Gómez Ruiz, Luis Lander Márquez, Mauro Páez-Pumar, y algunos representantes de la izquierda venezolana como los comunistas Salvador de la Plaza, Eduardo Gallegos Mancera, y los hermanos Gustavo y Eduardo Machado Morales.

Son muchos los comentaristas que han atribuido el progresivo deterioro de la vida pública venezolana a la ausencia de protagonismo por parte de sectores que mayor vinculación han tenido a la historia patria a lo largo de los siglos.

Como complemento de la contribución de esta estirpe a la vida pública tenemos a los más ilustres hacendistas de Venezuela, como los Doctores Santos Michelena, Francisco Aranda, Jesús María Herrera Mendoza, y Andrés Germán Otero.

Asimismo entre los juristas más eminentes de Venezuela a través de sus diferentes etapas históricas, miembros también del linaje, destacan los doctores Juan Martínez Alemán, Juan Bautista Calcaño, Luis Sanojo, Elías Acosta, Nicomedes Zuloaga Tovar, Ramón Fernández Feo, Gustavo Manrique Pacanins, Juan José Mendoza Aguerrevere, Carlos Mendoza Goiticoa, Simón Planas Suárez, Luis Felipe Urbaneja Blanco, y Francisca Soublette Saluzzo, primera mujer universitaria del país.

La Estirpe de las Rojas en la cultura Venezolana

El impacto de la descendencia de las Rojas en la cultura nacional ha sido tanto o mas importante que su contribución a la vida pública, y en este caso se ha extendido hasta el presente.

Entre los escritores, poetas y periodistas venezolanos los descendientes de esta estirpe son tan numerosos que es necesario nombrarlos en orden alfabético: Rafael Agostini, Juvenal Anzola, Francisco Aranda y Ponte, Antonio Arraiz Mújica, Simón Barceló, Ricardo Becerra, Eduardo Blanco, Rufino y Horacio Blanco Fombona, Nicanor Bolet Peraza, Antonio José Calcaño Herrera, José Antonio Calcaño Paniza, Juan Vicente y Simón Camacho Clemente, Vicente Coronado, Ángel Carnevali Monreal, Pedro Emilio Coll, Carmen Cristina Clemente Travieso, Guillermo Meneses, Jacinto Fombona Pachano, Heraclio Martín de la Guardia, Jacinto Gutiérrez Coll, Francisco Herrera Luque, Lino Iribarren Celis, Ricardo Ovidio Limardo, Rafael Michelena Fortoul, Henrique Otero Vizcarrondo, Miguel Otero Silva, Ana Teresa Parra Sanojo (Teresa de la Parra), Fernando Paz Castillo, Enrique y julio Planchart Loynaz, Alida Begoña Planchart Kerdel, José Antonio Ramos Sucre, Carlos Rangel Guevara, Miguel Sánchez Pesquera, Jesús María Sistiaga Lovera, Félix y Enrique Soublette, Francisco Tosta García, Laureano y Baltasar Vallenilla Lanz.

Mención especial merecen humoristas como Leoncio Martínez, y Francisco Pimentel (Job Pim); y el publicista Carlos Eduardo Frías.

Ente los educadores que a través de los siglos han contribuido decisivamente a la formación del pueblo venezolano tenemos a: Don Agustín Aveledo, doña Antonia Esteller, don Luis Espelozín, don Feliciano Montenegro y Colon, los Doctores Alejo Zuloaga, Jerónimo E. Blanco, José Domingo Blanco, Gustavo Herrera Grau, Alejandro Ibarra Blanco, Roberto Martínez Centeno, Cristóbal Lorenzo Mendoza Aguerrevere, Cecilia Nuñez Sucre, el Padre Carlos Guillermo Plaza Alfonzo, don Martín José Sanabria Toro, José Agustín Silva Michelena, Alberto]. Smith, Rafael Vegas Sánchez, y José Ramón Villasmil.

Los principales historiadores venezolanos forman parte de la descendencia de esta estirpe, entre ellos, por orden alfabético: Carlos Aristimuño Coll, José de Austria, Lino Duarte Level, Felipe Francia, Santiago Key Ayala, Vicente Lecuna Salboch, Jerónimo Martínez Mendoza, Augusto Mijares, Andrés Florentino Ponte, José Antonio Ramos Martínez, José Santiago Rodríguez Sosa, Luis Alberto Sucre, Felipe y Miguel Tejera Rodríguez.

En las artes plásticas encontramos a: Edgar J. Anzola, Ramón Bolet Peraza, Federico Brandt, Pedro Centeno Vallenilla, Antonio Herrera Toro, Pedro Ignacio Manrique Arvelo, Celestino y Jerónimo Martínez, Emilio J. Maury, Alejandro y Carlos Otero, Ricardo Razetti Willet, Martín Tovar y Tovar, Luisa Zuloaga de Palacios, Elisa Elvira Zuloaga, y Maria Luisa Zuloaga de Tovar.

En el orden musical la estirpe se encuentra representada por el Padre Pedro Palacios Sojo, Teresa Carreño, José Antonio Calcaño, María Luisa González Gragirena de Escobar, Ramón Delgado Palacios, Conny Méndez Guzmán, Inocente Palacios, Ramón de la Plaza, Juan Bautista y Eduardo Plaza Alfonzo.

En las ciencias encontramos la valiosa, profunda, y perenne huella de tan prolíficos genearcas .

Entre los exponentes de la ingeniería y arquitectura que han contribuido a la construcción física del país se cuenta una destacada representación descendiente y enlazada con el linaje de las Rojas, entre los cuales deben mencionarse a Felipe y Santiago Aguerrevere Michelena, Juan José Aguerrevere Echenique, Marco Antonio Casanova Saluzzo, José Cecilio de Castro, Melchor Centeno Grau, Roberto García, Juan Hurtado Manrique, Leopoldo Martínez Olavarría, Olegario Meneses, Jesús Muñoz Tebar, Lino José Revenga, Ricardo Razetti Martínez, Leopoldo Sucre Figarella, y Carlos Raúl Villanueva.

En el campo de la medicina encontramos una amplia y destacada representación del linaje, incluyendo a los Doctores Eliseo Acosta, Leopoldo Aguerrevere, Tomas Aguerrevere Pacanins, Carlos Arvelo Guevara y Carlos Arvelo Echeandia, Jose Ignacio Baldo, Ricardo Baquero González, Fernando Bolet, Nicanor Bolet Poleo, Herman de las Casas, Armando Castillo Plaza, Franz Conde Jahn, Guillermo Delgado Palacios, Nicanor Guardia, Bernardo Guzmán Blanco, Rafael y Andrés Herrera Vegas, Rafael Herrera Guerrero, Juan Manuel Iturbe, Gustavo Machado Hernández, Enrique Meier Flegel, Guillermo Michelena, Richard Murphy, Manuel Maria Ponte, Luis Razetti, José Manuel de los Ríos, Enrique Tejera, Elías Toro, Martín Vegas Sánchez, y José Rafael Villavicencio.

Insigne representación también se encuentra en todas las ramas científicas, en Matemáticas, Francisco José Duarte Isava; geógrafos y exploradores: Francisco Michelena y Rojas, y Franz Risquez Iribarren; naturalistas como Eugenio De Bellard, y Eduardo Rohl Arriens; los geólogos: Pedro Ignacio Aguerrevere Vera y Guillermo Zuloaga Ramírez; Armando Blanco, meteorólogo; en la aviación, Pedro Coll Font; y el investigador Humberto García Arocha.

Las obras sociales de esta familia se extienden a través de los tiempos en miles de iniciativas individuales, desde doña Josefa Melchora de Ponte y Aguirre, los Presbíteros José Ignacio Moreno Isturiz y José María Gedler del Pozo, en tiempos coloniales; hasta llegar a Cecilia Pimentel, Inés Ponte McClong, y la Madre Emilia (Emilia Chapellin Isturiz), en tiempos mas recientes.

Finalmente, el desarrollo económico moderno del país estuvo generado desde los albores de la Independencia por capitanes de empresa de la talla de Juan de la Madriz Gedler, Guillermo White, Juan Bautista Dalla Costa, Eduardo Larralde de la Madriz, Antonio Dalla Costa, Leandro Miranda Andrews, Agustín Valarino Bonfante, Juan Esteban Linares Espada, Lucas Ramella, y Manuel Antonio Matos, en el siglo XIX.

Y en tiempos mas recientes empresarios de la talla de Ricardo Zuloaga Tovar, Oscar Augusto Machado y Oscar Machado Zuloaga; Juan Simón y Lorenzo Alejandro Mendoza Fleury, Eugenio Mendoza Goiticoa, Alberto F. Vollmer, Carlos Stelling, Francisco de Paula Aristeguieta, Enrique y José Joaquín González Gorrondona, Lucio Baldó Soules, Gustavo Brandt, Rafael Maximiliano Valladares, Ramón Eduardo Tello Berrizbeitía, Jesús María Herrera Irigoyen, Porfirio Tamayo Burgos, Alejandro Lara Nuñez, Pedro Vallenilla Echeverría, Salvador Salvatierra Salas, Pedro Tinoco, Casimiro Vegas Rodríguez, y Diego Cisneros Bermúdez, por citar tan solo algunos de los descendientes de las Rojas que han contribuido con su labor y riesgo a la actividad económica nacional.

Al conectar todos estos personajes dentro de una misma matriz familiar genealógica, se demuestra que todo ese conjunto social ha continuado brindando frutos valiosos para la conducción y progreso de Venezuela hasta nuestros días.

Esa elite, incorporando todos los elementos adicionales que se le han ido sumando a lo largo de su desarrollo, implica conciencia de ser y valer, para que vuelva a ser un factor consciente y cohesionado al brindar ejemplo y patrones de conducta positivos a la vida nacional. Los albores del siglo XXI representan un nuevo reto a todos los venezolanos, y sobre todo a los de mayor arraigo, a mantener sus contribuciones al desarrollo y superación del país en todos los órdenes.

Por: Julio González Chacín

Fuente:
La Estirpe de las Rojas
Antonio Herrera Vaillant.
Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, Caracas, 2007.
Biblioteca de la Academia Nacional de Historia.
Tomo I.


Nota: Para los que deseen adquirir esta obra, les informo que solo se puede comprar en la Librería "El Buscón" del Paseo las Mercedes en Caracas.

* Tomado del artículo publicado por Julio González Chacín en el Blog de Algunas Familias de fecha miercoles 29 de abril de 2009.

sábado, 19 de septiembre de 2009

JOSÉ CORTES DE MADARIAGA / Primera parte

NICOLÁS PERAZZO.

Santiago de Chile, 8-7-1766 / Riohacha, Colombia, Marzo 1826
Sacerdote y Doctor en los dos derechos, canónigo de merced de la Catedral de Caracas; escritor, orador y político, una de las figuras principales de la revolución de Venezuela el 19 de Abril de 1810. Hijo de Francisco Cortés Cartavia y de Mercedes Madariaga y Lecuna. Muy joven inició sus estudios en el seminario de su ciudad natal. En 1788 se ordenó de sacerdote. Continuó sus estudios hasta doctorarse en la Universidad de San Felipe (Chile). En 1798, en competencia con el Dr. Miguel de Eizaguirre, aspiró a la cátedra de decretales en la misma universidad en la cual se había graduado. Por no haberse producido la decisión en Chile, los dos contendores viajaron a Madrid ese año en busca del fallo correspondiente. Al cabo de dos años, las autoridades españolas optaron por no dar la cátedra a ninguno de los dos aspirantes. Cortés de Madariaga, por Real Cédula del 17 de Agosto de 1800, recibió una prebenda de merced en la Catedral de Santiago. El 12 de Abril de 1802 se embarcó en España rumbo a Chile, pero por contrariedad de los vientos, llegó a Venezuela, “casi como un náufrago”, dice Cortés. Ese mismo año, de La Guaira pasó a Caracas , y allí solicitó una canonjía en la Catedral de Caracas, la cual le fue concedida el 8 de Marzo de 1803, y de ella tomó posesión el 28 de Julio del mismo año. El 22 de Julio de 1804, desde Caracas solicitó al inquisidor decano del Tribunal del Santo Oficio en Cartagena de Indias, que se le nombrara Comisario de la Inquisición en Caracas. Su solicitud no fue atendida. El 19 de Abril de 1810 se hallaba en los alrededores de la Iglesia de La Merced, cuando fue advertido por el Presbítero José Félix Blanco de los acontecimientos que se estaban sucediendo ese día en la mañana, y en consecuencia, se trasladó al Ayuntamiento, en momentos cuando los cabildantes y otros señores allí reunidos estaban pidiendo al Capitán General Don Vicente Emparan y Orbe, una definición de su actitud frente a la situación política planteada. Cortés de Madariaga, diciéndose representante del clero, fue uno de los que le conminaron en tal sentido. Emparan, antes de tomar alguna decisión, se asomó al balcón del Ayuntamiento, y dirigiéndose a la muchedumbre congregada en la Plaza Mayor, le preguntó si le querían como gobernador. Cortés de Madariaga, quien había seguido al Capitán General, detrás de éste, hizo señas negativas con la mano, a lo cual la multitud respondió : “ No, no lo queremos”; después de lo cual, oida esta exclamación, Emparan les dijo “…. Si no me queréis, pues yo tampoco quiero mando….” y presentó la renuncia de su investidura. Acto seguido se constituyó un nuevo gobierno que tomó el nombre de “Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII”, formando Cortés parte de ella como representante del clero. El 15 de Julio de ese mismo año, llegó a La Guaira Narciso Coll y Prat, nuevo Arzobispo de Caracas, y al puerto marcharon, comisionados por la Junta Suprema, Cortés de Madariaga, Juan Germán Roscio y el secretario José Ventura Santana, con el objeto de someter al prelado a un interrogatorio y así conocer sus sentimientos sobre la decisión recién tomada en Caracas. El 21 de Diciembre del mismo año, por disposición de la Junta Suprema, Cortés emprendió viaje a la Nueva Granada, donde cumplió una misión diplomática ante el gobierno de aquel Estado, presidido por Jorge Tadeo Lozano. El objeto de la misión era la de arreglar las amistosas relaciones entre los dos pueblos. Al llegar a Timotes (Edo. Mérida), Cortés de Madariaga retiró dos edictos firmados por Santiago Hernández Milanés, Obispo de Mérida, y colocados en la puerta del templo y otros lugares. El 6 de Febrero de 1811, el Obispo Hernández Milanés decretó la excomunión de Cortés de Madariaga, la cual fue suspendida solo después que Cortés de Madariaga restituyese los papeles en su lugar y manifestase públicamente su arrepentimiento. El 6 de Marzo de 1811 Cortés se hallaba en Bogotá. El mismo día se iniciaron las conversaciones , las cuales concluyeron el 28 de Mayo con la firma del Tratado de Alianza y Federación entre Venezuela y Cundinamarca . El 14 de Junio salió Cortés de Madariaga de Bogotá, llevando consigo el primer documento diplomático firmado por un representante venezolano con un gobierno extranjero y 250.000 pesos enviados por Cundinamarca a Venezuela como auxilio. El viaje de regreso lo hizo a través de los ríos Negro, Meta y Orinoco, y dejó a la posteridad lo que él llamó “Diario y Observaciones del Pbro. José Cortés de Madariaga en su regreso de Santa Fe a Caracas, por la vía de los rios Negro, Meta y Orinoco”. Es un trabajo lleno de narraciones y comentarios del autor, acompañado de un plano. El Padre Madariaga cuenta que mientras navegaba con sus compañeros por el río Meta, uno de ellos que era músico, y que “su inclinación lo obligó a soltar los remos y tomar la flauta para ejecutar la Canción de Caracas, Gloria al Bravo Pueblo, etc., y al resonar el suave instrumento unieron sus voces quienes sabían la letra, e hicieron sentir los ecos de la libertad a los bogas, interrumpiéndoles por largo intervalo que continuasen su ejercicio y produciendo en mi corazón emociones tiernas”. El 29 de Junio de 1812, el General Francisco de Miranda, desde los valles de Aragua, donde operaba contra Domingo Monteverde, dispuso que Monseñor Coll y Prat fuese reducido a prisión por considerarlo contrario a la causa de la república, y el encargado de este cometido fue el canónigo Cortés, quien debía entregar la persona del pontífice al gobernador militar de La Guaira Manuel María de las Casas. La detención del arzobispo quedó sin efecto por la intervención del General José Félix Ribas y del Dr. Francisco Javier Yanes, también comisionados de Miranda para la citada operación.
Con ocasión de la capitulación del General Miranda el 25 de Julio de 1812, Cortés pasó a La Guaira en procura de medios para salir de Venezuela, y allí fue apresado por Francisco Cervériz, junto con varios revolucionarios. El 8 de Septiembre del mismo año fue remitido a España en unión de Juan Germán Roscio, Francisco Isnardi, José Barona, Juan Pablo Ayala, José Mires, Juan Paz del Castillo y Manuel Ruiz. Es el grupo al cual Domingo Monteverde dio el nombre de “los ocho monstruos” en su comunicación a las autoridades de la Península cuando hizo el envío de los prisioneros. Cortés fueron confinados en la prisión de Ceuta, después de 7 meses en La Carraca de Cadiz. En 1814, gracias a la intervención del mercader británico Thomas Richards, los prisioneros se fugaron y fueron a dar a Gibraltar, donde se pusieron bajo la protección de la bandera inglesa; pero el Gobernador de la zona los entregó de nuevo a las autoridades españolas, y de nuevo fueron confinados en Ceuta, hasta el 21 de Noviembre de 1815, cuando recobraron su libertad por mediación de Richards ante el gobierno inglés y la opinión pública. En 1816 el canónigo se hallaba en Jamaica. A comienzos de Abril de 1817 llegó a Margarita, y el 17 del mismo mes publicó un manifiesto, por el cual abogaba por la formación de un gobierno representativo emanado de la voluntad popular. Estas ideas las vio plasmadas el 8 de Mayo de ese año, cuando en San Felipe de Cariaco (Edo. Sucre), se reunió el Congreso de Venezuela convocado por el General Santiago Mariño, integrado por 10 representantes y presidido por Francisco Javier Mayz. El Poder Ejecutivo surgido del Congreso lo designó como representante de Venezuela ante Estados Unidos, pero Cortés no llegó a desempeñar esta comisión, pues el 25 de ese mes, ante la llegada de Pablo Morillo a la isla, se embarcó rumbo a Jamaica. Allí desarrolló actividades a favor del reconocimiento de la independencia de Venezuela, especialmente por Inglaterra. En Kingston entró en contacto con el marino francés Luis Aury, a la sazón jefe de una flotilla corsaria en busca de patentes para actuar. El 3 de Junio de 1818, Cortés de Madariaga, autodenominado “Ministro Extraordinario de las Repúblicas de Buenos Aires y Chile, extendió a Aury un documento por medio del cual lo comisionó para desembarcar en Portobelo y Chagres, con el intento de ocuparlos en normes de las repúblicas de Buenos Aires y Chile. Agregaba Cortés que autorizaba a Aury para que se posesionase de la capital de Panamá y del territorio de su provincia, con el empleo de la fuerza, si fuese necesario. En acatamiento de lo dispuesto por Cortés, Aury se apoderó el mismo mes de las islas Vieja Providencia y Santa Catalina, y en ellas enarboló los pabellones de las repúblicas representadas por Cortés. De estas acciones informó el canónigo en Agosto de 1818 a Juan Martín Pueyrredón, jefe del gobierno de Buenos Aires y también al de Chile. Los proyectos de Cortés de Madariaga estuvieron a punto de realizarse. Entre las causas que lo impidieron está la llegada del General Gregor MacGregor a la Vieja Providencia , con buques, 800 soldados, víveres y material de guerra, todo proveniente de Londres. MacGregor propuso a Aury una operación sobre el istmo para ocupar Portobelo y seguir hacia Panamá, acogiendo Aury los planes del escocés. Otra de las causas del fracaso de Cortés en sus acciones fue la culminación exitosa de la campaña de Nieva Granada (1819) llevada a cabo por Simón Bolívar, lo cual restó importancia a los planes sobre el istmo. En 1820, Cortés participó en la campaña de recuperación de la costa atlántica desde Santa Marta hasta Cartagena de Indias, llevada a cabo por el Coronel Mariano Montilla, y acompaño a este jefe en la ocupación de Cartagena (1-10-1821); de esta plaza pasó a Santa Marta y de allí a Riohacha. El 29 de Enero de 1823, José Manuel Restrepo, secretario de Estado, le anunciaba que el Vicepresidente de Colombia , Francisco de Paula Santander, lo había nombrado Dean de la catedral de Santa Marta; pero Cortés rechazó el empleo, alegando su derecho sobre la canonjía de Caracas, ignorando que ese cargo había sido ocupado desde 1819. Tras el rechazo del deanato de Santa Marta, el Congreso de Colombia acordó darle una pensión para Cortés por considerarlo un acto de justicia para los servidores de la patria. La Gaceta de Colombia del 26 de Marzo de 1826 dio la noticia del deceso de José Cortés de Madariaga declarando que “…a su firmeza se debió gran parte de la Revolución de Caracas del 19 de Abril de 1810…. El Dr. Madariaga merece los mas tiernos recuerdos de los colombianos por su ardiente patriotismo y amor a la libertad”.


Bibliografía :
ARIAS ARGAEZ, DANIEL : El Congresillo de Cariaco. Academia Colombiana de la Historia. Bogotá. 1936.-
BRICE, ANGEL FRANCISCO : Congresillo de Cariaco. Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas. Nº 200. Octubre-Diciembre de 1963.
GOMEZ, JOSE MERCEDES : La Verdad sobre el Congreso de Cariaco. Academia Nacional de la Historia. Caracas. Nº 276. Octubre-Diciembre de 1986.-
PARRA PEREZ, CARACCIOLO : Antecedentes inmediatos del Congresillo de Cariaco. Revista SHELL de Venezuela. Caracas. Número II., 1954.-

La segunda parte elaborada por el Doctor Luis Arturo López Ramírez, corresponde a un complemento muy bien documentado sobre el mismo personaje.

jueves, 17 de septiembre de 2009

CRISIS DE LA CATOLICIDAD EN LOS INICIOS DE LA REPUBLICA.

Recopilador histórico: Julián Viso

La ruptura del vínculo colonial supuso un replanteamiento de la organización de la naciente republica. En este escenario , el modelo de gobierno católico y monárquico entra en conflicto con las ideas de la modernidad, sustentadas en la autonomía de la conciencia moral individual, en el consentimiento del pacto social y en la libertad como modo de relación social y en la libertad como modo de relación social y política. La crisis del orden colonial genero, inevitablemente, una crisis de la catolicidad.

El 19 de abril de 1810 ha sido asumido por la historiografía venezolana como la referencia temporal que señala la clausura del ciclo histórico colonial en Venezuela y la apertura a un nuevo conjunto de posibilidades de organización social y política para la sociedad de aquellos tiempos. Una de las posibilidades que se presento en ese contexto fue el replanteamiento de su catolicidad, que no es lo mismo que catolicismo. Este es la religión católica manifestada en sus símbolos, en su teología, sus exigencias morales y su institucionalidad eclesiástica, mientras que catolicidad es un concepto más amplio, que expresa la constitución de una cultura cimentada sobre una determinada concepción de catolicismo. Catolicidad es un modelo global de relaciones sociales y políticas, que estructura el orden social hasta llegar a la cotidianidad de sus costumbres, su simbología, su moral y sus vínculos de legitimación a la autoridad.

NACIMIENTO Y DESARROLLO DE LA CATOLICIDAD.

La Iglesia de establece en America Latina desde sus orígenes bajo la figura del Patronato regio español y como proyección de la cristiandad hispana, provista de una intencionalidad conquistadora-colonizadora, en la que los limites del Estado y los de la Iglesia, los de la cultura hispana y los de la fe cristiana se cruzan y complementan.

Por el Patronato de Indias, la Corona española, que había recibido del papado la posesión de las tierras descubiertas (1493), asumía como responsabilidad directa la evangelización de los pueblos aborígenes y se comprometía a la concesión de “mercedes” a las iglesias locales establecidas, contando a cambio con la subordinación y nomina de los obispos y clero, y con el empleo de los misioneros como ejecutores de la obligación evangelizadora contraída (1501-1508).La Concordia de Burgos (1512) estableció los términos de la obligación de conciencia contraída por los reyes , así como los patrones de distribución de los diezmos, de la dotación de recursos a la Iglesia por parte de la Corona y del control de los bienes eclesiásticos.

La Cedula Magna de Felipe II (1574) organiza las concesiones papales dando inicio al centralismo regio frente a la Iglesia, cuya expresión legitimadora fue la teoría del Vicariato Regio, que un siglo después perneara el instrumental jurídico de las leyes de Indias (1681) y el Concordato de 1753 .

EL CONFLICTO.

El proceso histórico que se abre con el 19 de abril de 1810 introduce a aquella comarca de la Capitanía General de Venezuela en un intenso conflicto, caracterizado por la transición del viejo orden social católico y monárquico a uno nuevo, transido por las ideas de la modernidad contemporánea, en disposición para configurarse como una republica libre e independiente del lazo colonial, bajo la egida de los criollos emancipados. La crisis se manifestara de diversas formas: primero, a través de una guerra que se prolonga por más de diez años, manteniéndose hasta 1816 con un carácter eminentemente civil. Al mismo tiempo, se produce el enfrentamiento entre creencias y sentimientos compartidos frente a las novedades del momento. A todo ello hay que sumar las contradicciones entre dos modos de pensar la organización política de la sociedad: un sistema monárquico y piramidal, apoyado en la obediencia político religiosa, frente a un sistema que pudiéramos denominar de republicanismo cívico, sustentado en la autonomía de la conciencia moral individual, en el consentimiento del pacto social y en la libertad como modo de relación social y política.
En medio de esos múltiples conflictos se ubica la crisis específica de la catolicidad.

El primer nivel de esa crisis se manifestara en la división política del clero. Durante los años de la guerra de independencia (1810-1821), la Iglesia jerárquica no tomo partido unitariamente por ninguno de los bandos en contienda, dejando insatisfechas las expectativas de realistas y republicanos. Esta indefinición y la gran descentralización de la institución eclesiástica propiciaron la división del clero en razón de las opciones personales.
La guerra, por su parte, se encargo de diluir el cuerpo de la institución eclesiástica que se consolido en Venezuela desde finales del siglo VIII, y su primer efecto fue una inmediata disminución del clero tanto regular como secular.

Pero el conflicto más de fondo es entre la teología de la obediencia que entraña el régimen de catolicidad monárquica y la filosofía de la libertad que caracteriza las mas variadas ideas de republica que circularon durante los veinte años de nuestra contienda bélica Independentista y de nuestros procesos constituyentes republicanos.

Revista El Desafío de la Historia. Autor: José Virtuoso, S.J.

Año 2.Numero1. 2009

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Ribas, vencedor de los tiranos en La Victoria”

Eumenes Fuguet Borregales (*)


El 12 de febrero de 1814, se llevó a cabo en la población de La Victoria, un importante combate de la Venezuela heroica, donde el general de división el caraqueño José Félix Ribas, Herrera, logró derrotar después de nueve horas de titánica lucha al jefe realista Francisco Tomás Morales, subalterno del temible José Tomás Boves. En dicha acción se destacaron los jóvenes estudiantes universitarios y seminaristas caraqueños, con la poca experiencia adquirida en el combate de Vigirima, el combate de mayor duración de la independencia ejecutado del 23 al 25 de noviembre de 1813. Ribas había nacido en Caracas, el 19 de septiembre de 1775, involucrándose desde joven al lado de sus hermanos en el movimiento emancipador. Un hecho que lo impactó, fue cuando el 8 de mayo de 1799, presenció en la Plaza Mayor- hoy Plaza Bolívar, el ajusticiamiento del protomártir José María España, oyéndolo pronunciar sus proféticas palabras, “no pasará mucho tiempo, sin que mis cenizas sean honradas”. José Félix Ribas, se incorpora al movimiento revolucionario del 19 de abril, como Representante de los pardos. Se había casado con Doña Josefa Palacios, hermana de Doña María de la Concepción Palacios, madre del Libertador Luego de la capitulación de Miranda firmada el 25 de julio de 1812 por sus representantes en la población de La Victoria; hecho que origina la pérdida de la Primera República, nacida el 5 de julio de 1811; Ribas se dirige el 27 de agosto con el coronel Simón Bolívar hacia la isla de Curazao. A finales de octubre llegan a Cartagena de Indias, para organizar la Campaña sobre el río Magdalena, iniciada con setenta voluntarios el 25 de diciembre de 1812, llegan victoriosos a Cúcuta el 27 de febrero de 1813 e inician el 14 de mayo la magistral Campaña admirable, recorriendo en menos de noventa días mil kilómetros hasta Caracas, jalonados de triunfos; Ribas recibe por méritos en combate el grado de general de división. Bolívar le ordena a Ribas organizar una ciudadela en La Victoria para defenderse contra la inminente presencia desde Cagua de Francisco Tomás Morales. A las ocho de la mañana se presentan los soldados de Morales, Ribas en el fragor del combate arengaba a sus imberbes soldados:”Soldados, defendéis del furor de los tiranos, la vida de vuestros hijos, no podemos escoger entre vencer o morir, imperativo es vencer”.A las cuatro de la tarde, cuando la situación republicana, se hacía insostenible, llega el refuerzo el valeroso comandante Vicente Campo Elías, proveniente a marcha forzada de La Cabrera, quien atacando la retaguardia de Morales los pone en fuga, colocando la balanza de la victoria a favor de Ribas. El Libertador, se entera en Valencia del glorioso triunfo, denominando a Ribas “Vencedor de los tiranos en La Victoria” y como un hecho inédito, el niño José Félix Ribas Palacios de tres años, es designado por Bolívar, capitán de primera línea de infantería con goce de sueldo. Ribas continúa sus actividades emancipadoras hacia Charallave donde triunfa el día 20 de febrero y Ocumare para obtener los laureles el 20 de marzo, obteniendo el grado de general en jefe el 23 de marzo de 1814, siendo uno de los once de la Venezuela heroica. El 28 de mayo de 1814, triunfa en la Primera Batalla de Carabobo. La desgracia de Ribas comienza el 5 de diciembre con la derrota de la batalla de Úrica a favor de Boves, quien muere en el encuentro y con el desastre en Maturín el 11 de diciembre. Ribas huye hacia los llanos orientales. En Tucupido, cerca de Valle de la Pascua, un ordenanza de apellido González, lo delató ante las autoridades realistas, siendo apresado y ejecutado el 15 de enero de 1815, por disposición del teniente de justicia Lorenzo Barrajo; el cuerpo descuartizado fue colocado en señal de escarmiento en diferentes sitios, su cabeza freída en aceite fue llevada a Caracas en una jaula la cual fue colocada en La Puerta de Caracas, entrada y salida del antiguo camino de los españoles. La viuda, Doña María Josefa Palacios de Ribas, se encerró en su casa y juró no salir más. A comienzos de 1821 unos oficiales realistas por órdenes del general Pablo Morillo y a petición del Libertador, hablan con Josefa, autorizándole salir sin problemas, ella les contestó:”Saldré cuando sepa que los tiranos que han ofendido nuestra patria, hayan sido expulsados”. En Valencia han vivido descendientes del general Ribas, producto del matrimonio de José Félix su único hijo con Luisa Páez.


(*) General de brigada (Ej.) eumenes7@gmail.com

martes, 15 de septiembre de 2009

“EL FATAL SITIO DE LA PUERTA”

Eumenes Fuguet Borregales (*)


La balanza de la emancipación, tuvo dos sitios antagónicos: la Gloriosa Sabana de Carabobo donde el 28 de mayo de 1814 Bolívar derrotó al ejército del general Juan Manuel Cajigal y Niño, y el 24 de junio de 1821, a las fuerzas del general Miguel de La Torre y Pando, batalla denominada como “la decisiva”; en cambio en el sitio de La Puerta, cerca de San Juan de Los Morros, la suerte fue adversa en tres ocasiones para las fuerzas republicanas.


La primera derrota, sucede el 3 de febrero de 1814, cuando el temible asturiano José Tomás Boves, procedente de la población de Calabozo, con 3400 llaneros venezolanos, la mayoría de caballería, combate contra el valeroso comandante español Vicente Campo Elías y sus 1800 soldados, jefe, incorporado a las fuerzas de Bolívar en Mérida en mayo de 1813; Campo Elías no pudo contra las acometidas realistas; en esa acción Boves resulta gravemente herido, sus fuerzas se movilizan hacia La Victoria.


El segundo revés, ocurre el 15 de junio de 1814, cuando Boves recuperado de las heridas, se enfrenta con 4000 lanceros a caballo y 3000 infantes al ejército de Bolívar y Mariño integrado por 3000 efectivos. Bolívar apenas llegaba de Caracas con refuerzos, cuando observa que Mariño en vez de esperarlo en Villa de Cura, en condiciones desventajosas presenta combate al ejército de Boves; el Libertador con sus fuerzas cansadas por el desplazamiento, se empeña en combate para salvar la situación, pero la caballería enemiga, arrolla las fuerzas republicanas, retirándose en diferentes direcciones; en el funesto lugar mueren el ministro de hacienda, el prócer civil Antonio Muñoz Tébar, el coronel Ramón García de Sena y teniente coronel Manuel Aldao ente otros, igualmente son hechos prisioneros el coronel Diego Jalón, español en las filas patriotas, quien fue fusilado en Villa de Cura y el joven capitán Pedro Sucre, hermano del futuro Mariscal de Ayacucho, fusilado por Boves en la población de La Victoria. Este combate facilitó la caída de la Segunda República; Bolívar llega el 17 de junio a Caracas para organizar la defensa contra el asturiano, quien se dirige inicialmente a Valencia a causarle estragos a la valerosa y noble población valenciana. Ante la inminente llegada del jefe realista a Caracas, el 7 de julio, en una mañana lluviosa se movilizan 20.000 personas de Caracas hacia Barcelona y Cumaná, protegidos por 1.200 efectivos, la historia denomina esta difícil situación vivida por la población civil como la “Emigración de Oriente”, verdadero calvario de la emancipación; de cada tres personas, una llegaba a su destino; durante veinticinco días, se desplazan a través de selvas, montañas, ríos y llanuras; mujeres, niños, ancianos y enfermos, sufrieron el acoso de la plaga, el hambre, la sed y el cansancio.


El tercer fracaso, esta vez las fuerzas del Libertador se enfrentaron el 16 de marzo de 1818, en la quebrada Semen de La Puerta, a las del veterano jefe realista, general Pablo Morillo, quien a pesar de triunfar, resultó herido en la cadera de un lanzazo. Por parte de los republicanos resultaron con heridas: los generales Rafael Urdaneta, Pedro León Torres y José Antonio Anzoátegui; inicialmente Bolívar combatía exitosamente contra el general Francisco Tomás Morales y cuando era perseguido, aparece Morillo con tropas frescas, cambiando la victoria inicial por una lamentable pérdida. Las derrotas enseñan a no doblegarse; Morillo decía que “Bolívar era mas peligroso vencido que triunfador”; en su palabras finales del Manifiesto de Carúpano dijo “Dios concede la victoria a la constancia”. El 24 de junio de 1921, al cumplirse el primer centenario de la realización de la batalla de Carabobo, el presidente, general Juan Vicente Gómez, decretó la construcción del Arco de triunfo para honrar a los forjadores de la nacionalidad; igualmente al conmemorarse el 17 de diciembre de 1930, los cien años de la muerte del Libertador, el mas grande de los venezolanos y americanos, el mismo Gómez, ordena la construcción del Monumento Alegórico, ubicado al Oeste del Arco de Triunfo, majestuosa obra donde se colocaron las rocas del adverso sitio de La Puerta, testigo mudo de tres acciones bélicas negativas para la causa emancipadora, reveses que sirvieron para fortalecer el espíritu de lucha y la voluntad de vencer, símbolo del valor espartano de los republicanos enfrentándose a fuerzas superiores en efectivos, mas no en patriotismo, soldados que no preguntaban cuantos son, sino donde están, regaron con su sangre no perdida, los caminos de la redención de los pueblos.


(*) General de brigada (Ej.)

eumenes7@gmail.com


Historia y Tradición

Diario El Carabobeño

jueves, 10 de septiembre de 2009

EL GOBIERNO DEL DOCTOR JOSÉ MARÍA VARGAS.

A lo largo del segundo semestre de 1834 tiene lugar la campaña electoral para la selección del Presidente de la República. Se presenta la candidatura del General Carlos Soublette, apoyado por Páez; la del General Santiago Mariño, respaldado por José Tadeo Monagas y otros caudillos orientales y, también, la del médico José María Vargas, apoyado por los comerciantes que han visto crecer sus negocios durante los años de Páez, y bajo el espíritu de la libertad de contratos consagrado en la ley del 10 de abril. El resultado fue favorable a Vagas con 103 votos, seguido por Soublette con 45, Mariño 27, Diego Bautista Urbaneja 10 y Bartolomé Salom 10 sufragios.

El doctor Vargas asumió la Presidencia de la República el 9 de febrero de 1835. Por dos años más, según disposición constitucional, continuaría a su lado Andrés Narvarte como Vicepresidente. Su gabinete estuvo integrado de la siguientes manera: Antonio Leocadio Guzmán en la Secretaría de Interior y Justicia; General Francisco Conde, en la Secretaría de Guerra y Marina; Santos Michelena, en Hacienda y Relaciones Exteriores.

Desde el momento mismo de la victoria de Vargas se va creando una suerte de conjura en su contra por parte de los seguidores de Santiago Mariño, no hace lo mismo Soublette que se va a Europa, ni Páez que se retira a sus haciendas. Muy pronto, Vargas entra en diatriba con el Congreso de la República cuando este último propone una ley de Impuesto Subsidiario del 1 %, recabado en las aduanas, con destino a la Hacienda Pública. El Presidente objeta el proyecto de ley, pero las Cámaras lo aprueban, a lo que Vargas responde invocando la violación de la Constitución por parte del Senado. Esta prueba de fuerza condujo a que el doctor Vargas presentara su renuncia el 29 de abril de 1835, pero no le fue aceptada, aunque alegaba no disponer de la suficiente fuerza para mantener la paz de la República entre las facciones en pugna.

La renuncia de Vargas fue interpretada por sus adversarios como una muestra de debilidad, aunque no le hubieses sido aceptada. Así fue como se estructuró una conjura en su contra que se denominó “La Revolución de las Reformas”, integrada por Mariño, Diego Ibarra, Luis Perú de Lacroix, Pedro Briceño Méndez,, José Tadeo Monagas, Estanislao Rendón, Andrés Level de Goda y Pedro Carujo.

Esta asonada se expresó el 8 de julio en Caracas, cuando Carujo penetró en casa del doctor Vargas para detenerlo y se produjo un intercambio de palabras que la historia ha recogido insistentemente. Dijo Carujo: “Doctor Vargas, el mundo es de los valientes”, y Vargas le respondió: “El mundo es del hombre justo”. Después de la detención del Presidente y del Vicepresidente Narvarte, fueron embarcados ambos con rumbo a Saint Thomas en la misma tarde del día fatídico.

Al no más conocerse la asonada, acompañada de un texto de nueve puntos en que los conjurados querían el mando de las Fuerzas Armadas para el general Mariño, el entonces Jefe de esas misma fuerzas, designado por Vargas para tal efecto: José Antonio Páez, se puso en marcha para dominar la situación y restablecer el hilo constitucional. Páez entra triunfante a Caracas el 28 de julio de 1835, y el 20 de agosto está de nuevo Vargas en la Presidencia de la República. El movimiento insurreccional, sin embargo, no terminó de ser derrocado sino el 1 de marzo de 1836, en Puerto Cabello.

Por otra parte, era evidente que la figura del General Páéz había crecido mucho más con esta situación, ya que se había convertido en suerte de árbitro mayor y absoluto de la República, de modo que las posibilidades de Vargas de imponer sus criterios por encima de los del caudillo llanero, era imposible. A vargas le fue aceptada la renuncia el 24 de abril de 1836. A partir de entonces se dedicaría exclusivamente a la docencia y a la investigación científica y su consecuente escritura.

Recopilación histórica por: Julián Viso Rodríguez.
Venezuela: 1830 a nuestros días.
Rafael Arráiz Lucca.
Editorial Alfa. 2007. Caracas.
Pp:31-32.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

“REGRESO DE LOS RESTOS DEL LIBERTADOR A VENEZUELA”

Eumenes Fuguet Borregales (*)

La voluntad de Bolívar, plasmada en su “Testamento”, elaborado el 10 de diciembre de 1830 en San Pedro Alejandrino, pedía que sus restos sean enterrados en Caracas, tuvo que esperar doce años para que se cumpliera. En 1839 el general Carlos Soublette, encargado de la presidencia, inició tímidamente un movimiento para la repatriación. El Presidente Páez, en su segundo mandato, y debido a un clamor popular, solicitó al Congreso repatriar los restos del Padre de la Patria. Al ser aprobada la solicitud, decretó el 30 de abril de 1842, la traída de los restos con los honores fúnebres, y la disposición de que sean depositados en la Catedral de Caracas. El 12 de mayo, invitó al Poder Ejecutivo Nacional y al de la Nueva Granada y Ecuador a concurrir a la exhumación de los restos en Santa Marta. Páez designó al eminente Dr. José María Vargas jefe de la comisión, junto a los generales Francisco Rodríguez del Toro (el marques), Mariano Ustáriz, José María Carreño y al sacerdote Manuel Cipriano Sánchez como Gran Capellán y fijó el 17 de diciembre la fecha de regreso a la capital. El general Daniel Florencio Oleary, fue comisionado para que el conocido escultor italiano Pietro Tenerani, realizara un monumento en la catedral de Caracas, (ese monumento inaugurado en 1842, fue trasladado al Panteón Nacional en 1876, cuando ingresaron allí los restos). El 13 de noviembre salió de La Guaira la comisión a bordo de la goleta Constitución debidamente acondicionada al mando del capitán de Navío Sebastián Boguier, acompañado del bergantín Caracas y de la fragata francesa Circe. Llegaron a Santa Marta el día 16. El 20 a las cinco de la tarde exhumaron los restos que se encontraban en el panteón de la familia Díaz Granados en la Catedral de Santa Marta; reconocidos por los médicos encargados de tan noble comisión entre ellos, el preclaro Dr. Alejandro Próspero Reverend (quien atendió a Bolívar desde su llegada a Santa Marta, le realizó la autopsia y lo vistió) y el ilustre Dr. Vargas. Las calles y casas de Santa Marta estaban enlutadas; la comisión venezolana agradeció las atenciones de las autoridades neogranadinas. Los restos fueron embarcados el día 21 en la goleta Constitución, con una gran ceremonia fúnebre. Durante el viaje 15 cadetes comandados por el teniente Nicomedes Zuloaga, montaron guardia de honor; el navío encalló en Los Roques. El 13 de diciembre estaban frente a La Guaira, esperando varias embarcaciones nacionales y extranjeras con sus banderas a media asta, para agregarse al gran cortejo naval. El día 15 fue bajado a tierra. El general de brigada Juan Uslar, llegó de VALENCIA con lágrimas en los ojos, portando el uniforme con el cual combatió al lado de Bolívar, los restos pernoctaron en la iglesia de ese puerto; el día 16 lo subieron a Caracas en una extraordinaria procesión, pernoctando en la iglesia de la Santísima Trinidad, hoy Panteón Nacional; por coincidencia, la Santísima Trinidad es la devoción de la familia Bolívar, de allí el nombre de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad, así se llama el panteón familiar en la Catedral de Caracas. En Caracas se designaron comisiones para montar guardias de honor; el 17 de diciembre fecha de su muerte, sus restos fueron trasladados hacia la iglesia de San Francisco cumpliendo un estricto protocolo. El pueblo de Caracas acompañó a su eximio hijo detrás del gran carruaje construido en Paris según instrucciones del coronel Agustín Codazzi; todas las calles, casas y ciudadanos mostraban riguroso luto; la gran parada militar, la comandó el siempre leal general en jefe Rafael Urdaneta Faria, con su uniforme de gala y el sable que le regaló Bolívar. El ilustre Concejo Municipal de VALENCIA comisionó a Bernardo Escorihuela, Felipe Sojo y Jaime Alcázar. José Alberto Espinosa, Canónigo de la Catedral y Rector de la Universidad de Caracas, leyó a la una su brillante Oración, recorriendo la vida del más grande de los americanos. El 23 de diciembre se realizó una ceremonia similar para el traslado de los venerados restos en hombro de sus edecanes y oficiales que lo acompañaron en la emancipación hasta la Catedral de Caracas; sus restos estuvieron al lado de sus padres y esposa, hasta que fueron trasladados al Panteón Nacional el 28 de octubre de 1876, día de San Simón. Así concluyó la voluntad de nuestro Padre Libertador. Sus cenizas permanecerán a través de los siglos, acompañadas por el esplendor de su gloria y el calor de los pueblos libres… que así sea.

(*)GeneraldeBrigada eumenes7@gmail.com

Bandera venezolana

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Automóviles de los 40

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